Megamind 3D 2010 Tom McGrath
Tras el bajón taquillero -y también artístico- de “Monstruos contra Alienígenas”, Dreamworks parece haber vuelto a encontrar el camino del éxito, aunque por vías bien distintas.
La más inusual ha sido concibiendo una película con una historia de calidad y unos personajes entrañables como pocas veces se ha visto en la filmografía de la compañía. Obviamente, me estoy refiriendo a ‘Cómo entrenar a tu dragón’, una de las mayores sorpresas del año en el campo de la animación. Hiccup y su dragón han conseguido acortar las distancias que separan a Dreamworks de Pixar, y puede que este año el Oscar en su categoría esté más reñido que nunca (que cada uno elija su favorita; yo ya lo he hecho)
La otra vía ha sido apostar por el caballo ganador, es decir, estrenar otra secuela de su saga más taquillera: Shrek. Pese al evidente agotamiento de la misma y a la generalizada decepción con la tercera entrega, “Shrek, felices para siempre” sigue teniendo tirón entre el público, y lo demuestran sus más de 700 millones de dólares recaudados en todo el mundo (casi 250 más que el dragón, habiendo costado ambas exactamente lo mismo) ¿Estamos seguros que esta cuarta será la última?
Pero el estudio de animación fundado por Spielberg parece no tener suficiente, y a poco por terminar el año, estrena su tercer largometraje: “Megamind”.
“Megamind” es un supervillano cuyo mayor deseo es conquistar Metro City. Desgraciadamente, cada intento por conseguirlo ha desembocado en fracaso por culpa del superhéroe con capa llamado “Metro Man”, el protector de la ciudad.
Pero la mala suerte de Megamind cambia por completo el día que consigue, por fin, deshacerse de su enemigo. El superhéroe muere y el supervillano triunfa. Megamind cumple su ansiado sueño y se adueña de Metro City. Sin embargo, pasado un tiempo se dará cuenta que el tenerlo todo le deja sin objetivos, convirtiendo su vida en una aburrida monotonía.
Él es un supervillano, y como tal, necesita un superhéroe que le de la contra. Por ello, ingenia un nuevo plan: crear un héroe contrincante llamado “Titán”. Para su desgracia, el tiro le sale por la culata, y Titán no quiere ser un superhéroe sino un supervillano, uno que no se conforma con conquistar Metro City, sino que pretende destruirla.
Ahora Megamind deberá resolver el entuerto que él mismo ha creado, y deshacerse no ya de su rival, sino de su directo y más poderoso competidor. Aunque para eso haya que convertirse en el héroe.
La última producción de Dreamworks supone la enésima vuelta de tuerca a las películas de superhéroes (y van…). Pixar ya hizo la suya con “Los Increíbles”, y ellos no podían ser menos (incluso en ambas cintas el inesperado supervillano es… ¡pelirrojo!)
La historia de Megamind se construye teniendo como mayor referente a Superman, el superhéroe por antonomasia. Y esto es algo que queda patente nada más empezar la película.
Tras el conocido recurso de empezar por el final, el propio Megamind, voz en off mediante, nos cuenta sus orígenes y los de su eterno rival, Metroman.
El destino quiso que ambos fueran a parar al mismo planeta, la Tierra, pero la mala fortuna fue la que acompañó a Megamind desde bien pequeñito debido a su poco agraciada apariencia y a sus desafortunados intentos por gustar a los demás. Y mientras uno se convertía en un ídolo de masas, el otro, rechazado por la sociedad, buscó refugio en el mal.
Una de las perversas costumbres de Megamind es secuestrar a la periodista Roxanne Ritchi, la supuesta novia del héroe. Cada intento de tender una trampa a su rival ha resultado fallido… hasta ahora. La muerte de Metroman supone un antes y un después en su carrera por conquistar Metro City. Pero quién iba a decirle al azulado cabezón que su sueño iba a reportarle tanta tristeza…
Los guionistas le dan la vuelta a los habituales clichés de las películas superheroicas, buscando siempre la complicidad con el espectador, más cuando se trata de rememorar al Superman de Donner (atención a uno de los disfraces de Megamind, un guiño por partida doble al personaje al que quiere emular y al otro mítico que interpretó ese mismo y célebre actor)
Y es que la película no está exenta de referencias, y seguramente los fans de los superhéroes encuentren en ella muchas más de la que un servidor es capaz de advertir. A fin de cuentas, y como ya he comentado más arriba, la trama alude constantemente al hombre de acero. No es casualidad que Metroman nos recuerde a él, tanto por su aspecto como por sus poderes; ni que la chica por la cual suspira nuestro protagonista sea, de profesión, periodista/reportera.
Quizás eso le reste algo de originalidad al guión, pero lo cierto es que sus responsables (debutantes en esta tarea) han sabido aprovechar todos estos conocidos referentes (incluso en el apartado musical se permiten un guiño a Iron Man justo cuando Megamind aparece con su robótico traje) y todos esos tópicos del (sub)género para crear una simpática comedia que funciona tanto como parodia como en calidad de homenaje. Aunque por encima de todo, sea lo primero.
Y lo hace teniendo al villano como pilar de la trama. Un villano que, por supuesto, no será tan malo cómo pretende aparentar. En ese aspecto, recuerda a la reciente “Gru, mi villano favorito”. De hecho, los dos quieren hacer el mal, pero la pifian continuamente. Y ambos, desprovistos de superpoderes, utilizan ingeniosos artilugios y sofisticados vehículos (compartiendo también un atractivo diseño retro) para llevar a cabo sus fechorías. Y, por supuesto, tanto uno como otro reciben la ayuda de sus secuaces (genial el Esbirro pez de Megamind; un auténtico robaescenas)
Pero bajo esos guiños, esos divertidos gags (unos más que otros), y esos espectaculares enfrentamientos con Metro City como ring, subyace también una historia de amor con el cuento de “El patito feo” –en este caso, el patito malo- como telón de fondo.
Así es como aprovechan para hablarnos de los prejuicios, de la voluntad y el esfuerzo por querer cambiar tu destino, de la responsabilidad que conllevan las decisiones que tomamos, etc.
Y todo esto amenizado con una excelente animación, un 3D bastante bien aprovechado (la temática se prestaba a ello) y un buen puñado de canciones (temazos de AC/DC, The Clash, Minnie Riperton, Michael Jackson…) fácilmente reconocibles y que, inevitablemente, dejan en un segundo lugar la banda sonora compuesta por Hans Zimmer (que ya hizo lo propio con las dos entregas de Madagascar) y Lorne Balfe (curtido éste en la compañía del propio Zimmer)
“Megamind” es una ocurrente y muy entretenida parodia de las películas de superhéroes. Y muy probablemente serán los fans de éstas quienes más la disfruten.
No está al nivel de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ (le falta el puntito dramático y entrañable de aquella), pero tampoco supone un bajón considerable en la calidad que Dreamworks viene ofreciendo últimamente. Y puede que sea la única película de superhéroes en la que los bailecitos de los protagonistas no provocan vergüenza ajena (siguen siendo igual de prescindibles, pero en una comedia –y de dibujos- se toleran)
Lo mejor: los guiños; la vuelta que le dá a los clichés de las películas de superhéores (cortadas casi todas por el mismo patrón, dicho sea de paso)
Lo peor: Después de la notable ‘Cómo entrenar a tu dragón’, puede que se la infravalore.
Valoración personal: Correcta
Tras el bajón taquillero -y también artístico- de “Monstruos contra Alienígenas”, Dreamworks parece haber vuelto a encontrar el camino del éxito, aunque por vías bien distintas.
La más inusual ha sido concibiendo una película con una historia de calidad y unos personajes entrañables como pocas veces se ha visto en la filmografía de la compañía. Obviamente, me estoy refiriendo a ‘Cómo entrenar a tu dragón’, una de las mayores sorpresas del año en el campo de la animación. Hiccup y su dragón han conseguido acortar las distancias que separan a Dreamworks de Pixar, y puede que este año el Oscar en su categoría esté más reñido que nunca (que cada uno elija su favorita; yo ya lo he hecho)
La otra vía ha sido apostar por el caballo ganador, es decir, estrenar otra secuela de su saga más taquillera: Shrek. Pese al evidente agotamiento de la misma y a la generalizada decepción con la tercera entrega, “Shrek, felices para siempre” sigue teniendo tirón entre el público, y lo demuestran sus más de 700 millones de dólares recaudados en todo el mundo (casi 250 más que el dragón, habiendo costado ambas exactamente lo mismo) ¿Estamos seguros que esta cuarta será la última?
Pero el estudio de animación fundado por Spielberg parece no tener suficiente, y a poco por terminar el año, estrena su tercer largometraje: “Megamind”.
“Megamind” es un supervillano cuyo mayor deseo es conquistar Metro City. Desgraciadamente, cada intento por conseguirlo ha desembocado en fracaso por culpa del superhéroe con capa llamado “Metro Man”, el protector de la ciudad.
Pero la mala suerte de Megamind cambia por completo el día que consigue, por fin, deshacerse de su enemigo. El superhéroe muere y el supervillano triunfa. Megamind cumple su ansiado sueño y se adueña de Metro City. Sin embargo, pasado un tiempo se dará cuenta que el tenerlo todo le deja sin objetivos, convirtiendo su vida en una aburrida monotonía.
Él es un supervillano, y como tal, necesita un superhéroe que le de la contra. Por ello, ingenia un nuevo plan: crear un héroe contrincante llamado “Titán”. Para su desgracia, el tiro le sale por la culata, y Titán no quiere ser un superhéroe sino un supervillano, uno que no se conforma con conquistar Metro City, sino que pretende destruirla.
Ahora Megamind deberá resolver el entuerto que él mismo ha creado, y deshacerse no ya de su rival, sino de su directo y más poderoso competidor. Aunque para eso haya que convertirse en el héroe.
La última producción de Dreamworks supone la enésima vuelta de tuerca a las películas de superhéroes (y van…). Pixar ya hizo la suya con “Los Increíbles”, y ellos no podían ser menos (incluso en ambas cintas el inesperado supervillano es… ¡pelirrojo!)
La historia de Megamind se construye teniendo como mayor referente a Superman, el superhéroe por antonomasia. Y esto es algo que queda patente nada más empezar la película.
Tras el conocido recurso de empezar por el final, el propio Megamind, voz en off mediante, nos cuenta sus orígenes y los de su eterno rival, Metroman.
El destino quiso que ambos fueran a parar al mismo planeta, la Tierra, pero la mala fortuna fue la que acompañó a Megamind desde bien pequeñito debido a su poco agraciada apariencia y a sus desafortunados intentos por gustar a los demás. Y mientras uno se convertía en un ídolo de masas, el otro, rechazado por la sociedad, buscó refugio en el mal.
Una de las perversas costumbres de Megamind es secuestrar a la periodista Roxanne Ritchi, la supuesta novia del héroe. Cada intento de tender una trampa a su rival ha resultado fallido… hasta ahora. La muerte de Metroman supone un antes y un después en su carrera por conquistar Metro City. Pero quién iba a decirle al azulado cabezón que su sueño iba a reportarle tanta tristeza…
Los guionistas le dan la vuelta a los habituales clichés de las películas superheroicas, buscando siempre la complicidad con el espectador, más cuando se trata de rememorar al Superman de Donner (atención a uno de los disfraces de Megamind, un guiño por partida doble al personaje al que quiere emular y al otro mítico que interpretó ese mismo y célebre actor)
Y es que la película no está exenta de referencias, y seguramente los fans de los superhéroes encuentren en ella muchas más de la que un servidor es capaz de advertir. A fin de cuentas, y como ya he comentado más arriba, la trama alude constantemente al hombre de acero. No es casualidad que Metroman nos recuerde a él, tanto por su aspecto como por sus poderes; ni que la chica por la cual suspira nuestro protagonista sea, de profesión, periodista/reportera.
Quizás eso le reste algo de originalidad al guión, pero lo cierto es que sus responsables (debutantes en esta tarea) han sabido aprovechar todos estos conocidos referentes (incluso en el apartado musical se permiten un guiño a Iron Man justo cuando Megamind aparece con su robótico traje) y todos esos tópicos del (sub)género para crear una simpática comedia que funciona tanto como parodia como en calidad de homenaje. Aunque por encima de todo, sea lo primero.
Y lo hace teniendo al villano como pilar de la trama. Un villano que, por supuesto, no será tan malo cómo pretende aparentar. En ese aspecto, recuerda a la reciente “Gru, mi villano favorito”. De hecho, los dos quieren hacer el mal, pero la pifian continuamente. Y ambos, desprovistos de superpoderes, utilizan ingeniosos artilugios y sofisticados vehículos (compartiendo también un atractivo diseño retro) para llevar a cabo sus fechorías. Y, por supuesto, tanto uno como otro reciben la ayuda de sus secuaces (genial el Esbirro pez de Megamind; un auténtico robaescenas)
Pero bajo esos guiños, esos divertidos gags (unos más que otros), y esos espectaculares enfrentamientos con Metro City como ring, subyace también una historia de amor con el cuento de “El patito feo” –en este caso, el patito malo- como telón de fondo.
Así es como aprovechan para hablarnos de los prejuicios, de la voluntad y el esfuerzo por querer cambiar tu destino, de la responsabilidad que conllevan las decisiones que tomamos, etc.
Y todo esto amenizado con una excelente animación, un 3D bastante bien aprovechado (la temática se prestaba a ello) y un buen puñado de canciones (temazos de AC/DC, The Clash, Minnie Riperton, Michael Jackson…) fácilmente reconocibles y que, inevitablemente, dejan en un segundo lugar la banda sonora compuesta por Hans Zimmer (que ya hizo lo propio con las dos entregas de Madagascar) y Lorne Balfe (curtido éste en la compañía del propio Zimmer)
“Megamind” es una ocurrente y muy entretenida parodia de las películas de superhéroes. Y muy probablemente serán los fans de éstas quienes más la disfruten.
No está al nivel de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ (le falta el puntito dramático y entrañable de aquella), pero tampoco supone un bajón considerable en la calidad que Dreamworks viene ofreciendo últimamente. Y puede que sea la única película de superhéroes en la que los bailecitos de los protagonistas no provocan vergüenza ajena (siguen siendo igual de prescindibles, pero en una comedia –y de dibujos- se toleran)
Lo mejor: los guiños; la vuelta que le dá a los clichés de las películas de superhéores (cortadas casi todas por el mismo patrón, dicho sea de paso)
Lo peor: Después de la notable ‘Cómo entrenar a tu dragón’, puede que se la infravalore.
Valoración personal: Correcta
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