viernes, marzo 26, 2010

“Desde París con Amor” (2010) - Pierre Morel

crítica Desde París con Amor 2010 Pierre Morel
Esta última década, el director Luc Besson, que nos ha regalado joyitas como “El profesional (Léon)” o “El quinto elemento” (lástima que su sueño de trilogía no se cumpliera), se la ha pasado, más que dirigiendo, escribiendo historias y guiones como churros, y produciendo películas -mayormente de acción- para que se hicieran cargo de ellas directores noveles de su país.

Así es como han surgido sagas como las de Taxi o Transporter, entre otras muchas películas, y como se han dado a conocer directores como el hoy día muy solicitado Louis Leterrier (Transporter, El Increíble Hulk), de quién en breve veremos el remake de “Furia de Titanes”, uno de los blockbusters más prometedores del año.

Otro director que se estrenó bajo el amparo de Besson fue Pierre Morel, antiguo director de fotografía que debutó con la entretenida Distrito 13, y a la que siguió Venganza (Taken), una de las mejores cintas de acción de los últimos años.

Al igual que Leterrier y otros tantos directores europeos que han demostrado habilidad tras las cámaras, Morel no ha tardado mucho en desembarcar en Estados Unidos para hacerse cargo de una gran superproducción yanqui. En este caso se trata de una nueva adaptación al cine de “Dune”, la aclamada novela –o saga de novelas- del escritor Frank Herbert, que ya tuvo una versión en los 80 dirigida por el inclasificable David Lynch.

Mientras esperamos a que llegue ésta (y no lo hará hasta 2012), podemos hincarle el diente a su último trabajo en el campo de la acción, “From Paris with Love”.

Charlie Wax (John Travolta) es un poco ortodoxo agente secreto estadounidense al que le han asignado una misión de alto riesgo en París. Una vez en “la ciudad de las luces”, deberá formar equipo con James Reece (Jonathan Rhys Meyers), un empleado de la embajada norteamericana recién ascendido a la categoría de espía. Juntos y revueltos se enfrentarán a un puñado de maleantes con el fin de cumplir con éxito su difícil misión.


“Desde París con Amor” sigue la fórmula de las típicas buddy movies de toda la vida, juntando a dos tipos que son polos opuestos y que deberán avenirse por el bien de su cometido. Por supuesto, la gracia de estas películas reside precisamente en la principal pareja protagonista, en sus diferencias y continuas disputas, y en comprobar cómo al final acaban convirtiéndose en dos buenos amigos/ compañeros.

Dentro del género de acción, uno de mis favoritos, esta fórmula nos ha dado enormes satisfacciones como con la saga “Arma Letal”, “Tango y Cash”, “Jungla de Cristal: La venganza”, “El último Boy Scout”, “Límite: 48 Horas” o “Dos policías Rebeldes”, entre otras tantas (“El Principiante”, “Danko: Calor Rojo”, “Colegas a la Fuerza”...) Y más recientemente me han dejado buen sabor de boca películas como “Arma fatal” o la canadiense “Dos polis en apuros

Todas ellas cuentan con argumentos sencillos pero tremendamente eficaces para ofrecer al espectador unas horas de pura diversión sin complejos. Claro que también ha habido castañas de mucho cuidado como “Hora Punta 3” o “Hollywood: Departamento de homicidios”, por poner sólo un par de ejemplos, por lo que no siempre se da en el clavo con la fórmula.


La cinta de Morel está sujeta al carisma y compenetración de sus dos protagonistas, y qué decir que en ambos casos se fracasa estrepitosamente. Para empezar, la química entre Travolta y Meyers es prácticamente nula. Es la pareja cinematográfica con menos feeling que he visto en mucho tiempo. En parte, porque el guión no da para mucho, y en mayor medida, porque el primero termina ensombreciendo al segundo, lo cual, además, no es de extrañar si tenemos en cuenta que Meyers parece encontrarse fuera de lugar. El actor no consigue meterse en el papel ni creérselo siquiera, algo que tampoco me extraña viendo la chorrada de historia que se ha cascado Besson. Por tanto, su actuación deja bastante que desear, lo cual demuestra que este tipo de películas no son lo suyo.

Todo lo contrario en el caso de un desatado Travolta, que se muestra muy a gusto en el rol del chulo y desvergonzado Wax. El actor nos obsequia con una interpretación histriónica y sobreactuada, que es lo que le pide su personaje. Probablemente a algunos se les haga insoportable, pero a mí me divierte cuando Travolta se pone en ese plan, sobre todo con las pintas de macarra que luce de aquí. Si no fuera por su presencia y sus chascarrillos, esta chorrada descomunal se me hubiera hecho insoportable.


Y es que la trama, por llamarla de alguna manera, no es más que una mera excusa para meter con calzador una escena de acción tras otra, a cual más fantasmona y con tropecientos armados maleantes que salen hasta de debajo de las piedras. Esto último no me molesta si al menos la historia me tiene intrigado o mínimamente interesado, pero es que ni eso.

Todo ello es un cúmulo de excesos que terminan a uno por sobresaturarlo. Y es que una cosa es darle un ritmo frenético a una película y la otra apabullar al espectador con una ensalada de tiros sin ton ni son, en base a un argumento pueril que, para más inri, desemboca en giro final de lo más artificial. Justo en ese momento, parece que sus responsables quieran ponerse serios y trascendentales, tirando de tópicos a mansalva, cuando realmente no hacen más que evidenciar el poco atino que han tenido en la escritura del guión, y cuán infravalorados nos tienen como espectadores. Y es que una cosa es que uno guste del cine de acción, y la otra es que esté dispuesto a aceptar cualquier memez como tal.

Y es una lástima que “Desde París con Amor” (título en clara alusión al agente 007) sea una película tan hueca y superficial, porque ha quedado demostrado que Morel sabe rodar con eficacia las escenas de acción y que el personaje de Travolta tenía el suficiente potencial como resultar “mítico”. Pero si el conjunto es una payasada intragable (Besson es capaz de lo mejor y de lo peor), los aciertos aislados se quedan en olvidables.

Si queréis ver una sencilla pero buena película de acción, mejor revisad “Venganza”, porque ésta no vale la pena ni descargarla.


Lo mejor: que sólo dure hora y media.


Lo peor: que haya perdido esa hora y media de mi vida.



Valoración personal: Mala

jueves, marzo 18, 2010

“Brothers (Hermanos)” (2009) - Jim Sheridan

crítica Brothers (Hermanos) 2009 Jim Sheridan
Cada vez más Hollywood tiene la mirada puesta fuera de sus fronteras a la hora de buscar material que pueda ser carne de remake. Al tratarse de películas extranjeras y mayormente de habla no inglesa, no suelen tener mucha distribución en tierras yanquis. Eso las convierte en producciones desconocidas para el público americano y, por tanto, en una fuente de historias para que los estudios las adapten a su estilo sin necesidad de esperar un tiempo prudencial (aunque para evitar eso ya han inventado el “reboot”)

Esta es una práctica que ha existido siempre (solían hacerse versiones sobre todo de películas francesas, alemanas e italianas), pero que ahora se ha extendido aún más dada la escasez de ideas imperante. A la vez que saquean continuamente sus propios clásicos, buscan también en Europa o Asia esa “inspiración” para elaborar nuevas películas. Cualquier film que goce de reconocimiento por parte del público y/o la crítica es objeto de remake.

Ha ocurrido incluso con España con el remake de REC (allí Quarantine), y pronto veremos las versiones americanas de la sueca "Déjame entrar" o la alemana “El Experimento” (peliculón), entre otras tantas.

Lo bueno que se puede sacar de todo esto es que estos remakes sirvan, de algún modo, para dar a conocer sus homónimas originales, o en todo caso, éstos sean llevados a cabo por cineastas con verdadero talento -como es el caso que nos ocupa- y no por vulgares mercenarios, y así el resultado sea de calidad.

Brothers se basa en la cinta danesa "Brothers (Brødre)" (2004) de la directora Susanne Bier (Cosas que perdimos en el fuego), y su responsable es nada menos que Jim Sheridan, todo un especialista en dramas (nunca me cansaré de recomendar “En el nombre del padre”)

Como su título ya sugiere, la historia trata de dos hermanos, Sam y Tommy, muy distintos entre sí. Sam (Tobey Maguire) tiene una vida idílica: es un respetable Capitán del Ejército Estadounidense, tiene una bella esposa y dos hijas pequeñas muy avispadas. Mientras que Tommy (Jake Gyllenhaal), que acaba de salir de la cárcel, es una bala perdida que siempre ha vivido a la sombra de su hermano mayor.

Cuando Sam es enviado a Afganistán en una misión, la vida de ambos cambiará para siempre.
Tras un inesperado ataque, Sam cae en manos del enemigo, y tras meses de búsqueda, el gobierno le declara fallecido o desaparecido. Tras saber la noticia y celebrar un funeral, su hermano Tommy decide cuidar de su cuñada Grace (Natalie Portman) y sus sobrinos.

Al principio, la relación entre ellos no será muy afectuosa, pero con el tiempo, y tras un inesperado cambio de actitud por parte Tommy, éste terminará ganándose el cariño de las pequeñas y también de ella. Pero cuando los sentimientos entre Tommy y Grace empiezan a ir un poco más allá del mero cariño, recibirán una inesperada noticia… Sam sigue vivo y pronto regresará a casa.



Antes que nada, huelga decir que no he visto la película de Bier, por lo que no puedo juzgar hasta qué punto se parecen, y si guionista y director se han limitado o no a calcar el original.

De todas formas, creo que como en otras ocasiones, es mejor juzgar lo que tenemos delante independientemente del hecho de que sea un remake. Una vez valorado el film como tal, se pueden, si se quiere, establecer las comparaciones que uno crea oportunas.

A priori, y leyendo las sinopsis, no parece que sean muy diferentes una de otra, e incluso el contexto histórico es el mismo: la Guerra de Afganistán. Si bien hay que decir que poco importa de qué guerra se trate, ya que la película no pretende entrar en cuestiones políticas ni nada por el estilo. Brothers es, ante todo, un retrato de las consecuencias colaterales que tiene la guerra, sea cuál sea ésta.


La desaparición de Sam cambia por completo la vida de su familia. Grace debe seguir su vida sin un marido y sin un padre para sus hijos. Y el descarriado de su cuñado intentará redimirse tras este trágico suceso, ayudándoles a superar el día a día y ayudándose a sí mismo a ser mejor persona.

Los pilares dramáticos de esta historia son, por un lado, esos cambios que ocasiona la ausencia de Sam y, por el otro, las terribles consecuencias que éste padece después de su captura en Afganistán. De hecho, gran parte de la película está dedicada a mostrarnos el pasar de los días, semanas y meses tanto para unos como para los otros. Mientras Sam vive un infierno en Afganistán, alejado de su familia, sufriendo una tortura tras otra y sin saber si algún día podrá volver a casa, Tommy procura llenar el hueco dejado por su hermano, reparar los errores del pasado y fortalecer los lazos familiares.

Poco a poco, la oveja negra de la familia deja de ser un extraño. Tommy ayuda en todo lo que puede, juega con las niñas y consigue que Grace vaya derribando el muro que había levantado ante él. De detestarlo pasa a considerarlo un amigo, y de un amigo… bueno, ya se sabe que el roce hace el cariño.

Cuando ya todos empezaban a aceptar la muerte de Sam y a seguir con sus vidas, éste reaparece. Pero su regreso es mucho más amargo de lo esperado. Algo le ha ocurrido en Afganistán. Algo le atormenta y le consume por dentro. Y ese dolor es tan fuerte que empieza a cambiarle. Quién sabe si habrá cambiado para siempre o sólo es cuestión de tiempo que vuelva a ser el de antes.

No hay duda alguna que Sheridan tiene mano maestra con el drama. Aquí construye, de forma muy sobria, una cruda historia sobre los males de la guerra. Y es que la guerra no sólo afecta a aquél que la vive en primera persona sino también a aquellos que le rodean.


Sheridan sabe manejar muy bien las sonrisas y las lágrimas, por lo que no estamos ante un dramón del copón de esos lacrimógenos hasta el hartazgo. Sí es cierto que nos cuenta algo triste y doloroso, pero eso no implica que el director se cebe en los momentos dramáticos, los cuales, sin duda, maneja con medida y sin caer nunca en la lágrima fácil ni en el morbo. Tampoco la infidelidad que nos muestran en el tráiler lo es tanto, ya que en ningún momento van por ahí los tiros. El pilar de la historia no es el triángulo amoroso, precisamente (aunque cartel y tráiler digan lo contrario), pero sí es un hecho que influye en los acontecimientos posteriores a la llegada de Sam.

Amén de una historia bien llevada, creo que el punto de fuerte de la película son las interpretaciones. El trío –nunca mejor dicho- formado por Maguire, Portman y Gyllenhaal es el sustento principal de la historia, y los tres hacen un excelente trabajo.

Por mucho que algunos se hayan empeñado en encasquetarnos a Maguire como un superhéroe (y con resultados nefastos, en mi opinión), está claro que el actor vale para otras cosas. Ya lo demostró en las maravillosas “Pleasantville” y “Las normas de la casa de la sidra”, o también en la muy correcta “Seabiscuit, más allá de la leyenda”, y aquí vuelve a demostrar su valía como actor. Maguire desempeña con total credibilidad y sin caer en histrionismos a los dos Sam; al Sam feliz y bonachón del principio y al Sam traumatizado, desconfiado y amargado del final.

Una actuación que puede servir perfectamente para desquitarse del mal sabor de boca dejado por el famoso y taquillero trepamuros.

Gyllenhaal hace también un buen trabajo, pero resulta evidente que su personaje (la cara más amable entre tanta desgracia) no le brinda la oportunidad de explotar al máximo su vertiente dramática (para eso ya tenemos Brokeback Mountain o la infravalorada Jarhead).

Algo que sí puede hacer Portman, que aparte de estar guapísima, realiza una interpretación muy convincente, y puede que una de las mejores de su carrera.

Estos tres actores son el 80% de la película, y sin ellos, creo que el resultado no hubiera sido el mismo.

Brothers es un buen drama. Quizás no tan contundente y desolador como otros trabajos de Sheridan, pero sin duda se trata de una película que dignifica un poco la palabra “remake”. Y es que cuando éstos caen en buenas manos, la cosa cambia y mucho. Ahora bien, no sé hasta qué punto puede ser útil o de interés a los que ya hayan visto el film original.



Lo mejor: los principales protagonistas (Maguire, Portman y Gyllenhaal)

Lo peor: que se venda la película con el morbo del trío amoroso.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 11, 2010

"Green Zone: Distrito protegido" (2010) - Paul Greengrass

crítica Green Zone: Distrito protegido 2010 Paul Greengrass
Del mismo modo que Burton tiene a Depp, Scott a Russel Crowe o Scorsese a DiCaprio, se podría decir ya, con tres películas, que Greengrass tiene a Damon.

Actor y director trabajaron juntos por primera vez en la primera secuela de la saga Bourne, y aunque aquella unión vino dada tras la renuncia de Doug Liman de proseguir con la franquicia (en favor de la infumable Sr. y Sra. Smith), lo cierto que ambos hicieron buenas migas y eso propició que el británico se encargarse de firmar también la tercera entrega, poniendo así el broche de oro a una de las sagas de acción más sólidas de la pasada década. De hecho, cada secuela fue, en mi opinión, mejor que la anterior, algo que pocas veces ocurre en Hollywood.

Con tan buenos resultados de taquilla y de crítica, Universal Pictures quiso continuar con la franquicia pero Damon sentenció que sin Greengrass no volvería a encarnar a Jason Bourne. Otra muestra fehaciente del buen entendimiento entre éste y la persona que tan bien lo había dirigido en anteriores ocasiones.

Con el fin de no perder a la pareja de éxito, el estudio decidió financiar a Greengrass su siguiente película, Green Zone, con la que contaría de nuevo con su amigo Damon para el papel protagonista. El plan parecía funcionar hasta que supuestamente el presupuesto de la citada se disparó, y los jefazos tuvieron que intervenir para controlar gastos, algo que no gustó nada al director. Eso, unido al hecho que su contratación para “Bourne 4” se dio por hecha sin su consentimiento (y que el borrador del guión, se dice, no le gustaba), propició la desvinculación definitiva de Greengrass con otra entrega más del desmemoriado espía.

Por ahora se desconoce cuánto ha costado Green Zone (se rumorea que entre 100 y 150 millones de dólares), pero lo cierto es que ésta luce muy bien y demuestra, una vez más, que el tándem Greengrass-Damon funciona a la perfección. Ahora bien, si realmente ha costado eso, ya pueden ir todos cruzando los dedos para que el proyecto sea, cuanto menos, rentable, y es que este tipo de películas sobre Iraq no son precisamente las que arrasan en taquilla. Si no que se lo digan a Peter Berg con “La sombra del reino”, que cubrió gastos y poco más.

La historia del film transcurre durante la ocupación de Bagdad en 2003 por tropas estadounidenses. El subteniente Roy Miller (Matt Damon) y su equipo son los encargados de recorrer el desierto en busca de armas de destrucción masiva supuestamente escondidas en el lugar. Gracias a un confidente fiable, o eso asegura su gobierno, éstos registran escondite tras escondite, pero nunca encuentran las citadas armas ni una pista o evidencia que les conduzca a ellas. Decepción tras decepción, Miller empieza a desconfiar de la fuente que informa al agente Clark Poundstone (Greg Kinnear), del Departamento de Defensa, y decide tomar decisiones por su cuenta. El soldado confía en que estas decisiones le lleven hasta la verdad del asunto y, por consiguiente, hasta las armas de destrucción masiva.

El agente de la CIA Martin Brown (Brendan Gleeson) será uno de los puntos de apoyo de Miller en su particular cruzada.


El último trabajo de Greengrass se inspira en el libro ‘Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone’ de Rajiv Chandrasekaran, y nos ubica en la conocida como “Zona Verde” que da título a la película, y que no es otra cosa que una pequeña zona fortificada donde se encuentran las tropas americanas durante la ocupación irakí que empezó en 2003.

Pero antes de proseguir con la crítica conviene situarnos en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos para comprender con mayor fidelidad qué se nos está contando exactamente. Tampoco es que haga falta estar muy puesto en el tema para entender los hechos que aquí nos relatan, pero unos cuantos datos no nos harán ningún daño.


La invasión de las tropas estadounidenses en Iraq se produjo en el año 2003, con la intención, o mejor dicho, con la excusa de despojar al país de sus armas de destrucción masiva (ADM) (que el gobierno estadounidense aseguraba que éstos tenían) y derrocar así a Saddam Hussein, poniendo fin a su supuesto -aquí todo eran suposiciones- apoyo a grupos terroristas como Al Qaeda.

En la década de los 90, las Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad y bajo supervisión internacional, obligó a Iraq a destruir sus armas químicas y biológicas, aquellas que empleó en los ochenta durante la Guerra Irán-Irak.

Dos años después de los atentados del 11S, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, declaró que Saddam Hussein mantenía muy en activo y de forma clandestina su programa de creación de armas químicas, y que era imprescindible lanzar un ultimátum al gobierno iraquí para que éste procediese a su desarmamiento. Estados Unidos buscó el apoyo de diversos países, entre ellos, España, para formar una alianza que le permitiese invadir Iraq y derrocar al gobierno de Saddam Husein.

Se presionó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas alegando pruebas de la existencia de esas armas para que aprobara una resolución apoyando la invasión. Las Naciones Unidas iniciaron las pertinentes investigaciones en 2002 y se prolongaron hasta 2003. En ese momento, actuando fuera de la jurisdicción de los mandatos de las Naciones Unidas y sin haber presentado ninguna evidencia de armas de destrucción masiva reales (y si presentaron algo, fueron informes falseados), Estados Unidos se dispuso a invadir Irak con el fin de llevar a cabo el solicitado desarme. Esta actuación fue el desencadenante de la actual Guerra de Iraq.


En Green Zone nos encontramos en esos primeros días en que grupos de soldados estadounidenses, los conocidos como equipos MET, registran el país en busca de las peligrosas armas. Como ya he comentado en la sinopsis, Miller es el líder de uno de esos equipos, y cansado de no obtener resultados empieza a cuestionarse la fiabilidad de la fuente que utilizan, y así se lo hace saber a sus superiores. Sin embargo, el deber de un soldado no es pensar si no obedecer órdenes, por lo que sus quejas caen en saco roto. Sin embargo, mostrar ese descontento en público hace que un agente de la CIA se fije en él y juntos empiecen una investigación secreta en busca de la verdad. Obviamente, no se lo pondrán nada fácil. Su propio gobierno parece no estar muy interesado en que la verdad sobre el asunto se sepa.

La trama se centra básicamente en las averiguaciones que va haciendo Miller por su cuenta, y cómo éste, un solo hombre, un simple soldado, se convierte en un inesperado “héroe” de la noche a la mañana. Por si tener que hacer frente a la resistencia iraquí no fuera suficiente, destapar el tinglado montado por las altas esferas estadounidenses le pondrá también en contra de su propio bando. Un bando que está dividido en dos: uno y al que ahora pertenece Miller, es el que busca la verdad sobre las armas de destrucción masiva; y el otro, el que bajo la excusa del desarme pretende hacerse con el control del país.

Otro punto que se toca en la cinta, aunque de una forma mucho más tangencial, es el caos que se desata en los inicios de la ocupación, no sólo debido a los continuos atentados sino también a los disturbios ocasionados por la propia inestabilidad de la situación, produciéndose serios problemas en el suministro de servicios básicos de agua, gas y electricidad (esto queda ejemplificado en la escena en que Miller y sus hombres quedan atascados en el camino y deben abrirse paso entre multitudes enfurecidas por la falta de agua)

Uno de los puntos fuertes de la cinta es la intensa dirección de Greengrass. Aunque no soy muy partidario de la filmación cámara en mano, debo reconocer que este director es uno de los pocos que verdaderamente sabe sacarle partido a ésta técnica.

Si bien es cierto que en algunos momentos puede llegar marear un poco (o bastante), como ocurre aquí en la persecución a pie del tramo final, al menos Greengrass lo hace de forma enérgica e intentado que el efecto de realismo no sea un estorbo para que nuestros ojos capten todo lo que ocurre en pantalla. Y la verdad es que este estilo le sienta de perlas a la película, sobre todo en las secuencias de acción. Los tiroteos tienen mucho movimiento, pero siempre sabes -o yo lo supe- quién es quién y donde están, que es lo importante.

A una potente dirección se le une un ritmo frenético que hace que las dos horas de metraje se pasen –y disfruten- en un periquete. Director y guionista son bastantes directos a la hora de afrontar y desarrollar la trama, pues ésta es bastante fácil de seguir. No existe, como en otras películas, un exceso de información -muchos nombres y demás- que lleguen a saturar o incluso despistar al espectador. La historia se desenvuelve de forma muy dinámica y fácilmente comprensible incluso para aquellos que no dominen mucho el tema. Además, no se descubre en ella nada que no supiésemos ya (unas armas que jamás existieron y una injustificable invasión que fue el origen de una guerra que se ha cobrado ya miles de víctimas)

Como bien apuntaba el propio director, esta no es tanto una película sobre la guerra de Iraq sino un mero thriller que transcurre en Iraq. Hay implícita en ella un debate moral, pero tampoco está hecha para aleccionar a nadie. El espectador debe sacar sus propias conclusiones, pero más allá de eso, disfrutar de la intensidad de un thriller de acción rodado e interpretado con brío y solidez.

Damon -sería un Capitán América perfecto, ¿verdad?- está muy correcto en su papel, el cuál nada tiene que ver con su Bourne. Son personajes y contextos muy distintos (aunque la motivación principal en ambos casos sea la búsqueda de la verdad). La sobriedad del actor -que muchos confunden con sosería- es idónea para el papel, mientras que Kinnear está en su salsa interpretando a uno de esos personajes que tan despreciables nos resultan siempre. Brendan Gleeson hace lo propio como agente de la CIA, mientras que Jason Isaacs (actor poco aprovechado en Hollywood) y Amy Ryan, ambos con una presencia en pantalla algo más discreta, cumplen también con sus respectivos papeles.

“Green Zone: Distrito protegido” es, por tanto, un notable thriller de acción de nueva generación (por su estilo visual, más que nada) Inteligente y directo. Alardes, los justos (efectos especiales y pirotecnia al servicio del guión). Puede que no alcance un estatus de film memorable, pero sí es bastante disfrutable si te gusta este tipo de cine.

Que su fin sea la pura evasión no implica que deba ser un producto hueco o superficial, como aquí se demuestra. Y tampoco debe confundirse la sencilla estructuración de su trama con la simplicidad.


Lo mejor: el ritmo trepidante y la fácil comprensión de la trama.

Lo peor: que algunas escenas lleguen a marear un poco.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 04, 2010

“Corazón rebelde (Crazy Heart)” (2009) - Scott Cooper

Corazón rebelde Crazy Heart 2009 crítica Scott Cooper Jeff Bridges
Con el paso de los años, y después de interpretar a todo tipo de personajes, Jeff Bridges se ha convertido en uno de los actores más solventes y que más respeto de Hollywood. Para algunos siempre será “El Nota” de El Gran Lebowski; para otros el extraterrestre Starman de Carpenter o el programador Kevin Flynn de “Tron”; y puede que las nuevas generaciones lo identifiquen más con Obadiah Stane (aunque al personaje no le concedieran los minutos que merecía). Entre unas y otras, Bridges no ha parado de trabajar.

Sin contar series de televisión y telefilmes, empezó a ser conocido en los 70, pero a mediados de esa década su prometedora carrera sufrió un traspié debido al fracaso del remakeado King Kong. En los ochenta volvió a la palestra, y desde entonces ha ido encadenando éxitos y fracasos y también unas cuantas nominaciones a los Globos de Oro y a los Oscars.

Después de algunas comedietas alimenticias, esporádicas participaciones como secundario, algún que otro drama y un blockbuster millonario, tocaba que Bridges afrontará uno de esos papeles que huelen a Oscar desde una hora lejos. ¿Qué mejor que un perdedor, alcohólico y cantante en horas bajas para hacerse con la preciada estatuilla, esa que tantas veces se le ha resistido? Por el momento ya se ha llevado el Globo de Oro a Mejor Actor de Drama, por lo que todas las quinielas apuntan a que repetirá jugada este 7 de Marzo. Claro que eso mismo pensábamos de Mickey Rourke y su luchador, y ya sabemos todos lo que ocurrió…


En “Crazy Heart”, rebautizada en España como “Corazón Rebelde”, Bridges se mete en la piel de Bad Blake, un cantante de música country venido a menos.

Su época dorada ya ha pasado, y desde entonces Bad se dedica a tocar para su fiel público en pequeños locales e incluso boleras por cuatro duros mientras comprueba resignado como su aprendiz (Collin Farrel) se forra a costa de sus enseñanzas. Por si esto fuera poco, acumula demasiados matrimonios fallidos en su vida y demasiado alcohol en su sangre.


Apartado de la vida social y viajando de garito en garito con su vieja furgoneta, Bad encuentra un brillo de esperanza cuando aparece Jean (Maggie Gyllenhall), una periodista de un periódico local que descubrirá al verdadero hombre que se esconde tras esa dura apariencia de vieja gloria del country.


La película se basa en una novela de 1987 escrita por Thomas Cobb, y según declaraciones del propio autor, se inspiró en el cantante Hank Thompson (es de suponer que para la vertiente musical) y en el escritor Donald Barthelme para componer a su Bad Blake. Si bien se podría decir que Bad tiene un poco de muchos otros artistas.

Bridges, por su parte, se inspiró en Kris Kristofferson, entre otros, para encarnar a Bad de la forma más humana y auténtica posible. Tenemos ante nosotros a una estrella del country en las últimas, uno de esas viejas glorias que no saben que han tocado fondo hasta que se han dado de bruces contra el suelo. Un tipo que ha vivido al límite durante toda su vida, y que aún hoy día mantiene todos sus vicios intactos aunque éstos puedan costarle la vida.

Imagino que algunos estaréis pensando que todo esto os suena a ya visto. Y lo cierto es que no os falta razón. El personaje perdedor, adicto al alcohol, fumador y mujeriego empedernido es un clásico, un tópico que ya hemos visto en infinidad de ocasiones. Sin embargo, Crazy Heart tiene algo que la hace especial. Quizás sea esa apariencia patética a la vez que compasiva y entrañable que transmite Bad, o esas sonrisas que nos arranca de vez en cuando, por muy cruda y triste que nos resulte su vida. O quizás sean esas exquisitas y melancólicas canciones, cargadas de sentimientos, de lágrimas y de alegrías, de rebeldía y de resignación.

Bad Blake es, en sí mismo, un gran personaje. O mejor dicho, es todo un personaje. Un hombre curtido en la carretera, en grandes escenarios y en pequeños garitos. Ha pasado más tiempo en su vieja furgoneta y en moteles que en su casa. Se ha casado cuatro veces, pero nunca ha sido un hombre familiar. Ha bebido más alcohol del que su hígado podría asimilar y fumado más cigarrillos de los que sus pulmones podrían soportar. Pero ha llegado el momento de afrontar sus demonios, esos que le persiguen desde que el éxito le dio la espalda.



“Corazón Rebelde” es un crudo viaje hacia la redención.

Suena a típico también que sea el amor por una mujer mucho más joven que el protagonista la que le abra los ojos y le reconduzca hacia a la salvación. Aunque es de agradecer que el discurrir de ciertos acontecimientos no sea tan rematadamente previsible como cabría esperar.

Para empezar, la figura del aprendiz de Bad, Tommy Sweet (Farrel), podría haberse enfocado desde un punto mucho más engreído y egoísta. Sin embargo, éste guarda respeto y agradecimiento hacia su mentor, y eso nos regala unos cuantos buenos momentos (la conversación en el aparcamiento, en el restaurante y también la actuación musical)

Jean es algo más típica. Separada y con un hijo, es una mujer que no ha tenido demasiada suerte en el amor. Ha criado a su pequeño ella sola y no necesita un hombre a su lado. Pese a ello, no puede huir de sus sentimientos, y encontrará en Bad a otro de esos amores imposibles a los que no puede resistirse. No obstante, la película nos reserva un desenlace un tanto menos típico de lo habitual, lo cual es de agradecer.

Y luego tenemos al eterno amigo y punto de apoyo del protagonista. Un barman que ha visto a Bad subirse al carro de la gloria con la misma facilidad con la que lo vio caer.

Todos los personajes son importantes, aunque sea nuestro viejo cantante de country el verdadero centro de atención de esta historia.

Pero la película necesita algo más para honrar a la gran tradición de música country americana, y por ello cuenta con un apartado musical que es una verdadera delicia para los oídos, especialmente para aquellos que amamos la buena música y sabemos de sobra que el buen country no es Coyote Dax ni el papaíto de Miley Cyrus (precisamente este último forma parte de esos “nuevos” artistas que tanto crítica la cinta)

T-Bone Burnett, un legendario letrista, músico y productor que ya había trabajado en cine componiendo las –recomendables- bandas sonoras de O Brother y En la cuerda floja (el biopic del gran Johnny Cash), ha escrito y compuesto las canciones junto a su amigo Stephen Bruton, un alabado guitarrista, cantautor y productor discográfico cuya inspiración ha sido puesta al servicio de artistas como Willie Nelson, Bonnie Raitt, Kris Kristofferson o Johnny Cash. Desgraciadamente, Bruton falleció de cáncer antes de poder ver terminada la película.

El resultado, no obstante, son canciones como “Hold On You”, tema que nos acompaña a lo largo de la película; “The Weary Kind” la canción que Bad compone resurgiendo de sus propias cenizas, cual ave fénix; o "Fallin’ & Flyin", ese éxito que le reporta un buen dinero y cuya melodía interpreta Tommy Sweet.

Aparte de las exquisitas y acogedoras melodías (nada de artificios modernos, ni sintetizadores ni demás parafernalia digital), gracias al subtitulado de la v.o.s. apreciamos, palabra por palabra, la calidad de las letras. Canciones que hablan de la vida con honestidad y autenticidad, con aflicción, pero también con anhelo.

La dirección del debutante Scott Cooper es muy sencilla y directa, sin demasiadas florituras y conjugando sabiamente el humor con el drama. El guión, también escrito por el propio Cooper, es honesto, en el sentido de que no sea recrea en exceso en las escenas dramáticas, y por tanto, no cae en el sentimentalismo barato de otras producciones de este tipo.


Pero sin duda alguna, la gran baza del film está en un memorable Jeff Bridges, que consigue hacernos olvidar al actor y ver tan sólo al personaje, al simpático e inolvidable Bad Blake.

Por otro lado, su experiencia como músico, una faceta poco conocida del actor (ha grabado incluso un álbum), le ha servido de mucho para recrear con credibilidad los momentos musicales. Lo cierto es que se desenvuelve perfectamente encima de un escenario, tiene presencia y encima esa cálida voz que nos ofrece le sienta como un guante al viejo Blake (no como Kevin Costner, que en sus intentos como cantante parece un Bruce Springsteen de tercera fila)

Tampoco lo hace nada mal Colin Farrell, que también ha tanteado un poco con la música, y sabe aguantar el tipo en un par de ocasiones. Su actuación es bastante correcta, y da gusto verle en proyectos más independientes. Está claro que su estatus de estrella hollywoodiense y su condición de “chico malo” es, para bien o para mal (yo opino lo primero), cosa del pasado.

Maggie Gyllenhall se desenvuelve también con bastante soltura en su papel, al igual que el veterano Robert Duvall, cuyo rol interpreta sin apenas esfuerzo. A modo de curiosidad, comentar que Duvall se llevó un Oscar en el 82 por interpretar a un cantante de country similar a Blake -alcohólico y arruinado- en “Gracias y favores”.

Con todo, y pese a sus inevitables tópicos (que tampoco molestan en exceso), “Corazón Rebelde” es un muy recomendable drama musical. Una película tierna, triste y divertida a partes iguales. Una historia sobre el amor, la vida, la familia, el alcoholismo, la música y sobre todo las segundas oportunidades. Vale la pena verla aunque el country no sea de tu gusto.


Lo mejor: Jeff Bridges; la música.

Lo peor: los inevitables tópicos de este tipo de historias


Valoración personal: Buena