jueves, abril 28, 2011

"The Fast & Furious 5 (A todo gas 5)" (2011) - Justin Lin

critica The Fast & Furious 5 A todo gas 5
Quién iba a decir que lo que empezó siendo una especie de versión bastarda y más macarra de “Point Break” (aka Le llaman Bodhi) se iba a convertir una de las sagas de acción más longevas y taquilleras de los últimos tiempos. Y es que “A todo gas” ha llegado ya a la quinta entrega, cosa poco habitual para un género que vive sus horas más bajas (sobre todo cuando no hay superpoderes de por medio)

Por el camino, la franquicia ha ido perdiendo y ganando protagonistas. De vehículo para lucimiento de un emergente actionman como Vin Diesel, que rehusó -al igual que con Triple X-repetir en la primera secuela, ha pasado a ser la gallina de los huevos de oro (o una de ellas) de la Universal y también del rubiales de Paul Walker, que a excepción de la tercera (la peor y la menos rentable), ha aparecido en todas, identificándose ya como el actor fetiche (aunque no el preferido) de la misma (y tampoco es que fuera de ella haya hecho gran cosa, salvando la estimable “La prueba del crimen”)

Si para remontar la saga con una cuarta volvieron a traer de vuelta a todos los protagonistas de la película original (Walker, Diesel y las dos chicas, Michelle Rodriguez y Jordana Brewster), para esta ocasión vuelven éstos y todos los que han podido reunir de sus predecesoras. Además, esta vez no se han andando con chiquitas y han fichado a un rival a la altura de Toretto; a otro saco de músculos que pueda batirse en duelo, de igual a igual, con Diesel. Y el elegido no es otro que Dwayne Johnson, otro héroe de acción de nueva hornada, y que necesita urgentemente un buen taquillazo (esperemos que ésta se lo dé)

Desde que Brian (Paul Walker) y Mia (Jordana Brewster) consiguieron sacar a Dom (Vin Diesel) de la cárcel, han tenido que cruzar muchas fronteras para eludir a la policía. Ahora, sin embargo, se encuentran atrapados en Río y no les queda otra opción que dar un último golpe si quieren recuperar la libertad. ¿De qué se trata? Pues de reunir a un equipo de élite formado por viejos amigos para orquestar un robo imposible por valor de cien millones de dólares. ¿Y quién es la víctima? Un corrupto y poderoso empresario (Joaquim De Almeida) que quiere verlos muertos.

Si ya el robo es, de por sí, bastante complicado, hay que añadirle también el problema de que anda tras ellos Luke Hobbs (Dwayne Johnson), un frío y duro agente a quién le encargan la misión de capturar a Dom y a Brian.

Difícilmente alguien acuda a la quinta parte de una saga sin, como mínimo, conocer las anteriores entregas. Asumiendo esto, uno sabe perfectamente lo que se va encontrar en “A todo gas 5” y qué es lo que puede esperar de ella. Aquí no hay trampa ni cartón, y si alguien tienes dudas, el tráiler lo deja bien clarito: película palomitera con muchos tiros y explosiones, mucho machote y mucho coche a toda pastilla.

Cabe decir, no obstante, que con su predecesora hubo, en mi opinión, un ligero salto cualitativo que elevó un poquito el nivel respecto a las anteriores (cosa, por otra parte, nada difícil). Y se puede decir que esta vez lo han vuelto a conseguir (¿será porque Diesel está ejerciendo de productor?)

Eso sí, aquellos que se engancharon a la serie por las luces de neón, las llantas mastodónticas y los guardabarros imposibles, puede que queden decepcionados, porque aquí cada vez hay menos tunning. En cambio, a los que sólo busquen un par de horas de diversión en las que devorar un buen bol de palomitas, debo decirles que están de enhorabuena, porque “A todo gas 5” cumple con su propósito, ni más ni menos. Y voy más lejos aún si afirmo que es, con diferencia, la mejor de la saga.

La dirección recae nuevamente en Justin Lin, que cogió los mandos de la franquicia en la tercera y desde entonces no ha vuelto a soltarlos. Y debo resaltar que si bien no empezó con muy bien pie, la cosa ha ido mejorando sustancialmente, e incluso Lin ha ido madurando y depurando su forma de dirigir.

La cinta empieza allí donde acaba la anterior, es decir, con Brian y Mia yendo al rescate de Dom e interfiriendo el furgón policial que lo lleva a prisión. Así pues, repetimos la jugada de aquella abriendo ya con una secuencia de acción automovilística, aunque muchísimo más breve que la de su predecesora, pues no es más que un modo de conectar ambas películas, y un pequeño anticipo de lo que va a venir luego.


El grupito vuelve a reencontrase, y dado que andan algo escasos de pasta, deciden volver a las andadas y aceptar un nuevo encargo. El trabajo, sin embargo, no sale como era de esperar, y eso les pondrá en el punto de mira del mafioso Reyes (De Almeida) y del agente Hobbs (Johnson). Y ninguno cesará en su empeño de darles caza.

Encontrándose en semejante encrucijada, la única forma de librarse de ambos es dando el golpe de sus vidas. Y para ello hay que reunir a un equipo de lujo.

La película sigue haciendo honor a su título (rápido y furioso), y es que cuando los protagonistas se suben al volante de algún bólido se convierten en auténticas fieras sobre ruedas y son capaces de sembrar el caos allí por donde circulan. Prueba de ello es la espectacular y destructiva persecución final por las calles de la ciudad. Todo lo que se encuentra a su alrededor (coches, árboles, farolas, transeúntes…) corre el peligro de acabar hecho trizas (una enorme y resistente caja fuerte tiene la culpa)

En ese aspecto, es importante resaltar que la dirección Lin es mucho más pulida, por lo que podemos hablar de secuencias de acción no solamente trepidantes sino también excelentemente orquestadas y ejecutadas (sin mareos excesivos). Es de agradecer también que el uso del retoque digital en ellas sea el justo y necesario. Sabemos que no son los propios actores los que se juegan el pellejo (o no todo el tiempo), pero sí que hay unos tipos de carne y hueso (los especialistas) que asumen el riesgo de dichas escenas, y eso le da un plus de credibilidad -e implicación por parte del espectador- que no suele conseguir un monigote digital, por bien hecho que esté. Amén de que los coches, las explosiones y gran parte del destrozo son reales, y por tanto la pirotecnia se siente más viva que nunca.

A la exultante adrenalina de estas secuencias (mención especial al currado asalto al tren cual banda de forajidos del salvaje oeste) hay que sumar la testosterona que desprende por los cuatro costados. Buena parte de la misma proporcionada por esas dos bestias pardas que son Vin Diesel y Dwayne Johnson.


Uno de los alicientes de la cinta era el cara a cara entre estos dos, y vale decir que éste cumple con las expectativas. Primero nos van poniendo la miel en los labios con el jueguecito del gato (poli) que quiere atrapar al ratón (ladrón), para luego darnos lo que estábamos esperando: una pelea a mamporrazo limpio. Puede que no sea “la gran pelea”, pero las fuerzas están igualadas y las hostias que se dan no son pocas. Lo que ocurre luego (SPOILER--- la forzosa alianza para acabar con el malo de la función --- FIN SPOILER) ya se veía a venir desde una hora lejos (incluso desde que se conoció la sinopsis) De hecho, la trama, además de simple (tampoco necesita mucho más), es también previsible. Y los golpes de efecto o sorpresas no lo son tanto, más cuando uno ya se conoce el género como la palma de su mano.

Lo que en la cuarta iba más encaminado hacia la vertiente del thriller policial, aquí se trata simplemente de la típica historia de robo imposible a lo Italian Job (por poner un ejemplo con coches de por medio). Así que los pasos son siempre los mismos: 1. Reclutar al equipo; 2. Estudiar el terreno y desarrollar el plan; y 3. Ejecutar dicho plan según lo convenido (cosa que nunca ocurre, claro)

Además de generosas y espectaculares dosis de acción (persecución a pie por las favelas de Río, incluida), también tenemos un poco de humor, que siempre viene bien dejar algo de margen para soltar alguna broma, algún chascarrillo o la vacilada de turno. Quizás lo malo es que esa cuota de humor está algo recargada. Con Tyrese Gibson y Ludacris por ahí sueltos, tenemos más que suficiente, así que el “duo sacapuntas” formado por los reggetoneros Tego Calderón y Don Omar está de más (aparte de que hacen poca gracia, a veces ni se entiende lo que hablan)

Las mozas siguen teniendo un papel secundario frente al reparto masculino, aunque Brewster gana algo de protagonismo respecto a la cuarta. La que está ahí para lucir palmito es -la escuálida -Gal Gadot, mientras que nuestra Elsa Pataky (la más buenorra de todas, y no lo digo porque sea española) se pasa la mayor parte del tiempo en uniforme y con cara de circunstancia (se nota que la chica se esfuerza incluso para un papel menor como éste, pero de donde no hay, no se puede sacar).

Otras “bellezas” que se dejan ver en pantalla son un Chevrolet Corvette y un Ford Galaxie del 63, y un Ford GT 40. Una gozada para los amantes de los clásicos.

En definitiva… disfrutable cinta de acción al más puro estilo de los 90. Frenética, cañera y condenadamente entretenida. Recomendada tanto si eres fan de la saga como si no lo eres.

P.D.: No os marchéis de la sala nada más aparecer los créditos finales porque hay escena de regalo que ya nos dice por dónde van a ir los tiros en la sexta entrega. Sí, habrá sexta (siempre y cuando la taquilla responda bien)


Lo mejor: las escenas de acción; el duelo Diesel vs Johnson.

Lo peor: la rebuscada escena de los créditos finales; las canciones "chumba-chumba" de siempre.


Valoración final: Correcta-Buena

viernes, abril 22, 2011

"Scream 4" (2011) - Wes Craven

critica Scream 4 2011 Wes Craven
Tras años y años contemplando la decadencia de los psychokillers más famosos del cine (Vorhees, Myers, Krueger, Leatherface…) por culpa de sus infaustas –e interminables- secuelas, y temiendo que el conjunto de subproductos que inundaban el mercado terminaran de hundir por completo el subgénero slasher, llegó por fin, a mediados de los 90, una película que revitalizaría el terror adolescente.

De la mano del –generosamente llamado- maestro del horror Wes Craven y del guionista Kevin Williamson (a posteriori, creador de la popular serie “Dawson's Creek”), nació Scream(aquí en España con la coletilla “Vigila quién llama”), una película que supuso un soplo de aire fresco gracias a su tono desenfadado y su perversa originalidad. Perversa porque el film de Craven supo aprovechar los clichés más trillados del género para burlarse de ellos, al mismo tiempo que los reutilizaba a su favor. Sin caer en la comedia absurda, logró un sofisticado equilibrio entre el más sentido homenaje y la más gamberra parodia, siendo consciente de lo que era en sí mismo y de a quién se dirigía, y buscando constantemente la complicidad del espectador a base de guiños y referencias cinéfilas.

Pero Scream tuvo otro poderoso aliado a su favor: jugó sabiamente con la identidad del asesino. La particularidad de este nuevo psichokiller, a quién pronto reconoceríamos bajo el nombre de Ghostface, residía en su misteriosa identidad, completamente ignorada no sólo por sus futuras víctimas sino también por el espectador, obligando a éste último a buscar sospechosos entre sus protagonistas, tratando de averiguar quién se escondía bajo esa fantasmagórica máscara. Así se generaron notables dosis de suspense que el buen aficionado supo agradecer (más cuando el desenlace lograba ser sorpresivo sin caer en la trampa barata o en giro rebuscado)

El éxito de la película fue rotundo, y las secuelas, así como sus imitadoras (Se lo que hicisteis el último verano –escrita por el propio Williamson-, Leyenda Urbana, etc.) no tardaron en llegar. Al año siguiente se estrenó Scream 2, que aún siendo inferior a su predecesora, conservaba muchas de sus virtudes y sorprendía con su marcado tono autoreferencial, algo que dos años más tarde seguiría explotándose en la –más bien mediocre- Scream 3 (porque no hay dos sin tres), la entrega que supuestamente cerraba la trilogía y ponía punto y final a los asesinatos de Ghostface en sus distintas encarnaciones.

Pero pese a jurar y perjurar que no habrían más secuelas, y que Neve Campbell no volvería jamás a encarnar a Sidney Prescott, aquí estamos de nuevo con una cuarta entrega que pretende ser el inicio de una nueva trilogía (ahí es nada)

Han pasado 10 años, y Sidney ha logrado superar los asesinatos del pasado convirtiéndose en una escritora de éxito. Ahora, con la presentación de su nuevo libro, Sidney regresa a Woodsboro, donde se reencuentra con sus viejos amigos: Dewey, que ahora ejerce de Sheriff, y Gale, que ha dejado su carrera periodística para centrase en ser una buen esposa.

Para desgracia de todos, y coincidiendo con el aniversario de los primeros asesinatos, parece que otro imitador ha decidido continuar con el legado de Ghostface.


Volver a ver una película de Scream no sería lo mismo sin Sidney Prescott y el resto de supervivientes de la saga, Dewey y Gale. Y aunque la primera siempre fue la más reticente a volver, era presumible que tarde o temprano todos firmarían para regresar a la gran pantalla con la saga que los hizo famosos, más cuando sus carreras en el cine han sido de lo más discretas (Cox tiene excusa porque se centró en televisión, pero los otros dos, aunque lo intentaron, no volvieron a saborear las mieles del éxito)

Y qué ofrece esta nueva Scream? Pues más de lo mismo, para qué engañarnos. Pero eso es precisamente lo uno anda buscando. La cuestión es si a estas alturas aún es capaz de sorprender y/o de seguir siendo disfrutable. Y debo decir que sí, y no.


El comienzo es simplemente genial. De hecho, es lo mejor de película. Y prefiero no decir más para no chafároslo. Pero una cosa es segura: Williamson no ha perdido la capacidad de sorprender. El problema es que esta le dure tan poco…

A los viejos conocidos se une un nuevo grupito de jóvenes rostros (ellas, todas muy guapas, y ellos… bueno, de todo un poco), y de ahí es de donde supuestamente va a salir nuestro o nuestros asesinos. Así que de nuevo, volveremos a desconfiar de uno u otro hasta que llegue el desenlace y nos aclare las sospechas.

En ese sentido, el factor “descubre al asesino” sigue funcionando, y pese a estar hablando ya de una cuarta entrega y conocer sobradamente los truquillos de Williamson para jugar al despiste con nosotros, lo cierto es que aún es bien capaz de sembrarnos la duda en más de ocasión. Lo que ya no es tan factible es el cada vez más rebuscado móvil del asesino de turno.

Con la primera secuela (Scream 2), el tema de la venganza brindaba una excelente oportunidad/excusa para traer de vuelta a Ghostface. En la tercera entrega, en cambio, ya tuvieron que sacarse de la manga a un pariente para poder continuar con la saga. Ahora, el quién y el por qué están aún más cogidos con pinzas, como era de esperar, así que no queda otra que aceptarlo a regañadientes. En cierto modo, lo que antes suponía una virtud frente a otros slashers, cuyo asesino era siempre el mismo (y que “resucitaba” una y otra vez), ahora es casi un lastre. Y digo casi porque intentar averiguar la identidad del nuevo Ghostface es prácticamente el único motivo para seguir viendo esta cuarta parte hasta el final…

Scream 4 promete, sobre todo gracias a un inicio rompedor (y guasón), y a una primera hora (o tres cuartos) con gancho. A uno incluso se le pasa por la cabeza pensar que probablemente estemos ante la segunda mejor secuela de la franquicia. Sin embargo, llega un punto (a mitad de película, más o menos) en que todo esto se va al garete.

Todas las entregas han tenido siempre un tono cómico muy característico, como ya comentaba al inicio de la crítica. Un humor que procuraba no caer en la parodia absurda (pese a lo exagerado que pudiese resultar en ocasiones, especialmente en la tercera entrega), y que conseguía sacarnos una complaciente sonrisa. Aquí, sin embargo, Williamson cruza y sobrepasa la fina línea que separa lo divertido de lo simplemente ridículo. Hay escenas/secuencias que son de juzgado de guardia. Algunos de los asesinatos resultan tan sumamente patéticos y bochornosos, que más que una secuela deScream, parece que estemos asistiendo a una de Scary Movie (SPOILER--- el asesinato del orondo madero y el del friki borracho, o las hilarantes autolesiones de la fría asesina, son la prueba palpable del patetismo en el que termina cayendo la película --- FIN SPOILER)

A esto hay que añadir que la tensión brilla por su ausencia y que se desaprovechan escenarios que podrían haber dado mucho juego (la fiesta en el granero o el parking, por ejemplo)


Los nuevos personajes no ayudan tampoco a ofrecer algo de interés a la trama, amén de que su reparto, y salvo excepciones, deja bastante que desear.

Dejando de lado que el nuevo séquito de adolescentes parezcan mucho más críos de lo que lo eran en su momento los protagonistas de sus predecesoras (SPOILER POR SI ACASO--- y que en estatura, ninguno resulte verosímil como un hipotético Ghosface --- FIN SPOILER POR SI ACASO), ni ellos ni sus personajes terminan de cuajar del todo.

Marley Shelton como la ayudante del sheriff, Shenae Grimes como la agente de Sidney o Hayden Panettiere como una de las amigas de su prima, son las pocas incorporaciones que se salvan. Emma Roberts como la susodicha –y sosa- prima, su insulso exnoviete o el par de cinéfilos interpretados por Erik Knudsen y Rory Culkin (de la estirpe de los Culkin, pero sin las aptitudes de sus otros hermanos), que ni siendo dos le hacen sombra Randy/Jamie Kennedy, junto al resto de secundarios, rivalizan con Scream 3 a ser los peores de la tetralogía.

Los veteranos, por suerte, no fallan, y todos regresan a sus personajes con el mismo ímpetu de siempre, aunque es de lamentar que Courtney Cox se haya dejado parte de su expresividad en la última visita que le hizo a su cirujano plástico; por lo demás, ni el matrimonio ni la edad han apaciguado a la fiera reportera que lleva dentro.

Los guiños cinéfilos y la autoreferencia siguen siendo lo mejor, y se aprovecha esta cuarta entrega para mofarse un poco de la enfermiza plaga de remakes y reboots que pueblan un Hollywood cada vez más escaso de ideas (incluyéndose –consciente o inconscientemente- Scream 4 en el saco) Un sano y divertido ejercicio de metacine que ha funcionado a lo largo de todas las entregas, y que aquí sólo se ve estropeado cuando Craven y Williamson sucumben patéticamente en su propia autoparodia.

Ahora bien, los aficionados a la hemoglobina están de enhorabuena, porque si de algo puede presumir Scream 4, es de ser la más sangrienta de las cuatro películas. Aunque donde las otras se quedaban cortas, quizás ésta se pase un poco.

Con todo, es muy probable (por no decir casi seguro) que los fans muy fans vean con buenos ojos este regreso y queden satisfechos con lo que Craven y Williamson han parido. Servidor, sin embargo, piensa que la segunda mitad de la película es tan lamentable (desenlace incluido), que estropea la apreciable primera parte, lo que en conjunto la situaría, a juicio personal, como la peor de la franquicia. Reírse con Scream está bien, troncharse no lo está tanto, y sentir vergüenza ajena es un grave error.

Nueva década. Nuevas Reglas. Peores resultados.

P.D.1: Parece que Dewey se ha curado milagrosamente de su parálisis y cojera. Hubiera estado bien que nos dijeran cómo.

P.D.2: Aunque también vuelve Marco Beltrami para la banda sonora, he echado de menos escuchar el “Red Righ Hand” de Nick Cave, tema icónico de la saga.


Lo mejor: el comienzo; los guiños y referencias cinéfilas.

Lo peor: el humor absurdo y ridículo.


Valoración personal: Regular


sábado, abril 09, 2011

"Río" (2011) - Carlos Saldanha

critica Río 2011 Carlos Saldanha
Blue Sky Studios es uno de los estudios que mejor ha sabido abrirse paso en el cada vez más competitivo campo de la animación por ordenador. Con Pixar y Disney (juntos o por separado) a la cabeza, y Dreamworks pisándole los talones como máximo rival, la animación digital ha abierto un nuevo filón al que poco a poco otros estudios han querido sumarse. Lo que antes, con la animación tradicional en 2D, estaba reservado a unos pocos (al menos en Hollywood), ahora parece haberse extendido de forma considerable, con lo que cada año tenemos más propuestas animadas en cartelera. Y eso supone, además de mayor competencia, también un beneficio para el espectador, que tiene más dónde escoger y/o más con lo que disfrutar.

Blue Sky -en colaboración con Twentieth Century Fox Animation- acertó de lleno debutando con el largometraje ‘Ice Age: la edad de hielo’, una simpática película que ha terminado convirtiéndose en una exitosa saga que ya va camino de ser una tetralogía (el estreno de la cuarta entrega se prevé para el año próximo). Pero entre secuela y secuela de los animales prehistóricos, también han tenido tiempo para crear mundos robóticos con ‘Robots’ y para adaptar el cuento infantil ‘Horton Hears a Who!’ (aka ‘Horton’ a secas) del escritor apodado Dr. Seuss. De hecho, y a excepción de ésta última, todas estas películas han estado dirigidas o co-dirigidas por su co-fundador, Carlos Saldanha, que de nuevo repite en solitario con ‘Río’.

La historia gira en torno a Blu, un guacamayo domesticado que jamás aprendió a volar y que disfruta de una cómoda -y casi humana- vida al lado de su propietaria y amiga, Linda, en la pequeña ciudad de Moose Lake (Minnesota).

Un buen día, reciben la inesperada visita de Tulio, un científico experto en aves que les comunica que Blu es la única esperanza para evitar que su especie se extinga. Tulio pide a Linda que viajen hasta Río de Janeiro para que el azulado pájaro ’se junte’ con Perla, la última hembra que queda de su especie. Pese a las reticencias iniciales, Linda y Blu deciden hacer el viaje.

Una vez en Brasil, sin embargo, Blu y Perla son secuestrados por un grupo de torpes contrabandistas de animales. Con un poco de ingenio, ambos logran escapar de sus secuestradores, pero su aventura por las calles de Río de Janeiro no ha hecho más que empezar…

Con esta colorida propuesta (porque si de algo puede presumir ‘Río’ es de una rica gama de colores) Saldanha parece haber querido rendir un pequeño homenaje a su ciudad natal, Río de Janeiro. Y es que prácticamente toda la historia transcurre en la capital, ejerciendo ésta casi como un personaje más de la trama. Son fácilmente reconocibles algunos de los lugares o monumentos más famosos de la ciudad (el Cristo Redentor, una de las siete maravillas del mundo) e incluso su tradicional y mundialmente famoso Carnaval, el cual llega a tener un destacado protagonismo en la película.

En Brasil empieza y acaba la historia de Blu, un guacamayo que, siendo un polluelo, es arrancado de su hogar y dejado, por accidente, en medio de un nevado pueblo de Minnesota. Allí lo encuentra Linda, una amable librera que lo adopta y lo cuida casi como a un hijo. Con los años, el vínculo de amistad entre Blu y Linda crece y se hace más y más fuerte, y con ello, también el acomodamiento del azulado pájaro a una vida hogareña, lejos de los peligros (y la libertad) de la salvaje selva brasileña.



Es por eso que su llegada a Río supone para Blu todo un acontecimiento. Y una vez que se ve en vuelto en la trama de los traficantes de animales, su estancia allí se convierte en una verdadera odisea emocional y física. Junto a los nuevos amigos que hará por el camino, Blu emprenderá una aventura en busca de sus raíces, del valor para aprender a volar y, por supuesto, del amor.

Y es que en este tipo de historias no faltan ni los amigos del prota (entre ellos siempre está el secundario gracioso), el amor por el que éste suspirará (aunque al principio no congenien en absoluto), y el malo maloso de turno y sus secuaces (que si pueden ser torpes y cazurros, mejor que mejor). En este caso, además, habría que añadir a una vil y resentida cacatúa australiana llamada Nigel, que ejerce de sicario del jefe de los contrabandistas y que supone la mayor amenaza de Blu y cía (amén de ser uno de los personajes más destacables de la cinta); o a los monos carteristas, que más que monos parecen gremlins.

Aunque parezcan demasiados, todos estos personajes -más los que he preferido omitir- funcionan cada uno como parte de un todo, y si bien quizás no llegan a tener el carisma de, por ejemplo, los protagonistas de Ice Age, el espectador sí logra simpatizar con ellos (más con los animales que con los humanos, eso sí).


En algunos aspectos, la trama podría recordarnos a la -para mi, mediocre- saga Madagascar de Dreamworks, por aquello de tener por protagonista a un animal salvaje domesticado. Luego el resumen del paso de los años juntos de Linda y Blu a base de fotos se asemejaría al de ‘Up’ (sólo que sin el intenso puntito dramático que tan bien sabe encasquetarnos el estudio del flexo); y en cuanto al mensaje ecológico, digamos que Río quedaría más emparentada con la española ‘El lince perdido’. De todos modos, el film de Saldanha se siente diferente y es visualmente muy atractivo.

Eso sí, hay que decir que el efecto estereoscópico es bastante intrascendente y, por tanto, no creo que en este caso en particular añada un plus a su visionado (no como en ‘Gru, mi villano favorito’, que al menos le sacaba algo de provecho a este ‘ingenioso -y poco novedoso- sacacuartos’). Así que verla en 2D es tan buena opción como en 3D, aunque también es cierto que son este tipo de películas, las animadas, las que permiten sacarle más y mejor partido a esta moda.

Efectismos a parte, la historia tiene un destacable componente musical que captura a la perfección la esencia y los ritmos de Brasil.

Los momentos musicales, con sus alegres canciones (aunque yo soy más de mambo que de samba, todo sea dicho) y sus bailes amenizan la trama sin resultar un estorbo ni hacerse pesados por alargarse en exceso, cosa que no ocurre. Y en un momento u otro, casi todos los personajes se contagian del compás brasileiro y demuestran su talento por el baile e incluso el canto. Claro que detrás de esos animales pixelados hay todo un elenco de estrellas musicales tales como will.i.am (de Black Eyed Peas), Jamie Foxx (que, para el que no lo sepa, también es cantante), Bebel Gilberto, Taio Cruz, Ester Dean, Siedah Garrett, Jemaine Clement y el más conocido para todos nosotros, Carlinhos Brown.

Así que con todo, y pese a sus más que evidentes clichés, ‘Río’ resulta ser una amena, vistosa y animada (valga la redundancia) propuesta de animación. Más entretenida que divertida, pero igualmente recomendada para toda la familia (especialmente para los más pequeños).


Lo mejor: su colorido aspecto visua ly su musicalidad.

Lo peor: algunos gags de carácter infantil.


Valoración personal: Correcta