critica Sucker Punch 2011 Zack Snyder
Definida por el propio Zack Snyder como “una Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras”, llega por fin a nuestras pantallas uno de los estrenos palomiteros más esperados del año, especialmente para un servidor.
Esta es la primera vez que el director aborda un proyecto que no proviene de ningún cómic (300, Watchmen), novela (Ga’Hoole) o película anterior (Amanecer de los muertos). De hecho, el argumento de “Sucker Punch” nace de la imaginación de Snyder, de modo que éste no ha tenido restricción alguna (más allá de las impuestas por el estudio, y salvando el ya casi obligado PG13, hay que decir que le han dado bastante libertad) para ofrecer al público lo que le ha venido en gana sin tener que rendir cuentas a nadie (cámbiese “nadie” por las legiones de fans de las obras que han servido de base a sus anteriores películas)
Esta libertad es, por otro lado, una prueba de fuego para el cineasta, pues de algún modo nos va a servir a nosotros para saber de qué es capaz como creador, además de como narrador.
Lo visto hasta ahora en trailers y clips prometía, ante todo, un espectáculo visual y pirotécnico sin precedentes, y desde ya, puedo afirmar que eso se ha cumplido sobradamente. Sin embargo, uno de mis mayores también…
La historia se ambienta en los años 50, y nuestra protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una joven de 20 años que es encerrada en contra su voluntad en una institución psiquiátrica.
Una vez allí, el futuro que le espera no es nada alentador, pues en cinco días será lobotomizada.
A partir de ese momento, Baby Doll planeara su fuga del centro ayudada por otras cuatro residentes con las que entablará amistad; cuatro chicas - la decidida Rocket (Jena Malone), la astuta Blondie (Vanessa Hudgens), la implacablemente leal Amber (Jamie Chung) y la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish) - dispuestas a jugarse el todo por el todo con tal de escapar de esa infernal prisión. Cinco jóvenes que unirán sus fuerzas para llevar a cabo el plan que las llevará más allá de las paredes del psiquiátrico. Un plan que no estará exento de obstáculos.
No hay duda que uno de los mayores alicientes de “Sucker Punch” es esa atractiva mezcla de géneros y conceptos de la que hace gala. Y es que una misma película, Snyder ha reunido para nuestro deleite a dragones, samuráis, robots, orcos y hasta nazis zombies. Y a todos ellos los ha enfrentado a un jugoso grupito de mozas de armas tomar; cinco jovencitas con ganas de dar mucha guerra a sus despiadados captores.
Snyder sabe perfectamente lo que quiere ofrecernos, así que no se anda por las ramas, y con un potente prólogo a cámara lenta y a ritmo de un Sweet Dreams (de los Eurythmics) versionado para la ocasión (y cantado por la propia Emily Browning), el director nos relata la triste y desgraciada historia de Baby Doll; el cómo y el por qué acaba en el psiquiátrico “Lennox House”.
El tormento que padece por el terrible accidente que la lleva a ser encerrada en el centro y la desesperación que siente por el desolador destino que le aguarda en él, llevan a Baby Doll a sumergirse en un mundo imaginario producto de su mente, sin limitaciones de tiempo o espacio, y mediante el cual tratará de conseguir la ansiada libertad.
De este modo, la trama transcurrirá a tres niveles distintos. El primero de estos niveles es la realidad, que es lo que veremos al principio y al final de la película. El segundo es la subrealidad, donde el mundo real se transforma en un burdel dirigido por el deleznable celador del psiquiátrico. Y por último, está el tercer nivel, el mundo de los sueños en el que transcurren las impactantes secuencias de acción que están fuera del espacio y del tiempo.
El paso del primer nivel al segundo es un tanto brusco y confuso, pero el espectador no tardará mucho en darse cuenta de lo que ocurre. Y es que esa subrealidad es, de alguna manera, el modo en el que Baby Doll ve su estancia en el centro. En su mente, el celador, que es quién maneja el cotarro y el que abusa de las residentes, pasa a ser Blue Jones, el dueño del prostíbulo; y sus compañeras y futuras -o debería decir, inmediatas- amigas, son las chicas que ofrecen sus servicios a cambio de una vida “cómoda”. Como podréis imaginar, eso le permite al director hacer desfilar a sus actrices ligeritas de ropa y/o con modelitos de lo más sugerentes. Y ahí hay que incluir al mujerón de Carla Gugino.
Este nivel y el tercero son los que ocupan la mayor parte del metraje, pero es evidente que el que encandilará al espectador será el mundo de los sueños, que le sirve a Snyder para desplegar todo su arsenal pirotécnico (y nunca mejor dicho)
El plan trazado por Baby Doll implica hacerse con un total de cinco objetos que les servirán para poder escapar. Estos objetos se encuentran el psiquiátrico/burdel, y la obtención de cada de ellos supone una inmersión en esos sueños oníricos de la protagonista. Ahí es donde las chicas harán frente a todo tipo de enemigos, desde un enorme dragón hasta un infinito ejército de nazis venidos del mismísimo infierno. Ni qué decir que estos momentos son una auténtica orgía de CGI y fuegos artificiales de lo más apabullante. El problema es que la embriagadora espectacularidad no es emocionante. ¿Y por qué? Pues simple y llanamente porque el espectador no se implica nunca en la historia, la cual no es más que un pretexto para desplegar todo ese festín de acción desenfrenada.
Snyder no necesita justificar nada, y eso hace que en pantalla aparezca de todo y porque sí, sin que exista mayor relación que el nimio parentesco con los objetos que necesitan encontrar.
Uno puede quedarse embobado por el apoteósico espectáculo, pero no lo siente, no lo vive, no lo disfruta… porque no hay emoción ni implicación en él. Snyder tiene un dominio extraordinario de la imagen y del movimiento, y las secuencias de acción tienen un poderío visual sin igual (qué bien le hubiera ido a Dragon Ball un tipo como él detrás de la cámara, y que bien la va a venir a la futura Superman), pero es como estar contemplando un videojuego, como si alguien estuviera jugando a uno mientras nosotros miramos. Y eso es debido también a una estructura narrativa a lo “pasar pantallas/fases” en la que te das cuenta que apenas te están contando nada interesante, y que además los personajes te dan exactamente igual; no te importan lo más mínimo, salvo que te hayas encariñado –por su físico, más que nada- con alguna de las mozas.
Explosiones aquí y allá, tiroteos y piruetas imposibles a tutiplén (en ese mundo fantasioso, las chicas son como superheroínas, lo que en mi opinión le resta peligrosidad a todo lo que acontece), enemigos que salen hasta de debajo de las piedras, etc. Todo muy espectacular y muy bonito, pero absolutamente vacío, superficial e intrascendente.
Y es que Sucker Punch arrastra uno de los mayores males del cine palomitero de hoy en día, que es la capacidad de asombrar al espectador con un buen puñado de efectos especiales, pero la incapacidad de hacerlo vibrar con ese espectáculo (lo que conseguían películas como Terminator 2, Jurassic Park, Desafío Total y similares). Un asombroso envoltorio para un dulce que, si bien en este caso no resulta amargo, si deja un sabor agridulce.
Con estética comiquera y con un desarrollo narrativo deudor de un juego de plataformas, Snyder tira también de referencias que van desde lo novelesco (unos orcos que parecen sacados del universo Tolkien) al mismísimo manga (el mecha que conduce Amber) Y la verdad es que dan ganas que cada uno de esos segmentos oníricos tuvieran su propia película. ¿Quién no disfrutaría de un film bélico plagado de nazis zombies? Servidor, el primero.
Cabe decir también que la planificación de muchas secuencias viene muy bien acompañada por una contundente selección musical que convierte muchos de estos momentos en auténticos videoclips (que cada uno juzgue si eso es bueno malo; a mí no me disgustó) El ya comentado prólogo inicial sería un ejemplo de ello, aunque no es el único. Eso sí, ubicándose la historia en los 50 (aunque sólo sea en el primer nivel, y a medias en el segundo), servidor ha echado de menos que la banda sonora no contara con canciones de la época; pero eso ya es una observación muy personal (nostálgico –y rockanrolero- que es uno)
De todas formas, se echa de menos algo más de chicha en el guión, que aunque no lo parezca, en este tipo de producciones también es importante. Quizás menos que en un drama, por decir algo, pero aún así lo suficiente como para que uno no se marche de la sala con sensación de vacío; como si hubiera devorado unas deliciosas gominolas que para nada le han llenado el estómago. Hubiese sido oportuno profundizar un poco más en la psique de Baby Doll y desarrollar mejor o de otro modo su entrada y estancia en el psiquiátrico; ver cómo conoce al resto de las chicas y cómo nacen esos lazos de amistad… Amén de conocer también la historia de cada una de ellas, el por qué han sido enceradas allí, etc. No creo que sea tanto pedir.
Con todo, el reparto cumple con lo exigido. Browning, Abbie Cornish (mi favorita) y Jena Malone destacan por encima de Jamie Chung y Vanessa Hudgens, cuyos personajes (e interpretaciones) quedan en un segundo plano. Aún así, da gusto comprobar que se muestran solventes tanto en las escenas de acción como en las contadas escenas dramáticas (escenas que, precisamente, demuestran que Snyder y su co-guionista hubiesen sido capaces de dar algo más de consistencia a la trama)
Gugino, que repite con el director después de Watchmen, clava a la perfección el acento polaco de su personaje (algo apreciable sólo en la V.O., claro), la estricta pero comprensiva Dr. Gorsky, una mujer que pese a su dura apariencia, comprende mejor que nadie la situación y la amargura por la que están pasando sus pupilas. A fin de cuentas, no deja de ser su cuidadora (aunque le cueste quitarse la venda de los ojos)
Pero el que se lleva la gloria es Oscar Isaac como Blue, el celador/proxeneta. Al actor ya lo habíamos visto en "Robin Hood" encarnar a un ser despreciable, pero aquí el escenario y su personaje le dan un plus.
Jon Hamm y Scott Glenn tienen papeles muy secundarios. El primero es el desencadenante de la trama, el motivo por el cual Baby Doll decidirá fugarse; el segundo es algo así como el guía espiritual de la protagonista.
En resumidas cuentas, “Sucker Punch” es un ampuloso y abrumador espectáculo visual/virtual (y en esplendoroso 2D, oiga) repleto de acción, efectos especiales y mozas de muy buen ver. Y estoy seguro que muchos tendrán más que suficiente con esto. Sin embargo, para mi gusto entretiene pero no llena. Y ese era precisamente mi temor después de ver los avances.
Snyder ha conseguido rodar su película más espectacular, adrenalítica e impactante hasta la fecha, pero también la peor, la más superflua. Un entretenimiento vacuo que satisfará las casi dos horas de entretenimiento que muchas andarán buscando. Y cierto es que no pretende más que eso, pero uno no puede evitar sentir una ligera sensación a decepción, a que esto podría haber sido mejor, más intenso, más glorioso… en definitiva, más gozoso.
P.D.: Quedaros a ver los créditos finales. Valen la pena.
Lo mejor: el apabullante espectáculo visual que ofrece; que sea en 2D.
Lo peor: que no haya un buen guión que sostenga todo ese espectáculo.
Valoración personal: Correcta
Definida por el propio Zack Snyder como “una Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras”, llega por fin a nuestras pantallas uno de los estrenos palomiteros más esperados del año, especialmente para un servidor.
Esta es la primera vez que el director aborda un proyecto que no proviene de ningún cómic (300, Watchmen), novela (Ga’Hoole) o película anterior (Amanecer de los muertos). De hecho, el argumento de “Sucker Punch” nace de la imaginación de Snyder, de modo que éste no ha tenido restricción alguna (más allá de las impuestas por el estudio, y salvando el ya casi obligado PG13, hay que decir que le han dado bastante libertad) para ofrecer al público lo que le ha venido en gana sin tener que rendir cuentas a nadie (cámbiese “nadie” por las legiones de fans de las obras que han servido de base a sus anteriores películas)
Esta libertad es, por otro lado, una prueba de fuego para el cineasta, pues de algún modo nos va a servir a nosotros para saber de qué es capaz como creador, además de como narrador.
Lo visto hasta ahora en trailers y clips prometía, ante todo, un espectáculo visual y pirotécnico sin precedentes, y desde ya, puedo afirmar que eso se ha cumplido sobradamente. Sin embargo, uno de mis mayores también…
La historia se ambienta en los años 50, y nuestra protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una joven de 20 años que es encerrada en contra su voluntad en una institución psiquiátrica.
Una vez allí, el futuro que le espera no es nada alentador, pues en cinco días será lobotomizada.
A partir de ese momento, Baby Doll planeara su fuga del centro ayudada por otras cuatro residentes con las que entablará amistad; cuatro chicas - la decidida Rocket (Jena Malone), la astuta Blondie (Vanessa Hudgens), la implacablemente leal Amber (Jamie Chung) y la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish) - dispuestas a jugarse el todo por el todo con tal de escapar de esa infernal prisión. Cinco jóvenes que unirán sus fuerzas para llevar a cabo el plan que las llevará más allá de las paredes del psiquiátrico. Un plan que no estará exento de obstáculos.
No hay duda que uno de los mayores alicientes de “Sucker Punch” es esa atractiva mezcla de géneros y conceptos de la que hace gala. Y es que una misma película, Snyder ha reunido para nuestro deleite a dragones, samuráis, robots, orcos y hasta nazis zombies. Y a todos ellos los ha enfrentado a un jugoso grupito de mozas de armas tomar; cinco jovencitas con ganas de dar mucha guerra a sus despiadados captores.
Snyder sabe perfectamente lo que quiere ofrecernos, así que no se anda por las ramas, y con un potente prólogo a cámara lenta y a ritmo de un Sweet Dreams (de los Eurythmics) versionado para la ocasión (y cantado por la propia Emily Browning), el director nos relata la triste y desgraciada historia de Baby Doll; el cómo y el por qué acaba en el psiquiátrico “Lennox House”.
El tormento que padece por el terrible accidente que la lleva a ser encerrada en el centro y la desesperación que siente por el desolador destino que le aguarda en él, llevan a Baby Doll a sumergirse en un mundo imaginario producto de su mente, sin limitaciones de tiempo o espacio, y mediante el cual tratará de conseguir la ansiada libertad.
De este modo, la trama transcurrirá a tres niveles distintos. El primero de estos niveles es la realidad, que es lo que veremos al principio y al final de la película. El segundo es la subrealidad, donde el mundo real se transforma en un burdel dirigido por el deleznable celador del psiquiátrico. Y por último, está el tercer nivel, el mundo de los sueños en el que transcurren las impactantes secuencias de acción que están fuera del espacio y del tiempo.
El paso del primer nivel al segundo es un tanto brusco y confuso, pero el espectador no tardará mucho en darse cuenta de lo que ocurre. Y es que esa subrealidad es, de alguna manera, el modo en el que Baby Doll ve su estancia en el centro. En su mente, el celador, que es quién maneja el cotarro y el que abusa de las residentes, pasa a ser Blue Jones, el dueño del prostíbulo; y sus compañeras y futuras -o debería decir, inmediatas- amigas, son las chicas que ofrecen sus servicios a cambio de una vida “cómoda”. Como podréis imaginar, eso le permite al director hacer desfilar a sus actrices ligeritas de ropa y/o con modelitos de lo más sugerentes. Y ahí hay que incluir al mujerón de Carla Gugino.
Este nivel y el tercero son los que ocupan la mayor parte del metraje, pero es evidente que el que encandilará al espectador será el mundo de los sueños, que le sirve a Snyder para desplegar todo su arsenal pirotécnico (y nunca mejor dicho)
El plan trazado por Baby Doll implica hacerse con un total de cinco objetos que les servirán para poder escapar. Estos objetos se encuentran el psiquiátrico/burdel, y la obtención de cada de ellos supone una inmersión en esos sueños oníricos de la protagonista. Ahí es donde las chicas harán frente a todo tipo de enemigos, desde un enorme dragón hasta un infinito ejército de nazis venidos del mismísimo infierno. Ni qué decir que estos momentos son una auténtica orgía de CGI y fuegos artificiales de lo más apabullante. El problema es que la embriagadora espectacularidad no es emocionante. ¿Y por qué? Pues simple y llanamente porque el espectador no se implica nunca en la historia, la cual no es más que un pretexto para desplegar todo ese festín de acción desenfrenada.
Snyder no necesita justificar nada, y eso hace que en pantalla aparezca de todo y porque sí, sin que exista mayor relación que el nimio parentesco con los objetos que necesitan encontrar.
Uno puede quedarse embobado por el apoteósico espectáculo, pero no lo siente, no lo vive, no lo disfruta… porque no hay emoción ni implicación en él. Snyder tiene un dominio extraordinario de la imagen y del movimiento, y las secuencias de acción tienen un poderío visual sin igual (qué bien le hubiera ido a Dragon Ball un tipo como él detrás de la cámara, y que bien la va a venir a la futura Superman), pero es como estar contemplando un videojuego, como si alguien estuviera jugando a uno mientras nosotros miramos. Y eso es debido también a una estructura narrativa a lo “pasar pantallas/fases” en la que te das cuenta que apenas te están contando nada interesante, y que además los personajes te dan exactamente igual; no te importan lo más mínimo, salvo que te hayas encariñado –por su físico, más que nada- con alguna de las mozas.
Explosiones aquí y allá, tiroteos y piruetas imposibles a tutiplén (en ese mundo fantasioso, las chicas son como superheroínas, lo que en mi opinión le resta peligrosidad a todo lo que acontece), enemigos que salen hasta de debajo de las piedras, etc. Todo muy espectacular y muy bonito, pero absolutamente vacío, superficial e intrascendente.
Y es que Sucker Punch arrastra uno de los mayores males del cine palomitero de hoy en día, que es la capacidad de asombrar al espectador con un buen puñado de efectos especiales, pero la incapacidad de hacerlo vibrar con ese espectáculo (lo que conseguían películas como Terminator 2, Jurassic Park, Desafío Total y similares). Un asombroso envoltorio para un dulce que, si bien en este caso no resulta amargo, si deja un sabor agridulce.
Con estética comiquera y con un desarrollo narrativo deudor de un juego de plataformas, Snyder tira también de referencias que van desde lo novelesco (unos orcos que parecen sacados del universo Tolkien) al mismísimo manga (el mecha que conduce Amber) Y la verdad es que dan ganas que cada uno de esos segmentos oníricos tuvieran su propia película. ¿Quién no disfrutaría de un film bélico plagado de nazis zombies? Servidor, el primero.
Cabe decir también que la planificación de muchas secuencias viene muy bien acompañada por una contundente selección musical que convierte muchos de estos momentos en auténticos videoclips (que cada uno juzgue si eso es bueno malo; a mí no me disgustó) El ya comentado prólogo inicial sería un ejemplo de ello, aunque no es el único. Eso sí, ubicándose la historia en los 50 (aunque sólo sea en el primer nivel, y a medias en el segundo), servidor ha echado de menos que la banda sonora no contara con canciones de la época; pero eso ya es una observación muy personal (nostálgico –y rockanrolero- que es uno)
De todas formas, se echa de menos algo más de chicha en el guión, que aunque no lo parezca, en este tipo de producciones también es importante. Quizás menos que en un drama, por decir algo, pero aún así lo suficiente como para que uno no se marche de la sala con sensación de vacío; como si hubiera devorado unas deliciosas gominolas que para nada le han llenado el estómago. Hubiese sido oportuno profundizar un poco más en la psique de Baby Doll y desarrollar mejor o de otro modo su entrada y estancia en el psiquiátrico; ver cómo conoce al resto de las chicas y cómo nacen esos lazos de amistad… Amén de conocer también la historia de cada una de ellas, el por qué han sido enceradas allí, etc. No creo que sea tanto pedir.
Con todo, el reparto cumple con lo exigido. Browning, Abbie Cornish (mi favorita) y Jena Malone destacan por encima de Jamie Chung y Vanessa Hudgens, cuyos personajes (e interpretaciones) quedan en un segundo plano. Aún así, da gusto comprobar que se muestran solventes tanto en las escenas de acción como en las contadas escenas dramáticas (escenas que, precisamente, demuestran que Snyder y su co-guionista hubiesen sido capaces de dar algo más de consistencia a la trama)
Gugino, que repite con el director después de Watchmen, clava a la perfección el acento polaco de su personaje (algo apreciable sólo en la V.O., claro), la estricta pero comprensiva Dr. Gorsky, una mujer que pese a su dura apariencia, comprende mejor que nadie la situación y la amargura por la que están pasando sus pupilas. A fin de cuentas, no deja de ser su cuidadora (aunque le cueste quitarse la venda de los ojos)
Pero el que se lleva la gloria es Oscar Isaac como Blue, el celador/proxeneta. Al actor ya lo habíamos visto en "Robin Hood" encarnar a un ser despreciable, pero aquí el escenario y su personaje le dan un plus.
Jon Hamm y Scott Glenn tienen papeles muy secundarios. El primero es el desencadenante de la trama, el motivo por el cual Baby Doll decidirá fugarse; el segundo es algo así como el guía espiritual de la protagonista.
En resumidas cuentas, “Sucker Punch” es un ampuloso y abrumador espectáculo visual/virtual (y en esplendoroso 2D, oiga) repleto de acción, efectos especiales y mozas de muy buen ver. Y estoy seguro que muchos tendrán más que suficiente con esto. Sin embargo, para mi gusto entretiene pero no llena. Y ese era precisamente mi temor después de ver los avances.
Snyder ha conseguido rodar su película más espectacular, adrenalítica e impactante hasta la fecha, pero también la peor, la más superflua. Un entretenimiento vacuo que satisfará las casi dos horas de entretenimiento que muchas andarán buscando. Y cierto es que no pretende más que eso, pero uno no puede evitar sentir una ligera sensación a decepción, a que esto podría haber sido mejor, más intenso, más glorioso… en definitiva, más gozoso.
P.D.: Quedaros a ver los créditos finales. Valen la pena.
Lo mejor: el apabullante espectáculo visual que ofrece; que sea en 2D.
Lo peor: que no haya un buen guión que sostenga todo ese espectáculo.
Valoración personal: Correcta
2 comentarios:
Wow, en términos narrativos muchos parecen coincidir que "Sucker Punch" se quedó corto. Al menos se ve que en el aspecto visual y de nivel de entretenimiento la película merece al menos un visionado. Snyder es un director con una artesanía visual muy pulida y espero que el filme cumpla con al menos esa expectativa. Ya veremos.
Saludos
Pues esa expectativa sí la cumple, pero en el resto no es que se quede corto, sino que no tiene intención alguna de ofrecer algo. Sucker Punch es un espectáculo vacío, pero a buen seguro te hará pasar el rato.
Saludos ;)
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