martes, diciembre 28, 2010

Mi “Wishlist” Fnac

Wishlist Fnac

Si soléis visitar mi otro blog, Amazing Movies, quizás ya sepáis de qué va esto, pero si no es así, no os preocupéis porque os informaré de ello en los siguientes párrafos.

Los grandes almacenes Fnac han organizado un fantástico concurso para alegrarnos un poco más estas navidades. Y en qué consiste, os preguntaréis; pues en elaborar una lista con los regalos que te gustaría recibir o regalar para estas navidades. La lista debe componerse de productos que se puedan adquirir en Fnac, realizando la selección a través de su web. El importe debe ser igual o inferior a 2.011 euros, y cada producto debe ir enlazado con su ficha en fnac.es y acompañado de su importe correspondiente.

El ganador recibirá un vale de 2.011 euros para gastarlos en Fnac.

Podéis participar a través de Facebook o con vuestro blog. Como yo no estoy inscrito en dicha red social, pues lo hago a través del ‘Concurso de lista de deseos Whishlist para Bloggers’. Y tras participar con Amazing Movies, me comentaron que podía realizar otra wishlist a través de mi otro blog, es decir, Diario de una mente perturbada, así que aquí está mi nueva lista de regalos:


Informática

Samsung E65 eBook 6"- 279 €
Wacom Bamboo Special Edition Pen & Touch S Tableta gráfica - 119,90 €
Compaq SG3-250es PC sobremesa – 399 €
Pack: WD TV HD Media Player Reproductor Multimedia + Iomega Prestige Portable Compact Edition 320 GB Disco duro portátil PC - 151,56 €


MP3, telefonía y GPS

Apple iPod Classic 160 GB Black Reproductor de MP3
- 233 €


Imagen y sonido

LG 32LE3300 LED 32" - 449 €
Philips DC-570 Altavoz de pie para iPod- 209 €


Cine



Total: 2008,45 €


La fecha límite para participar es el 31 de diciembre. Quizás sea algo justito si aún no os habéis apuntado, pero por intentarlo que no quede, así que aquí os dejo las bases:

concurso y bases bloguers


Saludos y Felices Fiestas a todos ;)

domingo, diciembre 12, 2010

"Franklyn" (2008) - Gerald McMorrow

critica Franklyn 2008 Gerald McMorrow
Esta es una de esas cintas que a uno le llaman la atención desde que ve sus primeras imágenes por la red. Sin duda, lo que más me sedujo en un primer momento fue esa estética victoriana y oscura de la que hacía gala. Claro que muchas veces no vale sólo con el apartado visual para atraer al espectador, y por eso “Franklyn” contaba además, con una historia bastante interesante.

Jonathan Preest (Ryan Phillippe) es una especie de detective vigilante que oculta su rostro bajo una máscara (recordando un poco al Rorschach de Watchmen). Preest deambula por las calles de Meanwhile City, una ciudad gobernada por El Ministerio, un poder religioso y enigmático que durante siglos ha controlado a los ciudadanos a base de imponerles la religión como modo de vida único. Todos en la ciudad tienen una religión a la que mostrar devoción y fe. Pero Preest se niega a ser una oveja más del rebaño, siendo así el único ateo de Meanwhile City y por ello, siendo perseguido por El Ministerio. La lucha de este vigilante nocturno consiste en intentar evitar que las sectas capten más adeptos, siendo un tipo llamado El Individuo su principal objetivo, después de que este matara a una niña de 11 años como sacrificio a su Dios.

Paralelo a este mundo, se encuentra el Londres contemporáneo. Aquí, el foco de atención son Emilia (Eva Green), una suicida en potencia; Milo (Sam Riley), un joven desamparado tras la anulación de su boda pocos días antes de celebrarse; y David (Bernard Hill), un hombre que busca a su hijo desaparecido.

Pese a toda la parafernalia victoriana, “Franklyn” no deja de ser la típica película de vidas cruzadas al estilo “Crash”, “Babel” o “Cuatro vidas/The Air I Breathe”.

A lo largo de su visionado, uno va siguiendo las vidas de los cuatro personajes, aparentemente sin ninguna relación entre ellos, hasta que, por supuesto, llegue el desenlace y los caminos de los cuatro se encuentren. Y la verdad es que la película podría haber quedado mejor si se hubiera suprimido a dos de esos personajes, Emilia y Milo. Su nexo de unión es demasiado endeble y forzado, en un intento por parte del director/guionista de darle una trascendencia mayor a la historia, pero quedándose más bien a medio camino en todas y cada una de sus intenciones.


Todo lo que acontece en Meanwhile City es de lo más sugerente, y funciona como un poderoso mecanismo para captar nuestra atención. La relación que ese mundo mantiene con el Londres contemporáneo –y que descubriremos una vez avanzado el metraje- está muy bien trazada, y quizás el director tendría que haberse ceñido a esos únicos parámetros para desarrollar toda su historia. Y es que una vez terminada la función, uno se pregunta cuál era el propósito de todo, además de inscribir una subyacente crítica al fanatismo religioso.

Dicho de una forma más clara, las historias de Milo y Emilio acaban siendo un pegote que distrae al espectador, y que encima no resultan mínimamente interesantes, dado que tampoco terminan de estar bien desarrolladas. Eso también se convierte en un lastre para desarrollar convenientemente la historia de Preest y de David. Y es que una vez empezamos a entender qué significado tienen Meanwhile City y Jonathan Preest en la historia, más que responder a nuestras dudas, lo que hace es crearnos un mayor número de incógnitas y preguntas que al final quedan descolgadas y sin respuesta. Demasiadas incoherencias para que todo tenga un sentido; demasiados cabos sueltos que se quedan sin concretar; demasiada parafernalia estética utilizada más como reclamo para nuestros sentidos que para tener validez narrativa sólida dentro de la trama.

Aunque nunca llega a ser tediosa del todo, la verdad es que la película se hace un poco pesada, especialmente por ese juego a cuatro bandas que termina por empalagar al espectador.


El mundo de Meanwhile City es un recurso narrativo muy atractivo pero totalmente desaprovechado. Demasiadas inconsistencias argumentales, frases grandilocuentes y diálogos pomposos que no van a ninguna parte. McMorrow se ha preocupado más por maravillar al espectador con su puesta en escena que por contar algo que nos pueda quedar en el recuerdo.

Puede que la película necesite de un segundo visionado para captar todos los detalles que se nos muestran y que podrían escapársenos en un primer intento, no digo que no, pero a uno se le quitan rápidamente las ganas de hacerlo. Su fascinante estética y su cautivadora banda sonora no son motivo suficiente para perder nuevamente hora y media de mi tiempo; tiempo que podría dedicar a otros menesteres o incluso a una película menos pretenciosa pero más satisfactoria.

Muy bonita y, en cierto modo original, muy trascendental e incluso interesante en sus intenciones, pero falsamente profunda, artificiosa y repleta de cabos sueltos y forzadas coincidencias (esto último, habitual en este tipo de cintas sobre vidas cruzadas)

Puede que “Franklyn” sea una de esas películas a las que algunos les fascina y a otros les deja más bien indiferente. Desgraciadamente, un servidor se encuentra en el segundo grupo (y no por culpa de unas expectativas previas, que conste). Viendo los resultados, lo raro es que pasados casi dos años desde su estreno en el Reino Unido, se hayan molestado ahora en estrenarla en España.


Lo mejor: la estética futurista/victoriana.

Lo peor: el exceso de personajes y cruce de historias para una película que hubiera funciona mejor prescindiendo de estas.


Valoración personal: Regular

viernes, diciembre 03, 2010

“Megamind 3D” (2010) - Tom McGrath

Megamind 3D 2010 Tom McGrath
Tras el bajón taquillero -y también artístico- de “Monstruos contra Alienígenas”, Dreamworks parece haber vuelto a encontrar el camino del éxito, aunque por vías bien distintas.

La más inusual ha sido concibiendo una película con una historia de calidad y unos personajes entrañables como pocas veces se ha visto en la filmografía de la compañía. Obviamente, me estoy refiriendo a ‘Cómo entrenar a tu dragón’, una de las mayores sorpresas del año en el campo de la animación. Hiccup y su dragón han conseguido acortar las distancias que separan a Dreamworks de Pixar, y puede que este año el Oscar en su categoría esté más reñido que nunca (que cada uno elija su favorita; yo ya lo he hecho)

La otra vía ha sido apostar por el caballo ganador, es decir, estrenar otra secuela de su saga más taquillera: Shrek. Pese al evidente agotamiento de la misma y a la generalizada decepción con la tercera entrega, “Shrek, felices para siempre” sigue teniendo tirón entre el público, y lo demuestran sus más de 700 millones de dólares recaudados en todo el mundo (casi 250 más que el dragón, habiendo costado ambas exactamente lo mismo) ¿Estamos seguros que esta cuarta será la última?

Pero el estudio de animación fundado por Spielberg parece no tener suficiente, y a poco por terminar el año, estrena su tercer largometraje: “Megamind”.

“Megamind” es un supervillano cuyo mayor deseo es conquistar Metro City. Desgraciadamente, cada intento por conseguirlo ha desembocado en fracaso por culpa del superhéroe con capa llamado “Metro Man”, el protector de la ciudad.

Pero la mala suerte de Megamind cambia por completo el día que consigue, por fin, deshacerse de su enemigo. El superhéroe muere y el supervillano triunfa. Megamind cumple su ansiado sueño y se adueña de Metro City. Sin embargo, pasado un tiempo se dará cuenta que el tenerlo todo le deja sin objetivos, convirtiendo su vida en una aburrida monotonía.

Él es un supervillano, y como tal, necesita un superhéroe que le de la contra. Por ello, ingenia un nuevo plan: crear un héroe contrincante llamado “Titán”. Para su desgracia, el tiro le sale por la culata, y Titán no quiere ser un superhéroe sino un supervillano, uno que no se conforma con conquistar Metro City, sino que pretende destruirla.

Ahora Megamind deberá resolver el entuerto que él mismo ha creado, y deshacerse no ya de su rival, sino de su directo y más poderoso competidor. Aunque para eso haya que convertirse en el héroe.

La última producción de Dreamworks supone la enésima vuelta de tuerca a las películas de superhéroes (y van…). Pixar ya hizo la suya con “Los Increíbles”, y ellos no podían ser menos (incluso en ambas cintas el inesperado supervillano es… ¡pelirrojo!)

La historia de Megamind se construye teniendo como mayor referente a Superman, el superhéroe por antonomasia. Y esto es algo que queda patente nada más empezar la película.
Tras el conocido recurso de empezar por el final, el propio Megamind, voz en off mediante, nos cuenta sus orígenes y los de su eterno rival, Metroman.

El destino quiso que ambos fueran a parar al mismo planeta, la Tierra, pero la mala fortuna fue la que acompañó a Megamind desde bien pequeñito debido a su poco agraciada apariencia y a sus desafortunados intentos por gustar a los demás. Y mientras uno se convertía en un ídolo de masas, el otro, rechazado por la sociedad, buscó refugio en el mal.

Una de las perversas costumbres de Megamind es secuestrar a la periodista Roxanne Ritchi, la supuesta novia del héroe. Cada intento de tender una trampa a su rival ha resultado fallido… hasta ahora. La muerte de Metroman supone un antes y un después en su carrera por conquistar Metro City. Pero quién iba a decirle al azulado cabezón que su sueño iba a reportarle tanta tristeza…


Los guionistas le dan la vuelta a los habituales clichés de las películas superheroicas, buscando siempre la complicidad con el espectador, más cuando se trata de rememorar al Superman de Donner (atención a uno de los disfraces de Megamind, un guiño por partida doble al personaje al que quiere emular y al otro mítico que interpretó ese mismo y célebre actor)

Y es que la película no está exenta de referencias, y seguramente los fans de los superhéroes encuentren en ella muchas más de la que un servidor es capaz de advertir. A fin de cuentas, y como ya he comentado más arriba, la trama alude constantemente al hombre de acero. No es casualidad que Metroman nos recuerde a él, tanto por su aspecto como por sus poderes; ni que la chica por la cual suspira nuestro protagonista sea, de profesión, periodista/reportera.

Quizás eso le reste algo de originalidad al guión, pero lo cierto es que sus responsables (debutantes en esta tarea) han sabido aprovechar todos estos conocidos referentes (incluso en el apartado musical se permiten un guiño a Iron Man justo cuando Megamind aparece con su robótico traje) y todos esos tópicos del (sub)género para crear una simpática comedia que funciona tanto como parodia como en calidad de homenaje. Aunque por encima de todo, sea lo primero.

Y lo hace teniendo al villano como pilar de la trama. Un villano que, por supuesto, no será tan malo cómo pretende aparentar. En ese aspecto, recuerda a la reciente “Gru, mi villano favorito”. De hecho, los dos quieren hacer el mal, pero la pifian continuamente. Y ambos, desprovistos de superpoderes, utilizan ingeniosos artilugios y sofisticados vehículos (compartiendo también un atractivo diseño retro) para llevar a cabo sus fechorías. Y, por supuesto, tanto uno como otro reciben la ayuda de sus secuaces (genial el Esbirro pez de Megamind; un auténtico robaescenas)


Pero bajo esos guiños, esos divertidos gags (unos más que otros), y esos espectaculares enfrentamientos con Metro City como ring, subyace también una historia de amor con el cuento de “El patito feo” –en este caso, el patito malo- como telón de fondo.

Así es como aprovechan para hablarnos de los prejuicios, de la voluntad y el esfuerzo por querer cambiar tu destino, de la responsabilidad que conllevan las decisiones que tomamos, etc.

Y todo esto amenizado con una excelente animación, un 3D bastante bien aprovechado (la temática se prestaba a ello) y un buen puñado de canciones (temazos de AC/DC, The Clash, Minnie Riperton, Michael Jackson…) fácilmente reconocibles y que, inevitablemente, dejan en un segundo lugar la banda sonora compuesta por Hans Zimmer (que ya hizo lo propio con las dos entregas de Madagascar) y Lorne Balfe (curtido éste en la compañía del propio Zimmer)

“Megamind” es una ocurrente y muy entretenida parodia de las películas de superhéroes. Y muy probablemente serán los fans de éstas quienes más la disfruten.

No está al nivel de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ (le falta el puntito dramático y entrañable de aquella), pero tampoco supone un bajón considerable en la calidad que Dreamworks viene ofreciendo últimamente. Y puede que sea la única película de superhéroes en la que los bailecitos de los protagonistas no provocan vergüenza ajena (siguen siendo igual de prescindibles, pero en una comedia –y de dibujos- se toleran)


Lo mejor: los guiños; la vuelta que le dá a los clichés de las películas de superhéores (cortadas casi todas por el mismo patrón, dicho sea de paso)

Lo peor: Después de la notable ‘Cómo entrenar a tu dragón’, puede que se la infravalore.


Valoración personal: Correcta

viernes, noviembre 12, 2010

"Imparable" (2010) - Tony Scott

critica Imparable 2010 Tony Scott
Las películas con vehículos fuera de control casi podrían considerarse todo un subgénero. Centrándonos en las que tendrían a un tren como “protagonista”, y excluyendo así cintas catastróficas como “Aeropuerto” o “La aventura del Poseidón”, tendríamos que destacar la setentera “El puente de Cassandra“, film que reunió a algunas viejas glorias del cine clásico como Burt Lancaster, Ava Gardner , Richard Harris o Sophia Loren, para embarcarlos (salvo Lancaster) en un tren infectado por un virus mortal, y debiendo su título al lugar al que éste debía dirigirse con tal de evitar un desastre mayor.

La moda catastrofista setentera no sólo afectó a Hollywood sino que, un año antes incluso de que se estrenara ésta, en Japón ya rodaron “Pánico en el Tokio Express (The Bullet Train)”, película en la que unos terroristas colocaban una bomba en un tren de alta velocidad que realizaba su trayecto entre Tokio y Hakata. El quit de la cuestión residía en que si el tren bajaba de los 80 km/hora, la bomba estallaba. ¿Y de qué nos suena esto? Así es, en los 90 “Speed” trasladó similar argumento a un autobús urbano de Los Ángeles, convirtiéndose de unas de las mejores películas de acción de todos los tiempos y también en una de las más imitadas. Hubo un pésimo telefilme – Runaway Car- protagonizado por Judge Reinhold (Superdetective en Hollywood), en el que era un coche el que estaba fuera de control; e incluso el propio Jan de Bont quiso repetir la jugada con la cochambrosa “Speed 2”, en la que toda la acción transcurría a bordo de un lujoso transatlántico (de nuevo con Bullock pero sin Reeves y sin el más mínimo interés)

Pero para trenes fuera de control, tendríamos que volver al pasado y recordar la ochentera “El tren del infierno”, con dos presos, Jon Voight y Eric Roberts, fugándose de la cárcel en un tren a cuyo maquinista le daba un infarto (lo bueno es que tenían a Rebecca De Mornay haciéndoles compañía)

Si dentro del tren introducimos el elemento “terrorista”, la película deviene siempre en una especie de “Jungla de Cristal” en movimiento, como así pudimos comprobar con “Alerta Máxima 2”, cuya primera entrega ya era un pseudo plagio de la de McClane, sólo que en un barco.

Pero Steven Seagal no sería el único héroe de acción sobre raíles, ya que en 2002 Van Damme haría lo propio en “Sin Control”, otro de sus infames subproductos de videoclub. Y antes que estos dos, un Pierce Brosnan pre-Bond haría lo mismo en el telefilme “El tren de la muerte”. Y es que la televisión es la que ha sacado más provecho de la fórmula del tren peligroso, ya sea de nuevo con un virus mortal (“Lasko. El tren de la muerte”, con Arnold Vosloo) o con una carga nuclear (“Atomic Train”, con Rob Lowe)

Ahora es Tony Scott el que amplía la lista con “Imparable”.

Un tren cargado de material altamente tóxico e inflamable avanza descontroladamente llevándose todo lo que se le pone por delante. Un veterano mecánico ferroviario (Denzel Washington) y un joven conductor (Chris Pine), urdirán un ingenioso plan para intentar pararlo antes de que descarrile en un área densamente poblada y provoque un desastre nacional.

Scott abandona el metro de Nueva York y, tras “Asalto al tren Pelham 123”, se sube a un tren de Pensilvania para entregarnos una frenética película de acción inspirada en un hecho real. Obviamente, el cine se toma sus licencias a la hora de trasladar sucesos reales a la gran pantalla, por lo que siempre es preferible que usen el término “inspirada” antes que el ”basada”, aunque a veces las diferencias sean mínimas.

Los protagonistas de la hazaña son Frank Barnes (Washington) y Will Colson (Pine).

Barnes es un veterano ingeniero de ferrocarriles con 28 años de experiencia a sus espaldas. Vive centrado en su trabajo, lo que hace que a veces descuide un poco su relación con Maya y Nicole, sus dos hijas de 18 y 19 años (un par de jamelgas que animan la vista al espectador)

Un buen día, le asignan un nuevo compañero, el novato conductor Will Colson. Colson llega a la empresa “por enchufe” tras una mala racha profesional y personal, y como consecuencia de la nueva política que lleva a cabo la empresa: despedir a los ferroviarios más veteranos para reemplazarlos por jóvenes recién formados (y más baratos, por supuesto)

En estas circunstancias, Will empieza su primer día de trabajo con Frank a bordo de una vieja locomotora, la 1206. Sus personalidades chocan debido a la diferencia de edad y de experiencia que les separa, amén también de su actitud y la distinta forma con la que ambos afrontan las adversidades de la vida.

Sin embargo, deberán dejar sus diferencias y sus problemas personales a un lado cuando descubran que un tren descontrolado circula por su misma vía.


Amén de la pareja protagonista, que son los que soportan la mayor parte del peso de la película, la historia cuenta también con otros personajes que se suman a la difícil situación con tal de hallar una rápida y satisfactoria solución. En ese sentido, tenemos a Connie Hooper, la controladora de trenes -interpretada por Rosario Dawson- que está en contacto directo con Frank y Will al otro lado de la radio. Ella es la voz de la razón, una mujer fuerte e inteligente que sabe manejar la situación con sentido común y sin perder los nervios.

Cuenta, además, con el apoyo del ayudante de estación, Ned (Lew Temple), y con Werner, un inspector de seguridad enviado para una visita turística de unos escolares y cuyos conocimientos resultarán de mucha utilidad para resolver el entuerto. Desgraciadamente, por encima de todos ellos está el jefe de Connie, Galvin (Kevin Dunn), un cretino cuyo único interés reside en evitar la catástrofe minimizando al máximo las pérdidas económicas que el suceso pueda ocasionarle a la empresa.

Todos ellos son parte de la trama. Una trama sencilla pero efectiva que Scott maneja con habilidad para que aguante casi dos horas de metraje sin que se haga pesada o reiterativa.

Aunque el motor de la historia sea la acción en sí misma, Mark Bomback, guionista de La jungla 4.0 y La montaña embrujada, encuentra lugar en el guión para definir bien a sus personajes principales, de modo que resulten verosímiles y, de algún modo, el espectador pueda empatizar con ellos. Aunque se trate sólo de unas pinceladas, éstas son suficientes para que la vertiente dramática funcione y le dé un plus a una trama que busca, ante todo, la tensión y la emoción a través del espectáculo. Un espectáculo que el director nos sirve con el mayor grado de realismo posible.

Y es que Scott, como artesano de la vieja escuela que es, rueda las secuencias de acción prescindiendo prácticamente de efectos digitales. Esto es beneficioso precisamente para conferir credibilidad a todo lo que transcurre ante nuestros ojos, y potenciando la implicación y disfrute del espectador, que contempla cómo los especialistas e incluso los propios actores (Washington subiéndose al techo del tren en el tramo final) se juegan el cuello en el rodaje de dichas escenas. Es como tener una película de los 90 hecha ahora, y dónde sólo se recurre al ordenador si realmente es necesario (cosa que me parece genial)


Pero no sólo en ese sentido hablamos de un tono más o menos realista, sino que Bomback y Scott intentan que las situaciones más peligrosas no parezcan una insultante fantasmada, y aunque haya lugar para los momentos heroicos tan característicos de este tipo de producciones, por lo menos uno no siente que le están tomando el pelo (no como en el fantoche y patriotero desenlace de su “Asalto al tren Pelham 123”)

Quizás sea debido a que tampoco tenemos a un grupo de terroristas secuestrando al tren sino que el accidente es producto de la negligencia -e inutilidad- de un par de despreocupados ferroviarios, por lo que las heroicidades deben ir en consonancia. Por el contrario, esto implica también que el clímax final quizás no sea lo intenso y espectacular que uno desearía.

En cuanto al reparto, tan sólo se puede apuntar que todos cumplen sobradamente con lo que se les pide. Washington se encuentra a gusto en este tipo de papeles, y más dirigiendo Scott, con el que coincide por quinta vez y con quién nos dejó en un par de peliculones como “Marea roja” y “El fuego de la venganza”. Pine nos sorprendió a todos con su carismática interpretación en “Star Trek”, y aunque aquí no puede desplegar todo su potencial, queda claro es que más que una cara bonita (si elige bien, tiene carrera por delante) Y Dawson se desenvuelve con soltura en un papel menor que, gracias a Dios, no es el típico de mujer florero.

Respecto a Dunn, resulta curioso su papel de “malo de la función”. Quizás sea una “venganza personal” de Scott por participar en Hot Shots, la mítica y divertida parodia de su exitosa Top Gun (y de la cual está preparando ya la tardía secuela)

Mención especial también a Lew Temple como el cowboy a galope de su 4x4 que aparece justo cuando más se le necesita.

“Imparable” es una trepidante película de acción ideal para devorar palomitas. Ni es un peliculón ni reinventa nada, pero Scott sabe cómo entreternos con los mecanismos y recursos de toda la vida. Por tanto, entretenimiento garantizado para una digna heredera de Speed.


Lo mejor:
la verosimilitud que le otorga la casi ausencia de efectos digitales.

Lo peor: algunos detalles visuales -los molestos ralentís- típicos del estilo videoclipero de Scott.


Valoración personal: Correcta

viernes, octubre 29, 2010

“The Town - Ciudad de ladrones” (2010) - Ben Affleck

crítica The Town Ciudad de ladrones 2010 Ben Affleck
A mediados-finales de la pasada década, Ben Affleck vivió algunos de los mejores momentos de su carrera. En 2006 ganó en Venecia la Copa Volpi al Mejor actor por su –correcto - trabajo en “Hollywoodland”, y un año más tarde debutó en la silla de director con “Adiós pequeña, adiós”, un notable thriller aplaudido por la crítica y con el que también se ganó el favor del público.

Affleck co-escribió su ópera prima basándose en una novela de Dennis Lehane, escritor cuyas otras obras han tenido también una muy buena traslación a la gran pantalla de la mano de dos grandes del cine como Clint Eastwood (Mystic River) y Martin Scorsese (Shutter Island).

En su faceta de guionista, el actor ya apuntaba maneras cuando elaboró junto a su amigo Matt Damon el guión de “El indomable Will Hunting”, con el que se llevaron el Oscar al Mejor Guión Original.

Para su segunda película, Affleck ha apostado por otro novelista, Chuck Hogan, autor cuyo primer libro, “El asedio”, logró un gran éxito de ventas, y que con “El príncipe de los ladrones”, que es la base de esta “The Town”, recibió el premio Hammet, galardón otorgado por la International Association of Crime Writers y que recibe dicho nombre por el escritor Dashiell Hammett (reconocido por su labor en la novela negra)

En Boston se producen más de 300 robos cada año. Y un barrio de 1.600 kilómetros cuadrados llamado Charlestown ha dado más ladrones de vehículos blindados y bancos que ningún otro lugar de EE.UU.

Uno de ellos es Doug MacRay (Ben Affleck), líder de un grupo de implacables ladrones de bancos que se enorgullecen de coger lo que quieren de forma limpia. La única familia que tiene Doug es la de sus socios criminales, especialmente Jem (Jeremy Renner), quien, a pesar de su temperamento peligroso e irritable, es lo más parecido a un hermano que Doug haya tenido nunca.

Sin embargo, todo cambia tras el último trabajo de la banda en el que Jem utilizó la fuerza bruta y cogió como rehén a la directora de la entidad, Claire Keesey (Rebecca Hall). Cuando Jem descubre que Claire vive en su mismo barrio, se pone nervioso y quiere comprobar qué es lo que ha visto. Temiéndose la peor respuesta por parte de su colega, Doug decide encargarse por su cuenta del problema. Busca a Claire, y fingiendo un encuentro casual (sin, por supuesto, revelar su identidad) trata de averiguar si sabe algo que pudiera comprometerlos.

En el momento en que su relación con Claire pasa a convertirse en un apasionado romance, Doug decide cambiar de vida y de ciudad. Pero se encuentra con dos grandes escollos: los Federales, liderados por el agente Frawley (Jon Hamm), que van pisándole los talones; y Jem, que cuestiona su lealtad al enterarse de su relación con Claire. Doug deberá tomar una difícil decisión lo antes posible, y elegir entre delatar a sus amigos o perder a la mujer que ama.


Tras el buen sabor de boca dejado por “Adiós pequeña, adiós”, apetecía seguir de cerca la carrera de Affleck como director, especialmente cuando dejó claro que se manejaba mucho mejor detrás de las cámaras que delante.

Su segunda propuesta, The Town, es un poco la típica película de cacos y ladrones. De hecho, sus personajes están bastante estereotipados, y lo que ocurre a lo largo del metraje suena de déjà vu constante, si bien Affleck sabe cómo manejar sus cartas para hacer que la historia resulte interesante pese a lo previsible de la misma. Y es que en ese sentido, debo admitir ya de entrada que la película no ha colmado del todo mis expectativas. Quizás el problema sea mío, pero lo cierto es que esperaba encontrar algo diferente, y no algo tan tópico (y que hay que achacarlo a la novela de Hogan y no a la labor de los guionistas)



Tenemos a un grupo de ladrones de furgones, cuyo líder, nuestro protagonista, encuentra el amor de forma inesperada en una rehén de su último atraco. Y, como no podía ser de otra forma, la pasión que surge entre ellos hará que el ladrón se replantee su delictiva vida y busque un cambio en ella (otra profesión, otro hogar…)

Para ponérselo difícil, tenemos primero a Jem (Renner), su mejor amigo y como un hermano para él. Jem es un tipo leal, pero también impredecible, de actitud inestable y ciertamente violenta. Y eso acarrea serios problemas tanto a la hora de llevar a cabo los atracos como en intentar buscar una solución al reciente conflicto surgido con Claire (la única persona que, quizás, podría delatarles)

Gracias a una buena construcción de personajes, comprendemos fácilmente el vínculo de amistad que une a Doug y Jem, pese a lo diferente de sus temperamentos. Y también conseguimos creernos la relación entre Claire y Doug, aunque suene un tanto apresurada. Y es que al fin y al cabo, la trama de la película va más sobre una cuestión de decisiones de vital importancia y que pueden condicionar, para bien o para mal, el resto de tu vida, que de meros atracos y persecuciones policiales (que los/as hay y están muy bien ejecutados/as)

Aunque el contexto sea el crimen en la ciudad de Charlestown (que pasaría por otro personaje más de la historia), donde al parecer la profesión de ladrón pasa de padres a hijos como una herencia generacional (algo que queda reflejado en el film a través de Chris Cooper, que interpreta al padre de Doug), lo que realmente trasciende sobre la misma es la actitud de Doug en relación a esos dos frentes que se abren ante sus narices, esa encrucijada en la que se ve inmerso tras enamorarse de Claire.

Tener a la policía soplándole el cogote no es algo que a le preocupe demasiado, ya que en su trabajo es muy meticuloso y la banda evita dejar pistas que puedan vincularlos con los atracos. Y aunque Claire podría ser un posible cabo suelto, considera que podrá manejar bien la situación para que eso no suponga ningún problema.

Pero Doug no cuenta con la astucia del agente Frawley, un federal que sabrá cómo ponerle las cosas difíciles, ni tampoco con la dura y amenazante presión de Fergie, el mafioso para el que lleva a cabo todos sus trabajitos, y que por supuesto no permitirá que se vaya de rositas sin obligarle antes a perpetrar otro gran golpe.


The Town relata la historia de un ladrón entre la espada y la pared. Una historia de amor entre una mujer honesta y respetable y un hombre cuyo entorno (la familia, los amigos, la propia ciudad…) le han llevado por el mal camino. La historia de dos amigos enfrentados, uno que quiere cambiar de vida y otro que cree que el único camino posible es el que eligió seguir desde su tierna infancia (y aquí un hecho del pasado de Doug y Jem será relevante para entender mejor su postura)

En base a eso, cabe decir que la dirección de Affleck es eficaz. Sabe darle un ritmo adecuado, desarrollando la trama sin prisas pero tampoco sin que se haga pesada, y procurando retratar de forma convincente los distintos personajes que la conforman (ahí también entraría la exnovia drogadicta y hermana de Jem)

Las contadas escenas de acción, que corresponden a los atracos y persecuciones/enfrentamientos policiales, están rodadas de forma realista, sin efectismos de ningún tipo, y recordando un poco al estilo de Michael Mann. De hecho, esta The Town bien podría pasar por una hermana menor de “Heat”. Y digo menor porque la historia ya no sorprende tanto y porque está falta de un duelo interpretativo de altura que perdure en la memoria. Y también, quizás, porque aunque la labor de Affleck es más que decente, quizás resulte algo fría o, dicho de otro modo, le falte ese brío y esa fuerza que la hagan trascender en el tiempo y que, tras su visionado, deje un poso en el espectador.

En cuanto al reparto, quizás el mayor error (tampoco excesivamente criticable o molesto) de Affleck haya sido reservarse el papel protagonista para sí mismo. No es que su actuación sea mala (más bien modesta), pero no me cabe la menor duda que un actor con más tablas hubiera ofrecido un Doug MacRay de mayor peso.

Del resto no hay queja ninguna (y menos de Jeremy Renner), aunque centrándose más en la trama amorosa, probablemente la participación de Jon Hamm sepa a poco (y por consiguiente, la trama policial quede algo deslucida) y secundarios de lujo como Pete Postlethwaite o Chris Cooper nos parezcan algo desaprovechados (aunque darles más minutos quizás hubiera desviado nuestra atención hacia lo que realmente nos interesa: los conflictos internos de Doug)

La crítica no ha tardado mucho en ponerla por las nubes, y si bien no me ha disgustado en absoluto, tampoco me parece tan brillante y soberbia como la mayoría apunta. Y es que quizás, acostumbrados a la mediocridad imperante, se tienda a alabar en exceso aquellos buenos films que, desde luego, están por encima de la media y/o destacan sobremanera de entre el resto de producciones.

De todas formas, “The Town” es un buen thriller dramático que, entre otras cosas, demuestra que Affleck ha encontrado su verdadera vocación y que “Adiós pequeña, adiós” no fue un golpe de suerte. Un diamante en bruto cuyo talento, aún por pulir, puede darnos futuras alegrías.


Lo mejor: la credibilidad de los personajes; el tramo final.

Lo peor: que sea tan tópica; que le falte fuerza a la dirección de Affleck.


Valoración personal: Correcta-Buena

viernes, octubre 22, 2010

“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” (2010) - Zack Snyder

crítica Ga'Hoole La leyenda de los guardianes 2010 Zack Snyder
Tras la decepcionante carrera comercial de –la mayormente infravalorada- “Watchmen”, Zack Snyder no podía permitirse otro paso en falso y apostó por una producción con menos riesgos: una película de animación para todos los públicos.

Teniendo cercano en la memoria el éxito de “Happy Feet”, Warner Bros. le confió el proyecto de “Legend of the Guardians:The Owls of Ga'Hoole” basado en una serie de libros infantiles/juveniles de la escritora americana Kathryn Lasky.

Snyder pasaba así de llevar a la gran pantalla una novela gráfica de culto prácticamente imposible de adaptar a trasladar al cine unos cuentos para niños; de la rigurosa clasificación R al más factible PG; del cine para adultos al cine para toda la familia; de la violencia a los buenos sentimientos… Y todo ello manteniéndose fiel a su particular estilo visual y sin perder un ápice de la épica que ya le caracteriza.

La película cuenta la historia de Soren, una joven lechuza criada en el Bosque de Tyto y fascinada por las historias épicas que su padre le cuenta, a él y a sus hermanos, sobre los guardianes de Ga’ Hoole, unos legendarios guerreros que lidiaron una dura batalla para salvar a toda la población de lechuzas de los malvados “Los Puros”.

Mientras Soren sueña con unirse algún día a sus héroes, su hermano mayor, Kludd, se burla de él y anhela cazar, volar y robarle el favor de su padre a su hermano pequeño. Finalmente los celos de Kludd provocan que ambos sean capturados por Los Puros, quienes planean convertirlos en obedientes soldados.

Soren, que pronto consigue escapar de las garras de sus captores, emprenderá un viaje de vital importancia... Contando con la ayuda de otras jóvenes y valientes lechuzas, Soren cruzará el mar y atravesará la niebla para encontrar el Gran Árbol, el hogar de los legendarios guardianes; la única esperanza para vencer a Los Puros y salvar el reino de las lechuzas.


“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” adapta los tres primeros libros de un total de 15 que Kathryn Lasky ha escrito sobre su saga de Los guardianes de Ga Hoole. Así que si la película funciona en taquilla, cosa que de momento está por ver, la Warner Bros. tendría franquicia para rato.

Por ahora, toca valorar esta primera película, y lo cierto es que cuenta con suficientes alicientes para ser del gusto del público, aunque éste es tan impredecible que nunca se sabe a ciencia cierta qué películas encumbrará y qué otras desterrará a los confines del olvido.


Snyder nos cuenta una historia de aventuras en la línea más tradicional del género, sólo que en un contexto animal y con unas lechuzas (que no búhos) como absolutas protagonistas. Ahí es donde radica la gracia de la cinta, aunque también es algo que a muchos les echa para atrás. Algo extraño, teniendo en cuenta que a estas alturas hemos visto infinidad de películas protagonizadas por todo tipo de animales (e incluso insectos, juguetes, coches, robots…)

Quizás unas lechuzas viviendo una aventuras que bien podrían protagonizar unos humanos suene algo descafeinado, pero lo cierto es que Snyder y su equipo de guionistas consiguen sumergirnos fácilmente en la historia, permitiendo que los rasgos comunes de este tipo de films no se vean minimizados por el hecho de tener a una aves luciendo armaduras y peleando en épicas batallas.

De todas formas, lo primero que hay que resaltar de esta película es su excelente factura técnica/visual. La hiperrealista animación goza de un acabado impecable. El grado de realismo de los animales y los distintos escenarios es sobresaliente, pero además se dota a los primeros de la expresividad suficiente como para que su aspecto no supongo ningún hándicap a la hora de transmitir emociones (potenciando sobre todo la mirada) Además, sus animadores han procurado fantasear lo justo y necesario para que sus movimientos y sus acciones fueran los más cercanas posibles a la realidad (las distintos gestos, las piruetas… todo fluye con mucho dinamismo pero también con plausible credibilidad, sin forzar demasiado el “todo vale si es animación”)

Por supuesto, además del aspecto meramente técnico, cabe resaltar también el conceptual, ya que tanto los personajes como los paisajes tienen un diseño exquisito. Cada raza de lechuza está perfectamente diferenciada, pero dentro de cada raza, también cada individuo tiene sus propios rasgos que le diferencian del resto. Esto ayuda mucho a que reconozcamos cada personaje aún en el fragor de la batalla, que es cuando es más fácil confundirlos.

Por supuesto, semejante trabajo queda visualmente potenciado por la espectacularidad que Snyder aporta las imágenes. Secuencias no sólo de gran carácter épico sino también de gran belleza (los vuelos en mitad de la tempestad, etc.)



Muchos dirán que Snyder abusa de la cámara lenta, y lo cierto es que no puedo estar más en desacuerdo con esa afirmación. Al menos aquí sabe cómo y cuándo utilizarla, dándole un uso recurrente a lo largo del metraje pero sin excederse; demostrando que es un recurso tan legítimo como cualquier otro y que, bien empleado, no tiene por qué resultar molesto o cansino (y menos ser el argumento oficial para echar pestes de su director)

Aquí el cada vez más imprescindible 3D (si eres un blockbuster o producción destinada a hacer dinero) le da un plus a la imagen, haciéndola bastante más atractiva a los ojos del espectador (en lo atañe sobre todo a las escenas de lucha y de vuelo). Y es que es en este tipo de películas (las de animación), donde mayor beneficio se le saca a la moda estereoscópica.

Adentrándonos ya en la historia en sí, no deja de ser un poco lo de siempre: la eterna lucha del bien contra el mal representada aquí mediante la guerra entre razas rivales (los puros vs todos los demás); el joven valiente y entusiasta que de la noche a la mañana se convertirá en héroe; el hermano envidioso del protagonista cuyos celos le llevarán al lado oscuro; el maestro que enseña al joven aprendiz… Todo lo típico de la literatura infantil/juvenil está en Ga’Hoole, así que en ese aspecto, pocas novedades o sorpresas.

Soren sueña despierto con las leyendas que le cuenta su padre, y con la llegada de los Puros trazando su pérfido plan, se presenta la oportunidad de su vida para convertirse en uno de esos legendarios guerreros que tanto ha idolatrado. La joven lechuza afrontará con valentía peligros inimaginables y hará frente a un enemigo más fuerte que él. Sin embargo, la bondad de las lechuzas prevalecerá por encima de la maldad de los Puros, quienes sucumbirán ante la astucia y la poderosa unión de sus rivales.

Por supuesto, quién acude a una película de estas características ya sabe lo que se va a encontrar, así que el quit de la cuestión reside en que el director sepa contar lo mismo de siempre con suficiente acierto como para que el público salga satisfecho de la sala. Y por supuesto, Snyder lo consigue.

Los 90 minutos de metrajes son, ante todo, entretenidos, y aunque la acción es un componente importante de ellos, también hay tiempo para el humor (aunque no abunde en exceso) y para desarrollar lo justo tanto la historia como sus principales protagonistas (el aprendizaje en el vuelo y en la lucha, la evolución –hacia caracteres distintos- de Soren y Kludd…) A eso hay que unirle esos buenos sentimientos que procuran transmitir estas producciones, y que en este caso serían principalmente el creer en uno mismo y luchar por tus sueños, la capacidad de autosuperarse ante las adversidades o el constatar lo nocivos que son la envidia y el rencor.

Por supuesto, esta moralina entra sin problemas ya que no cae en el sentimentalismo barato ni tampoco pretende aleccionar a nadie. Forma parte intrínseca de la historia bajo la máxima de entretener al espectador.

Igualmente, se nota que ha sido una película concebida con cariño y respeto hacia el género. Tiene alma, que es precisamente lo que falta la mayoría de producciones de fantasía en carne y hueso, y aunque no llegue a emocionar como debiera (ahí Pixar sigue siendo la campeona) y el guión peque de simple y previsible, lo cierto es que sigue siendo un producto disfrutable y visualmente espectacular (3D aparte)

A destacar también una notable banda sonora a cargo de David Hirschfelder (Elizabeth, Australia), en la que destacan unos potentes coros que confieren la dosis adecuada de épica a la partitura.

“Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes” es una entretenida aventura animada para toda la familia. Ideal para los pequeños de la casa, que seguramente sean quienes más la disfruten, pero igualmente amena para los más mayores.

El universo Ga’ Hoole puede dar mucho más de sí en futuribles secuelas, pero para que eso ocurra, esta primera entrega deberá convertirse en un éxito o, como mínimo, resultar rentable.


P.D.1: Superada la prueba de fuego para Snyder en el campo de la animación, y cruzando los dedos para que algún día le den luz verde a la nueva “Heavy Metal”.

P.D.2: Antes de la proyección de la película, nos obsequiaron -al estilo Pixar- con un cortometraje del Coyote y el Corre-caminos pasados por el tamiz de la animación CGI y el 3D. Estos cortos (tres en total) suponen la antesala de una serie de 26 episodios de media hora titulada "The Looney Tunes Show" que Warner Bros. tiene planeado estrenar en breve para televisión. El primero apareció en “Como perros y gatos: La revancha de Kitty Galore”, el segundo nos lo han mostrado con el film de Snyder y el tercero acompañará a la inminente el “El oso Yogi”.

Lo cierto es que el corto estuvo simpático, en la línea habitual de esta entrañable serie. El look moderno le sienta de maravilla y ofrece muchas posibilidades (y si no que se lo digan a Scratch) A los más mayorcetes nos traen muchos buenos recuerdos (añorando sobre todo la animación tradicional), pero estoy seguro que los peques de ahora también los disfrutarán (de ahí que se proyecten con los estrenos cinematográficos más enfocados al público infantil)


Lo mejor: la hiperrealista animación; la espectacularidad y belleza que Snyder impregna alas imágenes.

Lo peor: que cuente la historia heróica de siempre.


Valoración personal: Correcta

sábado, octubre 09, 2010

“Wall Street: El dinero nunca duerme” (2010) – Oliver Stone

crítica Wall Street El dinero nunca duerme 2010 Oliver Stone
Después de rodar “Platton”, soberbio film sobre la Guerra de Vietnam que le valió distintos galardones, entre los cuales destacan 4 Oscars y 2 Globos de Oro, Oliver Stone se embarcó en otra guerra, la guerra de las finanzas de Wall Street en Nueva York. Para ello, qué mejor título para la película que “Wall Street”, dejando claro el tipo de historia que nos iba a contar.

En aquella cinta, Charlie Sheen interpretaba a Bud Fox , un joven y ambicioso corredor de bolsa cuyo mayor deseo era trabajar con el hombre que más admiraba, Gordon Gekko (Michael Douglas), un tiburón de las finanzas, un hombre sin escrúpulos que en poco tiempo había conseguido reunir una gran fortuna en el mundo de la bolsa.

Bud lograba introducirse en el círculo privado del todopoderoso Gekko, colaborando con él en sus negocios e inversiones, y encontrando así el dinero y el poder que tanto ansiaba, pero perdiendo u olvidando por el camino sus valores morales.

Con Wall Street, Stone metió el dedo en la llaga en el mundo de los negocios norteamericano, realizando un retrato mordaz sobre el poder y la ambición de las instituciones financieras y sus “reyes” del capitalismo.

Más de dos décadas después, el director recupera el personaje de Gordon Grekko en esta secuela situada durante la crisis financiera que estalló en 2008 y cuyas consecuencias todavía hoy seguimos padeciendo.

En 2001, Gordon Gekko (Michael Douglas), tras cumplir condena en prisión por fraude financiero, blanqueo de dinero y asociación ilícita, es puesto en libertad siendo un hombre aparentemente distinto. Gekko se encuentra fuera de un mundo que en tiempos dominó, y su interés ahora radica en rehacer sus arruinadas relaciones con su hija, aliándose con el novio de ésta, Jake (Shia LaBeouf), quien necesita de su experiencia y recursos para llevar a cabo una particular venganza contra un pez gordo de las finanzas.

“La codicia –a falta de una palabra mejor– es buena” (Greed, for lack of a better word, is good) decía Gordon Gekko en 1987. Una de las frases más emblemáticas de la historia del cine. Una frase que resumía el código de conducta con el que Gekko manejaba sus negocios e incluso su vida personal.

Veintitrés años después, y tras un largo periodo en la cárcel, Gekko recupera su libertad pero no su trono. Él ya no es el rey de Wall Street. Sin embargo, este tiempo que ha pasado tras unos barrotes le han hecho reflexionar y ver el mundo de otra forma. Además, durante esta ausencia, su mujer se ha divorciado de él, su hijo ha muerto y el único miembro de su familia que le queda, su hija Winnie, no quiere saber nada de él. Por tanto, Gekko tiene ahora otra prioridad en su vida: recuperar lo que le queda de familia.

Promocionando su libro, ¿Es buena la codicia?, donde pronostica las graves consecuencias económicas que acarreará la galopante especulación de Wall Street, Gekko conoce a su futuro yerno, Jake Moore, un joven e inteligente agente de patentes que, invirtiendo en energías limpias, gana millones trabajando para la respetable firma Keller Zabel Investments. Desgraciadamente, la buena vida de Jake sufre un drástico cambio cuando por culpa de unos maliciosos rumores las acciones de la compañía caen en picado, y su director Louis Zabel, mentor del muchacho, se ve forzado a vender su empresa a Bretton James (Josh Brolin), un accionista del poderoso banco de inversiones Churchill Schwartz, quien se aprovecha de la situación y compra Keller Label a un precio muy inferior a su valor.

Endeudado y en peligro de perder su puesto, Jake busca consejo en Gekko, quien acepta a cambio de que el joven le ayude a recuperar a su hija, cosa que éste hará a espaldas de su prometida.

Así es como empezará el conflicto de intereses entre los distintos personajes. Todo ello teniendo como marco la crisis financiera de 2008.


Lo cierto es que, por innecesaria que pueda parecernos esta secuela, resulta bastante justificada dentro de su contexto. Se ha conseguido encontrar una historia adecuada y contemporánea que permita a Gekko regresar a la gran pantalla.

El guión de Allan Loeb y Stephen Schiff (en base a una historia escrita por Bryan Burrough) trata un poco de explicar lo que sucedió en la economía norteamericana a finales de 2008. Loeb, acreditado agente de Bolsa y broker, realizó una exhaustiva investigación precisamente en el momento álgido del colapso económico de aquel año.

Factores, entre otros, como la sobrevalorización del producto, la burbuja inmobiliaria o la elevada inflación provocaron la crisis bursátil que derrumbó la economía a nivel mundial.

De hecho, la película empieza y acaba con una sugerente metáfora (la dichosa burbuja) que ejemplifica un poco todo lo que, a nivel financiero, acontece durante la película. Y en este crítico contexto interactúan Gekko y Jake, cada uno con sus respectivos intereses. Gekko queriendo recuperar su anterior estatus mientras trata de acercarse a su hija; dos objetivos en constante choque; y Jake, trabajando para el “enemigo” en busca de la venganza personal, a la vez que intenta conciliar sus deseos idealistas y llevar a buen puerto su relación con Winnie.

Una de los mayores aciertos de Stone cara al público es haber sabido llevar esta historia de un modo muy ameno. No hace falta entender de economía o saber con exactitud todos los hechos y factores que nos llevaron a la crisis económica para entender la película y/o disfrutarla. De hecho, una parte fundamental de la misma se sitúa tras las fronteras de Wall Street, haciendo especial hincapié en las relaciones de sus protagonistas, por lo que la historia no sólo funciona como una especia de documental sobre lo que ocurrió, sino que es la historia de tres personas con sus conflictos interiores, sus aspiraciones, sus debilidades , sus miedos…

Las poco más de dos horas de metraje resultan, ante todo, entretenidas. Algo vital para que, entre tanto, uno vaya acumulando datos y acontecimientos algo más impersonales, más de carácter informativo. Todo ello canalizado a través de sus diferentes personajes, no sólo los de Gekko y Jake, sino también los que interpretan Brolin y, en menor medida, Susan Sarandon.

Michael Douglas vuelve a meterse en la piel de Gekko, rol con el que consiguió el único Oscar de su carrera como actor. ¿Pero es éste el Gekko que conocimos 23 años atrás? En parte sí y en parte no. Aquí tenemos a un Gordon Gekko algo más suavizado, pero igual de manipulador. Circula por el camino de la redención, pero sigue teniendo sus ambiciones, por lo que volverá a empezar desde cero para ser el poderoso hombre de negocios que una vez fue.

Aún así, vemos en él más humanidad de la que veíamos antes. Menos arrogancia también, pero igual cinismo.

Douglas rememora con indiscutible acierto su gran personaje, aunque a ratos me recuerde más al Ben Kalmen de la inédita en España “Solitary man” (comedia que, por cierto, se deja ver con agrado)

Aún así, Gekko ya no impone tanto ni impresiona como antes, y eso se debe al tono ciertamente dulcificado que le otorga Stone (y a que también ha cambiado/evolucionado)

De todas maneras, aquí sus compañeros de reparto también están a un buen nivel interpretativo.


LaBeouf, que con sus trabajos más comerciales se ha ganado el –para mi incomprensible - odio de muchos cinéfilos, vuelve a demostrar su valía como actor (como ya hiciera en Memorias de Queens o Bobby), desenvolviéndose con soltura en su papel del joven agente de patentes Jake Moore.

Además, se aplicó para el papel asistiendo a un curso intensivo sobre finanzas en varias compañías de operaciones bursátiles, y logró aprobar el examen Serie 7, por el cual se convertía en corredor de Bolsa autorizado.

Carey Mulligan, que obutvo un gran reconocimiento por su interpretación en el drama “An Education” (ganó el BAFTA a la Mejor Actriz y consiguió nominación a los Oscars y los Globos de Oro), interpreta convincentemente a Winnie Gekko, quien ve en su padre al culpable de la muerte de su hermano y de la desintegración de su familia. Rompiendo cualquier vínculo con éste, decide tomar un camino distinto al de su progenitor y convertirse en periodista de una publicación digital políticamente progresista. Eso no evita que se enamore de alguien como Jake, que pertenece a ese mundo que tanto detesta (y que no será un problema hasta la llegada de Gordon)
Brolin es Bretton James, el despiadado banquero de inversiones al que Jake responsabiliza de la destrucción de la compañía de su mentor. El actor, que ya había trabajado con Stone encarnando a George W. Bush en “W”, hace un papel correcto para lo que tiene escrito, ya que es el que menos margen tiene para lucirse. Se siente un villano un tanto descafeinado, sobre todo si lo comparamos con el Gekko de su predecesora.

Lo mismo se podría decir de una desaprovechadísima Susan Sarandon como Sylvia, la madre de Jake y una agente inmobiliario víctima colateral de la crisis. Poco papel -y más bien prescindible- para tan gran actriz.

“Wall Street: El dinero nunca duerme” es una amena película y una decente secuela. Le falta la garra y la crudeza de su predecesora, que era mucho más sórdida y agresiva. Esta segunda parte es bastante más amable, pese al tema que trata y a algún duro golpe de efecto hacia el final.

Quizás ello la haga también más accesible al gran público. Sea como sea, ver otra vez a Gekko es un gustazo, disfrutas de los simpáticos cameos y escuchas con añoranza y nostalgia el tema musical de los Talking Heads.

Es probable que los que tienen a “Wall Street” en un altar vean en esta secuela mero oportunismo y salgan bastante o muy decepcionados de la sala. En cambio, aquellos a los que la original les aburrió, puede que ésta se les haga algo más ligera. Con todo, lo cierto es que podría llevar otro título y funcionaría igual, aunque todos sabemos que tirar del pasado puede hacer ganar público extra, especialmente ahora que Stone está en horas bajas.


Lo mejor: que pese a su estatus de innecesari y tardçia secuela, valga la pena.

Lo peor: es algo más blanda en beneficio a una trama más centrada en el tema de la redención y la reconciliación paternal que en la ambición o la venganza.


Valoración personal: Correcta

viernes, octubre 01, 2010

“Buried (Enterrado)” (2010) – Rodrigo Cortés

crítica Buried (Enterrado) 2010 Rodrigo Cortés
Tras sus primeros pinitos con una súper-8 y diversos cortometrajes en su etapa adolescente, Rodrigo Cortés consiguió acaparar las miradas de los profesionales con “15 días”, un cortometraje rodado a modo de falso documental que entusiasmó a la crítica y acumuló más de 50 premios (nacionales e internacionales), convirtiéndose en el corto más premiado de la historia del cine español.

En los años posteriores, Cortés se dedicó al rodaje de videoclips y de numerosos trabajos publicitarios, hasta que en 2007 debutó con su primer largometraje, “Concursante”, una interesante y agresiva sátira hacia el -oscuro y tramposo- sistema financiero mundial. La película se llevó el Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de aquél año, demostrando así que estábamos ante de los realizadores más prometedores de nuestro país.

Dichas sensaciones parecen haber quedado confirmadas con su segundo trabajo, “Buried (Enterrado)”, película que por su paso por el Festival de Cine de Sundance cosechó ovaciones al final de cada proyección y alabanzas unánimes de la crítica especializada. Semejante éxito ha contribuido, entre otras cosas, a que la prestigiosa revista Variety incluya su nombre en su lista de los «10 directors to watch» del año 2010, es decir, de los diez directores a seguir la pista este año. Una lista en la que han figurado cineastas como Christopher Nolan, Wes Anderson, Alejandro González Iñárritu o Michael Winterbotton, y en la que solamente han tenido el honor de aparecer dos españoles: Juan Carlos Fresnadillo en el año 2002 y ahora Rodrigo Cortés.

Después de tanto reconocimiento, tan sólo restaba comprobar por uno mismo la calidad del film. Servidor ya ha tenido el placer de hacerlo, y el resto de espectadores tendrán su oportunidad a partir del 1 de Agosto.

Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí ni por qué.

En su interior, dispone de muy poco oxígeno, y su único contacto con el exterior es mediante un teléfono móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura. Tras largos minutos de agonía, Paul descubrirá que ha sido secuestrado y que salir vivo del ataúd dependerá de que en 90 minutos alguien pague su rescate…


Tras unos elaborados títulos de crédito muy a lo Saul Bass (clara referencia que ya percibimos por primera vez en uno de los carteles promocionales) empieza la película en la más absoluta oscuridad. En estos primeros minutos, el sonido es el que lleva la voz cantante y el que pone en situación al espectador.

Más tarde, y a la tenue luz de un mechero, sabremos que nuestro protagonista es un tipo que se acaba de despertar enterrado en un ataúd. Su nombre u otros detalles de su vida privada y profesional se nos irán revelando a medida que transcurran los minutos y a través de las llamadas que, desesperado, éste realizará con la intención de pedir ayuda.

Todas aquellas preguntas que acontecen al protagonista son las mismas que se plantea el espectador, pues la información es exactamente la misma para ambos. Nosotros nunca vamos un paso por delante de Paul sino que resolvemos las incógnitas a medida que él las resuelve.

La agónica, frustrante y desesperada situación que está viviendo Paul se apodera de nosotros desde el primer instante. El espectador se sumerge dentro de la historia nada más empezar la película y la catarsis con el personaje va en aumento según avanza el metraje, no sólo haciéndonos testigos del suceso sino incluso llegando a experimentar la misma sensación de agobio y claustrofobia que Paul. Uno no puede despegar ni un solo momento la mirada de la pantalla.

Cortés consigue un grado mayúsculo de empatía con el personaje centrándose exclusivamente en un único escenario: el ataúd.


Sin mostrar el exterior ni ningún otro escenario ni personaje, el director logra que el espectador esté dentro del ataúd con Paul. De este modo, sufrimos por él de forma muy intensa y llegamos a compartir su constante ansiedad y su rabia.

Cualquiera podría pensar que, móvil en mano, la solución para salir del ataúd está a su alcance. Nada más lejos de la realidad…

Demasiada burocracia y demasiada incompetencia (amén de cierta desidia) le desesperan con cada llamada (he aquí parte de la crítica que subyace en la historia). A cada nuevo intento por localizar a alguien que pueda ayudarle, Paul ve menguar considerablemente sus posibilidades de salir con vida del encierro. No sabe exactamente dónde está ni si podrán localizarlo a tiempo. La angustia (suya y nuestra) crece y crece, y su estancia en la caja de madera se va volviendo cada vez más insoportable, pese a los pocos momentos en los que logra encontrar la calma.

Tampoco son pocas las adversidades o retos que Paul afrontará en el interior del ataúd. En algunos momentos, quedarse sin oxígeno o sin batería en el móvil será el menor de sus problemas.

Cortés impregna el relato de emoción y sobre todo ritmo. Una historia que, a priori, parece imposible o, en todo caso, muy difícil de rodar, él hace que parezca algo fácil.

Otorga dinamismo a la narración cambiando frecuentemente la posición de la cámara, buscando siempre el ángulo o el movimiento (travelling de retroceso, plano de rotación…) más adecuado.

Esto es indispensable para que la filmación no se haga reiterativa ni pesada (qué fácil sería mantener un plano fijo todo el rato y dejar que el actor haga el resto)
Se consigue, por tanto, una fluidez que permite, entre otras cosas, explorar el habitáculo en el que se encuentra Paul desde casi todos los rincones posibles.

De hecho, todo el dinero que se han ahorrado en exteriores o platós lo han invertido en la construcción de distintos ataúdes, cada uno convenientemente ajustado y acondicionado a los requisitos que requerían las distintas secuencias.


El director introduce elementos (léase utensilios, personajes, peligros, etc.) que enriquecen la sencillez de la trama, procurando que siempre estén ocurriendo cosas que mantengan nuestro interés, y permitiendo que la escasa hora y media que dura la cinta no sólo no se haga aburrida sino que tampoco se sienta estirada, algo que menudo ocurre con este tipo de historias.

Por otro lado, inyecta unas agradecidas pinceladas de humor que ayudan a aliviar un poco la tensión imperante, de modo que no nos quedemos sin uñas demasiado pronto y podamos coger un poco de aire para afrontar el siguiente acontecimiento.

Hay que destacar también la sutileza con la que se introduce la notable banda sonora compuesta por Victor Reyes, ya que se recurre a ella en momentos muy puntuales, dejando que la mayor parte del tiempo sean las imágenes las que lo digan todo. Y es que el recurso musical sirve para intensificar la angustia, pero hay veces que la propia acción la hace del todo prescindible; e incluso esa ausencia de música, dejando sólo los golpes y los gritos, hace que el impacto sea aún mayor y más real.

Mención aparte merece la risueña canción (en clave claramente irónica) que aparece durante los títulos de crédito finales, y que ha sido compuesta por Cortés y Reyes.

Pero pese a todos esos cuidados aspectos técnicos, al potente guión y a la destreza en el uso de los pocos recursos de los que se dispone, nada de esto llegaría a buen puerto sin la estoica interpretación de Ryan Reynolds, el único actor presente delante de la cámara y en quién recae todo el peso de la película.

Reynolds demuestra una gran entereza física y psicológica, pues dudo que el rodaje haya sido coser y cantar (de hecho, acabó con la espalda hecha trizas y con quemaduras en los dedos) No sólo hay que tener en cuenta la dificultad que supone rodar en tan diminuto espacio sino que además logre resultar un Paul Conroy creíble todo el tiempo.

Algo que sin duda ha facilitado esa implicación de Reynolds con su personaje es el haber rodado las escenas de forma cronológica, pudiendo meterse en situación y evolucionar tal cual lo hace Paul. Además, hay planos largos que demuestran la verdadera presión a la que éste se ha sometido con tal de creerse su rol y representarlo con verosimilitud (algo que debería callar algunas bocas o, como mínimo, apaciguar un poco el desprecio y subestimación que muestra su séquito de detractores)

Resultan de especial mención algunos de los momentos más dramáticos de la cinta, ya que están muy bien llevados tanto por parte del actor como del director y del guionista, sin caer en el histrionismo ni en la sensiblería más barata.

“Buried (Enterrado)” es un apasionante e implacable thriller claustrofóbico. Otro claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Ni CGI, ni 3D ni hostias en vinagre; basta con un guión competente, una dirección eficaz y un reparto entregado a la causa. Cine de calidad y made in Spain.


Lo mejor: la empatía con el personaje; la sensación de claustrofobia.

Lo peor: que pocas veces veamos cine (español) de calidad como éste


Valoración personal: Excelente

domingo, septiembre 26, 2010

"Astro Boy (Astroboy)" (2009) - David Bowers

crítica Astro Boy Astroboy 2009 David Bowers imagi
Con sede en Hong Kong y un estudio de desarrollo creativo y de producción en Los Ángeles, nació en el 2000 Imagi Animation Studios, un estudio de animación CGI fundado por la compañía Imagi International Holdings Limited.

Al igual que otros estudios como Pixar, Dreamworks o Blue Sky, el objetivo de Imagi era ofrecer una nueva oferta de productos de animación –series y películas- por ordenador para todos los públicos.

Su primer paso fue probar con series para televisión de carácter infantil como Zentrix, que tuvo una durada de 26 episodios, y Father of the Pride, co-producida junto a Dreakworks Animation y que contó con tan sólo 14 episodios.

En el 2007 estrenaron en cines “TMNT: Tortugas Ninja Jóvenes Mutantes”, su primer largometraje basado en los cómics –y posteriormente serie de televisión- creados por Peter Laird y Kevin Eastman en 1984. Co-producida junto a Warner Bros. Pictures y distribuida internacionalmente por The Weinstein Company, la cinta llegó a ser número uno en taquilla, rentabilizando su presupuesto de 34 millones de dólares en 95 millones de recaudación.

Pese a sus más que evidentes deficiencias narrativas, y a unas críticas bastante frías, TMNT tuvo éxito, y eso animó al estudio a seguir produciendo más películas de animación.

Su siguiente proyecto fue Astroboy, adaptación del popular manga y anime creado por Osamu Tezuka, considerado como el "padre del manga".

La historia de Astroboy se sitúa en Metro City, una ciudad suspendida en el cielo, y en donde el Profesor Tenma realiza una demostración de un nuevo robot llamado "El protector de la Paz", que para su funcionamiento utiliza la energía positiva extraída de un fragmento de meteorito extraterrestre. Pero la extracción de esa energía positiva deja también un residuo de energía negativa bastante inestable y peligrosa. El Presidente Stone, jefe de la armada, ordena sustituir la energía positiva por la negativa, lo que ocasiona un terrible desastre en el que accidentalmente muere Toby, el hijo del Profesor Tenma. Éste, destrozado por la tragedia, decide utilizar sus conocimientos para crear a un súper robot hecho a imagen y semejanza de su hijo, utilizando la energía positiva para darle vida, y el ADN del fallecido Toby para mantener su personalidad y recuerdos intactos.

Sin embargo, en un momento de frustración, Tenma se da cuenta que su hijo no puede ser reemplazado y reniega de su propia creación. Rechazado por su padre y creador, y perseguido por las fuerzas armadas de Stone, cuyo objetivo no es otro que apoderarse del pedazo de energía positiva que alberga en su interior, el pequeño robot huye hasta la llamada “superficie”, lugar donde están todos los robots descompuestos. Allí encuentra nuevos amigos, tanto robots como humanos. A petición de éstos últimos, que desconocen su origen robótico, cambia su nombre real por el de Astro, intentado olvidar así su anterior vida en Metro City, y procurando que sus nuevos amigos lo acepten como uno de ellos.


El manga Astroboy contó con un total de 23 Tomos, y fue serializado en la revista Shonen desde 1952 - fecha de su primera publicación- hasta 1968. Osamu Tezuka fue uno de los pioneros de la animación japonesa, fundando su propia empresa, Mushi Productions, y creando, en 1963, Tetsuwan Atom (aka Astroboy), la primera serie de dibujos animados de Japón. Ésta fue filmada en blanco y negro, teniendo después dos revisiones más en color: una en los años 80 y otra en 2003.

Queda claro pues, que estamos ante uno de los mangas/animes más populares y conocidos de Japón, por lo que esta adaptación tenía que ser lo más respetuosa posible. Lo cierto es que nunca fui seguidor de ninguna de las series que tuvo, por lo que no puedo juzgar el nivel de fidelidad que ofrece este largometraje; pero observando diversas imágenes y videos, puedo constatar que se ha respetado bastante el aspecto de los personajes, aunque con un diseño mucho más estilizado y unas fisonomías más cercanas al estilo de animación occidental (aunque se mantienen los rasgos exagerados, como ojos y narices grandes)


En lo personal, destacaría sobre todo el atractivo diseño de los distintos y muy variados robots que parecen a lo largo de la película, y también los elaborados entornos. En especial, la ciudad de Metro City.

La historia parece ser también bastante similar, aunque es posible que algunos detalles varíen respecto a su homónimo original. Por lo pronto, creo que las causas de la muerte de Toby son distintas, pero si alguien es conocer del anime y ha visto también esta película nos podrá aclarar con exactitud cuáles son las diferencias y las similitudes.

De todas formas, la intención de toda reseña es el análisis de la película en base a la misma y no a las comparaciones que pueda suscitar respecto al material adaptado. Por ello, basta decir que, independientemente de su fidelidad, se trata de una película de animación bastante entretenida y agradable de ver. Se beneficia especialmente de un humor blando y simpático destinado sobre todo al disfrute de los más pequeños de la casa, aunque eso no quita que los adultos también sonrían ante las divertidas situaciones que se producen.

La trama es bastante sencilla, y busca ante todo la diversión mediante personajes entrañables, buenos mensajes (sin caer en la ñoñería o el sentimentalismo baratos) y un poco de acción.

Sus poco más de 80 minutos son un arma de doble filo. Por un lado, son beneficiosos para que el visionado resulte ligero y fluido; por otro lado, impiden un mayor desarrollo de algunos personajes, amén de obligar a que algunas secuencias queden explicadas de forma un tanto apresurada. En ese sentido, podríamos decir que los primeros minutos son los que se ven más afectados, pues después de la muerte de Toby apenas transcurren unos pocos minutos hasta la aparición de su clon robótico. Digamos que se resuelve de forma un tanto precipitada, imagino que para entrar en materia rápidamente y poder ver en acción al personaje protagonista.

La animación, en líneas generales, es bastante correcta. Quizás no esté a la altura de los grandes del sector, pero resulta efectiva y suficientemente dinámica como para otorgar expresividad a los personajes y naturalidad en sus movimientos. Además, el adecuado colorido otorga un plus bastante llamativo al aspecto visual.


La acción se concentra básicamente en el último tramo, donde Astroboy debe hacer frente al “protector de la Paz" del malvado Stone, para evitar que la ciudad de Metro City quede reducida a cenizas por culpa de la energía negativa de la que hace uso su enemigo.

La pelea entre los robots es bastante vistosa dentro de su formato, aunque quizás se sienta demasiado corta. Es evidente que en esta película priman los orígenes del personaje y las relaciones que éste entabla con su padre y los amigos que hace por el camino. De realizarse una secuela, cosa bastante improbable por ahora, el “factor acción” sería potenciado tanto en cantidad como en espectacularidad.

En resumidas cuentas, “Astroboy” es una película de animación amena y apta para todos los públicos. El nivel de calidad del guión ha subido en comparación con TMNT, pero también ha aumentado el presupuesto, y sus 65 millones de inversión han llevado a la bancarrota al estudio, que ha visto como su película no alcanzaba los 20 millones de recaudación doméstica. Ese tropezón ha provocado la desconfianza de las distribuidoras, y por tanto, ha impedido una mayor difusión del producto en el extranjero (en países como en España su estreno ha sido postergado en numerosas ocasiones). Esto se traduce, de nuevo, en una taquilla muy pobre. Está claro que, entre otras cosas, la poca popularidad del personaje en occidente se ha convertido en uno de sus mayores hándicaps.

Imagi Animation Studios tenía en pre-producción otra adaptación anime, Gatchaman (conocida en nuestro país bajo el título de Comando G), y aunque aún mantiene su sede en Hong Kong, su realización pende de un hilo. Podemos ver (aquí el enlace) una especie de trailer promocional y muy prematuro de lo que podría ofrecer el estudio con semejante adaptación, y lo cierto es que no pinta nada mal. Además, con Astroboy ha quedado demostrado que son capaces de hacer cine de animación competente, sobre todo a nivel visual, y sería una lástima que Gatchaman terminara olvidada en un cajón.

Considero que hay bastantes cartoons de antaño que podrían ser llevados al cine con esta tecnología, en vez de optar por la acción real. Así que desde aquí les deseo suerte para que Imagi siga adelante.



Lo mejor: las escenas de acción y el simpático humor.

Lo peor: que por su "culpa" los estudios Imagi terminen cerrando puertas.


Valoración personal: Correcta

viernes, septiembre 24, 2010

Ultramundo, una nueva revista digital


El equipo del blog de cine Ultramundo ha desarrollado su propia revista digital, una loable iniciativa que desde aquí presento a mis lectores.

Otros blogs y webs amigas ya se han hecho eco, y servidor no ha querido tampoco dejar pasar la oportunidad de apoyarles. Y por dos grandes motivos: en primer lugar, porque se trata de una publicación totalmente gratuita y sin ánimo de lucro, algo indispensable para que ofrezca mi espacio personal para publicitarles (de hecho, es la primera vez que hago publicidad ajena); y segundo porque compartimos intereses cinéfilos, y el fanzine dedicará buena parte de sus páginas al cine fantástico y de terror (con lo cual, ya me han ganado como lector). Sin ir más lejos, el primer número, cuya salida se producirá en breve, contará con un especial de la saga Predator, algo que ya queda patente con la imagen que ilustra la portada.

“Ultramundo” será un fanzine digital de tirada trimestral y, obviamente, se distribuirá a través de blogs y webs colaboradoras (esperemos que este blog y Amazing Movies sea unos de ellos)


Si deseáis más información, aquí os dejo un enlace:

Ultramundo


Saludos ;)

viernes, septiembre 17, 2010

“El americano” (2010) - Anton Corbijn

crítica El americano 2010 Anton Corbijn
A lo largo de la década de los 70, Anton Corbijn llegó convertirse en un importante fotógrafo del mundo de la música fotografiando a las estrellas del rock con un estilo muy elegante (mayormente en blanco y negro), y a menudo mostrando la cara más curiosa o extravagante de éstas. En esta etapa de su vida, conoció a bandas como Joy Division, estableciendo un especial vínculo de amistad con su líder y cantante Ian Curtis.

Ya en los ochenta, empezó a experimentar con el vídeo, convirtiéndose en director de videoclips y trabajando para grupos como Depeche Mode, Echo & the Bunnymen, U2, Metallica, Roxette… y de más recientes como The Killers o Coldplay.

Son diversos los casos de directores de videoclips musicales que han dado el salto al mundo del cine, y Corbijn no iba a ser menos, así que en 2007 debutó en el largometraje con “Control”, un drama biográfico sobre la figura de su amigo Ian Curtis centrado básicamente en sus últimos años de vida antes de su trágico suicidio en 1980 (suceso que en 2002 ya pudimos ver reflejado en la muy recomendable –siempre que os guste este tipo de música y tengáis interés en averiguar cómo surgió- “24 Hour Party People”)

Sin abandonar sus dos primordiales ocupaciones, Corbijn parece querer mantenerse cerca del séptimo arte, y lo demuestra presentando este año su segunda película como director: El Americano.

Jack (George Clooney), un solitario asesino, se traslada a Italia después de que un trabajo en Suecia no acabara tan bien como debiera. En su nuevo destino, Jack busca refugio en un pequeño pueblecito medieval para poder encontrar algo de paz.

Una vez allí, decidirá aceptar un nuevo encargo, aunque esta vez no deberá ejecutar a nadie sino fabricar un arma para una misteriosa mujer belga, Mathilde (Thekla Reuten) Entre tanto, Jack entablará una peculiar amistad con el cura del pueblo, el padre Benedetto, e iniciará un romance con Clara (Violante Placido), una bella prostituta.


Corbijn adapta aquí la novela A Very Private Gentleman (Un caballero muy reservado) de Martin Booth. Publicado en los 90, el libro ya se intentó llevar al cine durante esa década, y si bien los esfuerzos de la productora Ann Wingate no alcanzaron su fin, ésta lo ha vuelto intentar contando esta vez con un poderoso aliado, el propio George Clooney (que también ejerce de productor)

El actor interpreta aquí a un asesino a sueldo frío y solitario que busca la redención en una tranquilla y montañosa región de Italia.

Tras atentar, sin éxito, contra su vida, Jack huye de sus captores sin saber si quiera quién quiere verle muerto.

Su nuevo y provisional hogar parece el sitio idóneo para esconderse y mantenerse un tiempo alejado del trabajo. Entre tanto, decide aceptar un encargo de su habitual contacto mientras éste investiga quien anda detrás de él.

La tarea no requiere mancharse las manos de sangre, algo que Jack parece querer dejar atrás, sino que requiere de sus habilidades artesanas para fabricar un arma a medida.

A lo largo de la película, observamos el tipo de vida que lleva Jack. Una vida solitaria en la que no puede, o mejor dicho, no debe hacer amigos o amigas, bien porque no puede fiarse de nadie o porque dichas amistades podrían correr la misma suerte que sus víctimas.



Jack se siente vacío, acechado constantemente y tremendamente solo, por lo que empieza a replantearse tan agria profesión, aunque como él mismo admite, tan sólo se dedica a hacer lo que se le da mejor.

Desde luego, la trama que nos cuenta “El Americano” no es demasiado original, o al menos a estas alturas no nos lo parece (puede que en los 90, cuando la novela fue escrita, aún fuera algo más novedosa que vista ahora en pantalla)

La historia de Jack nos suena a ya vista, y no está exenta de los habituales clichés de este tipo de cine, siendo el más evidente el de la mujer (Clara, en este caso) que hará que el protagonista se replantee su actual existencia. Si además esta moza es otra alma descarriada, pues ya llenamos el cupo de tópicos (a los que se le une el personaje bonachón)

Al igual que Jack, Clara es, a los ojos de Dios, una pecadora. Su primer encuentro es meramente carnal, pero su afán por buscar un poco de luz entre tanta oscuridad, una vía de escape hacia otro futuro, será lo que finalmente los unirá de un modo más emocional que pasional (que también). Por tanto, el amor vuelve a ser el perfecto salvoconducto hacia la redención y la salvación.

Pero el camino del arrepentimiento y del cambio no es fácil. A Jack no sólo le persiguen unos sicarios, sino también sus demonios interiores. Y librarse de ellos es la tarea más complicada.

En ese sentido, el padre Benedetto juega un papel importante a modo de terapia (por llamarlo de alguna forma). Él está acostumbrado a ver el pecado en los ojos del hombre, no sólo por su condición de sacerdote sino quizás también porque él ha sido, en algún momento de su vida, un pecador. Esto les lleva a entenderse bien, pese a pertenecer a mundos distintos. Los dos se dicen más con lo que no se cuentan que con lo que sí, pues saben leer(se) entre líneas. De hecho, la película tiene muy poco diálogo, siendo las conversaciones más interesantes y reveladores las que mantienen precisamente ambos personajes.

El paisaje italiano emerge como un personaje más de la historia, y la laberíntica ciudad de Sulmona resulta ser el escenario ideal para algunos de los momentos más intensos del film, pues detrás de cada esquina o rincón, o al final de cada calle empedrada, puede esconderse su verdugo y la bala que espera, paciente y cautelosa, arrebatarle sus últimos suspiros.


La sobria dirección y el ritmo sumamente pausado -enemigos mortales de todo aquél espere algo más ligero y movidito- le emparentan directamente con los thrillers de los 60 y 70, algo que ya parece querer evocar/transmitir el cartel. Sin embargo, y en esencia, “El Americano” está más cerca del western, pues Jack, cuál pistolero del lejano oeste, llega a un tranquilo pueblo en busca de calma y tranquilidad, intentando pasar desapercibido pero acompañado por las sombras de su pasado y obligado a desenfundar por última vez su revólver. De hecho, no es casual que en un momento de la película, a modo también de pequeño homenaje o guiño, se nos muestre una emisión televisiva de “Hasta que llegó su hora” del gran Sergio Leone (comparten incluso un similar tono lóbrego y crepuscular)

Clooney encarna a la perfección el papel de Jack, un personaje parco en palabras que obliga al actor a transmitirlo todo (emociones, miedos, tensión, deseos…) mediante gestos y miradas. Son especialmente significativas algunas escenas con Clara y Mathilde, que demuestran la contención a la que éste se somete (puede incluso recordarnos un poco a su trabajo en “Michael Clayton”) Por otro lado, demuestra también estar en buena forma física a sus ya 49 años.

Del veterano Paolo Bonacelli, que interpreta al padre Benedetto, no hay nada que reprochar, y las féminas cumplen también con sus respectivos roles, aunque destaque más Violante Placido gracias a su personaje (la ya típica prostituta de trato agradable y buen corazón) y a su espectacular belleza y sensualidad (la cual el director no duda en mostrarnos en todo su esplendor)

Además, junto a ellas Jack vive algunos de los momentos de mayor tensión y suspense (persecución por la ciudad aparte), como el picnic en el bosque o la entrega del arma. Aún así, no estamos hablando de un cinta con mucha acción, y la poca que hay está rodada de forma austera, muy seca y sin artificios; carente pues de toda espectacularidad y ofreciendo el máximo realismo posible.

Si a eso le sumamos la parsimonia con la que Corbijn relata la exigua trama y la ya citada escasez de diálogos, queda claro que no estamos ante una película fácil (avisados quedáis), y SPOILER --- su implacable desenlace –el más obvio y lógico- demuestra que de complacencia hacia el espectador más bien poca --- FIN SPOILER

“El Americano” es un sobrio y pausado thriller dramático que, me temo, gustará a unos pocos y aburrirá a muchos. Es junto a “Syryana” y la citada “Michael Clayton”, una de las películas menos comerciales y menos accesibles de Clooney (quién demuestra, una vez más, que sabe desenvolverse en cualquier género)


Lo mejor: Clooney


Lo peor: lo típica que suena la historia; un ritmo muy lento apto para muy pocos espectadores.



Valoración personal: Correcta