jueves, marzo 11, 2010

"Green Zone: Distrito protegido" (2010) - Paul Greengrass

crítica Green Zone: Distrito protegido 2010 Paul Greengrass
Del mismo modo que Burton tiene a Depp, Scott a Russel Crowe o Scorsese a DiCaprio, se podría decir ya, con tres películas, que Greengrass tiene a Damon.

Actor y director trabajaron juntos por primera vez en la primera secuela de la saga Bourne, y aunque aquella unión vino dada tras la renuncia de Doug Liman de proseguir con la franquicia (en favor de la infumable Sr. y Sra. Smith), lo cierto que ambos hicieron buenas migas y eso propició que el británico se encargarse de firmar también la tercera entrega, poniendo así el broche de oro a una de las sagas de acción más sólidas de la pasada década. De hecho, cada secuela fue, en mi opinión, mejor que la anterior, algo que pocas veces ocurre en Hollywood.

Con tan buenos resultados de taquilla y de crítica, Universal Pictures quiso continuar con la franquicia pero Damon sentenció que sin Greengrass no volvería a encarnar a Jason Bourne. Otra muestra fehaciente del buen entendimiento entre éste y la persona que tan bien lo había dirigido en anteriores ocasiones.

Con el fin de no perder a la pareja de éxito, el estudio decidió financiar a Greengrass su siguiente película, Green Zone, con la que contaría de nuevo con su amigo Damon para el papel protagonista. El plan parecía funcionar hasta que supuestamente el presupuesto de la citada se disparó, y los jefazos tuvieron que intervenir para controlar gastos, algo que no gustó nada al director. Eso, unido al hecho que su contratación para “Bourne 4” se dio por hecha sin su consentimiento (y que el borrador del guión, se dice, no le gustaba), propició la desvinculación definitiva de Greengrass con otra entrega más del desmemoriado espía.

Por ahora se desconoce cuánto ha costado Green Zone (se rumorea que entre 100 y 150 millones de dólares), pero lo cierto es que ésta luce muy bien y demuestra, una vez más, que el tándem Greengrass-Damon funciona a la perfección. Ahora bien, si realmente ha costado eso, ya pueden ir todos cruzando los dedos para que el proyecto sea, cuanto menos, rentable, y es que este tipo de películas sobre Iraq no son precisamente las que arrasan en taquilla. Si no que se lo digan a Peter Berg con “La sombra del reino”, que cubrió gastos y poco más.

La historia del film transcurre durante la ocupación de Bagdad en 2003 por tropas estadounidenses. El subteniente Roy Miller (Matt Damon) y su equipo son los encargados de recorrer el desierto en busca de armas de destrucción masiva supuestamente escondidas en el lugar. Gracias a un confidente fiable, o eso asegura su gobierno, éstos registran escondite tras escondite, pero nunca encuentran las citadas armas ni una pista o evidencia que les conduzca a ellas. Decepción tras decepción, Miller empieza a desconfiar de la fuente que informa al agente Clark Poundstone (Greg Kinnear), del Departamento de Defensa, y decide tomar decisiones por su cuenta. El soldado confía en que estas decisiones le lleven hasta la verdad del asunto y, por consiguiente, hasta las armas de destrucción masiva.

El agente de la CIA Martin Brown (Brendan Gleeson) será uno de los puntos de apoyo de Miller en su particular cruzada.


El último trabajo de Greengrass se inspira en el libro ‘Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone’ de Rajiv Chandrasekaran, y nos ubica en la conocida como “Zona Verde” que da título a la película, y que no es otra cosa que una pequeña zona fortificada donde se encuentran las tropas americanas durante la ocupación irakí que empezó en 2003.

Pero antes de proseguir con la crítica conviene situarnos en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos para comprender con mayor fidelidad qué se nos está contando exactamente. Tampoco es que haga falta estar muy puesto en el tema para entender los hechos que aquí nos relatan, pero unos cuantos datos no nos harán ningún daño.


La invasión de las tropas estadounidenses en Iraq se produjo en el año 2003, con la intención, o mejor dicho, con la excusa de despojar al país de sus armas de destrucción masiva (ADM) (que el gobierno estadounidense aseguraba que éstos tenían) y derrocar así a Saddam Hussein, poniendo fin a su supuesto -aquí todo eran suposiciones- apoyo a grupos terroristas como Al Qaeda.

En la década de los 90, las Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad y bajo supervisión internacional, obligó a Iraq a destruir sus armas químicas y biológicas, aquellas que empleó en los ochenta durante la Guerra Irán-Irak.

Dos años después de los atentados del 11S, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, declaró que Saddam Hussein mantenía muy en activo y de forma clandestina su programa de creación de armas químicas, y que era imprescindible lanzar un ultimátum al gobierno iraquí para que éste procediese a su desarmamiento. Estados Unidos buscó el apoyo de diversos países, entre ellos, España, para formar una alianza que le permitiese invadir Iraq y derrocar al gobierno de Saddam Husein.

Se presionó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas alegando pruebas de la existencia de esas armas para que aprobara una resolución apoyando la invasión. Las Naciones Unidas iniciaron las pertinentes investigaciones en 2002 y se prolongaron hasta 2003. En ese momento, actuando fuera de la jurisdicción de los mandatos de las Naciones Unidas y sin haber presentado ninguna evidencia de armas de destrucción masiva reales (y si presentaron algo, fueron informes falseados), Estados Unidos se dispuso a invadir Irak con el fin de llevar a cabo el solicitado desarme. Esta actuación fue el desencadenante de la actual Guerra de Iraq.


En Green Zone nos encontramos en esos primeros días en que grupos de soldados estadounidenses, los conocidos como equipos MET, registran el país en busca de las peligrosas armas. Como ya he comentado en la sinopsis, Miller es el líder de uno de esos equipos, y cansado de no obtener resultados empieza a cuestionarse la fiabilidad de la fuente que utilizan, y así se lo hace saber a sus superiores. Sin embargo, el deber de un soldado no es pensar si no obedecer órdenes, por lo que sus quejas caen en saco roto. Sin embargo, mostrar ese descontento en público hace que un agente de la CIA se fije en él y juntos empiecen una investigación secreta en busca de la verdad. Obviamente, no se lo pondrán nada fácil. Su propio gobierno parece no estar muy interesado en que la verdad sobre el asunto se sepa.

La trama se centra básicamente en las averiguaciones que va haciendo Miller por su cuenta, y cómo éste, un solo hombre, un simple soldado, se convierte en un inesperado “héroe” de la noche a la mañana. Por si tener que hacer frente a la resistencia iraquí no fuera suficiente, destapar el tinglado montado por las altas esferas estadounidenses le pondrá también en contra de su propio bando. Un bando que está dividido en dos: uno y al que ahora pertenece Miller, es el que busca la verdad sobre las armas de destrucción masiva; y el otro, el que bajo la excusa del desarme pretende hacerse con el control del país.

Otro punto que se toca en la cinta, aunque de una forma mucho más tangencial, es el caos que se desata en los inicios de la ocupación, no sólo debido a los continuos atentados sino también a los disturbios ocasionados por la propia inestabilidad de la situación, produciéndose serios problemas en el suministro de servicios básicos de agua, gas y electricidad (esto queda ejemplificado en la escena en que Miller y sus hombres quedan atascados en el camino y deben abrirse paso entre multitudes enfurecidas por la falta de agua)

Uno de los puntos fuertes de la cinta es la intensa dirección de Greengrass. Aunque no soy muy partidario de la filmación cámara en mano, debo reconocer que este director es uno de los pocos que verdaderamente sabe sacarle partido a ésta técnica.

Si bien es cierto que en algunos momentos puede llegar marear un poco (o bastante), como ocurre aquí en la persecución a pie del tramo final, al menos Greengrass lo hace de forma enérgica e intentado que el efecto de realismo no sea un estorbo para que nuestros ojos capten todo lo que ocurre en pantalla. Y la verdad es que este estilo le sienta de perlas a la película, sobre todo en las secuencias de acción. Los tiroteos tienen mucho movimiento, pero siempre sabes -o yo lo supe- quién es quién y donde están, que es lo importante.

A una potente dirección se le une un ritmo frenético que hace que las dos horas de metraje se pasen –y disfruten- en un periquete. Director y guionista son bastantes directos a la hora de afrontar y desarrollar la trama, pues ésta es bastante fácil de seguir. No existe, como en otras películas, un exceso de información -muchos nombres y demás- que lleguen a saturar o incluso despistar al espectador. La historia se desenvuelve de forma muy dinámica y fácilmente comprensible incluso para aquellos que no dominen mucho el tema. Además, no se descubre en ella nada que no supiésemos ya (unas armas que jamás existieron y una injustificable invasión que fue el origen de una guerra que se ha cobrado ya miles de víctimas)

Como bien apuntaba el propio director, esta no es tanto una película sobre la guerra de Iraq sino un mero thriller que transcurre en Iraq. Hay implícita en ella un debate moral, pero tampoco está hecha para aleccionar a nadie. El espectador debe sacar sus propias conclusiones, pero más allá de eso, disfrutar de la intensidad de un thriller de acción rodado e interpretado con brío y solidez.

Damon -sería un Capitán América perfecto, ¿verdad?- está muy correcto en su papel, el cuál nada tiene que ver con su Bourne. Son personajes y contextos muy distintos (aunque la motivación principal en ambos casos sea la búsqueda de la verdad). La sobriedad del actor -que muchos confunden con sosería- es idónea para el papel, mientras que Kinnear está en su salsa interpretando a uno de esos personajes que tan despreciables nos resultan siempre. Brendan Gleeson hace lo propio como agente de la CIA, mientras que Jason Isaacs (actor poco aprovechado en Hollywood) y Amy Ryan, ambos con una presencia en pantalla algo más discreta, cumplen también con sus respectivos papeles.

“Green Zone: Distrito protegido” es, por tanto, un notable thriller de acción de nueva generación (por su estilo visual, más que nada) Inteligente y directo. Alardes, los justos (efectos especiales y pirotecnia al servicio del guión). Puede que no alcance un estatus de film memorable, pero sí es bastante disfrutable si te gusta este tipo de cine.

Que su fin sea la pura evasión no implica que deba ser un producto hueco o superficial, como aquí se demuestra. Y tampoco debe confundirse la sencilla estructuración de su trama con la simplicidad.


Lo mejor: el ritmo trepidante y la fácil comprensión de la trama.

Lo peor: que algunas escenas lleguen a marear un poco.


Valoración personal: Buena

2 comentarios:

Machete dijo...

Pues yo me enteré de esta película porqué vi el trailer en el cine, aunque para nada consiguió embaucarme. Leyendo tu opinión le daré una oportunidad, eso si, en dvd y en casita.

Selden dijo...

Excelente crítica.
Completamente de acuerdo.
Saludos!