La familia. Padres, hermanos, abuelos, primos, tíos, hijos…
Todas esas personas que, con un mayor o menor vínculo de sangre, forman parte -de
un modo u otro- de nuestra vida. Personas con las que puedes llevarte a matar o
por las que darías tu vida.
Esas personas hablan de nosotros, de quiénes somos (y
quiénes hemos sido), y sobre todo de qué lugar ocupamos en ese pequeño e íntimo
círculo familiar. Y es que la familia nos define (o al menos una parte) tanto
para lo bueno como para lo malo, y puede sacar lo mejor y lo peor de cada uno
de nosotros.
Hay otro tipo de familias, por supuesto. La familia que se
crea alrededor de un grupo de amigos, sin ir más lejos. Pero de la que Daniel
Sánchez Arévalo nos habla aquí es de aquellos seres queridos a los que llamamos
papá, mamá o hermano, y a las
que, probablemente, les decimos “te quiero” con menos frecuencia de la que
deberíamos hacerlo. Esas personas a las que no elegimos pero con las que debemos
convivir y, en principio, llevarnos bien. Y como la mayoría sabemos, eso no
siempre es fácil, y menos aún si esa familia es numerosa, como la de nuestros
protagonistas.
Efraín, el
menor de cinco hermanos (Adán, Benjamín, Caleb y Daniel), tiene dieciocho
años recién cumplidos, y está a punto de casarse. No le importa ni la edad ni
lo que los demás opinen; tan sólo le importa su amor por Carla y el saber que
quiere pasar el resto de su vida con ella (o al menos eso es lo que cree saber).
Ni siquiera parece preocuparle demasiado que la fecha elegida para la boda coincida
con el día en el que la selección española de fútbol juega la final del Mundial
de Sudáfrica. Pero claro, quién iba a imaginar que llegaríamos a la final…
Mientras una buena
parte del país se paraliza ante tal acontecimiento deportivo, en la boda de
Efraín y Carla no pararán de sucederse cosas. Y algunas de ellas puede que
cambien sus vidas para siempre…
Tras el éxito de “Primos”, una de las películas más
taquilleras de 2011 (y para un servidor, una de las mejores comedias dramáticas
de nuestro cine), Daniel Sánchez Arévalo dejó el listón muy alto. Quizás por
ese motivo la expectación por su cuarto largometraje ha sido, a título
personal, bastante significativa, así como los temores a una posible decepción también
han acechado, implacables, cuál ave rapaz sobre su presa.
Al igual que en la citada “Primos” (y con la que comparte
parte de su estupendo elenco), en “La gran familia española” el director aúna comedia y drama para tratar de diseccionar
las penas y las alegrías de una serie de personajes que, también en este caso,
están unidos por un vínculo familiar. Y pese a lo que pueda sugerir el
título de la película, en ningún momento trata ésta de plasmar al prototipo de
“familia española” como tal, aunque de bien seguro podamos reconocer en ella a
algún miembro de nuestra propia familia o incluso vernos reflejados a nosotros
mismos.
En realidad, la familia de Efraín es una familia como
cualquier otra, si bien la particularidad de ésta reside en lo numeroso de sus
hermanos y, por tanto, en el mayor número de conflictos a sucederse a lo largo del
metraje, cuya historia se desarrolla en un marco incomparable: una boda, lugar
en dónde se reúnen tanto la familia de sangre como la política, y en dónde
cualquier cosa puede ocurrir. Y dicha boda transcurre, para más inri, durante la
celebración de un evento clave dentro de la historia del deporte nacional.
Conviene, no obstante, aclarar que no estamos ni mucho menos ante una cinta sobre fútbol como lo
puedan ser “El penalti más largo del mundo” o “Días de futbol”. Aquí, la final Mundial de Sudáfrica actúa
como telón de fondo, de forma casi anecdótica, aunque al mismo tiempo se establezcan
ciertos paralelismos con lo ocurre en el terreno de juego y los acontecimientos
que se van sucediendo a lo largo del caótico enlace nupcial de Efraín y Carla. Caótico
porque, entre otras cosas que es preferible no desvelar, saldrán a la luz algunos
de los secretos más íntimos y mejor
guardados de los miembros que componen esta gran y variopinta familia.
Nuevamente, una de
las claves que hacen tan estimable y elogiable una propuesta como “La gran
familia española” es la cercanía de sus personajes, la (aparente) facilidad
con que Sánchez Arévalo consigue que les cojamos cariño a todos prácticamente
desde el minuto uno. Lo inevitable que resulta que sus alegrías nos arranquen
una sonrisa y que sus penas nos encojan el corazón. Una catarsis que sé
consigue gracias a la naturalidad de su magnífico
reparto (del primero al último; del más joven al más canoso) y a la franqueza de sus diálogos.
La mezcla de drama y comedia que nos brinda el
director funciona de maravilla, si bien en esta ocasión el peso del melodrama es mucho mayor que en
su anterior trabajo. La tragedias y las miserias familiares, los desengaños
de unos y las inseguridades de otros, los miedos… Todo ello explosiona y fluye
a lo largo de poco más de 90 minutos en los que Efrián y compañía deben tomar
decisiones de vital importancia. Decisiones, algunas de ellas, que no sólo les
afectan a ellos (y a ellas) de forma individual sino también a quienes les
rodean (el plan de Adán para terminar con su mala racha económica o los dos
“tríos amorosos” que se establecen entre Efraín, Carla y Mónica por un lado; y
Caleb, Daniel y Cris por el otro).
Así, “La gran familia española” culmina en un espléndido canto a la familia y al amor
verdadero, logrando divertir y, sobre todo, conmover al espectador (especialmente
en su tercio final). Una película que deja un enorme y tierno poso al término
de la proyección, volviendo a demostrar
lo bien que se le da la dramedia y la
construcción de personajes entrañables a este director.
P.D.: Los nombres de los protagonistas, tal y como se
explica al inicio, responden al homenaje implícito que se le rinde al (maravilloso)
musical “Siete novias para siete hermanos”.
Lo mejor: el sabio equilibrio entre comedia y drama; la naturalidad de los diálogos; el reparto.
Lo peor: para un servidor, poco amante del fútbol, dicho detalle no le aporta demasiado interés, pese a los paralelismos que se establecen con la historia y personajes de la película.
Valoración personal: Excelente