critica Pesadilla en Elm Street El origen 2010 Samuel Bayer
Desde mediados de los setenta y a lo largo de los 80 (y parte de los 90), el subgénero slasher triunfaba en las carteleras. Las películas de terror en las que un psicópata asesino mataba -normalmente con arma blanca- a un puñado de adolescentes, resultaron ser un gran reclamo sobre todo para el público más joven, lo que convirtió a algunas de ellas en éxitos de taquilla.
Los estudios encontraron un nuevo filón y lo explotaron todo lo que pudieron, y más.
Bob Clark con su Black Christmas (1974) y Tobe Hooper con La matanza de Texas (1974) fueron los pioneros y sentaron las bases de una fórmula que aún hoy día sigue dando sus frutos. Luego llegarían La noche de Halloween (1978) y Viernes 13 (1980), que terminaron convirtiéndose en longevas franquicias, pese a que la calidad de las películas fuera menguando con cada secuela (lo mismo que le ocurriría a “cara de cuero”, aunque contase con menos continuaciones en su haber). Otros títulos a tener en cuenta fueron Prom Night (1980), El tren del terror (Terror Train, 1980), Siete mujeres atrapadas (The House on Sorority Row, 1983) o San Valentín sangriento (My Bloody Valentine, 1981)
Todas, sin excepción, han tenido su respectivo remake a lo largo de la pasada década y principios de ésta, quedando demostrada la alarmante falta de ideas que Hollywood lleva padeciendo desde hace ya demasiado tiempo. En un intento de reactivar sus sagas, los psicokillers más icónicos de la historia -Michael Myers, Jason Vorhees y Leatherface- volvieron de nuevo a la gran pantalla, pero en el mejor de los casos para los productores, la cosa acabó en dos películas (remake y secuela o precuela) Pero aún faltaba uno por resucitar: Freddy Krueger.
Con Pesadilla en Elm Street, un inspirado Wes Craven aportó su granito de arena a los slashers (y lo volvería hacer, vuelta de tuerca mediante, en los 90 con Scream, década de resurrección del subgénero con títulos como Sé lo que hicisteis el último verano o Leyenda urbana), creando el que probablemente sea el psicokiller más original de todos; un asesino capaz de matar a sus víctimas a través de sus sueños, o mejor dicho, sus pesadillas. Tal característica ofrecía muchas posibilidades, especialmente en lo que a la forma de matar se refiere, ya que en su mundo, el amigo Freddy podía hacer lo inimaginable para torturar y asesinar a los adolescentes de turno.
Al igual que sus coetáneos, y después de seis pobres secuelas (aunque podríamos salvar la tercera) y un crossover (la nefasta Freddy vs Jason), a Krueger le ha tocado pasar por “cirugía” para actualizarse a los nuevos tiempos, aunque la mayoría de veces eso sólo signifique una mejor puesta en escena.
La historia es la misma que en la original. Un grupo de jóvenes sueña con un individuo con el rostro quemado y cuchillas en los dedos que intenta asesinarles. Lo que en un principio parecen meras pesadillas, se vuelve algo real cuando uno de ellos muere después de haber sido asesinado en su sueño. Poco a poco, cada uno de ellos es acechado por el misterioso asesino. No tardarán en descubrir que algo en su pasado les une a él. Así que mientras intentan mantenerse despiertos para evitar ser víctimas de sus cuchillas, indagarán sobre ello para descubrir su verdadera identidad y saber cómo hacerle frente.
Pese a la coletilla “origins” que se ha sacado de la manga la distribuidora en España, esta “nueva” Pesadilla en Elm Street lo único que tiene de precuela es un pequeño segmento en el que nos descubren cómo acabó Freddy Krueger con el rostro quemado. Si la memoria no me falla (que bien podría ser…), es algo que en la ochentera no se vio, aunque probablemente sí en alguna de las secuelas.
Por lo demás, la historia es casi un calco del film de Craven, cambiando algunos nombres y personajes y alguna que otra muerte, pero repitiendo básicamente el mismo esquema.
Los guionistas no pierden el tiempo y desde el primer minuto empieza la sangre a ser la protagonista. De hecho, uno de los mayores problemas de esta nueva versión es que en apenas tres cuartos de horas se cepillan a la mayor parte de las víctimas adolescentes. No se paran a desarrollar ni la trama (eso lo dejan para luego) ni los personajes (eso ya ni se molestan en hacerlo).
Durante estos minutos, todo son sustitos mil veces vistos que ya no asustan a nadie, y asesinatos a cuál más resultón. Y aunque todo suene a apresurado y a déjà vu, hay que decir que es la parte más entretenida de la película, así que imaginaos el resto…
Tal como he comentado en párrafos anteriores, la forma de matar de Freddy da mucho juego, con lo cual, cada vez que sus víctimas sueñan, se despliega todo el potencial visual que sus responsables son capaces de ofrecernos. Así pues, tenemos escenarios de lo más tétricos, llamativas escenas oníricas, planos bastante sugerentes (algunos copiados de la Craven, por supuesto), efectismos visualmente atractivos y efectos especiales competentes, además de a Freddy Krueger, el alma de la función.
En lo queda de metraje, es cuando los pocos supervivientes que quedan empiezan a indagar sobre su pasado y el de su verdugo. Esta es la parte más pesada, y en la que un servidor no paraba de mirar el reloj (mala señal…). Los errores cometidos al inicio tienen aquí sus consecuencias.
Los supervivientes que quedan son, precisamente, los peores intérpretes del reparto (SPOILER--- ella, insulsa e incapaz de transmitir sus emociones; y él, con cara de alelado la mayor parte del tiempo; nada que ver una breve pero muy convincente Katie Cassidy, que debió ser la protagonista… otro error garrafal --FIN SPOILER) y encima lo que les pase a sus personajes nos importa un bledo. No conectamos con ellos porque no han sabido presentárnoslos debidamente ni desarrollarlos convenientemente, por lo que el único interés reside en ver de qué manera se los querrá cargar Freddy.
Para los que hemos visto la original, el misterio es nulo, así que quizás las nuevas generaciones sí le presten algo más de atención a la escasa trama, además de a los asesinatos. Pero la sensación de que la cinta va cuesta abajo creo que será más o menos igual para todos. Empieza con demasiadas prisas, sin centrarse en nada más que en los crímenes de Freddy y luciendo una notable puesta en escena, eso sí (ahí nada que reprochar) Luego el interés decae y Freddy no puede hacer mucho para levantarlo, aunque sus apariciones sigan siendo lo mejor.
Jackie Earle Haley tampoco puede hacernos olvidar al gran Robert Englund. Eso es algo prácticamente imposible. No obstante, y a su manera, es un buen Freddy.
Apenas queda nada del humor negro característico del personaje, pero eso es algo que se vio más en las secuelas que en la original, por lo que tampoco hay muchos motivos para quejarse. Su caracterización está conseguida y es en gran parte fiel al Krueger de toda la vida, aunque un servidor sigue prefiriendo el rostro de siempre (cuestión de gustos, supongo), ya que éste, aun siendo quizás algo más realista, le resta también bastante expresividad al actor. De hecho, Earle resulta mucho más inquietante, siniestro y amenazador sin maquillaje, es decir, antes de calzarse las famosas cuchillas.
Puede que hoy día la película de Craven no sea ninguna maravilla, e incluso algunas escenas den más risa que miedo, pero era original y resultona, y aún hoy día resulta bastante efectiva. Y de lo único que puede presumir este remake es de un notable diseño de producción y un actor (Earle) entregado a la causa. Por lo demás, es insulso y del todo innecesario.
Samuel Bayer, reputado director de videoclips (fue el que rodó el "Smells Like Teen Spirit" de Nirvana) debuta demostrando buena técnica, pero el desaborido guión le impide ofrecer algo más que un slasher del montón. Para aquellos que topen por primera vez con Freddy Krueger, puede no ser una mala opción para pasar el rato, pero los fans de la original harían bien en ahorrársela.
Krueger es un gran personaje y merecía algo mejor que este anodino remake; el peor, sin duda, de los tres que llevamos vistos de la filmografía de Craven (“Las colinas tienen ojos” fue brutal y superior a la original –cosa fácil, dicho sea de paso-, y “La última casa a la izquierda” fue bastante decente)
Lo mejor: el notable diseño de producción; Jackie Earle Haley como Freddy.
Lo peor: mal contada y con malos personajes; que la segunda mitad aburra.
Valoración personal: Regular
Desde mediados de los setenta y a lo largo de los 80 (y parte de los 90), el subgénero slasher triunfaba en las carteleras. Las películas de terror en las que un psicópata asesino mataba -normalmente con arma blanca- a un puñado de adolescentes, resultaron ser un gran reclamo sobre todo para el público más joven, lo que convirtió a algunas de ellas en éxitos de taquilla.
Los estudios encontraron un nuevo filón y lo explotaron todo lo que pudieron, y más.
Bob Clark con su Black Christmas (1974) y Tobe Hooper con La matanza de Texas (1974) fueron los pioneros y sentaron las bases de una fórmula que aún hoy día sigue dando sus frutos. Luego llegarían La noche de Halloween (1978) y Viernes 13 (1980), que terminaron convirtiéndose en longevas franquicias, pese a que la calidad de las películas fuera menguando con cada secuela (lo mismo que le ocurriría a “cara de cuero”, aunque contase con menos continuaciones en su haber). Otros títulos a tener en cuenta fueron Prom Night (1980), El tren del terror (Terror Train, 1980), Siete mujeres atrapadas (The House on Sorority Row, 1983) o San Valentín sangriento (My Bloody Valentine, 1981)
Todas, sin excepción, han tenido su respectivo remake a lo largo de la pasada década y principios de ésta, quedando demostrada la alarmante falta de ideas que Hollywood lleva padeciendo desde hace ya demasiado tiempo. En un intento de reactivar sus sagas, los psicokillers más icónicos de la historia -Michael Myers, Jason Vorhees y Leatherface- volvieron de nuevo a la gran pantalla, pero en el mejor de los casos para los productores, la cosa acabó en dos películas (remake y secuela o precuela) Pero aún faltaba uno por resucitar: Freddy Krueger.
Con Pesadilla en Elm Street, un inspirado Wes Craven aportó su granito de arena a los slashers (y lo volvería hacer, vuelta de tuerca mediante, en los 90 con Scream, década de resurrección del subgénero con títulos como Sé lo que hicisteis el último verano o Leyenda urbana), creando el que probablemente sea el psicokiller más original de todos; un asesino capaz de matar a sus víctimas a través de sus sueños, o mejor dicho, sus pesadillas. Tal característica ofrecía muchas posibilidades, especialmente en lo que a la forma de matar se refiere, ya que en su mundo, el amigo Freddy podía hacer lo inimaginable para torturar y asesinar a los adolescentes de turno.
Al igual que sus coetáneos, y después de seis pobres secuelas (aunque podríamos salvar la tercera) y un crossover (la nefasta Freddy vs Jason), a Krueger le ha tocado pasar por “cirugía” para actualizarse a los nuevos tiempos, aunque la mayoría de veces eso sólo signifique una mejor puesta en escena.
La historia es la misma que en la original. Un grupo de jóvenes sueña con un individuo con el rostro quemado y cuchillas en los dedos que intenta asesinarles. Lo que en un principio parecen meras pesadillas, se vuelve algo real cuando uno de ellos muere después de haber sido asesinado en su sueño. Poco a poco, cada uno de ellos es acechado por el misterioso asesino. No tardarán en descubrir que algo en su pasado les une a él. Así que mientras intentan mantenerse despiertos para evitar ser víctimas de sus cuchillas, indagarán sobre ello para descubrir su verdadera identidad y saber cómo hacerle frente.
Pese a la coletilla “origins” que se ha sacado de la manga la distribuidora en España, esta “nueva” Pesadilla en Elm Street lo único que tiene de precuela es un pequeño segmento en el que nos descubren cómo acabó Freddy Krueger con el rostro quemado. Si la memoria no me falla (que bien podría ser…), es algo que en la ochentera no se vio, aunque probablemente sí en alguna de las secuelas.
Por lo demás, la historia es casi un calco del film de Craven, cambiando algunos nombres y personajes y alguna que otra muerte, pero repitiendo básicamente el mismo esquema.
Los guionistas no pierden el tiempo y desde el primer minuto empieza la sangre a ser la protagonista. De hecho, uno de los mayores problemas de esta nueva versión es que en apenas tres cuartos de horas se cepillan a la mayor parte de las víctimas adolescentes. No se paran a desarrollar ni la trama (eso lo dejan para luego) ni los personajes (eso ya ni se molestan en hacerlo).
Durante estos minutos, todo son sustitos mil veces vistos que ya no asustan a nadie, y asesinatos a cuál más resultón. Y aunque todo suene a apresurado y a déjà vu, hay que decir que es la parte más entretenida de la película, así que imaginaos el resto…
Tal como he comentado en párrafos anteriores, la forma de matar de Freddy da mucho juego, con lo cual, cada vez que sus víctimas sueñan, se despliega todo el potencial visual que sus responsables son capaces de ofrecernos. Así pues, tenemos escenarios de lo más tétricos, llamativas escenas oníricas, planos bastante sugerentes (algunos copiados de la Craven, por supuesto), efectismos visualmente atractivos y efectos especiales competentes, además de a Freddy Krueger, el alma de la función.
En lo queda de metraje, es cuando los pocos supervivientes que quedan empiezan a indagar sobre su pasado y el de su verdugo. Esta es la parte más pesada, y en la que un servidor no paraba de mirar el reloj (mala señal…). Los errores cometidos al inicio tienen aquí sus consecuencias.
Los supervivientes que quedan son, precisamente, los peores intérpretes del reparto (SPOILER--- ella, insulsa e incapaz de transmitir sus emociones; y él, con cara de alelado la mayor parte del tiempo; nada que ver una breve pero muy convincente Katie Cassidy, que debió ser la protagonista… otro error garrafal --FIN SPOILER) y encima lo que les pase a sus personajes nos importa un bledo. No conectamos con ellos porque no han sabido presentárnoslos debidamente ni desarrollarlos convenientemente, por lo que el único interés reside en ver de qué manera se los querrá cargar Freddy.
Para los que hemos visto la original, el misterio es nulo, así que quizás las nuevas generaciones sí le presten algo más de atención a la escasa trama, además de a los asesinatos. Pero la sensación de que la cinta va cuesta abajo creo que será más o menos igual para todos. Empieza con demasiadas prisas, sin centrarse en nada más que en los crímenes de Freddy y luciendo una notable puesta en escena, eso sí (ahí nada que reprochar) Luego el interés decae y Freddy no puede hacer mucho para levantarlo, aunque sus apariciones sigan siendo lo mejor.
Jackie Earle Haley tampoco puede hacernos olvidar al gran Robert Englund. Eso es algo prácticamente imposible. No obstante, y a su manera, es un buen Freddy.
Apenas queda nada del humor negro característico del personaje, pero eso es algo que se vio más en las secuelas que en la original, por lo que tampoco hay muchos motivos para quejarse. Su caracterización está conseguida y es en gran parte fiel al Krueger de toda la vida, aunque un servidor sigue prefiriendo el rostro de siempre (cuestión de gustos, supongo), ya que éste, aun siendo quizás algo más realista, le resta también bastante expresividad al actor. De hecho, Earle resulta mucho más inquietante, siniestro y amenazador sin maquillaje, es decir, antes de calzarse las famosas cuchillas.
Puede que hoy día la película de Craven no sea ninguna maravilla, e incluso algunas escenas den más risa que miedo, pero era original y resultona, y aún hoy día resulta bastante efectiva. Y de lo único que puede presumir este remake es de un notable diseño de producción y un actor (Earle) entregado a la causa. Por lo demás, es insulso y del todo innecesario.
Samuel Bayer, reputado director de videoclips (fue el que rodó el "Smells Like Teen Spirit" de Nirvana) debuta demostrando buena técnica, pero el desaborido guión le impide ofrecer algo más que un slasher del montón. Para aquellos que topen por primera vez con Freddy Krueger, puede no ser una mala opción para pasar el rato, pero los fans de la original harían bien en ahorrársela.
Krueger es un gran personaje y merecía algo mejor que este anodino remake; el peor, sin duda, de los tres que llevamos vistos de la filmografía de Craven (“Las colinas tienen ojos” fue brutal y superior a la original –cosa fácil, dicho sea de paso-, y “La última casa a la izquierda” fue bastante decente)
Lo mejor: el notable diseño de producción; Jackie Earle Haley como Freddy.
Lo peor: mal contada y con malos personajes; que la segunda mitad aburra.
Valoración personal: Regular
6 comentarios:
Al menos Jackie Earle Haley ha dicho que él no considera haber superado al original Robert Englund, y es que por mucho de que algunas de las secuelas fueran malas, lo que cuenta es lo mítico del personaje.
Creo que Craven tuvo el mejor acierto de su carrera creando a Freddy Krueger. Me parece un psicokiller genial y muy original.
Lo malo es que ha tenido una saga que no le hace justicia.
Earle lo hace bien, pero tampoco la película le permite lucirse ocmo es debido. Y Englund es mucho Englund.
Saludos ;)
Más o menos coincido contigo, salvaría de la película a Jackie Earle Haley, y aunque visualmente el filme tiene aciertos, pensé que iban a llevar las cosas estéticamente un poco más lejos.
Fuera de eso, "A Nightmare on Elm Street" es casi casi la definición de remake innecesario. Una fotocopia sin vida, sin interés, sin aportar nada de peso. Me decepcionó bastante.
Les fue mejor a Jason, Michael y Leatherface.
¡Saludos!
Sin duda alguna, los otros psicokillers salieron mejor parados con sus remakes (Leatherface, sobre todo). Incluso Jason, que aún siendo mala (porque la original también lo era), era bastante disfrutable. Además no era fotocopia de la ochentera, sino una especie de reboot recopilatorio de las primeras películas (o algo por el estilo)
Yo no tenía muchas expectativas con este remake, y visualmente tiene muchos aciertos, pero realmente me aburrí a partir de la segunda mitad, y eso en un slasher es imperdonable.
Saludos ;)
Superar a un psychokiller cuya mejor virtud era y es la personalidad que el actor le transmitía es muy difícil.
Yo disfruté mucho más los remakes de La Matanza... y Viernes 13, y con esta nueva "Pesadilla" llegúe a bostezar en repetidas ocasiones.
Y el personaje principal masculino, ese chico con tintes de emo un tanto hinchado, me sacaba de mis casillas...XD
Un saludo!
Yo también lo pasé mejor con los otros remakes que citas. Y mira que Viernes 13 es mala (al igula que la original), pero es justo lo que se espera de ella (un slasher casposo pero disfrutable)
El chico "emo" que citas pone los mismos caretos que en Jennifer's Body. No debe tener más registros xD
Saludos ;)
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