lunes, julio 18, 2011

“Nuestra canción de amor” (2010) - Olivier Dahan

critica Nuestra canción de amor 2010 Olivier Dahan
No es extraño que, con cierta frecuencia, los directores europeos que consiguen destacar en su tierra natal acaben haciendo las Américas para formar parte de la meca de Hollywood. En ocasiones les abalan unas cuantas películas de éxito, pero otras veces con una sola que cause sensación basta. Ese sería el caso del francés Olivier Dahan, cineasta con una filmografía, a priori, bastante discreta a sus espaldas, pero que en 2007 pegó la campanada gracias a “La vida en rosa”, drama biográfico sobre Edith Piaf que le valió a Marion Cotillard el Oscar, el Globo de Oro y el Cesar por su encarnación de la famosa cantante francesa.

Han pasado algunos años desde aquél filme, y lo que ahora nos llega del director es su primera incursión en EE.UU.

Tras el accidente que la dejó paralítica, Jane (Renée Zellweger) no ha vuelto a ser la misma. Abandonó su profesión como cantante y en estos siete años apenas ha hecho nada para rehacer su vida. Permanecería recluida en la soledad de su casa y apartada de la sociedad si no fuera por las visitas de su amigo Joey (Forest Whitaker), a quién conoció en el hospital cuando tuvo el accidente, y cuyo traumático pasado le provoca “delirios” constantes.

Después de que uno de sus últimos ataques de histeria ponga en alerta a las autoridades, Joey toma la decisión de marcharse del pueblo para acudir a la conferencia de un famoso escritor que habla sobre esos ángeles a los que él cree ver y oír, y con los que incluso conversa. Pero no está dispuesto a realizar ese viaje solo, así que tras mucha insistencia, logra convencer a Jane para que le acompañe.

Juntos emprenderán el periplo atravesando Estados Unidos desde Kansas hasta Luisiana. Un viaje por carretera en el que se cruzarán con una serie de personajes que marcarán un antes y un después en sus vidas.

Dahan nos sumerge en el viaje físico y emocional de dos personas, Jane y Joey, que permanecen atoradas en una vida de amargura e insatisfacción. Dos almas perdidas que son más fuertes juntas, y que en este recorrido por carretera por los Estados Unidos encontrarán el verdadero significado de vivir, aún con el gran peso del dolor en sus corazones.

Del trágico pasado de Joey y del por qué de sus insólitas conversaciones con seres celestiales inexistentes nos enteraremos a medida que avance la trama, pero de la tragedia de Jane somos testigos desde el principio de la historia, con una presentación que no podría ser más cruda y real acerca de la desdichada existencia que le profiere el estar atrapada en una silla de ruedas para el resto de sus días.

Pero la minusvalía de Jane es doble; por un lado, está la evidente, la que le impide usar las piernas y la que no tiene solución alguna. Pero por el otro está la minusvalía emocional, esa que la ha hecho encerrarse en sí misma, en su dolor y en su tristeza. Y de ella quiere que se desprenda Joey; y puede que la única manera de conseguirlo sea realizando este viaje.

Por el camino, ambos se toparán con otras personas a quienes la vida tampoco les ha tratado bien. Personas como Billie (Madeline Zima), una joven a la que su reciente marido acaba de abandonar y que acabará acompañándoles en buena parte del trayecto.


En esta especie de excursión a través de los sentimientos que nos propone Dahan, hay lugar tanto para las risas como para las lágrimas, pues el director y guionista no tiene la intención de convertir “Nuestra canción de amor” en un dramón de los de sacar el pañuelo y no soltarlo, sino que mezcla constantemente el drama con la comedia, salpicando el viaje de momentos emotivos y divertidos a partes iguales. Pero tanto en unos como en otros se busca básicamente lo mismo: que el espectador conecte con la historia y con los personajes.
Algunas situaciones cómicas rozan lo esperpéntico (la persecución automovilística) y le otorgan un aire más desenfadado e incluso alocado a una historia que no puede huir de ciertos clichés ni tampoco puede disimular, en ocasiones, su intento de resultar forzosamente emotiva. Y es que a la hora de hacer drama no es difícil saber qué teclas hay que tocar para sensibilizar al espectador y, por supuesto, la gracia está en que uno no vea esa mano invisible que toca esas teclas o, que de alguna manera, la predisposición a dejarse llevar por las emociones no encuentre un obstáculo en las demasiado evidentes intenciones de su responsable. Y a Dahan se le ve el plumero en más de una ocasión, introduciendo una tragedia a ratos excesiva en sus formas, con demasiadas vidas miserables que confluyen en una historia que se siente un tanto abultada de tanto personaje estrafalario y desdichado (por no hablar de lo “casual” que resulta toparse tan a menudo con apasionados de la música que sepan tocar la guitarra)

Las apuestas más oníricas del director ayudan a paliar un poco esa teatralidad dramática, aunque en alguna ocasión la historia tiende a perderse en un surrealismo un tanto aparatoso (el encuentro con el personaje de Nick Nolte descoloca un poco, la verdad) y en unos recursos estéticos que aunque bonitos (las escenas de animación ornitológica) no parecen aportar mucho a la trama más allá del mero impacto visual.

Aún así, el desarrollo de la historia es estimable, y uno termina encariñándose un poco de personajes como Joey, al que encarna un excelente Forest Whitaker (lástima que cuando llegue la época de premios ya nadie se acuerde de su interpretación; mala fecha para estrenar una cinta de estas características)


A lo largo de todo el metraje ansiamos que Jane se reencuentre con ese pasado (en todos sus ámbitos) que ha dejado atrás y que encuentre de nuevo las ganas de vivir, y eso ya es un punto a favor de Dahan. Y aunque Renée Zellweger no sea santa de mi devoción, hay que admitir que cuando no abusa en exceso de sus habituales pucheros y morritos, brinda actuaciones notables como la que nos ocupa. Y aquí, como ya hizo en “Chicago”, también canta, lo cual tiene doble mérito.

A destacar también la presencia de otros actores que aparecen en pantalla como el citado Nolte, Elias Koteas (gran secundario donde los haya) o Madeline Zima, esa niña que hizo sus pinitos en la serie “La nanny” y que ya es toda una mujer, como nos ha demostrado en “Californication”.
Pero una de los alicientes más atractivos del filme es la banda sonora compuesta por el maestro Bob Dylan, con canciones que hablan del amor y de la amistad.

Con todo, “Nuestra canción de amor” deviene en una correcta road-movie con un apreciable mensaje optimista por bandera. Un canto a la vida a ratos emotivo, a ratos simpático.


Lo mejor: Forest Whitaker; la mezcla de comedia y drama.

Lo peor: que los recursos lacrimógenos sean tan evidentes.


Valoración personal: Correcta

3 comentarios:

Marisol dijo...

Esta será una película aleccionadora y muy de la vida real, nos enseñará lo que debemos y no debemos hacer cuando las circunstancias sean desfavorables.

Carol - Productos Omnilife dijo...

Cuando con una producción cinematográfica aprendemos lecciones de vida, valen la pena. Ëxito.

Estelita dijo...

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