sábado, mayo 14, 2011

“Sin identidad” (2011) – Jaume Collet-Serra

critica Sin identidad 2011 Jaume Collet-Serra
Que un director español lidere la taquilla norteamericana no es algo que se vea todos los días, y menos con una película que ha costado la nimia cantidad de 30 millones de dólares. De hecho, esta es la primera vez que ocurre, y ha sido el catalán -afincado y formado en EE.UU.- Jaume Collet-Serra quién lo ha conseguido con “Sin identidad”, su último trabajo tras la sorprendente y recomendable” “La Huérfana”.

Mientras se encuentra con su mujer (January Jones) de visita en Berlín, el Dr. Martin Harris (Liam Neeson) sufre un accidente que lo deja varios días en coma. Al despertar, descubre que otro hombre (Aidan Quinn) ha adquirido su identidad, y que incluso su propia esposa niega conocerle. Desconcertado y con lagunas en la memoria, Martin empieza a dudar de si realmente es o no quién dice ser. Pero las dudas terminan pronto cuando se da cuenta que alguien le persigue con la intención de liquidarlo.

En un país desconocido y sin nadie a quién acudir, Martin acabará pidiendo ayuda a una reticente desconocida (Diana Kruger), la última persona con la que mantuvo contacto antes del accidente. Juntos tratarán de resolver el misterio…

Basándose en la novela de Didier van Cauwelaert, la película nos plantea la angustiosa situación de un hombre que lucha para recuperar su vida.

El mundo del Dr. Martin Harris se desmorona cuando, tras sufrir un aparatoso accidente de tráfico, se da cuenta que su identidad ha sido usurpada por un impostor. Todos sus intentos por demostrar que él es el verdadero Martin Harris resultan inútiles, así que cada vez está más desesperado. ¿Quiénes andan detrás de todo este montaje? ¿Por qué lo han elegido a él?, ¿Está su mujer en el ajo o la están coaccionando?

Son muchas las preguntas que nuestro protagonista se hace, y las respuestas no parecen fáciles de encontrar. Sus recuerdos son confusos y los recursos con los que cuenta escasos.
A medida que vaya investigando, surgirán aún más dudas y preguntas, hasta que poco a poco todas las piezas empiecen a encajar…

“Sin identidad” es uno de esos thrillers que engancha desde el primer momento. En pocos minutos se nos plantea un misterio a resolver que nos deja tan desconcertados como el propio protagonista de esta historia.



Nosotros, como espectadores, observamos los dos frentes, es decir, seguimos a Harris mientras éste trata de averiguar que es lo que está ocurriendo, y observamos también a los conspiradores en su afán de llevar a cabo un plan que desconocemos prácticamente la mayor parte del tiempo. Y eso último es, precisamente, uno de los mayores aciertos del guionista: logra mantenerte intrigado de principio a fin.
Lo frecuente es que resolvamos el entuerto antes de tiempo, sobre todo si ya nos hemos empapado una considerable cantidad de thrillers hollywodienses. Aquí, sin embargo, debo admitir que no fui capaz de descifrar todas las claves (sí cuál era el plan, pero no lo otro…), y que no fue hasta el tramo final donde todo queda perfectamente aclarado.

El guión no es redondo, y si uno se le da muchas vueltas a según qué elementos, es posible que perciba algún agujero que otro, o que ciertas cosas resultan un tanto cogidas con pinzas. Sin embargo, no hay trampas ofensivas ni un afán por embaucar al espectador con giros absurdos ni triquiñuelas por el estilo, sino que sigue una estructura a la que se mantiene fiel en todo momento (creérsela más o menos ya dependerá de la indulgencia del espectador)

Director y guionista manejan muy bien el suspense y adornan la trama con algunas secuencias de acción ciertamente rutinarias aunque bien ejecutadas por parte de Collet-Serra, y que elevan la sensación de constante peligro que acecha al protagonista.


Contamos además con Liam Neeson, actor todoterreno al que últimamente se le ve muy a gusto en este tipo de papeles, y que logra transmitirnos convincentemente esa angustia e impotencia que siente su personaje. Hacia el final, Martin Harris se acerca más a lo que el actor hizo en “Taken/Venganza”, pero que nadie se lleve a engaños, que por muy armado que vaya en el póster, aquí la acción es secundaria (es más, juraría –si mi memoria no me falla- que no empuña un arma en toda la película)

El británico está muy bien acompañado por Diane Krueger y Bruno Ganz (el mejor Hitler de la historia del cine), que son quiénes le ayudarán a desenmascarar al impostor interpretado por Aidan Quinn.

January Jones, muy de moda últimamente por su trabajo en la serie “Mad Men” y por su inclusión en la inminente “X-Men: Primera generación”, no pasa de ser un maniquí en movimiento.

“Sin identidad” es un solvente y entretenido thriller de intriga que logra mantener la incertidumbre hasta el final.


Lo mejor:
que te mantiene intrigado hasta el final.

Lo peor: ciertos elementos del guión algo forzados.


Valoración personal: Correcta

domingo, mayo 08, 2011

“Agua para elefantes” (2011) - Francis Lawrence

critica Agua para elefantes 2011 Francis Lawrence
Señoras y señores, damas y caballeros ¡Bienvenidos al circo!

Sí amigos, el circo ha vuelto a la ciudad. Así lo atestiguan películas como “El circo de los extraños”, “El imaginario del Doctor Parnassus” o la más reciente “Balada triste de trompeta”. Claro que antes que éstos, otros ya nos mostraron cómo es el mundo circense por dentro, como Cecil B. DeMille en “El mayor espectáculo del mundo” (mi favorita), Henry Hathaway en “El fabuloso mundo del circo” o Charles Chaplin en “El Circo”, por citar sólo algunos de los films más conocidos de entre los muchos (La parada de los monstruos, El callejón de las almas perdidas, Trapecio, Bronco Billy, Dumbo…) que hay.

Ahora es Francis Lawrence el último que su sube al trapecio con “Agua para elefantes”, película basada en la aclamada (best-seller, faltaría más) novela homónina de Sara Gruen. Para su primera inmersión en el género melodramático (recordemos que es el director de los blockbusters Constantine y Soy leyenda), Lawrence se ha rodeado de un reparto compuesto por el roba corazones Robert Pattinson, el recientemente redescubierto Christoph Waltz (gracias, Tarantino) y la siempre risueña Reese Witherspoon (una rubia muy legal, o eso dicen)

Y la historia es la siguiente: Un estudiante de veterinaria sin recursos económicos, Jacob (Pattinson), se aventura en un circo ambulante para trabajar cuidando de sus animales. Son tiempos difíciles, de mucha penuria, y Jacob lo ha perdido todo en esta vida menos la esperanza de seguir adelante. En el mundo del espectáculo circense de los hermanos Benzini el joven hará nuevos amigos y conocerá al amor de su vida, Marlena (Whiterspoon), la estrella del circo y esposa August (Waltz), el carismático pero peligroso dueño del mismo.

Habida cuenta de esta sinopsis, es más que evidente que lo que tenemos entre manos es un triángulo amoroso con todas las de la ley. Y ese es, precisamente, el tema central de la película.

El circo no es más que el entorno de la historia, aunque ésta, obviamente, se beneficia enormemente de todos esos elementos circenses que enriquecen la trama amorosa y que le otorgan un toque especial y distintivo a la película. Hay que olvidarse, eso sí, de “la magia del circo” que hemos visto en otras películas, pues aquí no se trata de ofrecer un gran espectáculo lleno de acrobacias, trucos de magia y payasadas, sino de mostrar la crudeza de unos años difíciles, los de la Gran Depresión. Y el circo de los hermanos Benzini es uno de tantos circos en vías de extinción y necesitado urgentemente de algún gran show que logre atraer al público en masa y lo rescate de una más que presumible quiebra.

A este circo llega por casualidad nuestro protagonista, Jacob Jankowski, quien, tras una tragedia personal, vaga sin rumbo hasta que, de forma impulsiva, se sube como polizón al tren que alberga al Benzini Bros. Circus. Abatido emocional y económicamente, Jacob busca aquí una nueva oportunidad para encauzar su vida.

Tras la aprobación de August, el férreo jefe de pista y propietario del circo, el joven se unirá a la troupe haciéndose cargo primero de las tareas más desagradables, para luego pasar a encargarse del cuidado de los animales.

Esta tarea le brinda la posibilidad de estar más cerca de Marlena, la estrella del espectáculo, y de la que se siente atraído inmediatamente



Pese a la cautela de Marlena, ésta no tarda en darse cuenta que ambos comparten un fuerte vínculo con los animales, y eso es lo que terminará acercándolos, pese a la insalvable barrera que supone su matrimonio con August.

Los sentimientos del uno hacia al otro irán en aumento, y cuanto mayor sea esa atracción, mayor será también el peligro a ser descubiertos.

“Agua para elefantes” es un drama romántico al más puro estilo clásico, y del que cabría destacar su cuidada ambientación (fiel retrato de la década de los 30) y su delicada y harmoniosa banda sonora a cargo James Newton Howard (mención especial a los temas más jazzísticos). En cuanto a la historia, puede que se sienta un tanto encorsetada y, en cierto modo, prefabricada. Se echa de menos algo más de garra y valentía en una trama que parece seguir el “manual del buen drama romántico”, empezando por un prólogo (típico a más no poder; y me consta que también está en la novela) narrado en la actualidad por un Jacob ya mayor y que nos introduce en la historia rememorando sus años mozos. Curiosamente, son estas escenas, que abren y cierran la película y que corren a cargo del veterano Hal Holbrook, las que resultan ser las más emotivas y entrañables de toda la cinta. No es que el resto carezca de sentimientos o ternura (las escenas con Rosie son de lo mejorcito), pero las sensaciones que transmite sí son mucho menos intensas.

De todos modos, estamos ante un drama bien llevado y que no aburre en ningún momento. Su historia, por conocida y previsible que resulte, no deja de ser menos interesante, y además nos permite disfrutar nuevamente de un magnífico Christoph Waltz. El austríaco nos muestra a la perfección a las dos caras de August, el amo y señor del circo, respetado y temido a la vez por sus empleados. Waltz transmite simpatía cuando éste muestra su cara más amable, pero acongoja cuando saca a relucir su lado más oscuro.


Ligada a él en matrimonio está Marlena, una mujer que le debe todo lo que es y lo que tiene a su marido. Whiterpoon logra transmitir el encanto y candidez de Marlena sin convertirla en un personaje vulnerable, pero sí mostrando que está atrapada en una relación en la que el amor ha sido sustituido por la gratitud y la dependencia (más que por el miedo)

Pattinson resulta convincente a ratos. En ocasiones, está más que correcto; mientras que en otras tantas le falta algo más de expresividad y capacidad para sugerir. Al joven actor aún le faltan tablas para desenvolverse con soltura en personajes de mayor enjundia, especialmente en un Jacob que debe transmitir más con la mirada o un gesto que mediante palabras.

“Agua para elefantes” tiene todos los ingredientes para ser un drama memorable, pero no lo es. Aún así, no se siente tan pretencioso como otros (ejem, Australia) y seguramente convencerá a los amantes de este tipo de historias.


Lo mejor: la ambientación

Lo peor: todo se siente demasiado artificial y típico.


Valoración personal: Correcta

martes, mayo 03, 2011

"Thor" (2011) - Kenneth Branagh

critica Thor 2011 Kenneth Branagh
Thor, creado por Jack Kirby y Stan Lee, es uno de los personajes más populares de Marvel, y uno de los pocos –de entre los más conocidos- que faltaba por llevar a la gran pantalla.

Su adaptación cinematográfica no ha sido una elección hecha al azar o considerando su popularidad, sino que forma parte del plan orquestado por Marvel para llevar a cabo su ambicioso proyecto de Los Vengadores (The Avengers), el cual supone la reunión de algunos de sus superhéroes más icónicos. Thor es, por tanto, una pieza más del rompecabezas que forman Iron Man, Hulk y el inminente Capitán América. Claro que, por separado, cada superhéroe puede tener también su correspondiente saga si la primera entrega funciona como es debido, cosa que ha ocurrido con el hombre de hierro, pero no con el gigante verde.

Thor, príncipe y heredero al trono de Asgard, desata con la osadía e imprudencia de sus actos una antigua guerra contra los Gigantes de Hielo. En consecuencia, es castigado por el Rey Odín, su padre, a ser enviado a la Tierra, donde se ve obligado a vivir entre humanos. Mientras Thor permanece desterrado, el más peligroso de sus enemigos tratará de conquistar su querido reino aprovechando la ayuda de un traidor de palacio.

Para todos aquellos ajenos a las viñetas originales, los guionistas se han encargado de ponernos en situación y explicarnos un poco de qué va esto de tener a un Dios nórdico en modo superhéroe para que luego no nos resulte demasiado chocante todo lo que veremos a continuación. Así pues, al inicio ya se nos explica quienes son todos estos dioses de brillantes y coloridas armaduras, cuál es su función en el universo, dónde se encuentra su reino, y porque unos grandullones con muy malas pulgas llamados los Gigantes de Hielo son sus enemigos (y también los nuestros)

Hechas las presentaciones, pasamos ya a la trama en sí y se nos muestra el reino de Asgard en la actualidad.

Lo que aún no la hayan visto se estarán preguntando sí la acción se desarrolla básicamente en la Tierra (conocida como Midgard para estos dioses) o vemos a Asgard en más de una ocasión. Y la respuesta es que los acontecimientos transcurren tanto en un mundo como en el otro (aunque del palacio de Odín apenas salimos)

Principalmente, seguimos a nuestro protagonista, así que contemplamos el destierro de Thor en la Tierra y cómo éste intenta adaptarse a un lugar y a unas costumbres que le son extrañas. Nadie aquí sabe de la existencia de otros mundos, y mucho menos que él es el príncipe de uno de ellos. Además, ha sido despojado de todas las cualidades y pertenencias que le hacen ser quien es, así que ya nada le diferencia del resto de los humanos.

Thor debe soportar la carga de haberse convertido en un paria, en un príncipe desterrado de su hogar justo cuando éste más le necesita.

Su suerte mejora cuando conoce a Jane Foster, una investigadora que está efectuando un trabajo de campo sobre unos inexplicables fenómenos en el cielo nocturno, y con la que el dios tropieza por accidente (y nunca mejor dicho) a su llegada a la Tierra. Ella y su equipo intentarán echarle una mano, sobre todo cuando una misteriosa agencia conocida como Shield se empiece a interesar por el recién llegado.

Mientras esto sucede en la Tierra, en Asgard existe la amenaza de la guerra contra los Gigantes de Hielo. Por otro lado, empiezan a desencadenarse ciertos conflictos en la familia real que ponen en peligro el trono, más ahora que su legítimo sucesor está ausente, y que su codicioso hermano ansía arrebatarle el puesto.


A grandes rasgos, la historia de la película recuerda un poco a la de las grandes tragedias griegas. Quizás por ello la elección de Kenneth Branagh como director, con su larga y fructífera trayectoría adaptando a Shakespeare, resultara más que adecuada. De todas formas, hay que decir que muy poco de aquél Branagh se intuye aquí.

“Thor” sigue a pies juntillas los patrones marcados por sus predecesores y, por tanto, no va más allá de ofrecer un lujoso y digitalizado espectáculo palomitero con el que satisfacer a todos los públicos y especialmente al fandom. Branagh ejerce su labor como si de cualquier otro “mercenario” contratado para tales menesteres se tratara, si bien su experiencia y valía como cineasta quizás haya evitado que la historia sucumba a un abuso de pirotecnia, como ha ocurrido muchas otras veces. De ahí que en ese sentido podamos decir que existe un buen equilibrio en trama y acción, entre diálogos y efectos.

Precisamente en términos de acción quizás observemos menos pericia –o más inexperiencia- por parte del británico, ya que las escenas de acción, aunque vistosas (CGI mediante), no son especialmente llamativas o lo espectaculares que uno desearía. No más de lo habitual, que digamos, o al menos no lo suficiente como para que las acojamos con ferviente entusiasmo y a la salida del cine nuestro cerebro las haya retenido en su memoria. Hay que indicar también que estos momentos alcanzan su cénit al principio y al final de la película, mientras que en el transcurso de la misma hay un cierto relax destinado sobre todo a desarrollar los conflictos -personales y familiares- de sus protagonistas (un punto a su favor, dicho sea de paso, aunque la evolución de Thor resulte, cuanto menos, forzada) y también en centrarse en los superficiales y poco convincentes escarceos amorosos de Thor y Jane (un punto en contra)

El relato se vuelve más contundente y, en cierto modo, épico, cuando más y mejor se desarrolla la historia entre Thor, su hermano Loki y su padre. En cambio, se resiente cuando se centra en la vida de Thor en la Tierra. Y esto ocurre debido en parte a la presencia de la corporación SHIELD, la cual se siente más útil como antesala a lo que veremos en Los Vengadores que como elemento fundamental de la historia que se maneja en la película.

Que Marvel esté unificando todos sus personajes es un acierto que puede también convertirse en un lastre, como bien ocurrió con Iron Man 2", donde el exceso de personajes y subtramas provocaba, entre otras cosas, que la película pareciera más una precuela de la futura Los Vengadores que una verdadera continuación de su predecesora. Thor consigue no sucumbir ante ello, pero esas ligaduras le pasan cierta factura.

De lo que podemos estar satisfechos es del reparto, ya que Chris Hemsworth se erige como una más que satisfactorio dios del trueno. El actor se sometió a un duro entrenamiento para dar físicamente la talla, pero además cumple también con lo que se le pide al héroe de toda aventura, y es que tenga el suficiente carisma como para que se gane nuestra simpatía incluso cuando se nos presenta como un arrogante principito. Hemsworth no es sólo una cara bonita, y eso se agradece.

Su némesis, Loki, es un villano del que se intuye un enorme potencial, pero que aquí no se ha podido explotar debidamente.


Todo lo que a Tom Hiddleston le falta de presencia (no es un actor que, en apariencia, intimide demasiado o se sienta verdaderamente peligroso o amenazador en la piel de Loki), lo compensa con sus dotes interpretativas, conformando un personaje ambiguo que en manos de otro bien pudiera haber caído en el histrionismo (a los convincentes momentos dramáticos me remito)

Portman tan competente y maja como siempre para un papel un tanto anodino y carente de interés.

En cuanto al resto de secundarios, la mayoría quedan en un segundo plano. Y eso incluye al propio Odín (un Anthony Hopkins poco aprovechado) como a los compañeros de batalla de Thor (una especie de risueños mosqueteros), que podrían haber dado más de sí y se quedan en nada. Rene Russo como Frigga, la esposa de Odín, o Kat Dennings como la amiga friki de Jane/Portman, están ahí más que nada para hacer bulto. Idris Elba mola como Heimdall, pero tampoco hace gran cosa más que sujetar una gran espada. Y el bueno de Stellan Skarsgard parece que ganará protagonismo en un futuro.

La acertada banda sonora de Patrick Doyle va acorde con la temática (el leitmotiv es bastante bueno) y los efectos especiales están conseguidos la mayor parte del tiempo (los Gigantes de Hielo cantan demasiado, pero la oscuridad imperante en sus secuencias ya se encarga de disimularlo) La estética kitsch y colorista de los dioses de Asgard -con sus armaduras de PVC- gustará más a unos que a otros. En mi opinión, es un tanto hortera, pero uno termina acostumbrándose, y en lo que a escenarios se refiere, gana enteros gracias a su majestuosidad.

Branagh consigue, con este trabajo de encargo, rodar con solvencia una película que no se desvía de los parámetros establecidos en este tipo de producciones. De hecho, personalizarla o llevarla demasiado a su terreno (como hizo Ang Lee con Hulk) podría haber roto esa homogeneidad que Marvel tan laboriosamente está tejiendo. Pero también se percibe muy poco riesgo; una clara tendencia a ofrecer un producto de fácil y rápida digestión.

Así pues, funciona como mero entretenimiento aunque no levante pasiones, y también como carta de presentación de Thor y su universo para la futura Los Vengadores. No hay nada realmente malo o negativo en ella, pero tampoco nada remarcable. Posee ese -quizás excesivo- humor tontorrón deudor de "Iron Man", pero no es mejor que aquella (sí que su secuela). Es más, puestos a comparar, se ve superada con creces tanto por el film de Favreau como por el de Leterrier (a gusto de un servidor, claro)

En temas de fidelidad ya no puedo opinar, pues jamás he tenido el gusto de leer un cómic del personaje, pero me consta (por opiniones ajenas) que este tema ha sido bien llevado y que los fans disfrutarán de los diversos guiños (y cameos) referentes al mundillo marvelita.

P.D.: Fans del 3D, no malgastéis vuestro dinero. El efecto estereoscópico es prácticamente imperceptible.

P.D.2: Si tenéis opción, elegid la V.O.S. El doblaje de Thor, Sif y Hogun es denunciable. Y no tiene perdón que en un pase de prensa nos la “metieran doblada”.


Lo mejor: lo que acontece en Asgard.

Lo peor: lo que acontece en la Tierra.


Valoración personal: Correcta

jueves, abril 28, 2011

"The Fast & Furious 5 (A todo gas 5)" (2011) - Justin Lin

critica The Fast & Furious 5 A todo gas 5
Quién iba a decir que lo que empezó siendo una especie de versión bastarda y más macarra de “Point Break” (aka Le llaman Bodhi) se iba a convertir una de las sagas de acción más longevas y taquilleras de los últimos tiempos. Y es que “A todo gas” ha llegado ya a la quinta entrega, cosa poco habitual para un género que vive sus horas más bajas (sobre todo cuando no hay superpoderes de por medio)

Por el camino, la franquicia ha ido perdiendo y ganando protagonistas. De vehículo para lucimiento de un emergente actionman como Vin Diesel, que rehusó -al igual que con Triple X-repetir en la primera secuela, ha pasado a ser la gallina de los huevos de oro (o una de ellas) de la Universal y también del rubiales de Paul Walker, que a excepción de la tercera (la peor y la menos rentable), ha aparecido en todas, identificándose ya como el actor fetiche (aunque no el preferido) de la misma (y tampoco es que fuera de ella haya hecho gran cosa, salvando la estimable “La prueba del crimen”)

Si para remontar la saga con una cuarta volvieron a traer de vuelta a todos los protagonistas de la película original (Walker, Diesel y las dos chicas, Michelle Rodriguez y Jordana Brewster), para esta ocasión vuelven éstos y todos los que han podido reunir de sus predecesoras. Además, esta vez no se han andando con chiquitas y han fichado a un rival a la altura de Toretto; a otro saco de músculos que pueda batirse en duelo, de igual a igual, con Diesel. Y el elegido no es otro que Dwayne Johnson, otro héroe de acción de nueva hornada, y que necesita urgentemente un buen taquillazo (esperemos que ésta se lo dé)

Desde que Brian (Paul Walker) y Mia (Jordana Brewster) consiguieron sacar a Dom (Vin Diesel) de la cárcel, han tenido que cruzar muchas fronteras para eludir a la policía. Ahora, sin embargo, se encuentran atrapados en Río y no les queda otra opción que dar un último golpe si quieren recuperar la libertad. ¿De qué se trata? Pues de reunir a un equipo de élite formado por viejos amigos para orquestar un robo imposible por valor de cien millones de dólares. ¿Y quién es la víctima? Un corrupto y poderoso empresario (Joaquim De Almeida) que quiere verlos muertos.

Si ya el robo es, de por sí, bastante complicado, hay que añadirle también el problema de que anda tras ellos Luke Hobbs (Dwayne Johnson), un frío y duro agente a quién le encargan la misión de capturar a Dom y a Brian.

Difícilmente alguien acuda a la quinta parte de una saga sin, como mínimo, conocer las anteriores entregas. Asumiendo esto, uno sabe perfectamente lo que se va encontrar en “A todo gas 5” y qué es lo que puede esperar de ella. Aquí no hay trampa ni cartón, y si alguien tienes dudas, el tráiler lo deja bien clarito: película palomitera con muchos tiros y explosiones, mucho machote y mucho coche a toda pastilla.

Cabe decir, no obstante, que con su predecesora hubo, en mi opinión, un ligero salto cualitativo que elevó un poquito el nivel respecto a las anteriores (cosa, por otra parte, nada difícil). Y se puede decir que esta vez lo han vuelto a conseguir (¿será porque Diesel está ejerciendo de productor?)

Eso sí, aquellos que se engancharon a la serie por las luces de neón, las llantas mastodónticas y los guardabarros imposibles, puede que queden decepcionados, porque aquí cada vez hay menos tunning. En cambio, a los que sólo busquen un par de horas de diversión en las que devorar un buen bol de palomitas, debo decirles que están de enhorabuena, porque “A todo gas 5” cumple con su propósito, ni más ni menos. Y voy más lejos aún si afirmo que es, con diferencia, la mejor de la saga.

La dirección recae nuevamente en Justin Lin, que cogió los mandos de la franquicia en la tercera y desde entonces no ha vuelto a soltarlos. Y debo resaltar que si bien no empezó con muy bien pie, la cosa ha ido mejorando sustancialmente, e incluso Lin ha ido madurando y depurando su forma de dirigir.

La cinta empieza allí donde acaba la anterior, es decir, con Brian y Mia yendo al rescate de Dom e interfiriendo el furgón policial que lo lleva a prisión. Así pues, repetimos la jugada de aquella abriendo ya con una secuencia de acción automovilística, aunque muchísimo más breve que la de su predecesora, pues no es más que un modo de conectar ambas películas, y un pequeño anticipo de lo que va a venir luego.


El grupito vuelve a reencontrase, y dado que andan algo escasos de pasta, deciden volver a las andadas y aceptar un nuevo encargo. El trabajo, sin embargo, no sale como era de esperar, y eso les pondrá en el punto de mira del mafioso Reyes (De Almeida) y del agente Hobbs (Johnson). Y ninguno cesará en su empeño de darles caza.

Encontrándose en semejante encrucijada, la única forma de librarse de ambos es dando el golpe de sus vidas. Y para ello hay que reunir a un equipo de lujo.

La película sigue haciendo honor a su título (rápido y furioso), y es que cuando los protagonistas se suben al volante de algún bólido se convierten en auténticas fieras sobre ruedas y son capaces de sembrar el caos allí por donde circulan. Prueba de ello es la espectacular y destructiva persecución final por las calles de la ciudad. Todo lo que se encuentra a su alrededor (coches, árboles, farolas, transeúntes…) corre el peligro de acabar hecho trizas (una enorme y resistente caja fuerte tiene la culpa)

En ese aspecto, es importante resaltar que la dirección Lin es mucho más pulida, por lo que podemos hablar de secuencias de acción no solamente trepidantes sino también excelentemente orquestadas y ejecutadas (sin mareos excesivos). Es de agradecer también que el uso del retoque digital en ellas sea el justo y necesario. Sabemos que no son los propios actores los que se juegan el pellejo (o no todo el tiempo), pero sí que hay unos tipos de carne y hueso (los especialistas) que asumen el riesgo de dichas escenas, y eso le da un plus de credibilidad -e implicación por parte del espectador- que no suele conseguir un monigote digital, por bien hecho que esté. Amén de que los coches, las explosiones y gran parte del destrozo son reales, y por tanto la pirotecnia se siente más viva que nunca.

A la exultante adrenalina de estas secuencias (mención especial al currado asalto al tren cual banda de forajidos del salvaje oeste) hay que sumar la testosterona que desprende por los cuatro costados. Buena parte de la misma proporcionada por esas dos bestias pardas que son Vin Diesel y Dwayne Johnson.


Uno de los alicientes de la cinta era el cara a cara entre estos dos, y vale decir que éste cumple con las expectativas. Primero nos van poniendo la miel en los labios con el jueguecito del gato (poli) que quiere atrapar al ratón (ladrón), para luego darnos lo que estábamos esperando: una pelea a mamporrazo limpio. Puede que no sea “la gran pelea”, pero las fuerzas están igualadas y las hostias que se dan no son pocas. Lo que ocurre luego (SPOILER--- la forzosa alianza para acabar con el malo de la función --- FIN SPOILER) ya se veía a venir desde una hora lejos (incluso desde que se conoció la sinopsis) De hecho, la trama, además de simple (tampoco necesita mucho más), es también previsible. Y los golpes de efecto o sorpresas no lo son tanto, más cuando uno ya se conoce el género como la palma de su mano.

Lo que en la cuarta iba más encaminado hacia la vertiente del thriller policial, aquí se trata simplemente de la típica historia de robo imposible a lo Italian Job (por poner un ejemplo con coches de por medio). Así que los pasos son siempre los mismos: 1. Reclutar al equipo; 2. Estudiar el terreno y desarrollar el plan; y 3. Ejecutar dicho plan según lo convenido (cosa que nunca ocurre, claro)

Además de generosas y espectaculares dosis de acción (persecución a pie por las favelas de Río, incluida), también tenemos un poco de humor, que siempre viene bien dejar algo de margen para soltar alguna broma, algún chascarrillo o la vacilada de turno. Quizás lo malo es que esa cuota de humor está algo recargada. Con Tyrese Gibson y Ludacris por ahí sueltos, tenemos más que suficiente, así que el “duo sacapuntas” formado por los reggetoneros Tego Calderón y Don Omar está de más (aparte de que hacen poca gracia, a veces ni se entiende lo que hablan)

Las mozas siguen teniendo un papel secundario frente al reparto masculino, aunque Brewster gana algo de protagonismo respecto a la cuarta. La que está ahí para lucir palmito es -la escuálida -Gal Gadot, mientras que nuestra Elsa Pataky (la más buenorra de todas, y no lo digo porque sea española) se pasa la mayor parte del tiempo en uniforme y con cara de circunstancia (se nota que la chica se esfuerza incluso para un papel menor como éste, pero de donde no hay, no se puede sacar).

Otras “bellezas” que se dejan ver en pantalla son un Chevrolet Corvette y un Ford Galaxie del 63, y un Ford GT 40. Una gozada para los amantes de los clásicos.

En definitiva… disfrutable cinta de acción al más puro estilo de los 90. Frenética, cañera y condenadamente entretenida. Recomendada tanto si eres fan de la saga como si no lo eres.

P.D.: No os marchéis de la sala nada más aparecer los créditos finales porque hay escena de regalo que ya nos dice por dónde van a ir los tiros en la sexta entrega. Sí, habrá sexta (siempre y cuando la taquilla responda bien)


Lo mejor: las escenas de acción; el duelo Diesel vs Johnson.

Lo peor: la rebuscada escena de los créditos finales; las canciones "chumba-chumba" de siempre.


Valoración final: Correcta-Buena

viernes, abril 22, 2011

"Scream 4" (2011) - Wes Craven

critica Scream 4 2011 Wes Craven
Tras años y años contemplando la decadencia de los psychokillers más famosos del cine (Vorhees, Myers, Krueger, Leatherface…) por culpa de sus infaustas –e interminables- secuelas, y temiendo que el conjunto de subproductos que inundaban el mercado terminaran de hundir por completo el subgénero slasher, llegó por fin, a mediados de los 90, una película que revitalizaría el terror adolescente.

De la mano del –generosamente llamado- maestro del horror Wes Craven y del guionista Kevin Williamson (a posteriori, creador de la popular serie “Dawson's Creek”), nació Scream(aquí en España con la coletilla “Vigila quién llama”), una película que supuso un soplo de aire fresco gracias a su tono desenfadado y su perversa originalidad. Perversa porque el film de Craven supo aprovechar los clichés más trillados del género para burlarse de ellos, al mismo tiempo que los reutilizaba a su favor. Sin caer en la comedia absurda, logró un sofisticado equilibrio entre el más sentido homenaje y la más gamberra parodia, siendo consciente de lo que era en sí mismo y de a quién se dirigía, y buscando constantemente la complicidad del espectador a base de guiños y referencias cinéfilas.

Pero Scream tuvo otro poderoso aliado a su favor: jugó sabiamente con la identidad del asesino. La particularidad de este nuevo psichokiller, a quién pronto reconoceríamos bajo el nombre de Ghostface, residía en su misteriosa identidad, completamente ignorada no sólo por sus futuras víctimas sino también por el espectador, obligando a éste último a buscar sospechosos entre sus protagonistas, tratando de averiguar quién se escondía bajo esa fantasmagórica máscara. Así se generaron notables dosis de suspense que el buen aficionado supo agradecer (más cuando el desenlace lograba ser sorpresivo sin caer en la trampa barata o en giro rebuscado)

El éxito de la película fue rotundo, y las secuelas, así como sus imitadoras (Se lo que hicisteis el último verano –escrita por el propio Williamson-, Leyenda Urbana, etc.) no tardaron en llegar. Al año siguiente se estrenó Scream 2, que aún siendo inferior a su predecesora, conservaba muchas de sus virtudes y sorprendía con su marcado tono autoreferencial, algo que dos años más tarde seguiría explotándose en la –más bien mediocre- Scream 3 (porque no hay dos sin tres), la entrega que supuestamente cerraba la trilogía y ponía punto y final a los asesinatos de Ghostface en sus distintas encarnaciones.

Pero pese a jurar y perjurar que no habrían más secuelas, y que Neve Campbell no volvería jamás a encarnar a Sidney Prescott, aquí estamos de nuevo con una cuarta entrega que pretende ser el inicio de una nueva trilogía (ahí es nada)

Han pasado 10 años, y Sidney ha logrado superar los asesinatos del pasado convirtiéndose en una escritora de éxito. Ahora, con la presentación de su nuevo libro, Sidney regresa a Woodsboro, donde se reencuentra con sus viejos amigos: Dewey, que ahora ejerce de Sheriff, y Gale, que ha dejado su carrera periodística para centrase en ser una buen esposa.

Para desgracia de todos, y coincidiendo con el aniversario de los primeros asesinatos, parece que otro imitador ha decidido continuar con el legado de Ghostface.


Volver a ver una película de Scream no sería lo mismo sin Sidney Prescott y el resto de supervivientes de la saga, Dewey y Gale. Y aunque la primera siempre fue la más reticente a volver, era presumible que tarde o temprano todos firmarían para regresar a la gran pantalla con la saga que los hizo famosos, más cuando sus carreras en el cine han sido de lo más discretas (Cox tiene excusa porque se centró en televisión, pero los otros dos, aunque lo intentaron, no volvieron a saborear las mieles del éxito)

Y qué ofrece esta nueva Scream? Pues más de lo mismo, para qué engañarnos. Pero eso es precisamente lo uno anda buscando. La cuestión es si a estas alturas aún es capaz de sorprender y/o de seguir siendo disfrutable. Y debo decir que sí, y no.


El comienzo es simplemente genial. De hecho, es lo mejor de película. Y prefiero no decir más para no chafároslo. Pero una cosa es segura: Williamson no ha perdido la capacidad de sorprender. El problema es que esta le dure tan poco…

A los viejos conocidos se une un nuevo grupito de jóvenes rostros (ellas, todas muy guapas, y ellos… bueno, de todo un poco), y de ahí es de donde supuestamente va a salir nuestro o nuestros asesinos. Así que de nuevo, volveremos a desconfiar de uno u otro hasta que llegue el desenlace y nos aclare las sospechas.

En ese sentido, el factor “descubre al asesino” sigue funcionando, y pese a estar hablando ya de una cuarta entrega y conocer sobradamente los truquillos de Williamson para jugar al despiste con nosotros, lo cierto es que aún es bien capaz de sembrarnos la duda en más de ocasión. Lo que ya no es tan factible es el cada vez más rebuscado móvil del asesino de turno.

Con la primera secuela (Scream 2), el tema de la venganza brindaba una excelente oportunidad/excusa para traer de vuelta a Ghostface. En la tercera entrega, en cambio, ya tuvieron que sacarse de la manga a un pariente para poder continuar con la saga. Ahora, el quién y el por qué están aún más cogidos con pinzas, como era de esperar, así que no queda otra que aceptarlo a regañadientes. En cierto modo, lo que antes suponía una virtud frente a otros slashers, cuyo asesino era siempre el mismo (y que “resucitaba” una y otra vez), ahora es casi un lastre. Y digo casi porque intentar averiguar la identidad del nuevo Ghostface es prácticamente el único motivo para seguir viendo esta cuarta parte hasta el final…

Scream 4 promete, sobre todo gracias a un inicio rompedor (y guasón), y a una primera hora (o tres cuartos) con gancho. A uno incluso se le pasa por la cabeza pensar que probablemente estemos ante la segunda mejor secuela de la franquicia. Sin embargo, llega un punto (a mitad de película, más o menos) en que todo esto se va al garete.

Todas las entregas han tenido siempre un tono cómico muy característico, como ya comentaba al inicio de la crítica. Un humor que procuraba no caer en la parodia absurda (pese a lo exagerado que pudiese resultar en ocasiones, especialmente en la tercera entrega), y que conseguía sacarnos una complaciente sonrisa. Aquí, sin embargo, Williamson cruza y sobrepasa la fina línea que separa lo divertido de lo simplemente ridículo. Hay escenas/secuencias que son de juzgado de guardia. Algunos de los asesinatos resultan tan sumamente patéticos y bochornosos, que más que una secuela deScream, parece que estemos asistiendo a una de Scary Movie (SPOILER--- el asesinato del orondo madero y el del friki borracho, o las hilarantes autolesiones de la fría asesina, son la prueba palpable del patetismo en el que termina cayendo la película --- FIN SPOILER)

A esto hay que añadir que la tensión brilla por su ausencia y que se desaprovechan escenarios que podrían haber dado mucho juego (la fiesta en el granero o el parking, por ejemplo)


Los nuevos personajes no ayudan tampoco a ofrecer algo de interés a la trama, amén de que su reparto, y salvo excepciones, deja bastante que desear.

Dejando de lado que el nuevo séquito de adolescentes parezcan mucho más críos de lo que lo eran en su momento los protagonistas de sus predecesoras (SPOILER POR SI ACASO--- y que en estatura, ninguno resulte verosímil como un hipotético Ghosface --- FIN SPOILER POR SI ACASO), ni ellos ni sus personajes terminan de cuajar del todo.

Marley Shelton como la ayudante del sheriff, Shenae Grimes como la agente de Sidney o Hayden Panettiere como una de las amigas de su prima, son las pocas incorporaciones que se salvan. Emma Roberts como la susodicha –y sosa- prima, su insulso exnoviete o el par de cinéfilos interpretados por Erik Knudsen y Rory Culkin (de la estirpe de los Culkin, pero sin las aptitudes de sus otros hermanos), que ni siendo dos le hacen sombra Randy/Jamie Kennedy, junto al resto de secundarios, rivalizan con Scream 3 a ser los peores de la tetralogía.

Los veteranos, por suerte, no fallan, y todos regresan a sus personajes con el mismo ímpetu de siempre, aunque es de lamentar que Courtney Cox se haya dejado parte de su expresividad en la última visita que le hizo a su cirujano plástico; por lo demás, ni el matrimonio ni la edad han apaciguado a la fiera reportera que lleva dentro.

Los guiños cinéfilos y la autoreferencia siguen siendo lo mejor, y se aprovecha esta cuarta entrega para mofarse un poco de la enfermiza plaga de remakes y reboots que pueblan un Hollywood cada vez más escaso de ideas (incluyéndose –consciente o inconscientemente- Scream 4 en el saco) Un sano y divertido ejercicio de metacine que ha funcionado a lo largo de todas las entregas, y que aquí sólo se ve estropeado cuando Craven y Williamson sucumben patéticamente en su propia autoparodia.

Ahora bien, los aficionados a la hemoglobina están de enhorabuena, porque si de algo puede presumir Scream 4, es de ser la más sangrienta de las cuatro películas. Aunque donde las otras se quedaban cortas, quizás ésta se pase un poco.

Con todo, es muy probable (por no decir casi seguro) que los fans muy fans vean con buenos ojos este regreso y queden satisfechos con lo que Craven y Williamson han parido. Servidor, sin embargo, piensa que la segunda mitad de la película es tan lamentable (desenlace incluido), que estropea la apreciable primera parte, lo que en conjunto la situaría, a juicio personal, como la peor de la franquicia. Reírse con Scream está bien, troncharse no lo está tanto, y sentir vergüenza ajena es un grave error.

Nueva década. Nuevas Reglas. Peores resultados.

P.D.1: Parece que Dewey se ha curado milagrosamente de su parálisis y cojera. Hubiera estado bien que nos dijeran cómo.

P.D.2: Aunque también vuelve Marco Beltrami para la banda sonora, he echado de menos escuchar el “Red Righ Hand” de Nick Cave, tema icónico de la saga.


Lo mejor: el comienzo; los guiños y referencias cinéfilas.

Lo peor: el humor absurdo y ridículo.


Valoración personal: Regular


sábado, abril 09, 2011

"Río" (2011) - Carlos Saldanha

critica Río 2011 Carlos Saldanha
Blue Sky Studios es uno de los estudios que mejor ha sabido abrirse paso en el cada vez más competitivo campo de la animación por ordenador. Con Pixar y Disney (juntos o por separado) a la cabeza, y Dreamworks pisándole los talones como máximo rival, la animación digital ha abierto un nuevo filón al que poco a poco otros estudios han querido sumarse. Lo que antes, con la animación tradicional en 2D, estaba reservado a unos pocos (al menos en Hollywood), ahora parece haberse extendido de forma considerable, con lo que cada año tenemos más propuestas animadas en cartelera. Y eso supone, además de mayor competencia, también un beneficio para el espectador, que tiene más dónde escoger y/o más con lo que disfrutar.

Blue Sky -en colaboración con Twentieth Century Fox Animation- acertó de lleno debutando con el largometraje ‘Ice Age: la edad de hielo’, una simpática película que ha terminado convirtiéndose en una exitosa saga que ya va camino de ser una tetralogía (el estreno de la cuarta entrega se prevé para el año próximo). Pero entre secuela y secuela de los animales prehistóricos, también han tenido tiempo para crear mundos robóticos con ‘Robots’ y para adaptar el cuento infantil ‘Horton Hears a Who!’ (aka ‘Horton’ a secas) del escritor apodado Dr. Seuss. De hecho, y a excepción de ésta última, todas estas películas han estado dirigidas o co-dirigidas por su co-fundador, Carlos Saldanha, que de nuevo repite en solitario con ‘Río’.

La historia gira en torno a Blu, un guacamayo domesticado que jamás aprendió a volar y que disfruta de una cómoda -y casi humana- vida al lado de su propietaria y amiga, Linda, en la pequeña ciudad de Moose Lake (Minnesota).

Un buen día, reciben la inesperada visita de Tulio, un científico experto en aves que les comunica que Blu es la única esperanza para evitar que su especie se extinga. Tulio pide a Linda que viajen hasta Río de Janeiro para que el azulado pájaro ’se junte’ con Perla, la última hembra que queda de su especie. Pese a las reticencias iniciales, Linda y Blu deciden hacer el viaje.

Una vez en Brasil, sin embargo, Blu y Perla son secuestrados por un grupo de torpes contrabandistas de animales. Con un poco de ingenio, ambos logran escapar de sus secuestradores, pero su aventura por las calles de Río de Janeiro no ha hecho más que empezar…

Con esta colorida propuesta (porque si de algo puede presumir ‘Río’ es de una rica gama de colores) Saldanha parece haber querido rendir un pequeño homenaje a su ciudad natal, Río de Janeiro. Y es que prácticamente toda la historia transcurre en la capital, ejerciendo ésta casi como un personaje más de la trama. Son fácilmente reconocibles algunos de los lugares o monumentos más famosos de la ciudad (el Cristo Redentor, una de las siete maravillas del mundo) e incluso su tradicional y mundialmente famoso Carnaval, el cual llega a tener un destacado protagonismo en la película.

En Brasil empieza y acaba la historia de Blu, un guacamayo que, siendo un polluelo, es arrancado de su hogar y dejado, por accidente, en medio de un nevado pueblo de Minnesota. Allí lo encuentra Linda, una amable librera que lo adopta y lo cuida casi como a un hijo. Con los años, el vínculo de amistad entre Blu y Linda crece y se hace más y más fuerte, y con ello, también el acomodamiento del azulado pájaro a una vida hogareña, lejos de los peligros (y la libertad) de la salvaje selva brasileña.



Es por eso que su llegada a Río supone para Blu todo un acontecimiento. Y una vez que se ve en vuelto en la trama de los traficantes de animales, su estancia allí se convierte en una verdadera odisea emocional y física. Junto a los nuevos amigos que hará por el camino, Blu emprenderá una aventura en busca de sus raíces, del valor para aprender a volar y, por supuesto, del amor.

Y es que en este tipo de historias no faltan ni los amigos del prota (entre ellos siempre está el secundario gracioso), el amor por el que éste suspirará (aunque al principio no congenien en absoluto), y el malo maloso de turno y sus secuaces (que si pueden ser torpes y cazurros, mejor que mejor). En este caso, además, habría que añadir a una vil y resentida cacatúa australiana llamada Nigel, que ejerce de sicario del jefe de los contrabandistas y que supone la mayor amenaza de Blu y cía (amén de ser uno de los personajes más destacables de la cinta); o a los monos carteristas, que más que monos parecen gremlins.

Aunque parezcan demasiados, todos estos personajes -más los que he preferido omitir- funcionan cada uno como parte de un todo, y si bien quizás no llegan a tener el carisma de, por ejemplo, los protagonistas de Ice Age, el espectador sí logra simpatizar con ellos (más con los animales que con los humanos, eso sí).


En algunos aspectos, la trama podría recordarnos a la -para mi, mediocre- saga Madagascar de Dreamworks, por aquello de tener por protagonista a un animal salvaje domesticado. Luego el resumen del paso de los años juntos de Linda y Blu a base de fotos se asemejaría al de ‘Up’ (sólo que sin el intenso puntito dramático que tan bien sabe encasquetarnos el estudio del flexo); y en cuanto al mensaje ecológico, digamos que Río quedaría más emparentada con la española ‘El lince perdido’. De todos modos, el film de Saldanha se siente diferente y es visualmente muy atractivo.

Eso sí, hay que decir que el efecto estereoscópico es bastante intrascendente y, por tanto, no creo que en este caso en particular añada un plus a su visionado (no como en ‘Gru, mi villano favorito’, que al menos le sacaba algo de provecho a este ‘ingenioso -y poco novedoso- sacacuartos’). Así que verla en 2D es tan buena opción como en 3D, aunque también es cierto que son este tipo de películas, las animadas, las que permiten sacarle más y mejor partido a esta moda.

Efectismos a parte, la historia tiene un destacable componente musical que captura a la perfección la esencia y los ritmos de Brasil.

Los momentos musicales, con sus alegres canciones (aunque yo soy más de mambo que de samba, todo sea dicho) y sus bailes amenizan la trama sin resultar un estorbo ni hacerse pesados por alargarse en exceso, cosa que no ocurre. Y en un momento u otro, casi todos los personajes se contagian del compás brasileiro y demuestran su talento por el baile e incluso el canto. Claro que detrás de esos animales pixelados hay todo un elenco de estrellas musicales tales como will.i.am (de Black Eyed Peas), Jamie Foxx (que, para el que no lo sepa, también es cantante), Bebel Gilberto, Taio Cruz, Ester Dean, Siedah Garrett, Jemaine Clement y el más conocido para todos nosotros, Carlinhos Brown.

Así que con todo, y pese a sus más que evidentes clichés, ‘Río’ resulta ser una amena, vistosa y animada (valga la redundancia) propuesta de animación. Más entretenida que divertida, pero igualmente recomendada para toda la familia (especialmente para los más pequeños).


Lo mejor: su colorido aspecto visua ly su musicalidad.

Lo peor: algunos gags de carácter infantil.


Valoración personal: Correcta

viernes, marzo 25, 2011

"Sucker Punch" (2011) - Zack Snyder

critica Sucker Punch 2011 Zack Snyder
Definida por el propio Zack Snyder como “una Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras”, llega por fin a nuestras pantallas uno de los estrenos palomiteros más esperados del año, especialmente para un servidor.

Esta es la primera vez que el director aborda un proyecto que no proviene de ningún cómic (300, Watchmen), novela (Ga’Hoole) o película anterior (Amanecer de los muertos). De hecho, el argumento de “Sucker Punch” nace de la imaginación de Snyder, de modo que éste no ha tenido restricción alguna (más allá de las impuestas por el estudio, y salvando el ya casi obligado PG13, hay que decir que le han dado bastante libertad) para ofrecer al público lo que le ha venido en gana sin tener que rendir cuentas a nadie (cámbiese “nadie” por las legiones de fans de las obras que han servido de base a sus anteriores películas)

Esta libertad es, por otro lado, una prueba de fuego para el cineasta, pues de algún modo nos va a servir a nosotros para saber de qué es capaz como creador, además de como narrador.

Lo visto hasta ahora en trailers y clips prometía, ante todo, un espectáculo visual y pirotécnico sin precedentes, y desde ya, puedo afirmar que eso se ha cumplido sobradamente. Sin embargo, uno de mis mayores también…

La historia se ambienta en los años 50, y nuestra protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una joven de 20 años que es encerrada en contra su voluntad en una institución psiquiátrica.

Una vez allí, el futuro que le espera no es nada alentador, pues en cinco días será lobotomizada.

A partir de ese momento, Baby Doll planeara su fuga del centro ayudada por otras cuatro residentes con las que entablará amistad; cuatro chicas - la decidida Rocket (Jena Malone), la astuta Blondie (Vanessa Hudgens), la implacablemente leal Amber (Jamie Chung) y la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish) - dispuestas a jugarse el todo por el todo con tal de escapar de esa infernal prisión. Cinco jóvenes que unirán sus fuerzas para llevar a cabo el plan que las llevará más allá de las paredes del psiquiátrico. Un plan que no estará exento de obstáculos.

No hay duda que uno de los mayores alicientes de “Sucker Punch” es esa atractiva mezcla de géneros y conceptos de la que hace gala. Y es que una misma película, Snyder ha reunido para nuestro deleite a dragones, samuráis, robots, orcos y hasta nazis zombies. Y a todos ellos los ha enfrentado a un jugoso grupito de mozas de armas tomar; cinco jovencitas con ganas de dar mucha guerra a sus despiadados captores.



Snyder sabe perfectamente lo que quiere ofrecernos, así que no se anda por las ramas, y con un potente prólogo a cámara lenta y a ritmo de un Sweet Dreams (de los Eurythmics) versionado para la ocasión (y cantado por la propia Emily Browning), el director nos relata la triste y desgraciada historia de Baby Doll; el cómo y el por qué acaba en el psiquiátrico “Lennox House”.

El tormento que padece por el terrible accidente que la lleva a ser encerrada en el centro y la desesperación que siente por el desolador destino que le aguarda en él, llevan a Baby Doll a sumergirse en un mundo imaginario producto de su mente, sin limitaciones de tiempo o espacio, y mediante el cual tratará de conseguir la ansiada libertad.

De este modo, la trama transcurrirá a tres niveles distintos. El primero de estos niveles es la realidad, que es lo que veremos al principio y al final de la película. El segundo es la subrealidad, donde el mundo real se transforma en un burdel dirigido por el deleznable celador del psiquiátrico. Y por último, está el tercer nivel, el mundo de los sueños en el que transcurren las impactantes secuencias de acción que están fuera del espacio y del tiempo.

El paso del primer nivel al segundo es un tanto brusco y confuso, pero el espectador no tardará mucho en darse cuenta de lo que ocurre. Y es que esa subrealidad es, de alguna manera, el modo en el que Baby Doll ve su estancia en el centro. En su mente, el celador, que es quién maneja el cotarro y el que abusa de las residentes, pasa a ser Blue Jones, el dueño del prostíbulo; y sus compañeras y futuras -o debería decir, inmediatas- amigas, son las chicas que ofrecen sus servicios a cambio de una vida “cómoda”. Como podréis imaginar, eso le permite al director hacer desfilar a sus actrices ligeritas de ropa y/o con modelitos de lo más sugerentes. Y ahí hay que incluir al mujerón de Carla Gugino.

Este nivel y el tercero son los que ocupan la mayor parte del metraje, pero es evidente que el que encandilará al espectador será el mundo de los sueños, que le sirve a Snyder para desplegar todo su arsenal pirotécnico (y nunca mejor dicho)


El plan trazado por Baby Doll implica hacerse con un total de cinco objetos que les servirán para poder escapar. Estos objetos se encuentran el psiquiátrico/burdel, y la obtención de cada de ellos supone una inmersión en esos sueños oníricos de la protagonista. Ahí es donde las chicas harán frente a todo tipo de enemigos, desde un enorme dragón hasta un infinito ejército de nazis venidos del mismísimo infierno. Ni qué decir que estos momentos son una auténtica orgía de CGI y fuegos artificiales de lo más apabullante. El problema es que la embriagadora espectacularidad no es emocionante. ¿Y por qué? Pues simple y llanamente porque el espectador no se implica nunca en la historia, la cual no es más que un pretexto para desplegar todo ese festín de acción desenfrenada.

Snyder no necesita justificar nada, y eso hace que en pantalla aparezca de todo y porque sí, sin que exista mayor relación que el nimio parentesco con los objetos que necesitan encontrar.

Uno puede quedarse embobado por el apoteósico espectáculo, pero no lo siente, no lo vive, no lo disfruta… porque no hay emoción ni implicación en él. Snyder tiene un dominio extraordinario de la imagen y del movimiento, y las secuencias de acción tienen un poderío visual sin igual (qué bien le hubiera ido a Dragon Ball un tipo como él detrás de la cámara, y que bien la va a venir a la futura Superman), pero es como estar contemplando un videojuego, como si alguien estuviera jugando a uno mientras nosotros miramos. Y eso es debido también a una estructura narrativa a lo “pasar pantallas/fases” en la que te das cuenta que apenas te están contando nada interesante, y que además los personajes te dan exactamente igual; no te importan lo más mínimo, salvo que te hayas encariñado –por su físico, más que nada- con alguna de las mozas.

Explosiones aquí y allá, tiroteos y piruetas imposibles a tutiplén (en ese mundo fantasioso, las chicas son como superheroínas, lo que en mi opinión le resta peligrosidad a todo lo que acontece), enemigos que salen hasta de debajo de las piedras, etc. Todo muy espectacular y muy bonito, pero absolutamente vacío, superficial e intrascendente.

Y es que Sucker Punch arrastra uno de los mayores males del cine palomitero de hoy en día, que es la capacidad de asombrar al espectador con un buen puñado de efectos especiales, pero la incapacidad de hacerlo vibrar con ese espectáculo (lo que conseguían películas como Terminator 2, Jurassic Park, Desafío Total y similares). Un asombroso envoltorio para un dulce que, si bien en este caso no resulta amargo, si deja un sabor agridulce.

Con estética comiquera y con un desarrollo narrativo deudor de un juego de plataformas, Snyder tira también de referencias que van desde lo novelesco (unos orcos que parecen sacados del universo Tolkien) al mismísimo manga (el mecha que conduce Amber) Y la verdad es que dan ganas que cada uno de esos segmentos oníricos tuvieran su propia película. ¿Quién no disfrutaría de un film bélico plagado de nazis zombies? Servidor, el primero.

Cabe decir también que la planificación de muchas secuencias viene muy bien acompañada por una contundente selección musical que convierte muchos de estos momentos en auténticos videoclips (que cada uno juzgue si eso es bueno malo; a mí no me disgustó) El ya comentado prólogo inicial sería un ejemplo de ello, aunque no es el único. Eso sí, ubicándose la historia en los 50 (aunque sólo sea en el primer nivel, y a medias en el segundo), servidor ha echado de menos que la banda sonora no contara con canciones de la época; pero eso ya es una observación muy personal (nostálgico –y rockanrolero- que es uno)


De todas formas, se echa de menos algo más de chicha en el guión, que aunque no lo parezca, en este tipo de producciones también es importante. Quizás menos que en un drama, por decir algo, pero aún así lo suficiente como para que uno no se marche de la sala con sensación de vacío; como si hubiera devorado unas deliciosas gominolas que para nada le han llenado el estómago. Hubiese sido oportuno profundizar un poco más en la psique de Baby Doll y desarrollar mejor o de otro modo su entrada y estancia en el psiquiátrico; ver cómo conoce al resto de las chicas y cómo nacen esos lazos de amistad… Amén de conocer también la historia de cada una de ellas, el por qué han sido enceradas allí, etc. No creo que sea tanto pedir.

Con todo, el reparto cumple con lo exigido. Browning, Abbie Cornish (mi favorita) y Jena Malone destacan por encima de Jamie Chung y Vanessa Hudgens, cuyos personajes (e interpretaciones) quedan en un segundo plano. Aún así, da gusto comprobar que se muestran solventes tanto en las escenas de acción como en las contadas escenas dramáticas (escenas que, precisamente, demuestran que Snyder y su co-guionista hubiesen sido capaces de dar algo más de consistencia a la trama)

Gugino, que repite con el director después de Watchmen, clava a la perfección el acento polaco de su personaje (algo apreciable sólo en la V.O., claro), la estricta pero comprensiva Dr. Gorsky, una mujer que pese a su dura apariencia, comprende mejor que nadie la situación y la amargura por la que están pasando sus pupilas. A fin de cuentas, no deja de ser su cuidadora (aunque le cueste quitarse la venda de los ojos)

Pero el que se lleva la gloria es Oscar Isaac como Blue, el celador/proxeneta. Al actor ya lo habíamos visto en "Robin Hood" encarnar a un ser despreciable, pero aquí el escenario y su personaje le dan un plus.

Jon Hamm y Scott Glenn tienen papeles muy secundarios. El primero es el desencadenante de la trama, el motivo por el cual Baby Doll decidirá fugarse; el segundo es algo así como el guía espiritual de la protagonista.

En resumidas cuentas, “Sucker Punch” es un ampuloso y abrumador espectáculo visual/virtual (y en esplendoroso 2D, oiga) repleto de acción, efectos especiales y mozas de muy buen ver. Y estoy seguro que muchos tendrán más que suficiente con esto. Sin embargo, para mi gusto entretiene pero no llena. Y ese era precisamente mi temor después de ver los avances.

Snyder ha conseguido rodar su película más espectacular, adrenalítica e impactante hasta la fecha, pero también la peor, la más superflua. Un entretenimiento vacuo que satisfará las casi dos horas de entretenimiento que muchas andarán buscando. Y cierto es que no pretende más que eso, pero uno no puede evitar sentir una ligera sensación a decepción, a que esto podría haber sido mejor, más intenso, más glorioso… en definitiva, más gozoso.

P.D.: Quedaros a ver los créditos finales. Valen la pena.



Lo mejor: el apabullante espectáculo visual que ofrece; que sea en 2D.

Lo peor: que no haya un buen guión que sostenga todo ese espectáculo.


Valoración personal: Correcta