viernes, octubre 29, 2010

“The Town - Ciudad de ladrones” (2010) - Ben Affleck

crítica The Town Ciudad de ladrones 2010 Ben Affleck
A mediados-finales de la pasada década, Ben Affleck vivió algunos de los mejores momentos de su carrera. En 2006 ganó en Venecia la Copa Volpi al Mejor actor por su –correcto - trabajo en “Hollywoodland”, y un año más tarde debutó en la silla de director con “Adiós pequeña, adiós”, un notable thriller aplaudido por la crítica y con el que también se ganó el favor del público.

Affleck co-escribió su ópera prima basándose en una novela de Dennis Lehane, escritor cuyas otras obras han tenido también una muy buena traslación a la gran pantalla de la mano de dos grandes del cine como Clint Eastwood (Mystic River) y Martin Scorsese (Shutter Island).

En su faceta de guionista, el actor ya apuntaba maneras cuando elaboró junto a su amigo Matt Damon el guión de “El indomable Will Hunting”, con el que se llevaron el Oscar al Mejor Guión Original.

Para su segunda película, Affleck ha apostado por otro novelista, Chuck Hogan, autor cuyo primer libro, “El asedio”, logró un gran éxito de ventas, y que con “El príncipe de los ladrones”, que es la base de esta “The Town”, recibió el premio Hammet, galardón otorgado por la International Association of Crime Writers y que recibe dicho nombre por el escritor Dashiell Hammett (reconocido por su labor en la novela negra)

En Boston se producen más de 300 robos cada año. Y un barrio de 1.600 kilómetros cuadrados llamado Charlestown ha dado más ladrones de vehículos blindados y bancos que ningún otro lugar de EE.UU.

Uno de ellos es Doug MacRay (Ben Affleck), líder de un grupo de implacables ladrones de bancos que se enorgullecen de coger lo que quieren de forma limpia. La única familia que tiene Doug es la de sus socios criminales, especialmente Jem (Jeremy Renner), quien, a pesar de su temperamento peligroso e irritable, es lo más parecido a un hermano que Doug haya tenido nunca.

Sin embargo, todo cambia tras el último trabajo de la banda en el que Jem utilizó la fuerza bruta y cogió como rehén a la directora de la entidad, Claire Keesey (Rebecca Hall). Cuando Jem descubre que Claire vive en su mismo barrio, se pone nervioso y quiere comprobar qué es lo que ha visto. Temiéndose la peor respuesta por parte de su colega, Doug decide encargarse por su cuenta del problema. Busca a Claire, y fingiendo un encuentro casual (sin, por supuesto, revelar su identidad) trata de averiguar si sabe algo que pudiera comprometerlos.

En el momento en que su relación con Claire pasa a convertirse en un apasionado romance, Doug decide cambiar de vida y de ciudad. Pero se encuentra con dos grandes escollos: los Federales, liderados por el agente Frawley (Jon Hamm), que van pisándole los talones; y Jem, que cuestiona su lealtad al enterarse de su relación con Claire. Doug deberá tomar una difícil decisión lo antes posible, y elegir entre delatar a sus amigos o perder a la mujer que ama.


Tras el buen sabor de boca dejado por “Adiós pequeña, adiós”, apetecía seguir de cerca la carrera de Affleck como director, especialmente cuando dejó claro que se manejaba mucho mejor detrás de las cámaras que delante.

Su segunda propuesta, The Town, es un poco la típica película de cacos y ladrones. De hecho, sus personajes están bastante estereotipados, y lo que ocurre a lo largo del metraje suena de déjà vu constante, si bien Affleck sabe cómo manejar sus cartas para hacer que la historia resulte interesante pese a lo previsible de la misma. Y es que en ese sentido, debo admitir ya de entrada que la película no ha colmado del todo mis expectativas. Quizás el problema sea mío, pero lo cierto es que esperaba encontrar algo diferente, y no algo tan tópico (y que hay que achacarlo a la novela de Hogan y no a la labor de los guionistas)



Tenemos a un grupo de ladrones de furgones, cuyo líder, nuestro protagonista, encuentra el amor de forma inesperada en una rehén de su último atraco. Y, como no podía ser de otra forma, la pasión que surge entre ellos hará que el ladrón se replantee su delictiva vida y busque un cambio en ella (otra profesión, otro hogar…)

Para ponérselo difícil, tenemos primero a Jem (Renner), su mejor amigo y como un hermano para él. Jem es un tipo leal, pero también impredecible, de actitud inestable y ciertamente violenta. Y eso acarrea serios problemas tanto a la hora de llevar a cabo los atracos como en intentar buscar una solución al reciente conflicto surgido con Claire (la única persona que, quizás, podría delatarles)

Gracias a una buena construcción de personajes, comprendemos fácilmente el vínculo de amistad que une a Doug y Jem, pese a lo diferente de sus temperamentos. Y también conseguimos creernos la relación entre Claire y Doug, aunque suene un tanto apresurada. Y es que al fin y al cabo, la trama de la película va más sobre una cuestión de decisiones de vital importancia y que pueden condicionar, para bien o para mal, el resto de tu vida, que de meros atracos y persecuciones policiales (que los/as hay y están muy bien ejecutados/as)

Aunque el contexto sea el crimen en la ciudad de Charlestown (que pasaría por otro personaje más de la historia), donde al parecer la profesión de ladrón pasa de padres a hijos como una herencia generacional (algo que queda reflejado en el film a través de Chris Cooper, que interpreta al padre de Doug), lo que realmente trasciende sobre la misma es la actitud de Doug en relación a esos dos frentes que se abren ante sus narices, esa encrucijada en la que se ve inmerso tras enamorarse de Claire.

Tener a la policía soplándole el cogote no es algo que a le preocupe demasiado, ya que en su trabajo es muy meticuloso y la banda evita dejar pistas que puedan vincularlos con los atracos. Y aunque Claire podría ser un posible cabo suelto, considera que podrá manejar bien la situación para que eso no suponga ningún problema.

Pero Doug no cuenta con la astucia del agente Frawley, un federal que sabrá cómo ponerle las cosas difíciles, ni tampoco con la dura y amenazante presión de Fergie, el mafioso para el que lleva a cabo todos sus trabajitos, y que por supuesto no permitirá que se vaya de rositas sin obligarle antes a perpetrar otro gran golpe.


The Town relata la historia de un ladrón entre la espada y la pared. Una historia de amor entre una mujer honesta y respetable y un hombre cuyo entorno (la familia, los amigos, la propia ciudad…) le han llevado por el mal camino. La historia de dos amigos enfrentados, uno que quiere cambiar de vida y otro que cree que el único camino posible es el que eligió seguir desde su tierna infancia (y aquí un hecho del pasado de Doug y Jem será relevante para entender mejor su postura)

En base a eso, cabe decir que la dirección de Affleck es eficaz. Sabe darle un ritmo adecuado, desarrollando la trama sin prisas pero tampoco sin que se haga pesada, y procurando retratar de forma convincente los distintos personajes que la conforman (ahí también entraría la exnovia drogadicta y hermana de Jem)

Las contadas escenas de acción, que corresponden a los atracos y persecuciones/enfrentamientos policiales, están rodadas de forma realista, sin efectismos de ningún tipo, y recordando un poco al estilo de Michael Mann. De hecho, esta The Town bien podría pasar por una hermana menor de “Heat”. Y digo menor porque la historia ya no sorprende tanto y porque está falta de un duelo interpretativo de altura que perdure en la memoria. Y también, quizás, porque aunque la labor de Affleck es más que decente, quizás resulte algo fría o, dicho de otro modo, le falte ese brío y esa fuerza que la hagan trascender en el tiempo y que, tras su visionado, deje un poso en el espectador.

En cuanto al reparto, quizás el mayor error (tampoco excesivamente criticable o molesto) de Affleck haya sido reservarse el papel protagonista para sí mismo. No es que su actuación sea mala (más bien modesta), pero no me cabe la menor duda que un actor con más tablas hubiera ofrecido un Doug MacRay de mayor peso.

Del resto no hay queja ninguna (y menos de Jeremy Renner), aunque centrándose más en la trama amorosa, probablemente la participación de Jon Hamm sepa a poco (y por consiguiente, la trama policial quede algo deslucida) y secundarios de lujo como Pete Postlethwaite o Chris Cooper nos parezcan algo desaprovechados (aunque darles más minutos quizás hubiera desviado nuestra atención hacia lo que realmente nos interesa: los conflictos internos de Doug)

La crítica no ha tardado mucho en ponerla por las nubes, y si bien no me ha disgustado en absoluto, tampoco me parece tan brillante y soberbia como la mayoría apunta. Y es que quizás, acostumbrados a la mediocridad imperante, se tienda a alabar en exceso aquellos buenos films que, desde luego, están por encima de la media y/o destacan sobremanera de entre el resto de producciones.

De todas formas, “The Town” es un buen thriller dramático que, entre otras cosas, demuestra que Affleck ha encontrado su verdadera vocación y que “Adiós pequeña, adiós” no fue un golpe de suerte. Un diamante en bruto cuyo talento, aún por pulir, puede darnos futuras alegrías.


Lo mejor: la credibilidad de los personajes; el tramo final.

Lo peor: que sea tan tópica; que le falte fuerza a la dirección de Affleck.


Valoración personal: Correcta-Buena

viernes, octubre 22, 2010

“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” (2010) - Zack Snyder

crítica Ga'Hoole La leyenda de los guardianes 2010 Zack Snyder
Tras la decepcionante carrera comercial de –la mayormente infravalorada- “Watchmen”, Zack Snyder no podía permitirse otro paso en falso y apostó por una producción con menos riesgos: una película de animación para todos los públicos.

Teniendo cercano en la memoria el éxito de “Happy Feet”, Warner Bros. le confió el proyecto de “Legend of the Guardians:The Owls of Ga'Hoole” basado en una serie de libros infantiles/juveniles de la escritora americana Kathryn Lasky.

Snyder pasaba así de llevar a la gran pantalla una novela gráfica de culto prácticamente imposible de adaptar a trasladar al cine unos cuentos para niños; de la rigurosa clasificación R al más factible PG; del cine para adultos al cine para toda la familia; de la violencia a los buenos sentimientos… Y todo ello manteniéndose fiel a su particular estilo visual y sin perder un ápice de la épica que ya le caracteriza.

La película cuenta la historia de Soren, una joven lechuza criada en el Bosque de Tyto y fascinada por las historias épicas que su padre le cuenta, a él y a sus hermanos, sobre los guardianes de Ga’ Hoole, unos legendarios guerreros que lidiaron una dura batalla para salvar a toda la población de lechuzas de los malvados “Los Puros”.

Mientras Soren sueña con unirse algún día a sus héroes, su hermano mayor, Kludd, se burla de él y anhela cazar, volar y robarle el favor de su padre a su hermano pequeño. Finalmente los celos de Kludd provocan que ambos sean capturados por Los Puros, quienes planean convertirlos en obedientes soldados.

Soren, que pronto consigue escapar de las garras de sus captores, emprenderá un viaje de vital importancia... Contando con la ayuda de otras jóvenes y valientes lechuzas, Soren cruzará el mar y atravesará la niebla para encontrar el Gran Árbol, el hogar de los legendarios guardianes; la única esperanza para vencer a Los Puros y salvar el reino de las lechuzas.


“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” adapta los tres primeros libros de un total de 15 que Kathryn Lasky ha escrito sobre su saga de Los guardianes de Ga Hoole. Así que si la película funciona en taquilla, cosa que de momento está por ver, la Warner Bros. tendría franquicia para rato.

Por ahora, toca valorar esta primera película, y lo cierto es que cuenta con suficientes alicientes para ser del gusto del público, aunque éste es tan impredecible que nunca se sabe a ciencia cierta qué películas encumbrará y qué otras desterrará a los confines del olvido.


Snyder nos cuenta una historia de aventuras en la línea más tradicional del género, sólo que en un contexto animal y con unas lechuzas (que no búhos) como absolutas protagonistas. Ahí es donde radica la gracia de la cinta, aunque también es algo que a muchos les echa para atrás. Algo extraño, teniendo en cuenta que a estas alturas hemos visto infinidad de películas protagonizadas por todo tipo de animales (e incluso insectos, juguetes, coches, robots…)

Quizás unas lechuzas viviendo una aventuras que bien podrían protagonizar unos humanos suene algo descafeinado, pero lo cierto es que Snyder y su equipo de guionistas consiguen sumergirnos fácilmente en la historia, permitiendo que los rasgos comunes de este tipo de films no se vean minimizados por el hecho de tener a una aves luciendo armaduras y peleando en épicas batallas.

De todas formas, lo primero que hay que resaltar de esta película es su excelente factura técnica/visual. La hiperrealista animación goza de un acabado impecable. El grado de realismo de los animales y los distintos escenarios es sobresaliente, pero además se dota a los primeros de la expresividad suficiente como para que su aspecto no supongo ningún hándicap a la hora de transmitir emociones (potenciando sobre todo la mirada) Además, sus animadores han procurado fantasear lo justo y necesario para que sus movimientos y sus acciones fueran los más cercanas posibles a la realidad (las distintos gestos, las piruetas… todo fluye con mucho dinamismo pero también con plausible credibilidad, sin forzar demasiado el “todo vale si es animación”)

Por supuesto, además del aspecto meramente técnico, cabe resaltar también el conceptual, ya que tanto los personajes como los paisajes tienen un diseño exquisito. Cada raza de lechuza está perfectamente diferenciada, pero dentro de cada raza, también cada individuo tiene sus propios rasgos que le diferencian del resto. Esto ayuda mucho a que reconozcamos cada personaje aún en el fragor de la batalla, que es cuando es más fácil confundirlos.

Por supuesto, semejante trabajo queda visualmente potenciado por la espectacularidad que Snyder aporta las imágenes. Secuencias no sólo de gran carácter épico sino también de gran belleza (los vuelos en mitad de la tempestad, etc.)



Muchos dirán que Snyder abusa de la cámara lenta, y lo cierto es que no puedo estar más en desacuerdo con esa afirmación. Al menos aquí sabe cómo y cuándo utilizarla, dándole un uso recurrente a lo largo del metraje pero sin excederse; demostrando que es un recurso tan legítimo como cualquier otro y que, bien empleado, no tiene por qué resultar molesto o cansino (y menos ser el argumento oficial para echar pestes de su director)

Aquí el cada vez más imprescindible 3D (si eres un blockbuster o producción destinada a hacer dinero) le da un plus a la imagen, haciéndola bastante más atractiva a los ojos del espectador (en lo atañe sobre todo a las escenas de lucha y de vuelo). Y es que es en este tipo de películas (las de animación), donde mayor beneficio se le saca a la moda estereoscópica.

Adentrándonos ya en la historia en sí, no deja de ser un poco lo de siempre: la eterna lucha del bien contra el mal representada aquí mediante la guerra entre razas rivales (los puros vs todos los demás); el joven valiente y entusiasta que de la noche a la mañana se convertirá en héroe; el hermano envidioso del protagonista cuyos celos le llevarán al lado oscuro; el maestro que enseña al joven aprendiz… Todo lo típico de la literatura infantil/juvenil está en Ga’Hoole, así que en ese aspecto, pocas novedades o sorpresas.

Soren sueña despierto con las leyendas que le cuenta su padre, y con la llegada de los Puros trazando su pérfido plan, se presenta la oportunidad de su vida para convertirse en uno de esos legendarios guerreros que tanto ha idolatrado. La joven lechuza afrontará con valentía peligros inimaginables y hará frente a un enemigo más fuerte que él. Sin embargo, la bondad de las lechuzas prevalecerá por encima de la maldad de los Puros, quienes sucumbirán ante la astucia y la poderosa unión de sus rivales.

Por supuesto, quién acude a una película de estas características ya sabe lo que se va a encontrar, así que el quit de la cuestión reside en que el director sepa contar lo mismo de siempre con suficiente acierto como para que el público salga satisfecho de la sala. Y por supuesto, Snyder lo consigue.

Los 90 minutos de metrajes son, ante todo, entretenidos, y aunque la acción es un componente importante de ellos, también hay tiempo para el humor (aunque no abunde en exceso) y para desarrollar lo justo tanto la historia como sus principales protagonistas (el aprendizaje en el vuelo y en la lucha, la evolución –hacia caracteres distintos- de Soren y Kludd…) A eso hay que unirle esos buenos sentimientos que procuran transmitir estas producciones, y que en este caso serían principalmente el creer en uno mismo y luchar por tus sueños, la capacidad de autosuperarse ante las adversidades o el constatar lo nocivos que son la envidia y el rencor.

Por supuesto, esta moralina entra sin problemas ya que no cae en el sentimentalismo barato ni tampoco pretende aleccionar a nadie. Forma parte intrínseca de la historia bajo la máxima de entretener al espectador.

Igualmente, se nota que ha sido una película concebida con cariño y respeto hacia el género. Tiene alma, que es precisamente lo que falta la mayoría de producciones de fantasía en carne y hueso, y aunque no llegue a emocionar como debiera (ahí Pixar sigue siendo la campeona) y el guión peque de simple y previsible, lo cierto es que sigue siendo un producto disfrutable y visualmente espectacular (3D aparte)

A destacar también una notable banda sonora a cargo de David Hirschfelder (Elizabeth, Australia), en la que destacan unos potentes coros que confieren la dosis adecuada de épica a la partitura.

“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” es una entretenida aventura animada para toda la familia. Ideal para los pequeños de la casa, que seguramente sean quienes más la disfruten, pero igualmente amena para los más mayores.

El universo Ga’ Hoole puede dar mucho más de sí en futuribles secuelas, pero para que eso ocurra, esta primera entrega deberá convertirse en un éxito o, como mínimo, resultar rentable.


P.D.1: Superada la prueba de fuego para Snyder en el campo de la animación, y cruzando los dedos para que algún día le den luz verde a la nueva “Heavy Metal”.

P.D.2: Antes de la proyección de la película, nos obsequiaron -al estilo Pixar- con un cortometraje del Coyote y el Corre-caminos pasados por el tamiz de la animación CGI y el 3D. Estos cortos (tres en total) suponen la antesala de una serie de 26 episodios de media hora titulada "The Looney Tunes Show" que Warner Bros. tiene planeado estrenar en breve para televisión. El primero apareció en “Como perros y gatos: La revancha de Kitty Galore”, el segundo nos lo han mostrado con el film de Snyder y el tercero acompañará a la inminente el “El oso Yogi”.

Lo cierto es que el corto estuvo simpático, en la línea habitual de esta entrañable serie. El look moderno le sienta de maravilla y ofrece muchas posibilidades (y si no que se lo digan a Scratch) A los más mayorcetes nos traen muchos buenos recuerdos (añorando sobre todo la animación tradicional), pero estoy seguro que los peques de ahora también los disfrutarán (de ahí que se proyecten con los estrenos cinematográficos más enfocados al público infantil)


Lo mejor: la hiperrealista animación; la espectacularidad y belleza que Snyder impregna alas imágenes.

Lo peor: que cuente la historia heróica de siempre.


Valoración personal: Correcta

sábado, octubre 09, 2010

“Wall Street: El dinero nunca duerme” (2010) – Oliver Stone

crítica Wall Street El dinero nunca duerme 2010 Oliver Stone
Después de rodar “Platton”, soberbio film sobre la Guerra de Vietnam que le valió distintos galardones, entre los cuales destacan 4 Oscars y 2 Globos de Oro, Oliver Stone se embarcó en otra guerra, la guerra de las finanzas de Wall Street en Nueva York. Para ello, qué mejor título para la película que “Wall Street”, dejando claro el tipo de historia que nos iba a contar.

En aquella cinta, Charlie Sheen interpretaba a Bud Fox , un joven y ambicioso corredor de bolsa cuyo mayor deseo era trabajar con el hombre que más admiraba, Gordon Gekko (Michael Douglas), un tiburón de las finanzas, un hombre sin escrúpulos que en poco tiempo había conseguido reunir una gran fortuna en el mundo de la bolsa.

Bud lograba introducirse en el círculo privado del todopoderoso Gekko, colaborando con él en sus negocios e inversiones, y encontrando así el dinero y el poder que tanto ansiaba, pero perdiendo u olvidando por el camino sus valores morales.

Con Wall Street, Stone metió el dedo en la llaga en el mundo de los negocios norteamericano, realizando un retrato mordaz sobre el poder y la ambición de las instituciones financieras y sus “reyes” del capitalismo.

Más de dos décadas después, el director recupera el personaje de Gordon Grekko en esta secuela situada durante la crisis financiera que estalló en 2008 y cuyas consecuencias todavía hoy seguimos padeciendo.

En 2001, Gordon Gekko (Michael Douglas), tras cumplir condena en prisión por fraude financiero, blanqueo de dinero y asociación ilícita, es puesto en libertad siendo un hombre aparentemente distinto. Gekko se encuentra fuera de un mundo que en tiempos dominó, y su interés ahora radica en rehacer sus arruinadas relaciones con su hija, aliándose con el novio de ésta, Jake (Shia LaBeouf), quien necesita de su experiencia y recursos para llevar a cabo una particular venganza contra un pez gordo de las finanzas.

“La codicia –a falta de una palabra mejor– es buena” (Greed, for lack of a better word, is good) decía Gordon Gekko en 1987. Una de las frases más emblemáticas de la historia del cine. Una frase que resumía el código de conducta con el que Gekko manejaba sus negocios e incluso su vida personal.

Veintitrés años después, y tras un largo periodo en la cárcel, Gekko recupera su libertad pero no su trono. Él ya no es el rey de Wall Street. Sin embargo, este tiempo que ha pasado tras unos barrotes le han hecho reflexionar y ver el mundo de otra forma. Además, durante esta ausencia, su mujer se ha divorciado de él, su hijo ha muerto y el único miembro de su familia que le queda, su hija Winnie, no quiere saber nada de él. Por tanto, Gekko tiene ahora otra prioridad en su vida: recuperar lo que le queda de familia.

Promocionando su libro, ¿Es buena la codicia?, donde pronostica las graves consecuencias económicas que acarreará la galopante especulación de Wall Street, Gekko conoce a su futuro yerno, Jake Moore, un joven e inteligente agente de patentes que, invirtiendo en energías limpias, gana millones trabajando para la respetable firma Keller Zabel Investments. Desgraciadamente, la buena vida de Jake sufre un drástico cambio cuando por culpa de unos maliciosos rumores las acciones de la compañía caen en picado, y su director Louis Zabel, mentor del muchacho, se ve forzado a vender su empresa a Bretton James (Josh Brolin), un accionista del poderoso banco de inversiones Churchill Schwartz, quien se aprovecha de la situación y compra Keller Label a un precio muy inferior a su valor.

Endeudado y en peligro de perder su puesto, Jake busca consejo en Gekko, quien acepta a cambio de que el joven le ayude a recuperar a su hija, cosa que éste hará a espaldas de su prometida.

Así es como empezará el conflicto de intereses entre los distintos personajes. Todo ello teniendo como marco la crisis financiera de 2008.


Lo cierto es que, por innecesaria que pueda parecernos esta secuela, resulta bastante justificada dentro de su contexto. Se ha conseguido encontrar una historia adecuada y contemporánea que permita a Gekko regresar a la gran pantalla.

El guión de Allan Loeb y Stephen Schiff (en base a una historia escrita por Bryan Burrough) trata un poco de explicar lo que sucedió en la economía norteamericana a finales de 2008. Loeb, acreditado agente de Bolsa y broker, realizó una exhaustiva investigación precisamente en el momento álgido del colapso económico de aquel año.

Factores, entre otros, como la sobrevalorización del producto, la burbuja inmobiliaria o la elevada inflación provocaron la crisis bursátil que derrumbó la economía a nivel mundial.

De hecho, la película empieza y acaba con una sugerente metáfora (la dichosa burbuja) que ejemplifica un poco todo lo que, a nivel financiero, acontece durante la película. Y en este crítico contexto interactúan Gekko y Jake, cada uno con sus respectivos intereses. Gekko queriendo recuperar su anterior estatus mientras trata de acercarse a su hija; dos objetivos en constante choque; y Jake, trabajando para el “enemigo” en busca de la venganza personal, a la vez que intenta conciliar sus deseos idealistas y llevar a buen puerto su relación con Winnie.

Una de los mayores aciertos de Stone cara al público es haber sabido llevar esta historia de un modo muy ameno. No hace falta entender de economía o saber con exactitud todos los hechos y factores que nos llevaron a la crisis económica para entender la película y/o disfrutarla. De hecho, una parte fundamental de la misma se sitúa tras las fronteras de Wall Street, haciendo especial hincapié en las relaciones de sus protagonistas, por lo que la historia no sólo funciona como una especia de documental sobre lo que ocurrió, sino que es la historia de tres personas con sus conflictos interiores, sus aspiraciones, sus debilidades , sus miedos…

Las poco más de dos horas de metraje resultan, ante todo, entretenidas. Algo vital para que, entre tanto, uno vaya acumulando datos y acontecimientos algo más impersonales, más de carácter informativo. Todo ello canalizado a través de sus diferentes personajes, no sólo los de Gekko y Jake, sino también los que interpretan Brolin y, en menor medida, Susan Sarandon.

Michael Douglas vuelve a meterse en la piel de Gekko, rol con el que consiguió el único Oscar de su carrera como actor. ¿Pero es éste el Gekko que conocimos 23 años atrás? En parte sí y en parte no. Aquí tenemos a un Gordon Gekko algo más suavizado, pero igual de manipulador. Circula por el camino de la redención, pero sigue teniendo sus ambiciones, por lo que volverá a empezar desde cero para ser el poderoso hombre de negocios que una vez fue.

Aún así, vemos en él más humanidad de la que veíamos antes. Menos arrogancia también, pero igual cinismo.

Douglas rememora con indiscutible acierto su gran personaje, aunque a ratos me recuerde más al Ben Kalmen de la inédita en España “Solitary man” (comedia que, por cierto, se deja ver con agrado)

Aún así, Gekko ya no impone tanto ni impresiona como antes, y eso se debe al tono ciertamente dulcificado que le otorga Stone (y a que también ha cambiado/evolucionado)

De todas maneras, aquí sus compañeros de reparto también están a un buen nivel interpretativo.


LaBeouf, que con sus trabajos más comerciales se ha ganado el –para mi incomprensible - odio de muchos cinéfilos, vuelve a demostrar su valía como actor (como ya hiciera en Memorias de Queens o Bobby), desenvolviéndose con soltura en su papel del joven agente de patentes Jake Moore.

Además, se aplicó para el papel asistiendo a un curso intensivo sobre finanzas en varias compañías de operaciones bursátiles, y logró aprobar el examen Serie 7, por el cual se convertía en corredor de Bolsa autorizado.

Carey Mulligan, que obutvo un gran reconocimiento por su interpretación en el drama “An Education” (ganó el BAFTA a la Mejor Actriz y consiguió nominación a los Oscars y los Globos de Oro), interpreta convincentemente a Winnie Gekko, quien ve en su padre al culpable de la muerte de su hermano y de la desintegración de su familia. Rompiendo cualquier vínculo con éste, decide tomar un camino distinto al de su progenitor y convertirse en periodista de una publicación digital políticamente progresista. Eso no evita que se enamore de alguien como Jake, que pertenece a ese mundo que tanto detesta (y que no será un problema hasta la llegada de Gordon)
Brolin es Bretton James, el despiadado banquero de inversiones al que Jake responsabiliza de la destrucción de la compañía de su mentor. El actor, que ya había trabajado con Stone encarnando a George W. Bush en “W”, hace un papel correcto para lo que tiene escrito, ya que es el que menos margen tiene para lucirse. Se siente un villano un tanto descafeinado, sobre todo si lo comparamos con el Gekko de su predecesora.

Lo mismo se podría decir de una desaprovechadísima Susan Sarandon como Sylvia, la madre de Jake y una agente inmobiliario víctima colateral de la crisis. Poco papel -y más bien prescindible- para tan gran actriz.

“Wall Street: El dinero nunca duerme” es una amena película y una decente secuela. Le falta la garra y la crudeza de su predecesora, que era mucho más sórdida y agresiva. Esta segunda parte es bastante más amable, pese al tema que trata y a algún duro golpe de efecto hacia el final.

Quizás ello la haga también más accesible al gran público. Sea como sea, ver otra vez a Gekko es un gustazo, disfrutas de los simpáticos cameos y escuchas con añoranza y nostalgia el tema musical de los Talking Heads.

Es probable que los que tienen a “Wall Street” en un altar vean en esta secuela mero oportunismo y salgan bastante o muy decepcionados de la sala. En cambio, aquellos a los que la original les aburrió, puede que ésta se les haga algo más ligera. Con todo, lo cierto es que podría llevar otro título y funcionaría igual, aunque todos sabemos que tirar del pasado puede hacer ganar público extra, especialmente ahora que Stone está en horas bajas.


Lo mejor: que pese a su estatus de innecesari y tardçia secuela, valga la pena.

Lo peor: es algo más blanda en beneficio a una trama más centrada en el tema de la redención y la reconciliación paternal que en la ambición o la venganza.


Valoración personal: Correcta

viernes, octubre 01, 2010

“Buried (Enterrado)” (2010) – Rodrigo Cortés

crítica Buried (Enterrado) 2010 Rodrigo Cortés
Tras sus primeros pinitos con una súper-8 y diversos cortometrajes en su etapa adolescente, Rodrigo Cortés consiguió acaparar las miradas de los profesionales con “15 días”, un cortometraje rodado a modo de falso documental que entusiasmó a la crítica y acumuló más de 50 premios (nacionales e internacionales), convirtiéndose en el corto más premiado de la historia del cine español.

En los años posteriores, Cortés se dedicó al rodaje de videoclips y de numerosos trabajos publicitarios, hasta que en 2007 debutó con su primer largometraje, “Concursante”, una interesante y agresiva sátira hacia el -oscuro y tramposo- sistema financiero mundial. La película se llevó el Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de aquél año, demostrando así que estábamos ante de los realizadores más prometedores de nuestro país.

Dichas sensaciones parecen haber quedado confirmadas con su segundo trabajo, “Buried (Enterrado)”, película que por su paso por el Festival de Cine de Sundance cosechó ovaciones al final de cada proyección y alabanzas unánimes de la crítica especializada. Semejante éxito ha contribuido, entre otras cosas, a que la prestigiosa revista Variety incluya su nombre en su lista de los «10 directors to watch» del año 2010, es decir, de los diez directores a seguir la pista este año. Una lista en la que han figurado cineastas como Christopher Nolan, Wes Anderson, Alejandro González Iñárritu o Michael Winterbotton, y en la que solamente han tenido el honor de aparecer dos españoles: Juan Carlos Fresnadillo en el año 2002 y ahora Rodrigo Cortés.

Después de tanto reconocimiento, tan sólo restaba comprobar por uno mismo la calidad del film. Servidor ya ha tenido el placer de hacerlo, y el resto de espectadores tendrán su oportunidad a partir del 1 de Agosto.

Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí ni por qué.

En su interior, dispone de muy poco oxígeno, y su único contacto con el exterior es mediante un teléfono móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura. Tras largos minutos de agonía, Paul descubrirá que ha sido secuestrado y que salir vivo del ataúd dependerá de que en 90 minutos alguien pague su rescate…


Tras unos elaborados títulos de crédito muy a lo Saul Bass (clara referencia que ya percibimos por primera vez en uno de los carteles promocionales) empieza la película en la más absoluta oscuridad. En estos primeros minutos, el sonido es el que lleva la voz cantante y el que pone en situación al espectador.

Más tarde, y a la tenue luz de un mechero, sabremos que nuestro protagonista es un tipo que se acaba de despertar enterrado en un ataúd. Su nombre u otros detalles de su vida privada y profesional se nos irán revelando a medida que transcurran los minutos y a través de las llamadas que, desesperado, éste realizará con la intención de pedir ayuda.

Todas aquellas preguntas que acontecen al protagonista son las mismas que se plantea el espectador, pues la información es exactamente la misma para ambos. Nosotros nunca vamos un paso por delante de Paul sino que resolvemos las incógnitas a medida que él las resuelve.

La agónica, frustrante y desesperada situación que está viviendo Paul se apodera de nosotros desde el primer instante. El espectador se sumerge dentro de la historia nada más empezar la película y la catarsis con el personaje va en aumento según avanza el metraje, no sólo haciéndonos testigos del suceso sino incluso llegando a experimentar la misma sensación de agobio y claustrofobia que Paul. Uno no puede despegar ni un solo momento la mirada de la pantalla.

Cortés consigue un grado mayúsculo de empatía con el personaje centrándose exclusivamente en un único escenario: el ataúd.


Sin mostrar el exterior ni ningún otro escenario ni personaje, el director logra que el espectador esté dentro del ataúd con Paul. De este modo, sufrimos por él de forma muy intensa y llegamos a compartir su constante ansiedad y su rabia.

Cualquiera podría pensar que, móvil en mano, la solución para salir del ataúd está a su alcance. Nada más lejos de la realidad…

Demasiada burocracia y demasiada incompetencia (amén de cierta desidia) le desesperan con cada llamada (he aquí parte de la crítica que subyace en la historia). A cada nuevo intento por localizar a alguien que pueda ayudarle, Paul ve menguar considerablemente sus posibilidades de salir con vida del encierro. No sabe exactamente dónde está ni si podrán localizarlo a tiempo. La angustia (suya y nuestra) crece y crece, y su estancia en la caja de madera se va volviendo cada vez más insoportable, pese a los pocos momentos en los que logra encontrar la calma.

Tampoco son pocas las adversidades o retos que Paul afrontará en el interior del ataúd. En algunos momentos, quedarse sin oxígeno o sin batería en el móvil será el menor de sus problemas.

Cortés impregna el relato de emoción y sobre todo ritmo. Una historia que, a priori, parece imposible o, en todo caso, muy difícil de rodar, él hace que parezca algo fácil.

Otorga dinamismo a la narración cambiando frecuentemente la posición de la cámara, buscando siempre el ángulo o el movimiento (travelling de retroceso, plano de rotación…) más adecuado.

Esto es indispensable para que la filmación no se haga reiterativa ni pesada (qué fácil sería mantener un plano fijo todo el rato y dejar que el actor haga el resto)
Se consigue, por tanto, una fluidez que permite, entre otras cosas, explorar el habitáculo en el que se encuentra Paul desde casi todos los rincones posibles.

De hecho, todo el dinero que se han ahorrado en exteriores o platós lo han invertido en la construcción de distintos ataúdes, cada uno convenientemente ajustado y acondicionado a los requisitos que requerían las distintas secuencias.


El director introduce elementos (léase utensilios, personajes, peligros, etc.) que enriquecen la sencillez de la trama, procurando que siempre estén ocurriendo cosas que mantengan nuestro interés, y permitiendo que la escasa hora y media que dura la cinta no sólo no se haga aburrida sino que tampoco se sienta estirada, algo que menudo ocurre con este tipo de historias.

Por otro lado, inyecta unas agradecidas pinceladas de humor que ayudan a aliviar un poco la tensión imperante, de modo que no nos quedemos sin uñas demasiado pronto y podamos coger un poco de aire para afrontar el siguiente acontecimiento.

Hay que destacar también la sutileza con la que se introduce la notable banda sonora compuesta por Victor Reyes, ya que se recurre a ella en momentos muy puntuales, dejando que la mayor parte del tiempo sean las imágenes las que lo digan todo. Y es que el recurso musical sirve para intensificar la angustia, pero hay veces que la propia acción la hace del todo prescindible; e incluso esa ausencia de música, dejando sólo los golpes y los gritos, hace que el impacto sea aún mayor y más real.

Mención aparte merece la risueña canción (en clave claramente irónica) que aparece durante los títulos de crédito finales, y que ha sido compuesta por Cortés y Reyes.

Pero pese a todos esos cuidados aspectos técnicos, al potente guión y a la destreza en el uso de los pocos recursos de los que se dispone, nada de esto llegaría a buen puerto sin la estoica interpretación de Ryan Reynolds, el único actor presente delante de la cámara y en quién recae todo el peso de la película.

Reynolds demuestra una gran entereza física y psicológica, pues dudo que el rodaje haya sido coser y cantar (de hecho, acabó con la espalda hecha trizas y con quemaduras en los dedos) No sólo hay que tener en cuenta la dificultad que supone rodar en tan diminuto espacio sino que además logre resultar un Paul Conroy creíble todo el tiempo.

Algo que sin duda ha facilitado esa implicación de Reynolds con su personaje es el haber rodado las escenas de forma cronológica, pudiendo meterse en situación y evolucionar tal cual lo hace Paul. Además, hay planos largos que demuestran la verdadera presión a la que éste se ha sometido con tal de creerse su rol y representarlo con verosimilitud (algo que debería callar algunas bocas o, como mínimo, apaciguar un poco el desprecio y subestimación que muestra su séquito de detractores)

Resultan de especial mención algunos de los momentos más dramáticos de la cinta, ya que están muy bien llevados tanto por parte del actor como del director y del guionista, sin caer en el histrionismo ni en la sensiblería más barata.

“Buried (Enterrado)” es un apasionante e implacable thriller claustrofóbico. Otro claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Ni CGI, ni 3D ni hostias en vinagre; basta con un guión competente, una dirección eficaz y un reparto entregado a la causa. Cine de calidad y made in Spain.


Lo mejor: la empatía con el personaje; la sensación de claustrofobia.

Lo peor: que pocas veces veamos cine (español) de calidad como éste


Valoración personal: Excelente