viernes, septiembre 21, 2012

“A Roma con amor” (2012) – Woody Allen

Crítica A Roma con amor 2012 Woody Allen

El director neoyorquino prosigue con su ruta turística por algunas de las ciudades más emblemáticas de Europa, y tras visitar Barcelona en “Vicky Cristina Barcelona” y la capital francesa en “Midnight in París”, ahora le toca el turno a Roma, la (otra) ciudad del amor. 

Precisamente de amor ha llenado las maletas Woody Allen para su estancia en la ciudad italiana, aunque al título de su último trabajo convendría hacerle un pequeño ajuste y rebautizarlo más adecuadamente como “A Roma con adulterio”. Porque sí, hay mucha mariposa cosquilleando en el estómago de los personajes, pero aquí ninguno copula con su respectiva pareja (¡sin remordimientos ni castigo!). 

La película es un compendio de enredos y desventuras sobre un variopinto grupo de personajes que viven o veranean en Roma. Una historia de amores y desamores, de anhelos y deseos frustrados… con la bella ciudad italiana como escenario y espectadora involuntaria de los acontecimientos.

En total son cuatro historias distintas las que componen el último film de Allen, siendo alguna de ellas bastante más peculiar y surrealista que el resto (la de Benigni), aunque todas ellas sujetas al particular sello Allen, manteniendo un tono alocado y romántico durante todo el metraje.
Una de las historias atañe a una joven pareja de recién casados.

Antonio (Alessandro Tiberi) llega a Roma para conseguir un importante trabajo en la gran ciudad y para presentar su encantadora nueva esposa Milly (Alessandra Mastronardi) a su conservadora familia. Mientras él se acomoda en la habitación del hotel, ella decide irse a la peluquería para causar una buena impresión a sus suegros. Pero justo cuando la pareja se separa, surgen una serie de desafortunados malentendidos… Al tiempo que Milly recibe las atenciones de una legendaria estrella del cine, Luca Salta (Antonio Albanese), Antonio se ve envuelto en una agobiante situación en la que tiene que hacer pasar por su mujer a una atractiva y descarada desconocida (Penélope Cruz) que, para más inri, es prostituta.

La otra historia comienza cuando John (Alec Baldwin), un conocido arquitecto de vacaciones por Roma, se encuentra con Jack (Jesse Eisenberg), un joven estudiante de arquitectura no muy distinto a él mismo. Jack vive con su novia Sally (Greta Gerwig) en el mismo barrio que una vez acogió a John. Todo es perfecto hasta que Monica (Ellen Page), la deslumbrante y seductora amiga de su novia, se instala en su casa durante un tiempo indeterminado. Dicha situación hará que John reviva uno de los episodios románticos más dolorosos de su vida.

Mientras esto ocurre, Jerry (Woody Allen), director de ópera retirado, se encuentra en Roma con su mujer Phyllis (Judy Davis) para conocer a Michelangelo (Flavio Parenti), el prometido italiano de su hija Hayley (Alison Pill). Jerry se queda maravillado al escuchar a Giancarlo (interpretado por el famoso tenor Fabio Armiliato), el padre empresario de pompas fúnebres de Michelangelo, cantando con una prodigiosa voz operística mientras se asea en la ducha. Convencido de que semejante talento no puede ser desaprovechado, Jerry se aferra a la idea de promocionar a Giancarlo y convertirlo en una gran estrella.

Y por último, el protagonista de la cuarta historia es Leopoldo Pisanello (Roberto Benigni) un tipo de clase media, normal y corriente, que de la noche a la mañana y sin explicación aparente, se ve convertido uno de los hombres más famosos de Italia. Los paparazzi le siguen a todas partes y los periodistas le hacen preguntas sin parar. Aunque al principio no entiende nada, pronto se acostumbra a los distintos encantos de la fama, pero no sin conocer también el alto precio a pagar por ella.

Ocurre a menudo que las películas por episodios resultan ser, en conjunto, demasiado irregulares, algo que podría considerarse una lacra prácticamente insalvable de dicho formato (aplicable también a las películas de historias cruzadas). Y “A Roma con amor” no es la excepción. 

Es una comedia irregular cuyos altibajos son provocados por una narración que alterna cuatro historias de dispar interés. Difícilmente todas satisfagan de la misma manera, por lo que el espectador se decantará por una/s u otra/s, siendo el grado de satisfacción ante éstas lo que determine la valoración general de la película a la hora de hacer balance.

Los ingeniosos y ácidos diálogos marca de la casa siguen ahí, pero en menor cantidad y probablemente menos inspirados que en otras ocasiones. Y es que a Allen se le siente agotado (incluso a nivel interpretativo) en un trabajo que busca cumplir con el trámite de la forma más cómoda posible.
Tan buen punto te saca una sonrisa como un bostezo. Y a esto último no ayuda esa hora y tres cuartos que el espectador siente como si fueran dos. 

En lo personal, el segmento de Pisanello (Benigni) me resulta delirante y fresco, pero desentona un poco con el resto. En ella se cargan las tintas contra el periodismo (sobre todo la prensa rosa y sensacionalista) y el famoseo de pega, algo de lo que aquí en España andamos sobrados y saturados.
La lógica a ésta historia no hay que buscársela porque no la tiene, así como no había explicación razonable a los viajes en el tiempo del protagonista de “Midnight in París”. Ocurre, sin más.

Algo parecido sucede con la historia amorosa que protagonizan Jesse Eisenberg y Ellen Page. De algún modo,  Baldwin ejerce de “voz de la conciencia y de la experiencia” del joven arquitecto, ya que se siente identificado con él. El personaje de Baldwin está presente en los encuentros entre la pareja pero sin estar ahí con ellos realmente. Algo así como una aparición que, no obstante, puede interactuar con el resto de personajes. Dicho así no tiene mucho sentido, y es que realmente no lo tiene, pero a Allen nunca se le exigen este tipo de explicaciones y probablemente tampoco sean necesarias.

Ésta última sería, a mi gusto, la más aburrida y pesada de las cuatro historias. Eisenberg y Page hacen buena pareja, pero resultan muy cargantes. Allen busca, entre otras cosas, la mofa del colectivo gafapasta y pedante, y la consigue a expensas de sucumbir ante su propia crítica. Las intervenciones de Baldwin son las que ayudan a digerir mejorar a ésta repelente pareja.

La parte del tenor, aunque absurda, tiene cierta gracia, pero tampoco da para mucho. Allen y los diálogos que se ha reservado para sí mismo son lo mejor de la misma. Además, siempre es agradable tenerlo delante de la cámara, algo que no ocurría desde “Scoop”. Su personaje es un hombre incapaz de disfrutar de su jubilación; un hombre atado a una profesión de la que no puede separarse y a la que vuelve a insuflar vida un humilde empresario de pompas fúnebres.


A la trama que verdaderamente se lo podría haber sacado más jugo es a aquella en la que una despampanante Penélope Cruz pone en aprietos a un ingenuo muchacho que acaba de pasar por vacaría. Y digo “podría” porque al verse obligada a formar parte de un conjunto de historias, acaba sabiendo a poco. La premisa, si bien no es original, sí podría haber dado lugar a una simpática comedia de enredo, pero como historia segmentada se queda algo atrofiada, incompleta.

Y es que el invento de Allen se entorpece a sí mismo. Historias que por separado podrían haber funcionado de maravilla se entremezclan y segmentan junto a otras que, como mucho, dan para un corto. Y en el fondo es lo que son todas: cortos embutidos en un mismo saco. 

Para algunos, la cita anual con Allen es ineludible e imprescindible, aunque el resultado no siempre acompañe.  A estas alturas, poco o nada queda por exigirle a Allen. Se ha ganado su trocito de Olimpo, y de ahí ya nadie le mueve. Y si quiere seguir con su viaje por Europa a medio gas y repleto de tópicos, no seré yo quién se lo reproche. Pero un servidor preferiría que el director más prolífico de Hollywood (escribe y dirige -y por tanto estrena – sin falta una película al año desde 1982) se tomara un descanso mayor entre película y película.  

En cualquier caso, “A Roma con amor” se ubica en un término medio dentro del tríptico europeo que conforman “Vicky Cristina Barcelona (la peor) y “Midnight in Paris” (la mejor).


Lo mejor: su simpatía.

Loe peor: su descompensada calidad.


Valoración personal: Regular-Correcta

3 comentarios:

carlos - paginas web dijo...

se ve muy bien la pelicula.. ademas roma es una gran ciudad..

Cristian dijo...

Me interesa cuando tengo la oportunidad ver distintas películas y por eso disfruto de ir al cine constantemente. Muchas veces que viajo trato de obtener datos de películas que no llegan al país y por eso suelo preguntar en los hoteles baratos en donde me alojo sobre la cercanía del cine

Anónimo dijo...

Que bueno que por fin hay una comedia romantica verdaderamente divertida como To Rome with Love a mi me gustó mucho porque son historias un tanto surrealistas y eso la hace graciosa