martes, abril 27, 2010

"Increíble pero falso (The Invention of Lying)" (2010) - Ricky Gervais&Matthew Robinson

crítica Increíble pero falso The Invention of Lying
El comediante Ricky Gervais aún no es muy conocido por estos lares, pero el actor, guionista y escritor tiene ya en su haber dos Premios Emmy, tres Globos de oro y tres Premios BAFTA, y gozando de bastante popularidad en el Reino Unido gracias a series británicas como la aclamada “The Office” (que luego tuvo su versión americana con Steve Carrel al frente), “Ricky Gervais Live: Animals” y “Extras”.

Su carrera cinematográfica en suelo yanqui empezó con pequeños papeles secundarios en películas como “Noche en el museo” y “Stardust”, hasta que en el 2008 se estrenó como estrella protagonista en la comedia fantástica “Ghost Town”, bautizada aquí con el espantoso título de “¡Me ha caído el muerto!”. Dirigida y escrita por David Koepp, que por primera vez se acercaba -y con acierto- al género de la comedia, la película cubrió costes de milagro. Y es una lástima que la viera tan poca gente, porque era una cinta bastante simpática y agradable.

Para su nueva película Gervais ha optado por el método “Juan Palomo; yo me lo guiso, yo me lo como”. Ejerciendo de guionista y director junto a Matthew Robinson, Gervais nos plantea un mundo donde no existe la mentira, ni tan siquiera como concepto. Aquí todos dicen la verdad sin importar cuáles sean las consecuencias. Nadie nunca ha dicho una mentira, porque no saben ni lo que es eso.

De pronto, un perdedor nato llamado Mark Bellison (Ricky Gervais) desarrolla la capacidad de mentir, y no tarda en descubrir que la falta de sinceridad tiene grandes ventajas. En una sociedad donde cada palabra es una verdad absoluta, Mark no tiene problemas en trepar hacia la fama y la fortuna inventándose historias que todos dan por verídicas e irrefutables. Pero no todo será como Bellison esperaba, y pronto todas esas mentiras acarrearán consecuencias que este perdedor jamás hubiera imaginado.

Sin lugar a dudas, lo mejor de esta propuesta es su increíble y sugerente punto de partida. Un mundo en el que nadie conoce la mentira, donde nadie pone en duda lo que otro dice porque todos dicen la verdad, y nada más que la verdad. Pero si en medio de tanta honestidad ponemos a un tipo que, milagrosamente, desarrolla la capacidad de mentir a sus semejantes, la guasa está servida.

Despreciado en su trabajo por sus compañeros y a punto de ser despedido por su jefe, sin amigos con los que poder charlar o salir a divertirse, y sin una novia con quién compartir su vida, Mark Bellison deambula por un mundo de molesta honestidad como un completo perdedor.

Su deprimente existencia se ve continuamente mermada por su honestidad y la de todos aquellos que le rodean, quiénes no dudan ni un momento en recordarle lo feo, gordo e inútil que es. Y es que este mundo sin mentiras no es tan idílico como podríamos pensar. La gente no sólo no miente sino que además tiene la imperiosa necesidad de decir todo lo que piensa en el momento que sea, aunque eso puede ofender o incomodar a quienes les escuchan.


Mark es guionista de cine, pero no es cine tal y como lo conocemos nosotros. La imposibilidad de mentir impide hacer ficción, y por tanto, las películas son más cercanas al documental que a otra cosa. Tampoco la publicidad es lo que es, pues ante la imposibilidad de embaucar al consumidor con falsas promesas y frases rimbombantes, los anunciantes no tienen otro remedio que vender sus productos y servicios con total franqueza.

Cuando nuestro protagonista adquiere, sin proponérselo, la capacidad de mentir, se abre ante él todo un abanico de posibilidades. Y es que... ¿Qué haríamos si pudiéramos mentir en un mundo en el que nadie más lo hace, y en el que todos creen cada palabra que dices? Mark lo tiene bastante claro: conseguir el éxito que nunca tuvo diciendo la verdad. Hacerse un hombre de provecho, dejar de ser un perdedor y conseguir así conquistar a Anna (Jennifer Garner), la mujer de sus sueños.

Si ya las situaciones que se originan al inicio del film nos resultan bastante insólitas, cuando Mark empieza a soltar sus mentiras, éstas se volverán todavía más surrealistas (aunque en cierto modo, cercanas a una realidad que sí conocemos)

Pero cuando este perdedor descubra que no sólo él puede sacar provecho de sus engaños, sino que también puede beneficiar de ello a otros, es cuando, debido a su buena fe, empezarán surgir los problemas. Las mentiras cada vez se harán más gordas e imposibles de contener.

Al principio comprobamos cómo es un mundo sin mentiras, y nos damos cuenta que tanta sinceridad tampoco es buena. Quizás en algunos casos sí nos beneficia, pero en otros no tanto. Y queda patente que, a veces, algunas mentirijillas son necesarias, aunque sólo sea porque la verdad no procede o no es muy adecuada. Con esto no es que uno defienda semejante comportamiento, pero a los responsables de la película les sirve para criticar la hipocresía y la superficialidad de la sociedad (y también su ingenuidad)

Esta crítica es bastante acentuada, y en algunos hasta descarada, sobre todo cuando toca hacer burla de la religión.

La deslenguada e impertinente sátira propicia momentos de humor bastante simpáticos, aunque uno realmente no llega nunca a la carcajada. En ocasiones, cierta sutileza no les hubiera ido nada mal, e incluso hubiera dado mejores resultados.

De todas formas, el planteamiento, que ofrece muchas posibilidades, no termina de ser explotado como se debiera. La película empieza con fuerza, lanzando dardos envenenados aquí y allá, pero en el transcurso de los minutos va perdiendo fuelle. Y lo que empieza como una comedia sarcástica acaba sucumbiendo a los tópicos, y enfocándose hacia la típica y sobadísima comedia romántica de toda la vida. El feo desea a la guapa; la guapa rechaza al feo porque prefiere al guapo; el guapo resulta ser un cretino y guapa se da cuenta de que el feo es el hombre de su vida; guapa y feo sellan un final feliz previsible y bastante ñoño.


Alguien podría considerar que acabo de chafarle la película, pero eso es algo que, como espectadores experimentados, ya sabemos con certeza desde el momento en que sendos protagonistas se conocen.

Ese es, quizás, el mayor pecado que cometen Gervais y Robinson, aunque hay que admitir que como comedia romántica que es o que acaba siendo, se hace mucho más digerible que casi cualquier otra que se estrene en nuestras pantallas. Y digo casi porque la rara avis del género, en estos últimos tiempos, sigue siendo “(500) Días juntos”.

Pese a lo comentado, y sabiendo de antemano cómo acabará la historia, la gracia está en disfrutar del resto. De su sátira y sus continuos gags, aunque algunos estén más conseguidos que otros. De un simpático Gervais (siempre con ese toque de sobriedad que le caracteriza), una guapa Jennifer Garner con dotes para la comedia, y de un grupo de secundarios de lo más variopinto, encabezados por la ex joven promesa Rob Lowe (lejos quedaron ya aquellos tiempos del Brat Pack), Jeffrey Tambor, Jonah Hill, Louis C.K., Tina Fey y Jason Bateman. Todo ellos en pequeños papeles (y Lowe en el típico que solía hacer Greg Kinnear). Sin contar, además, el cameo de un par de actores que seguramente reconoceréis o deberíais reconocer. No os diré quienes son, pero sí os dejo sus iniciales como pista: PSH y EN.

The Invention of Lying es, en resumen, una película simpática cuya original premisa no termina de dar en la diana. Aún así, creo que vale la pena echarle un vistazo.



Lo mejor: su original planteamiento.

Lo peor: que desemboque en la típica comedia romántica de siempre.


Valoración personal: Correcta