jueves, junio 17, 2010

“El circo de los extraños” (2009) - Paul Weitz

critica El circo de los extraños 2009 Paul Weitz
Desde el éxito de la saga “Crepúsculo”, la obsesión por adaptar novelas vampíricas de carácter juvenil se ha disparado, aunque ha sido la pequeña pantalla la que se ha visto más beneficiada por este boom. Series como “True Blood” (nada que ver con la ñoñería de Stephenie Meyer) o "The Vampire Diaries" están teniendo buena aceptación entre el público más joven, lo que anima a los productores a seguir apostando por este nuevo filón.

En la gran pantalla, los “gusiluz” de Meyer todavía no han encontrado rival que les arrebate el trono, pero de seguro no cesarán los intentos en conseguir otra saga vampírica taquillera.

Por lo pronto, Universal Pictures ha lanzado su primera apuesta: “El circo de los extraños”, basada en una serie de novelas del escritor Darren Shan. La película adapta los tres primeros libros publicados hasta la fecha de un total de 12 novelas que completan la colección (a eso le llamo yo sacarle partido a una idea), si bien el título original, "The Vampire's Assistant - Cirque du Freak", es la fusión de los títulos de las dos primeras (Cirque du Freak y The Vampire's Assistant)

La historia gira en torno a Darren Shan (Chris Massoglia), un chico de 14 años que siente verdadera fascinación por las arañas, y su mejor amigo Steve (Josh Hutcherson), obsesionado éste con los vampiros. Ambos acuden al Cirque du Freak, un extraño circo ambulante recién llegado a la ciudad en el que se pueden ver seres de lo más extraños, como por ejemplo un hombre serpiente o una mujer barbuda.

Durante el espectáculo, Darren queda impresionado por las habilidades de la araña de una de las representaciones, por lo que antes de regresar a casa decide robársela a su propietario, Larten Crepsley (John C. Reilly), un vampiro de 500 años.

Cuando Steve descubre la araña, intenta aplastarla con una escoba, pero durante el ataque el arácnido se defiende propinándole una picadura mortal. Con la intención de salvar la vida de su amigo, Darren acude a Larten en busca de un antídoto, ofreciéndose éste a dárselo con una condición: que el muchacho acepte medio vampirizarse y convertirse en su servicial ayudante. Darren sella el pacto con el vampiro sin pensar en las consecuencias que dicha transformación le acarreará…


Pese a estrenarse en octubre de 2009, la película no llegará a nuestras carteleras hasta el 16 de julio, siempre y cuando no vuelvan a cambiar la fecha de estreno. Por lo general, los retrasos pueden deberse a cualquier motivo, o a veces incluso a ninguno en concreto, pero puede que esta vez la causa de su demora se deba a sus poco halagüeñas críticas, lo que sin duda explicaría también su batacazo en taquilla. Y es que con un presupuesto de 40 millones, “El circo de los extraños” sólo ha logrado 13 millones en suelo doméstico y unos insuficientes 25 millones en el extranjero para cubrir costes. Aunque los pocos países en los que queda por estrenarse quizás le permitan, como mínimo, recuperar lo invertido. Eso sí, de la/s secuela/s mejor ir olvidándose, algo que sin duda lamentarán los seguidores de las novelas (o al menos aquellos que hayan quedado satisfechos con la adaptación)

Lo cierto es que la película no empieza nada mal, incluyendo unos elaborados títulos de crédito que da gusto ver y que preceden a la presentación, voz en off mediante, de nuestro principal protagonista , el cual se encuentra en una situación que ya nos provoca cierta curiosidad.

Esos primeros minutos son un pequeño adelanto de lo que ocurrirá después, por lo que en seguida retrocedemos en el tiempo para que nos cuenten la historia desde el principio, introduciendo a nuestros dos jóvenes protagonistas en ella y su visita al Cirque du Freak, lugar donde las decisiones de éstos desencadenarán el resto de los acontecimientos.
El look siniestro y bizarro de la película es bastante atractivo, y su séquito de estrafalarios personajes son probablemente lo mejor de ella, pero desgraciadamente no se le saca demasiado partido ni a estos últimos ni a las posibilidades que ofrece la historia.


La originalidad de la trama termina más o menos cuando Darren se habitúa al “campamento base” de los freaks. Allí aparece la típica chica por la que el prota se sentirá atraído, observaremos al villano desarrollar su pérfido plan, el amigo Steve pasándose al bando enemigo, desencadenándose la eterna lucha del bien contra el mal, etc.

La idea sobre la que se sustenta es la de una inminente guerra entre dos tipos de vampiros, los que se alimentan de sus víctimas sin matarlas, y los que disfrutan dejándolas sin gota de sangre. Larten pertenece a los primeros, así como su nuevo pupilo Darren, y quiere evitar a toda costa el enfrentamiento que Mr. Tiny, un supuesto individuo neutral, pretende iniciar aprovechándose del desamparado de Steve. Hasta aquí todo más o menos típico pero aceptable. Incluso se agradece que se les dé una vuelta de tuerca a ciertos rasgos característicos de los vampiros. Lo malo es que el desarrollo de la cinta no puede ser más anodino.

Uno de los principales escollos es la poca o nula simpatía que transmite Darren al espectador, algo a lo que contribuye la insulsa interpretación de Massoglia.

Si no fuera porque el personaje de John C. Reilly comparte gran parte del peso protagónico de la cinta, la cosa hubiera sido bastante difícil de digerir. Y debo admitir que Hutcherson no es santo de mi devoción, pero aquí le gana la partida a su rival cinematográfico.

El villano principal no cuenta con la suficiente presencia como para resultar realmente un enemigo amenazador, y menos aún cuando sus mayores aliados son un niñato vacilón y un vampiro (encarnado por un sorprendente –por versátil- Ray Stevenson) que da más pena que miedo.

Por otro lado, los enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre ambos bandos, desde el primer encuentro hasta el último, son poco satisfactorios. Están rodados de forma confusa, con una ridícula aceleración de movimientos y con planos poco inspirados, lo que denota la poca habilidad que tiene Weitz para planificar este tipo de secuencias. Y es que este primer acercamiento al cine fantástico en una carrera plagada de comedias mayormente olvidables, evidencia que probablemente él no era el director indicado para tales menesteres (quién sabe si un Brad Silberling, por ejemplo, le hubiera sabido sacar más partido a esta adaptación)

No hay ninguna escena realmente llamativa, ni espectacular ni tampoco emocionante, aparte de que los efectos especiales -digitales y artesanales- son más bien discretos (y en algunos casos pobretones, como el irrisorio hombre-lobo, la cantosa araña venenosa de Larten, los veloces movimientos vampíricos estilo Flash o los duendecillos comeratas que parecen unos mini Gollums de saldo)



Los extraños componentes del Cirque du Freak no aportan casi nada a la trama. Ken Watanabe y Salma Hayek (que luce tan atractiva –sin la barba, claro- como en su debut hace 15 años en “Abierto hasta el amanecer”) están desaprovechados, al igual que Orlando Jones o Jane Krakowski, cuya vis cómica podría haber sido beneficiosa para ciertos segmentos del film. Luego tenemos a un efímero Willem Dafoe en lo que podríamos calificar como un cameo más que otra cosa.

A esto debemos sumarle uno de los mayores lastres que arrastra casi toda pretendida franquicia cinematográfica juvenil: que la primera película empieza pero no acaba.

Lo peor es que tratándose de una saga literaria de 12 volúmenes, se podría decir que la cinta de Weitz no es más que el prólogo. Sienta las bases y poco más, por lo que uno tiene la sensación de que apenas se le ha contado nada. Y lo poco que se le ha contado tampoco era para entusiasmarse.

Quién sabe si el sabor agridulce que deja la película es porque obviaron partes importantes de las novelas o bien porque las que estaban no supieron trasladarlas con acierto ni darles el toque adecuado.

La verdad es que acentuar el aspecto cómico de la misma en vez de tener pretensiones épicas (el bien contra el mal y bla bla bla…), y sobre todo darle un tono mucho más excéntrico y disparatado, le hubiera sentado increíblemente bien a este grupo de variopintos personajes. Y es que la historia no es mala, y seguro que podría haber salido una frikada mucha más amena y entretenida que este intento de película, pues más parece un episodio piloto (mismo caso que The Losers)

“El circo de los extraños” puede llegar a contentar a los lectores de Shan si el tema fidelidad lo han respetado, cosa que no puedo certificar, pero está claro que se trata de una película fantástica realmente floja. Entretiene a duras penas, siendo lo mejor la ambientación, la banda sonora “elfmaniana” (a destacar también el tema Red Right Hand del genial Nick Cave) y John C. Reilly en un registro inusual en su carrera.


Lo mejor:
la ambientación y la banda sonora.

Lo peor:
el protagonista; la sensación de estar viendo el episodio piloto de una serie.


Valoración personal:
Regular

jueves, junio 10, 2010

"Defendor" (2009) - Peter Stebbings

critica Defendor 2009 Peter Stebbings
No hay ninguna duda de que los superhéroes están de moda y de que se han convertido en el relevo del cine de acción de los 80-90 como filmes de entretenimiento para todos los públicos. Desde entonces, cualquier superhéroe, sea de la editorial que sea y goce de mayor o menor popularidad/reconocimiento, es objeto de ser llevado a la gran pantalla. Tal es la avalancha que todos quieren aprovechar el tirón de éstos y por ello no dudan en recurrir al mismo formato, aunque no sea siempre con personajes salidos de algún tebeo.

El simple hecho de tener a alguien con (super)poderes ya basta para sacar tajada del asunto, y de ahí que en los últimos tiempos hayan aparecido películas como “Jumper” o “Push”, que pese a no ser superhéroes propiamente dichos, han recurrido a muchas de sus características esenciales para intentar emular la fórmula mágica del éxito (y sin conseguirlo, habría que añadir). Eso sí, ahorrándose el uso de trajes ridículos (rasgo fundamental e indispensable para todo justiciero que se precie)

Y de ello se ha nutrido también la pequeña pantalla, siendo “Héroes” (serie que abandoné tras su cansina segunda temporada) el mejor ejemplo.

A partir de ahí, cualquier adaptación, versión, inspiración, parodia o vuelta de tuerca relacionada con el mundo de los superhéroes es bienvenida y tiene ganado, por adelantado, el interés de una parte del público. Si bien hay que decir que también estamos viviendo tal saturación de películas de misma índole, que la temática empieza a resultar ya un poco cansina, especialmente para los que no somos devotos de este tipo de producciones. Si además la mayoría acaban decepcionando al espectador o incumpliendo sus expectativas (véase la olvidable “Hancock”), está claro que el público recelará cada vez más de tan manido material.

La semana pasada llegó a nuestras carteleras “Kick-Ass”, otra vuelta de tuerca al subgénero superheróico y de la que ya pudimos opinar. Pero hoy vengo a hablaros de otra propuesta que ha pasado bastante inadvertida por las carteleras estadounidenses, y que de momento sigue sin tener distribución internacional. Su título es “Defendor”, y poco tiene envidiar a lo que hayáis podido ver hasta el momento.

Arthur Poppington es un tipo “corriente” que cree ser un superhéroe (Woody Harrelson) Con un elevado sentido de la justicia, Arthur se disfraza cada noche con un cutre disfraz de superhéroe hecho por él mismo y, adoptando la identidad de “Defendor”, deambula por las calles para hacer el bien y dar un buen escarmiento a todo delincuente que tenga la mala fortuna de cruzarse en su camino. Y digo mala fortuna porque cada vez que Arthur/Defendor entra en acción, éste se lleva una buena paliza.

Su identidad superheróica no le reportará otra cosa que problemas y visitas al hospital. Pero eso no le detendrá ni le desanimará, ya que su mayor deseo es poder capturar al Capitán Industria (Captain Industry), un genio del mal, como así lo llama él.


Es evidente que estamos ante una propuesta poco usual. Realmente no es una parodia al uso, sino que utiliza la figura del superhéroe como una excusa para relatarnos una historia diferente sobre un hombre con problemas, y que está a medio camino entre el drama y la comedia, aunque haciendo especial énfasis en lo primero.

Y es que pese a lo cómico que resulta el argumento en sí, la intención de su guionista y director, el debutante Peter Stebbings, no es precisamente hacernos reventar a carcajadas, aunque consiga a menudo una complaciente sonrisa por nuestra parte.


Sea por su extrema bondad, por su inocencia o por su encomiable capacidad de no renunciar a sus sueños (por disparatados que estos sean), está claro que Arthur resulta un personaje entrañable que se gana nuestra simpatía desde el primer momento. Y aunque parte del atractivo de la cinta recaiga en los continuos embrollos en los que se mete bajo su disfraz de superhéroe, son las escenas de su alter ego las que realmente nos hacen empatizar y emocionar con su personaje y su triste historia.

Arthur está obsesionado con capturar al Capitán Industria, villano cuya identidad desconocemos. De hecho, ni siquiera sabemos si ese nombre corresponde a una persona real del entorno de nuestro protagonista o simplemente se trata de un producto de su imaginación. La cuestión es que dicha obsesión le lleva a convertirse en Defendor, un superhéroe cuyas armas son un puñado de canicas y un pote lleno de abejas (bastante efectivas éstas últimas, todo sea dicho)

En su camino hacia su objetivo, Defendor entablará amistad con una prostituta y enemistad con un poli corrupto. Además, sus acciones le llevarán de visita la comisaria, y en última instancia, al psiquiatra. Precisamente desde ahí se nos narra gran parte de la película (todo un acierto narrativo), con Arthur manteniendo un conversación con una psiquiatra, relatándonos así su historia mediante largos flashbacks; desde sus encuentros con los diversos personajes que conforman la trama hasta hechos de su pasado que resultarán claves para comprender tanto las intenciones de su personaje como los motivos por los que el bueno de Paul Carter, su mejor amigo, se preocupa tanto por él.

Descubrir paso a paso las razones que llevan a Arthur a convertirse en Defendor (cual Don Quijote en un valiente caballero), la extraña relación de amistad –o más que eso- que entablará con Kat (una morbosa Kat Dennings), la simpatía que desprenderá en aquellos que le rodean (el jefe de policía, la psiquiatra…) y los actos heroicos y/o suicidas que le harán un tipo popular en su vecindario, son los pilares básicos en los que se apuntala el film.

Sin un alarde de efectos especiales, ni acción ni gags tronchantes, Defendor consigue ser, para un servidor, una de las mejores vueltas de tuerca a las películas de superhéroes que se han hecho hasta el momento (a la espero estoy también de echarle el guante a “Especial”).

Su originalidad, su ternura y sobre todo su sencillez, amén de un Woody Harrelson que borda su papel, hacen de ella una comedia dramática muy recomendable para los que busquen a otro tipo de héroe. Un héroe real, humano y cercano.


Lo mejor:
Woody Harrelson; el final.

Lo peor: que al principio parezca que no vaya a ser gran cosa


Valoración personal: Correcta-Buena


jueves, junio 03, 2010

“Kick-Ass” (2010) - Matthew Vaughn

crítica Kick-Ass 2010 Matthew Vaughn
Tras debutar con “Layer Cake”, un notable pero no muy conocido thriller protagonizado por un Daniel Craig pre-bond, y posteriormente estrellarse injustamente en taquilla con “Stardust”, una de las mejores películas de fantasía de la pasada década, el productor, director y guionista Matthew Vaughn decidió embarcarse en un proyecto distinto a sus anteriores trabajos. Para ello pensó en la adaptación de “Kick-Ass”, un cómic ultraviolento escrito por Mark Millar (Wanted) y dibujado por John Romita Jr., y cuyos derechos para su versión cinematográfica fueron vendidos antes incluso de que éste fuera publicado.

La intención de Vaughn era mantenerse lo más fiel posible a la desatada violencia de la que hacía gala el cómic, lo cual supuso todo un impedimento a la hora de conseguir financiación y apoyo de un gran estudio de Hollywood. Y es que ya se sabe que éstos están interesados básicamente en hacer producciones PG13 o para todo todos los públicos -censurando si es necesario el producto final- con el único fin de abarcar a más espectadores y, en consecuencia, amasar más millones.

Pese a este primer obstáculo, Vaughn siguió adelante y decidió autofinanciarse (con la colaboración de Plan B Entertainment, la compañía de Brad Pitt) con la esperanza de que una vez finalizado el rodaje y vistos los resultados, los estudios cambiaran de opinión. Y así ocurrió.

El director presentó la película en el Comic-Con, todo un escaparate para este tipo de producciones, y la recepción de los asistentes no pudo ser mejor, mostrándose entusiasmados/exaltados ante lo que habían visto.

Este hecho propició que los estudios, ahora sí, se interesaran en la distribución de la película. Lionsgate, Paramount y Universal, ésta última distribuidora de Wanted, adaptación basada también en una obra de Millar, “pelearon” por llevarse el gato al agua, siendo los primeros los que finalmente se hicieron con los derechos de “Kick-Ass”.

Desde entonces, la promoción del film ha sido incesante, y a base de clips, tráilers, preestrenos y críticas procedentes del otro lado del charco, el hype ha ido aumentando de forma considerable. EE.UU y otros muchos países ya tuvieron oportunidad de verla, y aunque su carrera comercial está siendo bastante discreta, gracias a su reducido presupuesto (30 millones de dólares) los números conseguidos hasta el momento la convierten en un éxito. De tratarse de un habitual blockbuster hollywoodiense, cuyas cifras se mueven entre los 100 y los 250 millones, probablemente sí estaríamos hablando de fracaso o, en todo caso, de una decepción. Pero si además tenemos en cuenta que el público al cuál va dirigida es muy concreto y que las críticas están siendo inmejorables, poca duda cabe que Vaughn ha triunfado como pocos lo hacen.

La historia de ‘Kick-Ass’ gira en torno a Dave Lizewski (Aaron Johnson), un estudiante de instituto del montón y gran aficionado a los cómics que un día toma la decisión de convertirse en un superhéroe, como los de las historietas que tan asiduamente lee.

Sin ningún tipo de superpoder ni nada que le haga especial o mejor que los demás, Dave se pone una máscara y se embute dentro de un disfraz para salir a las calles a combatir el crimen. Tras un poco de entrenamiento y unas primeras semanas de lo más tranquilas, Kick-Ass, como así se hace llamar, tiene la oportunidad de demostrar por fin sus habilidades superheroicas enfrentándose a un par de malhechores de poca monta. Desgraciadamente, su primera intervención no da los frutos deseados, y Dave acaba recibiendo una paliza que lo manda al hospital.

Tras ser intervenido varias veces, recibiendo placas de acero por casi todo su cuerpo, y realizando una posterior rehabilitación, nuestro joven protagonista decide ponerse nuevamente el disfraz de superhéroe. Gracias a una menor sensibilidad en su cuerpo, su segundo aparición obtiene mejores resultados, y pronto su nombre se convierte en todo un fenómeno seguido por internet y por los canales de televisión.

Pero Dave no es el único que anda por ahí combatiendo el crimen con un traje hortera, y pronto conocerá a Hit Girl (Chloë Moretz) y Big Daddy (Nicolas Cage), dos superhéroes (padre e hija) dispuestos a saldar una cuenta pendiente con el jefe de la mafia local, Frank D'Amico (Mark Strong) En este punto, es cuando realmente el joven tendrá que demostrar sus agallas y su valía como superhéroe enfrentándose a tipos armados hasta los dientes.

No hace falta haber leído el cómic para darse cuenta que ésta no es una película de superhéroes al uso, sino que se trata, nuevamente, de una vuelta de tuerca al género, a medio camino entre la parodia y el más sentido homenaje. Tampoco es la primera propuesta de este tipo que llega a nuestras carteleras, pues años atrás, a finales de los noventa, se estrenó Mystery Men, basada también en un cómic. Pero sí es la primera que logra hacerlo con éxito (la anteriormente citada fue un fracaso de taquilla pese a su interesante reparto)

Las bazas con las que cuenta “Kick-Ass” son su tono gamberro y descerebrado, su humor negro, sus altas dosis de violencia y su acercamiento a las nuevas tecnologías.

Analicemos todas ellas paso a paso.


El punto de partida de la historia es la de un chico normal y corriente que un buen día se calza un cutre disfraz con el que salir a la calle a hacer el bien y plantar cara a los criminales. Obviamente, semejante argumento ya es toda una declaración de intenciones.

El día a día de nuestro protagonista, entrenándose concienzudamente, ocultando su identidad a sus amigos y familiares, y prestando desinteresadamente sus servicios al bien de la comunidad (eso incluye también buscar a un gatito perdido), podría ser como la de cualquier superhéroe de viñeta que se precie si no fuera porque no tiene superpoderes ni ningún tipo de preparación física, y ni mucho menos dispone del dinero suficiente como para poseer un arsenal y un equipamiento adecuados para luchar contra el crimen. Por supuesto, estas carencias no le impiden llevar a cabo su labor con entusiasmo y dedicación, aunque su primer intento casi consiga que lo maten.

La situación en la que se encuentra Dave es la que da pie a numerosos momentos de lo más hilarantes. Ya el nombre que se autoimpone, Kick-Ass (algo así como “pateaculos”), da buena fe del tono irreverente que tiene la película.

El humor negro del que hace gala es su estandarte, consiguiendo, como ya he comentado, momentos bastante hilarantes y bizarros (aunque no tronchantes, para mi gusto). A destacar, por ejemplo, la secuencia que abre la película o el entrenamiento que recibe Mindy Macready / Hit-Girl por parte de su padre Damon Macready / Big Daddy para que ésta no tema a las armas de fuego.

La violencia es otro punto fuerte, ya que el director no tiene pudor alguno en mostrar secuencias de lo más bestias y sanguinarias, tanto con las palizas y torturas que padece Dave/Kick-Ass, como con la venganza que lleva a cabo la pequeña Hit-Girl. Por otro lado, las diferentes coreografías y escenas de acción, aunque mayormente fantasiosas y, en el caso de ésta última, impensables para una niña de 11 años (tampoco esperábamos realismo en esta cinta), están francamente elaboradas y resultan espectaculares, aunque en algún momento el escaso presupuesto le pase factura en cuestión de efectos especiales (SPOILER-- las escenas de vuelo de Kick-Ass cantan un poco, así como su atropello inicial, que parece salido de una de las películas de Mortadelo y Filemón, por lo chapucera y caricaturesca que resulta -- FIN SPOILER )

Las continuas referencias y guiños al mundo del cómic -Batman, sobre todo- harán las delicias de los comiqueros. Además la trama de la película discurre también por caminos harto conocidos por los superhéroes, como es el momento en el que nuestro héroe enmascarado se replantea su vida como defensor de la justicia (casi siempre por el riesgo que corren amigos y familiares)


De este modo, se reutilizan sabiamente los tópicos más habituales del género. Aunque hay que indicar que algunos puntos de la historia quedan un tanto forzados o incluso fuera de lugar pese al tono jocoso de la cinta. Véase, en este sentido, SPOILER-- la inmediatamente positiva reacción de Katie (Lyndsy Fonseca) al conocer la verdadera identidad de Kick-Ass (no cuela ni con cola), sus arrebatos sexuales con Dave (están de más) o su más bien improbable exnovio traficante de armas (hubiera sido mejor enlazar esa parte como la petición de otro fan y no como la de ella) o el chisme que Kick-Ass utiliza en el tramo final de la película (fantasmadas sí, pero sin excederse, y menos si el presupuesto no las cubre decentemente)—FIN SPOILER

También el hecho de recurrir a temas conocidos implica que todo resulte un tanto o bastante previsible, aunque Vaughn sabe sacarse un par de ases de la manga que dan frescura a la propuesta. SPOILER-- Uno de ellos es el momento en el que Big Daddy explica su historia a través de viñetas de cómic (todo un acierto); el otro, la parte que corresponde al rescate de Big Daddy y Kick-Ass, con una Hit-Girl atacando en modo primera persona (First Person Shooter) al igual que se hizo en la película Doom y, por tanto, un claro guiño al mundo de los videojuegos.

Esa mezcla de referencias, junto a temas tecnológicos tan a la orden del día como MySpace o Youtube, hará que el espectador actual –el adolescente, sobre todo- se sienta aún más identificado con la propuesta.

Pero realmente lo mejor de Kick-Ass no es el propio Kick-Ass, valga la redundancia, sino Hit Girl, o mejor dicho, Chloe Moretz. La pequeña actriz se desenvuelve con tanta soltura y desparpajo, que deja en pañales al resto de sus compañeros de reparto, quiénes, todo sea dicho, cumplen de sobras con su labor (y Nicolas Cage se redime un poco de muchas de sus últimas interpretaciones). Pero si además del buen hacer de Moretz tenemos en cuenta que su personaje es el más cañero de todos, queda patente que estamos ante un caso claro de “roba-escenas”. Y es que cada vez que ella aparece, la película gana enteros.

Si te chiflan los cómics en general y los superhéroes en concreto, está claro que “Kick-Ass” es tu película. En caso contrario, es probable que el revuelo montado a su alrededor te parezca exagerado o desproporcionado, y razón no te faltará. Un servidor tiene claro que no forma parte del público objetivo al que va dirigida esta propuesta, pero aunque no me haya entusiasmado en exceso (tampoco es que sea para tanto…), considero que sí se trata de un desvergonzado y ameno entretenimiento.

P.D.: Para vuelta de tuerca, me quedo con “Defendor”.


Lo mejor: Hit Girl/Chloe Moretz.


Lo peor: algunos momentos de la trama algo forzados.


Valoración personal: Correcta

jueves, mayo 27, 2010

“Los perdedores (The Losers)" (2010) - Sylvain White

Los perdedores The Losers 2010 Sylvain White
En estos últimos años, los cómics se han convertido en el nuevo e inagotable filón de Hollywood. Los superhéroes dieron pie a esta moda, pero poco a poco se han ido adaptando cómics y novelas gráficas de toda clase.

A falta de ideas propias, los estudios hurgan en el mundo comiquero para encontrar historias que poder llevar a la gran pantalla. Poco importa ya si el cómic en cuestión es muy conocido o no; a veces, incluso, los productores se interesan por cómics que están en pleno desarrollo o que simplemente aún no han visto la luz en el mercado.

The Losers, serie comiquera escrita y dibujada por Andy Diggle y Jock, respectivamente, publicada por Vértigo e inspirada en The Losers de DC Comics, no es que sea una de las más conocidas y populares del mundillo. De hecho, cuando se anunció su adaptación eran muchos los que no conocían la obra (servidor incluido; aunque en mi caso, siendo poco ducho en el tema, era algo normal)

La trama gira en torno a un grupo especial de agentes de la CIA especializado en operaciones ilegales al margen de las autoridades. En el transcurso de una misión son traicionados por alguien de dentro y dados por muertos.

La llegada de una extraña, Aisha (Zoe Saldana), con una buena oferta supondrá su oportunidad para volver a EE.UU., vengarse del traidor que trató de eliminarlos y limpiar su nombre.



Pensada en un principio para ser dirigida por Tim Story, responsable de las dos entregas de Los 4 Fantásticos de Marvel, pasó luego a manos de Sylvain White, director que empezó con productos de videoclub (suya es la tercera entrega de la saga de terror Sé lo que hicisteis el último verano….) y continuó con “Stomp the Yard: ritmo salvaje”, musical de baile al estilo “Step Up” que resultó ser bastante rentable en taquilla (costó 13 millones de dólares y recaudó 75)

En vista del currículum poco alentador de ambos directores, es difícil saber si el cambio ha sido para mejor. Quizás el resultado final incline un poco la balanza a favor de White, pero tampoco demasiado…

El inicio es bastante prometedor. La presentación de los cinco miembros del comando es rápida y resultona (aunque no novedosa), y nos facilita básicamente la función que desempeña cada uno dentro del equipo (el genio informático es el de las gafas, por supuesto)

Lo siguiente es verlos llevar a cabo una misión y comprobar cómo son traicionados por alguien de la CIA que responde al nombre de Max.

Con la llegada del personaje de Aisha el plan de venganza se pone en marcha. Y partir de ahí, es cuando la cosa empieza a andar a trompicones.


A todo el conjunto se le ha querido dar un rollito cool que va desde la chulería de los personajes hasta la dirección videoclipera del director. Si bien no niego que ésta resulte en algunos momentos adecuada, llega un punto en que acaba siendo cargante, sobre todo cuando ya empieza a excederse con los movimientos de cámara o las escenas a cámara lenta (técnica que hay que saber cómo y cuándo utilizar, y White no es Peckinpah, precisamente)

Otro problema es que la película no acaba de encontrar el tono adecuado. Obviamente, se trata de una mezcla de acción y comedia llevada al exceso. Y ese exceso termina por hundirla.

Las escenas de acción son atractivas y están bien ejecutadas, aunque en algunos momentos la cámara se mueve demasiado. Pero lo que realmente no le beneficia nada y le resta bastante impacto a éstas es el uso ddel ordenador para las secuencias más explosivas. Más que nada porque los efectos cantan un poco, por no decir que son cutres. Si además la escena en cuestión es una fantasmada (la de la moto y el avión), la credibilidad se cae por los suelos. Aunque a decir verdad, ésta ya era escasa antes de llegar a ese punto.

Los golpes de humor funcionan a ratos, cruzando continuamente la línea que separa lo divertido o simpático (cuando Jensen se infiltra en busca de la computadora central) de lo patético (la pelea entre Clay y Aisha en la habitación del motel o todas las apariciones del ya de por sí patético villano). Claro que esto dependerá un poco del sentido del humor que tenga cada uno (y de si Chris Evans te cae bien o no)

Por lo pronto, y como acabo de comentar, el villano de turno es risible. Jason Patric es un actor bastante limitado, pero no toda la culpa es suya. Su rol es demasiado caricaturesco, pareciendo más un malhechor sacado de alguna película de James Bond (de las de Roger Moore, para ser más específicos). Su relación con Wade, su mano derecha, es de chiste. La megalomanía del personaje es esperpéntica y algunas de sus acciones, que pretenden demostrar lo malvado que es, acaban resultando un tanto penosas (el asesinato en playa)

De su pérfido plan mejor no comentar nada (¿¡un desmaterializador sónico!?)


En el bando de los buenos la cosa mejora bastante, gracias sobre todo a su solvente reparto. Todos se desenvuelven más o menos con soltura en sus respectivos -y unidimensionales- personajes, aunque la película otorgue menos protagonismo a algunos de ellos. Columbus Short y Óscar Jaenada, por ejemplo, quedan en un segundo plano respecto a Jeffrey Dean Morgan (líder del grupo y principal protagonista), Idris Elba (secundario de peso), Zoe Saldana (co-protagonista y chica del prota) y Chris Evans (el gracioso del grupo). El español, además, no debe contar ni con 10 líneas de diálogo en toda la película (a veces no son más que palabras sueltas), con lo que probablemente su tercer trabajo como secundario en una producción americana pasará más bien desapercibido.

Ya a nivel personal (entiéndase esto como muy subjetivo), he de reconocer que con Zoe Saldana me ocurre exactamente lo mismo que con Mila Kunis: con esa apariencia tan frágil no termino de creérmelas como action-girls/femme fatale, por mucha cara de mala ostia que pongan o por mucha arma que empuñen (a Saldana le ponen hasta un bazooka; eso sí, para que no se rompa un brazo el chisme dispara sin retroceso)

Un gran problema con el que se enfrenta ésta y otras adaptaciones de cómics o novelas serializadas, es que la primera película quede inconclusa para dar pie a la secuela. Así que como ya ocurría con “Jumper” (o Push, o La brújula dorada, o tantas otras), uno tiene la sensación de estar más bien ante un episodio piloto de una serie y no ante una película con su comienzo, nudo y desenlace. En este caso, además, quedan abiertas un par de subtramas: SPOILER la que atañe a la captura del villano y la cuenta pendiente surgida entre Aisha y Clay FIN SPOILER. Y éstas no se resolverán hasta que llegue la continuación, la cual, por cierto, corre el peligro de no llegar nunca dada la hostia que se ha pegado esta primera en taquilla (puede que la recaudación internacional cubra costes, pero ni de lejos habrá rentabilidad)

Lo mejor que se puede decir de The Losers es que resulta entretenida, pero en este caso no basta, ya que el cúmulo de chorradas estropea bastante su visionado.
El villano es lastimoso, la trama simplona y banal, y los personajes no tienen el carisma suficiente como para que el atractivo reparto pueda hacer algo más que cumplir con su papel.

Para “degustarla” en casa puede no ser una mala opción, dependiendo de lo que cada uno esté dispuesto a exigirle, pero no merece la pena la entrada del cine.

Esperemos que las próximas películas de “mercenarios”, “El Equipo A” y “The Expendables”, sean un entretenimiento mucho más disfrutable. A diferencia de “Los perdedores”, éstas dos cuentan con el factor nostalgia a su favor. O en contra, según se mire (un arma de doble fila la nostalgia, pues puede dar pie a una decepción aún mayor)



Lo mejor: el compentente reparto; los créditos finales.

Lo peor: el villano; la sensación final de haber visto un capítulo piloto de una serie.


Valoración personal: Regular

jueves, mayo 20, 2010

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” (2010) - Mike Newell

crítica Prince of Persia Las arenas del tiempo 2010 Mike Newell
De entre toda la materia prima que Hollywood utiliza para hacer películas de entretenimiento, los videojuegos son, sin lugar a dudas, los que han salido peor parados.

La tendencia de adaptar juegos de consola a la gran pantalla empezó con Super Mario Bros. (1993), uno de los mayores esperpentos de los 90. Un buen apartado técnico y un reparto prometedor no fueron suficientes para hacer digerible una película que, ya por sí, se parecía poco al videojuego que pretendía adaptar. Aunque admitámoslo: el argumento del juego tampoco se prestaba a una traslación literal en carne y hueso, y de hacerlo, probablemente el resultado hubiera sido aún más delirante de lo que ya fue.

Pese a las terribles críticas, el empeño por seguir llevando videojuegos a la gran pantalla no cesó, y se pensó que quizás los juegos de lucha, necesitados de menos guión, serían producciones más factibles. Craso error.

A mediados de la década, y con poco margen de tiempo de diferencia entre sí, se estrenaron Doble Dragon, Street Fighter: La película y Mortal Kombat. La primera fue un estrepitoso fracaso, y aunque las otras dos no merecían correr mejor suerte, lo cierto es que sí tuvieron mejor acogida; especialmente la última, que fue todo un éxito gracias, sobre todo, a su mayor fidelidad para con el juego. Eso permitió, además, rodar una secuela dos años más tarde y hasta una serie de televisión.

En 1999 llegó Wing Commander, dirigida por el propio creador y director de los juegos, lo cual, en un principio, garantizaba al menos fidelidad con los mismos. Desgraciadamente, y pese a contar con un reparto formado por rostros veteranos (John Rhys-Davies, Malcom McDowell) y jóvenes en proyección (Freddy Prince Jr. y Matthew Lillard, procedentes de dos sagas de terror juvenil con bastante tirón por aquella época), la película no pudo rivalizar con el Episodio 1 de George Lucas, que se estrenó por esas mismas fechas. La película, aunque medianamente entretenida, pasó completamente desapercibida y hoy día son pocos los que se acuerdan de ella.

Otro fallido intento en el campo de la ci-fi fue Final Fantasy, que optó con una, por aquél entonces, revolucionaria técnica de animación para atraer al público. El resultado: 137 millones de presupuesto y tan sólo 85 de recaudación.

La muerte de los videojuegos en el cine parecía estar cerca, pero entonces llegó Lara Croft, la heroína más sexy de las consolas, y lo cambió todo. Dos películas de Tomb Raider, a cuál peor, y dos éxitos taquilleros, beneficiados sobremanera por la presencia de Angelina Jolie.

Paul W.S. Anderson lo intentó de nuevo con Resident Evil (2002), película por lo menos entretenida y a la que le siguieron dos nefastas secuelas estrenadas en cine, otra de animación CGI directa DVD (y algo más decente que sus dos predecesoras) y una última action live pendiente de estreno con Anderson de nuevo a los mandos.

Luego llegaron Doom (otro fracaso) y Uwe Boll, uno de los mayores enemigos de las adaptaciones de videojuego. Si ya de por sí el nivel de éstas era bajo, el alemán aún lo hundió más en la miseria rodando despropósito tras despropósito.

Con Silent Hill (2006) la cosa parecía que iba por buen camino, y aunque la película no terminó de convencerme, sí gustó y mucho a gran parte de los fans del videojuego, e incluso la crítica especializada tuvo elogios para ella. Lo mejor: una tétrica atmósfera, algún que otro momento de lograda tensión y un fantástico diseño de producción (lástima que el resto, a mi gusto, no acompañara)

Pero recientemente se han estrenado Max Payne, Hitman, D.O.A. y Street Fighter: La leyenda, y hemos vuelto a lo de siempre: películas de entretenimiento infumables o, en el mejor de los casos, totalmente olvidables.

Ahora le toca el turno a “Prince of Persia: Las arenas del tiempo”, película que tendrá que demostrarle al público si aún es posible rodar algo bueno –o decente- basado en un videojuego, o si por el contrario, sigue siendo un imposible.

Ambientada en la Persia medieval, la película nos narra la historia de Dastan, un joven príncipe que unirá sus fuerzas con Tamina, una princesa rival, para detener a Nizam, un traidor del reino de Persia cuyo propósito es ocupar a toda costa el trono del rey Sharaman.

Dastan fue adoptado por el rey cuando éste era pequeño, y desde entonces ha sido criado como si fuera un príncipe legítimo. Pero el destino está empeñado en jugarle un mala pasada.


La traición de un miembro de la familia real obligará a Dastan a enfrentarse a sus seres queridos y a vivir un sinfín de aventuras con tal de demostrar su lealtad al rey y a sus hermanos. En este peligroso viaje lleno de obstáculos le acompañará, a regañadientes, la hermosa princesa Tamina, que huyendo también de su tierra natal, ayudará a Dastan a cumplir su objetivo en busca, no obstante, de su propio beneficio.



Vaya por delante que, al igual que me ocurre con el 99% de estas adaptaciones, nunca he jugado al juego en el que se basa la susodicha película. De ahí que poco pueda comentar sobre su fidelidad o los posibles guiños que se hagan a la franquicia consolera. No obstante, sí me he tomado la molestia de informarme un poco del tema, y puedo constatar que una de las principales características del personaje, como son sus ágiles y acrobáticos movimientos, se mantienen en la película. Y no sólo eso sino que se le saca el máximo rendimiento.

A medio camino entre un acróbata de circo y un experto en parkour, Dastan se mueve por la pantalla con una agilidad y habilidad increíble, con saltos imposibles y piruetas de lo más vistosas. Por supuesto, esto supone un importante aliciente para hacer las escenas de acción mucho más espectaculares, como bien se puede observar en el primer asalto a la ciudad de la Princesa Tamina o la posterior persecución cuando Dastan huye de ella.

En relación a esto, el punto fuerte son también las atractivas coreografías, aunque a veces el movimiento de cámara no deje apreciarlas en toda su plenitud. Las peleas están muy logradas, aprovechando los elementos al alcance de los personajes y la destreza tanto del propio Dastan como de los Hassassins, una oscura secta de asesinos que irán detrás de nuestro protagonista para arrebatarle un poderoso objeto, una daga que otorga el poder de viajar en el tiempo, y que hasta el momento había estado a buen recaudo en el palacio de Tamina.

Precisamente, esta daga es la que desencadena toda esta aventura; unos para arrebatársela a Dastan y a Tamina para sus pérfidos propósitos, y éstos últimos para devolverla al lugar donde pertenece y de paso arruinar los planes de su infame enemigo, el visir Nizam (que aunque intenten jugar la despiste, ya sabíamos de antemano que sería el villano de la función)

El guión, escrito a tres manos entre Boaz Yakin (Fresh, Dirty Dancing 2), Doug Miro y Carlo Bernard, estos dos últimos guionistas también de la inminente “El aprendiz de brujo” (nuevamente bajo el sello de la Disney), es bastante justito, y está enfocado única y exclusivamente al puro espectáculo, sin pararse a pensar demasiado en los personajes o en si algunas de las cosas que se suceden quedan bien explicadas.

Por otro lado, Mike Newell, poco ducho en esto de dirigir superproducciones de tales magnitudes, confunde ritmo con velocidad, y todo se muestra en pantalla de una forma un tanto precipitada. De todos modos, consigue controlar todo el despliegue de medios sin que se le vaya de las manos.

Para empezar, tenemos un mini resumen de los orígenes de Dastan. Basta decir que la adopción “así por las buenas “de éste por parte del Rey Sharaman tiene una justificación un poco endeble (la nobleza y valentía del huérfano impresionan al monarca… ¡pues adoptémosle!), al igual que la facilidad con la que algunos personajes se alían a nuestros héroes protagonistas con inusitado altruismo o SPOILER --- lo extraño que resulta que, al final, para compensar el error cometido al asaltar la ciudad, el príncipe Tus ofrezca a su hermano Dastan en matrimonio a la princesa Tamina. Exactamente, ¿qué clase de disculpa y/o compensación es esa? --- FIN SPOILER

La historia parece ofrecer ciertas diferencias respecto al videojuego homónimo, aunque gran parte de la trama creo que se mantiene, y sólo algunos detalles son alterados (la orígenes y nombres de algunos personajes y otros aspectos relacionados con objetos poderosos o monstruosas criaturas de las que aquí se prescinde)

De todas formas, el visir sigue deseando el trono, y Dastan y Tamina (en el juego, farah) siguen enamorándose aunque al principio no confíen demasiado el uno en el otro.


En relación a esto último, cabe decir que la relación de desconfianza, continuas traiciones y puyas de la pareja resulta simpática y da juego constantemente. De hecho, el humor es un punto clave de la película, ya que esto se presenta como un film de aventuras distendido y campechano, donde prima la acción y el divertimento más liviano y simplón. No por ello va a ser mala por defecto, pero sí es cierto que con un poco más de calma y unos personajes con más enjundia se podría haber logrado algo mejor, al estilo de “La Momia” o “Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra”, películas que con un tono y una fantasía similares, superan ampliamente a esta propuesta. Y teniendo en cuenta que con el Príncipe de Persia se busca una nueva franquicia relevo a la de los piratas caribeños, más les vale que la próxima vez los guionistas se esfuercen un poquito más. Tanto como el resto del equipo lo ha hecho en cuestión de ambientación, vestuario y decorados, que todo hay que decirlo, está muy conseguido.

Los efectos especiales son convincentes la mayor parte del tiempo. Quizá haya alguna escena más cantosa (el flashback con el tigre), y todos sabemos que elementos como el fuego, el agua o en este caso la arena son siempre difíciles de plasmar con absoluto realismo en pantalla, pero en términos generales, podemos hablar de un resultado satisfactorio.

Pero lo más destacable es, sin lugar a dudas, el gran trabajo de Harry Gregson-Williams a cargo de la banda sonora, adecuada ésta al lugar en el que transcurre la cinta, como sonidos muy orientales, imagino que a base de instrumentos como el laúd o el rabel (o parecidos), sin abandonar ese tono épico que caracteriza a este tipo de partituras (destaca, en especial, una poderosa percusión). En algunos momentos puede llegar a recordar a la también magnífica composición que realizó el maestro Jerry Goldsmith para la citada Momia de Stephen Sommers.
La guinda la pone Alanis Morissette con “I Remain”, tema que podemos escuchar en los créditos finales.

En cuanto al reparto, decir que todos cumplen con el trámite. La actuación más destacable probablemente sea la de Alfred Molina, gracias a su simpático personaje y a su buen hacer como habitual secundario de lujo.

Jake Gyllenhaal aprueba en este primer trabajo de peso como héroe de acción. Es evidente que le faltan algunas tablas -y un poco carisma- en este campo, pero pese a todo se desenvuelve bastante bien, y se nota que físicamente se ha preparado a conciencia para encarnar a Dastan.

Una bellísima Gemma Arterton hace lo propio con su personaje, haciendo creíble a una princesa tan hermosa como astuta.

Ben Kingsley, que ya tiene experiencia haciendo de villano, lleva a cabo su rol sin esfuerzos, aunque da la sensación que se le podría haber sacado más partido, al igual que al líder de los Hassassins, interpretado por el islandés Gísli Örn Garðarsson (con cierto parecido aquí al actor Richard Lynch, un clásico villano de los 70 y 80)

Y finalmente tenemos a un correctísimo Toby Kebbell como el Príncipe Garsiv, hermano de Dastan y jefe del ejército persa.

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” es la típica producción de Jerry Bruckheimer, con poca chicha pero aún así espectacular y entretenida. Una película de aventuras fácilmente digerible, con sus dosis justas de atractivos efectos especiales, trepidante acción, humor y romance.

No causa vergüenza ajena, que ya es mucho viniendo de un videojuego, pero tampoco te deja plenamente satisfecho.


Lo mejor: resulta entretenida en todo momento.

Lo peor: no deja huella ni entusiasma en exceso.


Valoración personal: Correcta

jueves, mayo 13, 2010

“Robin Hood” (2010) – Ridley Scott

crítica Robin Hood 2010 Ridley Scott
¿Quién era realmente Robin Hood? A esa pregunta han intentado, en vano, dar respuesta diversos historiadores.

Varios personajes podrían haber servido de inspiración a la leyenda de Robin Hood, pero aún ninguno se ha atrevido señalar, con total certeza, un nombre en concreto, y mucho menos ponerse de acuerdo entre ellos para diferenciar cuánto hay de real y cuánto de ficticio en su historia; o incluso si realmente llegó a existir.

La leyenda de Robin Hood se originó en el siglo XIII a través de las baladas de los trovadores. No fue hasta el siglo XVI cuando su historia fue impresa por primera vez, para posteriormente ser representada en plazas públicas durante los siglos XVII y XVIII. De boca en boca y de mano en mano, el mito del valiente y justo arquero fue creciendo y llegando a todas partes, y de él se nutrió la literatura del siglo XIX con autores como Alejandro Dumas.

También el cine ha querido, en numerosas ocasiones, ofrecer su particular respuesta a tan enigmática pregunta, pero siempre inspirándose más en la vertiente legendaria de dicha fábula. Así es como en 1922 se produciría la primera película del honesto bandido de Sherwood titulada Robin de los bosques.

Ya en el cine sonoro, llegaría en 1938 la segunda versión -bajo el mismo título- de la mano de los directores Michael Curtiz y William Keighley, y protagoni zada por un carismático Errol Flynn. Esta versión, una de las más afortunadas, se convertiría, por derecho propio, en todo un clásico del cine de aventuras. Y si bien hoy día ha quedado bastante desfasada a nivel de vestuario, lo cierto es que sigue siendo, para un servidor, de lo más disfrutable.

Posteriormente llegarían más películas, pero ninguna que estuviera a la altura de aquella. Lo intentaron Henry Levin y George Sherman en El hijo de Robin de los bosques (1946), Howard Bretherton con El rey de los bosques (1948) o Kenn Annakin con Los arqueros del rey (1952)

Walt Disney Pictures estrenaría su versión animada en 1973 con el escueto título de Robin Hood, y tres años más tarde llegaría una original –y crepuscular- propuesta inglesa a cargo del estadounidense Richard Lester, con unos Robin y Marian ya maduritos encarnados por Sean Connery y Audrey Hepburn, en la que sería una de las versiones más curiosas y románticas que se han hecho hasta el momento.

Ingleses, italianos (Robin Hood y los piratas, de Giorgio Simonelli) e incluso españoles (Robin Hood, el arquero invencible, de J.L. Merino) se atrevieron con el mito de Robin Hood, pero no sería hasta principios de los 90 cuando nuevamente los americanos realizarían una de sus más populares y exitosas versiones. Con un gran despliegue de medios y un reparto de altura encabezado por un Kevin Costner en su mejor momento (un año antes había conseguido el Oscar a Mejor película y Mejor Director por Bailando con lobos) se rodaría Robin Hood, príncipe de los ladrones, una vistosa, comercial y sumamente entretenida superproducción propia de la década que ensombreció en taquilla y en elogios a la inglesa Robin Hood, el magnífico, producción cercana al telefilme que se estrenó también ese mismo año.

Un tiempo después, en 1993, Robin Hood sería objeto de parodia por el especialista Mel Brooks en Las locas, locas aventuras de Robin Hood, irregular comedia que supuso la última aparición del mítico personaje en la gran pantalla. Aunque cabe mencionar también que ha tenido su pequeño hueco en series de televisión, como en la ochentera y poco conocida Robin de Sherwood (1984) o la más reciente Robin Hood (2006), espantosa versión juvenil producida por la BBC.

Decididos a explorar o, mejor dicho, explotar una y otra vez las mismas historias, cuentos, leyendas y personajes de siempre (El Rey Arturo, Los Tres Mosqueteros, Sherlock Holmes...), Hollywood no ha podido resistirse a realizar, una vez más, una nueva versión acorde con los tiempos que corren. Esto significa hacer una producción más realista y cruda, que se aleje de la leyenda y se acerque, lo máximo posible, a la figura real de aquél famoso ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.

Inglaterra, siglo XIII. Robin Longstride (Russel Crowe) es un magnífico arquero que lucha al servicio del rey Ricardo Corazón de León contra las tropas francesas. Años y años apartado de su hogar por la guerra, Robin decide regresar a casa cuando Ricardo muere en el asedio a un castillo francés. A su regreso a Nottingham, Robin entrega la corona del rey a su hermano Juan (Oscar Isaac), sucesor en el trono. Éste se convierte ipso facto en el nuevo gobernante de Inglaterra, y empieza a dirigir el país con mano férrea. En un intento ruín de enriquecerse a costa de un debilitado, empobrecido e indefenso pueblo, Juan decide cobrar a la fuerza unos impuestos que le permitan reinar con todos los lujos posibles a su alcance. Para llevar a cabo tales y exorbitantes impuestos, pone al cargo a su amigo Godfrey, (Mark Strong) quién saquea a los habitantes de Inglattera con el uso de la fuerza.

Estos actos ponen al pueblo en contra del nuevo Rey, lo que debilita su posición ante el enemigo francés. Como ya estaba planeado, esta situación beneficiará a Godfrey, quién aprovechará para traicionar a Juan y ayudar a los franceses a conquistar tierras inglesas.

Dispuesto a defender su patria y a lady Marion (Cate Blanchett), la mujer de la que se ha enamorado, Robin tomará partido en el asunto, y juntará a un valiente y leal grupo de guerreros para intentar unir al pueblo y hacer frente a los invasores.


Lo que en un momento empezó llamándose “Nottingham”, con Russel Crowe como el Sheriff de Nottingham y Christian Bale en el papel de Robin Hood, pasó luego a considerarse como una dupla del propio Crowe para ambos papeles. Finalmente, la cosa quedó en Crowe como el famoso arquero y Matthew Macfayden (Frost/Nixon) el malvado Sheriff. En este punto, cambió también el título, y pasó a llamarse simplemente “Robin Hood”.

La idea que se tenía en mente era la de contar una historia diferente a las que hubiésemos visto hasta el momento. Conocer al personaje desde sus orígenes, antes de convertirse en la leyenda que todos conocemos. Para ello se contrató a los guionistas Ethan Reiff y Cyrus Voris, responsables de Kung Fu Panda, que vieron como su guión no convencía -a Crowe, a quién menos- y sufría la reescritura de Brian Helgeland, autor de L.A. Confidential, Mystic River o El fuego de la venganza.

El supuesto trío amoroso entre Robin, Marion y el sheriff desapareció, y se decidió enfocar la historia por otros derroteros no tan románticos.

Más interesados en los acontecimientos políticos e históricos de la época, se decidió ubicar a Robin dentro del grupo de arqueros del ejército del rey Ricardo I de Inglaterra en un momento en que el país se encontraba en plena bancarrota debido a la guerra contra Francia. Este conflicto dejó al pueblo sumido en la miseria, ya que el dinero y los hombres con suficiente edad para empuñar un arma fueron destinados al combate.

Este es el contexto de esta película, y la historia de Robin Hood se desarrollará entre la muerte del rey Ricardo y la elaboración de la Carta Magna.

El primer tramo de la película nos muestra la feroz contienda que llevan a cabo ingleses contra franceses. Ahí vemos por primera vez a Robin Longstride, un arquero de entre tantos que lucha a cambio de una buena paga con la que mantenerse. La muerte del rey supone un punto de inflexión que, debido a otra circunstancia, impulsará a Robin y a sus compañeros a abandonar la lucha y regresar a sus hogares.

En cumplimiento de una promesa hecha a un noble caballero, Robin se dirigirá a Nottingham, y ahí es donde conocerá a Lady Marion.

El resto es un revoltijo de traiciones, injusticias, venganzas, linchamientos, coqueteos y canciones.

Algunas voces se quejaban del exceso de diálogo y la falta de acción de la película. Lo cierto es que eso no supone un problema si esos diálogos merecen la pena y la trama y los personajes son lo suficientemente atractivos como para sostener el film sin necesidad de mucha pirotecnia. Y así ocurre aquí.

Las batallas y diversos combates más potentes y espectaculares se concentran básicamente al inicio y al final de la película, siendo la parte intermedia la destinada a desarrollar la historia en sí y a sus personajes.

Respecto a lo primero, Scott vuelve a demostrar su enorme destreza tras la cámara para las escenas de lucha, como ya hizo en la exitosa y oscarizada Gladiator o en la fallida El Reino de los cielos (el director’s cut mejora considerablemente el pestiño exhibido en cines, pero no lo suficiente como para considerarla realmente buena). Los enfrentamientos son espectaculares y enérgicos, y la mayoría rodados con cinco o doce cámara a la vez, lo que permite un mayor campo de visión y enfoque del escenario y sus combatientes; lo que luego permite seleccionar y componer las secuencias de la forma más dinámica e intensa posible, dejando muchas veces lugar a la espontaneidad de los propios actores, especialistas y extras.


El transcurso de la historia es de lo más llevadero, con lo que dudo que el espectador pueda llegar a aburrirse en ningún momento, pese a contar con un metraje de casi dos horas y media.

Los personajes están bien perfilados, tanto en lo que respecta a sus virtudes como a sus debilidades. Identificamos fácilmente la posición que ocupa cada uno de ellos en la historia y su propósito en ella. En ese sentido, los personajes claves son Robin Hood, Lady Marion, Godfrey y el rey Juan, apoyados éstos por diversos secundarios que les complementan a la perfección, aunque algunos de ellos queden en un plano demasiado secundario (el consejero interpretado por William Hurt o los compañeros de Robin)

Hay que destacar que la película hace gala, de vez en cuando, de un adecuado y picarón humor, que ayuda a hacer un poco más ligera la trama. Los Merry Men, es decir, los compañeros de Robin, aportan su toque cómico en varios momentos, al igual que el simpático fraile –y apicultor- interpretado por Mark Addy (Full Monty), que conserva las características que siempre ha mostrado en las distintas versiones realizadas (su propensión a la bebida, que no falte)

También la relación amorosa que se establece entre Robin y Marion es amena. Lo que empieza como una unión de conveniencia y a disgusto sobre todo para ella, va poco a poco convirtiéndose en una relación de respeto y luego afecto.

Los piques iniciales son divertidos, y en conjunto, su historia no resulta empalagosa ni demasiado forzada, y se beneficia bastante de la compenetración entre ambos intérpretes. También es de agradecer –a mi gusto- que no hayan emparejado a Crowe con una jovencita tal como se pretendía al principio (Sienna Miller era la candidata rumoreada), sino con una mujer sólo cinco años menor que él. No tanto por alejarse de la constante habitual de emparejar puretillas con jovencitas, ya que cansa un poquito, sino por la credibilidad que necesita el tipo de personaje que es Marion, una mujer que durante los 10 años de ausencia de su marido, habiéndose casado siendo jovencita, ha tenido que cuidar con autoridad de sus tierras, y eso la ha hecho valerse por sí misma sin necesidad de tener un hombre a lado, manteniendo así un orgullo, una dignidad y una tenacidad inquebrantables. Y ese papel lo lleva adelante Cate Blanchett con asombrosa naturalidad.


Por su parte, Russel Crowe poco tiene que demostrar a estas alturas, por mucho que algunos no le soporten. No es precisamente el tipo más simpático del mundo, pero eso no debe utilizarse para medir –y despreciar- su calidad interpretativa, la cual ha quedado demostrada en numerosas ocasiones, haciendo gala además de una notable versatilidad (muy recomendable su intervención en “El Dilea”, de Michael Mann)

Evidentemente, el papel de héroe lo afronta siempre con garantías. Y como ya ocurría en Gladiator, el guión le permite lucirse bastante en ese aspecto. No faltan las peleas cuerpo a cuerpo, las risas y colegeo entre compañeros, los arrumacos con Marion o los discursos estimulantes a la muchedumbre. Y si ya las lecciones de jinete las traía aprendidas, aquí el actor ha aprendido a usar el arco como si hubiera nacido con uno bajo el brazo.

Del resto del elenco tampoco se pueden sacar pegas. Desde el despreciable Godfrey, interpretado por Mark Strong, cuyo rol de villano domina a la perfección, hasta el eficiente Oscar Isaac como el déspota rey Juan, pasando por veteranos de la talla de William Hurt, cuya sobria interpretación casa adecuadamente con su personaje.

Kevin Durand -muy activo últimamente- con sus dos metros de altura interpreta a un imponente y atlético Little John, al que casi siempre hemos visto como un tipo oriundo y fortachón. Scott Grimes, visto en series como Urgencias o la sobresaliente Hermanos de Sangre (dato curioso: también era el niño de 14 años que hacía frente a los Critters en las dos primeras entregas de la saga), interpreta alegremente a Will Scarlet; y el debutante Alan Doyle, cantautor en la vida real, es el trovador que ameniza algunos pasajes de la cinta.

Danny Huston y Matthew Macfadyen tienen una aparición bastante discreta. El primero porque interpreta al rey Ricardo, que como ya se ha comentado, muere al comienzo; y el segundo porque su personaje, el Sheriff de Nottingham, no es vital para la trama que aquí nos cuentan.

A destacar también a Eileen Atkins como la solemne Leanor de Aquitania, y al siempre impecable Max Von Sydow, que a sus 81 años sigue dando el callo y ofreciendo lo mejor de sí mismo.

Técnicamente, la película es excelente, como ya era de esperar tratándose de una superproducción. Grandes decorados construidos para la ocasión y acabados digitales convincentes para algunas tomas panorámicas que requieren de mayores escenarios y/o de mayor cantidad de elementos de relleno (ya sean barcos, edificios o personas) Además de un apropiado vestuario de Janty Jates, que ya ganó un Oscar por su magnífico trabajo en Gladiator y que colabora por quinta vez con el director.

Las imágenes vienen acompañadas de una potente y épica banda sonora a cargo de Marc Streitenfeld, compositor que ya ha trabajado con Scott componiendo el score de Red de mentiras, American Gangster y Un buen año, además de supervisar el apartado musical de El reino de los cielos.

Con todo ello, “Robin Hood” es una espectacular, épica y emocionante película de aventuras. Una suerte de precuela que termina ahí donde todas las demás empiezan; cuando la leyenda de Robin Hood no hace más que comenzar.

Una visión distinta de este emblemático héroe y un espectáculo francamente recomendable.



Lo mejor:
la perfecta mezcla entre acción, humor y romance.

Lo peor: que algunod esperen más acción de la que hace falta.


Valoración personal: Muy Buena

jueves, mayo 06, 2010

“Noche loca” (2010) - Shawn Levy

crítica Noche oca / Date Night 2010 Steve Carell Tina Fey
Es muy probable que en un breve espacio de tiempo nos empachemos de comedias – con su poquito de acción- protagonizadas por matrimonios o parejas. A principios de año se estrenó “¿Qué fue de los Morgan?”, una especie de “remake” de “A las duras y a las maduras”, pero sustituyendo a Tim Allen y Kirstie Alley por Hugh Grant y Sarah Jessica Parker (¿la pareja más detestable que se ha visto nunca en pantalla? Probablemente sí); hace unas semanas nos llegó “Exposados”, con Gerard Butler y Jennifer Aniston como exmarido y exmujer reencontrando de nuevo el amor en medio de una trama que recordaba un poco a la ochentera “Huida a medianoche”. En cuestión de meses se estrenarán dos más: “Noche y día”, protagonizada por Tom Cruise y –una histriónica y aparentemente insoportable- Cameron Díaz; y “Killers”, con Ashton Kutcher y Katherine Heigl –ambos difíciles de soportar- emulando, a su manera, al Brad Pitt y a la Angelina Jolie de “Sr. y Sra. Smith”.

Y esta semana aterriza en nuestras carteles “Noche loca”, que prueba suerte reuniendo a Steve Carell y a Tina Fey, quienes han tenido bastante éxito y reconocimiento en la pequeña pantalla gracias a las series “The Office” y “Rockefeller Plaza (30 Rock)”, respectivamente.

Phil (Steve Carell) y Claire Foster (Tina Fey) son un matrimonio bien avenido que reside, junto a sus dos hijos, en una casa a las afueras de New Jersey. Los Foster tienen por costumbre salir una noche a la semana para desconectar de la rutina diaria, relajarse y tener un poco de tiempo para ellos. En esa noche “especial” acuden siempre a la taberna Teaneck de la localidad, y mantienen las habituales conversaciones intrascendentes de siempre, intentando, en vano, recuperar un poco la chispa amorosa de antaño. Aunque ganas y humor no les falta.

Después de saber que dos de sus mejores amigos –otro matrimonio con hijos– se van a separar tras una vida similar a la suya, Phil y Claire empiezan a temer que les ocurra lo mismo a ellos. Dispuesto a evitar que la anodina rutina diaria termine por hundir su matrimonio, Phil decide cambiar el plan habitual y sorprender a Claire llevándola a un selecto restaurante de Manhattan. Sin embargo, su plan tiene un fallo: no han hecho reserva.

En vista de la cantidad de gente que abarrota el local y temiendo que su cena termine de nuevo en Teaneck, deciden hacerse pasar por los Tripplehorn, una pareja que tenía reserva y que no se ha presentado.

Lo peor que podía pasar es que los descubrieran, o eso creen ellos. Y es que la cosa se complica con la llegada de un par de tipos que buscan a los verdaderos Tripplehorn porque, al parecer, éstos han robado algo a uno de los mafiosos de la ciudad.

Pese a explicarles la verdad de lo sucedido, los matones no les creen. Y a punta de pistola, a Phil y a Claire no les queda otra que seguirles la corriente, jugar al despiste con ellos, y tratar de escapar en el momento que tengan una oportunidad.

Lo que iba ser una cena romántica para reavivar la llama del amor se convierte en una verdadera pesadilla en la que corre peligro su matrimonio… y sus vidas.



Phil y Claire son un matrimonio hastiado por la rutina. Dedican todo su tiempo al trabajo, a la casa y a sus hijos, y están tan cansados que cuando están juntos apenas se dedican unos mimitos. Pero nunca llegarían a imaginar que su intento de evitar que su relación se hunda acabaría por convertirse en una peligrosa huída por las calles de Nueva York perseguidos por unos tipos armados con pistolas.

Hacerse pasar por los Tripplehorn es la decisión que desencadenará todo el desafortunado lío. A partir de ahí, las desventuras de los Foster serán constantes.

Lo cierto es que no estamos ante una trama muy complicada (simplona, más bien), y de seguro ésta nos recuerda un poco a otras películas. Y es que las confusiones de identidad han servido tanto para hacer comedia, véase “El hombre con un zapato rojo” (remake, por cierto, de una película francesa de los 70), como para relatarnos una historia de puro suspense, como hizo Hitchcock en “Con la muerte en los talones” (mi preferida de toda su filmografía)

Aquí predomina el tono jocoso y los gags hilarantes. La trama está al servicio de su pareja protagonista, y hay que decir que la química entre Steve Carell y Tina Fey es total. Es gracias a su buen hacer y al escaso metraje que la película se ve con una sonrisa en la boca.

El ir de un lado para otro, huyendo de sus perseguidores e intentando recabar pistas para saber en qué se han metido, es lo que da lugar a situaciones, a veces, bastante absurdas. Pero esa absurdez es el principal atractivo de la película. La disparatada persecución en coche por las calles de Nueva York, con el típico “taxista-negro-gritón” de por medio, es una de las secuencias más destacables de la película, junto al surrealista baile que se pegan Carell y Fey en el local de striptease.


Dentro de lo absurdas o descabelladas que parezcan las situaciones, el humor se mantiene casi siempre al margen del ridículo (puede que en algún momento lo sobrepase), gracias sobre todo a la comicidad que hay entre sus protagonistas y a la simpática labor del resto de secundarios que les acompañan. Ahí tenemos, por ejemplo, a Ray Liotta (SPOILER-- el mafioso Joe Miletto, como no podía ser de otra forma—FIN SPOILER), William Fichtner (nada que ver con el Alex Mahone de Prison Break), Mark Walhberg (luciendo pectorales), James Franco (que necesita un buen pelotazo taquillero para reivindicarse) y Mila Kunis (mucho mejor que en sus últimas apariciones en las mediocres “El libro de Eli” o “Max Payne”, pero tan mona como siempre) ; también andan por ahí Mark Ruffalo y Taraji P. Henson en pequeños papeles, más el cameo del cantante Will.I.Am, miembro de los Black Eyed Peas. Jimmi Simpson y Common (los dos matones que persiguen a los Foster) cumplen también en sus respectivos papeles.


Lo cierto es que viendo la –deprimente- filmografía del director Shawn Levy, cuyo mayor éxito fue el sleeper “Noche en el museo”, el resultado es bastante mejor de lo que cabría esperar. Buen ritmo durante la justita hora y media, y cachondeo constante.
“Noche Loca” es una divertida comedia que tiene, en su pareja protagonista, su mayor baza.

Lo mejor: Steve Carell y Tina Fey, sin lugar a dudas.

Lo peor: el muy escaso protagonismo de algunos personajes secundarios que podían haber dado más de sí.


Valoración personal: Correcta

martes, abril 27, 2010

"Increíble pero falso (The Invention of Lying)" (2010) - Ricky Gervais&Matthew Robinson

crítica Increíble pero falso The Invention of Lying
El comediante Ricky Gervais aún no es muy conocido por estos lares, pero el actor, guionista y escritor tiene ya en su haber dos Premios Emmy, tres Globos de oro y tres Premios BAFTA, y gozando de bastante popularidad en el Reino Unido gracias a series británicas como la aclamada “The Office” (que luego tuvo su versión americana con Steve Carrel al frente), “Ricky Gervais Live: Animals” y “Extras”.

Su carrera cinematográfica en suelo yanqui empezó con pequeños papeles secundarios en películas como “Noche en el museo” y “Stardust”, hasta que en el 2008 se estrenó como estrella protagonista en la comedia fantástica “Ghost Town”, bautizada aquí con el espantoso título de “¡Me ha caído el muerto!”. Dirigida y escrita por David Koepp, que por primera vez se acercaba -y con acierto- al género de la comedia, la película cubrió costes de milagro. Y es una lástima que la viera tan poca gente, porque era una cinta bastante simpática y agradable.

Para su nueva película Gervais ha optado por el método “Juan Palomo; yo me lo guiso, yo me lo como”. Ejerciendo de guionista y director junto a Matthew Robinson, Gervais nos plantea un mundo donde no existe la mentira, ni tan siquiera como concepto. Aquí todos dicen la verdad sin importar cuáles sean las consecuencias. Nadie nunca ha dicho una mentira, porque no saben ni lo que es eso.

De pronto, un perdedor nato llamado Mark Bellison (Ricky Gervais) desarrolla la capacidad de mentir, y no tarda en descubrir que la falta de sinceridad tiene grandes ventajas. En una sociedad donde cada palabra es una verdad absoluta, Mark no tiene problemas en trepar hacia la fama y la fortuna inventándose historias que todos dan por verídicas e irrefutables. Pero no todo será como Bellison esperaba, y pronto todas esas mentiras acarrearán consecuencias que este perdedor jamás hubiera imaginado.

Sin lugar a dudas, lo mejor de esta propuesta es su increíble y sugerente punto de partida. Un mundo en el que nadie conoce la mentira, donde nadie pone en duda lo que otro dice porque todos dicen la verdad, y nada más que la verdad. Pero si en medio de tanta honestidad ponemos a un tipo que, milagrosamente, desarrolla la capacidad de mentir a sus semejantes, la guasa está servida.

Despreciado en su trabajo por sus compañeros y a punto de ser despedido por su jefe, sin amigos con los que poder charlar o salir a divertirse, y sin una novia con quién compartir su vida, Mark Bellison deambula por un mundo de molesta honestidad como un completo perdedor.

Su deprimente existencia se ve continuamente mermada por su honestidad y la de todos aquellos que le rodean, quiénes no dudan ni un momento en recordarle lo feo, gordo e inútil que es. Y es que este mundo sin mentiras no es tan idílico como podríamos pensar. La gente no sólo no miente sino que además tiene la imperiosa necesidad de decir todo lo que piensa en el momento que sea, aunque eso puede ofender o incomodar a quienes les escuchan.


Mark es guionista de cine, pero no es cine tal y como lo conocemos nosotros. La imposibilidad de mentir impide hacer ficción, y por tanto, las películas son más cercanas al documental que a otra cosa. Tampoco la publicidad es lo que es, pues ante la imposibilidad de embaucar al consumidor con falsas promesas y frases rimbombantes, los anunciantes no tienen otro remedio que vender sus productos y servicios con total franqueza.

Cuando nuestro protagonista adquiere, sin proponérselo, la capacidad de mentir, se abre ante él todo un abanico de posibilidades. Y es que... ¿Qué haríamos si pudiéramos mentir en un mundo en el que nadie más lo hace, y en el que todos creen cada palabra que dices? Mark lo tiene bastante claro: conseguir el éxito que nunca tuvo diciendo la verdad. Hacerse un hombre de provecho, dejar de ser un perdedor y conseguir así conquistar a Anna (Jennifer Garner), la mujer de sus sueños.

Si ya las situaciones que se originan al inicio del film nos resultan bastante insólitas, cuando Mark empieza a soltar sus mentiras, éstas se volverán todavía más surrealistas (aunque en cierto modo, cercanas a una realidad que sí conocemos)

Pero cuando este perdedor descubra que no sólo él puede sacar provecho de sus engaños, sino que también puede beneficiar de ello a otros, es cuando, debido a su buena fe, empezarán surgir los problemas. Las mentiras cada vez se harán más gordas e imposibles de contener.

Al principio comprobamos cómo es un mundo sin mentiras, y nos damos cuenta que tanta sinceridad tampoco es buena. Quizás en algunos casos sí nos beneficia, pero en otros no tanto. Y queda patente que, a veces, algunas mentirijillas son necesarias, aunque sólo sea porque la verdad no procede o no es muy adecuada. Con esto no es que uno defienda semejante comportamiento, pero a los responsables de la película les sirve para criticar la hipocresía y la superficialidad de la sociedad (y también su ingenuidad)

Esta crítica es bastante acentuada, y en algunos hasta descarada, sobre todo cuando toca hacer burla de la religión.

La deslenguada e impertinente sátira propicia momentos de humor bastante simpáticos, aunque uno realmente no llega nunca a la carcajada. En ocasiones, cierta sutileza no les hubiera ido nada mal, e incluso hubiera dado mejores resultados.

De todas formas, el planteamiento, que ofrece muchas posibilidades, no termina de ser explotado como se debiera. La película empieza con fuerza, lanzando dardos envenenados aquí y allá, pero en el transcurso de los minutos va perdiendo fuelle. Y lo que empieza como una comedia sarcástica acaba sucumbiendo a los tópicos, y enfocándose hacia la típica y sobadísima comedia romántica de toda la vida. El feo desea a la guapa; la guapa rechaza al feo porque prefiere al guapo; el guapo resulta ser un cretino y guapa se da cuenta de que el feo es el hombre de su vida; guapa y feo sellan un final feliz previsible y bastante ñoño.


Alguien podría considerar que acabo de chafarle la película, pero eso es algo que, como espectadores experimentados, ya sabemos con certeza desde el momento en que sendos protagonistas se conocen.

Ese es, quizás, el mayor pecado que cometen Gervais y Robinson, aunque hay que admitir que como comedia romántica que es o que acaba siendo, se hace mucho más digerible que casi cualquier otra que se estrene en nuestras pantallas. Y digo casi porque la rara avis del género, en estos últimos tiempos, sigue siendo “(500) Días juntos”.

Pese a lo comentado, y sabiendo de antemano cómo acabará la historia, la gracia está en disfrutar del resto. De su sátira y sus continuos gags, aunque algunos estén más conseguidos que otros. De un simpático Gervais (siempre con ese toque de sobriedad que le caracteriza), una guapa Jennifer Garner con dotes para la comedia, y de un grupo de secundarios de lo más variopinto, encabezados por la ex joven promesa Rob Lowe (lejos quedaron ya aquellos tiempos del Brat Pack), Jeffrey Tambor, Jonah Hill, Louis C.K., Tina Fey y Jason Bateman. Todo ellos en pequeños papeles (y Lowe en el típico que solía hacer Greg Kinnear). Sin contar, además, el cameo de un par de actores que seguramente reconoceréis o deberíais reconocer. No os diré quienes son, pero sí os dejo sus iniciales como pista: PSH y EN.

The Invention of Lying es, en resumen, una película simpática cuya original premisa no termina de dar en la diana. Aún así, creo que vale la pena echarle un vistazo.



Lo mejor: su original planteamiento.

Lo peor: que desemboque en la típica comedia romántica de siempre.


Valoración personal: Correcta