jueves, mayo 27, 2010

“Los perdedores (The Losers)" (2010) - Sylvain White

Los perdedores The Losers 2010 Sylvain White
En estos últimos años, los cómics se han convertido en el nuevo e inagotable filón de Hollywood. Los superhéroes dieron pie a esta moda, pero poco a poco se han ido adaptando cómics y novelas gráficas de toda clase.

A falta de ideas propias, los estudios hurgan en el mundo comiquero para encontrar historias que poder llevar a la gran pantalla. Poco importa ya si el cómic en cuestión es muy conocido o no; a veces, incluso, los productores se interesan por cómics que están en pleno desarrollo o que simplemente aún no han visto la luz en el mercado.

The Losers, serie comiquera escrita y dibujada por Andy Diggle y Jock, respectivamente, publicada por Vértigo e inspirada en The Losers de DC Comics, no es que sea una de las más conocidas y populares del mundillo. De hecho, cuando se anunció su adaptación eran muchos los que no conocían la obra (servidor incluido; aunque en mi caso, siendo poco ducho en el tema, era algo normal)

La trama gira en torno a un grupo especial de agentes de la CIA especializado en operaciones ilegales al margen de las autoridades. En el transcurso de una misión son traicionados por alguien de dentro y dados por muertos.

La llegada de una extraña, Aisha (Zoe Saldana), con una buena oferta supondrá su oportunidad para volver a EE.UU., vengarse del traidor que trató de eliminarlos y limpiar su nombre.



Pensada en un principio para ser dirigida por Tim Story, responsable de las dos entregas de Los 4 Fantásticos de Marvel, pasó luego a manos de Sylvain White, director que empezó con productos de videoclub (suya es la tercera entrega de la saga de terror Sé lo que hicisteis el último verano….) y continuó con “Stomp the Yard: ritmo salvaje”, musical de baile al estilo “Step Up” que resultó ser bastante rentable en taquilla (costó 13 millones de dólares y recaudó 75)

En vista del currículum poco alentador de ambos directores, es difícil saber si el cambio ha sido para mejor. Quizás el resultado final incline un poco la balanza a favor de White, pero tampoco demasiado…

El inicio es bastante prometedor. La presentación de los cinco miembros del comando es rápida y resultona (aunque no novedosa), y nos facilita básicamente la función que desempeña cada uno dentro del equipo (el genio informático es el de las gafas, por supuesto)

Lo siguiente es verlos llevar a cabo una misión y comprobar cómo son traicionados por alguien de la CIA que responde al nombre de Max.

Con la llegada del personaje de Aisha el plan de venganza se pone en marcha. Y partir de ahí, es cuando la cosa empieza a andar a trompicones.


A todo el conjunto se le ha querido dar un rollito cool que va desde la chulería de los personajes hasta la dirección videoclipera del director. Si bien no niego que ésta resulte en algunos momentos adecuada, llega un punto en que acaba siendo cargante, sobre todo cuando ya empieza a excederse con los movimientos de cámara o las escenas a cámara lenta (técnica que hay que saber cómo y cuándo utilizar, y White no es Peckinpah, precisamente)

Otro problema es que la película no acaba de encontrar el tono adecuado. Obviamente, se trata de una mezcla de acción y comedia llevada al exceso. Y ese exceso termina por hundirla.

Las escenas de acción son atractivas y están bien ejecutadas, aunque en algunos momentos la cámara se mueve demasiado. Pero lo que realmente no le beneficia nada y le resta bastante impacto a éstas es el uso ddel ordenador para las secuencias más explosivas. Más que nada porque los efectos cantan un poco, por no decir que son cutres. Si además la escena en cuestión es una fantasmada (la de la moto y el avión), la credibilidad se cae por los suelos. Aunque a decir verdad, ésta ya era escasa antes de llegar a ese punto.

Los golpes de humor funcionan a ratos, cruzando continuamente la línea que separa lo divertido o simpático (cuando Jensen se infiltra en busca de la computadora central) de lo patético (la pelea entre Clay y Aisha en la habitación del motel o todas las apariciones del ya de por sí patético villano). Claro que esto dependerá un poco del sentido del humor que tenga cada uno (y de si Chris Evans te cae bien o no)

Por lo pronto, y como acabo de comentar, el villano de turno es risible. Jason Patric es un actor bastante limitado, pero no toda la culpa es suya. Su rol es demasiado caricaturesco, pareciendo más un malhechor sacado de alguna película de James Bond (de las de Roger Moore, para ser más específicos). Su relación con Wade, su mano derecha, es de chiste. La megalomanía del personaje es esperpéntica y algunas de sus acciones, que pretenden demostrar lo malvado que es, acaban resultando un tanto penosas (el asesinato en playa)

De su pérfido plan mejor no comentar nada (¿¡un desmaterializador sónico!?)


En el bando de los buenos la cosa mejora bastante, gracias sobre todo a su solvente reparto. Todos se desenvuelven más o menos con soltura en sus respectivos -y unidimensionales- personajes, aunque la película otorgue menos protagonismo a algunos de ellos. Columbus Short y Óscar Jaenada, por ejemplo, quedan en un segundo plano respecto a Jeffrey Dean Morgan (líder del grupo y principal protagonista), Idris Elba (secundario de peso), Zoe Saldana (co-protagonista y chica del prota) y Chris Evans (el gracioso del grupo). El español, además, no debe contar ni con 10 líneas de diálogo en toda la película (a veces no son más que palabras sueltas), con lo que probablemente su tercer trabajo como secundario en una producción americana pasará más bien desapercibido.

Ya a nivel personal (entiéndase esto como muy subjetivo), he de reconocer que con Zoe Saldana me ocurre exactamente lo mismo que con Mila Kunis: con esa apariencia tan frágil no termino de creérmelas como action-girls/femme fatale, por mucha cara de mala ostia que pongan o por mucha arma que empuñen (a Saldana le ponen hasta un bazooka; eso sí, para que no se rompa un brazo el chisme dispara sin retroceso)

Un gran problema con el que se enfrenta ésta y otras adaptaciones de cómics o novelas serializadas, es que la primera película quede inconclusa para dar pie a la secuela. Así que como ya ocurría con “Jumper” (o Push, o La brújula dorada, o tantas otras), uno tiene la sensación de estar más bien ante un episodio piloto de una serie y no ante una película con su comienzo, nudo y desenlace. En este caso, además, quedan abiertas un par de subtramas: SPOILER la que atañe a la captura del villano y la cuenta pendiente surgida entre Aisha y Clay FIN SPOILER. Y éstas no se resolverán hasta que llegue la continuación, la cual, por cierto, corre el peligro de no llegar nunca dada la hostia que se ha pegado esta primera en taquilla (puede que la recaudación internacional cubra costes, pero ni de lejos habrá rentabilidad)

Lo mejor que se puede decir de The Losers es que resulta entretenida, pero en este caso no basta, ya que el cúmulo de chorradas estropea bastante su visionado.
El villano es lastimoso, la trama simplona y banal, y los personajes no tienen el carisma suficiente como para que el atractivo reparto pueda hacer algo más que cumplir con su papel.

Para “degustarla” en casa puede no ser una mala opción, dependiendo de lo que cada uno esté dispuesto a exigirle, pero no merece la pena la entrada del cine.

Esperemos que las próximas películas de “mercenarios”, “El Equipo A” y “The Expendables”, sean un entretenimiento mucho más disfrutable. A diferencia de “Los perdedores”, éstas dos cuentan con el factor nostalgia a su favor. O en contra, según se mire (un arma de doble fila la nostalgia, pues puede dar pie a una decepción aún mayor)



Lo mejor: el compentente reparto; los créditos finales.

Lo peor: el villano; la sensación final de haber visto un capítulo piloto de una serie.


Valoración personal: Regular

jueves, mayo 20, 2010

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” (2010) - Mike Newell

crítica Prince of Persia Las arenas del tiempo 2010 Mike Newell
De entre toda la materia prima que Hollywood utiliza para hacer películas de entretenimiento, los videojuegos son, sin lugar a dudas, los que han salido peor parados.

La tendencia de adaptar juegos de consola a la gran pantalla empezó con Super Mario Bros. (1993), uno de los mayores esperpentos de los 90. Un buen apartado técnico y un reparto prometedor no fueron suficientes para hacer digerible una película que, ya por sí, se parecía poco al videojuego que pretendía adaptar. Aunque admitámoslo: el argumento del juego tampoco se prestaba a una traslación literal en carne y hueso, y de hacerlo, probablemente el resultado hubiera sido aún más delirante de lo que ya fue.

Pese a las terribles críticas, el empeño por seguir llevando videojuegos a la gran pantalla no cesó, y se pensó que quizás los juegos de lucha, necesitados de menos guión, serían producciones más factibles. Craso error.

A mediados de la década, y con poco margen de tiempo de diferencia entre sí, se estrenaron Doble Dragon, Street Fighter: La película y Mortal Kombat. La primera fue un estrepitoso fracaso, y aunque las otras dos no merecían correr mejor suerte, lo cierto es que sí tuvieron mejor acogida; especialmente la última, que fue todo un éxito gracias, sobre todo, a su mayor fidelidad para con el juego. Eso permitió, además, rodar una secuela dos años más tarde y hasta una serie de televisión.

En 1999 llegó Wing Commander, dirigida por el propio creador y director de los juegos, lo cual, en un principio, garantizaba al menos fidelidad con los mismos. Desgraciadamente, y pese a contar con un reparto formado por rostros veteranos (John Rhys-Davies, Malcom McDowell) y jóvenes en proyección (Freddy Prince Jr. y Matthew Lillard, procedentes de dos sagas de terror juvenil con bastante tirón por aquella época), la película no pudo rivalizar con el Episodio 1 de George Lucas, que se estrenó por esas mismas fechas. La película, aunque medianamente entretenida, pasó completamente desapercibida y hoy día son pocos los que se acuerdan de ella.

Otro fallido intento en el campo de la ci-fi fue Final Fantasy, que optó con una, por aquél entonces, revolucionaria técnica de animación para atraer al público. El resultado: 137 millones de presupuesto y tan sólo 85 de recaudación.

La muerte de los videojuegos en el cine parecía estar cerca, pero entonces llegó Lara Croft, la heroína más sexy de las consolas, y lo cambió todo. Dos películas de Tomb Raider, a cuál peor, y dos éxitos taquilleros, beneficiados sobremanera por la presencia de Angelina Jolie.

Paul W.S. Anderson lo intentó de nuevo con Resident Evil (2002), película por lo menos entretenida y a la que le siguieron dos nefastas secuelas estrenadas en cine, otra de animación CGI directa DVD (y algo más decente que sus dos predecesoras) y una última action live pendiente de estreno con Anderson de nuevo a los mandos.

Luego llegaron Doom (otro fracaso) y Uwe Boll, uno de los mayores enemigos de las adaptaciones de videojuego. Si ya de por sí el nivel de éstas era bajo, el alemán aún lo hundió más en la miseria rodando despropósito tras despropósito.

Con Silent Hill (2006) la cosa parecía que iba por buen camino, y aunque la película no terminó de convencerme, sí gustó y mucho a gran parte de los fans del videojuego, e incluso la crítica especializada tuvo elogios para ella. Lo mejor: una tétrica atmósfera, algún que otro momento de lograda tensión y un fantástico diseño de producción (lástima que el resto, a mi gusto, no acompañara)

Pero recientemente se han estrenado Max Payne, Hitman, D.O.A. y Street Fighter: La leyenda, y hemos vuelto a lo de siempre: películas de entretenimiento infumables o, en el mejor de los casos, totalmente olvidables.

Ahora le toca el turno a “Prince of Persia: Las arenas del tiempo”, película que tendrá que demostrarle al público si aún es posible rodar algo bueno –o decente- basado en un videojuego, o si por el contrario, sigue siendo un imposible.

Ambientada en la Persia medieval, la película nos narra la historia de Dastan, un joven príncipe que unirá sus fuerzas con Tamina, una princesa rival, para detener a Nizam, un traidor del reino de Persia cuyo propósito es ocupar a toda costa el trono del rey Sharaman.

Dastan fue adoptado por el rey cuando éste era pequeño, y desde entonces ha sido criado como si fuera un príncipe legítimo. Pero el destino está empeñado en jugarle un mala pasada.


La traición de un miembro de la familia real obligará a Dastan a enfrentarse a sus seres queridos y a vivir un sinfín de aventuras con tal de demostrar su lealtad al rey y a sus hermanos. En este peligroso viaje lleno de obstáculos le acompañará, a regañadientes, la hermosa princesa Tamina, que huyendo también de su tierra natal, ayudará a Dastan a cumplir su objetivo en busca, no obstante, de su propio beneficio.



Vaya por delante que, al igual que me ocurre con el 99% de estas adaptaciones, nunca he jugado al juego en el que se basa la susodicha película. De ahí que poco pueda comentar sobre su fidelidad o los posibles guiños que se hagan a la franquicia consolera. No obstante, sí me he tomado la molestia de informarme un poco del tema, y puedo constatar que una de las principales características del personaje, como son sus ágiles y acrobáticos movimientos, se mantienen en la película. Y no sólo eso sino que se le saca el máximo rendimiento.

A medio camino entre un acróbata de circo y un experto en parkour, Dastan se mueve por la pantalla con una agilidad y habilidad increíble, con saltos imposibles y piruetas de lo más vistosas. Por supuesto, esto supone un importante aliciente para hacer las escenas de acción mucho más espectaculares, como bien se puede observar en el primer asalto a la ciudad de la Princesa Tamina o la posterior persecución cuando Dastan huye de ella.

En relación a esto, el punto fuerte son también las atractivas coreografías, aunque a veces el movimiento de cámara no deje apreciarlas en toda su plenitud. Las peleas están muy logradas, aprovechando los elementos al alcance de los personajes y la destreza tanto del propio Dastan como de los Hassassins, una oscura secta de asesinos que irán detrás de nuestro protagonista para arrebatarle un poderoso objeto, una daga que otorga el poder de viajar en el tiempo, y que hasta el momento había estado a buen recaudo en el palacio de Tamina.

Precisamente, esta daga es la que desencadena toda esta aventura; unos para arrebatársela a Dastan y a Tamina para sus pérfidos propósitos, y éstos últimos para devolverla al lugar donde pertenece y de paso arruinar los planes de su infame enemigo, el visir Nizam (que aunque intenten jugar la despiste, ya sabíamos de antemano que sería el villano de la función)

El guión, escrito a tres manos entre Boaz Yakin (Fresh, Dirty Dancing 2), Doug Miro y Carlo Bernard, estos dos últimos guionistas también de la inminente “El aprendiz de brujo” (nuevamente bajo el sello de la Disney), es bastante justito, y está enfocado única y exclusivamente al puro espectáculo, sin pararse a pensar demasiado en los personajes o en si algunas de las cosas que se suceden quedan bien explicadas.

Por otro lado, Mike Newell, poco ducho en esto de dirigir superproducciones de tales magnitudes, confunde ritmo con velocidad, y todo se muestra en pantalla de una forma un tanto precipitada. De todos modos, consigue controlar todo el despliegue de medios sin que se le vaya de las manos.

Para empezar, tenemos un mini resumen de los orígenes de Dastan. Basta decir que la adopción “así por las buenas “de éste por parte del Rey Sharaman tiene una justificación un poco endeble (la nobleza y valentía del huérfano impresionan al monarca… ¡pues adoptémosle!), al igual que la facilidad con la que algunos personajes se alían a nuestros héroes protagonistas con inusitado altruismo o SPOILER --- lo extraño que resulta que, al final, para compensar el error cometido al asaltar la ciudad, el príncipe Tus ofrezca a su hermano Dastan en matrimonio a la princesa Tamina. Exactamente, ¿qué clase de disculpa y/o compensación es esa? --- FIN SPOILER

La historia parece ofrecer ciertas diferencias respecto al videojuego homónimo, aunque gran parte de la trama creo que se mantiene, y sólo algunos detalles son alterados (la orígenes y nombres de algunos personajes y otros aspectos relacionados con objetos poderosos o monstruosas criaturas de las que aquí se prescinde)

De todas formas, el visir sigue deseando el trono, y Dastan y Tamina (en el juego, farah) siguen enamorándose aunque al principio no confíen demasiado el uno en el otro.


En relación a esto último, cabe decir que la relación de desconfianza, continuas traiciones y puyas de la pareja resulta simpática y da juego constantemente. De hecho, el humor es un punto clave de la película, ya que esto se presenta como un film de aventuras distendido y campechano, donde prima la acción y el divertimento más liviano y simplón. No por ello va a ser mala por defecto, pero sí es cierto que con un poco más de calma y unos personajes con más enjundia se podría haber logrado algo mejor, al estilo de “La Momia” o “Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra”, películas que con un tono y una fantasía similares, superan ampliamente a esta propuesta. Y teniendo en cuenta que con el Príncipe de Persia se busca una nueva franquicia relevo a la de los piratas caribeños, más les vale que la próxima vez los guionistas se esfuercen un poquito más. Tanto como el resto del equipo lo ha hecho en cuestión de ambientación, vestuario y decorados, que todo hay que decirlo, está muy conseguido.

Los efectos especiales son convincentes la mayor parte del tiempo. Quizá haya alguna escena más cantosa (el flashback con el tigre), y todos sabemos que elementos como el fuego, el agua o en este caso la arena son siempre difíciles de plasmar con absoluto realismo en pantalla, pero en términos generales, podemos hablar de un resultado satisfactorio.

Pero lo más destacable es, sin lugar a dudas, el gran trabajo de Harry Gregson-Williams a cargo de la banda sonora, adecuada ésta al lugar en el que transcurre la cinta, como sonidos muy orientales, imagino que a base de instrumentos como el laúd o el rabel (o parecidos), sin abandonar ese tono épico que caracteriza a este tipo de partituras (destaca, en especial, una poderosa percusión). En algunos momentos puede llegar a recordar a la también magnífica composición que realizó el maestro Jerry Goldsmith para la citada Momia de Stephen Sommers.
La guinda la pone Alanis Morissette con “I Remain”, tema que podemos escuchar en los créditos finales.

En cuanto al reparto, decir que todos cumplen con el trámite. La actuación más destacable probablemente sea la de Alfred Molina, gracias a su simpático personaje y a su buen hacer como habitual secundario de lujo.

Jake Gyllenhaal aprueba en este primer trabajo de peso como héroe de acción. Es evidente que le faltan algunas tablas -y un poco carisma- en este campo, pero pese a todo se desenvuelve bastante bien, y se nota que físicamente se ha preparado a conciencia para encarnar a Dastan.

Una bellísima Gemma Arterton hace lo propio con su personaje, haciendo creíble a una princesa tan hermosa como astuta.

Ben Kingsley, que ya tiene experiencia haciendo de villano, lleva a cabo su rol sin esfuerzos, aunque da la sensación que se le podría haber sacado más partido, al igual que al líder de los Hassassins, interpretado por el islandés Gísli Örn Garðarsson (con cierto parecido aquí al actor Richard Lynch, un clásico villano de los 70 y 80)

Y finalmente tenemos a un correctísimo Toby Kebbell como el Príncipe Garsiv, hermano de Dastan y jefe del ejército persa.

“Prince of Persia: Las arenas del tiempo” es la típica producción de Jerry Bruckheimer, con poca chicha pero aún así espectacular y entretenida. Una película de aventuras fácilmente digerible, con sus dosis justas de atractivos efectos especiales, trepidante acción, humor y romance.

No causa vergüenza ajena, que ya es mucho viniendo de un videojuego, pero tampoco te deja plenamente satisfecho.


Lo mejor: resulta entretenida en todo momento.

Lo peor: no deja huella ni entusiasma en exceso.


Valoración personal: Correcta

jueves, mayo 13, 2010

“Robin Hood” (2010) – Ridley Scott

crítica Robin Hood 2010 Ridley Scott
¿Quién era realmente Robin Hood? A esa pregunta han intentado, en vano, dar respuesta diversos historiadores.

Varios personajes podrían haber servido de inspiración a la leyenda de Robin Hood, pero aún ninguno se ha atrevido señalar, con total certeza, un nombre en concreto, y mucho menos ponerse de acuerdo entre ellos para diferenciar cuánto hay de real y cuánto de ficticio en su historia; o incluso si realmente llegó a existir.

La leyenda de Robin Hood se originó en el siglo XIII a través de las baladas de los trovadores. No fue hasta el siglo XVI cuando su historia fue impresa por primera vez, para posteriormente ser representada en plazas públicas durante los siglos XVII y XVIII. De boca en boca y de mano en mano, el mito del valiente y justo arquero fue creciendo y llegando a todas partes, y de él se nutrió la literatura del siglo XIX con autores como Alejandro Dumas.

También el cine ha querido, en numerosas ocasiones, ofrecer su particular respuesta a tan enigmática pregunta, pero siempre inspirándose más en la vertiente legendaria de dicha fábula. Así es como en 1922 se produciría la primera película del honesto bandido de Sherwood titulada Robin de los bosques.

Ya en el cine sonoro, llegaría en 1938 la segunda versión -bajo el mismo título- de la mano de los directores Michael Curtiz y William Keighley, y protagoni zada por un carismático Errol Flynn. Esta versión, una de las más afortunadas, se convertiría, por derecho propio, en todo un clásico del cine de aventuras. Y si bien hoy día ha quedado bastante desfasada a nivel de vestuario, lo cierto es que sigue siendo, para un servidor, de lo más disfrutable.

Posteriormente llegarían más películas, pero ninguna que estuviera a la altura de aquella. Lo intentaron Henry Levin y George Sherman en El hijo de Robin de los bosques (1946), Howard Bretherton con El rey de los bosques (1948) o Kenn Annakin con Los arqueros del rey (1952)

Walt Disney Pictures estrenaría su versión animada en 1973 con el escueto título de Robin Hood, y tres años más tarde llegaría una original –y crepuscular- propuesta inglesa a cargo del estadounidense Richard Lester, con unos Robin y Marian ya maduritos encarnados por Sean Connery y Audrey Hepburn, en la que sería una de las versiones más curiosas y románticas que se han hecho hasta el momento.

Ingleses, italianos (Robin Hood y los piratas, de Giorgio Simonelli) e incluso españoles (Robin Hood, el arquero invencible, de J.L. Merino) se atrevieron con el mito de Robin Hood, pero no sería hasta principios de los 90 cuando nuevamente los americanos realizarían una de sus más populares y exitosas versiones. Con un gran despliegue de medios y un reparto de altura encabezado por un Kevin Costner en su mejor momento (un año antes había conseguido el Oscar a Mejor película y Mejor Director por Bailando con lobos) se rodaría Robin Hood, príncipe de los ladrones, una vistosa, comercial y sumamente entretenida superproducción propia de la década que ensombreció en taquilla y en elogios a la inglesa Robin Hood, el magnífico, producción cercana al telefilme que se estrenó también ese mismo año.

Un tiempo después, en 1993, Robin Hood sería objeto de parodia por el especialista Mel Brooks en Las locas, locas aventuras de Robin Hood, irregular comedia que supuso la última aparición del mítico personaje en la gran pantalla. Aunque cabe mencionar también que ha tenido su pequeño hueco en series de televisión, como en la ochentera y poco conocida Robin de Sherwood (1984) o la más reciente Robin Hood (2006), espantosa versión juvenil producida por la BBC.

Decididos a explorar o, mejor dicho, explotar una y otra vez las mismas historias, cuentos, leyendas y personajes de siempre (El Rey Arturo, Los Tres Mosqueteros, Sherlock Holmes...), Hollywood no ha podido resistirse a realizar, una vez más, una nueva versión acorde con los tiempos que corren. Esto significa hacer una producción más realista y cruda, que se aleje de la leyenda y se acerque, lo máximo posible, a la figura real de aquél famoso ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.

Inglaterra, siglo XIII. Robin Longstride (Russel Crowe) es un magnífico arquero que lucha al servicio del rey Ricardo Corazón de León contra las tropas francesas. Años y años apartado de su hogar por la guerra, Robin decide regresar a casa cuando Ricardo muere en el asedio a un castillo francés. A su regreso a Nottingham, Robin entrega la corona del rey a su hermano Juan (Oscar Isaac), sucesor en el trono. Éste se convierte ipso facto en el nuevo gobernante de Inglaterra, y empieza a dirigir el país con mano férrea. En un intento ruín de enriquecerse a costa de un debilitado, empobrecido e indefenso pueblo, Juan decide cobrar a la fuerza unos impuestos que le permitan reinar con todos los lujos posibles a su alcance. Para llevar a cabo tales y exorbitantes impuestos, pone al cargo a su amigo Godfrey, (Mark Strong) quién saquea a los habitantes de Inglattera con el uso de la fuerza.

Estos actos ponen al pueblo en contra del nuevo Rey, lo que debilita su posición ante el enemigo francés. Como ya estaba planeado, esta situación beneficiará a Godfrey, quién aprovechará para traicionar a Juan y ayudar a los franceses a conquistar tierras inglesas.

Dispuesto a defender su patria y a lady Marion (Cate Blanchett), la mujer de la que se ha enamorado, Robin tomará partido en el asunto, y juntará a un valiente y leal grupo de guerreros para intentar unir al pueblo y hacer frente a los invasores.


Lo que en un momento empezó llamándose “Nottingham”, con Russel Crowe como el Sheriff de Nottingham y Christian Bale en el papel de Robin Hood, pasó luego a considerarse como una dupla del propio Crowe para ambos papeles. Finalmente, la cosa quedó en Crowe como el famoso arquero y Matthew Macfayden (Frost/Nixon) el malvado Sheriff. En este punto, cambió también el título, y pasó a llamarse simplemente “Robin Hood”.

La idea que se tenía en mente era la de contar una historia diferente a las que hubiésemos visto hasta el momento. Conocer al personaje desde sus orígenes, antes de convertirse en la leyenda que todos conocemos. Para ello se contrató a los guionistas Ethan Reiff y Cyrus Voris, responsables de Kung Fu Panda, que vieron como su guión no convencía -a Crowe, a quién menos- y sufría la reescritura de Brian Helgeland, autor de L.A. Confidential, Mystic River o El fuego de la venganza.

El supuesto trío amoroso entre Robin, Marion y el sheriff desapareció, y se decidió enfocar la historia por otros derroteros no tan románticos.

Más interesados en los acontecimientos políticos e históricos de la época, se decidió ubicar a Robin dentro del grupo de arqueros del ejército del rey Ricardo I de Inglaterra en un momento en que el país se encontraba en plena bancarrota debido a la guerra contra Francia. Este conflicto dejó al pueblo sumido en la miseria, ya que el dinero y los hombres con suficiente edad para empuñar un arma fueron destinados al combate.

Este es el contexto de esta película, y la historia de Robin Hood se desarrollará entre la muerte del rey Ricardo y la elaboración de la Carta Magna.

El primer tramo de la película nos muestra la feroz contienda que llevan a cabo ingleses contra franceses. Ahí vemos por primera vez a Robin Longstride, un arquero de entre tantos que lucha a cambio de una buena paga con la que mantenerse. La muerte del rey supone un punto de inflexión que, debido a otra circunstancia, impulsará a Robin y a sus compañeros a abandonar la lucha y regresar a sus hogares.

En cumplimiento de una promesa hecha a un noble caballero, Robin se dirigirá a Nottingham, y ahí es donde conocerá a Lady Marion.

El resto es un revoltijo de traiciones, injusticias, venganzas, linchamientos, coqueteos y canciones.

Algunas voces se quejaban del exceso de diálogo y la falta de acción de la película. Lo cierto es que eso no supone un problema si esos diálogos merecen la pena y la trama y los personajes son lo suficientemente atractivos como para sostener el film sin necesidad de mucha pirotecnia. Y así ocurre aquí.

Las batallas y diversos combates más potentes y espectaculares se concentran básicamente al inicio y al final de la película, siendo la parte intermedia la destinada a desarrollar la historia en sí y a sus personajes.

Respecto a lo primero, Scott vuelve a demostrar su enorme destreza tras la cámara para las escenas de lucha, como ya hizo en la exitosa y oscarizada Gladiator o en la fallida El Reino de los cielos (el director’s cut mejora considerablemente el pestiño exhibido en cines, pero no lo suficiente como para considerarla realmente buena). Los enfrentamientos son espectaculares y enérgicos, y la mayoría rodados con cinco o doce cámara a la vez, lo que permite un mayor campo de visión y enfoque del escenario y sus combatientes; lo que luego permite seleccionar y componer las secuencias de la forma más dinámica e intensa posible, dejando muchas veces lugar a la espontaneidad de los propios actores, especialistas y extras.


El transcurso de la historia es de lo más llevadero, con lo que dudo que el espectador pueda llegar a aburrirse en ningún momento, pese a contar con un metraje de casi dos horas y media.

Los personajes están bien perfilados, tanto en lo que respecta a sus virtudes como a sus debilidades. Identificamos fácilmente la posición que ocupa cada uno de ellos en la historia y su propósito en ella. En ese sentido, los personajes claves son Robin Hood, Lady Marion, Godfrey y el rey Juan, apoyados éstos por diversos secundarios que les complementan a la perfección, aunque algunos de ellos queden en un plano demasiado secundario (el consejero interpretado por William Hurt o los compañeros de Robin)

Hay que destacar que la película hace gala, de vez en cuando, de un adecuado y picarón humor, que ayuda a hacer un poco más ligera la trama. Los Merry Men, es decir, los compañeros de Robin, aportan su toque cómico en varios momentos, al igual que el simpático fraile –y apicultor- interpretado por Mark Addy (Full Monty), que conserva las características que siempre ha mostrado en las distintas versiones realizadas (su propensión a la bebida, que no falte)

También la relación amorosa que se establece entre Robin y Marion es amena. Lo que empieza como una unión de conveniencia y a disgusto sobre todo para ella, va poco a poco convirtiéndose en una relación de respeto y luego afecto.

Los piques iniciales son divertidos, y en conjunto, su historia no resulta empalagosa ni demasiado forzada, y se beneficia bastante de la compenetración entre ambos intérpretes. También es de agradecer –a mi gusto- que no hayan emparejado a Crowe con una jovencita tal como se pretendía al principio (Sienna Miller era la candidata rumoreada), sino con una mujer sólo cinco años menor que él. No tanto por alejarse de la constante habitual de emparejar puretillas con jovencitas, ya que cansa un poquito, sino por la credibilidad que necesita el tipo de personaje que es Marion, una mujer que durante los 10 años de ausencia de su marido, habiéndose casado siendo jovencita, ha tenido que cuidar con autoridad de sus tierras, y eso la ha hecho valerse por sí misma sin necesidad de tener un hombre a lado, manteniendo así un orgullo, una dignidad y una tenacidad inquebrantables. Y ese papel lo lleva adelante Cate Blanchett con asombrosa naturalidad.


Por su parte, Russel Crowe poco tiene que demostrar a estas alturas, por mucho que algunos no le soporten. No es precisamente el tipo más simpático del mundo, pero eso no debe utilizarse para medir –y despreciar- su calidad interpretativa, la cual ha quedado demostrada en numerosas ocasiones, haciendo gala además de una notable versatilidad (muy recomendable su intervención en “El Dilea”, de Michael Mann)

Evidentemente, el papel de héroe lo afronta siempre con garantías. Y como ya ocurría en Gladiator, el guión le permite lucirse bastante en ese aspecto. No faltan las peleas cuerpo a cuerpo, las risas y colegeo entre compañeros, los arrumacos con Marion o los discursos estimulantes a la muchedumbre. Y si ya las lecciones de jinete las traía aprendidas, aquí el actor ha aprendido a usar el arco como si hubiera nacido con uno bajo el brazo.

Del resto del elenco tampoco se pueden sacar pegas. Desde el despreciable Godfrey, interpretado por Mark Strong, cuyo rol de villano domina a la perfección, hasta el eficiente Oscar Isaac como el déspota rey Juan, pasando por veteranos de la talla de William Hurt, cuya sobria interpretación casa adecuadamente con su personaje.

Kevin Durand -muy activo últimamente- con sus dos metros de altura interpreta a un imponente y atlético Little John, al que casi siempre hemos visto como un tipo oriundo y fortachón. Scott Grimes, visto en series como Urgencias o la sobresaliente Hermanos de Sangre (dato curioso: también era el niño de 14 años que hacía frente a los Critters en las dos primeras entregas de la saga), interpreta alegremente a Will Scarlet; y el debutante Alan Doyle, cantautor en la vida real, es el trovador que ameniza algunos pasajes de la cinta.

Danny Huston y Matthew Macfadyen tienen una aparición bastante discreta. El primero porque interpreta al rey Ricardo, que como ya se ha comentado, muere al comienzo; y el segundo porque su personaje, el Sheriff de Nottingham, no es vital para la trama que aquí nos cuentan.

A destacar también a Eileen Atkins como la solemne Leanor de Aquitania, y al siempre impecable Max Von Sydow, que a sus 81 años sigue dando el callo y ofreciendo lo mejor de sí mismo.

Técnicamente, la película es excelente, como ya era de esperar tratándose de una superproducción. Grandes decorados construidos para la ocasión y acabados digitales convincentes para algunas tomas panorámicas que requieren de mayores escenarios y/o de mayor cantidad de elementos de relleno (ya sean barcos, edificios o personas) Además de un apropiado vestuario de Janty Jates, que ya ganó un Oscar por su magnífico trabajo en Gladiator y que colabora por quinta vez con el director.

Las imágenes vienen acompañadas de una potente y épica banda sonora a cargo de Marc Streitenfeld, compositor que ya ha trabajado con Scott componiendo el score de Red de mentiras, American Gangster y Un buen año, además de supervisar el apartado musical de El reino de los cielos.

Con todo ello, “Robin Hood” es una espectacular, épica y emocionante película de aventuras. Una suerte de precuela que termina ahí donde todas las demás empiezan; cuando la leyenda de Robin Hood no hace más que comenzar.

Una visión distinta de este emblemático héroe y un espectáculo francamente recomendable.



Lo mejor:
la perfecta mezcla entre acción, humor y romance.

Lo peor: que algunod esperen más acción de la que hace falta.


Valoración personal: Muy Buena

jueves, mayo 06, 2010

“Noche loca” (2010) - Shawn Levy

crítica Noche oca / Date Night 2010 Steve Carell Tina Fey
Es muy probable que en un breve espacio de tiempo nos empachemos de comedias – con su poquito de acción- protagonizadas por matrimonios o parejas. A principios de año se estrenó “¿Qué fue de los Morgan?”, una especie de “remake” de “A las duras y a las maduras”, pero sustituyendo a Tim Allen y Kirstie Alley por Hugh Grant y Sarah Jessica Parker (¿la pareja más detestable que se ha visto nunca en pantalla? Probablemente sí); hace unas semanas nos llegó “Exposados”, con Gerard Butler y Jennifer Aniston como exmarido y exmujer reencontrando de nuevo el amor en medio de una trama que recordaba un poco a la ochentera “Huida a medianoche”. En cuestión de meses se estrenarán dos más: “Noche y día”, protagonizada por Tom Cruise y –una histriónica y aparentemente insoportable- Cameron Díaz; y “Killers”, con Ashton Kutcher y Katherine Heigl –ambos difíciles de soportar- emulando, a su manera, al Brad Pitt y a la Angelina Jolie de “Sr. y Sra. Smith”.

Y esta semana aterriza en nuestras carteles “Noche loca”, que prueba suerte reuniendo a Steve Carell y a Tina Fey, quienes han tenido bastante éxito y reconocimiento en la pequeña pantalla gracias a las series “The Office” y “Rockefeller Plaza (30 Rock)”, respectivamente.

Phil (Steve Carell) y Claire Foster (Tina Fey) son un matrimonio bien avenido que reside, junto a sus dos hijos, en una casa a las afueras de New Jersey. Los Foster tienen por costumbre salir una noche a la semana para desconectar de la rutina diaria, relajarse y tener un poco de tiempo para ellos. En esa noche “especial” acuden siempre a la taberna Teaneck de la localidad, y mantienen las habituales conversaciones intrascendentes de siempre, intentando, en vano, recuperar un poco la chispa amorosa de antaño. Aunque ganas y humor no les falta.

Después de saber que dos de sus mejores amigos –otro matrimonio con hijos– se van a separar tras una vida similar a la suya, Phil y Claire empiezan a temer que les ocurra lo mismo a ellos. Dispuesto a evitar que la anodina rutina diaria termine por hundir su matrimonio, Phil decide cambiar el plan habitual y sorprender a Claire llevándola a un selecto restaurante de Manhattan. Sin embargo, su plan tiene un fallo: no han hecho reserva.

En vista de la cantidad de gente que abarrota el local y temiendo que su cena termine de nuevo en Teaneck, deciden hacerse pasar por los Tripplehorn, una pareja que tenía reserva y que no se ha presentado.

Lo peor que podía pasar es que los descubrieran, o eso creen ellos. Y es que la cosa se complica con la llegada de un par de tipos que buscan a los verdaderos Tripplehorn porque, al parecer, éstos han robado algo a uno de los mafiosos de la ciudad.

Pese a explicarles la verdad de lo sucedido, los matones no les creen. Y a punta de pistola, a Phil y a Claire no les queda otra que seguirles la corriente, jugar al despiste con ellos, y tratar de escapar en el momento que tengan una oportunidad.

Lo que iba ser una cena romántica para reavivar la llama del amor se convierte en una verdadera pesadilla en la que corre peligro su matrimonio… y sus vidas.



Phil y Claire son un matrimonio hastiado por la rutina. Dedican todo su tiempo al trabajo, a la casa y a sus hijos, y están tan cansados que cuando están juntos apenas se dedican unos mimitos. Pero nunca llegarían a imaginar que su intento de evitar que su relación se hunda acabaría por convertirse en una peligrosa huída por las calles de Nueva York perseguidos por unos tipos armados con pistolas.

Hacerse pasar por los Tripplehorn es la decisión que desencadenará todo el desafortunado lío. A partir de ahí, las desventuras de los Foster serán constantes.

Lo cierto es que no estamos ante una trama muy complicada (simplona, más bien), y de seguro ésta nos recuerda un poco a otras películas. Y es que las confusiones de identidad han servido tanto para hacer comedia, véase “El hombre con un zapato rojo” (remake, por cierto, de una película francesa de los 70), como para relatarnos una historia de puro suspense, como hizo Hitchcock en “Con la muerte en los talones” (mi preferida de toda su filmografía)

Aquí predomina el tono jocoso y los gags hilarantes. La trama está al servicio de su pareja protagonista, y hay que decir que la química entre Steve Carell y Tina Fey es total. Es gracias a su buen hacer y al escaso metraje que la película se ve con una sonrisa en la boca.

El ir de un lado para otro, huyendo de sus perseguidores e intentando recabar pistas para saber en qué se han metido, es lo que da lugar a situaciones, a veces, bastante absurdas. Pero esa absurdez es el principal atractivo de la película. La disparatada persecución en coche por las calles de Nueva York, con el típico “taxista-negro-gritón” de por medio, es una de las secuencias más destacables de la película, junto al surrealista baile que se pegan Carell y Fey en el local de striptease.


Dentro de lo absurdas o descabelladas que parezcan las situaciones, el humor se mantiene casi siempre al margen del ridículo (puede que en algún momento lo sobrepase), gracias sobre todo a la comicidad que hay entre sus protagonistas y a la simpática labor del resto de secundarios que les acompañan. Ahí tenemos, por ejemplo, a Ray Liotta (SPOILER-- el mafioso Joe Miletto, como no podía ser de otra forma—FIN SPOILER), William Fichtner (nada que ver con el Alex Mahone de Prison Break), Mark Walhberg (luciendo pectorales), James Franco (que necesita un buen pelotazo taquillero para reivindicarse) y Mila Kunis (mucho mejor que en sus últimas apariciones en las mediocres “El libro de Eli” o “Max Payne”, pero tan mona como siempre) ; también andan por ahí Mark Ruffalo y Taraji P. Henson en pequeños papeles, más el cameo del cantante Will.I.Am, miembro de los Black Eyed Peas. Jimmi Simpson y Common (los dos matones que persiguen a los Foster) cumplen también en sus respectivos papeles.


Lo cierto es que viendo la –deprimente- filmografía del director Shawn Levy, cuyo mayor éxito fue el sleeper “Noche en el museo”, el resultado es bastante mejor de lo que cabría esperar. Buen ritmo durante la justita hora y media, y cachondeo constante.
“Noche Loca” es una divertida comedia que tiene, en su pareja protagonista, su mayor baza.

Lo mejor: Steve Carell y Tina Fey, sin lugar a dudas.

Lo peor: el muy escaso protagonismo de algunos personajes secundarios que podían haber dado más de sí.


Valoración personal: Correcta

martes, abril 27, 2010

"Increíble pero falso (The Invention of Lying)" (2010) - Ricky Gervais&Matthew Robinson

crítica Increíble pero falso The Invention of Lying
El comediante Ricky Gervais aún no es muy conocido por estos lares, pero el actor, guionista y escritor tiene ya en su haber dos Premios Emmy, tres Globos de oro y tres Premios BAFTA, y gozando de bastante popularidad en el Reino Unido gracias a series británicas como la aclamada “The Office” (que luego tuvo su versión americana con Steve Carrel al frente), “Ricky Gervais Live: Animals” y “Extras”.

Su carrera cinematográfica en suelo yanqui empezó con pequeños papeles secundarios en películas como “Noche en el museo” y “Stardust”, hasta que en el 2008 se estrenó como estrella protagonista en la comedia fantástica “Ghost Town”, bautizada aquí con el espantoso título de “¡Me ha caído el muerto!”. Dirigida y escrita por David Koepp, que por primera vez se acercaba -y con acierto- al género de la comedia, la película cubrió costes de milagro. Y es una lástima que la viera tan poca gente, porque era una cinta bastante simpática y agradable.

Para su nueva película Gervais ha optado por el método “Juan Palomo; yo me lo guiso, yo me lo como”. Ejerciendo de guionista y director junto a Matthew Robinson, Gervais nos plantea un mundo donde no existe la mentira, ni tan siquiera como concepto. Aquí todos dicen la verdad sin importar cuáles sean las consecuencias. Nadie nunca ha dicho una mentira, porque no saben ni lo que es eso.

De pronto, un perdedor nato llamado Mark Bellison (Ricky Gervais) desarrolla la capacidad de mentir, y no tarda en descubrir que la falta de sinceridad tiene grandes ventajas. En una sociedad donde cada palabra es una verdad absoluta, Mark no tiene problemas en trepar hacia la fama y la fortuna inventándose historias que todos dan por verídicas e irrefutables. Pero no todo será como Bellison esperaba, y pronto todas esas mentiras acarrearán consecuencias que este perdedor jamás hubiera imaginado.

Sin lugar a dudas, lo mejor de esta propuesta es su increíble y sugerente punto de partida. Un mundo en el que nadie conoce la mentira, donde nadie pone en duda lo que otro dice porque todos dicen la verdad, y nada más que la verdad. Pero si en medio de tanta honestidad ponemos a un tipo que, milagrosamente, desarrolla la capacidad de mentir a sus semejantes, la guasa está servida.

Despreciado en su trabajo por sus compañeros y a punto de ser despedido por su jefe, sin amigos con los que poder charlar o salir a divertirse, y sin una novia con quién compartir su vida, Mark Bellison deambula por un mundo de molesta honestidad como un completo perdedor.

Su deprimente existencia se ve continuamente mermada por su honestidad y la de todos aquellos que le rodean, quiénes no dudan ni un momento en recordarle lo feo, gordo e inútil que es. Y es que este mundo sin mentiras no es tan idílico como podríamos pensar. La gente no sólo no miente sino que además tiene la imperiosa necesidad de decir todo lo que piensa en el momento que sea, aunque eso puede ofender o incomodar a quienes les escuchan.


Mark es guionista de cine, pero no es cine tal y como lo conocemos nosotros. La imposibilidad de mentir impide hacer ficción, y por tanto, las películas son más cercanas al documental que a otra cosa. Tampoco la publicidad es lo que es, pues ante la imposibilidad de embaucar al consumidor con falsas promesas y frases rimbombantes, los anunciantes no tienen otro remedio que vender sus productos y servicios con total franqueza.

Cuando nuestro protagonista adquiere, sin proponérselo, la capacidad de mentir, se abre ante él todo un abanico de posibilidades. Y es que... ¿Qué haríamos si pudiéramos mentir en un mundo en el que nadie más lo hace, y en el que todos creen cada palabra que dices? Mark lo tiene bastante claro: conseguir el éxito que nunca tuvo diciendo la verdad. Hacerse un hombre de provecho, dejar de ser un perdedor y conseguir así conquistar a Anna (Jennifer Garner), la mujer de sus sueños.

Si ya las situaciones que se originan al inicio del film nos resultan bastante insólitas, cuando Mark empieza a soltar sus mentiras, éstas se volverán todavía más surrealistas (aunque en cierto modo, cercanas a una realidad que sí conocemos)

Pero cuando este perdedor descubra que no sólo él puede sacar provecho de sus engaños, sino que también puede beneficiar de ello a otros, es cuando, debido a su buena fe, empezarán surgir los problemas. Las mentiras cada vez se harán más gordas e imposibles de contener.

Al principio comprobamos cómo es un mundo sin mentiras, y nos damos cuenta que tanta sinceridad tampoco es buena. Quizás en algunos casos sí nos beneficia, pero en otros no tanto. Y queda patente que, a veces, algunas mentirijillas son necesarias, aunque sólo sea porque la verdad no procede o no es muy adecuada. Con esto no es que uno defienda semejante comportamiento, pero a los responsables de la película les sirve para criticar la hipocresía y la superficialidad de la sociedad (y también su ingenuidad)

Esta crítica es bastante acentuada, y en algunos hasta descarada, sobre todo cuando toca hacer burla de la religión.

La deslenguada e impertinente sátira propicia momentos de humor bastante simpáticos, aunque uno realmente no llega nunca a la carcajada. En ocasiones, cierta sutileza no les hubiera ido nada mal, e incluso hubiera dado mejores resultados.

De todas formas, el planteamiento, que ofrece muchas posibilidades, no termina de ser explotado como se debiera. La película empieza con fuerza, lanzando dardos envenenados aquí y allá, pero en el transcurso de los minutos va perdiendo fuelle. Y lo que empieza como una comedia sarcástica acaba sucumbiendo a los tópicos, y enfocándose hacia la típica y sobadísima comedia romántica de toda la vida. El feo desea a la guapa; la guapa rechaza al feo porque prefiere al guapo; el guapo resulta ser un cretino y guapa se da cuenta de que el feo es el hombre de su vida; guapa y feo sellan un final feliz previsible y bastante ñoño.


Alguien podría considerar que acabo de chafarle la película, pero eso es algo que, como espectadores experimentados, ya sabemos con certeza desde el momento en que sendos protagonistas se conocen.

Ese es, quizás, el mayor pecado que cometen Gervais y Robinson, aunque hay que admitir que como comedia romántica que es o que acaba siendo, se hace mucho más digerible que casi cualquier otra que se estrene en nuestras pantallas. Y digo casi porque la rara avis del género, en estos últimos tiempos, sigue siendo “(500) Días juntos”.

Pese a lo comentado, y sabiendo de antemano cómo acabará la historia, la gracia está en disfrutar del resto. De su sátira y sus continuos gags, aunque algunos estén más conseguidos que otros. De un simpático Gervais (siempre con ese toque de sobriedad que le caracteriza), una guapa Jennifer Garner con dotes para la comedia, y de un grupo de secundarios de lo más variopinto, encabezados por la ex joven promesa Rob Lowe (lejos quedaron ya aquellos tiempos del Brat Pack), Jeffrey Tambor, Jonah Hill, Louis C.K., Tina Fey y Jason Bateman. Todo ellos en pequeños papeles (y Lowe en el típico que solía hacer Greg Kinnear). Sin contar, además, el cameo de un par de actores que seguramente reconoceréis o deberíais reconocer. No os diré quienes son, pero sí os dejo sus iniciales como pista: PSH y EN.

The Invention of Lying es, en resumen, una película simpática cuya original premisa no termina de dar en la diana. Aún así, creo que vale la pena echarle un vistazo.



Lo mejor: su original planteamiento.

Lo peor: que desemboque en la típica comedia romántica de siempre.


Valoración personal: Correcta

viernes, marzo 26, 2010

“Desde París con Amor” (2010) - Pierre Morel

crítica Desde París con Amor 2010 Pierre Morel
Esta última década, el director Luc Besson, que nos ha regalado joyitas como “El profesional (Léon)” o “El quinto elemento” (lástima que su sueño de trilogía no se cumpliera), se la ha pasado, más que dirigiendo, escribiendo historias y guiones como churros, y produciendo películas -mayormente de acción- para que se hicieran cargo de ellas directores noveles de su país.

Así es como han surgido sagas como las de Taxi o Transporter, entre otras muchas películas, y como se han dado a conocer directores como el hoy día muy solicitado Louis Leterrier (Transporter, El Increíble Hulk), de quién en breve veremos el remake de “Furia de Titanes”, uno de los blockbusters más prometedores del año.

Otro director que se estrenó bajo el amparo de Besson fue Pierre Morel, antiguo director de fotografía que debutó con la entretenida Distrito 13, y a la que siguió Venganza (Taken), una de las mejores cintas de acción de los últimos años.

Al igual que Leterrier y otros tantos directores europeos que han demostrado habilidad tras las cámaras, Morel no ha tardado mucho en desembarcar en Estados Unidos para hacerse cargo de una gran superproducción yanqui. En este caso se trata de una nueva adaptación al cine de “Dune”, la aclamada novela –o saga de novelas- del escritor Frank Herbert, que ya tuvo una versión en los 80 dirigida por el inclasificable David Lynch.

Mientras esperamos a que llegue ésta (y no lo hará hasta 2012), podemos hincarle el diente a su último trabajo en el campo de la acción, “From Paris with Love”.

Charlie Wax (John Travolta) es un poco ortodoxo agente secreto estadounidense al que le han asignado una misión de alto riesgo en París. Una vez en “la ciudad de las luces”, deberá formar equipo con James Reece (Jonathan Rhys Meyers), un empleado de la embajada norteamericana recién ascendido a la categoría de espía. Juntos y revueltos se enfrentarán a un puñado de maleantes con el fin de cumplir con éxito su difícil misión.


“Desde París con Amor” sigue la fórmula de las típicas buddy movies de toda la vida, juntando a dos tipos que son polos opuestos y que deberán avenirse por el bien de su cometido. Por supuesto, la gracia de estas películas reside precisamente en la principal pareja protagonista, en sus diferencias y continuas disputas, y en comprobar cómo al final acaban convirtiéndose en dos buenos amigos/ compañeros.

Dentro del género de acción, uno de mis favoritos, esta fórmula nos ha dado enormes satisfacciones como con la saga “Arma Letal”, “Tango y Cash”, “Jungla de Cristal: La venganza”, “El último Boy Scout”, “Límite: 48 Horas” o “Dos policías Rebeldes”, entre otras tantas (“El Principiante”, “Danko: Calor Rojo”, “Colegas a la Fuerza”...) Y más recientemente me han dejado buen sabor de boca películas como “Arma fatal” o la canadiense “Dos polis en apuros

Todas ellas cuentan con argumentos sencillos pero tremendamente eficaces para ofrecer al espectador unas horas de pura diversión sin complejos. Claro que también ha habido castañas de mucho cuidado como “Hora Punta 3” o “Hollywood: Departamento de homicidios”, por poner sólo un par de ejemplos, por lo que no siempre se da en el clavo con la fórmula.


La cinta de Morel está sujeta al carisma y compenetración de sus dos protagonistas, y qué decir que en ambos casos se fracasa estrepitosamente. Para empezar, la química entre Travolta y Meyers es prácticamente nula. Es la pareja cinematográfica con menos feeling que he visto en mucho tiempo. En parte, porque el guión no da para mucho, y en mayor medida, porque el primero termina ensombreciendo al segundo, lo cual, además, no es de extrañar si tenemos en cuenta que Meyers parece encontrarse fuera de lugar. El actor no consigue meterse en el papel ni creérselo siquiera, algo que tampoco me extraña viendo la chorrada de historia que se ha cascado Besson. Por tanto, su actuación deja bastante que desear, lo cual demuestra que este tipo de películas no son lo suyo.

Todo lo contrario en el caso de un desatado Travolta, que se muestra muy a gusto en el rol del chulo y desvergonzado Wax. El actor nos obsequia con una interpretación histriónica y sobreactuada, que es lo que le pide su personaje. Probablemente a algunos se les haga insoportable, pero a mí me divierte cuando Travolta se pone en ese plan, sobre todo con las pintas de macarra que luce de aquí. Si no fuera por su presencia y sus chascarrillos, esta chorrada descomunal se me hubiera hecho insoportable.


Y es que la trama, por llamarla de alguna manera, no es más que una mera excusa para meter con calzador una escena de acción tras otra, a cual más fantasmona y con tropecientos armados maleantes que salen hasta de debajo de las piedras. Esto último no me molesta si al menos la historia me tiene intrigado o mínimamente interesado, pero es que ni eso.

Todo ello es un cúmulo de excesos que terminan a uno por sobresaturarlo. Y es que una cosa es darle un ritmo frenético a una película y la otra apabullar al espectador con una ensalada de tiros sin ton ni son, en base a un argumento pueril que, para más inri, desemboca en giro final de lo más artificial. Justo en ese momento, parece que sus responsables quieran ponerse serios y trascendentales, tirando de tópicos a mansalva, cuando realmente no hacen más que evidenciar el poco atino que han tenido en la escritura del guión, y cuán infravalorados nos tienen como espectadores. Y es que una cosa es que uno guste del cine de acción, y la otra es que esté dispuesto a aceptar cualquier memez como tal.

Y es una lástima que “Desde París con Amor” (título en clara alusión al agente 007) sea una película tan hueca y superficial, porque ha quedado demostrado que Morel sabe rodar con eficacia las escenas de acción y que el personaje de Travolta tenía el suficiente potencial como resultar “mítico”. Pero si el conjunto es una payasada intragable (Besson es capaz de lo mejor y de lo peor), los aciertos aislados se quedan en olvidables.

Si queréis ver una sencilla pero buena película de acción, mejor revisad “Venganza”, porque ésta no vale la pena ni descargarla.


Lo mejor: que sólo dure hora y media.


Lo peor: que haya perdido esa hora y media de mi vida.



Valoración personal: Mala

jueves, marzo 18, 2010

“Brothers (Hermanos)” (2009) - Jim Sheridan

crítica Brothers (Hermanos) 2009 Jim Sheridan
Cada vez más Hollywood tiene la mirada puesta fuera de sus fronteras a la hora de buscar material que pueda ser carne de remake. Al tratarse de películas extranjeras y mayormente de habla no inglesa, no suelen tener mucha distribución en tierras yanquis. Eso las convierte en producciones desconocidas para el público americano y, por tanto, en una fuente de historias para que los estudios las adapten a su estilo sin necesidad de esperar un tiempo prudencial (aunque para evitar eso ya han inventado el “reboot”)

Esta es una práctica que ha existido siempre (solían hacerse versiones sobre todo de películas francesas, alemanas e italianas), pero que ahora se ha extendido aún más dada la escasez de ideas imperante. A la vez que saquean continuamente sus propios clásicos, buscan también en Europa o Asia esa “inspiración” para elaborar nuevas películas. Cualquier film que goce de reconocimiento por parte del público y/o la crítica es objeto de remake.

Ha ocurrido incluso con España con el remake de REC (allí Quarantine), y pronto veremos las versiones americanas de la sueca "Déjame entrar" o la alemana “El Experimento” (peliculón), entre otras tantas.

Lo bueno que se puede sacar de todo esto es que estos remakes sirvan, de algún modo, para dar a conocer sus homónimas originales, o en todo caso, éstos sean llevados a cabo por cineastas con verdadero talento -como es el caso que nos ocupa- y no por vulgares mercenarios, y así el resultado sea de calidad.

Brothers se basa en la cinta danesa "Brothers (Brødre)" (2004) de la directora Susanne Bier (Cosas que perdimos en el fuego), y su responsable es nada menos que Jim Sheridan, todo un especialista en dramas (nunca me cansaré de recomendar “En el nombre del padre”)

Como su título ya sugiere, la historia trata de dos hermanos, Sam y Tommy, muy distintos entre sí. Sam (Tobey Maguire) tiene una vida idílica: es un respetable Capitán del Ejército Estadounidense, tiene una bella esposa y dos hijas pequeñas muy avispadas. Mientras que Tommy (Jake Gyllenhaal), que acaba de salir de la cárcel, es una bala perdida que siempre ha vivido a la sombra de su hermano mayor.

Cuando Sam es enviado a Afganistán en una misión, la vida de ambos cambiará para siempre.
Tras un inesperado ataque, Sam cae en manos del enemigo, y tras meses de búsqueda, el gobierno le declara fallecido o desaparecido. Tras saber la noticia y celebrar un funeral, su hermano Tommy decide cuidar de su cuñada Grace (Natalie Portman) y sus sobrinos.

Al principio, la relación entre ellos no será muy afectuosa, pero con el tiempo, y tras un inesperado cambio de actitud por parte Tommy, éste terminará ganándose el cariño de las pequeñas y también de ella. Pero cuando los sentimientos entre Tommy y Grace empiezan a ir un poco más allá del mero cariño, recibirán una inesperada noticia… Sam sigue vivo y pronto regresará a casa.



Antes que nada, huelga decir que no he visto la película de Bier, por lo que no puedo juzgar hasta qué punto se parecen, y si guionista y director se han limitado o no a calcar el original.

De todas formas, creo que como en otras ocasiones, es mejor juzgar lo que tenemos delante independientemente del hecho de que sea un remake. Una vez valorado el film como tal, se pueden, si se quiere, establecer las comparaciones que uno crea oportunas.

A priori, y leyendo las sinopsis, no parece que sean muy diferentes una de otra, e incluso el contexto histórico es el mismo: la Guerra de Afganistán. Si bien hay que decir que poco importa de qué guerra se trate, ya que la película no pretende entrar en cuestiones políticas ni nada por el estilo. Brothers es, ante todo, un retrato de las consecuencias colaterales que tiene la guerra, sea cuál sea ésta.


La desaparición de Sam cambia por completo la vida de su familia. Grace debe seguir su vida sin un marido y sin un padre para sus hijos. Y el descarriado de su cuñado intentará redimirse tras este trágico suceso, ayudándoles a superar el día a día y ayudándose a sí mismo a ser mejor persona.

Los pilares dramáticos de esta historia son, por un lado, esos cambios que ocasiona la ausencia de Sam y, por el otro, las terribles consecuencias que éste padece después de su captura en Afganistán. De hecho, gran parte de la película está dedicada a mostrarnos el pasar de los días, semanas y meses tanto para unos como para los otros. Mientras Sam vive un infierno en Afganistán, alejado de su familia, sufriendo una tortura tras otra y sin saber si algún día podrá volver a casa, Tommy procura llenar el hueco dejado por su hermano, reparar los errores del pasado y fortalecer los lazos familiares.

Poco a poco, la oveja negra de la familia deja de ser un extraño. Tommy ayuda en todo lo que puede, juega con las niñas y consigue que Grace vaya derribando el muro que había levantado ante él. De detestarlo pasa a considerarlo un amigo, y de un amigo… bueno, ya se sabe que el roce hace el cariño.

Cuando ya todos empezaban a aceptar la muerte de Sam y a seguir con sus vidas, éste reaparece. Pero su regreso es mucho más amargo de lo esperado. Algo le ha ocurrido en Afganistán. Algo le atormenta y le consume por dentro. Y ese dolor es tan fuerte que empieza a cambiarle. Quién sabe si habrá cambiado para siempre o sólo es cuestión de tiempo que vuelva a ser el de antes.

No hay duda alguna que Sheridan tiene mano maestra con el drama. Aquí construye, de forma muy sobria, una cruda historia sobre los males de la guerra. Y es que la guerra no sólo afecta a aquél que la vive en primera persona sino también a aquellos que le rodean.


Sheridan sabe manejar muy bien las sonrisas y las lágrimas, por lo que no estamos ante un dramón del copón de esos lacrimógenos hasta el hartazgo. Sí es cierto que nos cuenta algo triste y doloroso, pero eso no implica que el director se cebe en los momentos dramáticos, los cuales, sin duda, maneja con medida y sin caer nunca en la lágrima fácil ni en el morbo. Tampoco la infidelidad que nos muestran en el tráiler lo es tanto, ya que en ningún momento van por ahí los tiros. El pilar de la historia no es el triángulo amoroso, precisamente (aunque cartel y tráiler digan lo contrario), pero sí es un hecho que influye en los acontecimientos posteriores a la llegada de Sam.

Amén de una historia bien llevada, creo que el punto de fuerte de la película son las interpretaciones. El trío –nunca mejor dicho- formado por Maguire, Portman y Gyllenhaal es el sustento principal de la historia, y los tres hacen un excelente trabajo.

Por mucho que algunos se hayan empeñado en encasquetarnos a Maguire como un superhéroe (y con resultados nefastos, en mi opinión), está claro que el actor vale para otras cosas. Ya lo demostró en las maravillosas “Pleasantville” y “Las normas de la casa de la sidra”, o también en la muy correcta “Seabiscuit, más allá de la leyenda”, y aquí vuelve a demostrar su valía como actor. Maguire desempeña con total credibilidad y sin caer en histrionismos a los dos Sam; al Sam feliz y bonachón del principio y al Sam traumatizado, desconfiado y amargado del final.

Una actuación que puede servir perfectamente para desquitarse del mal sabor de boca dejado por el famoso y taquillero trepamuros.

Gyllenhaal hace también un buen trabajo, pero resulta evidente que su personaje (la cara más amable entre tanta desgracia) no le brinda la oportunidad de explotar al máximo su vertiente dramática (para eso ya tenemos Brokeback Mountain o la infravalorada Jarhead).

Algo que sí puede hacer Portman, que aparte de estar guapísima, realiza una interpretación muy convincente, y puede que una de las mejores de su carrera.

Estos tres actores son el 80% de la película, y sin ellos, creo que el resultado no hubiera sido el mismo.

Brothers es un buen drama. Quizás no tan contundente y desolador como otros trabajos de Sheridan, pero sin duda se trata de una película que dignifica un poco la palabra “remake”. Y es que cuando éstos caen en buenas manos, la cosa cambia y mucho. Ahora bien, no sé hasta qué punto puede ser útil o de interés a los que ya hayan visto el film original.



Lo mejor: los principales protagonistas (Maguire, Portman y Gyllenhaal)

Lo peor: que se venda la película con el morbo del trío amoroso.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 11, 2010

"Green Zone: Distrito protegido" (2010) - Paul Greengrass

crítica Green Zone: Distrito protegido 2010 Paul Greengrass
Del mismo modo que Burton tiene a Depp, Scott a Russel Crowe o Scorsese a DiCaprio, se podría decir ya, con tres películas, que Greengrass tiene a Damon.

Actor y director trabajaron juntos por primera vez en la primera secuela de la saga Bourne, y aunque aquella unión vino dada tras la renuncia de Doug Liman de proseguir con la franquicia (en favor de la infumable Sr. y Sra. Smith), lo cierto que ambos hicieron buenas migas y eso propició que el británico se encargarse de firmar también la tercera entrega, poniendo así el broche de oro a una de las sagas de acción más sólidas de la pasada década. De hecho, cada secuela fue, en mi opinión, mejor que la anterior, algo que pocas veces ocurre en Hollywood.

Con tan buenos resultados de taquilla y de crítica, Universal Pictures quiso continuar con la franquicia pero Damon sentenció que sin Greengrass no volvería a encarnar a Jason Bourne. Otra muestra fehaciente del buen entendimiento entre éste y la persona que tan bien lo había dirigido en anteriores ocasiones.

Con el fin de no perder a la pareja de éxito, el estudio decidió financiar a Greengrass su siguiente película, Green Zone, con la que contaría de nuevo con su amigo Damon para el papel protagonista. El plan parecía funcionar hasta que supuestamente el presupuesto de la citada se disparó, y los jefazos tuvieron que intervenir para controlar gastos, algo que no gustó nada al director. Eso, unido al hecho que su contratación para “Bourne 4” se dio por hecha sin su consentimiento (y que el borrador del guión, se dice, no le gustaba), propició la desvinculación definitiva de Greengrass con otra entrega más del desmemoriado espía.

Por ahora se desconoce cuánto ha costado Green Zone (se rumorea que entre 100 y 150 millones de dólares), pero lo cierto es que ésta luce muy bien y demuestra, una vez más, que el tándem Greengrass-Damon funciona a la perfección. Ahora bien, si realmente ha costado eso, ya pueden ir todos cruzando los dedos para que el proyecto sea, cuanto menos, rentable, y es que este tipo de películas sobre Iraq no son precisamente las que arrasan en taquilla. Si no que se lo digan a Peter Berg con “La sombra del reino”, que cubrió gastos y poco más.

La historia del film transcurre durante la ocupación de Bagdad en 2003 por tropas estadounidenses. El subteniente Roy Miller (Matt Damon) y su equipo son los encargados de recorrer el desierto en busca de armas de destrucción masiva supuestamente escondidas en el lugar. Gracias a un confidente fiable, o eso asegura su gobierno, éstos registran escondite tras escondite, pero nunca encuentran las citadas armas ni una pista o evidencia que les conduzca a ellas. Decepción tras decepción, Miller empieza a desconfiar de la fuente que informa al agente Clark Poundstone (Greg Kinnear), del Departamento de Defensa, y decide tomar decisiones por su cuenta. El soldado confía en que estas decisiones le lleven hasta la verdad del asunto y, por consiguiente, hasta las armas de destrucción masiva.

El agente de la CIA Martin Brown (Brendan Gleeson) será uno de los puntos de apoyo de Miller en su particular cruzada.


El último trabajo de Greengrass se inspira en el libro ‘Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone’ de Rajiv Chandrasekaran, y nos ubica en la conocida como “Zona Verde” que da título a la película, y que no es otra cosa que una pequeña zona fortificada donde se encuentran las tropas americanas durante la ocupación irakí que empezó en 2003.

Pero antes de proseguir con la crítica conviene situarnos en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos para comprender con mayor fidelidad qué se nos está contando exactamente. Tampoco es que haga falta estar muy puesto en el tema para entender los hechos que aquí nos relatan, pero unos cuantos datos no nos harán ningún daño.


La invasión de las tropas estadounidenses en Iraq se produjo en el año 2003, con la intención, o mejor dicho, con la excusa de despojar al país de sus armas de destrucción masiva (ADM) (que el gobierno estadounidense aseguraba que éstos tenían) y derrocar así a Saddam Hussein, poniendo fin a su supuesto -aquí todo eran suposiciones- apoyo a grupos terroristas como Al Qaeda.

En la década de los 90, las Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad y bajo supervisión internacional, obligó a Iraq a destruir sus armas químicas y biológicas, aquellas que empleó en los ochenta durante la Guerra Irán-Irak.

Dos años después de los atentados del 11S, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, declaró que Saddam Hussein mantenía muy en activo y de forma clandestina su programa de creación de armas químicas, y que era imprescindible lanzar un ultimátum al gobierno iraquí para que éste procediese a su desarmamiento. Estados Unidos buscó el apoyo de diversos países, entre ellos, España, para formar una alianza que le permitiese invadir Iraq y derrocar al gobierno de Saddam Husein.

Se presionó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas alegando pruebas de la existencia de esas armas para que aprobara una resolución apoyando la invasión. Las Naciones Unidas iniciaron las pertinentes investigaciones en 2002 y se prolongaron hasta 2003. En ese momento, actuando fuera de la jurisdicción de los mandatos de las Naciones Unidas y sin haber presentado ninguna evidencia de armas de destrucción masiva reales (y si presentaron algo, fueron informes falseados), Estados Unidos se dispuso a invadir Irak con el fin de llevar a cabo el solicitado desarme. Esta actuación fue el desencadenante de la actual Guerra de Iraq.


En Green Zone nos encontramos en esos primeros días en que grupos de soldados estadounidenses, los conocidos como equipos MET, registran el país en busca de las peligrosas armas. Como ya he comentado en la sinopsis, Miller es el líder de uno de esos equipos, y cansado de no obtener resultados empieza a cuestionarse la fiabilidad de la fuente que utilizan, y así se lo hace saber a sus superiores. Sin embargo, el deber de un soldado no es pensar si no obedecer órdenes, por lo que sus quejas caen en saco roto. Sin embargo, mostrar ese descontento en público hace que un agente de la CIA se fije en él y juntos empiecen una investigación secreta en busca de la verdad. Obviamente, no se lo pondrán nada fácil. Su propio gobierno parece no estar muy interesado en que la verdad sobre el asunto se sepa.

La trama se centra básicamente en las averiguaciones que va haciendo Miller por su cuenta, y cómo éste, un solo hombre, un simple soldado, se convierte en un inesperado “héroe” de la noche a la mañana. Por si tener que hacer frente a la resistencia iraquí no fuera suficiente, destapar el tinglado montado por las altas esferas estadounidenses le pondrá también en contra de su propio bando. Un bando que está dividido en dos: uno y al que ahora pertenece Miller, es el que busca la verdad sobre las armas de destrucción masiva; y el otro, el que bajo la excusa del desarme pretende hacerse con el control del país.

Otro punto que se toca en la cinta, aunque de una forma mucho más tangencial, es el caos que se desata en los inicios de la ocupación, no sólo debido a los continuos atentados sino también a los disturbios ocasionados por la propia inestabilidad de la situación, produciéndose serios problemas en el suministro de servicios básicos de agua, gas y electricidad (esto queda ejemplificado en la escena en que Miller y sus hombres quedan atascados en el camino y deben abrirse paso entre multitudes enfurecidas por la falta de agua)

Uno de los puntos fuertes de la cinta es la intensa dirección de Greengrass. Aunque no soy muy partidario de la filmación cámara en mano, debo reconocer que este director es uno de los pocos que verdaderamente sabe sacarle partido a ésta técnica.

Si bien es cierto que en algunos momentos puede llegar marear un poco (o bastante), como ocurre aquí en la persecución a pie del tramo final, al menos Greengrass lo hace de forma enérgica e intentado que el efecto de realismo no sea un estorbo para que nuestros ojos capten todo lo que ocurre en pantalla. Y la verdad es que este estilo le sienta de perlas a la película, sobre todo en las secuencias de acción. Los tiroteos tienen mucho movimiento, pero siempre sabes -o yo lo supe- quién es quién y donde están, que es lo importante.

A una potente dirección se le une un ritmo frenético que hace que las dos horas de metraje se pasen –y disfruten- en un periquete. Director y guionista son bastantes directos a la hora de afrontar y desarrollar la trama, pues ésta es bastante fácil de seguir. No existe, como en otras películas, un exceso de información -muchos nombres y demás- que lleguen a saturar o incluso despistar al espectador. La historia se desenvuelve de forma muy dinámica y fácilmente comprensible incluso para aquellos que no dominen mucho el tema. Además, no se descubre en ella nada que no supiésemos ya (unas armas que jamás existieron y una injustificable invasión que fue el origen de una guerra que se ha cobrado ya miles de víctimas)

Como bien apuntaba el propio director, esta no es tanto una película sobre la guerra de Iraq sino un mero thriller que transcurre en Iraq. Hay implícita en ella un debate moral, pero tampoco está hecha para aleccionar a nadie. El espectador debe sacar sus propias conclusiones, pero más allá de eso, disfrutar de la intensidad de un thriller de acción rodado e interpretado con brío y solidez.

Damon -sería un Capitán América perfecto, ¿verdad?- está muy correcto en su papel, el cuál nada tiene que ver con su Bourne. Son personajes y contextos muy distintos (aunque la motivación principal en ambos casos sea la búsqueda de la verdad). La sobriedad del actor -que muchos confunden con sosería- es idónea para el papel, mientras que Kinnear está en su salsa interpretando a uno de esos personajes que tan despreciables nos resultan siempre. Brendan Gleeson hace lo propio como agente de la CIA, mientras que Jason Isaacs (actor poco aprovechado en Hollywood) y Amy Ryan, ambos con una presencia en pantalla algo más discreta, cumplen también con sus respectivos papeles.

“Green Zone: Distrito protegido” es, por tanto, un notable thriller de acción de nueva generación (por su estilo visual, más que nada) Inteligente y directo. Alardes, los justos (efectos especiales y pirotecnia al servicio del guión). Puede que no alcance un estatus de film memorable, pero sí es bastante disfrutable si te gusta este tipo de cine.

Que su fin sea la pura evasión no implica que deba ser un producto hueco o superficial, como aquí se demuestra. Y tampoco debe confundirse la sencilla estructuración de su trama con la simplicidad.


Lo mejor: el ritmo trepidante y la fácil comprensión de la trama.

Lo peor: que algunas escenas lleguen a marear un poco.


Valoración personal: Buena