domingo, septiembre 25, 2011

“No habrá paz para los malvados” (2011) - Enrique Urbizu

critica No habrá paz para los malvados 2011 Enrique Urbizu
Prácticamente cada año estamos teniendo unas cuantas películas patrias que destacan por encima del resto de producción nacional. Películas arropadas por la crítica que aterrizan en nuestras carteleras con buena publicidad, buenas críticas y, de vez en cuando y si las fechas lo permiten, también con unos cuantos halagos y aplausos recibidos en festivales de cine (lo que siempre ayuda a captar la atención de los medios y a atraer al espectador de a pie a las salas)

Hace un par de años una de esas películas fue “Celda 211” de Daniel Monzón, cinta que luego fue generosamente premiada en los Goya (ocho estatuillas, nada menos, y algunas de ellas –no todas- más que merecidas). Este año la destacada, por unanimidad, está siendo “No habrá paz para los malvados”, dirigida por el bilbaíno Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado en su tercera colaboración juntos tras “La caja 507” y “La vida mancha”.

La historia transcurre en Madrid, en una fecha indeterminada a principios del s.XXI. Borracho y de camino a casa, el inspector de policía Santos Trinidad (José Coronado) decide hacer una parada en un club de alterne para tomarse la última copa. Debido a su embriaguez y a su mal carácter, Santos termina viéndose involucrado en un triple asesinato. Para mayor desgracia, un testigo de lo ocurrido logra escapar con vida del lugar. Temiendo que pueda incriminarlo, el inspector decide emprender una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. A medida que va estrechando el cerco sobre su presa, Santos va descubriendo una trama conspiratoria de mayores magnitudes…

Mientras tanto, la juez Chacón (Helena Miquel), encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino con la ayuda del agente Leiva (Juanjo Artero), viejo conocido de Santos.

Tras ocho años de silencio (si no contamos el episodio para Películas para no dormir), Enrique Urbizu estrena en nuestra cartelera su último trabajo como director y co-guionista, después de recibir una entusiasta acogida en el presente Festival de Cine de San Sebastián, donde compite en Sección Oficial por la Concha de Oro.

Aunque se trate de un tipo de película no muy frecuente en nuestra industria, tampoco nos resulta del todo desconocida. Y es que “No habrá paz para los malvados” es un thriller policiaco que bebe mucho del cine negro en la composición de sus personajes y ambientes, y en la estructura y desarrollo de la trama.

Nuestro principal protagonista es Santos Trinidad, un policía fracasado en lo profesional y en lo personal, entregado a la bebida y de vuelta de todo, que una mala noche (de tantas) comete el error de asesinar a sangre fría a tres personas. El segundo error que comete aquella noche, y que desencadenará los hechos posteriores, es que se le escape con vida un testigo ocular del crimen. En ese preciso instante, cuando toda moralidad y ética posibles ya han sido violadas, a Santos no le queda más remedio que mantenerse al margen de la ley para dar caza a su posible delator. En el transcurso de su particular investigación, se da cuenta que el individuo al que persigue no es un simple delincuente como los tipos a los que dejado tiesos horas antes. Avanzando en sus pesquisas, descubre que hay algo mucho más gordo detrás, y probablemente él sea el único que pueda evitar un mal mayor…


La trama se bifurca, pues, en dos flancos: por un lado, seguimos a Santos en el transcurso de esa investigación, descubriendo así, a medida que ésta progresa, la identidad e intenciones del testigo al que el inspector persigue tan concienzudamente; por otro lado, tenemos a la juez Chacón y a su ayudante yendo tras la pista del responsable de los tres asesinados en el prostíbulo, algo a lo que en un principio parece ser achacable a una ajuste de cuentas entre bandas (dos de las víctimas no es que fueran hermanitas de la caridad, precisamente) Y a medida que estos últimos le van pisando los talones a Santos, éste se va acercando cada vez más a su presa, desvelándose -y desvelándonos- el complot que se tiene entre manos.

De este modo, Urbizu consigue mantener en vilo al espectador por partida doble y durante prácticamente todo el metraje. Y es que estamos ante una de esas cintas en las que se nos exige estar bien atentos a todo lo ocurre en pantalla, sin perder detalle de las pistas que nos van soltando y de los nombres de personajes que se van citando continuamente.

Pese a poseer ritmo un tanto lento (y que no necesariamente debe traducirse como aburrido), el desarrollo de la historia logra mantener el tipo tirando de intriga y de protagonista. Y quizás la dirección peque de falta de intensidad (Urbizu sigue arrastrando esa frialdad que ya le caracterizó en “La caja 507”, y se echa de menos algo más de garra más allá de la presente en las –pocas pero suficientes- escenas de acción), pero queda compensada por una trama muy bien hilvanada y por un personaje, Santo Trinidad (el nombre ya es pegadizo), con muchos más matices de lo aparente.

José Coronado, actor que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción (y que según parece, lleva unos años reinventándose y resurgiendo de sus propias cenizas cuál Ave Fénix), asume el rol del inspector con suma convicción y contención, sin estridencias de ningún tipo ni excesiva chulería, algo que resulta característico en este tipo de personajes y que en este caso podría haber sido contraproducente. Y es que Santos Trinidad no es exactamente un antihéroe, aunque siga un camino cercano al de la redención. No es tampoco una persona agradable, pero eso él ya lo sabe. Es más, Santos es muy consciente del tipo de policía en el que se ha convertido, y de hecho se avergüenza de ello (cierta conversación en un bar nos lo revela), aún sin interés por ponerle remedio. Es de esos tipos que en pantalla nos atraen, aunque en la vida real quizás no quisiéramos tener nada que ver con ellos.


Santos camina entre el bien y el mal, poniendo a prueba sus límites y tanteando constantemente a la suerte, y aún así –o precisamente por ello- empatizamos con él y nos hacemos cargo de su tristeza, de su desgana, de su rabia contenida… De él quisiéramos saber más y pronto, pero Urbizu se resiste a soltarnos datos suficientes si no es a cuentagotas y dejando muchas dudas por medio, quizás para que no empaticemos demasiado pronto…

Ni esta película ni este tipo de personajes abundan en nuestro cine, pero no es menos cierto que todos ellos responden a estereotipos sobradamente conocidos dentro de este y de todos los géneros que abarca Urbizu en “No habrá paz para los malvados” (título, por cierto, sacado de un versículo de la Biblia: No habrá paz, dijo mi Dios, para los malvados). Desde Santos hasta su joven y fiel compañero (ese que siempre te cubre las espaldas hagas lo que hagas) encarnado por el televisivo Rodolfo Sancho, pasando por la implacable juez Chacón (una forzada y muy poco creíble Helena Miquel, una cantante –de agradable voz- que pretende ser actriz) o el conjunto de chusma que se dan cita aquí (proxenetas, traficantes, borrachos, drogadictos, terroristas…), cumplen con unos roles estándar. De ahí que incluso el propio Santos se permita alguna que otra licencia “películera” (el chascarrillo “Rock’n’Roll” sobraba un poco…)

Pero estos estereotipos, convenientemente ubicados dentro de un contexto patrio, es decir, con su pertinente transmutación cañí (por llamarla de alguna forma), son probablemente lo peor que podamos decir de esta película, ya que por lo demás, está muy bien armada; un thriller seco, turbio y, en última instancia, amargo. Quizás demasiado inflado, como ya suele ocurrir en estas ocasiones, por la crítica y la prensa, pero que no por ello deja de ser una propuesta recomendable para ese público ávido por ver buenos thrillers.

Además subyace, bajo ese manto de crimen y miseria urbana, una palpable crítica hacia aspectos socio-políticos que nos tocan de cerca, aunque no estemos hablando de una película marcadamente política (todo lo contrario). Digamos que pone la puntilla en la dejadez o simple ineficacia (amén de la corrupción) de nuestros departamentos de justicia, convirtiendo un hecho real (el 11M) en mera –pero plausible, por razones obvias- ficción. Y eso, seguramente, incomode a más de uno.



Lo mejor: el personaje principal, Santos Trinidad;


Lo peor: algún erorr de casting (Helena Miquel) y un ritmo un tanto lento.



Valoración personal: Correcta-Buena

domingo, septiembre 18, 2011

“Cómo acabar con tu jefe” (2011) - Seth Gordon

critica Cómo acabar con tu jefe 2011 Seth Gordon
Quién más quién menos ha tenido alguna vez (o tiene) un jefe odioso que le ha hecho la vida imposible en el trabajo. Esa clase de jefazo que aprovecha la superioridad de su cargo para hostigar psicológicamente a sus trabajadores. Cuando eso ocurre, al trabajador no le queda otra que pasar por el aro si quiere seguir conservando el empleo, por duras o insoportables que se le hagan las jordanas. De ahí que tampoco sea extraño que éste fantasee, de vez en cuando, con la idea de vengarse cruelmente del causante de sus quebraderos de cabeza. Una forma de hacerlo –algo radical, eso sí- es haciendo desaparecer el problema de raíz y para siempre, es decir, cargarse al jefe, darle matarile, borrarlo de la faz de la Tierra o cómo prefiráis llamarlo. Y eso es, precisamente, lo que planean hacer los protagonistas de esta historia.

Nick, Kurt y Dale son tres amigos asqueados por culpa del agobiante ambiente laboral que sufren en sus respectivos empleos. La única solución para hacer su rutina diaria más tolerable sería hacer desaparecer a sus insufribles jefes. Con la ayuda de unas copas de más y el consejo poco fiable de un ex convicto buscavidas, los tres amigos conciben un enrevesado y presuntamente infalible plan para deshacerse de ellos sin que el peso de la ley caiga sobre sus cabezas. Sólo hay un problema: los mejores planes son ideados por las mejores mentes, y ese no es su caso.

La película empieza con los propios personajes presentándose a sí mismos - voz en off mediante- y desvelándonos las perrerías que tienen que aguantar de sus respectivos jefes.

Nick (Jason Bateman) es candidato a un puesto directivo en su empresa, y por ello trabaja durante 12 horas tragando con todo lo que se le ocurre a su jefe, Harken (Kevin Spacey), pensando que así logrará ser recompensando con el tan deseado ascenso. Pero ahora ya sabe que eso nunca va a ocurrir…

Dale (Charlie Day) es ayudante en una clínica dental, y su problema (aunque a priori no parezca considerarse como tal) es el mantener a raya los incesantes acosos sexuales a los que es sometido por parte de la Dra. Julia Harris (Jennifer Aniston). Dale, que está a punto de casarse con su prometida, ve peligrar su relación si no consigue poner fin a los pervertidos instintos de su jefa.

Kurt (Jason Sudeikis), por su parte, es contable, y al contrario que sus amigos, está encantado con su jefe, Jack Pellit (Donald Sutherland). El problema lo tiene con Bobby Pellit (Colin Farrell), el hijo de éste, un drogadicto y un corrupto que puede arruinar la empresa en cualquier momento si no se le para los pies.

Así pues, tenemos a tres sufridores trabajadores a los que les hace la vida imposible un jefe psicópata, una devorahombres y un tipo sin escrúpulos. ¿Cuál es, entonces, la solución? Huir del problema y dejar el trabajo no es una opción.



Durante una noche de copas, los tres amigos fantasean con la posibilidad de matar a sus jefes… Y a la mañana siguiente, decidirán llevar esa fantasía a cabo gracias a los dudosos consejos de un ex convicto (Jamie Foxx) que se encontraba en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Los tres protagonistas preparan un plan perfecto para librar al resto del mundo de sus respectivos jefes… para siempre. La idea consiste en que SPOILER-- cada uno se encargue de acabar con el jefe del otro, de modo que nada pueda relacionarlos con su muerte --FIN SPOILER, procurando que parezca un accidente.

Por supuesto, y tratándose de unos inexpertos, por brillante que sea el plan éste no saldrá como lo tenían planeado. Cuando se acerque el momento de acabar con la vida de sus jefes, los contratiempos empezarán a sucederse y las cosas se irán complicando cada vez más, llegando hasta el punto de tener a la policía tras su pista.

Las bazas con la que cuenta esta comedia son tres:

La primera es su punto de partida. El hecho de desear cepillarse al canalla de tu jefe es algo con lo que muchos pueden sentirse identificados, y ver cómo otros lo llevan a cabo puede ser una medida terapéutica de matar ese gusanillo. Por tanto, nos metemos en la piel de los personajes fácilmente y terminamos también nosotros odiando a sus respectivos jefes (quizás a Julia/Aniston, un poco menos) y deseando que logren acabar con ellos de la forma más cruel posible.

La segunda baza es que los guionistas desarrollan la trama llevando muchas de las situaciones hasta el extremo y a sus antagonistas al punto de la exageración o la parodia (aunque puede que alguno de ellos, como el sr. Harken, no diste mucho del prototipo real de jefe cabrito), de modo que el humor bordea siempre lo delirante.

Y la tercera y probablemente más poderosa baza es su reparto. Desde los tres principales protagonistas, que las pasan canutas durante toda la película, hasta sus respectivos jefes (Spacey en su línea, pero peor, en el buen sentido de la palabra), pasando por el variopinto elenco de secundarios (mención especial a Jamie Fox), todos están perfectos en su papel. Nadie chirría o flojea, e incluso algunos llegan a sorprendernos gratamente. Ese sería el caso de Jennifer Aniston, a la que habitualmente seguimos viendo (o al menos yo) como la Rachel de “Friends”, y que aquí, sin embargo, asume y borda un papel inusual en su carrera, el de una loca compulsiva del sexo.



No muy lejos queda un Collin Farrell caracterizado para la ocasión (recordando al Tom Cruise de “Tropic Thunder”) como un tipo despreciable adicto a la coca, a las prostitutas y a jorobar al personal. Farrell lo clava.

Jason Reitman es un habitual del género, así que no tiene problemas para defender su rol, y Jason Sudeikis sigue ganándose el que le ofrezcan una comedia para su exclusivo lucimiento (si bien puede que sea de esos que funciona mejor como secundario que como protagonista). Charlie Day, el menos conocido de los tres, cumple también con su cometido, y los tres juntos demuestran que hay más cómicos en la industria hollywoodiense capaces de solventar la papeleta que les han encomendando que los Adam Sandlers, Jack Blacks y Will Ferrels de turno. De hecho, no es necesario ser tan estridente o ir tan pasado de vueltas para hacer o caer en gracia. Por supuesto, también cuenta y mucho el participar en una comedia que logre su propósito, y no hay duda que la gamberra “Cómo acabar con tu jefe” lo logra.

Puede que no sea lo más descacharrante del año, pero entretiene de lo lindo y se ve con una permanente sonrisa en la boca.



Lo mejor: el argumento y el reparto.


Lo peor: algún gag escatológico.



Valoración personal: Correcta

viernes, septiembre 09, 2011

“La deuda” (2001) - John Madden

critica La deuda 2001 John Madden
El mayor hito en la carrera de John Madden, cineasta británico curtido en televisión, se produjo allá por el 1998, año en que su película “Shakespeare in Love (Shakespeare enamorado)” se alzó en la Ceremonia de los Oscar con un total de siete estatuillas doradas de entre las 13 categorías a las que estuvo nominada. La mayoría de esos galardones correspondían a las categorías más importantes, pero de todos ellos, el que supo a gloria fue el de Mejor Película, habida cuenta de que sus rivales eran “Salvar al soldado Ryan”, “La delgada línea roja”, “La vida es bella” y “Elizabeth”.

Dejando de lado lo discutible (y discutido) que fuese dicho galardón, lo cierto es que desde entonces Madden ha tenido sus altibajos. En 2001 intentó repetir la fórmula de su anterior éxito con “La mandolina del Capitán Corelli”, y el resultado fue un fiasco en todos los sentidos. Unos años más tarde dirigió de nuevo a Gwyneth Paltrow en el drama “Proof (La verdad oculta)”, y con ella recuperó parte del buen pulso de antaño. La cinta, sin embargo, pasó más bien desapercibida en taquilla, aunque la actriz recibió una nominación a los Globos de oro y el director la suya en el Festival de Venecia. Ya en 2008, Madden apostó por llevar al cine una novela de Elmore Leonard (escritor adaptado en películas como Un romance muy peligro, Cómo conquistar Hollywood o El tren de las 3.10), y la película resultante, “Killshot”, estuvo cogiendo polvo en un cajón durante dos años hasta que finalmente vio la luz directamente en Dvd.

Ahora parece que el director vuelve con fuerza con “La deuda”, remake de la película israelí “Ha-hov”, y un thriller de espías que ya está cosechando buenas opiniones entre la crítica especializada.

Año 1997. Rachel (Helen Mirren/Jessica Chastain), Stephan (Tom Wilkinso/Marton Csokas) y David (Ciarán Hinds/Sam Worthington) son tres agentes del Mossad ya retirados que se convirtieron en figuras muy respetadas en Israel después de llevar a cabo una importante misión entre 1965 y 1966. Destinados en Berlín Este, su objetivo por aquel entonces consistió en localizar y capturar al criminal de guerra nazi Dieter Vogel (Jesper Christensen), el temible “Cirujano de Birkenau”. Si bien el plan no salió como tenían previsto, de un modo u otro Vogel acabó pagando por sus crímenes.

El equipo formado por los tres agentes arriesgó mucho y pagó un alto precio para cumplir aquella misión, pero ¿de verdad la cumplieron? Ahora que la presentación de un libro conmemora su proeza, el pasado regresará a sus vidas para saldar una deuda pendiente…

A caballo entre el drama y el thriller, Madden nos trae una historia de espías que va un poco más allá de la intríngulis que nos plantea la sinopsis, es decir, más allá del interés por descubrir qué es exactamente lo que ocurrió en aquella misión que implicó a los tres agentes protagonistas. De hecho, podríamos decir que la cinta explora más bien las repercusiones que aquella misión tuvo y tendrá treinta años después de su desenlace.

Para ello, el director va dando saltos en el tiempo, de los 90 a los 60, para contarnos los acontecimientos que tienen lugar en el presente, con una Rachel y unos Stephan y David ya retirados; y los que transcurrieron en el pasado, mostrándonos el proceso de gestación y de ejecución de la misión.


Treinta y un años atrás, Rachel no tenía más que 25 años, y aunque era una agente muy bien entrenada, la captura de Dieter Vogel suponía su primera misión de campo. Para alcanzar su objetivo, debía formar equipo con dos agentes más, David y Stephan, quienes ya habían trabajado juntos en anteriores ocasiones. Dentro del plan elaborado, a ella le tocaba jugar un papel decisivo, a la vez que espinoso.

Rachel va recordando paso a paso aquellos lejanos días y así el espectador es testigo directo de los hechos que tuvieron lugar en el Berlín de mediados de los sesenta.

Los guionistas se han centrado muy especialmente en la psique de los personajes, explorando sobretodo las tensiones (de todo tipo) que se producen entre los agentes y la presión a la que éstos están sometidos cuando tienen en su poder a un maniatado Dieter Vogel, quién no duda en introducirse en la conciencia de sus captores y jugar con sus pensamientos y sentimientos para tratar de encontrar una salida a su encierro.

La historia fluye con solidez gracias tanto al buen hacer de Madden tras la cámara, prescindiendo de efectismos e intercalando con habilidad los continuos flashbacks (destreza en el montaje que ya pudimos apreciar en la antes mencionada “Proof”), y gracias también al trabajo de sus guionistas (entre ellos, el amigo Mathew Vaughn), que construyen un thriller amparado en la psicología (miedos, remordimientos, deseos…) de sus personajes y en las dudas sobre la ética y la moral que plantean sus actos.


Si el nombre que más suena en esta crítica es el de Rachel, es porque la trama gira sobre todo a su alrededor. Y es de agradecer, pues, que todo ese peso recaiga en una excelente intérprete como es Helen Mirren (aunque la Rachel madura aparezca menos en pantalla que su versión joven), y en una más que prometedora actriz en alza, Jessica Chastain. Sus interpretaciones hacen que la parte femenina del reparto sea la más destacable y elogiable, sin por ello menospreciar el trabajo de actores como Jesper Christensen (estupendo en la piel del frío y calculador Cirujano de Birkenau), Marton Csokas o ese gran secundario que es Tom Wilkinson.

Probablemente, los mejores momentos de la película estén protagonizados por Chastain, Christensen y Mirren, con lo cual, habría que destacar las angustiosas horas que transcurren en el piso franco y el tenso tramo final. Y que nadie se deje llevar por la imagen del cartel, porque aquí tiroteos, los justos y necesarios.

El titulo que ostenta (esta vez, bien traducido para su exhibición en España) retrata a la perfección lo que liga a los agentes con lo acontecido en Berlín. Una deuda no sólo personal sino también política que pesa sobre ellos y que se hace más palpable cuando se esclarece el misterio que el argumento nos plantea desde el inicio.

“La deuda” es un thriller reflexivo muy bien construido, de esos que al terminar la proyección te dejan con buen sabor de boca. Merece la pena.


Lo mejor: el guión; Chastian y Mirren.


Lo peor: que Madden haya tardaod tanto en ofrecenros algo de este calibre.



Valoración personal: Buena