jueves, junio 23, 2011

"Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!" (2011) - Todd Phillips

critica Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! Todd Phillips
“The Hangover” aka “Resacón en Las Vegas” fue uno de los sleepers más sonados de 2009 y se convirtió en la comedia con clasificación ‘R’ más taquillera de la historia en el mercado doméstico estadounidense. Pero esos no fueron sus únicos logros, ya que también consiguió algo inaudito: que una comedia gamberra y pasada de rosca obtuviera no sólo el beneplácito del público sino también el de la crítica, que la acogió con los brazos abiertos.

Ante tal éxito, era evidente que iba a caer una secuela sí o sí, y que además no se haría esperar. Así pues, dos años después del estreno de la original tenemos aquí su continuación, “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!”

¿Y de qué va esta vez la cosa? Pues va de lo mismo, como no podría ser de otra forma.

Alan (Zach Galifianakas), Stu (Ed Helms) y Phil (Bradley Cooper) vuelven a despertarse en otra habitación de otro hotel sin recordar nada. Esta vez están en Tailandia, adonde han viajado, junto a Doug (Justin Bartha), para asistir a la boda de Stu.

Si en la primera el que se casaba y se perdía era Doug, esta vez los papeles se reparten entre Stu, el futuro marido, y Teddy, su joven cuñado.

Hace tiempo que Stu se separó de Jade (Heather Graham) y conoció a Lauren (Jamie Chung), una encantadora joven coreana con la que ha decidido pasar por la vicaría pese al más que evidente rechazo de su suegro.

Después de lo ocurrido en Las Vegas, Stu tiene claro que no quiere volver a pasar por lo mismo, por lo que decide prescindir de su despedida de soltero. Sin embargo, lo que no puede evitar es el tener que invitar a la boda a Alan, el loco cuñado de Doug y el máximo responsable de la descomunal juerga que él y sus amigos vivieron en “la ciudad del pecado”.

De todas formas, no parece haber peligro, ya que la estancia en Tailandia se presenta de lo más tranquila. Ya la primera noche, el grupo –Stu, Phil, Doug, Alan y Teddy- se reúne en la playa, a la luz de una fogata, para tomarse relajadamente unas inofensivas birras… ¿Sólo unas birras? ¡Para nada!

“Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” empieza de la misma forma que en la primera: con una llamada telefónica hecha por Phil informando del marrón en el que están metidos. Justo después, retrocedemos en el tiempo para conocer los detalles de lo ocurrido y para saber cómo han llegado a esa situación.


Se podría decir que esta segunda entrega ha perdido la frescura de la primera, pero es inevitable que eso ocurra en una secuela, así que sus responsables, de nuevo con Todd Philips en la silla de director, han decidido que la mejor manera de continuar las desventuras de este grupo de amigos es elevando la fórmula al cubo (algo muy propio también de las secuelas), aumentando considerablemente el nivel de peligrosidad de la juerga y, en consecuencia, los daños físicos de los sufridos protagonistas.

Y es que lo ocurrido en Las Vegas parece una fiesta de niños al lado de lo que transcurre en Bangkok, “la ciudad de los ángeles”, pues con seres celestiales no es precisamente con lo que se van a topar Stu y cía, salvo que por ángeles entendamos a un grupo de tailandesas en minifalda y con tacones de aguja bailando bajo unas luces de neón.

Nuevamente, Stu es el que peor parado sale de todo el embrollo, aunque al final siempre consiga sacar algo positivo.

Las situaciones en las que los tres se ven envueltos son tan o más descabelladas y surrealistas que en Las Vegas, y aunque la experiencia es un grado, de poco les servirá haber vivido una resaca como aquella para poder resolver la actual con mayor rapidez (genial el momento en el que suben al tejado)

La comicidad entre el trío protagonista (Helms, Galifianakis y Cooper) sigue siendo lo mejor de la película, así como sus reacciones ante el descubrimiento de las distintas barbaridades que han ido cometiendo en el transcurso de noche (una de ellas en concreto, convertirá a Stu en víctima de constantes burlas)

El humor sigue siendo burdo y en ocasiones bastante más zafio y vulgar que el de la primera entrega, y pese a que servidor no es muy afín a los gags escatológicos y/o sexuales, hay que reconocer que si entras desde un buen principio en la dinámica gamberra que propone la película, es difícil no echarse alguna que otra risa. Quizás ayude el hecho de que los protagonistas no sean un grupito de adolescentes con las hormonas disparadas sino unos treintañeros con pelo en el pecho, entre los cuales se encuentran un buen par de cómicos (Helms y Galifianakis, los auténticos amos de la película)


Es una lástima que no hayamos podido contar con el cameo de Liam Neeson que se presuponía íbamos a tener en esta secuela, pero se compensa (más o menos…) con una aparición estelar que, obviamente, no voy a desvelar. Aunque sí comentaré que el destrozo que comete hacia cierta canción ochentera (muy apropiada para la ocasión, todo sea dicho) no tiene perdón.

En definitiva, que asistimos prácticamente a una repetición calcada del esquema de la primera película (SPOILER -- álbum de fotos en los créditos incluido --FIN SPOILER), sólo que esta vez la ciudad, Bangkok, se torna mucho más sórdida y menos amigable que Las Vegas (y nos cambian al bebé por un mono adicto a la nicotina). Por lo demás, los ingredientes son los mismos pero sin el factor sorpresa.

Mejor o peor (eso ya que cada uno lo juzgue por su cuenta), lo que está claro es “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” consigue exactamente lo mismo que su predecesora: que salgamos de la sala con unas ganas increíbles de irnos de marcha. Con eso, y unas risas, creo que el objetivo está cumplido. Eso sí, que la fórmula siga funcionando en una hipotética tercera entrega ya lo veo más complicado (aunque no imposible; y si no que se lo digan a McClane, que ha tropezado cuatro veces con la misma piedra y ya anda buscando el quinto tropiezo)

P.D.: La clasificación “R” se la vuelve a ganar con honores.

P.D.2: Lo pensé cuando vi la primera y me reafirmo en esta segunda: Sasha Barrese es una mezcla entre Liv Tyler y Megan Fox.


Lo mejor: el trío protagonista; el mono.

Lo peor: los gags de carácter más escatológico.


Valoración personal: Correcta

jueves, junio 09, 2011

“Hanna” (2011) - Joe Wright

critica Hanna 2011 Joe Wright
Debutó en el largometraje con “Orgullo y prejuicio”, adaptación de la novela de Jane Austin por la cual consiguió un BAFTA a Mejor director y diversas nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro. Tres años más tarde, Joe Wright repetió con su actriz principal, Keira Knightley, para rodar otro drama romántico/épico basado en otra aclamada novela y recibiendo nuevamente el aplauso de la crítica.

Con todo a su favor, en 2009 se lanzaba a filmar un drama basado en hechos reales de esos que tanto gustan a la academia, y con dos buenos actores como Jamie Foxx y Robert Downey Jr. al frente del reparto. El resultado, sin embargo, no podía estar más lejos de las expectativas puestas en ella, y la película convenció a muy pocos (y mira que la historia era un caramelo, pero el sabor que dejaba era bastante agridulce)

Quizás debido a este traspié o quizás porque tenía ganas de cambiar de género, lo último que nos llega del director inglés es este thriller de acción un tanto inusual.

Hanna (Saoirse Ronan) es una chica de 16 años que vive en las salvajes tierras del norte de Finlandia, aislada del mundo civilizado, junto a su padre, Erik (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Erik ha enseñado a Hanna a cazar, le ha entrenado con un duro programa de autodefensa y le ha enseñado a leer y escribir con tan solo una enciclopedia y un libro de cuentos de hadas. Hanna ha vivido una vida muy diferente a la de cualquier otra adolescente; toda su educación y entrenamiento se reduce a un objetivo, convertirla en la perfecta asesina. Pero en el mundo real hay una cuenta pendiente con la familia de Hanna, y Erik se ha dado cuenta de que ya no puede retener más a su hija, y que ya es hora de saldar esa cuenta.

Cuando supimos de ella y vimos el tráiler, nos extrañaba que detrás estuviera un director como Wright. Aún así, con semejante reparto (Ronan, Bana, Cate Blanchett, Tom Holland…), ¿quién podría resistirse?

Como ya se indica en la sinopsis, Hanna ha sido convertida en una dura y letal asesina a manos de su padre, que la ha entrenado y criado olvidando, quizás, lo más importante de todo: que es una niña. Una niña capaz de desnucarte con un par de rápidos movimientos, pero una niña, al fin y al cabo.

Ahora ha llegado un momento crucial que va a cambiar bruscamente la adolescencia de Hanna. Ella y su padre se separaban por primera vez para embarcarse en la misión para la que siempre ha estado destinada. Antes de reencontrarse en Berlín, tal y como habían planeado, Hanna es capturada por la despiadada agente de inteligencia Marissa Wiegler (Cate Blanchett). La joven, sin embargo, no tarda fugarse de sus captores para emprender un largo y duro viaje por Europa, seguida muy de cerca por Marissa y sus secuaces.

Para Hanna, este viaje no será solamente la misión de su vida para la cual ha sido entrenada desde bien pequeña, sino que también supondrá un redescubrimiento del mundo y de su propia adolescencia.


Estamos hablando de una chica de 16 años que se ha criado en el bosque con la única compañía de su padre, quién le ha enseñado todo lo que sabe. Y todo lo que sabe no es suficiente para enfrentarse al mundo real, porque la vida es algo más que datos y definiciones de una enciclopedia o recuerdos de un pasado distante y borroso. La vida son también sentimientos, personas y lugares.

La joven experimentará nuevas sensaciones al tiempo que es perseguida por unos matones sin escrúpulos.

“Hanna” es una de esas películas que te das cuenta que apuntan maneras nada más empezar. De hecho, desde la primera escena hasta que la protagonista logra escapar de las garras de Marissa, podríamos decir que estamos ante uno de las propuestas más interesantes del cine comercial actual. No obstante, justo después de ese tramo, la historia empieza a tomar derroteros un tanto extraños y discutibles, y la película empieza a tambalearse y a dudar de su condición y del público al que va dirigida. Y es que llega un momento en que uno no sabe muy bien si está presenciando un thriller de acción, un drama juvenil o una comedia involuntaria.

Otorgarle profundidad a la trama, darle fondo para que no se convierta en un vacuo y superficial muestrario de pirotecnia, es algo que se siempre se agradece. Sin embargo, debe existir un buen equilibrio entre las partes sin perder de vista el tipo de película que se está haciendo y el género al que ésta pertenece. En este caso, la mezcla resulta un tanto extraña por culpa de las ínfulas de su director y algunos aspectos que chirrían en exceso.

Exceptuando los personajes principales interpretados por Ronan, Bana y Cate Blanchett, el resto no sabemos si tomárnoslos en serio o no.



Empecemos, primero, por los secuaces que utiliza Marissa para atrapar a Hanna. Se trata de tres nazis estereotipados hasta la medula: dos de ellos, cabezas rapadas (o skinheads) con su vestimenta oficial (cazadora Bombers, tejanos ajustados y botas Dr. Martens) que parecen recién salidos de “American History X”; el otro, interpretado por un histriónico Tom Holland, es un nazi homosexual teñido de rubio que se pasa toda la película vestido con un chándal amarillo chillón.
Luego tenemos a la familia con la que topa Hanna al inicio de su viaje y con la que cruzará Europa, que son una atípica familia hippie cuya hija adolescente es pija, boba y sumamente repelente. Ignoro si la idea era ofrecer con fuerte contraste frente a la personalidad más seria y adulta de Hanna, pero lo cierto es tal “extremismo” consigue que su personaje se haga bastante difícil de soportar.

Y por último, y ya hacia el final, el guionista se saca de la manga a otro personaje estrafalario que bien podría haber salido de alguna película de Terry Gilliam.

Todo ellos terminan por descolocarnos y empezamos a dudar de la seriedad de la propuesta, más aún cuando la película tiene ciertos deslices más propios de la comedia que de un thriller de acción serio y contundente (que es lo que uno más o menos presumía encontrarse)

Por tanto, “Hanna” termina convirtiéndose en una confusa película comercial con pretensiones artísticas que mezcla de forma inconsistente momentos de introspección personal con secuencias de acción, las cuales en ocasiones son filmadas por Wright a base de virguerías visuales como si de un videoclip se tratara (la cañera banda sonora a cargo de los Chemical Brothers potencia aún más esa sensación)

Teniendo como protagonista a una niña asesina emulando a Nikita, uno ya da por asumido que la verosimilitud de la cinta puede llegar a ser un tanto precaria, pero en algunos aspectos la credibilidad de la trama llega a rozar lo absurdo, y al final un servidor se marchó de la sala sin tener muy claro si lo que había visto le había gustado o no (y tras dejar madurar mi opinión, casi que me decantaría por el “no”)

Probablemente, con unas ideas menos presuntuosas y un guión más centrado, estaríamos hablando de unos de los thrillers del año. Sin embargo, el resultado no termina de convencer.

P.D.: Saoirse Ronan es una joven y estupenda actriz con un prometedor futuro por delante. Pero eso sí, necesita participar en mejores películas.


Lo mejor:
Saoirse Ronan; la banda sonora de The Chemical Brothers.

Lo peor: lo desconcertantes que resultan algunos personajes; la incapacidad de Wright para hacer cine comercial serio y de calidad sin privarse de una molesta pretenciosidad.


Valoración personal: Regular

miércoles, junio 01, 2011

“X-Men: Primera generación” (2011) - Matthew Vaughn

critica X-Men: Primera generación 2011 Matthew Vaughn
Se podría decir que los X-Men de Bryan Singer fueron los que inauguraron la actual e incesante moda de llevar al cine a los superhéroes de las viñetas. Después del declive de estas adaptaciones por culpa de los abortos perpetrados por Joel Schumacher con la franquicia de Batman, a finales de los 90 llegaría Blade para poner la primera piedra que reconciliaría la industria cinematográfica con el mundo del cómic. Pero este personaje no era estrictamente un superhéroe, por lo que no sería hasta la llegada de la famosa Patrulla X cuando el resto de estudios se animaron a desempolvar sus viejos tebeos y rescatar esa fuente inagotable de historias con las que Hollywood lleva nutriéndose años y años. Además, los avances en tecnología digital abrieron un abanico de posibilidades que permitieron echarle el guante a unos superhéroes que, quizás, años atrás no hubieran podido adaptarse con tanto atino (al menos en lo que respecta al aspecto visual y pirotécnico)

Así pues, los X-Men despejaron el camino para que llegaran Spiderman, Hulk, Los 4 fantásticos, Daredevil, Iron Man e incluso un remozado Batman, entre otros. Pero los primeros tampoco quisieron quedarse atrás, así que hasta el momento, el éxito de Singer ha dado para dos secuelas más, un spin-off y la precuela que ahora nos ocupa.

“X-Men: First Class” nos acerca a la juventud del profesor Xavier (James McAvoy) y Eric Lensherr /Magneto (Michael Fassbender) antes de que estalle su rivalidad, cuando aún eran amigos y estaban descubriendo sus poderes; una época en la que colaboraron juntos, ayudados por otros mutantes para combatir la mayor amenaza que el mundo ha conocido.

Después del fallido intento -artístico, que no económico- de mostrar los orígenes de Lobezno en solitario, y viendo lo bien que le está yendo a Marvel adaptando los personajes de los que aún conserva los derechos, nos temíamos lo peor cuando la Fox anunció que seguiría explotando la franquicia X-Men, esta vez en forma de precuela y con un reparto formado prácticamente por adolescentes.

Sin embargo, tras el fichaje de Matthew Vaughn y, posteriormente, de un buen puñado de intérpretes más que solventes, los temores se fueron disipando. Luego llegaron los tráilers y el recelo mayoritario casi desapareció, aunque la promoción cartelística fuese de juzgado de guardia.

Ahora, con el estreno mundial de la película a la vuelta de la esquina, serán los espectadores quienes por fin podrán juzgar de primera mano si la espera ha valido la pena. Por mi parte, puedo constatar que el estudio ha logrado compensar los errores cometidos en el pasado entregando ahora un entretenimiento superheroico de calidad.

Nada más empezar la película nos damos cuenta que esta vez se han hecho bien los deberes, pues los primeros minutos conectan directamente con aquel primer film de Singer, situándose en plena II Guerra Mundial y mostrándonos a un jovencito Eric Lensherr justo en el momento en que es separado de su familia y hace uso de sus poderes ante la incrédula mirada del ejército nazi. Es más, diría que Vaughn ha rodado la secuencia plano por plano como lo hizo Singer en su momento (pero con otro niño actor haciendo de Erik, claro está)

Este inicio supone el primer apunte en el interés por mantener la continuidad respecto al resto de la saga, algo que con Lobezno no se hizo del todo bien, a mi entender.

Luego ya le toca el turno a unos jóvenes Profesor Xavier y Mística, los principales protagonistas junto a Magneto, de la trama que más tarde se desarrollará.

La historia se sitúa durante los años 60, en el punto álgido de la Guerra Fría, cuando las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética amenazaban a todo el planeta. En este contexto tenemos, por un lado, a Erik en busca de venganza tras las atrocidades sufridas en el pasado, cuando no era más que un niño; por el otro, tenemos a Xavier y su protegida Raven (Mística) uniéndose a la CIA para intervenir en una inminente amenaza que podría desencadenar la III Guerra Mundial.

En este punto es cuando, por primera vez, se dan a conocer los mutantes al resto del mundo. Y esto es precisamente lo que supondrá el principal conflicto entre ellos.

La crisis de los misiles de Cuba de 1962 sirve para introducir al villano de la trama encarnado por Kevin Bacon; un Sebastian Shaw que, sin contar sus poderes sobrehumanos, bien podría haber salido de alguna película de James Bond. Su pérfido plan pone en peligro a toda la humanidad en beneficio de la supervivencia y supremacía de los mutantes.


Erik y Xavier unen sus fuerzas –aunque por distintos intereses- para hacer frente a Shaw, y por ello reclutan a otros mutantes a los que entrenarán para que aprendan a controlar sus poderes.
A partir de ahí, se librará una batalla entre mutantes, con los humanos de por medio y con el peligro de una guerra asomando en el horizonte.

Uno de los grandes logros de “X-Men: Primera generación” es dedicar un especial interés a los debates internos de sus personajes, especialmente de Erik y Xavier.

Ambos son conscientes del peligro que supone para ellos el darse a conocer al resto de la humanidad. Pero mientras que uno, Erik, recela de los humanos, convencido de que cuando sepan de ellos les darán caza; el otro, Xavier, confía en su integridad y espera que éstos les acojan dentro de su sociedad, sobre todo después de prestar su ayuda en el conflicto de los misiles cubanos.

Pero ya se sabe que el hombre teme a lo desconocido, y que ese temor puede llegar a convertirse en odio. Y eso es lo que terminará quebrando la amistad entre Erik y Xavier. Ninguno está dispuesto a dar el brazo a torcer, y pronto los mutantes tendrán que decidir a qué bando desean pertenecer.

En ese sentido, existe otro detalle, el aspecto físico, que causará un dilema personal entre algunos personajes como Raven o Bestia, cuya monstruosa apariencia será todo un hándicap para llegar a aceptar su condición de mutante.

Por tanto, nos encontramos con una película muy interesante y consistente desde el guión, y que no sólo ofrece el espectáculo palomitero que uno espera de una producción de estas características, sino que reflexiona sobre cuestiones que bien podrían extrapolarse al mundo real, procurando dotar de humanidad y profundidad a sus personajes e incidiendo audazmente en sus conflictos internos. Ese es, probablemente, uno de los aspectos más destacables de la –pese a todo, previsible- historia, ya que propicia momentos ciertamente emocionantes gracias al notable grado de implicación que el espectador consigue tener con los protagonistas.

Los guionistas abordan la historia con seriedad y madurez, pero sin olvidar la necesidad –imperante en la saga- de ofrecer unas acertadas pinceladas de humor que, a diferencia de otras producciones similares, no caen en lo ridículo o lo bobalicón. Prueba de ello sería cierto cameo en concreto que muchos seguidores de la serie agradecerán; algunas puyitas o bromas entre los protagonistas o la actitud ligona de un joven Xavier que contrasta un poco con la formalidad con la que siempre le hemos visto en pantalla.

Pero además de los cameos, hay que estar atento también para detectar las referencias o guiños a otros personajes de la saga (SPOILER-- atención al momento en el que Xavier prueba la máquina que le ayuda a encontrar mutantes por todo el mundo; servidor llegó a distinguir a unos jovencísimos Tormenta y Cíclope -- FIN SPOILER)


En cuanto a la fidelidad con los cómics, eso ya es algo que escapa a mi conocimiento y que deberán juzgar los fans, pero imagino que la idea principal era ajustarse a lo ya establecido en las anteriores películas. Y supongo que en ese aspecto siempre habrá un grupo de puristas que se quejen, a veces con razón, a veces por puro placer (que si los trajes no son iguales, que si este actor es demasiado alto… en fin, nimiedades), pero creo que independientemente de eso, el resultado es muy satisfactorio.

La dirección de Vaughn es de lo más competente. Lejos de querer copiar el estilo de Singer, como hizo Brett Rattner, el británico se adapta a la franquicia dejando su impronta personal y demostrando que es un director con criterio y no un vulgar mercenario. Cabe destacar, en ese aspecto, momentos como la transformación de Bestia (vista desde el punto subjetivo del personaje) o cuando el pequeño Erik se encuentra cara a cara con Shaw en su peculiar despacho.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, perceptibles para el ojo humano; los efectos especiales resultan convincentes y el tono solemne y épico de la banda sonora le sienta como un guante.

Pero por encima de todo sobresale el elenco de actores encabezado por dos estupendos intérpretes, James McAvoy y Michael Fassbender. Los dos evitan emular a Patrick Stewart y a Ian McKellen, adueñándose de los personajes de Xavier y Magneto y haciéndolos suyos, pero manteniendo, eso sí, la misma química que sus predecesores.

A Kevin Bacon siempre se le ha dado muy bien hacer de malo, así que es otro gran acierto de casting (hablando alemán y todo), aunque luego Fassbender le robe algo de “protagonismo antagonista”.

Nicholas Hoult y Jennifer Lawrence destacan de entre el correcto reparto juvenil, y el resto de secundarios cumplen con su labor. Y ojo porque hay mucha cara conocida: Rose Byrne, Oliver Platt, Michael Ironside, Jason Flemyng, James Remar, Rade Serbedzija (que siempre hace de ruso), Matt Craven…

También está el español Alex González, pero no creo que nadie vaya a acordarse de su intervención, menos aún cuando lo único que hace en todo la película es agitar los brazos. Y es que, si hay algún defecto que acarrea del resto de entregas, es que los esbirros del villano son casi siempre meros títeres -con poco o nada de diálogo- que obedecen órdenes, sean quiénes sea quienes los encarnen (con Flemyng en el rol de Azazel se podría haber sacado mucho jugo…)

“X-Men: Primera generación” no sólo hará las delicias de los seguidores de la Patrulla X, sino de todos aquellos que busquen buen cine de entretenimiento; aquél que no antepone los efectos especiales y la acción a la historia y los personajes.

Si esto es el inicio de una nueva trilogía, lo cierto es que no podrían haber empezado con mejor pie. Y no estaría de más que Vaughn siguiera a los mandos de las secuelas, aunque también sería una lástima no poder aprovechar el talento de este director en otros géneros (a la vista de lo bien que lo ha hecho con el thriller –Layer Cake- o la fantasía –Stardust-)



Lo mejor: que no antepone la acción y los efectos especiales a la historia y los personajes; James McAvoy y Michael Fassbender.


Lo peor: la poca personalidad de los esbirros de Sebastian Shaw.


Valoración personal: Buena