viernes, noviembre 12, 2010

"Imparable" (2010) - Tony Scott

critica Imparable 2010 Tony Scott
Las películas con vehículos fuera de control casi podrían considerarse todo un subgénero. Centrándonos en las que tendrían a un tren como “protagonista”, y excluyendo así cintas catastróficas como “Aeropuerto” o “La aventura del Poseidón”, tendríamos que destacar la setentera “El puente de Cassandra“, film que reunió a algunas viejas glorias del cine clásico como Burt Lancaster, Ava Gardner , Richard Harris o Sophia Loren, para embarcarlos (salvo Lancaster) en un tren infectado por un virus mortal, y debiendo su título al lugar al que éste debía dirigirse con tal de evitar un desastre mayor.

La moda catastrofista setentera no sólo afectó a Hollywood sino que, un año antes incluso de que se estrenara ésta, en Japón ya rodaron “Pánico en el Tokio Express (The Bullet Train)”, película en la que unos terroristas colocaban una bomba en un tren de alta velocidad que realizaba su trayecto entre Tokio y Hakata. El quit de la cuestión residía en que si el tren bajaba de los 80 km/hora, la bomba estallaba. ¿Y de qué nos suena esto? Así es, en los 90 “Speed” trasladó similar argumento a un autobús urbano de Los Ángeles, convirtiéndose de unas de las mejores películas de acción de todos los tiempos y también en una de las más imitadas. Hubo un pésimo telefilme – Runaway Car- protagonizado por Judge Reinhold (Superdetective en Hollywood), en el que era un coche el que estaba fuera de control; e incluso el propio Jan de Bont quiso repetir la jugada con la cochambrosa “Speed 2”, en la que toda la acción transcurría a bordo de un lujoso transatlántico (de nuevo con Bullock pero sin Reeves y sin el más mínimo interés)

Pero para trenes fuera de control, tendríamos que volver al pasado y recordar la ochentera “El tren del infierno”, con dos presos, Jon Voight y Eric Roberts, fugándose de la cárcel en un tren a cuyo maquinista le daba un infarto (lo bueno es que tenían a Rebecca De Mornay haciéndoles compañía)

Si dentro del tren introducimos el elemento “terrorista”, la película deviene siempre en una especie de “Jungla de Cristal” en movimiento, como así pudimos comprobar con “Alerta Máxima 2”, cuya primera entrega ya era un pseudo plagio de la de McClane, sólo que en un barco.

Pero Steven Seagal no sería el único héroe de acción sobre raíles, ya que en 2002 Van Damme haría lo propio en “Sin Control”, otro de sus infames subproductos de videoclub. Y antes que estos dos, un Pierce Brosnan pre-Bond haría lo mismo en el telefilme “El tren de la muerte”. Y es que la televisión es la que ha sacado más provecho de la fórmula del tren peligroso, ya sea de nuevo con un virus mortal (“Lasko. El tren de la muerte”, con Arnold Vosloo) o con una carga nuclear (“Atomic Train”, con Rob Lowe)

Ahora es Tony Scott el que amplía la lista con “Imparable”.

Un tren cargado de material altamente tóxico e inflamable avanza descontroladamente llevándose todo lo que se le pone por delante. Un veterano mecánico ferroviario (Denzel Washington) y un joven conductor (Chris Pine), urdirán un ingenioso plan para intentar pararlo antes de que descarrile en un área densamente poblada y provoque un desastre nacional.

Scott abandona el metro de Nueva York y, tras “Asalto al tren Pelham 123”, se sube a un tren de Pensilvania para entregarnos una frenética película de acción inspirada en un hecho real. Obviamente, el cine se toma sus licencias a la hora de trasladar sucesos reales a la gran pantalla, por lo que siempre es preferible que usen el término “inspirada” antes que el ”basada”, aunque a veces las diferencias sean mínimas.

Los protagonistas de la hazaña son Frank Barnes (Washington) y Will Colson (Pine).

Barnes es un veterano ingeniero de ferrocarriles con 28 años de experiencia a sus espaldas. Vive centrado en su trabajo, lo que hace que a veces descuide un poco su relación con Maya y Nicole, sus dos hijas de 18 y 19 años (un par de jamelgas que animan la vista al espectador)

Un buen día, le asignan un nuevo compañero, el novato conductor Will Colson. Colson llega a la empresa “por enchufe” tras una mala racha profesional y personal, y como consecuencia de la nueva política que lleva a cabo la empresa: despedir a los ferroviarios más veteranos para reemplazarlos por jóvenes recién formados (y más baratos, por supuesto)

En estas circunstancias, Will empieza su primer día de trabajo con Frank a bordo de una vieja locomotora, la 1206. Sus personalidades chocan debido a la diferencia de edad y de experiencia que les separa, amén también de su actitud y la distinta forma con la que ambos afrontan las adversidades de la vida.

Sin embargo, deberán dejar sus diferencias y sus problemas personales a un lado cuando descubran que un tren descontrolado circula por su misma vía.


Amén de la pareja protagonista, que son los que soportan la mayor parte del peso de la película, la historia cuenta también con otros personajes que se suman a la difícil situación con tal de hallar una rápida y satisfactoria solución. En ese sentido, tenemos a Connie Hooper, la controladora de trenes -interpretada por Rosario Dawson- que está en contacto directo con Frank y Will al otro lado de la radio. Ella es la voz de la razón, una mujer fuerte e inteligente que sabe manejar la situación con sentido común y sin perder los nervios.

Cuenta, además, con el apoyo del ayudante de estación, Ned (Lew Temple), y con Werner, un inspector de seguridad enviado para una visita turística de unos escolares y cuyos conocimientos resultarán de mucha utilidad para resolver el entuerto. Desgraciadamente, por encima de todos ellos está el jefe de Connie, Galvin (Kevin Dunn), un cretino cuyo único interés reside en evitar la catástrofe minimizando al máximo las pérdidas económicas que el suceso pueda ocasionarle a la empresa.

Todos ellos son parte de la trama. Una trama sencilla pero efectiva que Scott maneja con habilidad para que aguante casi dos horas de metraje sin que se haga pesada o reiterativa.

Aunque el motor de la historia sea la acción en sí misma, Mark Bomback, guionista de La jungla 4.0 y La montaña embrujada, encuentra lugar en el guión para definir bien a sus personajes principales, de modo que resulten verosímiles y, de algún modo, el espectador pueda empatizar con ellos. Aunque se trate sólo de unas pinceladas, éstas son suficientes para que la vertiente dramática funcione y le dé un plus a una trama que busca, ante todo, la tensión y la emoción a través del espectáculo. Un espectáculo que el director nos sirve con el mayor grado de realismo posible.

Y es que Scott, como artesano de la vieja escuela que es, rueda las secuencias de acción prescindiendo prácticamente de efectos digitales. Esto es beneficioso precisamente para conferir credibilidad a todo lo que transcurre ante nuestros ojos, y potenciando la implicación y disfrute del espectador, que contempla cómo los especialistas e incluso los propios actores (Washington subiéndose al techo del tren en el tramo final) se juegan el cuello en el rodaje de dichas escenas. Es como tener una película de los 90 hecha ahora, y dónde sólo se recurre al ordenador si realmente es necesario (cosa que me parece genial)


Pero no sólo en ese sentido hablamos de un tono más o menos realista, sino que Bomback y Scott intentan que las situaciones más peligrosas no parezcan una insultante fantasmada, y aunque haya lugar para los momentos heroicos tan característicos de este tipo de producciones, por lo menos uno no siente que le están tomando el pelo (no como en el fantoche y patriotero desenlace de su “Asalto al tren Pelham 123”)

Quizás sea debido a que tampoco tenemos a un grupo de terroristas secuestrando al tren sino que el accidente es producto de la negligencia -e inutilidad- de un par de despreocupados ferroviarios, por lo que las heroicidades deben ir en consonancia. Por el contrario, esto implica también que el clímax final quizás no sea lo intenso y espectacular que uno desearía.

En cuanto al reparto, tan sólo se puede apuntar que todos cumplen sobradamente con lo que se les pide. Washington se encuentra a gusto en este tipo de papeles, y más dirigiendo Scott, con el que coincide por quinta vez y con quién nos dejó en un par de peliculones como “Marea roja” y “El fuego de la venganza”. Pine nos sorprendió a todos con su carismática interpretación en “Star Trek”, y aunque aquí no puede desplegar todo su potencial, queda claro es que más que una cara bonita (si elige bien, tiene carrera por delante) Y Dawson se desenvuelve con soltura en un papel menor que, gracias a Dios, no es el típico de mujer florero.

Respecto a Dunn, resulta curioso su papel de “malo de la función”. Quizás sea una “venganza personal” de Scott por participar en Hot Shots, la mítica y divertida parodia de su exitosa Top Gun (y de la cual está preparando ya la tardía secuela)

Mención especial también a Lew Temple como el cowboy a galope de su 4x4 que aparece justo cuando más se le necesita.

“Imparable” es una trepidante película de acción ideal para devorar palomitas. Ni es un peliculón ni reinventa nada, pero Scott sabe cómo entreternos con los mecanismos y recursos de toda la vida. Por tanto, entretenimiento garantizado para una digna heredera de Speed.


Lo mejor:
la verosimilitud que le otorga la casi ausencia de efectos digitales.

Lo peor: algunos detalles visuales -los molestos ralentís- típicos del estilo videoclipero de Scott.


Valoración personal: Correcta