jueves, mayo 27, 2010

“Los perdedores (The Losers)" (2010) - Sylvain White

Los perdedores The Losers 2010 Sylvain White
En estos últimos años, los cómics se han convertido en el nuevo e inagotable filón de Hollywood. Los superhéroes dieron pie a esta moda, pero poco a poco se han ido adaptando cómics y novelas gráficas de toda clase.

A falta de ideas propias, los estudios hurgan en el mundo comiquero para encontrar historias que poder llevar a la gran pantalla. Poco importa ya si el cómic en cuestión es muy conocido o no; a veces, incluso, los productores se interesan por cómics que están en pleno desarrollo o que simplemente aún no han visto la luz en el mercado.

The Losers, serie comiquera escrita y dibujada por Andy Diggle y Jock, respectivamente, publicada por Vértigo e inspirada en The Losers de DC Comics, no es que sea una de las más conocidas y populares del mundillo. De hecho, cuando se anunció su adaptación eran muchos los que no conocían la obra (servidor incluido; aunque en mi caso, siendo poco ducho en el tema, era algo normal)

La trama gira en torno a un grupo especial de agentes de la CIA especializado en operaciones ilegales al margen de las autoridades. En el transcurso de una misión son traicionados por alguien de dentro y dados por muertos.

La llegada de una extraña, Aisha (Zoe Saldana), con una buena oferta supondrá su oportunidad para volver a EE.UU., vengarse del traidor que trató de eliminarlos y limpiar su nombre.



Pensada en un principio para ser dirigida por Tim Story, responsable de las dos entregas de Los 4 Fantásticos de Marvel, pasó luego a manos de Sylvain White, director que empezó con productos de videoclub (suya es la tercera entrega de la saga de terror Sé lo que hicisteis el último verano….) y continuó con “Stomp the Yard: ritmo salvaje”, musical de baile al estilo “Step Up” que resultó ser bastante rentable en taquilla (costó 13 millones de dólares y recaudó 75)

En vista del currículum poco alentador de ambos directores, es difícil saber si el cambio ha sido para mejor. Quizás el resultado final incline un poco la balanza a favor de White, pero tampoco demasiado…

El inicio es bastante prometedor. La presentación de los cinco miembros del comando es rápida y resultona (aunque no novedosa), y nos facilita básicamente la función que desempeña cada uno dentro del equipo (el genio informático es el de las gafas, por supuesto)

Lo siguiente es verlos llevar a cabo una misión y comprobar cómo son traicionados por alguien de la CIA que responde al nombre de Max.

Con la llegada del personaje de Aisha el plan de venganza se pone en marcha. Y partir de ahí, es cuando la cosa empieza a andar a trompicones.


A todo el conjunto se le ha querido dar un rollito cool que va desde la chulería de los personajes hasta la dirección videoclipera del director. Si bien no niego que ésta resulte en algunos momentos adecuada, llega un punto en que acaba siendo cargante, sobre todo cuando ya empieza a excederse con los movimientos de cámara o las escenas a cámara lenta (técnica que hay que saber cómo y cuándo utilizar, y White no es Peckinpah, precisamente)

Otro problema es que la película no acaba de encontrar el tono adecuado. Obviamente, se trata de una mezcla de acción y comedia llevada al exceso. Y ese exceso termina por hundirla.

Las escenas de acción son atractivas y están bien ejecutadas, aunque en algunos momentos la cámara se mueve demasiado. Pero lo que realmente no le beneficia nada y le resta bastante impacto a éstas es el uso ddel ordenador para las secuencias más explosivas. Más que nada porque los efectos cantan un poco, por no decir que son cutres. Si además la escena en cuestión es una fantasmada (la de la moto y el avión), la credibilidad se cae por los suelos. Aunque a decir verdad, ésta ya era escasa antes de llegar a ese punto.

Los golpes de humor funcionan a ratos, cruzando continuamente la línea que separa lo divertido o simpático (cuando Jensen se infiltra en busca de la computadora central) de lo patético (la pelea entre Clay y Aisha en la habitación del motel o todas las apariciones del ya de por sí patético villano). Claro que esto dependerá un poco del sentido del humor que tenga cada uno (y de si Chris Evans te cae bien o no)

Por lo pronto, y como acabo de comentar, el villano de turno es risible. Jason Patric es un actor bastante limitado, pero no toda la culpa es suya. Su rol es demasiado caricaturesco, pareciendo más un malhechor sacado de alguna película de James Bond (de las de Roger Moore, para ser más específicos). Su relación con Wade, su mano derecha, es de chiste. La megalomanía del personaje es esperpéntica y algunas de sus acciones, que pretenden demostrar lo malvado que es, acaban resultando un tanto penosas (el asesinato en playa)

De su pérfido plan mejor no comentar nada (¿¡un desmaterializador sónico!?)


En el bando de los buenos la cosa mejora bastante, gracias sobre todo a su solvente reparto. Todos se desenvuelven más o menos con soltura en sus respectivos -y unidimensionales- personajes, aunque la película otorgue menos protagonismo a algunos de ellos. Columbus Short y Óscar Jaenada, por ejemplo, quedan en un segundo plano respecto a Jeffrey Dean Morgan (líder del grupo y principal protagonista), Idris Elba (secundario de peso), Zoe Saldana (co-protagonista y chica del prota) y Chris Evans (el gracioso del grupo). El español, además, no debe contar ni con 10 líneas de diálogo en toda la película (a veces no son más que palabras sueltas), con lo que probablemente su tercer trabajo como secundario en una producción americana pasará más bien desapercibido.

Ya a nivel personal (entiéndase esto como muy subjetivo), he de reconocer que con Zoe Saldana me ocurre exactamente lo mismo que con Mila Kunis: con esa apariencia tan frágil no termino de creérmelas como action-girls/femme fatale, por mucha cara de mala ostia que pongan o por mucha arma que empuñen (a Saldana le ponen hasta un bazooka; eso sí, para que no se rompa un brazo el chisme dispara sin retroceso)

Un gran problema con el que se enfrenta ésta y otras adaptaciones de cómics o novelas serializadas, es que la primera película quede inconclusa para dar pie a la secuela. Así que como ya ocurría con “Jumper” (o Push, o La brújula dorada, o tantas otras), uno tiene la sensación de estar más bien ante un episodio piloto de una serie y no ante una película con su comienzo, nudo y desenlace. En este caso, además, quedan abiertas un par de subtramas: SPOILER la que atañe a la captura del villano y la cuenta pendiente surgida entre Aisha y Clay FIN SPOILER. Y éstas no se resolverán hasta que llegue la continuación, la cual, por cierto, corre el peligro de no llegar nunca dada la hostia que se ha pegado esta primera en taquilla (puede que la recaudación internacional cubra costes, pero ni de lejos habrá rentabilidad)

Lo mejor que se puede decir de The Losers es que resulta entretenida, pero en este caso no basta, ya que el cúmulo de chorradas estropea bastante su visionado.
El villano es lastimoso, la trama simplona y banal, y los personajes no tienen el carisma suficiente como para que el atractivo reparto pueda hacer algo más que cumplir con su papel.

Para “degustarla” en casa puede no ser una mala opción, dependiendo de lo que cada uno esté dispuesto a exigirle, pero no merece la pena la entrada del cine.

Esperemos que las próximas películas de “mercenarios”, “El Equipo A” y “The Expendables”, sean un entretenimiento mucho más disfrutable. A diferencia de “Los perdedores”, éstas dos cuentan con el factor nostalgia a su favor. O en contra, según se mire (un arma de doble fila la nostalgia, pues puede dar pie a una decepción aún mayor)



Lo mejor: el compentente reparto; los créditos finales.

Lo peor: el villano; la sensación final de haber visto un capítulo piloto de una serie.


Valoración personal: Regular

jueves, mayo 20, 2010

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” (2010) - Mike Newell

crítica Prince of Persia Las arenas del tiempo 2010 Mike Newell
De entre toda la materia prima que Hollywood utiliza para hacer películas de entretenimiento, los videojuegos son, sin lugar a dudas, los que han salido peor parados.

La tendencia de adaptar juegos de consola a la gran pantalla empezó con Super Mario Bros. (1993), uno de los mayores esperpentos de los 90. Un buen apartado técnico y un reparto prometedor no fueron suficientes para hacer digerible una película que, ya por sí, se parecía poco al videojuego que pretendía adaptar. Aunque admitámoslo: el argumento del juego tampoco se prestaba a una traslación literal en carne y hueso, y de hacerlo, probablemente el resultado hubiera sido aún más delirante de lo que ya fue.

Pese a las terribles críticas, el empeño por seguir llevando videojuegos a la gran pantalla no cesó, y se pensó que quizás los juegos de lucha, necesitados de menos guión, serían producciones más factibles. Craso error.

A mediados de la década, y con poco margen de tiempo de diferencia entre sí, se estrenaron Doble Dragon, Street Fighter: La película y Mortal Kombat. La primera fue un estrepitoso fracaso, y aunque las otras dos no merecían correr mejor suerte, lo cierto es que sí tuvieron mejor acogida; especialmente la última, que fue todo un éxito gracias, sobre todo, a su mayor fidelidad para con el juego. Eso permitió, además, rodar una secuela dos años más tarde y hasta una serie de televisión.

En 1999 llegó Wing Commander, dirigida por el propio creador y director de los juegos, lo cual, en un principio, garantizaba al menos fidelidad con los mismos. Desgraciadamente, y pese a contar con un reparto formado por rostros veteranos (John Rhys-Davies, Malcom McDowell) y jóvenes en proyección (Freddy Prince Jr. y Matthew Lillard, procedentes de dos sagas de terror juvenil con bastante tirón por aquella época), la película no pudo rivalizar con el Episodio 1 de George Lucas, que se estrenó por esas mismas fechas. La película, aunque medianamente entretenida, pasó completamente desapercibida y hoy día son pocos los que se acuerdan de ella.

Otro fallido intento en el campo de la ci-fi fue Final Fantasy, que optó con una, por aquél entonces, revolucionaria técnica de animación para atraer al público. El resultado: 137 millones de presupuesto y tan sólo 85 de recaudación.

La muerte de los videojuegos en el cine parecía estar cerca, pero entonces llegó Lara Croft, la heroína más sexy de las consolas, y lo cambió todo. Dos películas de Tomb Raider, a cuál peor, y dos éxitos taquilleros, beneficiados sobremanera por la presencia de Angelina Jolie.

Paul W.S. Anderson lo intentó de nuevo con Resident Evil (2002), película por lo menos entretenida y a la que le siguieron dos nefastas secuelas estrenadas en cine, otra de animación CGI directa DVD (y algo más decente que sus dos predecesoras) y una última action live pendiente de estreno con Anderson de nuevo a los mandos.

Luego llegaron Doom (otro fracaso) y Uwe Boll, uno de los mayores enemigos de las adaptaciones de videojuego. Si ya de por sí el nivel de éstas era bajo, el alemán aún lo hundió más en la miseria rodando despropósito tras despropósito.

Con Silent Hill (2006) la cosa parecía que iba por buen camino, y aunque la película no terminó de convencerme, sí gustó y mucho a gran parte de los fans del videojuego, e incluso la crítica especializada tuvo elogios para ella. Lo mejor: una tétrica atmósfera, algún que otro momento de lograda tensión y un fantástico diseño de producción (lástima que el resto, a mi gusto, no acompañara)

Pero recientemente se han estrenado Max Payne, Hitman, D.O.A. y Street Fighter: La leyenda, y hemos vuelto a lo de siempre: películas de entretenimiento infumables o, en el mejor de los casos, totalmente olvidables.

Ahora le toca el turno a “Prince of Persia: Las arenas del tiempo”, película que tendrá que demostrarle al público si aún es posible rodar algo bueno –o decente- basado en un videojuego, o si por el contrario, sigue siendo un imposible.

Ambientada en la Persia medieval, la película nos narra la historia de Dastan, un joven príncipe que unirá sus fuerzas con Tamina, una princesa rival, para detener a Nizam, un traidor del reino de Persia cuyo propósito es ocupar a toda costa el trono del rey Sharaman.

Dastan fue adoptado por el rey cuando éste era pequeño, y desde entonces ha sido criado como si fuera un príncipe legítimo. Pero el destino está empeñado en jugarle un mala pasada.


La traición de un miembro de la familia real obligará a Dastan a enfrentarse a sus seres queridos y a vivir un sinfín de aventuras con tal de demostrar su lealtad al rey y a sus hermanos. En este peligroso viaje lleno de obstáculos le acompañará, a regañadientes, la hermosa princesa Tamina, que huyendo también de su tierra natal, ayudará a Dastan a cumplir su objetivo en busca, no obstante, de su propio beneficio.



Vaya por delante que, al igual que me ocurre con el 99% de estas adaptaciones, nunca he jugado al juego en el que se basa la susodicha película. De ahí que poco pueda comentar sobre su fidelidad o los posibles guiños que se hagan a la franquicia consolera. No obstante, sí me he tomado la molestia de informarme un poco del tema, y puedo constatar que una de las principales características del personaje, como son sus ágiles y acrobáticos movimientos, se mantienen en la película. Y no sólo eso sino que se le saca el máximo rendimiento.

A medio camino entre un acróbata de circo y un experto en parkour, Dastan se mueve por la pantalla con una agilidad y habilidad increíble, con saltos imposibles y piruetas de lo más vistosas. Por supuesto, esto supone un importante aliciente para hacer las escenas de acción mucho más espectaculares, como bien se puede observar en el primer asalto a la ciudad de la Princesa Tamina o la posterior persecución cuando Dastan huye de ella.

En relación a esto, el punto fuerte son también las atractivas coreografías, aunque a veces el movimiento de cámara no deje apreciarlas en toda su plenitud. Las peleas están muy logradas, aprovechando los elementos al alcance de los personajes y la destreza tanto del propio Dastan como de los Hassassins, una oscura secta de asesinos que irán detrás de nuestro protagonista para arrebatarle un poderoso objeto, una daga que otorga el poder de viajar en el tiempo, y que hasta el momento había estado a buen recaudo en el palacio de Tamina.

Precisamente, esta daga es la que desencadena toda esta aventura; unos para arrebatársela a Dastan y a Tamina para sus pérfidos propósitos, y éstos últimos para devolverla al lugar donde pertenece y de paso arruinar los planes de su infame enemigo, el visir Nizam (que aunque intenten jugar la despiste, ya sabíamos de antemano que sería el villano de la función)

El guión, escrito a tres manos entre Boaz Yakin (Fresh, Dirty Dancing 2), Doug Miro y Carlo Bernard, estos dos últimos guionistas también de la inminente “El aprendiz de brujo” (nuevamente bajo el sello de la Disney), es bastante justito, y está enfocado única y exclusivamente al puro espectáculo, sin pararse a pensar demasiado en los personajes o en si algunas de las cosas que se suceden quedan bien explicadas.

Por otro lado, Mike Newell, poco ducho en esto de dirigir superproducciones de tales magnitudes, confunde ritmo con velocidad, y todo se muestra en pantalla de una forma un tanto precipitada. De todos modos, consigue controlar todo el despliegue de medios sin que se le vaya de las manos.

Para empezar, tenemos un mini resumen de los orígenes de Dastan. Basta decir que la adopción “así por las buenas “de éste por parte del Rey Sharaman tiene una justificación un poco endeble (la nobleza y valentía del huérfano impresionan al monarca… ¡pues adoptémosle!), al igual que la facilidad con la que algunos personajes se alían a nuestros héroes protagonistas con inusitado altruismo o SPOILER --- lo extraño que resulta que, al final, para compensar el error cometido al asaltar la ciudad, el príncipe Tus ofrezca a su hermano Dastan en matrimonio a la princesa Tamina. Exactamente, ¿qué clase de disculpa y/o compensación es esa? --- FIN SPOILER

La historia parece ofrecer ciertas diferencias respecto al videojuego homónimo, aunque gran parte de la trama creo que se mantiene, y sólo algunos detalles son alterados (la orígenes y nombres de algunos personajes y otros aspectos relacionados con objetos poderosos o monstruosas criaturas de las que aquí se prescinde)

De todas formas, el visir sigue deseando el trono, y Dastan y Tamina (en el juego, farah) siguen enamorándose aunque al principio no confíen demasiado el uno en el otro.


En relación a esto último, cabe decir que la relación de desconfianza, continuas traiciones y puyas de la pareja resulta simpática y da juego constantemente. De hecho, el humor es un punto clave de la película, ya que esto se presenta como un film de aventuras distendido y campechano, donde prima la acción y el divertimento más liviano y simplón. No por ello va a ser mala por defecto, pero sí es cierto que con un poco más de calma y unos personajes con más enjundia se podría haber logrado algo mejor, al estilo de “La Momia” o “Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra”, películas que con un tono y una fantasía similares, superan ampliamente a esta propuesta. Y teniendo en cuenta que con el Príncipe de Persia se busca una nueva franquicia relevo a la de los piratas caribeños, más les vale que la próxima vez los guionistas se esfuercen un poquito más. Tanto como el resto del equipo lo ha hecho en cuestión de ambientación, vestuario y decorados, que todo hay que decirlo, está muy conseguido.

Los efectos especiales son convincentes la mayor parte del tiempo. Quizá haya alguna escena más cantosa (el flashback con el tigre), y todos sabemos que elementos como el fuego, el agua o en este caso la arena son siempre difíciles de plasmar con absoluto realismo en pantalla, pero en términos generales, podemos hablar de un resultado satisfactorio.

Pero lo más destacable es, sin lugar a dudas, el gran trabajo de Harry Gregson-Williams a cargo de la banda sonora, adecuada ésta al lugar en el que transcurre la cinta, como sonidos muy orientales, imagino que a base de instrumentos como el laúd o el rabel (o parecidos), sin abandonar ese tono épico que caracteriza a este tipo de partituras (destaca, en especial, una poderosa percusión). En algunos momentos puede llegar a recordar a la también magnífica composición que realizó el maestro Jerry Goldsmith para la citada Momia de Stephen Sommers.
La guinda la pone Alanis Morissette con “I Remain”, tema que podemos escuchar en los créditos finales.

En cuanto al reparto, decir que todos cumplen con el trámite. La actuación más destacable probablemente sea la de Alfred Molina, gracias a su simpático personaje y a su buen hacer como habitual secundario de lujo.

Jake Gyllenhaal aprueba en este primer trabajo de peso como héroe de acción. Es evidente que le faltan algunas tablas -y un poco carisma- en este campo, pero pese a todo se desenvuelve bastante bien, y se nota que físicamente se ha preparado a conciencia para encarnar a Dastan.

Una bellísima Gemma Arterton hace lo propio con su personaje, haciendo creíble a una princesa tan hermosa como astuta.

Ben Kingsley, que ya tiene experiencia haciendo de villano, lleva a cabo su rol sin esfuerzos, aunque da la sensación que se le podría haber sacado más partido, al igual que al líder de los Hassassins, interpretado por el islandés Gísli Örn Garðarsson (con cierto parecido aquí al actor Richard Lynch, un clásico villano de los 70 y 80)

Y finalmente tenemos a un correctísimo Toby Kebbell como el Príncipe Garsiv, hermano de Dastan y jefe del ejército persa.

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” es la típica producción de Jerry Bruckheimer, con poca chicha pero aún así espectacular y entretenida. Una película de aventuras fácilmente digerible, con sus dosis justas de atractivos efectos especiales, trepidante acción, humor y romance.

No causa vergüenza ajena, que ya es mucho viniendo de un videojuego, pero tampoco te deja plenamente satisfecho.


Lo mejor: resulta entretenida en todo momento.

Lo peor: no deja huella ni entusiasma en exceso.


Valoración personal: Correcta

jueves, mayo 13, 2010

“Robin Hood” (2010) – Ridley Scott

crítica Robin Hood 2010 Ridley Scott
¿Quién era realmente Robin Hood? A esa pregunta han intentado, en vano, dar respuesta diversos historiadores.

Varios personajes podrían haber servido de inspiración a la leyenda de Robin Hood, pero aún ninguno se ha atrevido señalar, con total certeza, un nombre en concreto, y mucho menos ponerse de acuerdo entre ellos para diferenciar cuánto hay de real y cuánto de ficticio en su historia; o incluso si realmente llegó a existir.

La leyenda de Robin Hood se originó en el siglo XIII a través de las baladas de los trovadores. No fue hasta el siglo XVI cuando su historia fue impresa por primera vez, para posteriormente ser representada en plazas públicas durante los siglos XVII y XVIII. De boca en boca y de mano en mano, el mito del valiente y justo arquero fue creciendo y llegando a todas partes, y de él se nutrió la literatura del siglo XIX con autores como Alejandro Dumas.

También el cine ha querido, en numerosas ocasiones, ofrecer su particular respuesta a tan enigmática pregunta, pero siempre inspirándose más en la vertiente legendaria de dicha fábula. Así es como en 1922 se produciría la primera película del honesto bandido de Sherwood titulada Robin de los bosques.

Ya en el cine sonoro, llegaría en 1938 la segunda versión -bajo el mismo título- de la mano de los directores Michael Curtiz y William Keighley, y protagoni zada por un carismático Errol Flynn. Esta versión, una de las más afortunadas, se convertiría, por derecho propio, en todo un clásico del cine de aventuras. Y si bien hoy día ha quedado bastante desfasada a nivel de vestuario, lo cierto es que sigue siendo, para un servidor, de lo más disfrutable.

Posteriormente llegarían más películas, pero ninguna que estuviera a la altura de aquella. Lo intentaron Henry Levin y George Sherman en El hijo de Robin de los bosques (1946), Howard Bretherton con El rey de los bosques (1948) o Kenn Annakin con Los arqueros del rey (1952)

Walt Disney Pictures estrenaría su versión animada en 1973 con el escueto título de Robin Hood, y tres años más tarde llegaría una original –y crepuscular- propuesta inglesa a cargo del estadounidense Richard Lester, con unos Robin y Marian ya maduritos encarnados por Sean Connery y Audrey Hepburn, en la que sería una de las versiones más curiosas y románticas que se han hecho hasta el momento.

Ingleses, italianos (Robin Hood y los piratas, de Giorgio Simonelli) e incluso españoles (Robin Hood, el arquero invencible, de J.L. Merino) se atrevieron con el mito de Robin Hood, pero no sería hasta principios de los 90 cuando nuevamente los americanos realizarían una de sus más populares y exitosas versiones. Con un gran despliegue de medios y un reparto de altura encabezado por un Kevin Costner en su mejor momento (un año antes había conseguido el Oscar a Mejor película y Mejor Director por Bailando con lobos) se rodaría Robin Hood, príncipe de los ladrones, una vistosa, comercial y sumamente entretenida superproducción propia de la década que ensombreció en taquilla y en elogios a la inglesa Robin Hood, el magnífico, producción cercana al telefilme que se estrenó también ese mismo año.

Un tiempo después, en 1993, Robin Hood sería objeto de parodia por el especialista Mel Brooks en Las locas, locas aventuras de Robin Hood, irregular comedia que supuso la última aparición del mítico personaje en la gran pantalla. Aunque cabe mencionar también que ha tenido su pequeño hueco en series de televisión, como en la ochentera y poco conocida Robin de Sherwood (1984) o la más reciente Robin Hood (2006), espantosa versión juvenil producida por la BBC.

Decididos a explorar o, mejor dicho, explotar una y otra vez las mismas historias, cuentos, leyendas y personajes de siempre (El Rey Arturo, Los Tres Mosqueteros, Sherlock Holmes...), Hollywood no ha podido resistirse a realizar, una vez más, una nueva versión acorde con los tiempos que corren. Esto significa hacer una producción más realista y cruda, que se aleje de la leyenda y se acerque, lo máximo posible, a la figura real de aquél famoso ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.

Inglaterra, siglo XIII. Robin Longstride (Russel Crowe) es un magnífico arquero que lucha al servicio del rey Ricardo Corazón de León contra las tropas francesas. Años y años apartado de su hogar por la guerra, Robin decide regresar a casa cuando Ricardo muere en el asedio a un castillo francés. A su regreso a Nottingham, Robin entrega la corona del rey a su hermano Juan (Oscar Isaac), sucesor en el trono. Éste se convierte ipso facto en el nuevo gobernante de Inglaterra, y empieza a dirigir el país con mano férrea. En un intento ruín de enriquecerse a costa de un debilitado, empobrecido e indefenso pueblo, Juan decide cobrar a la fuerza unos impuestos que le permitan reinar con todos los lujos posibles a su alcance. Para llevar a cabo tales y exorbitantes impuestos, pone al cargo a su amigo Godfrey, (Mark Strong) quién saquea a los habitantes de Inglattera con el uso de la fuerza.

Estos actos ponen al pueblo en contra del nuevo Rey, lo que debilita su posición ante el enemigo francés. Como ya estaba planeado, esta situación beneficiará a Godfrey, quién aprovechará para traicionar a Juan y ayudar a los franceses a conquistar tierras inglesas.

Dispuesto a defender su patria y a lady Marion (Cate Blanchett), la mujer de la que se ha enamorado, Robin tomará partido en el asunto, y juntará a un valiente y leal grupo de guerreros para intentar unir al pueblo y hacer frente a los invasores.


Lo que en un momento empezó llamándose “Nottingham”, con Russel Crowe como el Sheriff de Nottingham y Christian Bale en el papel de Robin Hood, pasó luego a considerarse como una dupla del propio Crowe para ambos papeles. Finalmente, la cosa quedó en Crowe como el famoso arquero y Matthew Macfayden (Frost/Nixon) el malvado Sheriff. En este punto, cambió también el título, y pasó a llamarse simplemente “Robin Hood”.

La idea que se tenía en mente era la de contar una historia diferente a las que hubiésemos visto hasta el momento. Conocer al personaje desde sus orígenes, antes de convertirse en la leyenda que todos conocemos. Para ello se contrató a los guionistas Ethan Reiff y Cyrus Voris, responsables de Kung Fu Panda, que vieron como su guión no convencía -a Crowe, a quién menos- y sufría la reescritura de Brian Helgeland, autor de L.A. Confidential, Mystic River o El fuego de la venganza.

El supuesto trío amoroso entre Robin, Marion y el sheriff desapareció, y se decidió enfocar la historia por otros derroteros no tan románticos.

Más interesados en los acontecimientos políticos e históricos de la época, se decidió ubicar a Robin dentro del grupo de arqueros del ejército del rey Ricardo I de Inglaterra en un momento en que el país se encontraba en plena bancarrota debido a la guerra contra Francia. Este conflicto dejó al pueblo sumido en la miseria, ya que el dinero y los hombres con suficiente edad para empuñar un arma fueron destinados al combate.

Este es el contexto de esta película, y la historia de Robin Hood se desarrollará entre la muerte del rey Ricardo y la elaboración de la Carta Magna.

El primer tramo de la película nos muestra la feroz contienda que llevan a cabo ingleses contra franceses. Ahí vemos por primera vez a Robin Longstride, un arquero de entre tantos que lucha a cambio de una buena paga con la que mantenerse. La muerte del rey supone un punto de inflexión que, debido a otra circunstancia, impulsará a Robin y a sus compañeros a abandonar la lucha y regresar a sus hogares.

En cumplimiento de una promesa hecha a un noble caballero, Robin se dirigirá a Nottingham, y ahí es donde conocerá a Lady Marion.

El resto es un revoltijo de traiciones, injusticias, venganzas, linchamientos, coqueteos y canciones.

Algunas voces se quejaban del exceso de diálogo y la falta de acción de la película. Lo cierto es que eso no supone un problema si esos diálogos merecen la pena y la trama y los personajes son lo suficientemente atractivos como para sostener el film sin necesidad de mucha pirotecnia. Y así ocurre aquí.

Las batallas y diversos combates más potentes y espectaculares se concentran básicamente al inicio y al final de la película, siendo la parte intermedia la destinada a desarrollar la historia en sí y a sus personajes.

Respecto a lo primero, Scott vuelve a demostrar su enorme destreza tras la cámara para las escenas de lucha, como ya hizo en la exitosa y oscarizada Gladiator o en la fallida El Reino de los cielos (el director’s cut mejora considerablemente el pestiño exhibido en cines, pero no lo suficiente como para considerarla realmente buena). Los enfrentamientos son espectaculares y enérgicos, y la mayoría rodados con cinco o doce cámara a la vez, lo que permite un mayor campo de visión y enfoque del escenario y sus combatientes; lo que luego permite seleccionar y componer las secuencias de la forma más dinámica e intensa posible, dejando muchas veces lugar a la espontaneidad de los propios actores, especialistas y extras.


El transcurso de la historia es de lo más llevadero, con lo que dudo que el espectador pueda llegar a aburrirse en ningún momento, pese a contar con un metraje de casi dos horas y media.

Los personajes están bien perfilados, tanto en lo que respecta a sus virtudes como a sus debilidades. Identificamos fácilmente la posición que ocupa cada uno de ellos en la historia y su propósito en ella. En ese sentido, los personajes claves son Robin Hood, Lady Marion, Godfrey y el rey Juan, apoyados éstos por diversos secundarios que les complementan a la perfección, aunque algunos de ellos queden en un plano demasiado secundario (el consejero interpretado por William Hurt o los compañeros de Robin)

Hay que destacar que la película hace gala, de vez en cuando, de un adecuado y picarón humor, que ayuda a hacer un poco más ligera la trama. Los Merry Men, es decir, los compañeros de Robin, aportan su toque cómico en varios momentos, al igual que el simpático fraile –y apicultor- interpretado por Mark Addy (Full Monty), que conserva las características que siempre ha mostrado en las distintas versiones realizadas (su propensión a la bebida, que no falte)

También la relación amorosa que se establece entre Robin y Marion es amena. Lo que empieza como una unión de conveniencia y a disgusto sobre todo para ella, va poco a poco convirtiéndose en una relación de respeto y luego afecto.

Los piques iniciales son divertidos, y en conjunto, su historia no resulta empalagosa ni demasiado forzada, y se beneficia bastante de la compenetración entre ambos intérpretes. También es de agradecer –a mi gusto- que no hayan emparejado a Crowe con una jovencita tal como se pretendía al principio (Sienna Miller era la candidata rumoreada), sino con una mujer sólo cinco años menor que él. No tanto por alejarse de la constante habitual de emparejar puretillas con jovencitas, ya que cansa un poquito, sino por la credibilidad que necesita el tipo de personaje que es Marion, una mujer que durante los 10 años de ausencia de su marido, habiéndose casado siendo jovencita, ha tenido que cuidar con autoridad de sus tierras, y eso la ha hecho valerse por sí misma sin necesidad de tener un hombre a lado, manteniendo así un orgullo, una dignidad y una tenacidad inquebrantables. Y ese papel lo lleva adelante Cate Blanchett con asombrosa naturalidad.


Por su parte, Russel Crowe poco tiene que demostrar a estas alturas, por mucho que algunos no le soporten. No es precisamente el tipo más simpático del mundo, pero eso no debe utilizarse para medir –y despreciar- su calidad interpretativa, la cual ha quedado demostrada en numerosas ocasiones, haciendo gala además de una notable versatilidad (muy recomendable su intervención en “El Dilea”, de Michael Mann)

Evidentemente, el papel de héroe lo afronta siempre con garantías. Y como ya ocurría en Gladiator, el guión le permite lucirse bastante en ese aspecto. No faltan las peleas cuerpo a cuerpo, las risas y colegeo entre compañeros, los arrumacos con Marion o los discursos estimulantes a la muchedumbre. Y si ya las lecciones de jinete las traía aprendidas, aquí el actor ha aprendido a usar el arco como si hubiera nacido con uno bajo el brazo.

Del resto del elenco tampoco se pueden sacar pegas. Desde el despreciable Godfrey, interpretado por Mark Strong, cuyo rol de villano domina a la perfección, hasta el eficiente Oscar Isaac como el déspota rey Juan, pasando por veteranos de la talla de William Hurt, cuya sobria interpretación casa adecuadamente con su personaje.

Kevin Durand -muy activo últimamente- con sus dos metros de altura interpreta a un imponente y atlético Little John, al que casi siempre hemos visto como un tipo oriundo y fortachón. Scott Grimes, visto en series como Urgencias o la sobresaliente Hermanos de Sangre (dato curioso: también era el niño de 14 años que hacía frente a los Critters en las dos primeras entregas de la saga), interpreta alegremente a Will Scarlet; y el debutante Alan Doyle, cantautor en la vida real, es el trovador que ameniza algunos pasajes de la cinta.

Danny Huston y Matthew Macfadyen tienen una aparición bastante discreta. El primero porque interpreta al rey Ricardo, que como ya se ha comentado, muere al comienzo; y el segundo porque su personaje, el Sheriff de Nottingham, no es vital para la trama que aquí nos cuentan.

A destacar también a Eileen Atkins como la solemne Leanor de Aquitania, y al siempre impecable Max Von Sydow, que a sus 81 años sigue dando el callo y ofreciendo lo mejor de sí mismo.

Técnicamente, la película es excelente, como ya era de esperar tratándose de una superproducción. Grandes decorados construidos para la ocasión y acabados digitales convincentes para algunas tomas panorámicas que requieren de mayores escenarios y/o de mayor cantidad de elementos de relleno (ya sean barcos, edificios o personas) Además de un apropiado vestuario de Janty Jates, que ya ganó un Oscar por su magnífico trabajo en Gladiator y que colabora por quinta vez con el director.

Las imágenes vienen acompañadas de una potente y épica banda sonora a cargo de Marc Streitenfeld, compositor que ya ha trabajado con Scott componiendo el score de Red de mentiras, American Gangster y Un buen año, además de supervisar el apartado musical de El reino de los cielos.

Con todo ello, “Robin Hood” es una espectacular, épica y emocionante película de aventuras. Una suerte de precuela que termina ahí donde todas las demás empiezan; cuando la leyenda de Robin Hood no hace más que comenzar.

Una visión distinta de este emblemático héroe y un espectáculo francamente recomendable.



Lo mejor:
la perfecta mezcla entre acción, humor y romance.

Lo peor: que algunod esperen más acción de la que hace falta.


Valoración personal: Muy Buena

jueves, mayo 06, 2010

“Noche loca” (2010) - Shawn Levy

crítica Noche oca / Date Night 2010 Steve Carell Tina Fey
Es muy probable que en un breve espacio de tiempo nos empachemos de comedias – con su poquito de acción- protagonizadas por matrimonios o parejas. A principios de año se estrenó “¿Qué fue de los Morgan?”, una especie de “remake” de “A las duras y a las maduras”, pero sustituyendo a Tim Allen y Kirstie Alley por Hugh Grant y Sarah Jessica Parker (¿la pareja más detestable que se ha visto nunca en pantalla? Probablemente sí); hace unas semanas nos llegó “Exposados”, con Gerard Butler y Jennifer Aniston como exmarido y exmujer reencontrando de nuevo el amor en medio de una trama que recordaba un poco a la ochentera “Huida a medianoche”. En cuestión de meses se estrenarán dos más: “Noche y día”, protagonizada por Tom Cruise y –una histriónica y aparentemente insoportable- Cameron Díaz; y “Killers”, con Ashton Kutcher y Katherine Heigl –ambos difíciles de soportar- emulando, a su manera, al Brad Pitt y a la Angelina Jolie de “Sr. y Sra. Smith”.

Y esta semana aterriza en nuestras carteles “Noche loca”, que prueba suerte reuniendo a Steve Carell y a Tina Fey, quienes han tenido bastante éxito y reconocimiento en la pequeña pantalla gracias a las series “The Office” y “Rockefeller Plaza (30 Rock)”, respectivamente.

Phil (Steve Carell) y Claire Foster (Tina Fey) son un matrimonio bien avenido que reside, junto a sus dos hijos, en una casa a las afueras de New Jersey. Los Foster tienen por costumbre salir una noche a la semana para desconectar de la rutina diaria, relajarse y tener un poco de tiempo para ellos. En esa noche “especial” acuden siempre a la taberna Teaneck de la localidad, y mantienen las habituales conversaciones intrascendentes de siempre, intentando, en vano, recuperar un poco la chispa amorosa de antaño. Aunque ganas y humor no les falta.

Después de saber que dos de sus mejores amigos –otro matrimonio con hijos– se van a separar tras una vida similar a la suya, Phil y Claire empiezan a temer que les ocurra lo mismo a ellos. Dispuesto a evitar que la anodina rutina diaria termine por hundir su matrimonio, Phil decide cambiar el plan habitual y sorprender a Claire llevándola a un selecto restaurante de Manhattan. Sin embargo, su plan tiene un fallo: no han hecho reserva.

En vista de la cantidad de gente que abarrota el local y temiendo que su cena termine de nuevo en Teaneck, deciden hacerse pasar por los Tripplehorn, una pareja que tenía reserva y que no se ha presentado.

Lo peor que podía pasar es que los descubrieran, o eso creen ellos. Y es que la cosa se complica con la llegada de un par de tipos que buscan a los verdaderos Tripplehorn porque, al parecer, éstos han robado algo a uno de los mafiosos de la ciudad.

Pese a explicarles la verdad de lo sucedido, los matones no les creen. Y a punta de pistola, a Phil y a Claire no les queda otra que seguirles la corriente, jugar al despiste con ellos, y tratar de escapar en el momento que tengan una oportunidad.

Lo que iba ser una cena romántica para reavivar la llama del amor se convierte en una verdadera pesadilla en la que corre peligro su matrimonio… y sus vidas.



Phil y Claire son un matrimonio hastiado por la rutina. Dedican todo su tiempo al trabajo, a la casa y a sus hijos, y están tan cansados que cuando están juntos apenas se dedican unos mimitos. Pero nunca llegarían a imaginar que su intento de evitar que su relación se hunda acabaría por convertirse en una peligrosa huída por las calles de Nueva York perseguidos por unos tipos armados con pistolas.

Hacerse pasar por los Tripplehorn es la decisión que desencadenará todo el desafortunado lío. A partir de ahí, las desventuras de los Foster serán constantes.

Lo cierto es que no estamos ante una trama muy complicada (simplona, más bien), y de seguro ésta nos recuerda un poco a otras películas. Y es que las confusiones de identidad han servido tanto para hacer comedia, véase “El hombre con un zapato rojo” (remake, por cierto, de una película francesa de los 70), como para relatarnos una historia de puro suspense, como hizo Hitchcock en “Con la muerte en los talones” (mi preferida de toda su filmografía)

Aquí predomina el tono jocoso y los gags hilarantes. La trama está al servicio de su pareja protagonista, y hay que decir que la química entre Steve Carell y Tina Fey es total. Es gracias a su buen hacer y al escaso metraje que la película se ve con una sonrisa en la boca.

El ir de un lado para otro, huyendo de sus perseguidores e intentando recabar pistas para saber en qué se han metido, es lo que da lugar a situaciones, a veces, bastante absurdas. Pero esa absurdez es el principal atractivo de la película. La disparatada persecución en coche por las calles de Nueva York, con el típico “taxista-negro-gritón” de por medio, es una de las secuencias más destacables de la película, junto al surrealista baile que se pegan Carell y Fey en el local de striptease.


Dentro de lo absurdas o descabelladas que parezcan las situaciones, el humor se mantiene casi siempre al margen del ridículo (puede que en algún momento lo sobrepase), gracias sobre todo a la comicidad que hay entre sus protagonistas y a la simpática labor del resto de secundarios que les acompañan. Ahí tenemos, por ejemplo, a Ray Liotta (SPOILER-- el mafioso Joe Miletto, como no podía ser de otra forma—FIN SPOILER), William Fichtner (nada que ver con el Alex Mahone de Prison Break), Mark Walhberg (luciendo pectorales), James Franco (que necesita un buen pelotazo taquillero para reivindicarse) y Mila Kunis (mucho mejor que en sus últimas apariciones en las mediocres “El libro de Eli” o “Max Payne”, pero tan mona como siempre) ; también andan por ahí Mark Ruffalo y Taraji P. Henson en pequeños papeles, más el cameo del cantante Will.I.Am, miembro de los Black Eyed Peas. Jimmi Simpson y Common (los dos matones que persiguen a los Foster) cumplen también en sus respectivos papeles.


Lo cierto es que viendo la –deprimente- filmografía del director Shawn Levy, cuyo mayor éxito fue el sleeper “Noche en el museo”, el resultado es bastante mejor de lo que cabría esperar. Buen ritmo durante la justita hora y media, y cachondeo constante.
“Noche Loca” es una divertida comedia que tiene, en su pareja protagonista, su mayor baza.

Lo mejor: Steve Carell y Tina Fey, sin lugar a dudas.

Lo peor: el muy escaso protagonismo de algunos personajes secundarios que podían haber dado más de sí.


Valoración personal: Correcta