martes, diciembre 28, 2010

Mi “Wishlist” Fnac

Wishlist Fnac

Si soléis visitar mi otro blog, Amazing Movies, quizás ya sepáis de qué va esto, pero si no es así, no os preocupéis porque os informaré de ello en los siguientes párrafos.

Los grandes almacenes Fnac han organizado un fantástico concurso para alegrarnos un poco más estas navidades. Y en qué consiste, os preguntaréis; pues en elaborar una lista con los regalos que te gustaría recibir o regalar para estas navidades. La lista debe componerse de productos que se puedan adquirir en Fnac, realizando la selección a través de su web. El importe debe ser igual o inferior a 2.011 euros, y cada producto debe ir enlazado con su ficha en fnac.es y acompañado de su importe correspondiente.

El ganador recibirá un vale de 2.011 euros para gastarlos en Fnac.

Podéis participar a través de Facebook o con vuestro blog. Como yo no estoy inscrito en dicha red social, pues lo hago a través del ‘Concurso de lista de deseos Whishlist para Bloggers’. Y tras participar con Amazing Movies, me comentaron que podía realizar otra wishlist a través de mi otro blog, es decir, Diario de una mente perturbada, así que aquí está mi nueva lista de regalos:


Informática

Samsung E65 eBook 6"- 279 €
Wacom Bamboo Special Edition Pen & Touch S Tableta gráfica - 119,90 €
Compaq SG3-250es PC sobremesa – 399 €
Pack: WD TV HD Media Player Reproductor Multimedia + Iomega Prestige Portable Compact Edition 320 GB Disco duro portátil PC - 151,56 €


MP3, telefonía y GPS

Apple iPod Classic 160 GB Black Reproductor de MP3
- 233 €


Imagen y sonido

LG 32LE3300 LED 32" - 449 €
Philips DC-570 Altavoz de pie para iPod- 209 €


Cine



Total: 2008,45 €


La fecha límite para participar es el 31 de diciembre. Quizás sea algo justito si aún no os habéis apuntado, pero por intentarlo que no quede, así que aquí os dejo las bases:

concurso y bases bloguers


Saludos y Felices Fiestas a todos ;)

domingo, diciembre 12, 2010

"Franklyn" (2008) - Gerald McMorrow

critica Franklyn 2008 Gerald McMorrow
Esta es una de esas cintas que a uno le llaman la atención desde que ve sus primeras imágenes por la red. Sin duda, lo que más me sedujo en un primer momento fue esa estética victoriana y oscura de la que hacía gala. Claro que muchas veces no vale sólo con el apartado visual para atraer al espectador, y por eso “Franklyn” contaba además, con una historia bastante interesante.

Jonathan Preest (Ryan Phillippe) es una especie de detective vigilante que oculta su rostro bajo una máscara (recordando un poco al Rorschach de Watchmen). Preest deambula por las calles de Meanwhile City, una ciudad gobernada por El Ministerio, un poder religioso y enigmático que durante siglos ha controlado a los ciudadanos a base de imponerles la religión como modo de vida único. Todos en la ciudad tienen una religión a la que mostrar devoción y fe. Pero Preest se niega a ser una oveja más del rebaño, siendo así el único ateo de Meanwhile City y por ello, siendo perseguido por El Ministerio. La lucha de este vigilante nocturno consiste en intentar evitar que las sectas capten más adeptos, siendo un tipo llamado El Individuo su principal objetivo, después de que este matara a una niña de 11 años como sacrificio a su Dios.

Paralelo a este mundo, se encuentra el Londres contemporáneo. Aquí, el foco de atención son Emilia (Eva Green), una suicida en potencia; Milo (Sam Riley), un joven desamparado tras la anulación de su boda pocos días antes de celebrarse; y David (Bernard Hill), un hombre que busca a su hijo desaparecido.

Pese a toda la parafernalia victoriana, “Franklyn” no deja de ser la típica película de vidas cruzadas al estilo “Crash”, “Babel” o “Cuatro vidas/The Air I Breathe”.

A lo largo de su visionado, uno va siguiendo las vidas de los cuatro personajes, aparentemente sin ninguna relación entre ellos, hasta que, por supuesto, llegue el desenlace y los caminos de los cuatro se encuentren. Y la verdad es que la película podría haber quedado mejor si se hubiera suprimido a dos de esos personajes, Emilia y Milo. Su nexo de unión es demasiado endeble y forzado, en un intento por parte del director/guionista de darle una trascendencia mayor a la historia, pero quedándose más bien a medio camino en todas y cada una de sus intenciones.


Todo lo que acontece en Meanwhile City es de lo más sugerente, y funciona como un poderoso mecanismo para captar nuestra atención. La relación que ese mundo mantiene con el Londres contemporáneo –y que descubriremos una vez avanzado el metraje- está muy bien trazada, y quizás el director tendría que haberse ceñido a esos únicos parámetros para desarrollar toda su historia. Y es que una vez terminada la función, uno se pregunta cuál era el propósito de todo, además de inscribir una subyacente crítica al fanatismo religioso.

Dicho de una forma más clara, las historias de Milo y Emilio acaban siendo un pegote que distrae al espectador, y que encima no resultan mínimamente interesantes, dado que tampoco terminan de estar bien desarrolladas. Eso también se convierte en un lastre para desarrollar convenientemente la historia de Preest y de David. Y es que una vez empezamos a entender qué significado tienen Meanwhile City y Jonathan Preest en la historia, más que responder a nuestras dudas, lo que hace es crearnos un mayor número de incógnitas y preguntas que al final quedan descolgadas y sin respuesta. Demasiadas incoherencias para que todo tenga un sentido; demasiados cabos sueltos que se quedan sin concretar; demasiada parafernalia estética utilizada más como reclamo para nuestros sentidos que para tener validez narrativa sólida dentro de la trama.

Aunque nunca llega a ser tediosa del todo, la verdad es que la película se hace un poco pesada, especialmente por ese juego a cuatro bandas que termina por empalagar al espectador.


El mundo de Meanwhile City es un recurso narrativo muy atractivo pero totalmente desaprovechado. Demasiadas inconsistencias argumentales, frases grandilocuentes y diálogos pomposos que no van a ninguna parte. McMorrow se ha preocupado más por maravillar al espectador con su puesta en escena que por contar algo que nos pueda quedar en el recuerdo.

Puede que la película necesite de un segundo visionado para captar todos los detalles que se nos muestran y que podrían escapársenos en un primer intento, no digo que no, pero a uno se le quitan rápidamente las ganas de hacerlo. Su fascinante estética y su cautivadora banda sonora no son motivo suficiente para perder nuevamente hora y media de mi tiempo; tiempo que podría dedicar a otros menesteres o incluso a una película menos pretenciosa pero más satisfactoria.

Muy bonita y, en cierto modo original, muy trascendental e incluso interesante en sus intenciones, pero falsamente profunda, artificiosa y repleta de cabos sueltos y forzadas coincidencias (esto último, habitual en este tipo de cintas sobre vidas cruzadas)

Puede que “Franklyn” sea una de esas películas a las que algunos les fascina y a otros les deja más bien indiferente. Desgraciadamente, un servidor se encuentra en el segundo grupo (y no por culpa de unas expectativas previas, que conste). Viendo los resultados, lo raro es que pasados casi dos años desde su estreno en el Reino Unido, se hayan molestado ahora en estrenarla en España.


Lo mejor: la estética futurista/victoriana.

Lo peor: el exceso de personajes y cruce de historias para una película que hubiera funciona mejor prescindiendo de estas.


Valoración personal: Regular

viernes, diciembre 03, 2010

“Megamind 3D” (2010) - Tom McGrath

Megamind 3D 2010 Tom McGrath
Tras el bajón taquillero -y también artístico- de “Monstruos contra Alienígenas”, Dreamworks parece haber vuelto a encontrar el camino del éxito, aunque por vías bien distintas.

La más inusual ha sido concibiendo una película con una historia de calidad y unos personajes entrañables como pocas veces se ha visto en la filmografía de la compañía. Obviamente, me estoy refiriendo a ‘Cómo entrenar a tu dragón’, una de las mayores sorpresas del año en el campo de la animación. Hiccup y su dragón han conseguido acortar las distancias que separan a Dreamworks de Pixar, y puede que este año el Oscar en su categoría esté más reñido que nunca (que cada uno elija su favorita; yo ya lo he hecho)

La otra vía ha sido apostar por el caballo ganador, es decir, estrenar otra secuela de su saga más taquillera: Shrek. Pese al evidente agotamiento de la misma y a la generalizada decepción con la tercera entrega, “Shrek, felices para siempre” sigue teniendo tirón entre el público, y lo demuestran sus más de 700 millones de dólares recaudados en todo el mundo (casi 250 más que el dragón, habiendo costado ambas exactamente lo mismo) ¿Estamos seguros que esta cuarta será la última?

Pero el estudio de animación fundado por Spielberg parece no tener suficiente, y a poco por terminar el año, estrena su tercer largometraje: “Megamind”.

“Megamind” es un supervillano cuyo mayor deseo es conquistar Metro City. Desgraciadamente, cada intento por conseguirlo ha desembocado en fracaso por culpa del superhéroe con capa llamado “Metro Man”, el protector de la ciudad.

Pero la mala suerte de Megamind cambia por completo el día que consigue, por fin, deshacerse de su enemigo. El superhéroe muere y el supervillano triunfa. Megamind cumple su ansiado sueño y se adueña de Metro City. Sin embargo, pasado un tiempo se dará cuenta que el tenerlo todo le deja sin objetivos, convirtiendo su vida en una aburrida monotonía.

Él es un supervillano, y como tal, necesita un superhéroe que le de la contra. Por ello, ingenia un nuevo plan: crear un héroe contrincante llamado “Titán”. Para su desgracia, el tiro le sale por la culata, y Titán no quiere ser un superhéroe sino un supervillano, uno que no se conforma con conquistar Metro City, sino que pretende destruirla.

Ahora Megamind deberá resolver el entuerto que él mismo ha creado, y deshacerse no ya de su rival, sino de su directo y más poderoso competidor. Aunque para eso haya que convertirse en el héroe.

La última producción de Dreamworks supone la enésima vuelta de tuerca a las películas de superhéroes (y van…). Pixar ya hizo la suya con “Los Increíbles”, y ellos no podían ser menos (incluso en ambas cintas el inesperado supervillano es… ¡pelirrojo!)

La historia de Megamind se construye teniendo como mayor referente a Superman, el superhéroe por antonomasia. Y esto es algo que queda patente nada más empezar la película.
Tras el conocido recurso de empezar por el final, el propio Megamind, voz en off mediante, nos cuenta sus orígenes y los de su eterno rival, Metroman.

El destino quiso que ambos fueran a parar al mismo planeta, la Tierra, pero la mala fortuna fue la que acompañó a Megamind desde bien pequeñito debido a su poco agraciada apariencia y a sus desafortunados intentos por gustar a los demás. Y mientras uno se convertía en un ídolo de masas, el otro, rechazado por la sociedad, buscó refugio en el mal.

Una de las perversas costumbres de Megamind es secuestrar a la periodista Roxanne Ritchi, la supuesta novia del héroe. Cada intento de tender una trampa a su rival ha resultado fallido… hasta ahora. La muerte de Metroman supone un antes y un después en su carrera por conquistar Metro City. Pero quién iba a decirle al azulado cabezón que su sueño iba a reportarle tanta tristeza…


Los guionistas le dan la vuelta a los habituales clichés de las películas superheroicas, buscando siempre la complicidad con el espectador, más cuando se trata de rememorar al Superman de Donner (atención a uno de los disfraces de Megamind, un guiño por partida doble al personaje al que quiere emular y al otro mítico que interpretó ese mismo y célebre actor)

Y es que la película no está exenta de referencias, y seguramente los fans de los superhéroes encuentren en ella muchas más de la que un servidor es capaz de advertir. A fin de cuentas, y como ya he comentado más arriba, la trama alude constantemente al hombre de acero. No es casualidad que Metroman nos recuerde a él, tanto por su aspecto como por sus poderes; ni que la chica por la cual suspira nuestro protagonista sea, de profesión, periodista/reportera.

Quizás eso le reste algo de originalidad al guión, pero lo cierto es que sus responsables (debutantes en esta tarea) han sabido aprovechar todos estos conocidos referentes (incluso en el apartado musical se permiten un guiño a Iron Man justo cuando Megamind aparece con su robótico traje) y todos esos tópicos del (sub)género para crear una simpática comedia que funciona tanto como parodia como en calidad de homenaje. Aunque por encima de todo, sea lo primero.

Y lo hace teniendo al villano como pilar de la trama. Un villano que, por supuesto, no será tan malo cómo pretende aparentar. En ese aspecto, recuerda a la reciente “Gru, mi villano favorito”. De hecho, los dos quieren hacer el mal, pero la pifian continuamente. Y ambos, desprovistos de superpoderes, utilizan ingeniosos artilugios y sofisticados vehículos (compartiendo también un atractivo diseño retro) para llevar a cabo sus fechorías. Y, por supuesto, tanto uno como otro reciben la ayuda de sus secuaces (genial el Esbirro pez de Megamind; un auténtico robaescenas)


Pero bajo esos guiños, esos divertidos gags (unos más que otros), y esos espectaculares enfrentamientos con Metro City como ring, subyace también una historia de amor con el cuento de “El patito feo” –en este caso, el patito malo- como telón de fondo.

Así es como aprovechan para hablarnos de los prejuicios, de la voluntad y el esfuerzo por querer cambiar tu destino, de la responsabilidad que conllevan las decisiones que tomamos, etc.

Y todo esto amenizado con una excelente animación, un 3D bastante bien aprovechado (la temática se prestaba a ello) y un buen puñado de canciones (temazos de AC/DC, The Clash, Minnie Riperton, Michael Jackson…) fácilmente reconocibles y que, inevitablemente, dejan en un segundo lugar la banda sonora compuesta por Hans Zimmer (que ya hizo lo propio con las dos entregas de Madagascar) y Lorne Balfe (curtido éste en la compañía del propio Zimmer)

“Megamind” es una ocurrente y muy entretenida parodia de las películas de superhéroes. Y muy probablemente serán los fans de éstas quienes más la disfruten.

No está al nivel de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ (le falta el puntito dramático y entrañable de aquella), pero tampoco supone un bajón considerable en la calidad que Dreamworks viene ofreciendo últimamente. Y puede que sea la única película de superhéroes en la que los bailecitos de los protagonistas no provocan vergüenza ajena (siguen siendo igual de prescindibles, pero en una comedia –y de dibujos- se toleran)


Lo mejor: los guiños; la vuelta que le dá a los clichés de las películas de superhéores (cortadas casi todas por el mismo patrón, dicho sea de paso)

Lo peor: Después de la notable ‘Cómo entrenar a tu dragón’, puede que se la infravalore.


Valoración personal: Correcta