sábado, febrero 12, 2011

"Valor de ley" (2010) - Joel & Ethan Coen

critica Valor de ley 2010 Joel & Ethan Coen
En 1969, John Wayne protagonizó “True Grit” (aka Valor de ley), un simpático western dirigido por el casi siempre eficiente Henry Hathaway, con quién el actor ya había trabajo en varias ocasiones (a destacar su colaboración en “Los cuatro hijos de Katie Elder”). La película era una adaptación de la novela homónima de Charles Portis, escrita tan sólo un año antes. Por su interpretación del duro y borrachuzo Rooster Cogburn, Wayne se llevó el primer y único Oscar de su carrera (además de un Globo de Oro), lo que muchos consideraron más como un premio a toda su carrera. Cuando El Duque subió a recoger la estatuilla dorada, afirmó que si lo hubiera sabido, se habría puesto el parche treinta años antes. Y es que a esas alturas, Wayne había rodado ya prácticamente las mejores películas de su carrera (a falta de cerrar la trilogía del oeste de Hawks con “Río Lobo” y protagonizar esa especie de autohomenaje que fue “El último pistolero”, su último film), y poco le quedaba ya para retirarse sin apenas haber recibido mayor reconocimiento a su labor que una anterior nominación por una poco conocida película bélica titulada “Arenas sangrientas”.

El éxito de “Valor de ley” propició una secuela igualmente estimable, “El rifle y la Biblia” (Rooster Cogburn, 1975), en la que esta vez era una madurita Katharine Hepburn la que acompañaba a Wayne, formando así una pareja de lo más entrañable (siendo, además, la única vez que ambos coincidieron en pantalla). Pese a repetir la fórmula de su predecesora, su éxito en taquilla fue más bien moderado, y aunque llegó a planearse una tercera parte, ésta finalmente nunca llegó a rodarse.

Ahora, más de cuatro décadas más tarde, nos llega un remake de aquella primera película a cargo de los hermanos Coen, quiénes llevaban tiempo queriendo rodar un western (lo más cercano que han hecho a “una del oeste” ha sido “No es país para viejos”)

Mattie Ross (Hailee Steinfeld), una chica de 14 años de edad, emprende una búsqueda para vengar la muerte de su padre a manos de un vagabundo llamado Tom Chaney (Josh Brolin). Para ello, contrata al alguacil Reuben J. Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un oficial de policía tuerto, alcohólico y con sobrepeso. No sin ciertas reservas, Cogburn acepta el encargo de atrapar a Chaney en compañía, pese a su negativa, de la joven muchacha. A estos se les une el agente de los Rangers de Texas La Boeuf (Matt Damon), que también anda detrás del fugitivo.

Siendo un apasionado de los westerns, y habiendo visto tantos y tantos a lo largo de los años, quizás se me ocurran unos cuantos que pudieran ser perfectamente objeto de remake. Pero cuando esto le ocurre a aquellos que, en mi opinión, ya están bien tal como están, la primera palabra que me viene a la cabeza es “innecesario”. Sin embargo, con “El tren de las 3:10”, (actualización del homónimo de Delmer Davis), me llevé una grata sorpresa, y teniendo en cuenta que detrás de esta nueva versión de “Valor de ley” estaban los Coen, traer de vuelta a Rooster Cogburn no me pareció tan mala idea.

Los directores se justificaron argumentado que pretendían ser más fieles a la novela, de modo que esta vez el film no fuese un vehículo a mayor gloria de su estrella principal sino que el protagonismo recayese en el personaje de Mattie. Y para conseguir esto, los Coen han introducido una serie cambios, en algunos casos, sustanciales.

Para empezar, el prólogo y el desenlace le pertenecen a Mattie. Con ella se inicia la historia y con ella termina. Y pudiera ser que estas partes fueran claramente las más diferenciadoras respecto a la original, ya que el resto viene a ser, prácticamente, la misma película. Incluso buena parte de los diálogos son similares (o los mismos).



Esto me lleva a pensar que, quizás, la cinta de Hattaway no se distanciaba tanto del libro que adaptaba. O eso, o los Coen toman tantas referencias de la novela como de la película (entre ellas, el parche en el ojo de Rooster, que fue una aportación de ésta última y que aquí reaparece cambiado de lado, eso sí)

Mediante el habitual recurso de la voz en off, Mattie nos cuenta la historia de cómo su padre murió a manos del canalla de Chaney. Así pues, en cuestión de unos pocos minutos se sitúa al espectador en la historia. Este hecho es el que motiva el viaje de Mattie en busca de justicia para su padre.

La muchacha, increíblemente adulta, valiente y decidida para su edad, reclama a la policía que traiga a Chaney ante la ley para que se le juzgue. Sin embargo, éste ya está demasiado lejos del lugar del crimen y nadie parece dispuesto a darle caza, menos aún cuando en su huida se ha unido a una banda de forajidos. Es por ello que Mattie se ve obligada a contratar los servicios de un alguacil. Y no hay nadie mejor en la ciudad que Rooster Cogburn.

Cogburn es uno de los mejores en su trabajo, pero su eficacia a base de tiros es bastante criticada en los tribunales. Y es que nuestro tuerto oficial es de gatillo fácil; de disparar primero y preguntar luego. Aunque son muchos los bandidos que ha llevado ante la justicia, no son pocos tampoco los que han acabado en un ataúd antes de poder ser juzgados.

Y este es el tipo de hombre que busca Mattie. Un agente de la ley duro y sin contemplaciones. El único que sabe que podrá capturar a Chaney, ya sea vivo o muerto.

Pero un tercer e inesperado aliado se une a la caza. Ese es La Boeuf, un engreído y charlatán Ranger de Texas que lleva tiempo detrás de Chaney por el asesinato de un senador texano.
Pese a las continuas desavenencias, los tres unirán fuerzas para que Chaney rinda cuentas ante la ley.



“Valor de ley” es una road movie en la que el espectador contempla el viaje que inician tres personajes a la caza de un despreciable bandido. Tres personas muy distintas entre sí, pero a las que les une su sentido de la justicia. Puede que en la captura de Chaney cada uno tenga sus propios intereses (dinero, venganza o reputación), pero en el fondo, los tres perseguirán un mismo ideal: el de hacer lo que es correcto.

Para Rooster, Mattie y La Boeuf será, además, un viaje de aprendizaje. El primero antepondrá su sentido del deber al dinero; la segunda descubrirá que bajo una desaliñada y dura coraza de alguacil, late el corazón de un gran hombre; y el tercero comprenderá que la arrogancia sólo puede conducirle a una muerte segura.

Sin abandonar las pinceladas de humor que caracterizaban a la original, esta visión de los Coen es algo más cruda. Incluso con un cambio que podría considerarse trivial, como es el pasar de la alegre y viva primavera al frío y lóbrego invierno como estación en la que transcurre toda la acción, se advierte ya el tratamiento que los directores quieren darle a la historia. Y a ello se le una serie de modificaciones, como el distinto devenir de algunos personajes o un cierre mucho más melancólico, que contribuyen a hacer de “Valor de ley” un western más crepuscular y solemne. Un buen ejemplo de cómo, con un remake, se puede honrar a su predecesor y a la fuente madre a la vez, es decir, a la novela.



Los Coen han encontrado una historia a su medida y han construido un film en el que sus intérpretes juegan una gran baza.

La elección de la desconocida Hailee Steinfeld ha sido todo un acierto y un gran descubrimiento dada la naturalidad y convicción con las que la joven actriz lleva adelante su rol.

Estar a la altura de El Duque tampoco era fácil, pero si alguien podía encarnar de nuevo a al viejo e implacable alguacil, ese era Jeff Bridges, cuya previa interpretación en “Corazón rebelde” auguraba ya un genial Rooster Cogburn.

Matt Damon quizás lo ha tenido algo más fácil en el papel que antaño interpretó Glen Campbell, cuya verdadera vocación era la de cantante. Pero sin tener en cuenta eso, podemos decir igualmente que Damon ofrece una interpretación muy correcta y acorde con lo que se le pide, al igual que Josh Brolin y Barry Pepper en un plano más secundario.

Si acaso, el único pero, y perceptible sólo en la V.O.S, es que quizás el habla de Bridges y Brolin se siente algo forzado. Una enfatización demasiado pronunciada, a mi gusto (y que conste que esto es una apreciación muy subjetiva)

“Valor de ley” es otra muestra evidente de que aún se pueden seguir haciendo buenos westerns, aunque en este caso sea una nueva versión de uno ya existente.

Lo que en manos de Hattaway era una historia entrañable y simpaticona (aunque también crepuscular), en manos de los Coen es algo más dura y melancólica. Ni mejor ni peor, diferente.


Lo mejor: que el western siga siendo un género activo y con presencia en los Oscars.

Lo peor: que por ser una western -género tildado de anticuado- mucha gente se la pierda.


Valoración personal: Buena

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