sábado, marzo 21, 2009

Cine de Acción, Lo Mejor de los 90, Parte II



Ha tardado un poco en llegar, pero aquí os traigo la segunda entrega de este repaso especial al mejor de cine de acción de los 90, a gusto de un servidor. Como siempre, estaré encantado de conocer vuestras opiniones acerca de las susodichas, tanto si coincidimos como si discrepamos en algún/os título/s.

Si en la primera entrega empezamos desde inicios de los 90 hasta mediados, en este segundo listado los títulos datarán de mediados de la década hasta finales. Y si en aquella, las estrellas que copaban las carteleras eran Schwarzenegger, Stallone o Willis, ésta bien podría denominarse “La era Cage”, puesto que varios de los títulos que aquí figuran están protagonizados por Nicolas Cage, actor hoy en día muy odiado por el colectivo cinéfilo (tanto bodrio y peluquín le han pasado factura), pero que hace unos años su presencia era casi sinónimo de buen entretenimiento.


Mentiras arriesgadas (1994)

Antes de la aclamada –y ñoña- “Titanic”, James Cameron llevó a cabo este delirante y sumamente divertido/entretenido vehículo de acción para el forzudo austríaco. Schwarzenegger realiza uno de sus mejores trabajos como héroe de acción, en esta especie de parodia de los films de James Bond (que fue un remake de la francesa “Dos espías en mi cama”) Le acompañaron en esta aventura una muy sexy Jamie Lee Curtis (¡cómo olvidar ese striptease!) y un simpático Tom Arnold. Destacar también al siempre genial Bill Paxton en un pequeño papel y a una jovencísima Eliza Dushku que ya apuntaba buen físico.

*Esta es del 94, pero la incluyo aquí al no haberlo hecho en el anterior listado.


Muerte súbita (1995)

Si en “Alerta Máxima” era Seagal quién emulaba al John McClane/Bruce Willis de “Jungla de Cirstal”, aquí es Jean-Claude Van Damme quién hará frente a un grupo de terroristas en un estadio de hockey infestado de bombas. Similar esquema que las anteriormente mencionadas para, digamos, la última cinta de acción decente del belga. Después de ésta, su carrera fue cayendo en picado, acumulando títulos reguleros (Al límite del riesgo, En el ojo del huracán) con verdaderos despropósitos (Soldado universal: El retorno, Sin Control)




Dos Policías Rebeldes (1995)

Simpática y entretenida buddy movie que supuso la carta de presentación del amado/odiado Michael Bay en el cine de entretenimiento. Martin Lawrence y Will Smith forman una muy bien compenetrada pareja de policías, explotando su viz cómica con divertidos diálogos, al tiempo que pegan tiros a diestro y siniestro. Casi diez años más tarde llegaría su excesiva -por duración y artificios- secuela.






La Jungla de cristal III: la venganza (1995)

Tercera y cojonuda entrega de la saga protagonizada por el genial detective John McClane. John McTiernan volvió a la silla de director para entregarnos una cinta de acción de primer nivel, igual o incluso superior al film original. Impagable la pareja formada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson haciendo frente a un villano de excepción, un astuto Jeremy Irons (“Simon dice…” xD)






La Roca (1996)

La buena racha de Nicolas Cage dentro del cine de entretenimiento empezó con, a mi gusto, la mejor película de Mchael Bay. Soberbio espectáculo para una de las cintas más trepidantes de los 90 (y de la historia), con un Cage acompañado del siempre eficiente Sean Connery, con dos villanos -no tan villanos- de aúpa, Ed Harris y David Morse, y con un escenario inmejorable, la vieja prisión de Alcatraz (de la que una vez consiguió fugarse Clint Eastwood xD)





Eraser (1996)

Repudiada incluso por algunos fans de Schwarzenegger, para mí es su última cinta de acción digna de mención. Demasiado pasada de rosca en alguna secuencia (la del paracaídas, por ejemplo), pero aún así sumamente entretenida y con buenos momentos de humor propiciados por el personaje de Robert Pastorelli. Supuso el fin de “La era Chuache”, ya que después de ésta no consiguió atraer al público en mansa de la misma forma que lo hizo antaño. A destacar la presencia de James Caan como el malo de turno y a la atractiva Vanessa L. Williams como la testigo a proteger.




Cara a Cara (1997)

Un descabellado argumento dio pie al mejor título de John Woo en suelo americano. Unos geniales John Travolta y Nicolas Cage intercambiando varias veces sus roles, en una producción típica de Woo, con sus espectaculares tiroteos, su cámara lenta y sus imprescindibles palomas blancas. A destacar la escena final en la iglesia, claro autohomenaje a su excelente film hongkonés “The Killer”.






Con Air (1997)

Otra inverosímil pero altamente trepidante cinta de acción para lucimiento de un melenudo Cage, al que se sumó un reparto repleto de grandes villanos como John Malkovich (Cyrus el Virus), Ving Rhames (Perro Diamante), Danny Trejo (Johnny 23) o Steve Buscemi (Garland Greene, el mutilador de Ohio). Con ella debutó Simon West, muy al estilo videoclipero de Bay. Sim embargo, después de ésta y la notable “La hija del general”, su carrera se fue al garete tras el pestiño de Lara Croft: Tomb Raider y el horroroso remake de Cuando llama un extraño.




Tras este ligero repaso, queda claro que ya no se hacen cintas de acción como las de antes. Mucho efecto digital y mucha cámara espasmódica es lo que hoy predomina, y aunque de vez en cuando alguna película destaque por una inusitada eficiencia, son más bien pocas las ocasiones en las que podemos disfrutar de este malogrado y siempre infravalorado género cinematográfico.
Action-men de la talla de Arnold Schwarzenegger (el mejor de todos, sin duda alguna), Sylvester Stallone, Bruce Willis, Mel Gibson, Kurt Russell o Jean- Claude Van Damme (además de los esporádicos tipo Keanu Reeves o Patrick Swayze, por ejemplo), son los que nos han dado grandes momentos frente a la gran pantalla. Altas dosis de entretenimiento de la mano de especialistas en el género como John McTiernan o Richard Donner, entre otros tantos artesanos.

Ni los 90, que hemos ido repasando con estos artículos, ni los 80 (que ya les tocará su momento en el blog) volverán a repetirse. Los sustitutos de este tipo de producciones son, actualmente, los superhéroes, que sin importar demasiado quién se ponga delante de la cámara, son los que arrasan en taquilla y ofrecen al público las dosis necesarias de espectáculo para pasar un buen rato frente a la gran pantalla.

Tampoco las supuestas nuevas estrellas del cine de acción parecen estar a la altura de las circunstancias, o por lo menos, sus películas no lo demuestran. Quizás el mejor parado sea Jason Statham, que encadena una tras otra con el beneplácito del público, mientras que Vin Diesel no da pie con bola y Dwayne “The Rock” Johnson (el que tiene mejores aptitudes y carisma) tantea demasiados géneros –y en ninguno desentona- como para poder ponerle la etiqueta definitiva de “action-man”.


Dicho esto, aquí os dejo otro breve listado extra (un bonus) de otras cintas de acción “a secas” (sin ci-fi ni otros géneros de por medio) con las que, a un nivel inferior a las ya citadas, también he pasado gratos momentos. Por supuesto, no nos movemos de los 90, por lo que muy probablemente sigáis echando de menos algunos títulos que ya comentaremos en futuros repasos. Cualquier otra aportación por vuestra parte, será bienvenida (y discutida, xD)

- El Principiante (1990) - Colegas a la Fuerza (1991)- Pasajero 57 (1992) - Persecución Mortal (1993) - Volar por los Aires (1994) - Caza Legal (1995) - Hora Punta (1998) - El Profesional (León) (1994) – Desperado (1995) – Dos pájaros a tiro (1990) – Fugitivos encadenados (1996) – Blanco Humano (1993) - Broken Arrow (1996) - Velocidad Terminal (1994) - El gran halcón (1991)

viernes, marzo 13, 2009

"A ciegas (Blindness)", ciegos de moral


Tras la magnífica “Ciudad de Dios”, basada en una novela de Paulo Lins, y “El jardinero fiel”, basada en otra de John Le Carré, queda demostrado que el punto fuerte de Fernando Meirelles son las adaptaciones novelísticas. Después de estos dos notables trabajos, ahora le ha tocado el turno a "Ensayo sobre la ceguera", una novela del escritor portugués José Saramago. Y como no podía ser de otra forma, la película nos llega a nosotros con unos “pocos” meses de retraso (unos seis, aprox.) gracias a nuestros “amigos” de las distribuidoras.

La historia de A ciegas (Blindness) nos habla de una misteriosa epidemia que está dejando ciegos a los habitantes de un país (no se dice cuál, porque visto lo visto, podría ser cualquiera). Se desconocen las causas de tan extraño fenómeno, pero está claro que se propaga con rapidez, causando la ceguera en cuestión de horas. A tal efecto, el gobierno decide proclamar un estado de cuarentena, recluyendo a los afectados en un hospital y dejándolos casi a su suerte, sin atención médica y con cada vez más reducidas raciones de comida.

Entre los afectados se encuentra una mujer que conserva su vista en secreto para poder cuidar de su marido ciego. Ella será la verdadera testigo ocular del caos y el terror que acontece dentro del recinto cuando un grupo decide, por la fuerza, tomar el control del lugar.


La última película de Meirelles parece tener dividida a la crítica -entre excelente y fallida, sin término medio-, si bien el público, en general, ha salido satisfecho pese a las siempre inevitables comparaciones con el material original.

Ante todo, es importante, cara al espectador, advertir sobre el tipo de película que tenemos delante. No se trata de una cinta que apueste por una visión global de la epidemia, sino todo lo contrario. Se centra exclusivamente en el grupo de recluidos en el hospital, y a través de ellos, realiza un duro y perturbador análisis sobre la conducta humana en situaciones de alto riesgo. Aquí el terror no es tanto la epidemia en sí sino la reacción de aquellos que la padecen.
Por tanto, estamos ante un thriller que se decanta especialmente por su vertiente dramática y crítica, aparcando un poco el suspense y el elemento más fantástico de la trama, como es la propia ceguera en sí misma, que aparece SPOILER--- y desaparece ---FIN SPOILER de repente y sin explicación científica alguna. Y ojo a esto último, pues esa falta de explicaciones lógicas es lo que puede molestar a aquellos espectadores ansiosos de encontrar aquí una respuesta coherente a tan extraño argumento.


Si lo enfocamos desde otro punto de vista, la explicación del fenómeno no es tan necesaria como pueda parecer, pues no es más que una mera excusa (el macguffin de turno) para desarrollar ese citado estudio de la conducta humana. Dicho de otra manera, poco importa el por qué, sino el qué. Qué más da qué causa la ceguera, si lo que realmente pretende mostrarnos Saramago -y Meirelles con su adaptación- es el comportamiento de las personas ante una situación que les sobrepasa.

Así es como el espectador es testigo, al igual que el personaje de Julianne Moore, de la despreocupación y/o inutilidad de los políticos ante tal suceso , que se limitan a dictar el estado de emergencia y a perder el tiempo debatiendo sobre cómo afrontar la situación –siempre desde el interés político y económico-, en vez de afrontarla y punto.
También observamos como en un mundo de ciegos, el tuerto es el rey, aunque en este caso, el poder recae en un hombre armado que somete al resto a su conveniencia (el abuso de poder en estado puro) Y como al final unos pocos, los cuerdos, tienen que hacer frente a aquellos que se pasan la moral por el forro, no sin antes ellos haber pasado por el aro y haber sufrir las consecuencias de una injusta opresión. Y es que no todos los afectados están dispuestos a racionar la comida, a ayudar al prójimo o simplemente a comportarse como los seres civilizados que debieran ser (aquí se hace patente la certeza de aquella frase que dice “cuánto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”)

La dirección de Meirelles es sobria y sólida de principio a fin, con un ritmo pausado pero firme en todo momento, sin altibajos de ningún tipo. El brasileño afronta las situaciones más duras y extremas con mucha profesionalidad. En dónde otros hubieran optado por lo explícito y el morbo, Meirelles apuesta por una sutileza aún más efectiva si cabe, dejando entrever que lo que no se ve es más poderoso que lo que sí se ve (el poder de la sugestión, señores). La violencia se trata de forma contundente pero también contenida, recayendo muchas veces en los gestos y expresiones de sus protagonistas, y muy en especial, en la angustiosa mirada de una Julianne Moore en uno de sus mejores trabajos de su carrera (aún cuando la inacción de su personaje te saca de quicio). Aunque tampoco es de desmerecer la labor de sus compañeros de reparto, como Mark Ruffalo, Danny Glover, o un desalmado Gael García Bernal, protagonista a su vez de uno de los mejores momentos de humor negro de la película (pista: Steve Wonder)


El uso de la banda sonora es casi minimalista, siendo el mayor apoyo con el que cuenta Meirelles, el trabajo de fotografía César Charlone, que evoca muchas veces a la propia ceguera de los personajes en un juego de fundidos blancos y negros muy adecuado.

La crítica hacia el sistema político es menor, en comparación, con la crítica hacia la naturaleza humana. Una crítica que tampoco es demasiado extremista, ya que en todo momento hay una puerta abierta a la esperanza, al amor, al compañerismo, a la humanidad… Una historia que invita a reflexionar y que pone los pelos de punta sólo de pensar que algún día pudiese ocurrir de verdad. Una película que pone de manifiesto como todo lo que, como sociedad, hemos construido, se puede ir al garete por un mal que nos afecte a todos por igual, un mal que no entienda de raza, sexo, edad o jerarquía social. Un mal que saque lo peor y lo mejor que llevamos dentro.


Así que ya sea por las neutras expectativas que acudí a su visionado o por el desconcierto de no saber con qué me iba encontrar tras semejante sinopsis (me sonaba mucho a “El día de los trífidos”), la verdad es que “A ciegas (Blindness)” me ha supuesto una gran y grata sorpresa. Desde la espléndida “El experimento”, que una película no me causaba tal impresión.

No por ello está exenta de ciertos errores. Por ejemplo, hay secuencias que se antojan demasiado cómicas sin pretenderlo, el grado de implicación con los personajes es menor del esperado y el final no da tregua al espectador, o gusta o no gusta. En lo personal SPOILER ---los happy end me convencen más bien poco, y menos en este caso, en el que no existe explicación alguna que lo justifique FIN SPOILER

De todas formas, recomiendo su visionado tanto si se ha leído la novela como si no, aunque no estoy seguro de que pueda gustar a todo el mundo (tómese esto como advertencia para los indecisos). Lo es que esperen algo más fantástico, se pueden llevar un chasco, porque tiende más al razonamiento filosófico que a otra cosa. Y es bien sabido que el ritmo pausado no es apto para todos los paladares.


Lo mejor: Julianne Moore.

Lo peor: el final.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 12, 2009

"Underworld: La rebelión de los licántropos", vampiros Vs. licántropos


Allá por el 2003, llegó a nuestras pantallas “Underworld”, una película dirigida e ideada por el debutante Len Wiseman. Al frente de la cinta teníamos a todo un bellezón, Kate Beckinsale, compartiendo pantalla, entre otros, con su pareja de aquél momento, Michael Sheen (dato amarillista: más tarde rompieron y la actriz se casó con el propio Wiseman)
La película narraba la eterna lucha entre dos monstruosas razas, los vampiros y los licántropos. Con una estética deudora de Matrix y Blade, e influenciada –según tengo entendido- por un popular juego de rol, la película de Wiseman pegó fuerte en las carteleras, ganando tanto admiradores como detractores.

Su éxito propició la realización de una secuela titulada “Underworld: Evolution”, con mismos protagonistas y mismo director, aunque esta vez los resultados en cuanto a calidad se refiere, fueron tremendamente inferiores.

Desde un buen principio, Wiseman planteó Underworld como una trilogía, y teniendo en cuenta su aceptación entre un sector del público, no es de extrañar que su propósito se haya visto cumplido. Así es como ahora, seis años más tarde, y de la mano del encargado de los fx de las dos anteriores, Patrick Tatopoulos, nos llega la tercera entrega. Y lo hace a modo de precuela, para relatarnos los hechos que transcurren antes de sus predecesoras, y así contarnos de forma extensa el por qué de esa rivalidad entre las dos razas.

Underworld: Rise of the Lycans
se sitúa varios siglos atrás en el tiempo, en una época en la que los aristocráticos vampiros tienen a los hombres lobo esclavizados a su antojo. Para los primeros, los licántropos no son más que animales, una raza inferior que no merece tener derechos, y que debe obedecer los designios de una raza más inteligente y poderosa, la suya.

Viktor (Bill Nighy), mandamás del clan vampírico, tiene bajo su protección a Lucian (Michael Sheen), el primero de una raza de licántropos que pueden vivir como humanos y transformarse en bestia cuando lo deseen. Lucian siempre ha seguido las órdenes de Viktor sin poner objeciones, pero a esa vida de resignada esclavitud le quedan pocos días. Su amor por Sonja (Rhona Mitra) la hija de Viktor, será el desencadenante de una guerra entre ambas razas que se extenderá a lo largo de los siglos, y que aún a día de hoy perdura.

Como no podía ser de otra forma, en esta tercera entrega repiten varios de los protagonistas de las otras dos películas, si bien es inevitable que otros, por el tipo de historia que se relata, no tengan cabida en ella. Entre los que sí están, destacaríamos básicamente a Bill Nighy, interpretando de nuevo a Viktor, a Steven Mackintosh como Tannis, su mano derecha; y a Michael Sheen como Lucian, el rebelde licántropo. Beckinsale no repite su papel de Selene, puesto que su personaje aún no existe en esta historia, así que el papel femenino esta vez recae en Rhona Mitra, que interpreta Sonja , hija de Viktor y amante de Lucian.


Lo que se nos relata en esta precuela es el inicio de la rivalidad entre las dos razas, algo que ya pudimos ver y conocer, a modo de flashbacks, en la primera Underworld. Por tanto, esto no es más que una versión extendida de aquello, haciendo hincapié en la imposible relación amorosa entre un licántropo, Lucian, y una vampiresa, Sonja, muy al estilo del Romeo y Julieta de Shakespeare.

Si bien la primera intención de Lucian es huir de sus captores, la muerte de su amada en manos de su propio padre, será lo que le obligue a liderar a su raza en una lucha contra los vampiros, buscando así la venganza y la libertad que le corresponde.

Uno de los mayores alicientes de esta nueva entrega es su enclave geográfico y la época en la que se desarrolla la historia. Fortalezas medievales y densos y oscuros bosques son los testigos de la primera batalla entre vampiros y hombres-lobo. Atrás quedaron las pistolitas y el cuero negro; ahora lo que se lleva son brillantes armaduras y afiladas espadas. Esto permite ofrecer unas peleas cuerpo a cuerpo mucho más violentas y sangrientas, si bien tampoco es que el director se luzca demasiado en ese campo. Los enfrentamientos son correctitos pero no muy destacables, con su poco de cámara lenta, sus saltos kilométricos y sus efectos especiales de bajo presupuesto, disimulados muy acertadamente por una oscuridad permanente a lo largo de casi toda la película. Difícilmente termines el visionado y alguna secuencia de acción de las aquí vistas se te quede marcada en la retina.

El diseño de las citadas armaduras, de las salas de la fortaleza o de objetos varios como espadas y demás, está muy conseguido, y en general otorgan a la película un aire tenebroso y místico realmente efectivo. Por tanto, en cuanto a ambientación se refiere, nada que objetar. Eso sí, el aspecto y caracterización de los hombres-lobo sigue sin convencerme desde la primera entrega.

Tatopoulos y su equipo han procurado darle al film un toque romántico/dramático que pueda acompañar a la acción sin que ésta se eche en falta. Lamentablemente y pese a la encomiable labor de Sheen, que resuelve con oficio su papel, la historia entre Lucian y Sonja no entusiasma ni emociona demasiado, quizás porque observamos esa relación cuando ya está en las últimas, restando así cualquier tipo implicación por parte del espectador (además de mostrar más sexo que amor)
De todas formas, no es una carencia que moleste demasiado para los que sólo busquen pasar el rato, ya que no deja de ser el macguffin que desencadena el tan deseado combate entre las dos mortíferas razas. Pero es evidente que esa falta de emoción es la que deja al film en un entretenimiento liviano y poco más.

Por tanto, Underworld: La rebelión de los licántropos gustará seguramente a los fans acérrimos de la saga, pues sigue teniendo los mismos alicientes que sus predecesoras: vampiros enfrentándose a feroces hombres-lobo, mucha acción y mucho miembro cercenado. A los que no les gustó ninguna de las anteriores, esta tercera mejor que se la ahorren. A título personal, considero que es mucho mejor que la roñosa segunda parte, aunque no está a la altura de la primera. Una cinta entretenida que incluso se hace corta, pero a la que la falta garra para ser lo épica que debió haber sido.


Lo mejor: la ambientación; Michael Sheen.

Lo peor: no tiene garra ni emoción.


Valoración personal: Correcta

viernes, marzo 06, 2009

"Gran Torino", Gran Eastwood


Aunque parecía que después de la excepcional “Million Dollar Baby” no volveríamos a ver al gran Clint Eastwood delante de la cámara, ahora nos llega -no sin retraso- su última y esperada película, en la cual el actor/director se pone a ambos lados de la cámara para contarnos una sencilla y modesta historia que, de seguro, cautivará a los fans del autor (servidor incluido)

Esta es una de esas cintas del maestro cuyo destino no es otro que ser considerada una “obra menor” dentro de su filmografía. Puede que así sea, si la comparamos con sus grandes obras maestras, pero tildarla con tal calificativo no debería, bajo ningún concepto, usarse como algo peyorativo, y es que cualquier “obra menor” de este buen señor se come con patatas a cualquier otra que le acompañe en cartelera (en calidad, no en taquilla, claro). Aunque en mi modesta opinión, de “menor “no tiene nada.

Gran Torino se centra en Walt Kowalski (Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea y trabajador jubilado del sector del automóvil, cuya máxima pasión, tras la muerte de su querida esposa, es cuidar de su otro preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972 que él mismo ayudó a sacar de la cadena de montaje.

Walt vive solitario -a excepción de su perrita Daisy- en un barrio atestado de vecinos inmigrantes a los que ni conoce ni quiere conocer. Inmigrantes hmong (del sudeste asiático), latinos y afroamericanos pueblan las calles de un lugar que el viejo americano ya no reconoce, con pandilleros que se creen los amos del barrio y vecinos de extrañas costumbres a los que desprecia sólo por su procedencia.

Una noche, su joven vecino Thao, sometido a una prueba de su primo pandillero, intenta robarle el Gran Torino, pero éste se lo impide aún sin reconocer quién le está intentando robar. Unos días más tarde, el propio Thao es acosado de nuevo por su primo y el resto de sus amigos, hasta que aparece Walt a apaciguar la trifulca con su cara de mala leche y su impecable rifle M-1. A partir de este suceso, entre Walt y Thao (y también su familia) se crea un vínculo especial. El viejo veterano tratará de hacer del muchacho un hombre hecho y derecho, a la vez que va conociendo poco a poco a sus vecinos inmigrantes, dejando de lado sus prejuicios y abriendo su mente y su corazón a un grupo de personas que le muestran más aprecio y gratitud de la que su propia familia es capaz.


Después de la aclamada “El intercambio”, Eastwood rebaja sus ambiciones y aborda una película mucho más discreta, cuya fuerza reside en su portentosa interpretación, sus buenas intenciones y su permanente discurso antirracista.

Pese a la tópica historia del mentor y el aprendiz y a algunos elementos trillados en toda película que trata el tema del racismo, Eastwood consigue elaborar una historia potente y profunda que queda grabada a fuego en nuestra memoria cinéfila. Y es que muchas veces, la sencillez es la mayor virtud de un film.

La relación cuasi fraternal que se establece entre Walt y Thao es el motor que mueve Gran Torino, y mediante la cual el director desarrolla su crítico discurso de un modo mesurado pero igualmente certero. También es de agradecer que en ningún momento pretenda ofrecernos uno de esos dramones de cuidado que quieren concienciarnos de base de incesantes lagrimones. Todo lo contrario, pues Eastwood nos ofrece una simpática y a ratos tierna historia de un hombre triste y solitario que encuentra en sus, hasta el momentos, desconocidos vecinos un modo para resarcirse de sus pecados y un motivo para abandonar su soledad y vivir los días que le quedan con una sonrisa en la boca.


De ser un viejo gruñón, Walt pasa a convertirse en el inesperado héroe del barrio, haciendo frente a todo pandillero que se cruce en su camino o que moleste a sus nuevos amigos. Este veterano de la guerra de Corea no teme a nadie ni a nada, ni tan siquiera a la propia muerte.

Eastwood, algo cascadillo pero sin perder ni un ápice de fuerza en su penetrante mirada, vuelve a la interpretación con un papel hecho a su medida. Y es que ha sido como reencontrarse con un viejo conocido, el sargento Tom Highway (El sargento de hierro), en pleno retiro. Con muchas menos palabras y muchos menos tacos, y pese al desprecio que gasta para con sus vecinos, Walt Kowalski se gana nuestra simpatía desde un principio. Su mala leche nos pone los machos por corbata pero sus toques de humor (y aquí hay unos cuantos) nos sacan una irreprimible sonrisa.

El actor transmite con su mirada más que 10 hojas de guión llenas de diálogos. Y si esta es –esperemos que no- su despedida del mundo de la interpretación, desde luego no ha escogido mejor papel para hacerlo.

El resto del reparto cumple con su cometido, si bien cabría destacar a Ahney Her, quién interpreta a la hermana de Thao (un no tan convincente Bee Vang), y que se desenvuelve con mucha soltura ante la cámara, siendo la única capaz de darle la contra a la perfección al personaje de Walt.

Por lo demás, “Gran Torino” es una pequeña gran obra de uno de los mejores directores de nuestros tiempos. Una historia sencilla y emotiva que mata los prejuicios no a balazos, como en las guerras, sino a base entendimiento y benevolencia. Una historia divertida casi en todo momento, y emotiva sobre todo en su tramo final, SPOILER -- que tiene uno de los desenlaces más intensos y tristes de toda su filmografía.-- FIN SPOILER

Recomendada a los fans de Eastwood, a los amantes del buen cine (que vendría a ser lo mismo) y muy especialmente a aquellos que, como un servidor, consideren la infravalorada “Un mundo perfecto”, uno de sus mejores trabajos.


Lo mejor: Clint Eastwood y Ahney Her; su sencillez y sus toques humor.

Lo peor: que hayan tardado tanto en estrenarla.


Valoración personal: Buena