sábado, enero 23, 2010

"Up In the Air" (2009) – Jason Reitman

critica up int the air
Dicen que “de tal palo, tal astilla”, pero no siempre es cierto. O Al menos no con toda exactitud.

Jason Reitman es hijo de Ivan Reitman, director de cine que desde finales de los 70 hasta ahora se ha prodigado en el género de la comedia, dejándonos algunas películas bastante simpáticas y otras no tanto. Reitman padre alcanzaría la gloria en los 80, con las míticas y fantásticas dos entregas de “Cazafantasmas”, que fueron el mayor éxito de toda su carrera. Pero desde hace bastante tiempo, tras la estimable pero muy olvidada “Seis Días Siete Noches”, Reitman no levanta cabeza, por lo que no es de extrañar que finalmente haya aceptado dirigir la tardía –e innecesaria- tercera entrega de los Cazafantasmas, en un último intento de recuperar -si es que alguna vez lo tuvo- el prestigio perdido.

Reitman hijo empezó en el mundo del cine trabajando como actor secundario en algunas de las películas de su padre, hasta que después de graduarse en el Harvard-WestlakeScool, empezó a dirigir diversos cortos y anuncios publicitarios. Su debut en el largometraje llegó en el 2005 con la ácida “Gracias por fumar”, una recomendable comedia negra sobre el mundo de las tabacaleras, y que, entre otras cosas, sirvió para (re)descubrirnos a ese excelente -pero desaprovechado- actor que es Aaron Eckhart.

Luego llegaría la sobrevaloradísima “Juno”, película de guión un tanto artificioso que, inexplicablemente para mí, encandiló a crítica y público, convirtiéndose en el sleeper de aquél año 2007 y ganando el Oscar el Mejor Guión Original (estatuilla que yo hubiera otorgado a “Lars y una chica de verdad”, película, a mi gusto, de mayor calidad y honestidad)

Con estas dos primeras películas quedaba claro que, aún inscribiéndose en el género de la comedia, la carrera de Jason iba por derroteros bien distintos a los de su progenitor, dirigiendo películas alejadas de los tópicos más comerciales de Hollywood.

Up In The Air, su último trabajo como director y guionista (adaptando una novela de un tal Walter Kirn), sigue la misma línea de sus antecesoras, con una puesta en escena bastante sobria y un guión que se sustenta en base a unos personajes bien perfilados. Todo ello aderezado con una agradable música que le da ese toque indie que tanto cala en muchos de nosotros.

La historia se centra en Ryan Bingham (George Clooney) es un experto en reducciones empresariales (tanto de personal como de dinero) cuya vida de altos vuelos se ve amenazada con la llegada de Natalie Keener (Anna Kendrick) una experta en eficiencia que pretende modernizar tecnológicamente la empresa y acabar con el satisfactorio modo de vida de Ryan, lo que pondría en riesgo, además, su objetivo de alcanzar las 10 millones de millas de vuelo. Para demostrar la vigencia de su estilo de trabajo, Ryan deberá realizar sus últimos encargos en compañía de Natalie. Al tiempo que intenta convencer a la joven de la utilidad y dificultad de su tarea, Ryan conocerá a la que podría ser la mujer de su vida, Alex Goran (Vera Farmiga)

Llegan tiempos difíciles para Ryan. Enfrentarse a la perspectiva de ser destinado a un puesto fijo en la empresa, y sustituir su maleta y sus vuelos por una pantalla de ordenador; y a posiblemente sentar la cabeza con una mujer cuyo estilo de vida e intereses se asemejan a los suyos.


Up In The Air es una película de guión, de esas que funcionan gracias al encanto de su historia y al atractivo de sus personajes. Claro que todo puede venirse abajo si el director no sabe llevar a buen puerto la trama, no consigue crear interés por los personajes o abusa de la sensiblería barata. Por suerte, no es el caso de Jason, cuya experiencia previa demuestra que este tipo de historias agridulces son las que mejor se le dan.

El personaje de Clooney tiene su propia filosofía de la vida. Nada de ataduras, nada vínculos sentimentales con las personas que te rodean, ya sean vecinos, amigos o familiares. Una vida que le lleva de un sitio a otro, cogiendo aviones diariamente y en la que considera, los aeropuertos, como su verdadero hogar.

Ese mundo perfectamente calculado, libre de preocupaciones, de ataduras y de responsabilidades (más allá de las meramente laborales) puede derrumbarse en cuestión de días debido a la introducción de las nuevas tecnologías en su empresa. Su estilo de vida puede terminar si su jefe opta por computarizar la compañía. Eso condenaría a Ryan a una vida sedentaria, en la que no tendría más remedio que entablar relaciones sociales con sus compañeros de trabajos, vecinos y familiares, creando vínculos que hasta el momento no creía necesarios para ser feliz.

Por supuesto, serán otros acontecimientos, y no éste, los que hagan a Ryan replantearse su solitaria existencia. Por un lado, estará la boda de su hermana, a la que no tendrá más remedio que acudir, y en la que se dará cuenta que se siente como un extraño entre los suyos. Y por otro lado estará Alex, la mujer por la que se siente atraído y la que, inesperadamente, despertará en él sentimientos más profundos de los que creía poseer.

La película habla de la soledad, del compromiso, de la infidelidad, de la deshumanización e incluso de la actual crisis económica. Y lo hace con tono tragicómico, reflexionando entre gag y gag, pateando estereotipos sin remilgos pero dejando siempre una puerta abierta a la esperanza y al optimismo. Optimismo que elude, no obstante, OJO SPOILER--- el típico final feliz “made in Hollywood” (lo cual es de agradecer), -- FIN SPOILER justo en el momento en el que la trama empieza a discurrir por senderos hartamente conocidos.


Up In The Air es sutilmente mordaz y generosamente agridulce con su acertada mezcla de sonrisas y lágrimas. Agradable de principio a fin y emotiva por momentos, consigue elevarse por encima de la media actual, lo cual, inevitablemente, la conduce a ser sobrevalorada por la inmensa mayoría (a mi entender). Y es que si estuviéramos más acostumbrados al cine con un mínimo de calidad, valoraríamos más en su justa medida este tipo de películas.

Y es que no estamos ante una gran película, ni siquiera ante una pequeña gran película, pero sí es digna de ver y recomendar. Y tampoco Clooney realiza aquí la interpretación de su vida; simplemente lleva a cabo con mucho oficio un papel hecho a su medida (lo cual no le resta méritos, claro), y lo hace acompañado de un solvente reparto entre los que destaca la bella Vera Farmiga, una actriz que cada día me gusta más (en todos los sentidos)

Ahora bien, si se llevara, por ejemplo, el Oscar de este año a la mejor película, tampoco me importaría, ya que no veo a ninguna otra candidata que lo merezca más.



Lo mejor: los diversos temas que toca, especialmente el de la soledad (autoimpuesta)


Lo peor: que guste pero no cautive.


Valoración personal: Correcta

miércoles, enero 13, 2010

"Sherlock Holmes" (2009) – Guy Ritchie

critica Sherlock Holmes Guy Ritchie
Sherlock Holmes es uno de esos personajes literarios que apenas precisan de una extensa presentación. Su nombre, y la fama que le precede, hablan por sí solos, haya uno leído o no sus historias.

Creado hace ya más de un siglo por Sir Arthur Conan Doyle, el avispado detective a tomado cuerpo en el cine y la televisión en infinidad de ocasiones, con mayor o menor acierto dependiendo de la visión que cada uno de sus responsables ha querido mostrar al público. Por eso no es de extrañar que cada década, o mejor digamos, cada generación, haya tenido su propia versión de Holmes. Motivo éste por el que los más puristas (y un servidor podría considerarse como tal) no deberían escandalizarse ahora ante un Holmes mucho más físico del que estábamos acostumbrados a ver.

Con cada reinterpretación del personaje, éste se ha ido alejando cada vez más de la fuente original, y de las adaptaciones propiamente dichas (ya con sus respectivas licencias), se ha pasado a películas en las que su nombre se ha prestado a tramas creadas especialmente para la ocasión. Así es como hemos tenido a Holmes como paciente -debido a su adicción a la cocaína- del mismísimo Sigmund Freud en “Elemental, doctor Freud”, o la desmitificación del brillante detective a través de “Sin pistas”, película británica en la que Watson era el perspicaz investigador y Holmes su patoso ayudante; incluso el gran Billy Wilder se atrevió a ironizar sobre sus infalibles cualidades detectivescas e incluso sobre su sexualidad en la, sin embargo, fallida “La vida privada de Sherlock Holmes” (no obstante, reivindicada hoy día por algunos fans del maestro) . Incluso tuvimos a la pareja Holmes y Watson en plena edad adolescente en esa joyita ochentera titulada “El secreto de la pirámide”, cuando jamás compartieron aula en la universidad (se conocieron mucho más tarde, como bien sabrá el buen lector)

Pero además, el cine y la televisión también se han encargado de dar una imagen un tanto equivoca de ambos personajes, pues incluso la característica vestimenta de Holmes es más producto de las ilustraciones que acompañaban sus relatos que de una descripción propia de Doyle; por no hablar de la recurrente frase “Elemental, querido Watson”, que ha sido explotada hasta la saciedad, y que de ser citada en los relatos (mi memoria no alcanza a recordarlo), sería de forma aleatoria y puede que sin esas palabras exactas (y sin llegar a considerarse nunca una frase habitual del personaje, claro)

Por tanto, que aquí tengamos a un Sherlock Holmes y un Dr. Watson dando –y recibiendo- mamporros a diestro y siniestro, tampoco debería sorprendernos demasiado, más si esto se basa una novela gráfica de un tal Lionel Wigram, quién simplemente se ha limitado a utilizar y reinventar los personajes de Doyle a su antojo.

La historia de este “nuevo” Sherlock Holmes (Robert Downy Jr.) sigue transcurriendo en el Londres de finales del s. XIX, y éste sigue viviendo en el 221B de Baker Street junto a su amigo el Dr. Watson (Jude Law), quién pronto abandonará la residencia debido a su compromiso con su actual pareja Mary (Kelly Reilly). Pero antes de que eso ocurra, ambos deberán, una vez más, prestar sus servicios a la policía para intentar resolver un misterioso caso que tiene desconcertado a todo el mundo.

Tras ser capturado por el mismo Holmes, el temible asesino Lord Blackwood (Mark Strong) es condenado a la horca, para luego, supuestamente, volver de entre los muertos y seguir cometiendo sus satánicas fechorías. Tan inexplicable resurrección trae de cabeza a la policía, y lo que es peor, causa un profundo temor entre la población. Por ello, el detective Holmes, con la inestimable ayuda de su fiel amigo y compañero el Dr. Watson, seguirá las pistas que dejan los asesinatos e intentará averiguar qué pérfido plan se esconde detrás de tanta muerte; y por supuesto, tratará de detener a Blackwood antes de que éste logre su propósito.

Entretanto, un antiguo amor de Holmes, Irene Adler (Rachel McAdams), aparecerá en escena bajo los servicios de un misterioso personaje, cuya identidad no nos será revelada hasta su debido momento.


Después del fiasco de “Barridos por la marea”, a Ritchie parecía costarle horrores levantar cabeza, y su regreso al género del thriller con “Revolver” (una aberración de proporciones mastodónticas que no recomendaría ni a mi peor enemigo), no dio el resultado esperado y tampoco auguraba un futuro mejor. Entonces llegó “Rockanrolla”, que aunque estaba muy lejos –para mí- de sus primeros trabajos y no tuvo mucha suerte en taquilla, por lo menos entretenía y dejaba claro que al director aún le quedaba algo que ofrecer a su público.

La oportunidad de volver por la puerta grande le ha llegado con esta reinvención de Sherlock Holmes, que en menos de un mes ya lleva recaudado el triple de su presupuesto, por lo que la secuela está más que asegurada (y más con un desenlace que da pie a ello). Aun sujeto a las condiciones del mainstream hollywoodiense, y adaptando una historia ajena, Ritchie consigue dejar, para goce de sus seguidores, su impronta personal a lo largo de toda la película pero sin perder de vista el amplio público al que va dirigido este producto de entretenimiento. Amoldado pues, a unas exigencias más comerciales, Ritchie no ha perdido sus señas de identidad, y lo que es mejor, éstas enriquecen enormemente el relato, haciéndolo muy apetitoso para al espectador ávido de buenas y espectaculares aventuras detectivescas.

Por supuesto, aquí tenemos a un Watson y a un Holmes más activos que nunca a nivel físico; corriendo arriba y abajo, salvándose por los pelos de explosiones y disparos, y peleando a puño limpio contra el enemigo. Y aunque ya conocíamos las habilidades en la lucha de Holmes, aquí esta faceta se explota al máximo no sólo en sus enfrentamientos con los malos de turno, sino también en combates clandestinos (algo que les reporta a ambos unos beneficios extra)

A parte, y eso es algo que personalmente me agrada bastante, las coreografías aprovechan todo objeto, punzante o no, que esté al alcance de los personajes, incluyendo el decorado mismo. De este modo, las peleas resultan más imaginativas.

Pero si algo me ha sorprendido muy gratamente, es comprobar cómo la película no abandona el misterio y el suspense propios de las novelas. Y es que aunque el tráiler apuntaba a algo más explosivo y efectista de lo deseado, lo cierto es que el equilibrio entre la pirotecnia y la mera trama detectivesca está muy bien solventado. De hecho, se obliga al espectador a estar atento a todos los detalles para no perder el hilo de la historia, y Holmes sigue recurriendo, sin falta, a sus deducciones para atrapar a los malhechores, utilizando los puños sólo cuando al situación lo requiere (o bien para entrar en acción o bien para defenderse de los secuaces de Lord Blackwood en el transcurso de la investigación)


Por tanto, tenemos un guión que se sustenta en grado sumo en la investigación que llevan a cabo Holmes y Watson, dándole la espectacularidad que requieren los nuevos tiempos, y presentando unos detectives que, sin abandonar algunas de sus clásicas características, se nos muestran mucho más socarrones y dicharacheros de lo habitual. La química entre ambos, a lo clásica buddy movie, es de lo mejor de la película, tratando con acierto una relación de amistad, lealtad y respeto mutuo que casa perfectamente con la idea que siempre nos presentó Doyle en sus novelas (novelas a las cuales hay alguna que otra referencia)

En una producción de este calibre, comentar la ambientación es puro trámite. Obviamente, ésta está lograda, con unos adecuados decorados que se fusionan a la perfección con los efectos digitales de rigor, los cuales nos permiten una visión más amplia de la ciudad. Además, las localizaciones son muy acertadas y eso nos hace disfrutar de algunas secuencias visualmente muy atractivas -la del puerto y la del puente, las mejores- en las que desarrollar algunos de los momentos culminantes de la historia.

En cuanto a las actuaciones, destacar por encima de todos a Downey Jr., presentando a un Sherlock Holmes desaliñado y socarrón, al que le gusta presumir de sus conocimientos en cuanto tiene la mínima oportunidad (la herencia de su Tony Stark adaptada al detective londinense). Y como ya he comentado antes, además de su cerebro, aquí utiliza sus puños, pero también sigue tocando el violín (aunque pesimamente, eso sí), fumando pipa, utilizando disfraces, fijándose en los detalles y sintiendo una profunda debilidad por Irene Adler, la única mujer que ha logrado engañarle. El tema de su adicción a la cocaína se toca de forma muy sutil (su aspecto se justifica más por la dejadez que por la citada adicción)

Jude Law rompe también con la imagen clásica que Watson ha lucido desde siempre en el cine. Aquí ni bajito ni regordete, y tan avispado y dispuesto a la acción como su compañero. El doctor sigue escribiendo sobre sus aventuras pero sin narrarlas en primera persona; y por supuesto, es leal a Holmes pase lo que pase.

Sobra decir que es más aconsejable disfrutar de sus actuaciones en versión original, ya que en el doblaje se perderá por completo su acento inglés (a Law le viene de fábrica, pero a Downey Jr. tampoco le cuesta imitarlo porque es un crack)


Mark Strong repite con Ritchie tras Rocknrolla, y de nuevo como villano de la función (con ciertas reminiscencias masónicas, por cierto), papel que ya ha desempeñado en varias ocasiones y que ya tiene dominado a la perfección. Lo malo es que eso termine por encasillarlo –si no lo ha hecho ya- como le ocurrió a Sean Bean.

Por su parte, Rachel McAdams ejerce de femme fatale; y aunque juega con Holmes como quiere, lo cierto es que no puede evitar sentirse atraída por él. Y es que sin un poco de romance -para nada empalagoso- en la trama, a la película le faltaría “algo”.

El resto cumple de sobras con su función, aunque hubiera agradecido una presencia mayor de Mary/Kelly Reilly, la prometida de Watson.

Mención aparte merece la curiosa partitura que ofrece Hans Zimmer. Bastante irreconocible dentro de lo que es su estilo y sus habituales composiciones. Aquí Zimmer ha experimentado bastante con violines, banjos, acordeones y demás, y de un modo ciertamente cómico, como en el leitmotiv de la película. Es de agradecer que haya tratado de hacer algo diferente y original, y aunque no vaya a ser del gusto de todos (ha sido una apuesta arriesgada por su parte), lo cierto es que le da un toque especial que a mí, francamente, me ha dejado buen sabor de boca.


En definitiva, Sherlock Holmes es un divertido y bien engrasado entretenimiento. Poco más de dos horas en las que dejarse llevar por el espectáculo detectivesco y aventurero que nos presenta un Ritchie en plena forma. Y es que a diferencia de otros, aquí el director no confunde agilidad con precipitación, y sabe desarrollar la trama con buen ritmo y con las dosis suficientes de acción para contentar a los más palomiteros.

Si se aceptan los cambios, uno puede disfrutar sin problemas de este nuevo Sherlock Holmes. Por lo pronto, aquí uno que se apunta a la más que evidente secuela.



Lo mejor: Downey Jr. y Law como Holmes y Watson respectivamente; la intrigante trama.


Lo peor: que los cambios disgusten a los más puristas.


Valoración personal: Buena

sábado, enero 02, 2010

"Solomon Kane" (2009) - Michael J. Bassett

Crítica Solomon Kane
No es la primera vez ni será la última, que un personaje del talentoso escritor Robert E. Howard es llevado a la gran pantalla. Pero no todos los que han tomado cuerpo en el cine han corrido la misma suerte.

Conan, el cimmerio de la Era Hiboria, es, sin lugar a dudas, el personaje más famoso de Howard, y su primera incursión cinematográfica nos llegó de la mano de unos inspiradísimos John Millius y Oliver Stone, que pese a tomarse ciertas licencias respecto a la fuente original, lograron crear una gran película de espada y brujería que ha llegado a imitarse y plagiarse hasta la saciedad. A ésta la siguió la muy inferior “Conan el destructor”, dirigida por un Richard Fleischer ya en horas bajas, y que pese a ser entretenida (al menos para un servidor), se quedaba en un mero pasatiempo al que no exigirle demasiado.

Fleischer y Schwarzenegger repitieron en “El Guerrero Rojo”, adaptación centrada en la versión comiquera que Marvel realizó de Sonia la Roja, personaje femenino que Howard ubicó, en un único relato, en nuestro siglo XVI. A parte de la lamentable calidad de la cinta, tenemos a un Chuache en plan pesudo Conan, que por pérdida de derechos y aún ligado por contrato a una tercera película de aventuras, se vio obligado a aparecer en ella bajo el nombre de Kalidor.

Tras estas dos últimas y decepcionantes producciones, ningún otro personaje del escritor asomó el jeto hasta finales de los noventa, momento en que Kull de Atlantis, cronológicamente anterior a Conan, hizo acto de presencia con la casposa “Kull, el conquistador”, película para mayor gloria del Hércules de moda, Kevin Sorbo, y que ni por contar con un escaso presupuesto se le podría perdonar semejante sacrilegio. Un espanto con aire a telefilme que ni para matar el tiempo servía (esperemos que la nueva versión que prepara Hollywood mejore tan penoso precedente)

Y este breve repaso nos lleva a la actualidad, momento en que uno de sus personajes más desconocidos para el gran público, Solomon Kane, es llevado a la gran pantalla sin un gran estudio detrás ni tampoco un holgado presupuesto, pero sí con bastante oficio y respeto hacia el material original.

(Nota: El primer párrafo de esta sinopsis pertenece a los primeros minutos de la película, y podría ser considerado como un spoiler. Leedla bajo vuestra responsabilidad)

Nos encontramos en pleno siglo XVI. El Capitán Solomon Kane -una eficiente máquina de matar- y sus sanguinarios hombres se adentran salvajemente en un misterioso castillo del norte de África en busca de un increíble tesoro. Durante el asalto, y de forma inesperada, son atacados por las fuerzas demoníacas del lugar. Los hombres de Kane empiezan a caer como moscas, hasta que sólo queda él, enfrentándose cara a cara con un demonio llamado Guadaña, enviado por el mismísimo Diablo desde las profundidades del Infierno para reclamar el alma corrupta del cruel capitán. Pese a que Kane logra escapar por los pelos de una muerte terrible, las fuerzas del mal siguen al acecho, por lo que éste renuncia a la violencia y se retira a un convento para dedicarse por completo a una vida de paz y tranquilidad.

Desgraciadamente, nadie puede esconderse del Diablo ni huir de su propio destino, por lo que finalmente Kane deberá volver a las armas y combatir de nuevo a las fuerzas del mal, que bajo el liderazgo de un malvado brujo llamado Malachi, están asolando las tierras de Inglaterra con su ejército de diabólicos saqueadores humanos, guiados éstos por un aterrador jinete enmascarado.



Al igual que otros personajes de Howard, Kane adquirió mayor popularidad tras su paso a las viñetas de cómic, si bien nunca llegó a alcanzar el éxito y la relevancia que sí tuvo Conan. Sus relatos, publicados en revistas pulps de la época como Amazing Stories o Weird Tales, se reducen a un total de ocho, pero ninguno de ellos ha servido como base para crear la trama de su primera aparición en carne y hueso.

Michael J. Bassett, director que debutó con la estimable Deathwatch (cinta de terror sobrenatural enmarcada en unas trincheras durante la I Guerra Mundial) fue contratado inicialmente como guionista, hasta conseguir –tras una firme insistencia- hacerse cargo tanto de la escritura del guión como de la dirección. La idea de Bassett ha sido la de otorgar al personaje unos orígenes que literariamente no tenía.

En los primeros minutos de la cinta, lo que podríamos llamar el prólogo de la historia, se nos presenta a un Kane sin escrúpulos, cruel y ambicioso, cuyo único deseo son las riquezas y el exterminio del enemigo. Pero su encuentro con las fuerzas del mal le obliga posteriormente a llevar una vida muy distinta, alejada de las guerras y las grandes aventuras.

Un año recluido en un monasterio le ha ayudado a mantenerse en paz con el mundo y consigo mismo, pero el mal está presente en Inglaterra y él parece ser el único capaz de hacerle frente. Kane buscará la redención enfrentándose no sólo a las hordas infernales de Malachi y su enmascarada mano derecho, sino también a sí mismo y a su propio pasado. El cruel y sanguinario Capitán Solomón Kane deberá volver a la acción, pero esta vez por una causa justa y honesta.

Es en el propio Kane donde reside, pues, el mayor fuerte de esta producción. Bassett no se limita únicamente a presentarnos al personaje y luego meterlo en un compendio de escenas de acción para su lucimiento, sino que lo va desarrollando a medida que transcurre la trama. Los distintos acontecimientos conforman al solitario y sombrío justiciero que Howard nos dio a conocer en sus aventuras novelescas, y es el antihéroe sobre el cual se sustenta el peso de toda la película. Eso sí, cuando se dispone a machacar al enemigo, lo hace en todo su esplendor, con sus poses chulescas y sus escenas a cámara lenta, bien sea bajo la incesante lluvia invernal o entre las llamas del campo de batalla.


Son muchos los que, viendo los trailers, comentaban el parentesco de Kane con el Van Helsing de Stephen Sommers, sobre todo a raíz de su indumentaria. Nada más lejos uno de otro, pues al fin y al cabo, Sommers tan sólo” tomó prestadas” algunas características de Kane para conformar su esperpéntico y millonario blockbuster para toda la familia, mientras que Bassett ha querido hacer una película mucho más adulta, seria y oscura, sin escatimar en términos de violencia y cuyas únicas limitaciones han sido de carácter presupuestario.

La libertad de trabajar fuera del mainstraim Hollywodiense le ha permitido enfocar el proyecto de forma mucho más personal (es un fan declarado de Kane) y dirigirse directamente al verdadero amante de este tipo de películas; y, aún inventándose una historia inexistente en los relatos originales, conseguir respetar al personaje creado por Howard y no defraudar a los seguidores del mismo.

A ello ha contribuido también el hecho de prescindir de rutilantes estrellas de la industria y optar por actores menos conocidos para el público de a pie. Algo que, directa o indirectamente, ha servido para aprovechar al máximo el reducido presupuesto, consiguiendo una atractiva atmósfera y unos logrados efectos visuales.

Gran parte del rodaje se ha filmado en exteriores. Se ha recurrido lo menos posible a los decorados, y escenarios reales de la República Checa y Praga han servido para ambientar muy adecuadamente el viaje de Kane por tierras inglesas, aprovechando los castillos medievales de de la zona para varias de las escenas clave del film (desde el monasterio hasta las cuevas de Puste Kostely, pasando por los antiguos bosques de Jevany)

Un eterno clima invernal, con su lluvias y copiosas nevadas, le dan ese toque lúgubre y melancólico que tan bien la sienta a la historia.

Las acertadas caracterizaciones, desde los ropajes hasta el aspecto de las distintas criaturas demoníacas que se dan cita, ambientan perfectamente a Kane en el siglo XVI. El director de fotografía y los artistas de fx hacen el resto.



La cinta no exhibe una espectacularidad apabullante, y tampoco hay mucho humor en ella. Por tanto, se prescinde bastante de los típicos chascarrillos y las frases lapidarias del héroe de turno. En ese sentido, es mucho más comedida (aunque alguna frasecita cae). Por otro lado, se centra mucho en el aspecto psicológico de su personaje principal, ayudándose reiteradamente de los flashbacks temporales en forma de sueños, y evitando añadir subtramas amorosas o amistosas que empañen en demasía el camino fijado desde un principio por el guionista.

Los enfrentamientos gozan de decentes coreografías, sin caer en la fantasmada más facilona y ostentosa a la que tanto se nos acostumbra últimamente. En parte, a los más exigentes podrían saberles a poco, pero a los que disfrutamos de la buena mesura, salimos satisfechos gracias, además, de unas dosis de violencia y gore poco vistos en el cine comercial de hoy día (salvo, claro, que estemos ante una película de terror al uso)

Los efectos especiales de carácter digital son los justos y necesarios. Nada que no hayamos visto antes ni demasiado espectaculares (salvo el duelo final), pero sumamente efectivos. Se agradece que ciertas criaturas de la noche sean figurantes bien maquillados y no monigotes digitales como los de Soy Leyenda, por poner un ejemplo cercano en el tiempo. Siempre he pensado lo que puedas hacer artesanalmente, hazlo; y para lo que no, entonces recurre al ordenador. Un abuso de CGI hace más espectacular una película, pero no mejor. Quizás por contar con menos dinero, Bassett ha podido centrarse más en otros aspectos de la película.

Ahora bien, eso también implica unas inevitables limitaciones que se hacen patentes en el tramo final de la película. La aparición de cierta criatura a la que Solomon debe hacer frente, se queda en casi nada, y se opta por una resolución algo apresurada y un tanto insatisfactoria para el espectador ávido de carnaza. El duelo final, pues, se queda un poco a las puertas de lo que debió haber sido. Y por otro lado, se desaprovecha bastante la figura del villano Malachi, encarnado por ese genial secundario que es Jason Flemyng (visto en El curioso caso de Benjamin Button, Stardust, La liga de los hombres extraordinarios, Snatch: Cerdos y diamantes o Deep Rising) Tanto misterio y tanta caracterización bizarra, para luego quedarse en pantalla menos tiempo del que requiere todo buen antagonista.

El resto del reparto cumple sobradamente con sus respectivos roles, empezando por un adecuado James Purefoy como el atormentado y también chulesco Solomon Kane. Aún acostumbrado a papeles secundarios (no tiene desperdicio en la serie Roma), Purefoy lleva con soltura el peso de la historia y la responsabilidad de dar vida al Kane que muchos teníamos en mente. Quizás físicamente imaginaba más a un tipo con las facciones de un Viggo Mortensen o un Daniel Day-Lewis, pero lo cierto es que Purefoy hace suyo a Kane, y me resultaría difícil ver una factible secuela sin él al frente.

Otros actores ingleses (la mayoría del reparto, al igual que el director, lo son) que se dan cita aquí son el genial Pete Postlethwaite, al que recordaremos siempre por En el nombre del padre (de visionado obligado), Mackenzie Crook, el pirata con ojo de cristal de la saga Piratas del Caribe, y el citado Jason Flemyng. Otro grande que da presencia a su personaje es Max von Sydow, al que quizás también echemos en falta más minutos en pantalla.

Y finalmente, la poco conocida Rachel Hurd-Wood, es Meredith, la joven damisela en apuros que Kane debe rescatar (un tópico, sí, y es que la historia, aunque atractiva, no está exenta de ellos)

“Solomon Kane” no es ninguna maravilla y de seguro tendrá sus muchos detractores, pero es una digna traslación del personaje de Howard a la gran pantalla, y un correctísimo entretenimiento para los amantes del cine de espada y brujería. Deberían tomar nota de ella los futuros responsables de las nuevas versiones de Conan, Kull y Red Sonja.

Buena factura y reparto eficiente para una modesta serie B que se deja ver con agrado.


P.D.: Para los interesados en Solomon Kane, la editorial Valdemar publicó en 2009 un recopilatorio de todos sus relatos (que incluye también el de Sonia la Roja) bajo el título de “Las extrañas aventuras de Solomon Kane”. Un servidor adquirió la edición de bolsillo a un precio asequible. Para más información, podéis visitar el artículo que Bob Rock le dedica en el blog del compi Joan Lafulla (pinchad aquí)


Lo mejor: mantiene la esencia del personaje bebiendo de la fuente original pero sin adaptarla; que lleve con honra su condición de serie B.

Lo peor: el precipitado duelo final; que muchos se la pierdan creyendo estar ante un Van Helsing 2 de bajo resupuesto.



Valoración personal: Correcta/Buena