viernes, octubre 31, 2008

Películas imprescindibles para Halloween


Hoy es 31 de Octubre, víspera de El Día de Todos Los Santos, celebración cristiana que se lleva a cabo de distintas formas -e incluso en distintos días- según el lugar en el que nos encontremos. En Estados Unidos, por ejemplo, se celebra Halloween, fiesta que cada vez se ha extendido más y más por occidente hasta el punto que en España se mantienen ciertas tradiciones de dicho festejo, como por ejemplo los disfraces de carácter terrorífico.

La también conocida como Noche de brujas, sirve de excusa para que los más jóvenes se disfracen y hagan aquello del “truco o trato”, aunque aquí esta práctica no es usual y todo se queda reducido al mero disfraz (y los mayores, a ir de copas, por supuesto)
También es un buen momento para pegarse una sesión de cine nocturna con una buena ración de títulos del género de terror. Y este es el motivo que le sirve a un servidor para realizar este pequeño post (ilustrado convenientemente por la voluptuosa Elvira xD) y cuya intención no es otra que ofreceros un breve listado personal sobre aquellos títulos que considero ideales para pasar una noche como esta.

Por supuesto, esta lista es meramente subjetiva y en ella no figuran todas los películas de terror que me gustan, pero sí aquellas que me parecen imprescindibles para echarse una buena sesión cinéfila para la noche que nos ocupa.

Primero empecemos por los clásicos de antaño. Dos títulos con dos de los monstruos cinematográficos (y literarios) por excelencia como son Drácula y Frankenstein:

El Doctor Frankenstein (Frankenstein) de la Universal Pictures.

Drácula, de la Hammer.

Dso obras cumbres del género de imprescindible visionado.


Sigamos con algunas de las cintas más espeluznantes del terror moderno:

La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby)

El Exorcista (The Exorcist)

La Noche de Halloween (Halloween)

El Resplandor (The Shining)

Al Final de la Escalera (The Changeling)

La Cosa (The Thing)

Posesión Infernal (Evil Dead)

Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula)

En la Boca del Miedo (In the Mouth of Madness)

Abierto Hasta el Amanecer (From Dusk Till Dawn)


Y ya para terminar, finalizamos el listado con algunas de las producciones más impactantes de los últimos años.

Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead)

The Descent

Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes)

La Niebla de Stephen King (The Mist)

À l'intérieur


Y una vez terminada mi selección, os toca a vosotros, mis fieles lectores, citar aquellos títulos que para vosotros son imprescindibles para pasar una noche de Halloween de lo más terrorífica.

sábado, octubre 25, 2008

"Rescue Dawn", odisea en la jungla


La cinta que nos ocupa es otra de esas producciones que parece que jamás vayan a cruzar el charco. Una película que data del 2006 y que aún a día de hoy sigue siendo inédita en nuestro país. Parece que a Christian Bale le persiga una extraña maldición que de vez en cuando haga que sus trabajos sufran ciertos problemas de distribución. Recordemos que “Equilibrum “ jamás vió la luz en nuestras carteleras, cuando tenía todas las papeletas para hacer una buena taquilla, y que “3.10 To Yuma” se estrenó con un año de retraso respecto a EE.UU. Eso sin contar que “I'm Not There” se estrenó sin hacer mucho ruido y con una distribución bastante limitada.

Cierto es que Rescue Dawn no es una cinta que vaya a arrastrar en masa al público a una sala de cine, pero es uno de los trabajos más accesibles de su director, Werner Herzog.


La historia nos sitúa en plena Guerra de Vietnam. Durante una misión de bombardeo en la selva de Laos (cerca de Vietnam), el piloto estadounidense -de origen alemán- Dieter Dengler es derribado y hecho prisionero por la guerrilla de la zona. Después de sufrir continuas torturas, Dengler es enviado a un campamento junto a otros presos de guerra. Una vez allí, y conviviendo con sus nuevos compañeros en deprimentes condiciones, planeará un plan de fuga en busca de la ansiada libertad de todo preso. No obstante, fuera del campamento está la peor cárcel que jamás haya visto un hombre: la espesa e interminable selva de Laos, un lugar que puede convertirse en la tumba de todo aquél que ose adentrarse en ella.


Basándose en hechos reales, Herzog escribe y dirige este poderoso drama bélico -y a la vez, film de aventuras- que nos cuenta el durísimo cautiverio del piloto Dieter Dengler, que durante la Guerra de Vietnam logró sobrevivir al vietcong y a la infernal selva que lo separaban de su tierra. Una intensa historia de superación personal que el director alemán ya llevó a cabo, en 1997 y en forma de documental, bajo el título de “El pequeño Dieter necesita volar”, contando además, con la colaboración del propio Dengler.

Casi una década más tarde, esta historia nos llega en forma de película y con un excelente –como siempre- Christian Bale a la cabeza del reparto.

La secuencia que abre la película (el bombardeo visto desde el avión que lo realiza) ya nos ofrece una buena muestra de la capacidad del realizador a la hora en planificar sus planos, y la forma nada gratuita de realizarlos de una manera u otra.
La dirección de Herzog a es austera e impregna al film de un realismo estremecedor sobretodo en las escenas que se desarrollan en la jungla. Hay momentos duros que el director sabe manejar con cautela, sin hacer sangre de las tremendas condiciones que sufren nuestras protagonistas y evitando en todo momento abusar de la violencia como recurso para impactar al espectador. Más bien todo lo contrario, pues con la sobriedad de la puesta en escena (no sin olvidarme resaltar un excelente trabajo de fotografía), la casi ausencia de acción, los pocos diálogos y el uso minimalista de una bella banda sonora, Herzog tiene más que suficiente para mostrarnos las penurias de los presos, combinando sabiamente esos citados momentos duros con otros de necesitada emotividad (la amistad que va uniendo a los presos, por ejemplo, es una de sus bazas durante el tramo final)

El calvario que deben soportar nuestros protagonista no es tanto el centro de atención de la historia, sino el desarrollo del plan de fuga y cómo este puede unirlos o también separarlos (los hay a favor y también en contra del mismo). Por lo menos en lo que respecta al tiempo que pasan apresados por la guerrilla. Una vez fuera del campamento, todo es distinto, y ahí es donde prosigue esa complicada odisea hacia la libertad. La jungla se convierte en su principal enemigo; les rodea por todas partes, y sólo su perseverancia y valentía puede sacarlos de ese angustioso infierno.


Christian Bale vuelve a demostrarnos por qué es uno de los actores más solicitados de Hollywood, brindando al espectador una notable –y contenida- interpretación, entregándose por completo a su personaje como ya la hiciera con “El Maquinista” de Brad Anderson, aunque aquí no alcanza los extremos de delgadez vistos en aquél inquietante film.

En esta aventura le acompaña, entre otros, Steve Zahn, un actor que pese a estar anclado en el género de la comedia, nos entrega aquí una creíble interpretación. Probablemente, una de las más estimables de su carrera.


Desgraciadamente, no todos son halagos y hay que lamentar el sabor amargo que nos deja la guinda del pastel. Un desenlace “muy al estilo Hollywood” (con todo lo malo que eso conlleva) que si bien no desmerece el resultado final, si debemos decir que le hace un flaco favor al conjunto. Su única razón de ser es que respondiese a hechos reales acontecidos de tal forma.

“Rescue Dawn” es una película que te puede sonar a ya vista debido a su argumento, pero el estilo personal de Herzog le da un tratamiento distinto a este tipo de historias, por lo que considero un delito no haberla estrenado aún en nuestro país, más viendo lo bochornosa e insustancial que es a menudo nuestra cartelera.


Lo mejor: la sobria dirección; Christian Bale

Lo peor: un final demasiado “hoolywoodiense”


Valoración personal: Buena

domingo, octubre 19, 2008

"El reino prohibido", el arte del kung-fu


No todos pueden presumir de tener, en la misma película, a dos de los cracks de las artes marciales más populares, consagrados e internacionales del panorama cinematográfico actual.
Jackie Chan y Jet Li se han ganado su fama a base de patadas y puñetazos, en el mejor sentido de la palabra. Dos virtuosos de las artes marciales que tienen legiones de fans y que, por primera vez, participan juntos (pero no revueltos) en una misma película. Eso ya es un buen motivo para que esos fans se sientan atraídos por esta producción, si bien los propios actores ya han admitido textualmente que la cosa “no es para tanto”.

Tras el visionado de esta “The Forbidden Kingdom” a un servidor no le queda otra que darles la razón. El mayor atractivo de la misma reside básicamente en la presencia de estos dos actores, aunque ese cara a cara puede saber a poco para los que esperaban en encuentro mucho más impactante. Al fin y al cabo, sus personajes son secundarios, y el verdadero prota de la función es el joven y poco conocido Michael Angarano (¿a nadie más le ha parecido un clon de Shia Labeouf?)


Jason es un muchacho aficionado –pero no practicante- al Kung-Fu y a todas las películas made in Hong Kong. Un día, de visita a una pequeña casa de empeños del barrio chino, descubre un legendario báculo de un sabio guerrero chino conocido como el Rey Mono.
Tras una serie de acontecimientos, el báculo revela su poder y teletransporta a Jason cientos de años atrás, hasta la China medieval. Una vez allí, su misión consistirá en devolver el báculo a su verdadero dueño (el Rey Mono), y para hacerlo deberá enfrentarse a un malvado emperador y a su poderoso ejército. Pero Jason no estará sólo, y en esta increíble aventura le acompañarán tres curiosos personajes: un luchador borracho (Jackie Chan), un monje silencioso (Jet Li), y el Gorrion Dorado (Yifei Liu), una bella joven en busca de venganza.


La historia se inspira ligeramente en populares leyendas chinas como la del Rey Mono, pero adaptando el rol del personaje principal a nuestros tiempos y desarrollando el habitual concepto de viajes en el tiempo (al estilo de la tercera entrega de “Las Tortugas Ninja”) para hacerlo más atractivo para el público no asiático.

La trama es sencilla y lineal, centrándose básicamente en el entrenamiento del prota para dominar el arte del kung-fu y posteriormente en seguir su viaje hasta el lugar de destino (con sus obstáculos pertinentes). Por ello podemos decir que la originalidad es más bien escasa y todo cuanto acontece resulta sumamente previsible.

En la cinta priman sobre todo las peleas cuerpo a cuerpo, y es ahí donde ésta saca mayor partido a sus dos estrellas, Chan y Li. Tener a los dos en movimiento, sea cara acara, luchando juntos o por separado, ya merece gran parte del visionado (aunque no de la entrada).
Las coreografías están conseguidas y más o menos los dos se lucen al mismo nivel. Nada más hay que lamentar el ya habitual -y a mi gusto, detestable- “wire-fu”, técnica que consiste en atar con cables a los luchadores para obtener peleas más espectaculares y emocionantes, ignorando por completo las leyes físicas naturales. Como ya digo, este recurso barato me parece muy molesto, ya que en la mayoría de ocasiones se me antoja ridículo y chapucero, y le quita todo el encanto –y el mérito- a las peleas (y por consiguiente, el trabajo de sus actores y/o especialistas). En el caso que nos ocupa, y tratándose de una cinta con componentes fantásticos, se puede llegar a tolerar, pero eso no quita que en ocasiones sea más un perjuicio que un beneficio.


En lo interpretativo, tanto Chan como Li siguen en su línea habitual. Uno (Chan) con su característico toque cómico y mostrando tantas muecas como le sea posible, y el otro (Li) con su habitual inexpresividad. Al segundo además lo tenemos por partida doble, interpretando –es un decir- a dos personajes distintos, a cada cual peor (el monje, hierático perdido, y el Rey Mono demasiado risible)

Por su parte, Michael Angarano cumple con el habitual rol de chico tímido (y un tanto friki) al que los matones del barrio tienen atemorizado. Con la ayuda de estos dos maestros aprenderá a defenderse y a afrontar cualquier situación por peligrosa y difícil que sea. Vamos, el típico papel de “pequeño saltamontes”.

Si acaso, el verdadero punto flaco, en lo que a reparto se refiere, lo tenemos en el villano, Collin Chou, que nunca llega a ser un malvado imponente, ya sea por lo poco acertado que está el actor o por su aspecto un tanto amanerado.


Por lo demás, la película logra su objetivo de entretener gracias a las citadas peleas y a unos efectos especiales competentes. Sus 70 millones de presupuesto lucen bastante bien en pantalla y van acompañados de una buena fotografía, bellos paisajes y una adecuada e inspirada banda sonora.
Su director, especializado en cine familiar (empezó en la Disney y ha realizado las dos entregas de Stuart Little para Warner Bros.), no consigue transmitir la épica suficiente para otorgarle intensidad a la película, pero pese a eso, el resultado es bastante simpático aunque de vez en cuando se pase de infantiloide.

Así pues, si sois fans de Jackie Chan y/o de Jet Li, seguramente paséis un buen rato con este ligero entretenimiento que, sin duda, es lo mejor que ha hecho Chan en años, algo fácil viendo lo mayormente mediocre que es su filmografía (las imposibles piruetas que se monta suelen ser el único motivo para ver semejantes esperpentos). Más o menos lo mismo se podría decir de Li, aunque éste de vez en cuando participa en productos más decentes y se deja ver en agraciadas superproducciones épicas.


Lo mejor: ver a Jackie Chan y Jet Li repartiendo estopa

Lo peor: el villano de turno; el horrible wire-fu


Valoración personal: Correcta

domingo, octubre 05, 2008

Death Race (La carrera de la muerte), objetivo: llegar vivo a la meta


"En el año 2000 atropellar conduciendo no es un crimen, es el deporte nacional"

Así rezaba el cartel de “Death Race 2000” (aka La carrera de la muerte del año 2000), una cinta delirante, a la par que aberrante, de mediados de los 70, producida por el incombustible Roger Corman, dirigida por Paul Bartel y protagonizada por David Carradine y por un jovencísimo Silvester Stallone en uno de sus primeros papeles como protagonista, aquí ejerciendo como antagonista.
La película era una de esas casposas y gamberras producciones tan típicas de Corman, sacando aquí partido de unas violentas carreras y añadiéndole un toque kitsch bastante hortera tanto para los coches como para las vestimentas de los pilotos.

El temible –aunque de vez en cuando correcto- Paul W.S. Anderson (Resident Evil, AlienvsPredator, Mortal Kombat) nos trae un remake que toma prestado el punto de partida de la cinta homónima de Bartel y algunos de sus personajes, pero dándole un nuevo enfoque y un completo -y agradecido- lavado de cara. Adiós a la estética feísta, a su bizarrismo pretendido y a la denuncia del sistema, pues Anderson ha realizado una actualización que pasa por ofrecer una estética mucho más decadente y sucia, con unos automóviles más recargados y amenazadores, y unos pilotos más rudos y sin ningún tipo de escrúpulo. Al frente de todo esto, Jason Statham, el más productivo, resolutivo y cotizado actor de la última hornada de action-men.


En el año 2012, la economía de Estados Unidos ha caído en picado y el paro ha aumentado considerablemente. El único modo de entretener a la amargada y furiosa plebe es ofreciéndoles violentos y sangrientos espectáculos, como si de la Antigua Roma y sus coliseos se tratara.

Isla Terminal, una de las peores cárceles que existen, retransmite a través de Internet lo que han denominado como Death Race (La carrera de la muerte), una competición automovilística donde los presos compiten por su supervivencia y en donde la recompensa es, tras cinco carreras ganadas, la libertad. Hay un circuito pero no hay normas. Los coches van equipados con potente armamento y sólo los mejores pilotos cruzan la meta con vida. A esta cárcel llega Jensen Ames, un tricampeón de velocidad al que han acusado falsamente de un asesinato. La fría y cruel directora de Isla Terminal le coacciona para que participe en la citada “carrera de la muerte”, convirtiéndose ésta en el único billete de salida de su injusto encarcelamiento. Ames acepta a regañadientes sustituyendo al enmascarado “Frankenstein”, el piloto más popular del show.


El punto de partida del film de Anderson se asemeja al de “Perseguido/The Running Man” o “Rollerball”, otras cintas futuristas en el que un juego sanguinario sirve de entretenimiento para el público. Aquí, no obstante, el trasfondo crítico hacia el sistema y hacia una sociedad deshumanizada y reprimida, queda enterrado a favor del puro espectáculo.

Con un presupuesto reducido, aunque superior al de la cinta original, Anderson ofrece espectaculares secuencias de acción, rodadas con nervio y sin apenas utilizar efectos digitales, lo que le otorga un mayor -y necesario- realismo. Los coches se abollan, explotan y dan vueltas de campana, de verdad. Los especialistas se ganan el sueldo y el espectador goza de encarnizadas y adrenalíticas carreras donde los casquillos y la metralla cubren el asfalto.

Aunque aquí ya no se trate de atropellar a los transeúntes como en la cinta de Bartel (de ahí salió la inspiración para el videojuego “Carmageddon”), y el circuito quede anclado en un reducido aunque acondicionado espacio, la violencia sigue estando a la orden del día. Probablemente sea tratada de forma un poco más políticamente correcta, pero no por ella es menos satisfactoria. Además tenemos algunas secuencias donde la sangre es la protagonista, que aunque sean pocas y puntuales, son de agradecer en un género que cada vez se está volviendo más light.
Teniendo en cuenta que son las carreras el principal reclamo de la cinta y las que ocupan la mayor parte del metraje, es necesario que éstas sean atractivas y estén bien rodadas, algo que el director cumple sobradamente (videocliperas, sí, pero menos mareantes que las de un Peter Berg o un Michael Bay)


La trama está al servicio de la acción. Simple, sin complicaciones y sin profundizar en los personajes, pero lo suficientemente bien “engrasada” para resultar interesante y efectiva como complemento a las competiciones.

En general, el reparto está bastante correcto. Statham, con la misma cara de palo de siempre (ni de lejos es el nuevo Bruce Willis), cumple sin más. Se ha especializado en el cine de acción y este tipo de personajes le vienen como anillo al dedo. Hay menos patadas/puñetazos de lo habitual, pero su presencia impone igual.
Joan Allen resuelve con sobriedad el típico papel de despiadado/a alcaide/sa; Ian McShane como mecánico y jefe de equipo, es el idóneo para un personaje de esos que suelen ejercer los veteranos de turno como Robert Duvall (véase Días de trueno o 60 segundos); Tyrese Gibson, un poco más macarra de lo habitual, está en su línea; y la desconocida Natalie Martinez no es más que la maciza de turno, que como tal, exhibe sus gracias para deleite del sector masculino, mayormente. El resto son los tipos malos que ponen cara de malo, y con eso nos basta.

Esta nueva “Death Race” no es un remake al uso. Anderson reescribe enteramente la historia, le da un tono más serio y mesurado, se adapta a los cánones del cine de acción moderno y mejora una película ya de por sí muy mejorable, tomando como referente más cercano la sucia estética de películas tipo “Mad Max” (con el monstruoso camión de Warlords of the 21st Century/Battlestruck incluido). Su gran baza pues, ha sido renovar el concepto de la carrera de la muerte para hacerlo más apetecible al espectador actual. Copiar o intentar imitar a su homónima hubiera sido un craso error.

Vista con moderadas expectativas (ese ha sido mi caso), “Death Race” resulta ser un sencillo pero eficaz entretenimiento de escasas pretensiones y mucha testosterona. Poco de ciencia ficción -el contexto histórico no difiere mucho de la actual crisis económica ni de los abundantes reality-shows basura- y mucho de acción.
Ambiente carcelario, carreras suicidas, violencia gratuita y tías buenas. Un cóctel que bien combinado, deja buen sabor de boca. Exigirle más sería contraproducente.


Lo mejor: las carreras; el cuerpazo de Natalie Martinez (xD)

Lo peor: una trama muy previsible


Valoración personal: Correcta

sábado, octubre 04, 2008

2º Anversario (con retraso)


Como reza el dicho ”Más vale tarde que nunca” . Y aquí está un servidor que, con tantas cosas que tiene en la cabeza en los últimos meses, se olvidó de una fecha tan destacada como la del 28 del pasado Agosto, día en el que este humilde blog cumplió dos años de vida. Dos años desde que empecé a divagar en la blogosfera, convirtiéndome en uno más de entre los muchos que dejaban sus opiniones en el mundo virtual.

Creé mi blog sin tener muy claro que iba a escribir en él, hasta terminar siendo un blog dedicado a una de mis grandes pasiones, el cine. Por él han pasado varios lectores. Algunos de forma fugaz, otros de forma permanente. Los que hay que vinieron para ser parte de un momento, de una época, y los hay que vinieron para quedarse (hasta que terminen por aburrirme o yo eche el cierre)
A todos ellos les agradezco enormemente su paso por estos lares y las opiniones vertidas en él; e incluso a aquellos que leen mis escritos pero no dejan constancia de ello, gracias. Tengo claro que sin vosotros, mis lectores (habituales o esporádicos), mi voluntad para seguir adelante con el blog hubiera menguado enormemente. Pero ya han pasado dos años y me siento satisfecho, no ya sólo por lo mucho que disfruto escribiendo sino por las personas a las que he conocido.

Espero y deseo que “Diario de una mente perturbada” siga activo durante mucho tiempo más. Un servidor hará todo lo posible para que así sea.


Una vez más, reitero mi gratitud hacia vosotros, mis fieles e indispensables lectores.


Saludos ;)