
Mucho tiempo ha tardado desde que la idea rondaba por su cabeza, pero por fin Tarantino puede decir que ha cumplido uno de sus mayores deseos profesionales: rodar su ansiada “Inglourious Basterds”, proyecto postergado en varias ocasiones a favor de otras películas, y que éste ha ido confeccionando a lo largo de estos últimos años.
El camino hasta aquí no ha sido fácil. Además de llevarle mucho tiempo escribir el guión, el director ha tenido que hacer algunos recortes, en vista de las críticas vertidas en el Festival de Cine de Cannes, que le acusaban de tener mucho diálogo y poca acción. Irónicamente, Tarantino se ha caracterizado más por lo primero que por lo segundo, así que habría que ver cómo eran esos diálogos para que el resultado final gustara tan poco a algunos críticos. Y es que si eran tan insulsos e interminables como los de su fallida “
Death Proof”, que sólo con hora y media de duración ya se hacía algo difícil de digerir, no imagino el suplicio que sería tener que soportar los más de 150 minutos que estaban sus “bastardos” en escena. Aunque supongo que para los más curiosos, habrá ediciones especiales, director’s cut y demás extras para DVD con los que poder hacer comparaciones y sacar sus propias conclusiones.
La historia nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada por los nazis. Allí conoceremos y nos centraremos en un par de personajes en concreto. Uno de ellos es el de Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent), una joven que presenció la ejecución de su familia a manos del coronel nazi Hans Landa (Christoph Waltz), y que ahora vive en París bajo una nueva identidad (la de dueña y directora de un cine). El otro personaje, y no menos importante, es el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), conocido por sus enemigos como “Aldo El Apache”, y responsable, junto a su grupo de soldados judíos (conocidos todos como “Basterds”), de masacrar sin piedad al enemigo nazi.
Cada uno por su cuenta, jugará un papel decisivo en la guerra contra el Führer. Shosanna planeará minuciosamente su venganza hacia el coronel Landa y sus compatriotas, mientras que Aldo Raine y sus sanguinarios bastardos, con la ayuda Bridget Von Hammersmark (Diane Kruger), una agente secreto alemana que trabaja para los aliados, intentarán llevar a cabo una arriesgada misión con la que acabar con los Altos Mandos del Tercer Reich. El destino de todos se decidirá en un cine de París…
“Malditos Bastardos” supone
la primera incursión de Tarantino en el cine bélico, y como es habitual en él, sea el género que sea,
lo hace a su manera (para bien o para mal)Ante todo, avisar a los más despistados –aunque quizás no haga falta- que la historia que se nos relata aquí es totalmente ficticia. Puede que se tomen algunas referencias históricas reales, pero la trama, su desarrollo, y obviamente su final (sobre todo su final), es
pura inventiva “made in Tarantino” para llevar el género bélico a su propio terreno sin olvidarse de las influencias que han ido caracterizando su cine (amado u odiado, pero de marcado sello personal). Por ello, la cinta es
una mezcla entre el western de Leone (esos duelos verbales y esa deliciosa música de Morricone le “delatan”)
y el bélico de la magnífica “Doce del patíbulo”, a la que por supuesto, se rinde homenaje junto a “
Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato), explotation bélica italiana de la que se toma prestado el título con el que se conoció en tierras americanas,
Inglorious Basterds.
La película se divide en capítulos, lo que hace más fácil discernir entre las partes más y menos conseguidas de su obra. Y es que “Malditos Bastardos” no es una película brillante (no en mi opinión), pero contiene momentos que sí lo son.
El capítulo que abre el film, sin ir más lejos, me parece
soberbio y de lo mejorcito que ha rodado Tarantino en toda su carrera. La tensión se podría cortar con un cuchillo; el suspense rezuma en cada fotograma, consiguiendo que el espectador esté clavado en la butaca durante la extensa conversación que mantienen el coronel Hans Landa y un –acongojado- granjero francés.
Luego ya damos paso a la presentación de
los Bastardos que, dicho de paso,
no tienen ni el protagonismo ni el impacto que un servidor esperaba o deseaba. Es cierto que
el grupito tiene potencial, pero creo que Tarantino no lo explota debidamente, o al menos no lo suficiente como para que su participación haga honor al título. Aldo Raine (Pitt) sería el que más destaca de todos, pero el resto, salvo unos pocos minutos de gloria, duran poco en escena o ven
su participación menguada o, mejor dicho,
eclipsada, por la potente labor de Christoph Waltz como el coronel Landa o la estupenda Mélanie Laurent como la sufrida Shossana. De hecho,
la escena que ambos comparten en el café emerge también como una de las mejores de la cinta, junto a la de la taberna, en la que vemos por primera vez a Diane Kruger, quién demuestra también mayor solvencia que sus compañeros de reparto masculinos.
Quizás no sea adecuado decir que tenemos aquí al Tarantino menos Tarantino de todos, porque su firma es más que evidente, pero sí es cierto que hay muestras de una
mayor madurez creativa (y de menor egolatría),
sobre todo en lo que se refiere a diálogos y a planificación de escenas.
El director se ha ganado a muchos fans por sus largos y chisposos diálogos en varias de sus películas. Esos que se quedan grabados en la memoria pero que no suelen aportar mucho a la trama, o que a menudo, aparecen metidos con calzador por pura autocomplacencia del autor. Por suerte o por desgracia, según se mire,
aquí los diálogos están en consonancia con la historia. Incluso las referencias cinéfilas, en este caso, centradas en el cine alemán, tienen su justificación dentro de la trama. Y es que parece que
por fin Tarantino se deja de palabrería decorativa para ofrecernos diálogos con enjundia y determinantes no sólo para el desarrollo de las escenas sino vitales para comprender aún mejor la psique de sus personajes.
Hasta su fetichismo por los pies femeninos aquí aparece sutilmente integrado en el argumento, dentro de una ingeniosa metáfora de cuento de hadas (cuando lo veáis, entenderéis a qué me refiero). Tarantino ya no se limita, como en Death Proof, a primeros planos de pies porque sí, ni a llenar las escenas con conversaciones banales que no van a ningún lado y que pueden hacerse altamente insoportables. Para mí, ese relleno es paja, pero puede que algunos de sus fans sí echen de menos esas peculiaridades.
Lo que no termina de controlar del todo es el ritmo narrativo, y aunque curiosamente en ningún momento llegué a aburrirme (aunque sí a impacientarme), no se puede obviar que
algunas escenas se alargan innecesariamente, y eso es lo que termina abultando el metraje de forma excesiva. Además de que ciertas excentricidades del autor siguen patentes, y el hecho de no poder o no querer despegarse de ellas, hace que a mi juicio su trabajo no sea redondo del todo.
Por poner un ejemplo, hay explicaciones, como la de las cintas de nitrato, que es un añadido gratuito del director. Sobra porque ya queda entendido o intuido en los diálogos de los personajes, y por tanto, no necesita de ninguna aclaración extra. Pero a Tarantino le parece muy “cool” introducir esa nota instructiva.
Otro
uso inadecuado, o en todo caso,
prescindible, sería el
de los flashbacks; y es que a veces es mejor dejar ciertas cosas a la imaginación del espectador y no darlas mascadas. En ese sentido, Tarantino introduce un sangriento flashback para explicarnos los antecedentes de uno de los “bastardos”. Y aunque sea divertido presenciarlo, no hubiese estado demás ahorrárselo para hacer más misterio al personaje, algo que sí consigue con Landa o con "Oso Judío", el bastardo encarnado por su amigo Eli Roth, a quién por cierto, es preferible verle delante de la cámara que detrás de ella.
Quizás parezca que crítico o me molestan precisamente algunas de las características que hacen a Tarantino un autor diferente a los demás, único e imitado. Puede que así sea. Admito que no es santo de mi devoción, pero tampoco soy uno de sus detractores, y hay cualidades que admiro en él y otras que directamente no soporto. Sospecho que, pese a resaltar ciertos defectos, he salido satisfecho de la proyección precisamente por encontrar un equilibrio entre sendas partes. S
e sigue llevando por sus ganas de romper esquemas, por su gamberrismo, sus frikadas y sus excesos (elementos que gustan o no dependiendo de cómo y cuando los utilice),
pero también, como ya he comentado antes,
hay una madurez profesional que va más allá de contentarse a sí mismo y a sus fans más acérrimos (quienes, por otro lado, no tendrán problemas en hallar en este film otra de sus obras maestras)
La violencia, el tono irreverente y el humor (genial el momento “a la italiana”),
siguen haciendo acto de presencia, y lo hacen de forma acertada.
Pero como ya digo,
de prescindir de ciertas excentricidades, el resultado hubiera sido mucho más compacto.
En cuanto al
reparto, todos cumplen con su rol, pero es inevitable
resaltar de nuevo al villano de la función, papel que le hubiera ido como anillo al dedo a Tim Roth, pero que
Waltz hace suyo como el que más.
Pitt, por su parte,
saca su vena más cómica y freak, y compone un Aldo Rayne simpático y campechano. Pero junto a Waltz, son a mi gusto
las féminas las que se llevan la palma.
Excelente Laurent y sorprendente Kruger.El problema es que son tantos personajes y actores, que algunos saben a poco y otros directamente se quedan algo desaprovechados, como el alemán Christian Berkel (un tipo siempre competente) o incluso Mike Myers (aunque aquí lo agradezco, porque no es un cómico muy de mi gusto)
A
destacar también a August Dieh
l (el “King Kong” de la taberna)
y al catalán/alemán
Daniel Brühl en uno de los papeles claves de la función.
Martin Wuttke como Adolf Hitler está histriónico perdido, aunque imagino que es lo que se le pedía (yo me quedo con el soberbio Bruno Ganz de la imprescindible “
El hundimiento”)
Por último, y
lo que nunca falla en una película de Taratino, es la música. Si bien por problemas de agenda el gran Morricone no pudo componer el score de la película, el director no ha dudado ni un solo momento en rescatar varias de sus piezas musicales para componer la banda sonora, además de incluir un tema de otro de los grandes, Dimitri Tiomkin; el inolvidable “The Green Leaves of Summer” de
El Álamo (uno de los clásicos de John Wayne) y que aquí acompaña los sencillos títulos de crédito. Lo que ya no me cuadra tanto es el tema de
David Bowie, y es que por mucho que me guste el cantante y por muy Tarantino que seas, como que desentona un poco calzárselo a una película de la Segunda Guerra Mundial (lo dicho, las “excentricidades” del autor)
En definitiva,
“Malditos Bastardos” es una notable cinta bélica que probablemente peque de excesivo metraje. Es la enésima
gamberrada de este "enfant terrible" de Hollywood, pero esta vez
mucho más intensa y calibrada…
con secuencias que son cine en estado puro. Así que de seguro gustará a sus fans.
Un servidor, amante confeso del género y muy especialmente de aquel que se desarrolla en la II G.M., temía que de nuevo el ego y la pretenciosidad dieran al traste con una buena idea, pero por suerte no ha sido así. Eso no quita que me sobren algunas de sus manías. Pero claro, de no tenerlas, ya no sería Tarantino, y de directores “para todos los públicos” ya andamos más que sobrados.
P.D.: Cada uno es libre de ver las películas como le dé la real gana, pero considero que aquí, que se habla inglés, francés y alemán, y se chapurrea algo de italiano, sería todo un sacrilegio verla doblada. Ya no por la diversidad en sí sino por la relevancia que tienen los cambios de idioma dentro de la trama. Pero insisto, allá cada cual con sus preferencias.
Lo mejor: El capítulo que abre la película; Christopher Waltz y Mélanie Laurent.
Lo peor: algunas escenas alargadas sin necesidad y, por consiguiente, el excesivo metraje.
Valoración personal: Buena