jueves, octubre 27, 2011

“Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” (2011) - Steven Spielberg

Critica Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio 2011 Steven Spielberg
Traducidas a más de 70 idiomas, Las aventuras de Tintín escritas e ilustradas por el belga Georges Remi (bajo el seudónimo de Hergé) son todo un referente de la historieta del siglo XX. Su protagonista, un intrépido reportero de curioso tupé llamado Tintín, ha vivido emocionantes aventuras por todo el mundo a lo largo de 24 álbumes, de los cuales se han vendido más de 250 millones de copias. No es extraño, pues, que dada su popularidad, el personaje hiciera el salto de las viñetas al celuloide; primero con una poco conocida cinta animada en stop-motion, luego en una producción franco-belga (que llegó a tener secuela) con actores de carne y hueso encarnando a los famosos personajes de Hergé, y finalmente con películas y series animadas para el mercado doméstico. Probablemente estas últimas adaptaciones sean las que más aceptación han tenido entre los tintinófilos, si bien parecía que a Tintín le hacía falta aún una gran superproducción en cartelera que lograra llegar no sólo al adepto sino también al espectador ajeno a la obra del artista belga. Y ese momento por fin ha llegado con “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio“.

El curioso e insaciable joven periodista Tintín (Jamie Bell) y su leal perro Milú descubren, por casualidad, un centenario misterio escondido en la maqueta de un barco bautizado como “El Unicornio”. Intrigado por semejante hallazgo, Tintín se embarca en una minuciosa investigación que le sitúa en el punto de mira de Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un hombre avaricioso y sin escrúpulos que anda tras un valioso tesoro vinculado a un cruel pirata llamado Rackham el Rojo.

Con la ayuda de su perro Milú, el mordaz y cascarrabias capitán Haddock (Andy Serkis) y los torpes detectives Hernández y Fernández (Simon Pegg y Nick Frost), Tintín viajará por medio mundo procurando ir un paso por delante de sus enemigos en una incesante persecución para hallar el lugar donde finalmente descansa “El Unicornio”, un navío hundido que puede contener la clave de una cuantiosa fortuna...

Treinta años han pasado desde que Steven Spielberg descubriera por primera vez la obra de Hergé y se convirtiera, desde ese instante, en un apasionado de las aventuras del joven Tintín. En este tiempo, el director ha adquirido, perdido y vuelto a adquirir los derechos sobre el personaje, y tras alguna que otra intentona frustrada, por fin ha conseguido llevarlo a la gran pantalla.

Esta película, primera de una ambiciosa trilogía a dos manos entre Spielberg y Peter Jackson, reúne y unifica las historias de “El Cangrejo de las Pinzas de Oro”, “El Secreto del Unicornio” y “El tesoro de Rackham el Rojo” escritas por Hergé.

Todo empieza con la compra de una maqueta de un barco que, al parecer, oculta un misterioso secreto en su interior. La maqueta, en posesión de Tintín, es pretendida por Sakharine, buen conocedor de que en ella se encuentra una de las tres claves que necesita para localizar un valioso tesoro que se halla bajo el mar. El encuentro entre ambos propiciará que el joven periodista conozca al capitán Haddock, capturado por Sakharine para sus pérfidos fines. Con tal de hallar las claves para averiguar la localización del tesoro y con ello desbaratar los planes de su temible adversario, nuestros tres protagonistas -Tintín, Haddock y el inteligente Milú- se verán inmersos en un viaje repleto de obstáculos que superar y enemigos que batir.


Desde sus espléndidos créditos iniciales (todo un historial tintinesco) hasta su último plano, la película hace alarde de una imaginación y una inventiva visual increíbles. La presentación de nuestro protagonista brilla por su concisa y explicativa sencillez, mostrándonos recortes de periódico con los que se nos da a entender que se trata de un reportero experimentado en situaciones de todo tipo; un joven que no tiene miedo a asumir riesgos con el fin de resolver misterios y lograr un buen artículo. Y si se tercia, impartir también algo de justicia.

Las transiciones de unas escenas a otras destacan por su original tratamiento y las secuencias de acción cuentan con una elaboradísima planificación endiabladamente frenética y alocada. Y es que Spielberg ha sabido aprovechar las herramientas que le permite el campo de la animación para manejar con inmaculada precisión toda la puesta en escena. La concepción de los planos y la escenografía, las virtuosas coreografías en la acción, el manejo de un ritmo agitado pero sin apabullar… Todo meticulosamente estudiado y al servicio de una historia repleta de misterio y humor, mucho humor.

Y es que la animación parece ser el formato más adecuado para el concepto de disparatada aventura que el director maneja en esta película. Lo que vemos en pantalla (personajes, gags, acción…) se mueve dentro de los parámetros del slapstick, siendo todo muy caricaturesco (precisamente lo que requería dicho personaje). Quizás eso no exigiera que se empleara la motion capture, pues bien podría haber servido la animación CGI habitual, pero hay que reconocer que
la calidad visual que ostenta es uno de sus mayores atractivos.

La técnica, ya empleada con tibios resultados por Robert Zemeckis en sus últimos largometrajes, sigue mostrándose un tanto defectuosa -o mejorable, si se prefiere- en lo que a expresividad de los personajes se refiere. Aún observándose una mejoría respecto a sus predecesores, los rostros siguen sin resultar del todo convincentes. Las texturas tienen un acabado impecable, pero el movimiento sigue antojándoseme ortopédico. Incluso la gestualidad y movimientos del cuerpo tiene sus más y sus menos (a ratos son más naturales y a ratos no tanto). De todas formas, juega a su favor que el diseño de personajes mantenga, precisamente, la caricaturización de las viñetas, funcionando mejor la expresividad cuanto más exagerados son los rasgos faciales. Es por ese motivo que, a nivel expresivo, Haddock convence mucho más que Tintín, éste último de facciones más suaves y realistas.

Hablando precisamente de estos dos personajes, sobra decir que forman
una pareja aventurera perfecta a pesar de sus dispares caracteres. La torpeza de uno (el lobo de mar de Haddock) es compensada por la astucia del otro (el habilidoso y locuaz Tintín). Juntos protagonizan uno de los tramos más trepidantes e hiperbólicos de la película a bordo de un sidecar, lo cual nos lleva irremediablemente a acordarnos de Henry Jones Jr. y padre en “Indiana Jones y la última cruzada” (sabréis de sobra a qué secuencia me refiero). Por otro lado, Haddock nos obsequia con su momento de gloria al rememorar -flashback mediante- una antigua hazaña de un antepasado en un vibrante abordaje pirata.


Por obra y gracia de la motion capture y del trabajo de todo un especialista en este campo, Andy Serkis,
el bueno –y borrachín- del capitán (que a servidor le recuerda más a Harrison Ford, sobre todo al de “Seis días y siete noches”) termina robándole cierto protagonismo al reportero gracias a sus graciosas y a veces disparatadas intervenciones. Claro que para robaescenas ahí está también el pequeño Milú, un can tan espabilado que deviene en un inestimable compañero de fatigas.

Según pensaba el propio Hergé, Spielberg era el único director capacitado para hacer una película basada en su trabajo. Y tenía razón.

Un neófito tal como un servidor es incapaz de percibir la multitud de referencias al universo Hergé que de buen seguro el aficionado captará al instante, y quizás por ello el director nos deja algún que otro (auto)guiño cinéfilo (véase “Tiburón”) para nuestro regocijo.

De cualquier modo,
“Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” es una disfrutable cinta de animación que hará las delicias de los fans de Tintín y contentará también al que busque buen cine de aventuras. Sus casi dos horas se hacen cortísimas, lo cual es un buen síntoma para acoger con los brazos abiertos sus futuras secuelas, siempre y cuando la taquilla responda. Y si lo hace, sé de uno (un tal Zemeckis…) que se va a dar de cabezazos contra la pared.

P.D.1: La loable banda sonora del gran John Willams se contagia de ese tono humorístico de la película, componiendo una partitura muy risueña y jazzística (amén de afrancesada, si se me permite la obviedad, dada la naturaleza franco-belga del personaje). Además ofrece las consabidas aportaciones orquestales enérgicas que acompañan los momentos más trepidantes. Se echa en falta, no obstante, un leitmotiv que quede grabado en la memoria.

P.D.2: Como sé que me lo vais a preguntar… Decir que el 3D se emplea para otorgar profundidad y poco más. Por tanto, no molesta (que ya es mucho) pero tampoco aporta un plus indispensable al visionado de la película. Los que gusten de ponerse las dichosas gafitas no se sentirán estafados (a menos que esperen un efecto estereoscópico espectacular), y el resto podrá disfrutarla de igual manera en 2D.



Lo mejor: su sentido de la aventura; el humor; el capitán Haddock.

Lo peor: la aún deficiente expresividad facial de la motion capture; que el co-protagonista (Haddock) eclipe al protagonista (Tintín).


Valoración personal: Buena

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