domingo, septiembre 27, 2009

"Los sustitutos" (2009) - Jonathan Mostow


El mundo del cómic se ha convertido en un gran filón que explotar en Hollywood. Además de las incesantes películas de superhéroes que se dan cita en nuestras carteleras año tras año (y las que están por llegar…), no son pocos los cómics y/o novelas gráficas de variada temática que terminan siendo adaptados a la gran pantalla. Y aunque no siempre los resultados sean satisfactorios, lo cierto es que debido a la imperante falta de ideas que existe hoy día en la industria cinematográfica (americana, concretamente), no es un mal recurso buscar ideas en otros formatos, además de los ya conocidos (novelas o videojuegos, por ejemplo)

La variedad de géneros es amplia, y eso implica que la procedencia de la historia sea lo de menos. Lo que importa es que el paso de la viñeta al fotograma no se resienta demasiado, y que una trama que funciona en papel, pueda funcionar también como película para el disfrute de los espectadores ajenos o no al formato original (que sea necesario conocer el cómic para entender o disfrutar de la adaptación, es un erróneo punto de partida)

Como fan incondicional de la ciencia-ficción y de Bruce Willis (actor infravalorado donde los haya), no podía dejar de ver “Surrogates”, una película basada en una miniserie de cinco cómics escrita y dibujada por Robert Venditti y Brett Weldele respectivamente. No obstante, el tráiler no me entusiasmó demasiado y el trío responsable de la adaptación, el director y los guionistas de la inefable “Terminator 3: La rebelión de las máquinas”, no me producía confianza alguna. Para colmo, el cúmulo de malas críticas que ha estado recibiendo tras su reciente estreno, terminaban de confirmar mis malos augurios.

Sin embargo, este fin de semana tocaba sesión de cine sí o sí, y a falta de mejores alternativas, la cinta del tito Willis ha sido quién se ha llevado mi dinerito.


Surrogates, traducida aquí como “Los Sustitutos”, versa sobre un futuro en donde los humanos viven aislados en sus casas interactuando con el mundo real a través de unos robots conocidos como “sustitutos/surrogates”. Estas máquinas les permiten una vida acomodada y segura, libre de daños, enfermedades, etc., y mediante las cuales pueden darse a conocer al mundo exterior con la apariencia que deseen (la mayoría de veces idealizada a través de bellos físicos)

Pero no todos están a favor de vivir de dicha forma, y por ello existen zonas en las que la gente sigue viviendo como antaño, rechazando vivir y sentir a través de frías máquinas, y luchando por conseguir erradicar los surrogates de la sociedad.

Cuando un par de sustitutos son “acribillados” en la calle, muriendo también sus controladores, se disparan todas las alarmas, más cuando uno de ellos era el hijo del creador de dichos robots. La investigación del caso corre a cargo de dos agentes del FBI, Tom Greer (Willis) y Peters (Radha Mitchell). Ambos tratarán de encontrar al culpable de dicho asesinato, y sobre todo, de encontrar el arma que es capaz de matar a la gente a través de su sustituto.

Desgraciadamente, el asunto se complica cuando el sustituto de Tom queda fuera de combate, viéndose el agente obligado a salir de casa y seguir las pistas como un humano cualquiera y con la vulnerabilidad que eso conlleva.


Debo decir que no he leído los cómics de Venditti y Weldele, con lo cual no puedo juzgar la fidelidad con la que se ha tratado esta adaptación. Pero eso no me impide afirmar que la idea argumental de la que parte la historia es muy buena, dentro del ámbito de la ci-fi, pero dando la sensación que no se han sabido explotar todas sus posibilidades, no al menos en su versión cinematográfica.

El tema de vivir a través de máquinas que interactúan por nosotros, y que a excepción de alimentarnos, dormir u otras necesidades fisiológicas, ejercen como nuestro propio yo en el mundo exterior en todo lo que supone nuestra vida diaria, es realmente muy interesante y no tan lejano a una realidad que hoy día vivimos. Programas como “Second life”, en la que el usuario hace vida (ficticia) a través de un avatar creado a su gusto para que le represente; o el propio internet en sí mismo, mediante el cual nos movemos bajo una identidad que puede corresponder o no con nuestra verdadera personalidad, son claros ejemplos de que cada vez más nos relacionamos a través de la tecnología.

La película, y por consiguiente, imagino que también la novela, es una especie de crítica a ese modo de vida pero llevado a un extremo; presentándonos un mundo en el que, como personas, no somos más que controladores de un “yo” artificial y adulterado con el que creemos vivir a salvo y felices (los índices de violencia se reducen, así como el crimen o las enfermedades venéreas)

El personaje de Willis es el prisma más o menos neutral a través del cual percibimos esa sociedad mecanizada. Y son sus ansias por volver a sentir por sí mismo y no a través de un robot, lo que nos hace dudar si esa evolución tecnológica nos lleva por un buen camino o no.

Ahora bien, centrándonos ya en términos estrictamente cinematográficos, cabe decir que la película, además de no aprovechar del todo las posibilidades que ofrece un planteamiento de estas características, tampoco funciona como producto de entretenimiento que es o pretende ser.

Para empezar, la trama policial es muy previsible, sabiendo en todo momento quién es el bueno y quién es el malo, por lo que el supuesto suspense que debería ofrecer dicha investigación se va al garete. Además, todo está resuelto de forma muy precipitada, y los pocos golpes de efectos (referentes al personaje de “El profeta” o los planes del “villano”), no terminan de satisfacer al espectador. Así pues, la parte de thriller queda algo desangelada respecto a una intriga que podía haber dado más de sí, colocando y uniendo mejor las diferentes partes del entramado.

Como vehículo de puro entretenimiento, es aún más decepcionante si cabe, puesto que las escenas de acción no sólo son escasas, algo que podría perdonarse si el resto tuviera algo más de chicha, , sino que además son realmente insulsas, y hasta en algunos casos, incluso cutres (esos super saltos que se pegan los sustitutos son algo cantosos para un blockbuster de este tipo)

Del buen hacer de Mostow en cuanto a planificación y rodaje de secuencias de acción se refiere, visto ya en anteriores films (lo poco rescatable de su secuela de Terminator son, precisamente, las secuencias más trepidantes) aquí no hay ni rastro. Lo poco que ofrece el director es poco vistoso y redundante.

Con semejante percal, el siempre eficiente Bruce Willis no puede hacer otra cosa que cumplir con la papeleta y hacernos más digerible este batiburrillo de películas de ci-fi ya vistas (Yo, Robot, Terminator y otras tantas pasadas por el túrmix). Y es que su personaje, al que se le intenta sin éxito dar cierta carga dramática, es lo único realmente rescatable de esta frustrada producción (la decisión que toma al final me recordó irremediablemente a la que toma Serpiente Plissken en los últimos minutos de “2013: Rescate en L.A.”)

Del resto del reparto poco hay que decir, salvo que el gran James Cromwell está bastante desaprovechado y que a Ving Rhames le ha tocado desempañar un rol un tanto ridículo. En cuanto a los otros personajes, estos podrían haber sido interpretados por cualquier otro grupo de actores y actrices, sin que el resultado se hubiera visto afectado en lo más mínimo.

“Los sustitutos” es otra de esas películas con un buen planteamiento altamente desaprovechado, cuyos resultados dejan bastante que desear en cualquiera de los géneros que pretende abarcar. Para los más transigentes, quizás pueda ser un pasable entretenimiento para una tarde aburrida, gracias sobre todo a la presencia de Willis, pero para los que veíamos aquí una de ci-fi con potencial para permanecer en el recuerdo, no podemos sino sentirnos algo engañados y decepcionados (del –inexistente- traje a lo James Bond que luce Willis en el cartel, mejor no comento nada)


Jonathan Mostow empezó con buen pie en el mundillo con apreciables cintas como “Breakdown” y “U-571”, pero se unión por segunda vez con este par de guionistas (perpetradores, además, de engendros como Catwoman), ha vuelto a jugar en su contra, y esta vez ni la acción salva su pobre dirección.



Lo mejor: la planteamiento inicial; Bruce Willis

Lo peor: todo lo demás.


Valoración personal: Regular

miércoles, septiembre 16, 2009

"Malditos Bastardos" (2009) – Quentin Tarantino


Mucho tiempo ha tardado desde que la idea rondaba por su cabeza, pero por fin Tarantino puede decir que ha cumplido uno de sus mayores deseos profesionales: rodar su ansiada “Inglourious Basterds”, proyecto postergado en varias ocasiones a favor de otras películas, y que éste ha ido confeccionando a lo largo de estos últimos años.

El camino hasta aquí no ha sido fácil. Además de llevarle mucho tiempo escribir el guión, el director ha tenido que hacer algunos recortes, en vista de las críticas vertidas en el Festival de Cine de Cannes, que le acusaban de tener mucho diálogo y poca acción. Irónicamente, Tarantino se ha caracterizado más por lo primero que por lo segundo, así que habría que ver cómo eran esos diálogos para que el resultado final gustara tan poco a algunos críticos. Y es que si eran tan insulsos e interminables como los de su fallida “Death Proof”, que sólo con hora y media de duración ya se hacía algo difícil de digerir, no imagino el suplicio que sería tener que soportar los más de 150 minutos que estaban sus “bastardos” en escena. Aunque supongo que para los más curiosos, habrá ediciones especiales, director’s cut y demás extras para DVD con los que poder hacer comparaciones y sacar sus propias conclusiones.

La historia nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada por los nazis. Allí conoceremos y nos centraremos en un par de personajes en concreto. Uno de ellos es el de Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent), una joven que presenció la ejecución de su familia a manos del coronel nazi Hans Landa (Christoph Waltz), y que ahora vive en París bajo una nueva identidad (la de dueña y directora de un cine). El otro personaje, y no menos importante, es el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), conocido por sus enemigos como “Aldo El Apache”, y responsable, junto a su grupo de soldados judíos (conocidos todos como “Basterds”), de masacrar sin piedad al enemigo nazi.

Cada uno por su cuenta, jugará un papel decisivo en la guerra contra el Führer. Shosanna planeará minuciosamente su venganza hacia el coronel Landa y sus compatriotas, mientras que Aldo Raine y sus sanguinarios bastardos, con la ayuda Bridget Von Hammersmark (Diane Kruger), una agente secreto alemana que trabaja para los aliados, intentarán llevar a cabo una arriesgada misión con la que acabar con los Altos Mandos del Tercer Reich. El destino de todos se decidirá en un cine de París…


“Malditos Bastardos” supone la primera incursión de Tarantino en el cine bélico, y como es habitual en él, sea el género que sea, lo hace a su manera (para bien o para mal)

Ante todo, avisar a los más despistados –aunque quizás no haga falta- que la historia que se nos relata aquí es totalmente ficticia. Puede que se tomen algunas referencias históricas reales, pero la trama, su desarrollo, y obviamente su final (sobre todo su final), es pura inventiva “made in Tarantino” para llevar el género bélico a su propio terreno sin olvidarse de las influencias que han ido caracterizando su cine (amado u odiado, pero de marcado sello personal). Por ello, la cinta es una mezcla entre el western de Leone (esos duelos verbales y esa deliciosa música de Morricone le “delatan”) y el bélico de la magnífica “Doce del patíbulo, a la que por supuesto, se rinde homenaje junto a “Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato), explotation bélica italiana de la que se toma prestado el título con el que se conoció en tierras americanas, Inglorious Basterds.


La película se divide en capítulos, lo que hace más fácil discernir entre las partes más y menos conseguidas de su obra. Y es que “Malditos Bastardos” no es una película brillante (no en mi opinión), pero contiene momentos que sí lo son. El capítulo que abre el film, sin ir más lejos, me parece soberbio y de lo mejorcito que ha rodado Tarantino en toda su carrera. La tensión se podría cortar con un cuchillo; el suspense rezuma en cada fotograma, consiguiendo que el espectador esté clavado en la butaca durante la extensa conversación que mantienen el coronel Hans Landa y un –acongojado- granjero francés.
Luego ya damos paso a la presentación de los Bastardos que, dicho de paso, no tienen ni el protagonismo ni el impacto que un servidor esperaba o deseaba. Es cierto que el grupito tiene potencial, pero creo que Tarantino no lo explota debidamente, o al menos no lo suficiente como para que su participación haga honor al título. Aldo Raine (Pitt) sería el que más destaca de todos, pero el resto, salvo unos pocos minutos de gloria, duran poco en escena o ven su participación menguada o, mejor dicho, eclipsada, por la potente labor de Christoph Waltz como el coronel Landa o la estupenda Mélanie Laurent como la sufrida Shossana. De hecho, la escena que ambos comparten en el café emerge también como una de las mejores de la cinta, junto a la de la taberna, en la que vemos por primera vez a Diane Kruger, quién demuestra también mayor solvencia que sus compañeros de reparto masculinos.

Quizás no sea adecuado decir que tenemos aquí al Tarantino menos Tarantino de todos, porque su firma es más que evidente, pero sí es cierto que hay muestras de una mayor madurez creativa (y de menor egolatría), sobre todo en lo que se refiere a diálogos y a planificación de escenas.


El director se ha ganado a muchos fans por sus largos y chisposos diálogos en varias de sus películas. Esos que se quedan grabados en la memoria pero que no suelen aportar mucho a la trama, o que a menudo, aparecen metidos con calzador por pura autocomplacencia del autor. Por suerte o por desgracia, según se mire, aquí los diálogos están en consonancia con la historia. Incluso las referencias cinéfilas, en este caso, centradas en el cine alemán, tienen su justificación dentro de la trama. Y es que parece que por fin Tarantino se deja de palabrería decorativa para ofrecernos diálogos con enjundia y determinantes no sólo para el desarrollo de las escenas sino vitales para comprender aún mejor la psique de sus personajes. Hasta su fetichismo por los pies femeninos aquí aparece sutilmente integrado en el argumento, dentro de una ingeniosa metáfora de cuento de hadas (cuando lo veáis, entenderéis a qué me refiero). Tarantino ya no se limita, como en Death Proof, a primeros planos de pies porque sí, ni a llenar las escenas con conversaciones banales que no van a ningún lado y que pueden hacerse altamente insoportables. Para mí, ese relleno es paja, pero puede que algunos de sus fans sí echen de menos esas peculiaridades.

Lo que no termina de controlar del todo es el ritmo narrativo, y aunque curiosamente en ningún momento llegué a aburrirme (aunque sí a impacientarme), no se puede obviar que algunas escenas se alargan innecesariamente, y eso es lo que termina abultando el metraje de forma excesiva. Además de que ciertas excentricidades del autor siguen patentes, y el hecho de no poder o no querer despegarse de ellas, hace que a mi juicio su trabajo no sea redondo del todo.

Por poner un ejemplo, hay explicaciones, como la de las cintas de nitrato, que es un añadido gratuito del director. Sobra porque ya queda entendido o intuido en los diálogos de los personajes, y por tanto, no necesita de ninguna aclaración extra. Pero a Tarantino le parece muy “cool” introducir esa nota instructiva.

Otro uso inadecuado, o en todo caso, prescindible, sería el de los flashbacks; y es que a veces es mejor dejar ciertas cosas a la imaginación del espectador y no darlas mascadas. En ese sentido, Tarantino introduce un sangriento flashback para explicarnos los antecedentes de uno de los “bastardos”. Y aunque sea divertido presenciarlo, no hubiese estado demás ahorrárselo para hacer más misterio al personaje, algo que sí consigue con Landa o con "Oso Judío", el bastardo encarnado por su amigo Eli Roth, a quién por cierto, es preferible verle delante de la cámara que detrás de ella.

Quizás parezca que crítico o me molestan precisamente algunas de las características que hacen a Tarantino un autor diferente a los demás, único e imitado. Puede que así sea. Admito que no es santo de mi devoción, pero tampoco soy uno de sus detractores, y hay cualidades que admiro en él y otras que directamente no soporto. Sospecho que, pese a resaltar ciertos defectos, he salido satisfecho de la proyección precisamente por encontrar un equilibrio entre sendas partes. Se sigue llevando por sus ganas de romper esquemas, por su gamberrismo, sus frikadas y sus excesos (elementos que gustan o no dependiendo de cómo y cuando los utilice), pero también, como ya he comentado antes, hay una madurez profesional que va más allá de contentarse a sí mismo y a sus fans más acérrimos (quienes, por otro lado, no tendrán problemas en hallar en este film otra de sus obras maestras)

La violencia, el tono irreverente y el humor (genial el momento “a la italiana”), siguen haciendo acto de presencia, y lo hacen de forma acertada. Pero como ya digo, de prescindir de ciertas excentricidades, el resultado hubiera sido mucho más compacto.


En cuanto al reparto, todos cumplen con su rol, pero es inevitable resaltar de nuevo al villano de la función, papel que le hubiera ido como anillo al dedo a Tim Roth, pero que Waltz hace suyo como el que más.

Pitt, por su parte, saca su vena más cómica y freak, y compone un Aldo Rayne simpático y campechano. Pero junto a Waltz, son a mi gusto las féminas las que se llevan la palma. Excelente Laurent y sorprendente Kruger.

El problema es que son tantos personajes y actores, que algunos saben a poco y otros directamente se quedan algo desaprovechados, como el alemán Christian Berkel (un tipo siempre competente) o incluso Mike Myers (aunque aquí lo agradezco, porque no es un cómico muy de mi gusto)

A destacar también a August Diehl (el “King Kong” de la taberna) y al catalán/alemán Daniel Brühl en uno de los papeles claves de la función. Martin Wuttke como Adolf Hitler está histriónico perdido, aunque imagino que es lo que se le pedía (yo me quedo con el soberbio Bruno Ganz de la imprescindible “El hundimiento”)

Por último, y lo que nunca falla en una película de Taratino, es la música. Si bien por problemas de agenda el gran Morricone no pudo componer el score de la película, el director no ha dudado ni un solo momento en rescatar varias de sus piezas musicales para componer la banda sonora, además de incluir un tema de otro de los grandes, Dimitri Tiomkin; el inolvidable “The Green Leaves of Summer” de El Álamo (uno de los clásicos de John Wayne) y que aquí acompaña los sencillos títulos de crédito. Lo que ya no me cuadra tanto es el tema de David Bowie, y es que por mucho que me guste el cantante y por muy Tarantino que seas, como que desentona un poco calzárselo a una película de la Segunda Guerra Mundial (lo dicho, las “excentricidades” del autor)

En definitiva, “Malditos Bastardos” es una notable cinta bélica que probablemente peque de excesivo metraje. Es la enésima gamberrada de este "enfant terrible" de Hollywood, pero esta vez mucho más intensa y calibradacon secuencias que son cine en estado puro. Así que de seguro gustará a sus fans.

Un servidor, amante confeso del género y muy especialmente de aquel que se desarrolla en la II G.M., temía que de nuevo el ego y la pretenciosidad dieran al traste con una buena idea, pero por suerte no ha sido así. Eso no quita que me sobren algunas de sus manías. Pero claro, de no tenerlas, ya no sería Tarantino, y de directores “para todos los públicos” ya andamos más que sobrados.

P.D.: Cada uno es libre de ver las películas como le dé la real gana, pero considero que aquí, que se habla inglés, francés y alemán, y se chapurrea algo de italiano, sería todo un sacrilegio verla doblada. Ya no por la diversidad en sí sino por la relevancia que tienen los cambios de idioma dentro de la trama. Pero insisto, allá cada cual con sus preferencias.



Lo mejor: El capítulo que abre la película; Christopher Waltz y Mélanie Laurent.

Lo peor: algunas escenas alargadas sin necesidad y, por consiguiente, el excesivo metraje.


Valoración personal: Buena

martes, septiembre 08, 2009

"Distrito 9", xenofobia alienígena


Tras su frustrado intento de llevar a la gran pantalla una adaptación del famoso videojuego “Halo”, Neill Blomkamp se embarcó en la realización de “District 9”, una película de ci-fi basada en un cortometraje suyo titulado Alive in Joburg. Para llevarlo a cabo contó con la producción de Peter Jackson, el mismo que iba a producirle el citado proyecto, y que de tan impresionado que quedó al ver sus trabajos y cortos anteriores (por uno de ellos, referente a precisamente a Halo, fue premiado en el Cannes Lions de 2008), no dudó en apoyarle en su primera incursión en el mundo del cine.

Blomkamp, por tanto, no es un nombre muy conocido entre el público, pero ha trabajo como animador 3D para series como Stargate SG-1 o Smallville, además de dirigir anuncios publicitarios para marcas como Adidas o Citroën (suyo es el conocido spot del “Citroën C4 transformable”) Así que quizás “District 9”, una cinta mucho menos ambiciosa y costosa, sea la carta de presentación ideal para darse a conocer. Por otro lado, podría significar también un punto de inflexión para que en Hollywood le confíen proyectos de mayor calado (en sentido taquillero, entiéndase)

La historia que nos presenta en District 9 es la de una raza extraterrestre que permanece “refugiada” en Johannesbrugo, a las afueras de la ciudad, después de que veinte años atrás su nave espacial se quedara varada en nuestro planeta. Su llegada fue tan inesperada para los humanos como para los propios extraterrestres, que llegaron después de, al parecer, extraviarse en su camino. Ante la imposibilidad de devolverlos a su lugar de procedencia, las “gambas”, como así los llaman los residentes, fueron alojadas en un campamento, nombrado como Distrito 9, sufriendo el rechazo y desprecio de la población humana, y formando así su propio gueto marginal. Pero tras una longeva y no siempre apacible convivencia, las quejas de los vecinos han surtido efecto y los extraterrestres serán ahora trasladados a una zona más apartada. Es en este punto cuando surgirán problemas aún mayores, especialmente para Wikus Van De Merwe (Sharlto Copley), uno de los encargados de llevar a cabo dicho traslado.

La película empieza con una serie de entrevistas a modo de reportaje, algo que ya se dejó ver en algunos avances publicitarios, y que nos sumerge de un modo certero y muy realista en esta zona habitada por terrícolas y alienígenas. A través de una socióloga y demás testimonios, nos ponemos al día de quienes son los visitantes, cómo llegaron aquí o cómo se relacionan entre sí y con sus nuevos vecinos. Somos testigos también del recelo que provocó su llegada en los habitantes de la ciudad, y de la cada vez más insostenible situación que los tiene arrinconados en una especie de campo de concentración dejado de la mano de Dios.

Así que además de otorgarle un añadido realismo a la historia, Blomkamp utiliza esas entrevistas para poner en situación al espectador de una forma rápida y amena, además de presentarnos a Wikus Van De Merwe, un trabajador de una agencia especial dedicada a la atención de los extraterrestres, que será nuestra principal protagonista.


Este primer tramo es un pequeño preámbulo de lo que se nos mostrará luego, cámara en mano y manteniendo el tono documental, a través de Wikus, cuyas prioridades darán un trágico y rotundo vuelco tras un suceso inesperado que, por supuesto, no os voy a desvelar.

Precisamente, ésta es la parte más arriesgada e interesante de la película, huyendo lo máximo posible de los tópicos e incluso presentándonos a un personaje por el que no sentiremos otra cosa que antipatía. Todo ello formando un poderoso alegato contra el racismo, que queda patente en el deplorable estado en el que viven los extraterrestres y el trato abusivo y denigrante que reciben estos por parte de los humanos. De hecho, no es casualidad que la historia se desarrolle en Sudáfrica, que aparte de ser el país natal del director, fue también el paradigma de la discriminación y segregación racial y social que tuvo lugar durante el conocido apartheid. Los paralelismos no son mera coincidencia, y fue en Johannesburgo donde miles de negros fueron obligados a alojarse en áreas urbanas designadas por los blancos bajo sus propias leyes discriminatorias.

El tramo final es bien distinto. Aún intercalando de vez en cuando algunas entrevistas, la película abandona incluso el (inesperado) humor que se permitía al principio, para volverse mucho más pirotécnica a la vez que convencional. Explosiones y tiroteos a diestro y siniestro, a los que dan mucho juego las potentes armas alienígenas y algún que otro artefacto que parece sacado del manga/anime japonés (un mecha, para los entendidos). Eso sí, la acción está bien rodada y no marea demasiado pese al ya abusivo y reiterativo uso de la cámara al hombro al que muchos directores parecen prestarse últimamente. Se agradece además una calificación “R” que nos permite ver algún que otro desmembramiento y a mucho soldadito reventar en pedazos. Por tanto, ese segmento del film nos demuestra la capacidad de Blomkamp para poder ponerse al mando de cualquier blockbuster cañero que se presente en un futuro.

Pero no todo son virtudes, y aunque en los últimos minutos se intente dar un giro –demasiado forzado- a las acciones de Wickus, este sigue siendo un cretino y un personaje con el que el espectador no logra sentirse identificado. Y aunque quizás debiéramos buscar esa empatía en los extraterrestres (por aquello de ser los marginados), la aparición de estos es a veces demasiado trivial, y la “gamba” que acompaña a Wickus se queda en estatus de secundario poco favorecedor. A título personal, hubiera dado un mayor protagonismo a los alienígenas, o en todo caso, hacer que el personaje humano fuera un poco menos detestable, ya que convertirlo en el clásico antihéroe es algo que no termina de cuajar del todo (tampoco es que sea necesario un buen samaritano ni mucho menos el típico niño que entable amistad con el E.T. de turno)

Esto no afecta a mi opinión sobre Sharlto Copley, quien realiza una interpretación más que convincente, acompañado por unos alienígenas digitales -y demás efectos- bastante conseguidos pese a su reducido presupuesto (30 millones… increíble-ble)

Así pues, la denuncia implícita en la historia tanto de racismo y de demagogia como de mezquinos intereses político-militares (las pruebas con los aliens y sus armas son una evidencia clara del potencial armamentístico que puede suponer para los gobiernos o el mercado negro) está conseguida pero se queda muy en la superficie. El peso dramático es notable pero no excelente, y termina diluyéndose entre tanta acción encasquetada hacia el desenlace.

Por tanto, “District 9” es una curiosa y original propuesta de ciencia-ficción que recuerda un poco a “Alien Nación”, en términos de convivencia alienígena, y a “V, los visitantes”, por aquello de denunciar un hecho de nuestra historia reciente a través de una alegoría fantástica (la serie de los lagartos era una clara metáfora del fascismo alemán de la II G.M.), sazonado todo con una pizca de “Enemigo Mío” y “La Mosca”. Sin duda, para los amantes del género (servidor se incluye), es una cita ineludible a las salas de cine, ya que no todos los días tenemos ci-fi de este calibre (más inteligente que la media, vaya); acompañada, por otro lado, de una acertadísima campaña viral que poco a poco ha ido levantando el interés del respetado cinéfilo. Ahora bien, no es ninguna obra maestra ni tampoco lo pretende, y tanta crítica inflada no hace otra cosa que perjudicarla. A veces se machacan películas sin piedad ni necesidad, y otras veces se ensalzan de forma exagerada. En este caso, no merecería ni lo uno ni lo otro. Digna y recomendable, que ya es muchos en estos tiempos.


P.D.: Y ahora a esperar a que “Moon”, “Pandorum” y “Avatar” cumplan también su propósito y que las expectativas no nos jueguen una mala pasada.



Lo mejor: la idea base del argumento; el etoque documental y las entrevistas.

Lo peor: el personaje de Wickus no convence como antihéroe; la falta de empatía.


Valoración personal: Correcta