Los años no pasan en balde, y Richard Gere lo sabe. El que
fue uno de los grandes sex symbols de los 80 y 90, hoy día cuenta ya con 63
tacos a sus espaldas, por lo que no es plan de seguir mostrando sus encantos
masculinos (sonrisa Profident mediante) en comedias románticas de medio
pelo. Y no es que haya abandonado el
género por completo, pues todavía se presta a seguir siendo la opción cinéfilo-romántica
de las maduritas de turno que han crecido estampando sus fotos en la agenda del
colegio, pero sí es evidente que estas producciones han dejado de ser la nota
predominante de su filmografía más reciente.
No se puede negar que a lo largo de su carrera ha procurado desligarse del encasillamiento
con algún que otro proyecto eventual, pero casi siempre ha reincidido en el
género que mayor fama le ha otorgado, con lo que no siempre ha resultado fácil que
la crítica (ni tampoco gran parte del público) se lo tomara en serio como
actor. Ahora, no obstante, sus apuestas son más variadas, dentro de lo que la
industria de Hollywood le permite a un hombre de su edad (que según el aprecio
o el rechazo que te tengan y lo bueno o malo que sea tu agente, puede ser mucho
o poco).
Algunos de sus últimos trabajos le han reportado numerosos
halagos e incluso algún que otro galardón de prestigio (el Globo de Oro a Mejor Actor en Comedia-Musical por “Chicago”), con lo que parece que Gere desea dejar un legado con
algo más de enjundia del que se le preveía en sus inicios.
“El fraude” sigue en
esa línea de proyectos suficientemente interesantes como para prestarles la
debida atención.
Robert Miller
(Richard Gere) es un magnate que en la
víspera de su 60 cumpleaños parece el perfecto retrato del éxito americano en
su vida profesional y familiar. Sin embargo, tras esa fachada de feliz
comodidad, se esconde la cruda realidad: Miller está con el agua al cuello,
desesperado por completar la venta de su imperio a un gran banco antes de que
quede expuesto un fraude que ha cometido. Además, mantiene un romance con una
marchante de arte francesa (Laetitia Casta) a espaldas de su mujer (Susan Sarandon) y su hija (Brit Marling). Justo
cuando se dispone a deshacerse de su problemático imperio, un sangriento e
inesperado error le pondrá entre las cuerdas.
Con la crisis económica como telón de fondo (el personaje de
Miller bien podría ser el vivo ejemplo del tipo de personas que han pisoteado
la economía capitalista de medio mundo), el debutante en estas lides Nicholas Jarecki
nos sumerge en un tenso thriller en
el que el protagonista se encuentra entre la espada y la pared por culpa de,
por un lado, su mala gestión en los negocios; y por el otro, de un desafortunado
accidente. Dos hechos que entran en conflicto en el peor momento de su vida.
La mala inversión de Miller en una compañía que, en
principio, debía reportarle una fortuna, le acaba haciendo perder un buen
montón de dinero, por lo que decide recurrir a un prestamista para tapar el
agujero de sus cuentas. Obviamente, con semejantes pérdidas en su haber, el
negocio no puede seguir adelante, por lo que necesita deshacerse inmediatamente
de él y así encasquetarle el problema a
otro.
En apariencia, Miller es el perfecto hombre de negocios, y
el suyo va viento en popa a ojos de de los demás. Ni su propia hija, jefa del
Departamento de Inversiones, sospecha nada del asunto. Pero la realidad es bien
distinta. Por eso Miller se encuentra en conversaciones con un banco para que
le compre el negocio, y por eso es tan importante cerrar el trato antes de que
se huelan la estafa.
Por si esto no le tuviera suficientemente angustiado, surge
un nuevo problema derivado de su affair extramatrimonial. Y es algo tan
peliagudo que pone a la policía tras su pista, y más concretamente al detective
Michael Bryer, un sabueso duro de roer al que no se le escapa ni una y que está
dispuesto a hacer lo que sea (acosar y presionar a su único testigo o, si es
preciso, cruzar él mismo la línea de la legalidad) para meter a Miller entre
rejas. Y es que Bryer, un tipo de clase media, está harto que los tipos como
Miller, pertenecientes a la alta sociedad, campen a sus anchas por el mundo sin
responder por sus pecados; tipos que gracias a su dinero, su poder y/o sus
influencias evaden las consecuencias de
sus actos o consiguen que otros paguen el pato por ellos. Pero esta vez el detective no está dispuesto a
dejar que su sospechoso se libre tan fácilmente.
Por tanto, tenemos a nuestro protagonista en una encrucijada
con dos flancos abiertos que le están asfixiando. El destape de uno de sus
secretos le podría poner en el punto de mira del otro y, por consiguiente,
perderlo todo de una tacada. Está en juego su futuro y el de su familia; su
negocio, su estatus social y también su matrimonio.
La película podría haber funcionado perfectamente como
thriller financiero a secas, sin añadir un componente criminal a la trama. Sin
embargo, Jarecki, que también se encarga del guión, decide jugar a dos bandas, abriendo ambos frentes de presión hacia el
protagonista. Consigue que ambos funcionen sin estorbarse y, lo que es mejor,
complementándose a la perfección, logrando un audaz equilibrio entre las partes en conflicto.
Ahí entra también la actuación de Richard Gere, capaz, sin titubeos, de llevar a cuestas prácticamente
todo el peso de la historia. Ya no se trata de seducir a bellas mujeres
(que también), sino de seducir a las gentes del mundo de las altas finanzas. Y
Gere les convence a ellos y nos convence a nosotros.
Miller es el mayor fraude de la película; es un fraude como
empresario y un fraude como marido. No nos compadecemos de él, e incluso
deseamos que pague con la cárcel por lo que ha hecho.
El espectador no siente, por tanto, ninguna simpatía hacia el
protagonista, y no siempre es fácil de manejar a un protagonista así de cara a
mantener el interés del respetado. Pero el director lo consigue y nos mantiene en vilo hasta su verosímil
final; el cual, dicho sea de paso, es el que cabría de esperar de este tipo
de situaciones.
Conviene apuntarse el nombre de Nicholas Jarecki después de
su debut con este (muy) solvente
thriller.
Lo mejor: su ritmo; Richard Gere.
Lo peor: algunos personajes cliché.
Valoración personal: Correcta
2 comentarios:
Richard Gere, nunca ha sido un actor al que yo considere del todo bueno, no tanto por su capacidad como actor si no por las películas en las que regularmente trabaja. Aunque últimamente ha escogido papeles mas interesantes, como este.
Como lo describes, suena como un thriller de los que me encantan, donde vemos a un personaje cuyo teatro esta a punto de desmoronarse. Eso siempre trae tensión y una historia atrapante, como algunos elementos de Fargo, Match Point, entre otras.
Espero verla pronto.
¡Saludos!
Me ocurre lo mismo que atí. Gere nunc aha sido santo de mi devoción, pero supongo que ha sido más por el tipo de carrera que ha llevado.
Me quedo con muy pocos títulos de su filmografía, pero esos pocos no están nada mal.
Saludos ;)
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