El director neoyorquino prosigue con su ruta turística por algunas
de las ciudades más emblemáticas de Europa, y tras visitar Barcelona en “Vicky
Cristina Barcelona” y la capital francesa en “Midnight in París”, ahora le toca
el turno a Roma, la (otra) ciudad del amor.
Precisamente de amor ha llenado las maletas Woody Allen para
su estancia en la ciudad italiana, aunque al título de su último trabajo
convendría hacerle un pequeño ajuste y rebautizarlo más adecuadamente como “A
Roma con adulterio”. Porque sí, hay mucha mariposa cosquilleando en el estómago
de los personajes, pero aquí ninguno copula con su respectiva pareja (¡sin
remordimientos ni castigo!).
La película es un
compendio de enredos y desventuras sobre un variopinto grupo de personajes
que viven o veranean en Roma. Una
historia de amores y desamores, de anhelos y deseos frustrados… con la bella
ciudad italiana como escenario y espectadora involuntaria de los
acontecimientos.
En total son cuatro historias distintas las que componen el
último film de Allen, siendo alguna de ellas bastante más peculiar y surrealista
que el resto (la de Benigni), aunque todas ellas sujetas al particular sello
Allen, manteniendo un tono alocado y romántico durante todo el metraje.
Una de las historias atañe a una joven pareja de recién
casados.
Antonio (Alessandro Tiberi) llega a Roma para conseguir un
importante trabajo en la gran ciudad y para presentar su encantadora nueva
esposa Milly (Alessandra Mastronardi) a su conservadora familia. Mientras él se
acomoda en la habitación del hotel, ella decide irse a la peluquería para
causar una buena impresión a sus suegros. Pero justo cuando la pareja se
separa, surgen una serie de desafortunados malentendidos… Al tiempo que Milly
recibe las atenciones de una legendaria estrella del cine, Luca Salta (Antonio
Albanese), Antonio se ve envuelto en una agobiante situación en la que tiene
que hacer pasar por su mujer a una atractiva y descarada desconocida (Penélope
Cruz) que, para más inri, es prostituta.
La otra historia comienza cuando John (Alec Baldwin), un
conocido arquitecto de vacaciones por Roma, se encuentra con Jack (Jesse
Eisenberg), un joven estudiante de arquitectura no muy distinto a él mismo.
Jack vive con su novia Sally (Greta Gerwig) en el mismo barrio que una vez
acogió a John. Todo es perfecto hasta que Monica (Ellen Page), la deslumbrante
y seductora amiga de su novia, se instala en su casa durante un tiempo
indeterminado. Dicha situación hará que John reviva uno de los episodios
románticos más dolorosos de su vida.
Mientras esto ocurre, Jerry (Woody Allen), director de ópera
retirado, se encuentra en Roma con su mujer Phyllis (Judy Davis) para conocer a
Michelangelo (Flavio Parenti), el prometido italiano de su hija Hayley (Alison
Pill). Jerry se queda maravillado al escuchar a Giancarlo (interpretado por el
famoso tenor Fabio Armiliato), el padre empresario de pompas fúnebres de
Michelangelo, cantando con una prodigiosa voz operística mientras se asea en la
ducha. Convencido de que semejante talento no puede ser desaprovechado, Jerry
se aferra a la idea de promocionar a Giancarlo y convertirlo en una gran
estrella.
Y por último, el protagonista de la cuarta historia es Leopoldo
Pisanello (Roberto Benigni) un tipo de clase media, normal y corriente, que de
la noche a la mañana y sin explicación aparente, se ve convertido uno de los
hombres más famosos de Italia. Los paparazzi le siguen a todas partes y los
periodistas le hacen preguntas sin parar. Aunque al principio no entiende nada,
pronto se acostumbra a los distintos encantos de la fama, pero no sin conocer
también el alto precio a pagar por ella.
Ocurre a menudo que las películas por episodios resultan ser,
en conjunto, demasiado irregulares, algo que podría considerarse una lacra
prácticamente insalvable de dicho formato (aplicable también a las películas de
historias cruzadas). Y “A Roma con amor” no es la excepción.
Es una comedia
irregular cuyos altibajos son provocados por una narración que alterna cuatro
historias de dispar interés. Difícilmente todas satisfagan de la misma
manera, por lo que el espectador se decantará por una/s u otra/s, siendo el
grado de satisfacción ante éstas lo que determine la valoración general de la
película a la hora de hacer balance.
Los ingeniosos y
ácidos diálogos marca de la casa siguen ahí, pero en menor cantidad y
probablemente menos inspirados que en otras ocasiones. Y es que a Allen se
le siente agotado (incluso a nivel interpretativo) en un trabajo que busca
cumplir con el trámite de la forma más cómoda posible.
Tan buen punto te
saca una sonrisa como un bostezo. Y a esto último no ayuda esa hora y tres
cuartos que el espectador siente como si fueran dos.
En lo personal, el
segmento de Pisanello (Benigni) me resulta delirante y fresco, pero desentona un poco con el resto. En ella se
cargan las tintas contra el periodismo (sobre todo la prensa rosa y
sensacionalista) y el famoseo de pega, algo de lo que aquí en España andamos
sobrados y saturados.
La lógica a ésta historia no hay que buscársela porque no la
tiene, así como no había explicación razonable a los viajes en el tiempo del
protagonista de “Midnight in París”. Ocurre, sin más.
Algo parecido sucede con la historia amorosa que
protagonizan Jesse Eisenberg y Ellen Page. De algún modo, Baldwin ejerce de “voz de la conciencia y de
la experiencia” del joven arquitecto, ya que se siente identificado con él. El
personaje de Baldwin está presente en los encuentros entre la pareja pero sin
estar ahí con ellos realmente. Algo así como una aparición que, no obstante,
puede interactuar con el resto de personajes. Dicho así no tiene mucho sentido,
y es que realmente no lo tiene, pero a Allen nunca se le exigen este tipo de
explicaciones y probablemente tampoco sean necesarias.
Ésta última sería, a mi gusto, la más aburrida y pesada de
las cuatro historias. Eisenberg y Page
hacen buena pareja, pero resultan muy cargantes. Allen busca, entre otras
cosas, la mofa del colectivo gafapasta y pedante, y la consigue a expensas de
sucumbir ante su propia crítica. Las intervenciones de Baldwin son las que
ayudan a digerir mejorar a ésta repelente pareja.
La parte del tenor,
aunque absurda, tiene cierta gracia, pero tampoco da para mucho. Allen y los diálogos que se ha reservado
para sí mismo son lo mejor de la misma. Además, siempre es agradable
tenerlo delante de la cámara, algo que no ocurría desde “Scoop”. Su personaje
es un hombre incapaz de disfrutar de su jubilación; un hombre atado a una
profesión de la que no puede separarse y a la que vuelve a insuflar vida un
humilde empresario de pompas fúnebres.
A la trama que verdaderamente se lo podría haber sacado más
jugo es a aquella en la que una despampanante
Penélope Cruz pone en aprietos a un ingenuo muchacho que acaba de pasar por
vacaría. Y digo “podría” porque al verse obligada a formar parte de un conjunto
de historias, acaba sabiendo a poco. La premisa, si bien no es original, sí
podría haber dado lugar a una simpática comedia de enredo, pero como historia
segmentada se queda algo atrofiada, incompleta.
Y es que el invento
de Allen se entorpece a sí mismo. Historias que por separado podrían haber
funcionado de maravilla se entremezclan y segmentan junto a otras que, como
mucho, dan para un corto. Y en el fondo es lo que son todas: cortos embutidos
en un mismo saco.
Para algunos, la cita anual con Allen es ineludible e
imprescindible, aunque el resultado no siempre acompañe. A estas alturas, poco o nada queda por
exigirle a Allen. Se ha ganado su trocito de Olimpo, y de ahí ya nadie le
mueve. Y si quiere seguir con su viaje
por Europa a medio gas y repleto de tópicos, no seré yo quién se lo
reproche. Pero un servidor preferiría que el director más prolífico de Hollywood
(escribe y dirige -y por tanto estrena – sin falta una película al año desde
1982) se tomara un descanso mayor entre película y película.
En cualquier caso, “A
Roma con amor” se ubica en un término medio dentro del tríptico europeo que
conforman “Vicky Cristina Barcelona (la peor) y “Midnight in Paris” (la mejor).
Lo mejor: su simpatía.
Loe peor: su descompensada calidad.
Valoración personal: Regular-Correcta
3 comentarios:
se ve muy bien la pelicula.. ademas roma es una gran ciudad..
Me interesa cuando tengo la oportunidad ver distintas películas y por eso disfruto de ir al cine constantemente. Muchas veces que viajo trato de obtener datos de películas que no llegan al país y por eso suelo preguntar en los hoteles baratos en donde me alojo sobre la cercanía del cine
Que bueno que por fin hay una comedia romantica verdaderamente divertida como To Rome with Love a mi me gustó mucho porque son historias un tanto surrealistas y eso la hace graciosa
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