Tras sus primeros pinitos con una súper-8 y diversos cortometrajes en su etapa adolescente, Rodrigo Cortés consiguió acaparar las miradas de los profesionales con “15 días”, un cortometraje rodado a modo de falso documental que entusiasmó a la crítica y acumuló más de 50 premios (nacionales e internacionales), convirtiéndose en el corto más premiado de la historia del cine español.
En los años posteriores, Cortés se dedicó al rodaje de videoclips y de numerosos trabajos publicitarios, hasta que en 2007 debutó con su primer largometraje, “Concursante”, una interesante y agresiva sátira hacia el -oscuro y tramposo- sistema financiero mundial. La película se llevó el Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de aquél año, demostrando así que estábamos ante de los realizadores más prometedores de nuestro país.
Dichas sensaciones parecen haber quedado confirmadas con su segundo trabajo, “Buried (Enterrado)”, película que por su paso por el Festival de Cine de Sundance cosechó ovaciones al final de cada proyección y alabanzas unánimes de la crítica especializada. Semejante éxito ha contribuido, entre otras cosas, a que la prestigiosa revista Variety incluya su nombre en su lista de los «10 directors to watch» del año 2010, es decir, de los diez directores a seguir la pista este año. Una lista en la que han figurado cineastas como Christopher Nolan, Wes Anderson, Alejandro González Iñárritu o Michael Winterbotton, y en la que solamente han tenido el honor de aparecer dos españoles: Juan Carlos Fresnadillo en el año 2002 y ahora Rodrigo Cortés.
Después de tanto reconocimiento, tan sólo restaba comprobar por uno mismo la calidad del film. Servidor ya ha tenido el placer de hacerlo, y el resto de espectadores tendrán su oportunidad a partir del 1 de Agosto.
Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí ni por qué.
En su interior, dispone de muy poco oxígeno, y su único contacto con el exterior es mediante un teléfono móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura. Tras largos minutos de agonía, Paul descubrirá que ha sido secuestrado y que salir vivo del ataúd dependerá de que en 90 minutos alguien pague su rescate…
Tras unos elaborados títulos de crédito muy a lo Saul Bass (clara referencia que ya percibimos por primera vez en uno de los carteles promocionales) empieza la película en la más absoluta oscuridad. En estos primeros minutos, el sonido es el que lleva la voz cantante y el que pone en situación al espectador.
Más tarde, y a la tenue luz de un mechero, sabremos que nuestro protagonista es un tipo que se acaba de despertar enterrado en un ataúd. Su nombre u otros detalles de su vida privada y profesional se nos irán revelando a medida que transcurran los minutos y a través de las llamadas que, desesperado, éste realizará con la intención de pedir ayuda.
Todas aquellas preguntas que acontecen al protagonista son las mismas que se plantea el espectador, pues la información es exactamente la misma para ambos. Nosotros nunca vamos un paso por delante de Paul sino que resolvemos las incógnitas a medida que él las resuelve.
La agónica, frustrante y desesperada situación que está viviendo Paul se apodera de nosotros desde el primer instante. El espectador se sumerge dentro de la historia nada más empezar la película y la catarsis con el personaje va en aumento según avanza el metraje, no sólo haciéndonos testigos del suceso sino incluso llegando a experimentar la misma sensación de agobio y claustrofobia que Paul. Uno no puede despegar ni un solo momento la mirada de la pantalla.
Cortés consigue un grado mayúsculo de empatía con el personaje centrándose exclusivamente en un único escenario: el ataúd.
Sin mostrar el exterior ni ningún otro escenario ni personaje, el director logra que el espectador esté dentro del ataúd con Paul. De este modo, sufrimos por él de forma muy intensa y llegamos a compartir su constante ansiedad y su rabia.
Cualquiera podría pensar que, móvil en mano, la solución para salir del ataúd está a su alcance. Nada más lejos de la realidad…
Demasiada burocracia y demasiada incompetencia (amén de cierta desidia) le desesperan con cada llamada (he aquí parte de la crítica que subyace en la historia). A cada nuevo intento por localizar a alguien que pueda ayudarle, Paul ve menguar considerablemente sus posibilidades de salir con vida del encierro. No sabe exactamente dónde está ni si podrán localizarlo a tiempo. La angustia (suya y nuestra) crece y crece, y su estancia en la caja de madera se va volviendo cada vez más insoportable, pese a los pocos momentos en los que logra encontrar la calma.
Tampoco son pocas las adversidades o retos que Paul afrontará en el interior del ataúd. En algunos momentos, quedarse sin oxígeno o sin batería en el móvil será el menor de sus problemas.
Cortés impregna el relato de emoción y sobre todo ritmo. Una historia que, a priori, parece imposible o, en todo caso, muy difícil de rodar, él hace que parezca algo fácil.
Otorga dinamismo a la narración cambiando frecuentemente la posición de la cámara, buscando siempre el ángulo o el movimiento (travelling de retroceso, plano de rotación…) más adecuado.
Esto es indispensable para que la filmación no se haga reiterativa ni pesada (qué fácil sería mantener un plano fijo todo el rato y dejar que el actor haga el resto)
Se consigue, por tanto, una fluidez que permite, entre otras cosas, explorar el habitáculo en el que se encuentra Paul desde casi todos los rincones posibles.
De hecho, todo el dinero que se han ahorrado en exteriores o platós lo han invertido en la construcción de distintos ataúdes, cada uno convenientemente ajustado y acondicionado a los requisitos que requerían las distintas secuencias.
El director introduce elementos (léase utensilios, personajes, peligros, etc.) que enriquecen la sencillez de la trama, procurando que siempre estén ocurriendo cosas que mantengan nuestro interés, y permitiendo que la escasa hora y media que dura la cinta no sólo no se haga aburrida sino que tampoco se sienta estirada, algo que menudo ocurre con este tipo de historias.
Por otro lado, inyecta unas agradecidas pinceladas de humor que ayudan a aliviar un poco la tensión imperante, de modo que no nos quedemos sin uñas demasiado pronto y podamos coger un poco de aire para afrontar el siguiente acontecimiento.
Hay que destacar también la sutileza con la que se introduce la notable banda sonora compuesta por Victor Reyes, ya que se recurre a ella en momentos muy puntuales, dejando que la mayor parte del tiempo sean las imágenes las que lo digan todo. Y es que el recurso musical sirve para intensificar la angustia, pero hay veces que la propia acción la hace del todo prescindible; e incluso esa ausencia de música, dejando sólo los golpes y los gritos, hace que el impacto sea aún mayor y más real.
Mención aparte merece la risueña canción (en clave claramente irónica) que aparece durante los títulos de crédito finales, y que ha sido compuesta por Cortés y Reyes.
Pero pese a todos esos cuidados aspectos técnicos, al potente guión y a la destreza en el uso de los pocos recursos de los que se dispone, nada de esto llegaría a buen puerto sin la estoica interpretación de Ryan Reynolds, el único actor presente delante de la cámara y en quién recae todo el peso de la película.
Reynolds demuestra una gran entereza física y psicológica, pues dudo que el rodaje haya sido coser y cantar (de hecho, acabó con la espalda hecha trizas y con quemaduras en los dedos) No sólo hay que tener en cuenta la dificultad que supone rodar en tan diminuto espacio sino que además logre resultar un Paul Conroy creíble todo el tiempo.
Algo que sin duda ha facilitado esa implicación de Reynolds con su personaje es el haber rodado las escenas de forma cronológica, pudiendo meterse en situación y evolucionar tal cual lo hace Paul. Además, hay planos largos que demuestran la verdadera presión a la que éste se ha sometido con tal de creerse su rol y representarlo con verosimilitud (algo que debería callar algunas bocas o, como mínimo, apaciguar un poco el desprecio y subestimación que muestra su séquito de detractores)
Resultan de especial mención algunos de los momentos más dramáticos de la cinta, ya que están muy bien llevados tanto por parte del actor como del director y del guionista, sin caer en el histrionismo ni en la sensiblería más barata.
“Buried (Enterrado)” es un apasionante e implacable thriller claustrofóbico. Otro claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Ni CGI, ni 3D ni hostias en vinagre; basta con un guión competente, una dirección eficaz y un reparto entregado a la causa. Cine de calidad y made in Spain.
Lo mejor: la empatía con el personaje; la sensación de claustrofobia.
Lo peor: que pocas veces veamos cine (español) de calidad como éste
Valoración personal: Excelente
En los años posteriores, Cortés se dedicó al rodaje de videoclips y de numerosos trabajos publicitarios, hasta que en 2007 debutó con su primer largometraje, “Concursante”, una interesante y agresiva sátira hacia el -oscuro y tramposo- sistema financiero mundial. La película se llevó el Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de aquél año, demostrando así que estábamos ante de los realizadores más prometedores de nuestro país.
Dichas sensaciones parecen haber quedado confirmadas con su segundo trabajo, “Buried (Enterrado)”, película que por su paso por el Festival de Cine de Sundance cosechó ovaciones al final de cada proyección y alabanzas unánimes de la crítica especializada. Semejante éxito ha contribuido, entre otras cosas, a que la prestigiosa revista Variety incluya su nombre en su lista de los «10 directors to watch» del año 2010, es decir, de los diez directores a seguir la pista este año. Una lista en la que han figurado cineastas como Christopher Nolan, Wes Anderson, Alejandro González Iñárritu o Michael Winterbotton, y en la que solamente han tenido el honor de aparecer dos españoles: Juan Carlos Fresnadillo en el año 2002 y ahora Rodrigo Cortés.
Después de tanto reconocimiento, tan sólo restaba comprobar por uno mismo la calidad del film. Servidor ya ha tenido el placer de hacerlo, y el resto de espectadores tendrán su oportunidad a partir del 1 de Agosto.
Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí ni por qué.
En su interior, dispone de muy poco oxígeno, y su único contacto con el exterior es mediante un teléfono móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura. Tras largos minutos de agonía, Paul descubrirá que ha sido secuestrado y que salir vivo del ataúd dependerá de que en 90 minutos alguien pague su rescate…
Tras unos elaborados títulos de crédito muy a lo Saul Bass (clara referencia que ya percibimos por primera vez en uno de los carteles promocionales) empieza la película en la más absoluta oscuridad. En estos primeros minutos, el sonido es el que lleva la voz cantante y el que pone en situación al espectador.
Más tarde, y a la tenue luz de un mechero, sabremos que nuestro protagonista es un tipo que se acaba de despertar enterrado en un ataúd. Su nombre u otros detalles de su vida privada y profesional se nos irán revelando a medida que transcurran los minutos y a través de las llamadas que, desesperado, éste realizará con la intención de pedir ayuda.
Todas aquellas preguntas que acontecen al protagonista son las mismas que se plantea el espectador, pues la información es exactamente la misma para ambos. Nosotros nunca vamos un paso por delante de Paul sino que resolvemos las incógnitas a medida que él las resuelve.
La agónica, frustrante y desesperada situación que está viviendo Paul se apodera de nosotros desde el primer instante. El espectador se sumerge dentro de la historia nada más empezar la película y la catarsis con el personaje va en aumento según avanza el metraje, no sólo haciéndonos testigos del suceso sino incluso llegando a experimentar la misma sensación de agobio y claustrofobia que Paul. Uno no puede despegar ni un solo momento la mirada de la pantalla.
Cortés consigue un grado mayúsculo de empatía con el personaje centrándose exclusivamente en un único escenario: el ataúd.
Sin mostrar el exterior ni ningún otro escenario ni personaje, el director logra que el espectador esté dentro del ataúd con Paul. De este modo, sufrimos por él de forma muy intensa y llegamos a compartir su constante ansiedad y su rabia.
Cualquiera podría pensar que, móvil en mano, la solución para salir del ataúd está a su alcance. Nada más lejos de la realidad…
Demasiada burocracia y demasiada incompetencia (amén de cierta desidia) le desesperan con cada llamada (he aquí parte de la crítica que subyace en la historia). A cada nuevo intento por localizar a alguien que pueda ayudarle, Paul ve menguar considerablemente sus posibilidades de salir con vida del encierro. No sabe exactamente dónde está ni si podrán localizarlo a tiempo. La angustia (suya y nuestra) crece y crece, y su estancia en la caja de madera se va volviendo cada vez más insoportable, pese a los pocos momentos en los que logra encontrar la calma.
Tampoco son pocas las adversidades o retos que Paul afrontará en el interior del ataúd. En algunos momentos, quedarse sin oxígeno o sin batería en el móvil será el menor de sus problemas.
Cortés impregna el relato de emoción y sobre todo ritmo. Una historia que, a priori, parece imposible o, en todo caso, muy difícil de rodar, él hace que parezca algo fácil.
Otorga dinamismo a la narración cambiando frecuentemente la posición de la cámara, buscando siempre el ángulo o el movimiento (travelling de retroceso, plano de rotación…) más adecuado.
Esto es indispensable para que la filmación no se haga reiterativa ni pesada (qué fácil sería mantener un plano fijo todo el rato y dejar que el actor haga el resto)
Se consigue, por tanto, una fluidez que permite, entre otras cosas, explorar el habitáculo en el que se encuentra Paul desde casi todos los rincones posibles.
De hecho, todo el dinero que se han ahorrado en exteriores o platós lo han invertido en la construcción de distintos ataúdes, cada uno convenientemente ajustado y acondicionado a los requisitos que requerían las distintas secuencias.
El director introduce elementos (léase utensilios, personajes, peligros, etc.) que enriquecen la sencillez de la trama, procurando que siempre estén ocurriendo cosas que mantengan nuestro interés, y permitiendo que la escasa hora y media que dura la cinta no sólo no se haga aburrida sino que tampoco se sienta estirada, algo que menudo ocurre con este tipo de historias.
Por otro lado, inyecta unas agradecidas pinceladas de humor que ayudan a aliviar un poco la tensión imperante, de modo que no nos quedemos sin uñas demasiado pronto y podamos coger un poco de aire para afrontar el siguiente acontecimiento.
Hay que destacar también la sutileza con la que se introduce la notable banda sonora compuesta por Victor Reyes, ya que se recurre a ella en momentos muy puntuales, dejando que la mayor parte del tiempo sean las imágenes las que lo digan todo. Y es que el recurso musical sirve para intensificar la angustia, pero hay veces que la propia acción la hace del todo prescindible; e incluso esa ausencia de música, dejando sólo los golpes y los gritos, hace que el impacto sea aún mayor y más real.
Mención aparte merece la risueña canción (en clave claramente irónica) que aparece durante los títulos de crédito finales, y que ha sido compuesta por Cortés y Reyes.
Pero pese a todos esos cuidados aspectos técnicos, al potente guión y a la destreza en el uso de los pocos recursos de los que se dispone, nada de esto llegaría a buen puerto sin la estoica interpretación de Ryan Reynolds, el único actor presente delante de la cámara y en quién recae todo el peso de la película.
Reynolds demuestra una gran entereza física y psicológica, pues dudo que el rodaje haya sido coser y cantar (de hecho, acabó con la espalda hecha trizas y con quemaduras en los dedos) No sólo hay que tener en cuenta la dificultad que supone rodar en tan diminuto espacio sino que además logre resultar un Paul Conroy creíble todo el tiempo.
Algo que sin duda ha facilitado esa implicación de Reynolds con su personaje es el haber rodado las escenas de forma cronológica, pudiendo meterse en situación y evolucionar tal cual lo hace Paul. Además, hay planos largos que demuestran la verdadera presión a la que éste se ha sometido con tal de creerse su rol y representarlo con verosimilitud (algo que debería callar algunas bocas o, como mínimo, apaciguar un poco el desprecio y subestimación que muestra su séquito de detractores)
Resultan de especial mención algunos de los momentos más dramáticos de la cinta, ya que están muy bien llevados tanto por parte del actor como del director y del guionista, sin caer en el histrionismo ni en la sensiblería más barata.
“Buried (Enterrado)” es un apasionante e implacable thriller claustrofóbico. Otro claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Ni CGI, ni 3D ni hostias en vinagre; basta con un guión competente, una dirección eficaz y un reparto entregado a la causa. Cine de calidad y made in Spain.
Lo mejor: la empatía con el personaje; la sensación de claustrofobia.
Lo peor: que pocas veces veamos cine (español) de calidad como éste
Valoración personal: Excelente
9 comentarios:
Que bien encontrar a alguien que haga que me entren ganas de ir a ver una película...
Gracias por la crítica.
Gracias a tí por pasarte a leerla ;) Espero que puedas ver pronto la película y te guste tanto como a mi.
Saludos :)
Ay no se, cuando vi el avance en el cine no me parecio nada llamativo... la voy a rentar cuando salga.
Realmente vale la pena. A mi me llamó la atención desde que conocí su sinopsis, pero no esperaba tampoco que me gustara tanto (temía que las críticas fueran algo exageradas, como suele ocurrir a veces)
Saludos ;)
Se ve como una propuesta interesante. Ryan Reynolds parece que tiene un gran trabajo en cargar ésta película sobre sus hombros, pero al parecer lo logró con creces. Sin duda, le echaré un vistazo cuando me sea posible.
¡Saludos!
Es la mejor interpretación de Reynodls de toda su carrera. Puede que esto no sea decir mucho viendo su dispar filmografía, pero realmente se lo curra.
La película merece mucho la pena.
Saludos ;)
buena pelicula
el cine español tiene buena salud
me agrada
Todavía no la he visto, pero tu reseña se agrega a una larga lista de críticas positivas hacia este filme. Sinceramente no recuerdo si alguna vez le has puesto excelente a algún filme, pero esto sólo habla de lo tan buena que te ha resultado la cinta. Por lo claustrofóbico que resulta el filme y por las pocas locaciones o en realidad única locación que la película posee, me hace recordar un poco a "Enlace Mortal" con Colin Farrell. Espero verla pronto y darte mi opinión.
Excelente reseña, Saludos!
Alejandro,
Las buena spelículas en nuestro cine son escasas, pero lo cierto es que cad avez abundan más en comparación con años atrás.
Jorge,
A decir verdad, a pocas películas les he otorgado tal calificación. Sólo aquellas que me han dejado plenamente satisfecho.
La de Farrell es una buena película, aunque aquí el escenario provoca una amyor tensión y angustia.
Saludos ;)
Publicar un comentario