Después de rodar “Platton”, soberbio film sobre la Guerra de Vietnam que le valió distintos galardones, entre los cuales destacan 4 Oscars y 2 Globos de Oro, Oliver Stone se embarcó en otra guerra, la guerra de las finanzas de Wall Street en Nueva York. Para ello, qué mejor título para la película que “Wall Street”, dejando claro el tipo de historia que nos iba a contar.
En aquella cinta, Charlie Sheen interpretaba a Bud Fox , un joven y ambicioso corredor de bolsa cuyo mayor deseo era trabajar con el hombre que más admiraba, Gordon Gekko (Michael Douglas), un tiburón de las finanzas, un hombre sin escrúpulos que en poco tiempo había conseguido reunir una gran fortuna en el mundo de la bolsa.
Bud lograba introducirse en el círculo privado del todopoderoso Gekko, colaborando con él en sus negocios e inversiones, y encontrando así el dinero y el poder que tanto ansiaba, pero perdiendo u olvidando por el camino sus valores morales.
Con Wall Street, Stone metió el dedo en la llaga en el mundo de los negocios norteamericano, realizando un retrato mordaz sobre el poder y la ambición de las instituciones financieras y sus “reyes” del capitalismo.
Más de dos décadas después, el director recupera el personaje de Gordon Grekko en esta secuela situada durante la crisis financiera que estalló en 2008 y cuyas consecuencias todavía hoy seguimos padeciendo.
En 2001, Gordon Gekko (Michael Douglas), tras cumplir condena en prisión por fraude financiero, blanqueo de dinero y asociación ilícita, es puesto en libertad siendo un hombre aparentemente distinto. Gekko se encuentra fuera de un mundo que en tiempos dominó, y su interés ahora radica en rehacer sus arruinadas relaciones con su hija, aliándose con el novio de ésta, Jake (Shia LaBeouf), quien necesita de su experiencia y recursos para llevar a cabo una particular venganza contra un pez gordo de las finanzas.
“La codicia –a falta de una palabra mejor– es buena” (Greed, for lack of a better word, is good) decía Gordon Gekko en 1987. Una de las frases más emblemáticas de la historia del cine. Una frase que resumía el código de conducta con el que Gekko manejaba sus negocios e incluso su vida personal.
Veintitrés años después, y tras un largo periodo en la cárcel, Gekko recupera su libertad pero no su trono. Él ya no es el rey de Wall Street. Sin embargo, este tiempo que ha pasado tras unos barrotes le han hecho reflexionar y ver el mundo de otra forma. Además, durante esta ausencia, su mujer se ha divorciado de él, su hijo ha muerto y el único miembro de su familia que le queda, su hija Winnie, no quiere saber nada de él. Por tanto, Gekko tiene ahora otra prioridad en su vida: recuperar lo que le queda de familia.
Promocionando su libro, ¿Es buena la codicia?, donde pronostica las graves consecuencias económicas que acarreará la galopante especulación de Wall Street, Gekko conoce a su futuro yerno, Jake Moore, un joven e inteligente agente de patentes que, invirtiendo en energías limpias, gana millones trabajando para la respetable firma Keller Zabel Investments. Desgraciadamente, la buena vida de Jake sufre un drástico cambio cuando por culpa de unos maliciosos rumores las acciones de la compañía caen en picado, y su director Louis Zabel, mentor del muchacho, se ve forzado a vender su empresa a Bretton James (Josh Brolin), un accionista del poderoso banco de inversiones Churchill Schwartz, quien se aprovecha de la situación y compra Keller Label a un precio muy inferior a su valor.
Endeudado y en peligro de perder su puesto, Jake busca consejo en Gekko, quien acepta a cambio de que el joven le ayude a recuperar a su hija, cosa que éste hará a espaldas de su prometida.
Así es como empezará el conflicto de intereses entre los distintos personajes. Todo ello teniendo como marco la crisis financiera de 2008.
Lo cierto es que, por innecesaria que pueda parecernos esta secuela, resulta bastante justificada dentro de su contexto. Se ha conseguido encontrar una historia adecuada y contemporánea que permita a Gekko regresar a la gran pantalla.
El guión de Allan Loeb y Stephen Schiff (en base a una historia escrita por Bryan Burrough) trata un poco de explicar lo que sucedió en la economía norteamericana a finales de 2008. Loeb, acreditado agente de Bolsa y broker, realizó una exhaustiva investigación precisamente en el momento álgido del colapso económico de aquel año.
Factores, entre otros, como la sobrevalorización del producto, la burbuja inmobiliaria o la elevada inflación provocaron la crisis bursátil que derrumbó la economía a nivel mundial.
De hecho, la película empieza y acaba con una sugerente metáfora (la dichosa burbuja) que ejemplifica un poco todo lo que, a nivel financiero, acontece durante la película. Y en este crítico contexto interactúan Gekko y Jake, cada uno con sus respectivos intereses. Gekko queriendo recuperar su anterior estatus mientras trata de acercarse a su hija; dos objetivos en constante choque; y Jake, trabajando para el “enemigo” en busca de la venganza personal, a la vez que intenta conciliar sus deseos idealistas y llevar a buen puerto su relación con Winnie.
Una de los mayores aciertos de Stone cara al público es haber sabido llevar esta historia de un modo muy ameno. No hace falta entender de economía o saber con exactitud todos los hechos y factores que nos llevaron a la crisis económica para entender la película y/o disfrutarla. De hecho, una parte fundamental de la misma se sitúa tras las fronteras de Wall Street, haciendo especial hincapié en las relaciones de sus protagonistas, por lo que la historia no sólo funciona como una especia de documental sobre lo que ocurrió, sino que es la historia de tres personas con sus conflictos interiores, sus aspiraciones, sus debilidades , sus miedos…
Las poco más de dos horas de metraje resultan, ante todo, entretenidas. Algo vital para que, entre tanto, uno vaya acumulando datos y acontecimientos algo más impersonales, más de carácter informativo. Todo ello canalizado a través de sus diferentes personajes, no sólo los de Gekko y Jake, sino también los que interpretan Brolin y, en menor medida, Susan Sarandon.
Michael Douglas vuelve a meterse en la piel de Gekko, rol con el que consiguió el único Oscar de su carrera como actor. ¿Pero es éste el Gekko que conocimos 23 años atrás? En parte sí y en parte no. Aquí tenemos a un Gordon Gekko algo más suavizado, pero igual de manipulador. Circula por el camino de la redención, pero sigue teniendo sus ambiciones, por lo que volverá a empezar desde cero para ser el poderoso hombre de negocios que una vez fue.
Aún así, vemos en él más humanidad de la que veíamos antes. Menos arrogancia también, pero igual cinismo.
Douglas rememora con indiscutible acierto su gran personaje, aunque a ratos me recuerde más al Ben Kalmen de la inédita en España “Solitary man” (comedia que, por cierto, se deja ver con agrado)
Aún así, Gekko ya no impone tanto ni impresiona como antes, y eso se debe al tono ciertamente dulcificado que le otorga Stone (y a que también ha cambiado/evolucionado)
De todas maneras, aquí sus compañeros de reparto también están a un buen nivel interpretativo.
LaBeouf, que con sus trabajos más comerciales se ha ganado el –para mi incomprensible - odio de muchos cinéfilos, vuelve a demostrar su valía como actor (como ya hiciera en Memorias de Queens o Bobby), desenvolviéndose con soltura en su papel del joven agente de patentes Jake Moore.
Además, se aplicó para el papel asistiendo a un curso intensivo sobre finanzas en varias compañías de operaciones bursátiles, y logró aprobar el examen Serie 7, por el cual se convertía en corredor de Bolsa autorizado.
Carey Mulligan, que obutvo un gran reconocimiento por su interpretación en el drama “An Education” (ganó el BAFTA a la Mejor Actriz y consiguió nominación a los Oscars y los Globos de Oro), interpreta convincentemente a Winnie Gekko, quien ve en su padre al culpable de la muerte de su hermano y de la desintegración de su familia. Rompiendo cualquier vínculo con éste, decide tomar un camino distinto al de su progenitor y convertirse en periodista de una publicación digital políticamente progresista. Eso no evita que se enamore de alguien como Jake, que pertenece a ese mundo que tanto detesta (y que no será un problema hasta la llegada de Gordon)
Brolin es Bretton James, el despiadado banquero de inversiones al que Jake responsabiliza de la destrucción de la compañía de su mentor. El actor, que ya había trabajado con Stone encarnando a George W. Bush en “W”, hace un papel correcto para lo que tiene escrito, ya que es el que menos margen tiene para lucirse. Se siente un villano un tanto descafeinado, sobre todo si lo comparamos con el Gekko de su predecesora.
Lo mismo se podría decir de una desaprovechadísima Susan Sarandon como Sylvia, la madre de Jake y una agente inmobiliario víctima colateral de la crisis. Poco papel -y más bien prescindible- para tan gran actriz.
“Wall Street: El dinero nunca duerme” es una amena película y una decente secuela. Le falta la garra y la crudeza de su predecesora, que era mucho más sórdida y agresiva. Esta segunda parte es bastante más amable, pese al tema que trata y a algún duro golpe de efecto hacia el final.
Quizás ello la haga también más accesible al gran público. Sea como sea, ver otra vez a Gekko es un gustazo, disfrutas de los simpáticos cameos y escuchas con añoranza y nostalgia el tema musical de los Talking Heads.
Es probable que los que tienen a “Wall Street” en un altar vean en esta secuela mero oportunismo y salgan bastante o muy decepcionados de la sala. En cambio, aquellos a los que la original les aburrió, puede que ésta se les haga algo más ligera. Con todo, lo cierto es que podría llevar otro título y funcionaría igual, aunque todos sabemos que tirar del pasado puede hacer ganar público extra, especialmente ahora que Stone está en horas bajas.
Lo mejor: que pese a su estatus de innecesari y tardçia secuela, valga la pena.
Lo peor: es algo más blanda en beneficio a una trama más centrada en el tema de la redención y la reconciliación paternal que en la ambición o la venganza.
Valoración personal: Correcta
En aquella cinta, Charlie Sheen interpretaba a Bud Fox , un joven y ambicioso corredor de bolsa cuyo mayor deseo era trabajar con el hombre que más admiraba, Gordon Gekko (Michael Douglas), un tiburón de las finanzas, un hombre sin escrúpulos que en poco tiempo había conseguido reunir una gran fortuna en el mundo de la bolsa.
Bud lograba introducirse en el círculo privado del todopoderoso Gekko, colaborando con él en sus negocios e inversiones, y encontrando así el dinero y el poder que tanto ansiaba, pero perdiendo u olvidando por el camino sus valores morales.
Con Wall Street, Stone metió el dedo en la llaga en el mundo de los negocios norteamericano, realizando un retrato mordaz sobre el poder y la ambición de las instituciones financieras y sus “reyes” del capitalismo.
Más de dos décadas después, el director recupera el personaje de Gordon Grekko en esta secuela situada durante la crisis financiera que estalló en 2008 y cuyas consecuencias todavía hoy seguimos padeciendo.
En 2001, Gordon Gekko (Michael Douglas), tras cumplir condena en prisión por fraude financiero, blanqueo de dinero y asociación ilícita, es puesto en libertad siendo un hombre aparentemente distinto. Gekko se encuentra fuera de un mundo que en tiempos dominó, y su interés ahora radica en rehacer sus arruinadas relaciones con su hija, aliándose con el novio de ésta, Jake (Shia LaBeouf), quien necesita de su experiencia y recursos para llevar a cabo una particular venganza contra un pez gordo de las finanzas.
“La codicia –a falta de una palabra mejor– es buena” (Greed, for lack of a better word, is good) decía Gordon Gekko en 1987. Una de las frases más emblemáticas de la historia del cine. Una frase que resumía el código de conducta con el que Gekko manejaba sus negocios e incluso su vida personal.
Veintitrés años después, y tras un largo periodo en la cárcel, Gekko recupera su libertad pero no su trono. Él ya no es el rey de Wall Street. Sin embargo, este tiempo que ha pasado tras unos barrotes le han hecho reflexionar y ver el mundo de otra forma. Además, durante esta ausencia, su mujer se ha divorciado de él, su hijo ha muerto y el único miembro de su familia que le queda, su hija Winnie, no quiere saber nada de él. Por tanto, Gekko tiene ahora otra prioridad en su vida: recuperar lo que le queda de familia.
Promocionando su libro, ¿Es buena la codicia?, donde pronostica las graves consecuencias económicas que acarreará la galopante especulación de Wall Street, Gekko conoce a su futuro yerno, Jake Moore, un joven e inteligente agente de patentes que, invirtiendo en energías limpias, gana millones trabajando para la respetable firma Keller Zabel Investments. Desgraciadamente, la buena vida de Jake sufre un drástico cambio cuando por culpa de unos maliciosos rumores las acciones de la compañía caen en picado, y su director Louis Zabel, mentor del muchacho, se ve forzado a vender su empresa a Bretton James (Josh Brolin), un accionista del poderoso banco de inversiones Churchill Schwartz, quien se aprovecha de la situación y compra Keller Label a un precio muy inferior a su valor.
Endeudado y en peligro de perder su puesto, Jake busca consejo en Gekko, quien acepta a cambio de que el joven le ayude a recuperar a su hija, cosa que éste hará a espaldas de su prometida.
Así es como empezará el conflicto de intereses entre los distintos personajes. Todo ello teniendo como marco la crisis financiera de 2008.
Lo cierto es que, por innecesaria que pueda parecernos esta secuela, resulta bastante justificada dentro de su contexto. Se ha conseguido encontrar una historia adecuada y contemporánea que permita a Gekko regresar a la gran pantalla.
El guión de Allan Loeb y Stephen Schiff (en base a una historia escrita por Bryan Burrough) trata un poco de explicar lo que sucedió en la economía norteamericana a finales de 2008. Loeb, acreditado agente de Bolsa y broker, realizó una exhaustiva investigación precisamente en el momento álgido del colapso económico de aquel año.
Factores, entre otros, como la sobrevalorización del producto, la burbuja inmobiliaria o la elevada inflación provocaron la crisis bursátil que derrumbó la economía a nivel mundial.
De hecho, la película empieza y acaba con una sugerente metáfora (la dichosa burbuja) que ejemplifica un poco todo lo que, a nivel financiero, acontece durante la película. Y en este crítico contexto interactúan Gekko y Jake, cada uno con sus respectivos intereses. Gekko queriendo recuperar su anterior estatus mientras trata de acercarse a su hija; dos objetivos en constante choque; y Jake, trabajando para el “enemigo” en busca de la venganza personal, a la vez que intenta conciliar sus deseos idealistas y llevar a buen puerto su relación con Winnie.
Una de los mayores aciertos de Stone cara al público es haber sabido llevar esta historia de un modo muy ameno. No hace falta entender de economía o saber con exactitud todos los hechos y factores que nos llevaron a la crisis económica para entender la película y/o disfrutarla. De hecho, una parte fundamental de la misma se sitúa tras las fronteras de Wall Street, haciendo especial hincapié en las relaciones de sus protagonistas, por lo que la historia no sólo funciona como una especia de documental sobre lo que ocurrió, sino que es la historia de tres personas con sus conflictos interiores, sus aspiraciones, sus debilidades , sus miedos…
Las poco más de dos horas de metraje resultan, ante todo, entretenidas. Algo vital para que, entre tanto, uno vaya acumulando datos y acontecimientos algo más impersonales, más de carácter informativo. Todo ello canalizado a través de sus diferentes personajes, no sólo los de Gekko y Jake, sino también los que interpretan Brolin y, en menor medida, Susan Sarandon.
Michael Douglas vuelve a meterse en la piel de Gekko, rol con el que consiguió el único Oscar de su carrera como actor. ¿Pero es éste el Gekko que conocimos 23 años atrás? En parte sí y en parte no. Aquí tenemos a un Gordon Gekko algo más suavizado, pero igual de manipulador. Circula por el camino de la redención, pero sigue teniendo sus ambiciones, por lo que volverá a empezar desde cero para ser el poderoso hombre de negocios que una vez fue.
Aún así, vemos en él más humanidad de la que veíamos antes. Menos arrogancia también, pero igual cinismo.
Douglas rememora con indiscutible acierto su gran personaje, aunque a ratos me recuerde más al Ben Kalmen de la inédita en España “Solitary man” (comedia que, por cierto, se deja ver con agrado)
Aún así, Gekko ya no impone tanto ni impresiona como antes, y eso se debe al tono ciertamente dulcificado que le otorga Stone (y a que también ha cambiado/evolucionado)
De todas maneras, aquí sus compañeros de reparto también están a un buen nivel interpretativo.
LaBeouf, que con sus trabajos más comerciales se ha ganado el –para mi incomprensible - odio de muchos cinéfilos, vuelve a demostrar su valía como actor (como ya hiciera en Memorias de Queens o Bobby), desenvolviéndose con soltura en su papel del joven agente de patentes Jake Moore.
Además, se aplicó para el papel asistiendo a un curso intensivo sobre finanzas en varias compañías de operaciones bursátiles, y logró aprobar el examen Serie 7, por el cual se convertía en corredor de Bolsa autorizado.
Carey Mulligan, que obutvo un gran reconocimiento por su interpretación en el drama “An Education” (ganó el BAFTA a la Mejor Actriz y consiguió nominación a los Oscars y los Globos de Oro), interpreta convincentemente a Winnie Gekko, quien ve en su padre al culpable de la muerte de su hermano y de la desintegración de su familia. Rompiendo cualquier vínculo con éste, decide tomar un camino distinto al de su progenitor y convertirse en periodista de una publicación digital políticamente progresista. Eso no evita que se enamore de alguien como Jake, que pertenece a ese mundo que tanto detesta (y que no será un problema hasta la llegada de Gordon)
Brolin es Bretton James, el despiadado banquero de inversiones al que Jake responsabiliza de la destrucción de la compañía de su mentor. El actor, que ya había trabajado con Stone encarnando a George W. Bush en “W”, hace un papel correcto para lo que tiene escrito, ya que es el que menos margen tiene para lucirse. Se siente un villano un tanto descafeinado, sobre todo si lo comparamos con el Gekko de su predecesora.
Lo mismo se podría decir de una desaprovechadísima Susan Sarandon como Sylvia, la madre de Jake y una agente inmobiliario víctima colateral de la crisis. Poco papel -y más bien prescindible- para tan gran actriz.
“Wall Street: El dinero nunca duerme” es una amena película y una decente secuela. Le falta la garra y la crudeza de su predecesora, que era mucho más sórdida y agresiva. Esta segunda parte es bastante más amable, pese al tema que trata y a algún duro golpe de efecto hacia el final.
Quizás ello la haga también más accesible al gran público. Sea como sea, ver otra vez a Gekko es un gustazo, disfrutas de los simpáticos cameos y escuchas con añoranza y nostalgia el tema musical de los Talking Heads.
Es probable que los que tienen a “Wall Street” en un altar vean en esta secuela mero oportunismo y salgan bastante o muy decepcionados de la sala. En cambio, aquellos a los que la original les aburrió, puede que ésta se les haga algo más ligera. Con todo, lo cierto es que podría llevar otro título y funcionaría igual, aunque todos sabemos que tirar del pasado puede hacer ganar público extra, especialmente ahora que Stone está en horas bajas.
Lo mejor: que pese a su estatus de innecesari y tardçia secuela, valga la pena.
Lo peor: es algo más blanda en beneficio a una trama más centrada en el tema de la redención y la reconciliación paternal que en la ambición o la venganza.
Valoración personal: Correcta
2 comentarios:
Debo reconocer que la cinta original nunca fue de mi total agrado, aunque sí la considero una buena cinta. De más está decir que ver a Michael Douglas en pantalla siempre es un lujo, y por lo que comentas esta secuela se torna bastante entretenida. Ya te comentaré que me pareció cuando pueda echarle un vistazo.
Saludos!
La original es uno de los trabajos más destacados de Stone, aunque no es una de mis preferidas.
La secuela no está a la altura, pero es bastante amena y creo que puede gustar más precisamente a aquellos que no tienen la primera en un altar.
Saludos ;)
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