viernes, noviembre 04, 2011

“Footloose” (2011) - Craig Brewer

Crítica Footloose 2011 Craig Brewer
En la década de los 80 proliferaron una serie de películas juveniles de corte musical que causaron furor entre la chavalería de aquel entonces. Películas como Fama, Flashdance, Dirty Dancing o Footloose fueron las precursoras de cintas actuales como “El ritmo del éxito”, “Espera al último baile” o la saga “Step Up”. A día de hoy, muchas de aquellas cintas son recordadas como pequeños clásicos de una época que ya dejamos atrás hace ya mucho tiempo; una época que no se ha vuelto a repetir, por mucho que Hollywood se empeñe en intentarlo a costa de remakes, reboots y secuelas tardías. Y precisamente de su enésimo intento por “rescatar” historias de antaño toca hablar ahora con la llegada de esta versión 2011 de “Footloose”.

Ren MacCormack (Kenny Wormald) se traslada desde Boston hasta el pequeño pueblo sureño de Bomont para vivir con su tío y su familia. Unos pocos años antes, la localidad quedó conmocionada por un trágico accidente en el que murieron cinco adolescentes después de una noche de fiesta. Ese suceso provocó que los concejales de Bomont y el respetado Reverendo Shaw Moore (Dennis Quaid) reaccionaran aprobando unas restrictivas leyes que desde ese momento prohibieron la música a gran volumen y el baile.

Nadie en el pueblo se enfrenta a esta situación hasta que llega Ren, quién ni corto ni perezoso decide desafiar la prohibición insuflándole vida al pueblo y, de paso, enamorándose de Ariel (Julianne Hough), la problemática hija del pastor.
Si en 2004 se estrenaba una (pobre) secuela de la exitosa "Dirty Dancing", y hace cosa de tres años lo hacía un remake de “Fama”, ahora le ha tocado el turno a la no menos mítica “Footloose”, aquella cinta que catapultó a la fama a un jovencito y semidesconocido Kevin Bacon.

Y la verdad, visto lo visto, quizás les hubiera salido más rentable reestrenar la original (y en 3D, para hacer más caja) que no volver a rodarla tal cual para venir a contarnos lo mismo pero con otras caras. Y es que esta “nueva” versión a cargo de Craig Brewer (Hustle & Flow, Black Snake Moan) no es más que un calco de la ochentera, una copia sin atisbo de originalidad o frescura que aportar respecto a lo que dirigió Herbet Ross con Bacon y cía. El propio Brewer se ha encargado de co-escribir el guión con, precisamente, el guionista de aquella, y lo que uno deduce al ver el resultado es que se han limitado a “copiar y pegar” escena por escena casi literalmente, introduciendo alguna mínima novedad y realizando algún que otro cambio (sustituir la carrera de tractores por autobuses y añadir una explosión final para que “mole” más), para luego pasarlo a limpio y entregárselo a los productores como “un remozado producto que vender a las nuevas generaciones”.


Tras unos créditos iniciales que beben directamente de su predecesora, el director nos muestra lo que en aquella tan sólo se citaba, es decir, el accidente mortal que deja conmocionado al pueblo y desencadena el posterior recorte de libertades para los más jóvenes. Luego ya empieza la historia que muchos ya conocemos: joven rebelde llega al pueblo y no da créditos con las absurdas prohibiciones del lugar; se hace amigo del friki de turno y se cuela por la chica guapa (de turno) que sale con el macarra/matón (de turno). Mientras conquista a la moza, el muchacho trata de reivindicar el estilo de vida de los adolescentes saltándose las normas y poniendo contra las cuerdas a una comunidad retrógrada y excesivamente conservadora encabezada por el Reverendo Shaw.

Si la historia ya era simple y tópica en los ochenta, aún lo es más ahora. Por otro lado, al haberse mantenido tan fiel al espíritu de la original, la ingenuidad de aquella sigue presente en ésta, y eso la hace parecer un poco “anticuada” para las nuevas generaciones (sobre todo en lo que respecta al tema de la sexualidad). Algunos comportamientos y actos de rebeldía se nos antojan demasiado blanditos para estos tiempos, amén de que la propia premisa argumental se sostiene con mayor dificultad. De todas formas, localizándose la historia en el típico pueblo sureño de la América profunda (en donde el cristianismo más radical sigue arraigado entre sus habitantes), la sensación de inocencia de la que se impregna podría darse por válida.


Todo lo que le pudiéramos criticar a la cinta original bien podríamos criticárselo a ésta, del mismo modo que lo que hizo especial o destacable a aquella (los atractivos bailes, el romance…) sigue funcionando de igual modo en ésta. Si la Footloose de 1984 era un producto para adolescentes, la Footloose de 2011 es exactamente lo mismo (no en vano, son la misma película), por lo que en un principio debería contentar justamente a ese público al que va dirigida. Ni más ni menos.

Los que ya dejamos atrás la edad del pavo saldremos ganando revisando la original, por aquello de la nostalgia y porque, puestos a ver lo mismo, que sea con la banda sonora de nuestra época (Kenny Loggins, Foreigner, Bonnie Tayler, Quiet Riot…). Y eso que el soundtrack elegido para la ocasión no es tan infecto como cabría esperar, e incluso se mantienen algunos temas ochenteros (no solamente el que da título a la película)


Lo mejor: los bailes; volver a escuchar el tema de Kenny Loggins (y a Quiet Riot) en una sala de cine.

Lo peor: Haberse limitado a copiar la original en vez de actualizarla y aportar algo nuevo o diferente para el público juvenil de ahora.


Valoración personal: Correcta

2 comentarios:

La gata Roma dijo...

Creo que podría esperar a que pasen unos años, la pongan en la tele y yo me la duerma en el sofá… sí…

Y es que no se puede generalizar, pero suelo llevar mal los remakes…

Kisses

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Este es el ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer a la hora de abordar un remake: hacer una copia exacta.

Precisamente a la original, en algunos aspectos sociales/culturales, sí le convenía una actualización, pero ni eso se han molestado en retocar. Eso sí, han metido una explosión entre dos autobuses y un accidente de tráfico...

Saludos ;)