jueves, marzo 11, 2010

"Green Zone: Distrito protegido" (2010) - Paul Greengrass

crítica Green Zone: Distrito protegido 2010 Paul Greengrass
Del mismo modo que Burton tiene a Depp, Scott a Russel Crowe o Scorsese a DiCaprio, se podría decir ya, con tres películas, que Greengrass tiene a Damon.

Actor y director trabajaron juntos por primera vez en la primera secuela de la saga Bourne, y aunque aquella unión vino dada tras la renuncia de Doug Liman de proseguir con la franquicia (en favor de la infumable Sr. y Sra. Smith), lo cierto que ambos hicieron buenas migas y eso propició que el británico se encargarse de firmar también la tercera entrega, poniendo así el broche de oro a una de las sagas de acción más sólidas de la pasada década. De hecho, cada secuela fue, en mi opinión, mejor que la anterior, algo que pocas veces ocurre en Hollywood.

Con tan buenos resultados de taquilla y de crítica, Universal Pictures quiso continuar con la franquicia pero Damon sentenció que sin Greengrass no volvería a encarnar a Jason Bourne. Otra muestra fehaciente del buen entendimiento entre éste y la persona que tan bien lo había dirigido en anteriores ocasiones.

Con el fin de no perder a la pareja de éxito, el estudio decidió financiar a Greengrass su siguiente película, Green Zone, con la que contaría de nuevo con su amigo Damon para el papel protagonista. El plan parecía funcionar hasta que supuestamente el presupuesto de la citada se disparó, y los jefazos tuvieron que intervenir para controlar gastos, algo que no gustó nada al director. Eso, unido al hecho que su contratación para “Bourne 4” se dio por hecha sin su consentimiento (y que el borrador del guión, se dice, no le gustaba), propició la desvinculación definitiva de Greengrass con otra entrega más del desmemoriado espía.

Por ahora se desconoce cuánto ha costado Green Zone (se rumorea que entre 100 y 150 millones de dólares), pero lo cierto es que ésta luce muy bien y demuestra, una vez más, que el tándem Greengrass-Damon funciona a la perfección. Ahora bien, si realmente ha costado eso, ya pueden ir todos cruzando los dedos para que el proyecto sea, cuanto menos, rentable, y es que este tipo de películas sobre Iraq no son precisamente las que arrasan en taquilla. Si no que se lo digan a Peter Berg con “La sombra del reino”, que cubrió gastos y poco más.

La historia del film transcurre durante la ocupación de Bagdad en 2003 por tropas estadounidenses. El subteniente Roy Miller (Matt Damon) y su equipo son los encargados de recorrer el desierto en busca de armas de destrucción masiva supuestamente escondidas en el lugar. Gracias a un confidente fiable, o eso asegura su gobierno, éstos registran escondite tras escondite, pero nunca encuentran las citadas armas ni una pista o evidencia que les conduzca a ellas. Decepción tras decepción, Miller empieza a desconfiar de la fuente que informa al agente Clark Poundstone (Greg Kinnear), del Departamento de Defensa, y decide tomar decisiones por su cuenta. El soldado confía en que estas decisiones le lleven hasta la verdad del asunto y, por consiguiente, hasta las armas de destrucción masiva.

El agente de la CIA Martin Brown (Brendan Gleeson) será uno de los puntos de apoyo de Miller en su particular cruzada.


El último trabajo de Greengrass se inspira en el libro ‘Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone’ de Rajiv Chandrasekaran, y nos ubica en la conocida como “Zona Verde” que da título a la película, y que no es otra cosa que una pequeña zona fortificada donde se encuentran las tropas americanas durante la ocupación irakí que empezó en 2003.

Pero antes de proseguir con la crítica conviene situarnos en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos para comprender con mayor fidelidad qué se nos está contando exactamente. Tampoco es que haga falta estar muy puesto en el tema para entender los hechos que aquí nos relatan, pero unos cuantos datos no nos harán ningún daño.


La invasión de las tropas estadounidenses en Iraq se produjo en el año 2003, con la intención, o mejor dicho, con la excusa de despojar al país de sus armas de destrucción masiva (ADM) (que el gobierno estadounidense aseguraba que éstos tenían) y derrocar así a Saddam Hussein, poniendo fin a su supuesto -aquí todo eran suposiciones- apoyo a grupos terroristas como Al Qaeda.

En la década de los 90, las Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad y bajo supervisión internacional, obligó a Iraq a destruir sus armas químicas y biológicas, aquellas que empleó en los ochenta durante la Guerra Irán-Irak.

Dos años después de los atentados del 11S, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, declaró que Saddam Hussein mantenía muy en activo y de forma clandestina su programa de creación de armas químicas, y que era imprescindible lanzar un ultimátum al gobierno iraquí para que éste procediese a su desarmamiento. Estados Unidos buscó el apoyo de diversos países, entre ellos, España, para formar una alianza que le permitiese invadir Iraq y derrocar al gobierno de Saddam Husein.

Se presionó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas alegando pruebas de la existencia de esas armas para que aprobara una resolución apoyando la invasión. Las Naciones Unidas iniciaron las pertinentes investigaciones en 2002 y se prolongaron hasta 2003. En ese momento, actuando fuera de la jurisdicción de los mandatos de las Naciones Unidas y sin haber presentado ninguna evidencia de armas de destrucción masiva reales (y si presentaron algo, fueron informes falseados), Estados Unidos se dispuso a invadir Irak con el fin de llevar a cabo el solicitado desarme. Esta actuación fue el desencadenante de la actual Guerra de Iraq.


En Green Zone nos encontramos en esos primeros días en que grupos de soldados estadounidenses, los conocidos como equipos MET, registran el país en busca de las peligrosas armas. Como ya he comentado en la sinopsis, Miller es el líder de uno de esos equipos, y cansado de no obtener resultados empieza a cuestionarse la fiabilidad de la fuente que utilizan, y así se lo hace saber a sus superiores. Sin embargo, el deber de un soldado no es pensar si no obedecer órdenes, por lo que sus quejas caen en saco roto. Sin embargo, mostrar ese descontento en público hace que un agente de la CIA se fije en él y juntos empiecen una investigación secreta en busca de la verdad. Obviamente, no se lo pondrán nada fácil. Su propio gobierno parece no estar muy interesado en que la verdad sobre el asunto se sepa.

La trama se centra básicamente en las averiguaciones que va haciendo Miller por su cuenta, y cómo éste, un solo hombre, un simple soldado, se convierte en un inesperado “héroe” de la noche a la mañana. Por si tener que hacer frente a la resistencia iraquí no fuera suficiente, destapar el tinglado montado por las altas esferas estadounidenses le pondrá también en contra de su propio bando. Un bando que está dividido en dos: uno y al que ahora pertenece Miller, es el que busca la verdad sobre las armas de destrucción masiva; y el otro, el que bajo la excusa del desarme pretende hacerse con el control del país.

Otro punto que se toca en la cinta, aunque de una forma mucho más tangencial, es el caos que se desata en los inicios de la ocupación, no sólo debido a los continuos atentados sino también a los disturbios ocasionados por la propia inestabilidad de la situación, produciéndose serios problemas en el suministro de servicios básicos de agua, gas y electricidad (esto queda ejemplificado en la escena en que Miller y sus hombres quedan atascados en el camino y deben abrirse paso entre multitudes enfurecidas por la falta de agua)

Uno de los puntos fuertes de la cinta es la intensa dirección de Greengrass. Aunque no soy muy partidario de la filmación cámara en mano, debo reconocer que este director es uno de los pocos que verdaderamente sabe sacarle partido a ésta técnica.

Si bien es cierto que en algunos momentos puede llegar marear un poco (o bastante), como ocurre aquí en la persecución a pie del tramo final, al menos Greengrass lo hace de forma enérgica e intentado que el efecto de realismo no sea un estorbo para que nuestros ojos capten todo lo que ocurre en pantalla. Y la verdad es que este estilo le sienta de perlas a la película, sobre todo en las secuencias de acción. Los tiroteos tienen mucho movimiento, pero siempre sabes -o yo lo supe- quién es quién y donde están, que es lo importante.

A una potente dirección se le une un ritmo frenético que hace que las dos horas de metraje se pasen –y disfruten- en un periquete. Director y guionista son bastantes directos a la hora de afrontar y desarrollar la trama, pues ésta es bastante fácil de seguir. No existe, como en otras películas, un exceso de información -muchos nombres y demás- que lleguen a saturar o incluso despistar al espectador. La historia se desenvuelve de forma muy dinámica y fácilmente comprensible incluso para aquellos que no dominen mucho el tema. Además, no se descubre en ella nada que no supiésemos ya (unas armas que jamás existieron y una injustificable invasión que fue el origen de una guerra que se ha cobrado ya miles de víctimas)

Como bien apuntaba el propio director, esta no es tanto una película sobre la guerra de Iraq sino un mero thriller que transcurre en Iraq. Hay implícita en ella un debate moral, pero tampoco está hecha para aleccionar a nadie. El espectador debe sacar sus propias conclusiones, pero más allá de eso, disfrutar de la intensidad de un thriller de acción rodado e interpretado con brío y solidez.

Damon -sería un Capitán América perfecto, ¿verdad?- está muy correcto en su papel, el cuál nada tiene que ver con su Bourne. Son personajes y contextos muy distintos (aunque la motivación principal en ambos casos sea la búsqueda de la verdad). La sobriedad del actor -que muchos confunden con sosería- es idónea para el papel, mientras que Kinnear está en su salsa interpretando a uno de esos personajes que tan despreciables nos resultan siempre. Brendan Gleeson hace lo propio como agente de la CIA, mientras que Jason Isaacs (actor poco aprovechado en Hollywood) y Amy Ryan, ambos con una presencia en pantalla algo más discreta, cumplen también con sus respectivos papeles.

“Green Zone: Distrito protegido” es, por tanto, un notable thriller de acción de nueva generación (por su estilo visual, más que nada) Inteligente y directo. Alardes, los justos (efectos especiales y pirotecnia al servicio del guión). Puede que no alcance un estatus de film memorable, pero sí es bastante disfrutable si te gusta este tipo de cine.

Que su fin sea la pura evasión no implica que deba ser un producto hueco o superficial, como aquí se demuestra. Y tampoco debe confundirse la sencilla estructuración de su trama con la simplicidad.


Lo mejor: el ritmo trepidante y la fácil comprensión de la trama.

Lo peor: que algunas escenas lleguen a marear un poco.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 04, 2010

“Corazón rebelde (Crazy Heart)” (2009) - Scott Cooper

Corazón rebelde Crazy Heart 2009 crítica Scott Cooper Jeff Bridges
Con el paso de los años, y después de interpretar a todo tipo de personajes, Jeff Bridges se ha convertido en uno de los actores más solventes y que más respeto de Hollywood. Para algunos siempre será “El Nota” de El Gran Lebowski; para otros el extraterrestre Starman de Carpenter o el programador Kevin Flynn de “Tron”; y puede que las nuevas generaciones lo identifiquen más con Obadiah Stane (aunque al personaje no le concedieran los minutos que merecía). Entre unas y otras, Bridges no ha parado de trabajar.

Sin contar series de televisión y telefilmes, empezó a ser conocido en los 70, pero a mediados de esa década su prometedora carrera sufrió un traspié debido al fracaso del remakeado King Kong. En los ochenta volvió a la palestra, y desde entonces ha ido encadenando éxitos y fracasos y también unas cuantas nominaciones a los Globos de Oro y a los Oscars.

Después de algunas comedietas alimenticias, esporádicas participaciones como secundario, algún que otro drama y un blockbuster millonario, tocaba que Bridges afrontará uno de esos papeles que huelen a Oscar desde una hora lejos. ¿Qué mejor que un perdedor, alcohólico y cantante en horas bajas para hacerse con la preciada estatuilla, esa que tantas veces se le ha resistido? Por el momento ya se ha llevado el Globo de Oro a Mejor Actor de Drama, por lo que todas las quinielas apuntan a que repetirá jugada este 7 de Marzo. Claro que eso mismo pensábamos de Mickey Rourke y su luchador, y ya sabemos todos lo que ocurrió…


En “Crazy Heart”, rebautizada en España como “Corazón Rebelde”, Bridges se mete en la piel de Bad Blake, un cantante de música country venido a menos.

Su época dorada ya ha pasado, y desde entonces Bad se dedica a tocar para su fiel público en pequeños locales e incluso boleras por cuatro duros mientras comprueba resignado como su aprendiz (Collin Farrel) se forra a costa de sus enseñanzas. Por si esto fuera poco, acumula demasiados matrimonios fallidos en su vida y demasiado alcohol en su sangre.


Apartado de la vida social y viajando de garito en garito con su vieja furgoneta, Bad encuentra un brillo de esperanza cuando aparece Jean (Maggie Gyllenhall), una periodista de un periódico local que descubrirá al verdadero hombre que se esconde tras esa dura apariencia de vieja gloria del country.


La película se basa en una novela de 1987 escrita por Thomas Cobb, y según declaraciones del propio autor, se inspiró en el cantante Hank Thompson (es de suponer que para la vertiente musical) y en el escritor Donald Barthelme para componer a su Bad Blake. Si bien se podría decir que Bad tiene un poco de muchos otros artistas.

Bridges, por su parte, se inspiró en Kris Kristofferson, entre otros, para encarnar a Bad de la forma más humana y auténtica posible. Tenemos ante nosotros a una estrella del country en las últimas, uno de esas viejas glorias que no saben que han tocado fondo hasta que se han dado de bruces contra el suelo. Un tipo que ha vivido al límite durante toda su vida, y que aún hoy día mantiene todos sus vicios intactos aunque éstos puedan costarle la vida.

Imagino que algunos estaréis pensando que todo esto os suena a ya visto. Y lo cierto es que no os falta razón. El personaje perdedor, adicto al alcohol, fumador y mujeriego empedernido es un clásico, un tópico que ya hemos visto en infinidad de ocasiones. Sin embargo, Crazy Heart tiene algo que la hace especial. Quizás sea esa apariencia patética a la vez que compasiva y entrañable que transmite Bad, o esas sonrisas que nos arranca de vez en cuando, por muy cruda y triste que nos resulte su vida. O quizás sean esas exquisitas y melancólicas canciones, cargadas de sentimientos, de lágrimas y de alegrías, de rebeldía y de resignación.

Bad Blake es, en sí mismo, un gran personaje. O mejor dicho, es todo un personaje. Un hombre curtido en la carretera, en grandes escenarios y en pequeños garitos. Ha pasado más tiempo en su vieja furgoneta y en moteles que en su casa. Se ha casado cuatro veces, pero nunca ha sido un hombre familiar. Ha bebido más alcohol del que su hígado podría asimilar y fumado más cigarrillos de los que sus pulmones podrían soportar. Pero ha llegado el momento de afrontar sus demonios, esos que le persiguen desde que el éxito le dio la espalda.



“Corazón Rebelde” es un crudo viaje hacia la redención.

Suena a típico también que sea el amor por una mujer mucho más joven que el protagonista la que le abra los ojos y le reconduzca hacia a la salvación. Aunque es de agradecer que el discurrir de ciertos acontecimientos no sea tan rematadamente previsible como cabría esperar.

Para empezar, la figura del aprendiz de Bad, Tommy Sweet (Farrel), podría haberse enfocado desde un punto mucho más engreído y egoísta. Sin embargo, éste guarda respeto y agradecimiento hacia su mentor, y eso nos regala unos cuantos buenos momentos (la conversación en el aparcamiento, en el restaurante y también la actuación musical)

Jean es algo más típica. Separada y con un hijo, es una mujer que no ha tenido demasiada suerte en el amor. Ha criado a su pequeño ella sola y no necesita un hombre a su lado. Pese a ello, no puede huir de sus sentimientos, y encontrará en Bad a otro de esos amores imposibles a los que no puede resistirse. No obstante, la película nos reserva un desenlace un tanto menos típico de lo habitual, lo cual es de agradecer.

Y luego tenemos al eterno amigo y punto de apoyo del protagonista. Un barman que ha visto a Bad subirse al carro de la gloria con la misma facilidad con la que lo vio caer.

Todos los personajes son importantes, aunque sea nuestro viejo cantante de country el verdadero centro de atención de esta historia.

Pero la película necesita algo más para honrar a la gran tradición de música country americana, y por ello cuenta con un apartado musical que es una verdadera delicia para los oídos, especialmente para aquellos que amamos la buena música y sabemos de sobra que el buen country no es Coyote Dax ni el papaíto de Miley Cyrus (precisamente este último forma parte de esos “nuevos” artistas que tanto crítica la cinta)

T-Bone Burnett, un legendario letrista, músico y productor que ya había trabajado en cine componiendo las –recomendables- bandas sonoras de O Brother y En la cuerda floja (el biopic del gran Johnny Cash), ha escrito y compuesto las canciones junto a su amigo Stephen Bruton, un alabado guitarrista, cantautor y productor discográfico cuya inspiración ha sido puesta al servicio de artistas como Willie Nelson, Bonnie Raitt, Kris Kristofferson o Johnny Cash. Desgraciadamente, Bruton falleció de cáncer antes de poder ver terminada la película.

El resultado, no obstante, son canciones como “Hold On You”, tema que nos acompaña a lo largo de la película; “The Weary Kind” la canción que Bad compone resurgiendo de sus propias cenizas, cual ave fénix; o "Fallin’ & Flyin", ese éxito que le reporta un buen dinero y cuya melodía interpreta Tommy Sweet.

Aparte de las exquisitas y acogedoras melodías (nada de artificios modernos, ni sintetizadores ni demás parafernalia digital), gracias al subtitulado de la v.o.s. apreciamos, palabra por palabra, la calidad de las letras. Canciones que hablan de la vida con honestidad y autenticidad, con aflicción, pero también con anhelo.

La dirección del debutante Scott Cooper es muy sencilla y directa, sin demasiadas florituras y conjugando sabiamente el humor con el drama. El guión, también escrito por el propio Cooper, es honesto, en el sentido de que no sea recrea en exceso en las escenas dramáticas, y por tanto, no cae en el sentimentalismo barato de otras producciones de este tipo.


Pero sin duda alguna, la gran baza del film está en un memorable Jeff Bridges, que consigue hacernos olvidar al actor y ver tan sólo al personaje, al simpático e inolvidable Bad Blake.

Por otro lado, su experiencia como músico, una faceta poco conocida del actor (ha grabado incluso un álbum), le ha servido de mucho para recrear con credibilidad los momentos musicales. Lo cierto es que se desenvuelve perfectamente encima de un escenario, tiene presencia y encima esa cálida voz que nos ofrece le sienta como un guante al viejo Blake (no como Kevin Costner, que en sus intentos como cantante parece un Bruce Springsteen de tercera fila)

Tampoco lo hace nada mal Colin Farrell, que también ha tanteado un poco con la música, y sabe aguantar el tipo en un par de ocasiones. Su actuación es bastante correcta, y da gusto verle en proyectos más independientes. Está claro que su estatus de estrella hollywoodiense y su condición de “chico malo” es, para bien o para mal (yo opino lo primero), cosa del pasado.

Maggie Gyllenhall se desenvuelve también con bastante soltura en su papel, al igual que el veterano Robert Duvall, cuyo rol interpreta sin apenas esfuerzo. A modo de curiosidad, comentar que Duvall se llevó un Oscar en el 82 por interpretar a un cantante de country similar a Blake -alcohólico y arruinado- en “Gracias y favores”.

Con todo, y pese a sus inevitables tópicos (que tampoco molestan en exceso), “Corazón Rebelde” es un muy recomendable drama musical. Una película tierna, triste y divertida a partes iguales. Una historia sobre el amor, la vida, la familia, el alcoholismo, la música y sobre todo las segundas oportunidades. Vale la pena verla aunque el country no sea de tu gusto.


Lo mejor: Jeff Bridges; la música.

Lo peor: los inevitables tópicos de este tipo de historias


Valoración personal: Buena

sábado, febrero 27, 2010

“Al límite (Edge of Darkness)” (2010) – Martin Campbell

critica Al límite (Edge of Darkness) 2010 Martin Campbell
Hacía muchos años que no veíamos a Mel Gibson en una película. Su última aparición data de 2003, con un pequeño papel en la simpática “El detective Cantante”. Desde entonces, ha preferido explotar su faceta como director en películas -no exentas de polémica- como “La Pasión de Cristo” o “Apocalypto”, ésta última una de las mejores películas de la pasada década, a gusto de un servidor.

Y aunque en la silla de director ha terminado consolidándose como un cineasta de gran talento, lo cierto es que ya se le echaba de menos delante de la cámara.

Para tal ocasión, Gibson no se ha complicado demasiado la vida y ha buscado un proyecto a su medida. Un thriller sobre un padre en busca de venganza por la muerte de su hija.

Edge of Darkness, que en un alarde originalidad se ha traducido aquí como “Al límite” (¿cuántas traducciones tendrán ya esas dos palabras en su título?), se centra en Thomas Craven (Mel Gibson), un veterano investigador del departamento de policía de Boston cuya hija de 24 años (Bojana Novakovic) ha sido asesinada ante sus propios ojos. Tras esta trágica pérdida, Craven decide implicarse en la investigación y descubrir a los asesinos de su hija. Pero pronto se dará cuenta que detrás de tan brutal homicidio se esconde algo muy grande.
Craven buscará destapar todo el tinglado en el que se vio involucrada su hija, y de paso saciar su sed de venganza.

La película que nos ocupa se basa en un miniserie británica de 1985 de mismo título dirigida por el propio Martin Campbell, y el guión lo escribe esta vez William Monahan, responsable de títulos como la oscarizada Infiltrados, Red de mentiras o El reino de los cielos.

Lo que en un principio puede parecer la típica historia de venganza, desemboca en el no menos típico thriller de conspiraciones gubernamentales y corrupción política.

Poco a poco, el personaje de Craven va descubriendo el lío en el que estaba metida su hija, y se da cuenta que tiene entre manos un asunto que va más allá de la simple venganza. Fuera de su jurisdicción, y empleando sus métodos poco ortodoxos, Craven va avanzando en la investigación y destapando a los involucrados en el meollo. No tardará mucho en darse cuenta que estará sólo ante el peligro, enfrentándose no sólo a un grupo de matones sino también al propio sistema.

Lo cierto es que teniendo semejante argumento entre manos, resulta altamente decepcionante que la intriga se desarrolle de forma tan arrítmica. Y es que si bien la película empieza con bastante buen pie -aunque incrustando unos flashbacks de la peor forma posible-, lo cierto es que a medida que va avanzando se va perdiendo el interés en la trama. Salvo algún par de detalles dignos de mención, y que desgraciadamente sólo responden a las escenas de acción, el resto resulta bastante anodino e incluso aburrido. La intriga se desarrolla con muy poco brío, y el personaje de Gibson deambula con cara de malas pulgas y resolviendo las adversidades a punta de pistola.


No hay garra ni emoción, y los momentos dramáticos son tan de manual (de nuevo esos flashbacks, a los que se les une una voz en off –la de la hija- la mar de ridícula) que no causan ningún tipo de empatía. Tan sólo el buen hacer de Gibson y el ambiguo personaje que interpreta un más que correcto Ray Winstone salvan la película de convertirse en una pérdida de tiempo.

Campbell y Monahan pierden el tiempo en un montón de diálogos pretendidamente elocuentes que lo único que hacen es entorpecer el ritmo de la película, alargar el avance de la investigación y adormecer a un humilde espectador. La parte dedicada al suspense resulta tan insatisfactoria, que lo único que me queda como espectador es intentar disfrutar de los pocos momentos en los que Gibson saca su mala leche y su pistola y dispara contra todo el que se le pone por delante. Ni siquiera Danny Huston tiene tiempo para componer un villano que dé la talla ante una conspiración tan insípida como la que aquí nos presentan.

Campbell, que ya ha demostrado su solvencia como artesano en Goldeneye y Casino Royale (las dos mejores resurrecciones del agente 007), o en el cine de aventuras con “La máscara del zorro” (olvidémonos de su espantosa secuela….), se muestra aquí incapaz de llevar a buen puerto una historia de intriga en la que los enemigos nunca llegan a resultar realmente amenazadores ni la conspiración demasiado intrigante.

Por tanto “Al límite (Edge of Darkness)” se queda en un thriller bastante flojito e irremediablemente olvidable. Una mezcla descompensada entre el cine de conspiraciones y el de justicieros, y que se salva muy por los pelos gracias al empaque de su actor protagonista y a un tramo final tan convencional y efectista como efectivo.



Lo mejor: volver a ver a Mel Gibson en pantalla grande, aunque ya no esté para ir soltando muchos mamporros ni para ir pegando tiros a diestro y siniestro.


Lo peor: que este regreso deje sabor agridulce.


Valoración personal: Regular

jueves, febrero 18, 2010

"Percy Jackson y el ladrón del rayo" (2010) – Chris Columbus

Percy Jackson y el ladrón del rayo critica 2010 Chris Columbus
Creo haber perdido la cuenta de la cantidad de novelas juveniles de corte fantástico que Hollywood ha adaptado con la intención de convertirlas en exitosas franquicias. Y aunque aún quedan unas cuantas por llegar, lo cierto es que todavía ninguna ha podido destronar a Harry Potter. El mago de las gafitas sigue siendo el rey de la taquilla en estos menesteres, y parece que nadie puede hacerle sombra.

“Eragon”, “Los seis signos de la luz”, “La brújula dorada”, “City Of Ember” o la más reciente “Corazón de tinta (Inkheart)” son algunas de las que apuntaban a franquicia y se quedaron a las puertas. Tan sólo “Las Crónicas de Narnia”, más cercano a ser el relevo de “El señor de los Anillos” que de “Harry Potter” (por temática, más que por otra cosa), es la única que pasó a tener secuela, y en camino está una tercera parte. Aunque eso sí, de no haber costado 225 millones de dólares (una barbaridad), la segunda entrega hubiese sido más rentable y la Walt Disney Pictures no se hubiera visto obligada a vender los derechos (los cuáles pasaron a manos de la 20th Century Fox)

De todas maneras, a Potter le quedan dos telediarios, como aquél que dice, y urge ya una saga que sustituya su vacío de aquí unos años, o al menos eso piensan los estudios.

Percy Jackson y el ladrón del rayo” es la apuesta de la Fox, y narra la historia de Percy Jackson (Logan Lerman), un chico aparentemente normal y corriente que descubre un día que es el hijo que el Dios Poseidón engendró con una mortal. Eso le convierte a él en un semidiós o héroe. Pero este descubrimiento no es fruto de la casualidad. Alguien ha robado el Rayo de Zeus, el arma más poderosa jamás creada, y todo apunta a que Percy es el ladrón. La cólera se desata en el Olimpo y una guerra está a punto de estallar. Por el bien del muchacho y del universo, sus protectores deciden revelarle sus verdaderos orígenes. Desgraciadamente, durante su huída en busca de refugio, su madre será secuestrada por el mismísimo Hades, Dios de los muertos, quién la usará como moneda de cambio para obligar al muchacho a devolver el rayo.

Percy niega en rotundo las acusaciones, y en vez de esconderse de sus perseguidores, decidirá ir hasta el Infierno para convencer a Hades de su inocencia. Pero llegar hasta el inframundo no es fácil, y Percy deberá superar una serie de obstáculos. En su peligrosa travesía, será ayudado por su mejor amigo Grover (Brandon T. Jackson) y Annabeth (Alexandra Daddario), hija de Atenea (diosa de la sabiduría y la estrategia), a quién conoce en un campamento especial para jóvenes héroes. Los tres recorrerán los Estados Unidos en busca de la puerta que les lleve hasta el inframundo, y en el camino deberán hacer frente a todo tipo de monstruos mitológicos.

La aventura de Percy acaba de empezar, y tan sólo tendrá 10 días para evitar la guerra y rescatar a su madre. Todo un reto para un adolescente que acaba de descubrir sus poderes ocultos.


“Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thief” adapta la primera de las cinco novelas que componen la saga literaria “Percy Jackson y los Dioses del Olimpo” escritas por el estadounidense Rick Riordan. Las originalidad de la obra, y por ende, de esta película, radica en el hecho de trasladar la mitología griega a nuestros días, si bien hay que advertir que los hechos relatados, al menos en esta primera película, no coinciden exactamente con la fuente original de la que, eso sí, toma prestadas muchas de sus ideas. Dicho esto, queda aclarado que no es una actualización de aquellos relatos mitológicos, sino que Riordan toma prestado a sus personajes (dioses, héroes, monstruos….) para componer sus propias historias.

Así es como aquí, Percy o Perseo, es hijo de Poseidón y no de Zeus, y lo poco que le emparenta con las hazañas de dicho héroe es el hecho de tener que enfrentarse a Medusa, la Gorgona con serpientes en la cabeza que todos ya conocemos. Aquí, además, cuenta con la ayuda no de la propia Atenea sino de su hija, y tampoco de Hermes, aunque su hijo es quién le proporciona una par de objetos que le ayudarán en su empresa: las sandalias -aquí zapatillas- aladas y un escudo.



Desde siempre me han interesado los mitos y las leyendas, y la mitología greco-romana ha sido siempre una de mis pasiones. Es ese motivo, y no otro, el que me incitó a echarle un vistazo a esta película, ya que nunca había oído hablar de las novelas de Riordan.

En parte, se agradece que el autor no se limité a trasladar las historias originales a la actualidad, sino que se inspire en ellas para crear una serie de aventuras juveniles. De no ser así, sus méritos como escritor serían escasos. Por eso resulta muy curioso, al menos para los que sabemos un poco del tema, cómo algunas de esas historias son adaptadas al mundo contemporáneo para hacer las aventuras de Percy mucho más atractivas.

Aquí la misión es llegar al inframundo, y Percy y sus amigos deben buscar ciertos objetos que les servirán para llegar hasta allí. La recuperación de cada objeto implica superar una prueba o enemigo en concreto, como si de un videojuego se trata. Y una vez superados los retos, el grupo de jóvenes tiene vía libre para llegar hasta Hades y calmar los ánimos en el Olimpo.

Esto implica que a lo largo de la película, y como ya se mostraba en el trailer, los protagonistas deban a hacer frente a un minotauro, a la mismísima Medusa (acertada localización en la que se encuentra su guarida) o a la Hidra, un monstruo policéfalo que escupe fuego por una de sus cinco cabezas (en la fuente original se trata de un monstruo acuático y venenoso; aquí se conserva tan sólo el detalle de cómo se reproducen sus cabezas si éstas se cortan)

También se entremezclan algunos segmentos de La Odisea de Homero, como la llegada de Odiseo a la isla de los Comedores de Loto, y que aquí se desarrolla en un escenario muy apropiado.

Chris Columbus es todo un experto en lo que a cine infantil/juvenil se refiere. Sin ir más lejos, fue el director de las dos primeras entregas de Harry Potter, por lo que no es de extrañar que la Fox buscara un valor más o menos seguro para hacerse cargo de iniciar esta presumible saga cinematográfica. Además, en sus créditos como guionista figuran películas como “Los Goonies”, “El Secreto de la Pirámide” y las dos entregas de “Gremlins”, por lo que un tipo de su experiencia parecía el tipo ideal para llevar el proyecto a buen puerto.

Aquí no hay mucho tiempo para profundizar en los personajes ni para plantearse dilemas morales. Aquí se va a lo que se va, es decir, a ofrecer al público una montaña rusa de emociones. Mucha fantasía en forma de dioses, monstruos y un grupete de jovenzuelos especiales con una misión de vital importancia. Realmente no hay más, ni tampoco parece hacer falta.

Columbus construye un vehículo para lucimiento de sus tres jóvenes protagonistas y de los efectos especiales, que dicho sea de paso, no son gran cosa (tampoco es que sean un espanto, pero sí son bastante mejorables)


La trama se beneficia del ritmo trepidante que imprime el director, empleando el tiempo justo para cada prueba y cada villano, sin quedarse demasiado corto en minutos ni tampoco alargando demasiado las secuencias de acción, cosa que de ocurrir, podría llegar a saturar al espectador. Y es que cuando el guión se basa básicamente en la superación de distintas pruebas, lo suyo es que haya el tiempo justo para que simpatices con los personajes, para que éstos se relacionen y para que una prueba lleve a la otra sin la sensación de que estamos presenciando un videojuego en el que no nos dejan participar.

Los personajes, por otro lado, son los típicos de estas historias. El héroe protagonista, un chaval que se verá inmerso en una aventura de grandes magnitudes. El mejor amigo del héroe, cuya ayuda es inestimable; también suele ser el graciosete del grupo, sobre todo si es negro, como bien mandan los cánones hollywoodienses. Y finalmente está la chica por la que el héroe suspira; y como los tiempos cambian, ésta ya no es la típica damisela en apuros sino que es una chica de armas tomar. Si en este caso es la hija de Atenea, con más razón aún.

Así que en lo que a personajes se refiere (villano incluido), la originalidad es cero. De todas formas, son constantes que se repiten en este género y suelen ser las que los jóvenes esperan encontrar, por lo que tampoco hay demasiado lugar a la innovación (ésta se busca en la propia historia)

En ese sentido, el reparto cumple con su función, ya que tampoco se les exige demasiado. Logan Lerman no lo hace mal, aunque está claro que aún le faltan tablas como actor. De todas formas, podría no ser una mala elección para el anunciado reboot de Spiderman si lo que buscan es un pipiolo en plena edad del pavo (eso sí, unas horas en el gimnasio no le irían nada mal). Con Alexandra Daddario, que interpreta a Annabeth, ocurre tres cuartos de lo mismo. Así que el que mejor se defiende es Brandon T. Jackson, que consigue caer en gracia sin resultar cargante, ya que su rol de “amigo negro gracioso” es, como ya he comentado antes, puro estereotipo. Jackson es quién afronta con soltura los momentos más cómicos del film. Quizás algunos lo recordéis por interpretar a Alpa Chino en “Trophic Thunder”.

El resto, actores y actrices adultos, quedan en un segundo plano -bastante desaprovechado-, así que asumen sus papeles de la forma más correcta posible (mención especial a Rosario Dawson como Persephone, que está para mojar pan)

Por lo demás, “Percy Jackson y el ladrón del rayo” es un producto juvenil que funciona, sobre todo si lo comparamos con algunas de las películas que he citado al comienzo de esta crítica. Le hubiera venido de perlas tener unos efectos especiales más espectaculares, pero hay que conformarse con lo que hay y agradecer que sus dos horitas se pasen volando (y probablemente se olviden igual de rápido)

Su mayor hándicap cara a la taquilla es que sus novelas no sean mundialmente conocidas como lo son las del mago, ni sean tampoco un arrollador éxito de ventas. Por tanto, dudo que estemos ante el verdadero sucesor de Potter, pero al menos lo intenta con cierto oficio.


Lo mejor: entretiene y sus dos horas se pasan rápido.

Lo peor: no va más allá del simple entretenimiento.


Valoración personal: Correcta



jueves, febrero 11, 2010

"El Hombre Lobo (The Wolfman)" (2010) - Joe Johnston

El Hombre Lobo The Wolfman 2009 Joe Johnston
A diferencia de otras criaturas de la noche como los vampiros, cuya presencia es cada día más habitual en películas o series de televisión, la figura del hombre no ha gozado de mucha popularidad/repercusión desde hace bastante tiempo (productos de videoclub aparte). Y ya no hablemos de encontrar películas que le hagan justicia, pues eso resulta mucho más difícil todavía. De hecho, hay que remontarse hasta los ochenta para encontrar algunas que dejen en buen lugar al mito licántropo. “Un hombre lobo americano en Londres”, “Aullidos” o “En compañía de lobos”, entre otras, se han convertido en clásicos de culto casi por unanimidad, mientras que en años posteriores los intentos de recuperar al monstruo han sido frustrados. Alguna que otra saga, como Ginger Snaps, se ha ganado el favor de algunos aficionados (entre los que NO me incluyo); otras como Underworld provocan disparidad de opiniones (más en contra que a favor). Así que puestos a destacar algún título reciente, me quedaría con Dog Soldiers (simpática serie B con la que debutó Neil Marshall)

Contar con un gran reparto no asegura nada, como bien quedó demostrado en la fallida “Lobo”. Así que dado el escaso interés por parte del público y de las majors, el mercado ha terminado llenándose de subproductos como “La marca del lobo”, “La maldición (Cursed)” o “Skinwalkers”, que han deteriorado en demasía la imagen del hombre lobo.

Es por eso que el remake de un clásico de la universal, “El hombre lobo” de George Waggner, parecía una buena oportunidad para revitalizar la leyenda de este fantástica criatura. A fin de cuentas, el film original era bastante flojito (ni punto de comparación con las dos de Frankenstein, por ejemplo) y tampoco ha soportado muy bien el paso del tiempo (entrañable, si se mira con ojos nostálgicos). Por tanto y pese lo cansino que resulte ver tanto remake en las carteleras, lo cierto es que esta vez estaba bastante justificado.

Desgraciadamente, desde que empezó la producción los problemas fueron continuos. Primero fue la espantada de Mark Romanek, director inicialmente previsto para encargarse del rodaje; luego vinieron los cambios en los andares del monstruo, la reedición de escenas y finalmente la destitución de Danny Elfman como compositor. Tanto cambio no ha hecho otra cosa que provocar la desconfianza. Desconfianza que, para qué negarlo, se han encargado de apaciguar unos trailers bastante alentadores. Aunque ya se sabe que hoy día éstos tampoco son mucho de fiar.


La historia empieza con Lawrence Talbot, quién tras años de ausencia, regresa a su tierra natal por petición personal de Gwen Conliffe, la prometida de su misteriosamente desaparecido hermano. A su llegada, Lawrence es informado que éste ha sido brutalmente asesinado, por lo que decide ir a la caza del culpable. A juzgar por el desagradable aspecto del cadáver y de los rumores que apuntan a que una bestia sobrenatural está matando a muchos campesinos, Lawrence empieza a buscar información entre la población gitana, bastante creyentes en estos temas. Durante su investigación, el poblado es atacado por la supuesta bestia, que no es otra cosa que un hombre lobo. Lawrence se enfrenta a él pero termina con un enorme mordisco en el cuello que casi acaba con su vida. Por suerte, pronto se recupera de sus heridas, aunque no tardará en descubrir que el mordisco le cambiará para siempre…Y es que parece existir una antigua maldición que convierte a las víctimas en hombres lobo las noches de luna llena.

Lawrence pasará de cazador a presa en muy poco tiempo, y mientras huye de sus perseguidores e intenta proteger a la mujer de la que se ha enamorado, deberá rendir cuentas con la criatura que mató a su hermano y que le ha condenado de por vida.


Aunque ya se había anunciado que esta nueva versión vendría clasificada con una “R” por su extrema violencia, lo cierto es que no he podido evitar sorprenderme ante el festín gore que nos ofrece este “nuevo” hombre lobo. Teniendo en cuenta lo restrictivos que son en algunos países con las calificaciones (especialmente en EE.UU.), y la cada vez más molesta obsesión de los estudios por autocensurarse y conseguir películas PG13 que permitan acumular más dinero en taquilla, resulta extraño e incluso arriesgado que una producción de este calibre (supuestamente habrá costado 85 millones de dólares, tirando a lo bajo) opte por ser tan explícita. Personalmente lo agradezco, ya que una película de hombres lobo sin un poquito de sangre es como una de McClane sin tiros ni explosiones (o sin walkie talkie xD)

Obviamente, si la violencia no está justificada, de nada nos sirve. Pero creo que en este caso es muy bienvenida, aunque hay que admitir que en algunos momentos se desfasa un poco y puede llega a ser muy bruta. Y es que este hombre lobo no se anda con tonterías y despedaza todo cuanto se le pone por delante. Podemos decir que es el licántropo más bestia y sanguinario que se ha visto en pantalla en muchos años. Así que esperemos que alguien en Hollywood tome note y nos muestra también así a los vampiros, que algunos ya empezamos a hartarnos de tanto vampiro cursi.

Gore aparte, lo cierto es que la película tiene sabor a clásico, pero a clásico un tanto descafeinado. Pero vayamos por partes…

Como ya pudimos observar en los trailers, la ambientación es impecable; de ciertas reminiscencias góticas, deudoras tanto de los clásicos de la Universal como de la Hammer. Cuenta además con un muy buen trabajo de fotografía de Shelly Johnson, que ya había colaborado con el director en la tercera entrega de Jurassic Park o más recientemente en –la infravalorada- “Océanos de fuego”. Las localizaciones son exquisitas (el caserón de los Talbot, sin ir más lejos), tanto si hablamos de entornos naturales, decorados (la tienda de Gwen) o incluso de las secuencias recreadas por ordenador (la del puente de Londres)

Y aunque ya sabíamos de antemano que el aspecto del hombre lobo iba a conservar el look clásico de los años 40, viendo la película nos cercioramos del magnífico trabajo –no podía ser de otra forma- del maestro Rick Baker para darle ese aspecto feroz pero a la vez humano, acercándose más al hombre-lobo que se supone que es, que al lobo bípedo y gigantón que nos han mostrado otras tantas películas.


Como ya sabréis, se reeditaron algunas escenas para mostrarnos a la criatura desplazarse a cuatro patas. Considero que es un acierto, ya que se usa básicamente para las secuencias en las que ésta necesita correr a gran velocidad, bien sea para huir o para perseguir a sus presas. También opta por éste desplazamiento cuando se lanza al ataque, tal como se nos muestra en el duelo final entre los dos hombres-lobo de la película (esto no es un spoiler, aunque por supuesto no desvelaré la identidad de uno de ellos; si bien tampoco es muy difícil imaginarse quién puede ser)

El proceso de transformación de Lawrence en hombre-lobo está bastante logrado, y recuerda en cierto modo al de la ya citada película de John Landis. Tanto en ese aspecto como en otros detalles que han requerido el uso del ordenador, considero que el resultado es muy competente. Quizás la huida de Lawrence por los tejados de Londres cante un poco más, pero en general los efectos especiales son convincentes y no se abusa de ellos en exceso.

En cuanto a la banda sonora de Danny Elfman, comentar que en algunos tramos recuerda un poco –e intencionadamente, lo más seguro- a la que Wojciech Kilar compuso para “Drácula de Bram Stoker” de Francis Ford Coppola. Lo cierto es que he podido escuchar uno de los temas que realizó Paul Haslinger, el compositor sustituto, y doy gracias a que el estudio rectificara a tiempo. El trabajo de Elfman es de corte muy clásico y sinfónico, y casa a la perfección con el tipo de película que tenemos delante, mientras que el de Hasling sonaba demasiado moderno y guitarrero (no en vano, es el responsable del score de Underworld) Ahora bien, han sido otros compositores quiénes se han encargado de terminar de ajustar la banda sonora, ya que Elfman estaba ocupado con "Alicia en el País de las Maravillas" de Burton, y quizás por eso se intuya cierta monotonía en el resultado final.

En temas de dirección, la labor de Joe Johnston es bastante resolutiva, aunque quizás le cueste un poquito arrancar. Como buen artesano que es (aunque no siempre cuente con un buen guión para poder demostrarlo), Johnston domina con destreza las escenas de acción y sabe mostrar al monstruo en su justa medida. Y es que aunque ya conozcamos de sobra su aspecto, es de agradecer que el director mantenga el misterio hasta bien entrada la trama. Los ataques iniciales muestran la brutalidad del ser pero no desvelan su aspecto; poco a poco, entre niebla y sombras, se nos va mostrando el rostro de la fiera y su corpulento físico, además de sus imprescindibles y mortíferas garras. Ahí es donde cabe destacar uno logrados planos por parte de Johnston, tanto en los ataques como en las distintas persecuciones/huídas.

Ahora bien, ¿es esto suficiente para dotar al film de la grandeza que requiere dicho personaje? Pues no, no es suficiente, y hace falta también un buen desarrollo de personajes, algo de lo que peca bastante este guión. Por otro lado, la trama es muy esquemática: de A a B, y de B a C, con muy pocas sorpresas por medio (y las que hay son del todo previsibles, o al menos a mi me lo parecieron)


Lo más interesante es cómo se trata la maldición de Lawrence desde un punto de vista científico, como una enfermedad psicológica que los loqueros intentan sanar con métodos más propios de la tortura que de la medicina (y no andan muy desencaminados con las verdaderas prácticas de los manicomios de antaño).

Esta parte está conseguida, pero las relaciones entre los personajes son un tanto superficiales. El flechazo a primera vista entre Lawrence y Gwen se podría haber desarrollado un poco más, así como la relación padre e hijo entre los Talbot. Un mayor protagonismo del personaje interpretado por Hugo Weaving tampoco hubiera estado de más; o por lo menos, que su presencia hubiese sido más significativa.

Quizás sea por eso que la labor del reparto queda un tanto deslucida. Todos están muy correctos en sus respectivos roles, pero los personajes podrían haber estado algo más trabajados (la justificación de ciertas acciones pende de un hilo)

En conclusión, “El hombre lobo” no es un peliculón pero tampoco un bodrio. Tantos problemas como ha tenido podían haberle pasado peor factura, pero se deja ver con agrado, sobre todo si, como a mí, te gustan este tipo de películas. Ahora bien, da la sensación que con semejante reparto y diseño de producción se podía haber hecho algo más grande y no tan simple. No sé si a la altura del magistral film de Coppola (Drácula es mucho Drácula), pero sí mejor. Puede que en parte, esa fuera la intención de sus responsables: realizar un mero entretenimiento.


Lo mejor: la ambientación y el maquillaje de Rick Baker.

Lo peor: el poco desarrollo de los personajes; lo esquemático de la trama


Valoración personal: Correcta

sábado, febrero 06, 2010

"La Carretera (The Road)" (2009) - John Hillcoat

Crítica La Carretera The Road
El favor del público y/o el de la crítica es esencial para que un escritor salga del anonimato y consiga cierto renombre en el mundillo de la literatura. Si luego recibe galardones que premien su trabajo o consigue que sus novelas se conviertan en best-sellers, entonces puede devenir en un blanco perfecto para que los estudios de Hollywood adapten sus novelas.

Cormac McCarthy es un aclamado escritor estadounidense cuya obra hace relativamente poco que ha dado el salto en el cine. Si exceptuamos un telefilm de finales de los 70, la primera adaptación para la gran pantalla fue “Todos los caballos bellos” (2000), dirigida por el actor y eventual director Billy Bob Thornton. El resultado no pudo ser peor: vilipendiada por la crítica y fracaso en taquilla.

Tuvieron que pasar siete años hasta que otro, o mejor dicho, otros intentaran de nuevo llevar al cine una novela de McCarthy. Estos fueron los hermanos Coen, que a diferencia de Thornton, obtuvieron unos resultados inmejorables con "No es país para viejos". Por un lado, un gran éxito de taquilla, recaudando seis veces más de lo que costó; y por el otro, obtuvo el beneplácito de la crítica, que ponía la cinta por las nubes con calificativos tales como “gran película” o “obra maestra”. Y por si eso fuera poco, se llevó 4 Oscars (merecidos o no, eso ya es otra cosa), entre los que destacaron Mejor película y Mejor director. Claro que entre público la opinión estaba divida a partes desiguales entre los que creían haber visto un peliculón y los que pensaban que era un tostón de cuidado.


La Carretera (The Road), basada en la novela homónima ganadora de un Premio Pulitzer, tiene todas las papeletas para producir las mismas sensaciones encontradas entre el público, si bien la crítica ya se ha deshecho en elogios, como era de esperar. Aunque no deja de ser extraño que no haya ni rastro de ella en los nominados a los Oscars 2010…


La película nos sumerge en un mundo post-apocalíptico en el que un padre (Viggo Mortensen) y su hijo (Kodi Smit-McPhee) tratarán de sobrevivir como puedan en una tierra hostil y devastada por un cataclismo. Juntos emprenderán un viaje hacia el sur, donde está la costa, en busca de un lugar seguro donde asentarse. En su camino se cruzarán con otros pocos supervivientes, algunos de los cuales pueden ser un grave obstáculo, ya que no son pocos los que, en vista de la escasez de alimentos, han decidido optar por el canibalismo para su supervivencia.


Esta sería una escueta sinopsis de la “La Carretera”, y eso es básicamente lo que podemos encontrar en ella, ni más ni menos. Obviamente, se trata de una atípica cinta post-apocalíptica en la que no hay forzudos héroes –o anithéroes- que luchen contra un montón de brutos armados hasta los dientes, ni tampoco escenas de acción cargadas de pirotecnia y adrenalina por un tubo. Esto es algo que ya sabrán de sobra aquellos que conozcan la novela, pero para los que no, era importante dejarlo bien claro, ya que el tráiler puede –y quiere- dar una idea equivocada del tipo de película que realmente es.


Tras un cataclismo del que apenas tenemos información (no sabemos por qué se originó, aunque podemos hacernos una idea…), el mundo y la civilización se han ido al garete. La tierra es un lugar estéril en el que ya no crece nada ni se pueden cultivar alimentos; animales de cualquier hábitat (tierra, mar o aire) parecen haberse extinguido, y de la raza humana apenas quedan unos pocos supervivientes. Estos últimos pobladores del planeta Tierra tan sólo pueden sobrevivir de dos formas: alimentándose de los escasos restos de comida que encuentren por el camino o bien alimentándose de otros supervivientes, es decir, comiendo carne humana. Cualquiera de las dos opciones no parece asegurar la continuidad de la especie.

Mortensen interpreta aquí a un hombre que, pese al desolador panorama, mantiene aún su cordura y sus ganas de vivir. Y lo hace en compañía de su hijo pequeño, a quién cuida y protege de todo peligro. También prepara al joven para el día en el que él ya no esté ahí o para acabar con su propia vida en caso de que caigan en manos de los caníbales.
En busca de un lugar mejor para vivir, se encaminan hacia el sur, pero la travesía hasta ahí no resulta nada fácil, y además de sortear a los temibles caníbales, deben hacer frente también a la desesperación y sobre todo al hambre.

“La Carrettera” es, a grandes rasgos, una película dura y descorazonadora. Pero además de eso, tiene algo que pocas tienen: personajes de verdad, creíbles y sobre todo, humanos, con sus virtudes y sus defectos.

En un mundo dejado de la mano de Dios, en donde impera la ley del más fuerte, un hombre honrado y un niño son presas fáciles. Y aunque continuamente el padre se esfuerza en hacerle ver a su hijo la diferencia entre los buenos (ellos) y los malos (los caníbales), realmente el instinto de supervivencia apenas deja lugar a distinciones. Nadie es bueno ni malo en el caos. Sobrevivir es lo único que importa, y hay que hacerlo a cualquier precio.

De ahí que, a veces, la inocencia del pequeño choque con la actitud fría y conservadora de su padre para con los extraños. A fin de cuentas, si el mundo no es un lugar amable… ¿por qué serlo ellos? No hay tiempo para ser un buen samaritano; sólo hay tiempo para preocuparse de uno mismo, y en este caso, además, con la responsabilidad de mantener a salvo a tu hijo.

En ese sentido, momentos como el del ladrón de la carreta o el del encuentro con el viejo solitario (interpretado por un casi irreconocible Robert Duvall), resultan ser de lo más desalentadores. Tramos duros, tristes y sin contemplaciones, pese a los resquicios de benevolencia que puedan existir en el segundo caso.

En cuestiones estrictamente cinematográficas, vale decir que se trata de una película de ritmo pausado, en la que apenas ocurren grandes cosas o situaciones realmente determinantes para el devenir de la trama (unas pocas, nada más). Como espectadores, nos limitamos a observar ese camino lleno de obstáculos, deseos y recuerdos que llevan a cabo padre e hijo.


Los encuentros con otros supervivientes son eventuales y duran muy pocos minutos, lo cual, quizás (según los gustos de cada uno), sea un punto en su contra. No porque los personajes principales no sean suficiente como para soportar todo el peso de la película, sino porque parece que le falte chicha para llenar esas casi dos horas de metraje. Y mientras que algunos momentos parecen alagarse en exceso, otros tantos se resuelven de forma algo precipitada. Entre unos y otros, se intercalan –necesarios - flashbacks mediante los cuales sabemos un poco más del personaje interpretado por Mortensen, quién, dicho sea de paso, realiza una estupenda interpretación que desgraciadamente no ha sido recompensada con, cuanto menos, una nominación al Oscar.

Otro punto en contra, y esto es muy subjetivo, es el hijo, por el que apenas sentí lástima o sufrimiento alguno. Todo lo contrario, pues me resultó de lo más molesto y cargante, sensación que derrumba por completo cualquier empatía que puede tener con su personaje. No sé si fue su a veces repelente –aunque comprensible- actitud o directamente el modo de interpretarlo del joven Kodi Smit-McPhee, pero la cuestión es que fue, en parte, decisivo para que la película de John Hillcoat (responsable del interesante y también atípico western “La Propuesta”) no cruzara la línea que separa el “me ha gustado” del “me ha encantado”.

Por otro lado, tengo la sensación de que esta historia se saborea mejor leyéndola que viéndola (procuraré hacerme con el libro cuanto antes). Aunque eso sí, la decadente y gris atmósfera retratada en la película no tiene desperdicio, méritos a parte de un excelente trabajo de fotografía por parte del español Javier Aguirresarobe.

En resumidas cuentas, si no os entusiasman demasiado las películas post-apocalípticas, está claro que “La Carretera” no será la propuesta que os haga cambiar de opinión. Y si el ritmo pausado os produce somnolencia, mejor manteneros alejados de ella. En caso contrario, podéis acercaros al cine y comprobar por vosotros mismos si la película de Hillcoat cumple o no vuestras expectativas (en mi caso, a medias). A los que hayan leído la novela, creo oportuno recomendársela sin reparos, aunque es muy probable que consideren mucho mejor la versión escrita (como suele ser habitual)



Lo mejor: Viggo Mortensen; la relación padre-hijo.


Lo peor: el hijo; lo realmente poco que sucede para las dos horas que dura.



Valoración personal: Correcta

sábado, enero 23, 2010

"Up In the Air" (2009) – Jason Reitman

critica up int the air
Dicen que “de tal palo, tal astilla”, pero no siempre es cierto. O Al menos no con toda exactitud.

Jason Reitman es hijo de Ivan Reitman, director de cine que desde finales de los 70 hasta ahora se ha prodigado en el género de la comedia, dejándonos algunas películas bastante simpáticas y otras no tanto. Reitman padre alcanzaría la gloria en los 80, con las míticas y fantásticas dos entregas de “Cazafantasmas”, que fueron el mayor éxito de toda su carrera. Pero desde hace bastante tiempo, tras la estimable pero muy olvidada “Seis Días Siete Noches”, Reitman no levanta cabeza, por lo que no es de extrañar que finalmente haya aceptado dirigir la tardía –e innecesaria- tercera entrega de los Cazafantasmas, en un último intento de recuperar -si es que alguna vez lo tuvo- el prestigio perdido.

Reitman hijo empezó en el mundo del cine trabajando como actor secundario en algunas de las películas de su padre, hasta que después de graduarse en el Harvard-WestlakeScool, empezó a dirigir diversos cortos y anuncios publicitarios. Su debut en el largometraje llegó en el 2005 con la ácida “Gracias por fumar”, una recomendable comedia negra sobre el mundo de las tabacaleras, y que, entre otras cosas, sirvió para (re)descubrirnos a ese excelente -pero desaprovechado- actor que es Aaron Eckhart.

Luego llegaría la sobrevaloradísima “Juno”, película de guión un tanto artificioso que, inexplicablemente para mí, encandiló a crítica y público, convirtiéndose en el sleeper de aquél año 2007 y ganando el Oscar el Mejor Guión Original (estatuilla que yo hubiera otorgado a “Lars y una chica de verdad”, película, a mi gusto, de mayor calidad y honestidad)

Con estas dos primeras películas quedaba claro que, aún inscribiéndose en el género de la comedia, la carrera de Jason iba por derroteros bien distintos a los de su progenitor, dirigiendo películas alejadas de los tópicos más comerciales de Hollywood.

Up In The Air, su último trabajo como director y guionista (adaptando una novela de un tal Walter Kirn), sigue la misma línea de sus antecesoras, con una puesta en escena bastante sobria y un guión que se sustenta en base a unos personajes bien perfilados. Todo ello aderezado con una agradable música que le da ese toque indie que tanto cala en muchos de nosotros.

La historia se centra en Ryan Bingham (George Clooney) es un experto en reducciones empresariales (tanto de personal como de dinero) cuya vida de altos vuelos se ve amenazada con la llegada de Natalie Keener (Anna Kendrick) una experta en eficiencia que pretende modernizar tecnológicamente la empresa y acabar con el satisfactorio modo de vida de Ryan, lo que pondría en riesgo, además, su objetivo de alcanzar las 10 millones de millas de vuelo. Para demostrar la vigencia de su estilo de trabajo, Ryan deberá realizar sus últimos encargos en compañía de Natalie. Al tiempo que intenta convencer a la joven de la utilidad y dificultad de su tarea, Ryan conocerá a la que podría ser la mujer de su vida, Alex Goran (Vera Farmiga)

Llegan tiempos difíciles para Ryan. Enfrentarse a la perspectiva de ser destinado a un puesto fijo en la empresa, y sustituir su maleta y sus vuelos por una pantalla de ordenador; y a posiblemente sentar la cabeza con una mujer cuyo estilo de vida e intereses se asemejan a los suyos.


Up In The Air es una película de guión, de esas que funcionan gracias al encanto de su historia y al atractivo de sus personajes. Claro que todo puede venirse abajo si el director no sabe llevar a buen puerto la trama, no consigue crear interés por los personajes o abusa de la sensiblería barata. Por suerte, no es el caso de Jason, cuya experiencia previa demuestra que este tipo de historias agridulces son las que mejor se le dan.

El personaje de Clooney tiene su propia filosofía de la vida. Nada de ataduras, nada vínculos sentimentales con las personas que te rodean, ya sean vecinos, amigos o familiares. Una vida que le lleva de un sitio a otro, cogiendo aviones diariamente y en la que considera, los aeropuertos, como su verdadero hogar.

Ese mundo perfectamente calculado, libre de preocupaciones, de ataduras y de responsabilidades (más allá de las meramente laborales) puede derrumbarse en cuestión de días debido a la introducción de las nuevas tecnologías en su empresa. Su estilo de vida puede terminar si su jefe opta por computarizar la compañía. Eso condenaría a Ryan a una vida sedentaria, en la que no tendría más remedio que entablar relaciones sociales con sus compañeros de trabajos, vecinos y familiares, creando vínculos que hasta el momento no creía necesarios para ser feliz.

Por supuesto, serán otros acontecimientos, y no éste, los que hagan a Ryan replantearse su solitaria existencia. Por un lado, estará la boda de su hermana, a la que no tendrá más remedio que acudir, y en la que se dará cuenta que se siente como un extraño entre los suyos. Y por otro lado estará Alex, la mujer por la que se siente atraído y la que, inesperadamente, despertará en él sentimientos más profundos de los que creía poseer.

La película habla de la soledad, del compromiso, de la infidelidad, de la deshumanización e incluso de la actual crisis económica. Y lo hace con tono tragicómico, reflexionando entre gag y gag, pateando estereotipos sin remilgos pero dejando siempre una puerta abierta a la esperanza y al optimismo. Optimismo que elude, no obstante, OJO SPOILER--- el típico final feliz “made in Hollywood” (lo cual es de agradecer), -- FIN SPOILER justo en el momento en el que la trama empieza a discurrir por senderos hartamente conocidos.


Up In The Air es sutilmente mordaz y generosamente agridulce con su acertada mezcla de sonrisas y lágrimas. Agradable de principio a fin y emotiva por momentos, consigue elevarse por encima de la media actual, lo cual, inevitablemente, la conduce a ser sobrevalorada por la inmensa mayoría (a mi entender). Y es que si estuviéramos más acostumbrados al cine con un mínimo de calidad, valoraríamos más en su justa medida este tipo de películas.

Y es que no estamos ante una gran película, ni siquiera ante una pequeña gran película, pero sí es digna de ver y recomendar. Y tampoco Clooney realiza aquí la interpretación de su vida; simplemente lleva a cabo con mucho oficio un papel hecho a su medida (lo cual no le resta méritos, claro), y lo hace acompañado de un solvente reparto entre los que destaca la bella Vera Farmiga, una actriz que cada día me gusta más (en todos los sentidos)

Ahora bien, si se llevara, por ejemplo, el Oscar de este año a la mejor película, tampoco me importaría, ya que no veo a ninguna otra candidata que lo merezca más.



Lo mejor: los diversos temas que toca, especialmente el de la soledad (autoimpuesta)


Lo peor: que guste pero no cautive.


Valoración personal: Correcta

miércoles, enero 13, 2010

"Sherlock Holmes" (2009) – Guy Ritchie

critica Sherlock Holmes Guy Ritchie
Sherlock Holmes es uno de esos personajes literarios que apenas precisan de una extensa presentación. Su nombre, y la fama que le precede, hablan por sí solos, haya uno leído o no sus historias.

Creado hace ya más de un siglo por Sir Arthur Conan Doyle, el avispado detective a tomado cuerpo en el cine y la televisión en infinidad de ocasiones, con mayor o menor acierto dependiendo de la visión que cada uno de sus responsables ha querido mostrar al público. Por eso no es de extrañar que cada década, o mejor digamos, cada generación, haya tenido su propia versión de Holmes. Motivo éste por el que los más puristas (y un servidor podría considerarse como tal) no deberían escandalizarse ahora ante un Holmes mucho más físico del que estábamos acostumbrados a ver.

Con cada reinterpretación del personaje, éste se ha ido alejando cada vez más de la fuente original, y de las adaptaciones propiamente dichas (ya con sus respectivas licencias), se ha pasado a películas en las que su nombre se ha prestado a tramas creadas especialmente para la ocasión. Así es como hemos tenido a Holmes como paciente -debido a su adicción a la cocaína- del mismísimo Sigmund Freud en “Elemental, doctor Freud”, o la desmitificación del brillante detective a través de “Sin pistas”, película británica en la que Watson era el perspicaz investigador y Holmes su patoso ayudante; incluso el gran Billy Wilder se atrevió a ironizar sobre sus infalibles cualidades detectivescas e incluso sobre su sexualidad en la, sin embargo, fallida “La vida privada de Sherlock Holmes” (no obstante, reivindicada hoy día por algunos fans del maestro) . Incluso tuvimos a la pareja Holmes y Watson en plena edad adolescente en esa joyita ochentera titulada “El secreto de la pirámide”, cuando jamás compartieron aula en la universidad (se conocieron mucho más tarde, como bien sabrá el buen lector)

Pero además, el cine y la televisión también se han encargado de dar una imagen un tanto equivoca de ambos personajes, pues incluso la característica vestimenta de Holmes es más producto de las ilustraciones que acompañaban sus relatos que de una descripción propia de Doyle; por no hablar de la recurrente frase “Elemental, querido Watson”, que ha sido explotada hasta la saciedad, y que de ser citada en los relatos (mi memoria no alcanza a recordarlo), sería de forma aleatoria y puede que sin esas palabras exactas (y sin llegar a considerarse nunca una frase habitual del personaje, claro)

Por tanto, que aquí tengamos a un Sherlock Holmes y un Dr. Watson dando –y recibiendo- mamporros a diestro y siniestro, tampoco debería sorprendernos demasiado, más si esto se basa una novela gráfica de un tal Lionel Wigram, quién simplemente se ha limitado a utilizar y reinventar los personajes de Doyle a su antojo.

La historia de este “nuevo” Sherlock Holmes (Robert Downy Jr.) sigue transcurriendo en el Londres de finales del s. XIX, y éste sigue viviendo en el 221B de Baker Street junto a su amigo el Dr. Watson (Jude Law), quién pronto abandonará la residencia debido a su compromiso con su actual pareja Mary (Kelly Reilly). Pero antes de que eso ocurra, ambos deberán, una vez más, prestar sus servicios a la policía para intentar resolver un misterioso caso que tiene desconcertado a todo el mundo.

Tras ser capturado por el mismo Holmes, el temible asesino Lord Blackwood (Mark Strong) es condenado a la horca, para luego, supuestamente, volver de entre los muertos y seguir cometiendo sus satánicas fechorías. Tan inexplicable resurrección trae de cabeza a la policía, y lo que es peor, causa un profundo temor entre la población. Por ello, el detective Holmes, con la inestimable ayuda de su fiel amigo y compañero el Dr. Watson, seguirá las pistas que dejan los asesinatos e intentará averiguar qué pérfido plan se esconde detrás de tanta muerte; y por supuesto, tratará de detener a Blackwood antes de que éste logre su propósito.

Entretanto, un antiguo amor de Holmes, Irene Adler (Rachel McAdams), aparecerá en escena bajo los servicios de un misterioso personaje, cuya identidad no nos será revelada hasta su debido momento.


Después del fiasco de “Barridos por la marea”, a Ritchie parecía costarle horrores levantar cabeza, y su regreso al género del thriller con “Revolver” (una aberración de proporciones mastodónticas que no recomendaría ni a mi peor enemigo), no dio el resultado esperado y tampoco auguraba un futuro mejor. Entonces llegó “Rockanrolla”, que aunque estaba muy lejos –para mí- de sus primeros trabajos y no tuvo mucha suerte en taquilla, por lo menos entretenía y dejaba claro que al director aún le quedaba algo que ofrecer a su público.

La oportunidad de volver por la puerta grande le ha llegado con esta reinvención de Sherlock Holmes, que en menos de un mes ya lleva recaudado el triple de su presupuesto, por lo que la secuela está más que asegurada (y más con un desenlace que da pie a ello). Aun sujeto a las condiciones del mainstream hollywoodiense, y adaptando una historia ajena, Ritchie consigue dejar, para goce de sus seguidores, su impronta personal a lo largo de toda la película pero sin perder de vista el amplio público al que va dirigido este producto de entretenimiento. Amoldado pues, a unas exigencias más comerciales, Ritchie no ha perdido sus señas de identidad, y lo que es mejor, éstas enriquecen enormemente el relato, haciéndolo muy apetitoso para al espectador ávido de buenas y espectaculares aventuras detectivescas.

Por supuesto, aquí tenemos a un Watson y a un Holmes más activos que nunca a nivel físico; corriendo arriba y abajo, salvándose por los pelos de explosiones y disparos, y peleando a puño limpio contra el enemigo. Y aunque ya conocíamos las habilidades en la lucha de Holmes, aquí esta faceta se explota al máximo no sólo en sus enfrentamientos con los malos de turno, sino también en combates clandestinos (algo que les reporta a ambos unos beneficios extra)

A parte, y eso es algo que personalmente me agrada bastante, las coreografías aprovechan todo objeto, punzante o no, que esté al alcance de los personajes, incluyendo el decorado mismo. De este modo, las peleas resultan más imaginativas.

Pero si algo me ha sorprendido muy gratamente, es comprobar cómo la película no abandona el misterio y el suspense propios de las novelas. Y es que aunque el tráiler apuntaba a algo más explosivo y efectista de lo deseado, lo cierto es que el equilibrio entre la pirotecnia y la mera trama detectivesca está muy bien solventado. De hecho, se obliga al espectador a estar atento a todos los detalles para no perder el hilo de la historia, y Holmes sigue recurriendo, sin falta, a sus deducciones para atrapar a los malhechores, utilizando los puños sólo cuando al situación lo requiere (o bien para entrar en acción o bien para defenderse de los secuaces de Lord Blackwood en el transcurso de la investigación)


Por tanto, tenemos un guión que se sustenta en grado sumo en la investigación que llevan a cabo Holmes y Watson, dándole la espectacularidad que requieren los nuevos tiempos, y presentando unos detectives que, sin abandonar algunas de sus clásicas características, se nos muestran mucho más socarrones y dicharacheros de lo habitual. La química entre ambos, a lo clásica buddy movie, es de lo mejor de la película, tratando con acierto una relación de amistad, lealtad y respeto mutuo que casa perfectamente con la idea que siempre nos presentó Doyle en sus novelas (novelas a las cuales hay alguna que otra referencia)

En una producción de este calibre, comentar la ambientación es puro trámite. Obviamente, ésta está lograda, con unos adecuados decorados que se fusionan a la perfección con los efectos digitales de rigor, los cuales nos permiten una visión más amplia de la ciudad. Además, las localizaciones son muy acertadas y eso nos hace disfrutar de algunas secuencias visualmente muy atractivas -la del puerto y la del puente, las mejores- en las que desarrollar algunos de los momentos culminantes de la historia.

En cuanto a las actuaciones, destacar por encima de todos a Downey Jr., presentando a un Sherlock Holmes desaliñado y socarrón, al que le gusta presumir de sus conocimientos en cuanto tiene la mínima oportunidad (la herencia de su Tony Stark adaptada al detective londinense). Y como ya he comentado antes, además de su cerebro, aquí utiliza sus puños, pero también sigue tocando el violín (aunque pesimamente, eso sí), fumando pipa, utilizando disfraces, fijándose en los detalles y sintiendo una profunda debilidad por Irene Adler, la única mujer que ha logrado engañarle. El tema de su adicción a la cocaína se toca de forma muy sutil (su aspecto se justifica más por la dejadez que por la citada adicción)

Jude Law rompe también con la imagen clásica que Watson ha lucido desde siempre en el cine. Aquí ni bajito ni regordete, y tan avispado y dispuesto a la acción como su compañero. El doctor sigue escribiendo sobre sus aventuras pero sin narrarlas en primera persona; y por supuesto, es leal a Holmes pase lo que pase.

Sobra decir que es más aconsejable disfrutar de sus actuaciones en versión original, ya que en el doblaje se perderá por completo su acento inglés (a Law le viene de fábrica, pero a Downey Jr. tampoco le cuesta imitarlo porque es un crack)


Mark Strong repite con Ritchie tras Rocknrolla, y de nuevo como villano de la función (con ciertas reminiscencias masónicas, por cierto), papel que ya ha desempeñado en varias ocasiones y que ya tiene dominado a la perfección. Lo malo es que eso termine por encasillarlo –si no lo ha hecho ya- como le ocurrió a Sean Bean.

Por su parte, Rachel McAdams ejerce de femme fatale; y aunque juega con Holmes como quiere, lo cierto es que no puede evitar sentirse atraída por él. Y es que sin un poco de romance -para nada empalagoso- en la trama, a la película le faltaría “algo”.

El resto cumple de sobras con su función, aunque hubiera agradecido una presencia mayor de Mary/Kelly Reilly, la prometida de Watson.

Mención aparte merece la curiosa partitura que ofrece Hans Zimmer. Bastante irreconocible dentro de lo que es su estilo y sus habituales composiciones. Aquí Zimmer ha experimentado bastante con violines, banjos, acordeones y demás, y de un modo ciertamente cómico, como en el leitmotiv de la película. Es de agradecer que haya tratado de hacer algo diferente y original, y aunque no vaya a ser del gusto de todos (ha sido una apuesta arriesgada por su parte), lo cierto es que le da un toque especial que a mí, francamente, me ha dejado buen sabor de boca.


En definitiva, Sherlock Holmes es un divertido y bien engrasado entretenimiento. Poco más de dos horas en las que dejarse llevar por el espectáculo detectivesco y aventurero que nos presenta un Ritchie en plena forma. Y es que a diferencia de otros, aquí el director no confunde agilidad con precipitación, y sabe desarrollar la trama con buen ritmo y con las dosis suficientes de acción para contentar a los más palomiteros.

Si se aceptan los cambios, uno puede disfrutar sin problemas de este nuevo Sherlock Holmes. Por lo pronto, aquí uno que se apunta a la más que evidente secuela.



Lo mejor: Downey Jr. y Law como Holmes y Watson respectivamente; la intrigante trama.


Lo peor: que los cambios disgusten a los más puristas.


Valoración personal: Buena