domingo, agosto 28, 2011

¡5º Aniversario!



Otras veces he llegado tarde, pero esta vez se trataba de una cifra significativa, así que he procurado ser puntual. Tal 28 de agosto como hoy, de hace cinco años, un servidor se aventuraba torpemente, como todo novato en su primera vez, en esto de la blogosfera. En ese momento ni se me pasó por la cabeza que a esto de escribir en un blog le acabaría dedicando tanto tiempo, esfuerzo e ilusión.

Han pasado cinco años desde el primer post, y aquí sigo. Reconozco que desde hace más de un año, la mayoría de mis esfuerzos se han concentrado en Amazing Movies, y que a éste lo he dejado un poco abandonado. Esto se ha notado sobre todo a la hora de publicar contenidos y, por ende, en la drástica reducción de comentarios en las entradas (la mayoría pertenecientes a críticas compartidas con AM). Ciertamente, esto ha hecho que en alguna ocasión me planteara colgar el cartel de “cerrado” y limitar así mis tareas blogueras. Sin embargo, hay críticas de películas que no tienen cabida en mi otro blog, y por eso creo que debo conservar “Diario de una mente perturbada” para poder darles salida más allá de publicarse en TBDC – Tu Blog De Cine.

Además, voy a intentar darle algo más de vida publicando cosillas que crea puedan ser del interés de todos aquellos lectores que aún seguís pasándoos fielmente por este humilde blog.

Así que espero poder seguir cumpliendo años en vuestra compañía. Muchas gracias a todos por estar/seguir ahí.


Saludos ;)

sábado, agosto 06, 2011

“Capitán América” (2011) - Joe Johnston

critica Capitán América 2011 Joe Johnston
Desde que Marvel Comics empezó a llevar las riendas de sus propias adaptaciones superheroicas, las alegrías para la editorial comiquera se han ido sucediendo una tras otra. En 2008, Iron Man supuso el inicio de una nueva y mejor etapa cinematográfica para los superhéroes de la casa, ofreciendo un entretenimiento (de calidad) que marcaría las pautas a seguir en el resto de adaptaciones y supondría también la primera pieza del entramado universo marvelita que se ha ido engrasando para hacer posible la llegada en cines de “Los Vengadores”, esa (super)película que reunirá a todos los superhéroes (entre otros personajes) que se han ido presentando en solitario y conectando película tras película. Con mayor o menor acierto, hemos visto ya prácticamente a la totalidad del supergrupo, y ya sólo nos quedaba por ver al Capitán América.

1941. En plena Segunda Guerra Mundial, el valiente Steve Rogers (Chris Evans), un joven de apenas 45 kilos de peso, intenta reiteradamente ingresar en las filas del ejército estadounidense para luchar junto a los suyos en la guerra contra las Potencias del Eje. Aunque su frágil y enclenque complexión invita a que rechacen constantemente su solicitud, Steve no se rinde, y por fin su insistencia obtiene recompensa cuando le eligen para ser el primero en formar parte de un programa experimental que lo convertirá en un súper soldado.

Con una mejorada apariencia física y convertido en el Capitán América, Steve unirá fuerzas con su amigo Bucky Barnes (Sebastian Stan) y la agente Peggy Carter (Hayley Atwell), bajo las órdenes del Coronel Chester Phillips (Tommy Lee Jones), para luchar contra la malvada organización HYDRA, la división científica de Adolf Hitler encabezada por el infame Cráneo Rojo (Hugo Weaving).

Como ya he comentado al inicio de la crítica, Marvel ha ido conectando sus personajes para allanar el terreno a Los Vengadores. Primero empezó con unos meros guiños y referencias circunstanciales, para pronto pasar a aumentar la presencia de la división S.H.I.E.L.D. (División Nacional de Intervención, Seguridad y Logística) y cobrar ésta un mayor protagonismo en las tramas. Esto ocurría en Iron Man 2, en la reciente Thor y, por supuesto, también en Capitán América. Sin embargo, el hecho de que la acción transcurra durante la II Guerra Mundial obliga a establecer esos lazos de unión al margen de la trama principal. ¿Y de qué modo se consigue eso? Pues mediante un prólogo y un epilogo que se ubican en la actualidad (amén de algún que otro personaje como Howard Stark –padre de Tony Stark/Iron Man- o el poderoso objeto –un cubo cósmico- que codicia Cráneo Rojo)


Pero el hecho de unificar a todos los personajes en un mismo universo se puede convertir en un arma de doble filo. Y es que eso es bueno y malo según cómo se mire. Bueno porque hace posible la existencia de los Vengadores, una de las traslaciones a la gran pantalla más ansiadas por los fans de los superhéroes y una película que puede convertirse en un gran pelotazo taquillero si se hacen bien las cosas. Malo porque esa dependencia les hace perder, en cierto modo, su individualismo, su propia esencia, su razón de ser por sí solos. Dado que esa dependencia ha ido en aumento, en algunas casos como la secuela de Iron Man ha conseguido hundir la propia película, que con tanto personaje y subtrama de por medio parecía más una precuela de los Vengadores que una secuela del hombre de hierro. No obstante, hay decir que esto no le ocurre de forma tan grave al Capitán América, donde la mayor parte del tiempo asistimos al nacimiento del superhéroe en respuesta a las preguntas básicas habituales (cómo, cuando, dónde y por qué) y a su lucha contra un enemigo único y exclusivo de la trama que aquí nos presentan.

Así pues, tenemos a un joven que de la noche a la mañana, y gracias a un suero especial y al bombardeo de unos “vita-rayos”, pasa a convertirse en un supersoldado dispuesto a luchar por su patria, aunque antes de empezar a partir cráneos nazis tenga que pasar por la humillación de convertirse en un reclamo publicitario (además de un símbolo patriotero) para recaudar fondos para los aliados. Sin embargo, una vez demostrada su valía en el campo de batalla (misión de rescate mediante), veremos al Capitán América en plena acción, con su traje de colores y su indestructible escudo haciendo frente a los esbirros del megalómano Johann Schmidt/Cráneo Rojo.

Los guionistas han sabido moverse dentro de los entandares de Marvel para crear una aventura con sabor a pulp que sabe combinar sabiamente las escenas de transición con las de acción. Además, conectamos inmediatamente con el personaje de Steve Rogers no porque sintamos lástima por él sino por las agallas de las que hace gala pese a su debilucho físico, por su buen corazón y sobre todo por esa estimable integridad y honestidad que le hacen digno de convertirse en el elegido para ser el Capitán América. La presentación del personaje desde que aparece por primera vez en pantalla hasta que se convierte en un soldado hipermusculado está narrada de forma muy amena, sabiendo introducir correctamente al resto de personajes (y son unos cuantos) que conforman la trama, y dándole a cada uno los minutos pertinentes para desarrollar una historia que, aún en su sencillez, se muestra de lo más sólida.



Pese a su irregularidad como cineasta y a la poca confianza que inspiraba en muchos tras el batacazo de “El hombre lobo”, Johnston ha sabido manejar con acierto el encargo que se le ha encomendado, trasladando al personaje de la viñeta a la pantalla sin caer en lo ridículo o en lo ostentoso (patriotismo, el justo y necesario). La película goza de cierto regustillo a aventura añeja gracias no sólo a la época en la que se desarrolla sino también al tradicional y muy comiquero tratamiento de los personajes, a la ejecución clásica y medida de Johnston en las escenas de acción (se nota que es un director de la vieja escuela que no ha sucumbido a las moderneces de hoy día) y al fantástico apartado artístico (caracterizaciones, diseños retro, etc.). Lo dicho, un pulp en toda regla, y con mucha honra.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, comprensibles para el ojo humano. Además, toda esa pirotecnia está bien distribuida a lo largo del metraje y consta de unos efectos especiales más que convincentes. Quizás en alguna ocasión chirríen un poco (algún que otro croma, por ejemplo, o cuando los soldados de HYDRA salen volando por los aires), pero en otras la calidad es prácticamente impecable (el Steve Rogers enclenque, sin ir más lejos)

Las notas de humor no caen en lo chorra o bobalicón como ocurría en el Thor de Kenneth Brangh (director, irónicamente, de mayor prestigio que el aquí presente) sino que son simpáticas e incluso divertidas (a destacar las frases que suelta el -serio pero bonachón-Coronel) y las secuencias más épicas logran ser emocionantes, ayudadas en parte por la adecuada -si bien funcional- partitura de Alan Silvestri, donde destaca un logrado leit-motiv fácilmente reconocible y tarareable que ya identifica al Capitán (vale que Silvestri no es Williams, pero hace bien su trabajo)

Chris Evans cumple sobradamente como héroe (tanto en lo físico como en lo interpretativo), y está muy bien acompañado por un muy correcto elenco de secundarios donde destacan Tommy Lee Jones y Stanley Tucci en el bando de los buenos, y Hugo Weaving (un crack haciendo de villano) en el de los malos.

Así que con “Capitán América” la diversión está garantizada. Un agradable y satisfactorio entretenimiento pulp y la segunda mejor película de superhéroes del año (ya sabéis cuál es la primera)

P.D.: Tras los créditos os espera el avance de “Los Vengadores”. Y sigo creyendo que esa es la manera idónea -utilizando las escenas post-créditos- de conectar todos los personajes para poder disfrutar de forma individual de sus películas. El desenlace de este “Capitán América” es demasiado dependiente de la película que veremos el año que viene. Y eso, desde la perspectiva del no fan o del espectador que va a ver simplemente una película más de aventuras, es un error.


Lo mejor: su espíritu pulp

Lo peor: su vinculación con Los Vengadores.


Valoración personal: Buena

lunes, julio 18, 2011

“Nuestra canción de amor” (2010) - Olivier Dahan

critica Nuestra canción de amor 2010 Olivier Dahan
No es extraño que, con cierta frecuencia, los directores europeos que consiguen destacar en su tierra natal acaben haciendo las Américas para formar parte de la meca de Hollywood. En ocasiones les abalan unas cuantas películas de éxito, pero otras veces con una sola que cause sensación basta. Ese sería el caso del francés Olivier Dahan, cineasta con una filmografía, a priori, bastante discreta a sus espaldas, pero que en 2007 pegó la campanada gracias a “La vida en rosa”, drama biográfico sobre Edith Piaf que le valió a Marion Cotillard el Oscar, el Globo de Oro y el Cesar por su encarnación de la famosa cantante francesa.

Han pasado algunos años desde aquél filme, y lo que ahora nos llega del director es su primera incursión en EE.UU.

Tras el accidente que la dejó paralítica, Jane (Renée Zellweger) no ha vuelto a ser la misma. Abandonó su profesión como cantante y en estos siete años apenas ha hecho nada para rehacer su vida. Permanecería recluida en la soledad de su casa y apartada de la sociedad si no fuera por las visitas de su amigo Joey (Forest Whitaker), a quién conoció en el hospital cuando tuvo el accidente, y cuyo traumático pasado le provoca “delirios” constantes.

Después de que uno de sus últimos ataques de histeria ponga en alerta a las autoridades, Joey toma la decisión de marcharse del pueblo para acudir a la conferencia de un famoso escritor que habla sobre esos ángeles a los que él cree ver y oír, y con los que incluso conversa. Pero no está dispuesto a realizar ese viaje solo, así que tras mucha insistencia, logra convencer a Jane para que le acompañe.

Juntos emprenderán el periplo atravesando Estados Unidos desde Kansas hasta Luisiana. Un viaje por carretera en el que se cruzarán con una serie de personajes que marcarán un antes y un después en sus vidas.

Dahan nos sumerge en el viaje físico y emocional de dos personas, Jane y Joey, que permanecen atoradas en una vida de amargura e insatisfacción. Dos almas perdidas que son más fuertes juntas, y que en este recorrido por carretera por los Estados Unidos encontrarán el verdadero significado de vivir, aún con el gran peso del dolor en sus corazones.

Del trágico pasado de Joey y del por qué de sus insólitas conversaciones con seres celestiales inexistentes nos enteraremos a medida que avance la trama, pero de la tragedia de Jane somos testigos desde el principio de la historia, con una presentación que no podría ser más cruda y real acerca de la desdichada existencia que le profiere el estar atrapada en una silla de ruedas para el resto de sus días.

Pero la minusvalía de Jane es doble; por un lado, está la evidente, la que le impide usar las piernas y la que no tiene solución alguna. Pero por el otro está la minusvalía emocional, esa que la ha hecho encerrarse en sí misma, en su dolor y en su tristeza. Y de ella quiere que se desprenda Joey; y puede que la única manera de conseguirlo sea realizando este viaje.

Por el camino, ambos se toparán con otras personas a quienes la vida tampoco les ha tratado bien. Personas como Billie (Madeline Zima), una joven a la que su reciente marido acaba de abandonar y que acabará acompañándoles en buena parte del trayecto.


En esta especie de excursión a través de los sentimientos que nos propone Dahan, hay lugar tanto para las risas como para las lágrimas, pues el director y guionista no tiene la intención de convertir “Nuestra canción de amor” en un dramón de los de sacar el pañuelo y no soltarlo, sino que mezcla constantemente el drama con la comedia, salpicando el viaje de momentos emotivos y divertidos a partes iguales. Pero tanto en unos como en otros se busca básicamente lo mismo: que el espectador conecte con la historia y con los personajes.
Algunas situaciones cómicas rozan lo esperpéntico (la persecución automovilística) y le otorgan un aire más desenfadado e incluso alocado a una historia que no puede huir de ciertos clichés ni tampoco puede disimular, en ocasiones, su intento de resultar forzosamente emotiva. Y es que a la hora de hacer drama no es difícil saber qué teclas hay que tocar para sensibilizar al espectador y, por supuesto, la gracia está en que uno no vea esa mano invisible que toca esas teclas o, que de alguna manera, la predisposición a dejarse llevar por las emociones no encuentre un obstáculo en las demasiado evidentes intenciones de su responsable. Y a Dahan se le ve el plumero en más de una ocasión, introduciendo una tragedia a ratos excesiva en sus formas, con demasiadas vidas miserables que confluyen en una historia que se siente un tanto abultada de tanto personaje estrafalario y desdichado (por no hablar de lo “casual” que resulta toparse tan a menudo con apasionados de la música que sepan tocar la guitarra)

Las apuestas más oníricas del director ayudan a paliar un poco esa teatralidad dramática, aunque en alguna ocasión la historia tiende a perderse en un surrealismo un tanto aparatoso (el encuentro con el personaje de Nick Nolte descoloca un poco, la verdad) y en unos recursos estéticos que aunque bonitos (las escenas de animación ornitológica) no parecen aportar mucho a la trama más allá del mero impacto visual.

Aún así, el desarrollo de la historia es estimable, y uno termina encariñándose un poco de personajes como Joey, al que encarna un excelente Forest Whitaker (lástima que cuando llegue la época de premios ya nadie se acuerde de su interpretación; mala fecha para estrenar una cinta de estas características)


A lo largo de todo el metraje ansiamos que Jane se reencuentre con ese pasado (en todos sus ámbitos) que ha dejado atrás y que encuentre de nuevo las ganas de vivir, y eso ya es un punto a favor de Dahan. Y aunque Renée Zellweger no sea santa de mi devoción, hay que admitir que cuando no abusa en exceso de sus habituales pucheros y morritos, brinda actuaciones notables como la que nos ocupa. Y aquí, como ya hizo en “Chicago”, también canta, lo cual tiene doble mérito.

A destacar también la presencia de otros actores que aparecen en pantalla como el citado Nolte, Elias Koteas (gran secundario donde los haya) o Madeline Zima, esa niña que hizo sus pinitos en la serie “La nanny” y que ya es toda una mujer, como nos ha demostrado en “Californication”.
Pero una de los alicientes más atractivos del filme es la banda sonora compuesta por el maestro Bob Dylan, con canciones que hablan del amor y de la amistad.

Con todo, “Nuestra canción de amor” deviene en una correcta road-movie con un apreciable mensaje optimista por bandera. Un canto a la vida a ratos emotivo, a ratos simpático.


Lo mejor: Forest Whitaker; la mezcla de comedia y drama.

Lo peor: que los recursos lacrimógenos sean tan evidentes.


Valoración personal: Correcta

martes, julio 05, 2011

“Blackthorn, sin destino” (2011) - Mateo Gil

critica Blackthorn, sin destino (2011 Mateo Gil
En numerosas ocasiones, el cine del oeste se ha nutrido de famosos personajes históricos de la época de los saloons para trasladar sus legendarias hazañas a la gran pantalla. Personajes como Buffallo Bill, Jesse James, Billy El Niño, Wyatt Earp, Gerónimo, Wild Bill Hickok, Calamity Jane o Doc Holliday han tenido su representación en el celuloide, a veces con mayor fortuna, otras con bastante menos, pero de lo que no han estado faltos muchos de ellos es de oportunidades. De Billy El Niño, por ejemplo, habría que contar alrededor de medio centenar de películas, desde los albores del cine mudo hasta la actualidad.

De Butch Cassidy, en cambio, no se cuentan tantos, pero sí uno en particular que se ha convertido en un clásico de la época, “Dos hombres y un destino” (Butch Cassidy and the Sundance Kid). Al frente de la misma, uno de los mejores dúos cinematográficos de la historia, Paul Newman y Robert Redford, que repetirían unos años más tarde, y con el mismo director, en la sobresaliente –e infinitamente superior, en mi opinión- “El golpe” (The Sting).

Desde entonces, nadie ha vuelto a llevar al cine a Butch Cassidy… hasta ahora.

Según la versión oficial, tras haber huido de Estados Unidos, el legendario forajido Butch Cassidy murió en Bolivia en 1908, tiroteado junto a su amigo y compinche Sundance Kid. Sin embargo, la realidad es otra.... Butch logró salir con vida del asedio, y desde entonces ha vivido escondido y alejado del pasado y de sus prácticas delictivas. Pero ya han pasado veinte años desde aquél incidente, y ahora su único deseo es volver a casa.

En el transcurso del viaje, se encontrará con a un joven ingeniero español que acaba de robar la mina en la que trabajaba y que pertenece al empresario más importante de Bolivia...

A priori, puede parecer que nos encontramos ante un caso parecido al de “El buscavidas” y su tardía secuela “El color del dinero”. Pero nada más lejos de la realidad, pues “Blackthorn” (prescindiremos de la postiza coletilla) no es una segunda parte de “Dos hombres y un destino” como tal, sino que el material que ha servido de base para construir la trama de la película es la historia real de Butch Cassidy, o al menos aquella de la que se tiene constancia. Y de su vida, o mejor dicho, de su muerte, existen dos versiones distintas. La que se dejaba entrever en el filme de Newman y Redford (es decir, que moría acribillado por el ejército boliviano) y la que nos cuentan aquí.

Sam Shepard interpreta a un Butch Cassidy retirado de la vida delictiva y que sólo ansía regresar a casa, donde espera pasar el resto de sus días con los pocos ahorros que ha ido acumulando en este tiempo de exilio. Sus planes, sin embargo, se ven truncados cuando topa con Eduardo, un español al que persiguen por robar una importante suma de dinero que ha escondido en un lugar secreto. A Butch, dicho encuentro le hace perder todos sus ahorros, así que decide ayudar al joven a recuperar el dinero que éste ha robado y a deshacerse de sus perseguidores. En ese momento, ambos inician un viaje que les va a costar mucho más que el dinero que llevan en las alforjas.

Mateo Gil dirige con sobriedad y buen manejo del ritmo (nada irregular, aunque quizás a algunos se les haga un poco lento) esta road movie que cuenta con un excelente el guión de Miguel Barros, responsable del documental “Los sin tierra”, y que por primera vez ejerce de guionista en un largometraje.


La historia destaca sobre todo por unos diálogos en los que se sugiere mucho más de lo que se dice en ellos. Y es que “Blackthorn” está dotada de una gran sutileza tanto en su forma escrita como en la visual, confiando en la perspicacia y la capacidad de análisis del espectador para deducir todo aquello que va implícito de forma más o menos evidente en los diálogos y en las imágenes.

Cansados ya de que nos lo den todo mascado, Gil y Barros apuestan por lo sutil, permitiendo que captemos la esencia de los personajes con sus miradas, sus gestos, sus más simples actos o sus aparentemente triviales conversaciones o confesiones.

Butch es un viejo zorro que ha aprendido de la experiencia y de la madurez que le han otorgado el paso del tiempo, pero es inevitable que se vea reflejado en el joven Eduardo, un torpe ladronzuelo que huye de la ley. Sin embargo, existe entre ambos una gran diferencia; una diferencia SPOILER --- de la no se dará cuenta hasta que quizás sea demasiado tarde y la cuál el otro será incapaz de comprender -- FIN SPOILER. Y es que los tiempos han cambiado, y en el transcurso de ese cambio, los ideales y la manera de entender una forma de vida se han marchitado y han dado lugar a otro tipo de forajido.

En la película se habla sobre todo de la comprensión de ese mundo a través de los ojos de Butch, y quizás por ello se recurre con frecuencia -y de forma muy acertada- a unos esclarecedores flashbacks en los que contemplamos sus andanzas junto a su amigo Sundance Kid y la bella Etta Place (una guapísima Dominique McElligott), la mujer por la que ambos sintieron profundos sentimientos.


Pasado y presente se fusionan en una trama en la que el centro neurálgico de la misma es básicamente Butch, al que ponen rostro un veterano de la talla de Sam Shepard y -en sus años de juventud- el danés Nikolaj Coster-Waldau, popular en la actualidad por su encarnación de Jaime Lannister en la recomendable “Juego de Tronos”.

La credibilidad de Noriega, actor al que considero bastante mediocre, funciona a trompicones, y casi me atrevería decir que parece hacerlo mejor cuando habla en inglés que cuando lo hace en español. Y es que aquí, la variedad de lenguas es otro punto a destacar, ya que toda la acción transcurre en Bolivia, cuyo paisaje termina ejerciendo casi como un tercer personaje que se puede volver tan o más peligroso que los propios perseguidores a los que se deben enfrentar nuestros protagonistas.

El cuarto personaje en discordia, y clave en la historia, está reservado a Stephen Rea, cuya presencia tiene un papel relevante especialmente en el tramo final de la cinta.

A todos ellos les espera un destino inesperado y cruel. Cruel no siempre en el sentido más físico de la palabra…

En un desierto cinematográfico (nacional e internacional) en donde escasea la originalidad y también el talento, Mateo Gil nos entrega un estupendo western crepuscular al que no le afecta la escasez de recursos, pues cuenta con una buena historia muy bien llevada por su director y con unos personajes perfectamente escritos por su guionista. Una ocasión muy bien aprovechada para desempolvar un género al que poco a poco se le está brindando una segunda oportunidad en las pantallas y con la que parece gozar de un magnífico estado de salud.


Lo mejor:
el guión.

Lo peor: la escasa repercusión que está teniendo.


Valoración personal: Buena


jueves, junio 23, 2011

"Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!" (2011) - Todd Phillips

critica Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! Todd Phillips
“The Hangover” aka “Resacón en Las Vegas” fue uno de los sleepers más sonados de 2009 y se convirtió en la comedia con clasificación ‘R’ más taquillera de la historia en el mercado doméstico estadounidense. Pero esos no fueron sus únicos logros, ya que también consiguió algo inaudito: que una comedia gamberra y pasada de rosca obtuviera no sólo el beneplácito del público sino también el de la crítica, que la acogió con los brazos abiertos.

Ante tal éxito, era evidente que iba a caer una secuela sí o sí, y que además no se haría esperar. Así pues, dos años después del estreno de la original tenemos aquí su continuación, “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!”

¿Y de qué va esta vez la cosa? Pues va de lo mismo, como no podría ser de otra forma.

Alan (Zach Galifianakas), Stu (Ed Helms) y Phil (Bradley Cooper) vuelven a despertarse en otra habitación de otro hotel sin recordar nada. Esta vez están en Tailandia, adonde han viajado, junto a Doug (Justin Bartha), para asistir a la boda de Stu.

Si en la primera el que se casaba y se perdía era Doug, esta vez los papeles se reparten entre Stu, el futuro marido, y Teddy, su joven cuñado.

Hace tiempo que Stu se separó de Jade (Heather Graham) y conoció a Lauren (Jamie Chung), una encantadora joven coreana con la que ha decidido pasar por la vicaría pese al más que evidente rechazo de su suegro.

Después de lo ocurrido en Las Vegas, Stu tiene claro que no quiere volver a pasar por lo mismo, por lo que decide prescindir de su despedida de soltero. Sin embargo, lo que no puede evitar es el tener que invitar a la boda a Alan, el loco cuñado de Doug y el máximo responsable de la descomunal juerga que él y sus amigos vivieron en “la ciudad del pecado”.

De todas formas, no parece haber peligro, ya que la estancia en Tailandia se presenta de lo más tranquila. Ya la primera noche, el grupo –Stu, Phil, Doug, Alan y Teddy- se reúne en la playa, a la luz de una fogata, para tomarse relajadamente unas inofensivas birras… ¿Sólo unas birras? ¡Para nada!

“Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” empieza de la misma forma que en la primera: con una llamada telefónica hecha por Phil informando del marrón en el que están metidos. Justo después, retrocedemos en el tiempo para conocer los detalles de lo ocurrido y para saber cómo han llegado a esa situación.


Se podría decir que esta segunda entrega ha perdido la frescura de la primera, pero es inevitable que eso ocurra en una secuela, así que sus responsables, de nuevo con Todd Philips en la silla de director, han decidido que la mejor manera de continuar las desventuras de este grupo de amigos es elevando la fórmula al cubo (algo muy propio también de las secuelas), aumentando considerablemente el nivel de peligrosidad de la juerga y, en consecuencia, los daños físicos de los sufridos protagonistas.

Y es que lo ocurrido en Las Vegas parece una fiesta de niños al lado de lo que transcurre en Bangkok, “la ciudad de los ángeles”, pues con seres celestiales no es precisamente con lo que se van a topar Stu y cía, salvo que por ángeles entendamos a un grupo de tailandesas en minifalda y con tacones de aguja bailando bajo unas luces de neón.

Nuevamente, Stu es el que peor parado sale de todo el embrollo, aunque al final siempre consiga sacar algo positivo.

Las situaciones en las que los tres se ven envueltos son tan o más descabelladas y surrealistas que en Las Vegas, y aunque la experiencia es un grado, de poco les servirá haber vivido una resaca como aquella para poder resolver la actual con mayor rapidez (genial el momento en el que suben al tejado)

La comicidad entre el trío protagonista (Helms, Galifianakis y Cooper) sigue siendo lo mejor de la película, así como sus reacciones ante el descubrimiento de las distintas barbaridades que han ido cometiendo en el transcurso de noche (una de ellas en concreto, convertirá a Stu en víctima de constantes burlas)

El humor sigue siendo burdo y en ocasiones bastante más zafio y vulgar que el de la primera entrega, y pese a que servidor no es muy afín a los gags escatológicos y/o sexuales, hay que reconocer que si entras desde un buen principio en la dinámica gamberra que propone la película, es difícil no echarse alguna que otra risa. Quizás ayude el hecho de que los protagonistas no sean un grupito de adolescentes con las hormonas disparadas sino unos treintañeros con pelo en el pecho, entre los cuales se encuentran un buen par de cómicos (Helms y Galifianakis, los auténticos amos de la película)


Es una lástima que no hayamos podido contar con el cameo de Liam Neeson que se presuponía íbamos a tener en esta secuela, pero se compensa (más o menos…) con una aparición estelar que, obviamente, no voy a desvelar. Aunque sí comentaré que el destrozo que comete hacia cierta canción ochentera (muy apropiada para la ocasión, todo sea dicho) no tiene perdón.

En definitiva, que asistimos prácticamente a una repetición calcada del esquema de la primera película (SPOILER -- álbum de fotos en los créditos incluido --FIN SPOILER), sólo que esta vez la ciudad, Bangkok, se torna mucho más sórdida y menos amigable que Las Vegas (y nos cambian al bebé por un mono adicto a la nicotina). Por lo demás, los ingredientes son los mismos pero sin el factor sorpresa.

Mejor o peor (eso ya que cada uno lo juzgue por su cuenta), lo que está claro es “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” consigue exactamente lo mismo que su predecesora: que salgamos de la sala con unas ganas increíbles de irnos de marcha. Con eso, y unas risas, creo que el objetivo está cumplido. Eso sí, que la fórmula siga funcionando en una hipotética tercera entrega ya lo veo más complicado (aunque no imposible; y si no que se lo digan a McClane, que ha tropezado cuatro veces con la misma piedra y ya anda buscando el quinto tropiezo)

P.D.: La clasificación “R” se la vuelve a ganar con honores.

P.D.2: Lo pensé cuando vi la primera y me reafirmo en esta segunda: Sasha Barrese es una mezcla entre Liv Tyler y Megan Fox.


Lo mejor: el trío protagonista; el mono.

Lo peor: los gags de carácter más escatológico.


Valoración personal: Correcta

jueves, junio 09, 2011

“Hanna” (2011) - Joe Wright

critica Hanna 2011 Joe Wright
Debutó en el largometraje con “Orgullo y prejuicio”, adaptación de la novela de Jane Austin por la cual consiguió un BAFTA a Mejor director y diversas nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro. Tres años más tarde, Joe Wright repetió con su actriz principal, Keira Knightley, para rodar otro drama romántico/épico basado en otra aclamada novela y recibiendo nuevamente el aplauso de la crítica.

Con todo a su favor, en 2009 se lanzaba a filmar un drama basado en hechos reales de esos que tanto gustan a la academia, y con dos buenos actores como Jamie Foxx y Robert Downey Jr. al frente del reparto. El resultado, sin embargo, no podía estar más lejos de las expectativas puestas en ella, y la película convenció a muy pocos (y mira que la historia era un caramelo, pero el sabor que dejaba era bastante agridulce)

Quizás debido a este traspié o quizás porque tenía ganas de cambiar de género, lo último que nos llega del director inglés es este thriller de acción un tanto inusual.

Hanna (Saoirse Ronan) es una chica de 16 años que vive en las salvajes tierras del norte de Finlandia, aislada del mundo civilizado, junto a su padre, Erik (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Erik ha enseñado a Hanna a cazar, le ha entrenado con un duro programa de autodefensa y le ha enseñado a leer y escribir con tan solo una enciclopedia y un libro de cuentos de hadas. Hanna ha vivido una vida muy diferente a la de cualquier otra adolescente; toda su educación y entrenamiento se reduce a un objetivo, convertirla en la perfecta asesina. Pero en el mundo real hay una cuenta pendiente con la familia de Hanna, y Erik se ha dado cuenta de que ya no puede retener más a su hija, y que ya es hora de saldar esa cuenta.

Cuando supimos de ella y vimos el tráiler, nos extrañaba que detrás estuviera un director como Wright. Aún así, con semejante reparto (Ronan, Bana, Cate Blanchett, Tom Holland…), ¿quién podría resistirse?

Como ya se indica en la sinopsis, Hanna ha sido convertida en una dura y letal asesina a manos de su padre, que la ha entrenado y criado olvidando, quizás, lo más importante de todo: que es una niña. Una niña capaz de desnucarte con un par de rápidos movimientos, pero una niña, al fin y al cabo.

Ahora ha llegado un momento crucial que va a cambiar bruscamente la adolescencia de Hanna. Ella y su padre se separaban por primera vez para embarcarse en la misión para la que siempre ha estado destinada. Antes de reencontrarse en Berlín, tal y como habían planeado, Hanna es capturada por la despiadada agente de inteligencia Marissa Wiegler (Cate Blanchett). La joven, sin embargo, no tarda fugarse de sus captores para emprender un largo y duro viaje por Europa, seguida muy de cerca por Marissa y sus secuaces.

Para Hanna, este viaje no será solamente la misión de su vida para la cual ha sido entrenada desde bien pequeña, sino que también supondrá un redescubrimiento del mundo y de su propia adolescencia.


Estamos hablando de una chica de 16 años que se ha criado en el bosque con la única compañía de su padre, quién le ha enseñado todo lo que sabe. Y todo lo que sabe no es suficiente para enfrentarse al mundo real, porque la vida es algo más que datos y definiciones de una enciclopedia o recuerdos de un pasado distante y borroso. La vida son también sentimientos, personas y lugares.

La joven experimentará nuevas sensaciones al tiempo que es perseguida por unos matones sin escrúpulos.

“Hanna” es una de esas películas que te das cuenta que apuntan maneras nada más empezar. De hecho, desde la primera escena hasta que la protagonista logra escapar de las garras de Marissa, podríamos decir que estamos ante uno de las propuestas más interesantes del cine comercial actual. No obstante, justo después de ese tramo, la historia empieza a tomar derroteros un tanto extraños y discutibles, y la película empieza a tambalearse y a dudar de su condición y del público al que va dirigida. Y es que llega un momento en que uno no sabe muy bien si está presenciando un thriller de acción, un drama juvenil o una comedia involuntaria.

Otorgarle profundidad a la trama, darle fondo para que no se convierta en un vacuo y superficial muestrario de pirotecnia, es algo que se siempre se agradece. Sin embargo, debe existir un buen equilibrio entre las partes sin perder de vista el tipo de película que se está haciendo y el género al que ésta pertenece. En este caso, la mezcla resulta un tanto extraña por culpa de las ínfulas de su director y algunos aspectos que chirrían en exceso.

Exceptuando los personajes principales interpretados por Ronan, Bana y Cate Blanchett, el resto no sabemos si tomárnoslos en serio o no.



Empecemos, primero, por los secuaces que utiliza Marissa para atrapar a Hanna. Se trata de tres nazis estereotipados hasta la medula: dos de ellos, cabezas rapadas (o skinheads) con su vestimenta oficial (cazadora Bombers, tejanos ajustados y botas Dr. Martens) que parecen recién salidos de “American History X”; el otro, interpretado por un histriónico Tom Holland, es un nazi homosexual teñido de rubio que se pasa toda la película vestido con un chándal amarillo chillón.
Luego tenemos a la familia con la que topa Hanna al inicio de su viaje y con la que cruzará Europa, que son una atípica familia hippie cuya hija adolescente es pija, boba y sumamente repelente. Ignoro si la idea era ofrecer con fuerte contraste frente a la personalidad más seria y adulta de Hanna, pero lo cierto es tal “extremismo” consigue que su personaje se haga bastante difícil de soportar.

Y por último, y ya hacia el final, el guionista se saca de la manga a otro personaje estrafalario que bien podría haber salido de alguna película de Terry Gilliam.

Todo ellos terminan por descolocarnos y empezamos a dudar de la seriedad de la propuesta, más aún cuando la película tiene ciertos deslices más propios de la comedia que de un thriller de acción serio y contundente (que es lo que uno más o menos presumía encontrarse)

Por tanto, “Hanna” termina convirtiéndose en una confusa película comercial con pretensiones artísticas que mezcla de forma inconsistente momentos de introspección personal con secuencias de acción, las cuales en ocasiones son filmadas por Wright a base de virguerías visuales como si de un videoclip se tratara (la cañera banda sonora a cargo de los Chemical Brothers potencia aún más esa sensación)

Teniendo como protagonista a una niña asesina emulando a Nikita, uno ya da por asumido que la verosimilitud de la cinta puede llegar a ser un tanto precaria, pero en algunos aspectos la credibilidad de la trama llega a rozar lo absurdo, y al final un servidor se marchó de la sala sin tener muy claro si lo que había visto le había gustado o no (y tras dejar madurar mi opinión, casi que me decantaría por el “no”)

Probablemente, con unas ideas menos presuntuosas y un guión más centrado, estaríamos hablando de unos de los thrillers del año. Sin embargo, el resultado no termina de convencer.

P.D.: Saoirse Ronan es una joven y estupenda actriz con un prometedor futuro por delante. Pero eso sí, necesita participar en mejores películas.


Lo mejor:
Saoirse Ronan; la banda sonora de The Chemical Brothers.

Lo peor: lo desconcertantes que resultan algunos personajes; la incapacidad de Wright para hacer cine comercial serio y de calidad sin privarse de una molesta pretenciosidad.


Valoración personal: Regular

miércoles, junio 01, 2011

“X-Men: Primera generación” (2011) - Matthew Vaughn

critica X-Men: Primera generación 2011 Matthew Vaughn
Se podría decir que los X-Men de Bryan Singer fueron los que inauguraron la actual e incesante moda de llevar al cine a los superhéroes de las viñetas. Después del declive de estas adaptaciones por culpa de los abortos perpetrados por Joel Schumacher con la franquicia de Batman, a finales de los 90 llegaría Blade para poner la primera piedra que reconciliaría la industria cinematográfica con el mundo del cómic. Pero este personaje no era estrictamente un superhéroe, por lo que no sería hasta la llegada de la famosa Patrulla X cuando el resto de estudios se animaron a desempolvar sus viejos tebeos y rescatar esa fuente inagotable de historias con las que Hollywood lleva nutriéndose años y años. Además, los avances en tecnología digital abrieron un abanico de posibilidades que permitieron echarle el guante a unos superhéroes que, quizás, años atrás no hubieran podido adaptarse con tanto atino (al menos en lo que respecta al aspecto visual y pirotécnico)

Así pues, los X-Men despejaron el camino para que llegaran Spiderman, Hulk, Los 4 fantásticos, Daredevil, Iron Man e incluso un remozado Batman, entre otros. Pero los primeros tampoco quisieron quedarse atrás, así que hasta el momento, el éxito de Singer ha dado para dos secuelas más, un spin-off y la precuela que ahora nos ocupa.

“X-Men: First Class” nos acerca a la juventud del profesor Xavier (James McAvoy) y Eric Lensherr /Magneto (Michael Fassbender) antes de que estalle su rivalidad, cuando aún eran amigos y estaban descubriendo sus poderes; una época en la que colaboraron juntos, ayudados por otros mutantes para combatir la mayor amenaza que el mundo ha conocido.

Después del fallido intento -artístico, que no económico- de mostrar los orígenes de Lobezno en solitario, y viendo lo bien que le está yendo a Marvel adaptando los personajes de los que aún conserva los derechos, nos temíamos lo peor cuando la Fox anunció que seguiría explotando la franquicia X-Men, esta vez en forma de precuela y con un reparto formado prácticamente por adolescentes.

Sin embargo, tras el fichaje de Matthew Vaughn y, posteriormente, de un buen puñado de intérpretes más que solventes, los temores se fueron disipando. Luego llegaron los tráilers y el recelo mayoritario casi desapareció, aunque la promoción cartelística fuese de juzgado de guardia.

Ahora, con el estreno mundial de la película a la vuelta de la esquina, serán los espectadores quienes por fin podrán juzgar de primera mano si la espera ha valido la pena. Por mi parte, puedo constatar que el estudio ha logrado compensar los errores cometidos en el pasado entregando ahora un entretenimiento superheroico de calidad.

Nada más empezar la película nos damos cuenta que esta vez se han hecho bien los deberes, pues los primeros minutos conectan directamente con aquel primer film de Singer, situándose en plena II Guerra Mundial y mostrándonos a un jovencito Eric Lensherr justo en el momento en que es separado de su familia y hace uso de sus poderes ante la incrédula mirada del ejército nazi. Es más, diría que Vaughn ha rodado la secuencia plano por plano como lo hizo Singer en su momento (pero con otro niño actor haciendo de Erik, claro está)

Este inicio supone el primer apunte en el interés por mantener la continuidad respecto al resto de la saga, algo que con Lobezno no se hizo del todo bien, a mi entender.

Luego ya le toca el turno a unos jóvenes Profesor Xavier y Mística, los principales protagonistas junto a Magneto, de la trama que más tarde se desarrollará.

La historia se sitúa durante los años 60, en el punto álgido de la Guerra Fría, cuando las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética amenazaban a todo el planeta. En este contexto tenemos, por un lado, a Erik en busca de venganza tras las atrocidades sufridas en el pasado, cuando no era más que un niño; por el otro, tenemos a Xavier y su protegida Raven (Mística) uniéndose a la CIA para intervenir en una inminente amenaza que podría desencadenar la III Guerra Mundial.

En este punto es cuando, por primera vez, se dan a conocer los mutantes al resto del mundo. Y esto es precisamente lo que supondrá el principal conflicto entre ellos.

La crisis de los misiles de Cuba de 1962 sirve para introducir al villano de la trama encarnado por Kevin Bacon; un Sebastian Shaw que, sin contar sus poderes sobrehumanos, bien podría haber salido de alguna película de James Bond. Su pérfido plan pone en peligro a toda la humanidad en beneficio de la supervivencia y supremacía de los mutantes.


Erik y Xavier unen sus fuerzas –aunque por distintos intereses- para hacer frente a Shaw, y por ello reclutan a otros mutantes a los que entrenarán para que aprendan a controlar sus poderes.
A partir de ahí, se librará una batalla entre mutantes, con los humanos de por medio y con el peligro de una guerra asomando en el horizonte.

Uno de los grandes logros de “X-Men: Primera generación” es dedicar un especial interés a los debates internos de sus personajes, especialmente de Erik y Xavier.

Ambos son conscientes del peligro que supone para ellos el darse a conocer al resto de la humanidad. Pero mientras que uno, Erik, recela de los humanos, convencido de que cuando sepan de ellos les darán caza; el otro, Xavier, confía en su integridad y espera que éstos les acojan dentro de su sociedad, sobre todo después de prestar su ayuda en el conflicto de los misiles cubanos.

Pero ya se sabe que el hombre teme a lo desconocido, y que ese temor puede llegar a convertirse en odio. Y eso es lo que terminará quebrando la amistad entre Erik y Xavier. Ninguno está dispuesto a dar el brazo a torcer, y pronto los mutantes tendrán que decidir a qué bando desean pertenecer.

En ese sentido, existe otro detalle, el aspecto físico, que causará un dilema personal entre algunos personajes como Raven o Bestia, cuya monstruosa apariencia será todo un hándicap para llegar a aceptar su condición de mutante.

Por tanto, nos encontramos con una película muy interesante y consistente desde el guión, y que no sólo ofrece el espectáculo palomitero que uno espera de una producción de estas características, sino que reflexiona sobre cuestiones que bien podrían extrapolarse al mundo real, procurando dotar de humanidad y profundidad a sus personajes e incidiendo audazmente en sus conflictos internos. Ese es, probablemente, uno de los aspectos más destacables de la –pese a todo, previsible- historia, ya que propicia momentos ciertamente emocionantes gracias al notable grado de implicación que el espectador consigue tener con los protagonistas.

Los guionistas abordan la historia con seriedad y madurez, pero sin olvidar la necesidad –imperante en la saga- de ofrecer unas acertadas pinceladas de humor que, a diferencia de otras producciones similares, no caen en lo ridículo o lo bobalicón. Prueba de ello sería cierto cameo en concreto que muchos seguidores de la serie agradecerán; algunas puyitas o bromas entre los protagonistas o la actitud ligona de un joven Xavier que contrasta un poco con la formalidad con la que siempre le hemos visto en pantalla.

Pero además de los cameos, hay que estar atento también para detectar las referencias o guiños a otros personajes de la saga (SPOILER-- atención al momento en el que Xavier prueba la máquina que le ayuda a encontrar mutantes por todo el mundo; servidor llegó a distinguir a unos jovencísimos Tormenta y Cíclope -- FIN SPOILER)


En cuanto a la fidelidad con los cómics, eso ya es algo que escapa a mi conocimiento y que deberán juzgar los fans, pero imagino que la idea principal era ajustarse a lo ya establecido en las anteriores películas. Y supongo que en ese aspecto siempre habrá un grupo de puristas que se quejen, a veces con razón, a veces por puro placer (que si los trajes no son iguales, que si este actor es demasiado alto… en fin, nimiedades), pero creo que independientemente de eso, el resultado es muy satisfactorio.

La dirección de Vaughn es de lo más competente. Lejos de querer copiar el estilo de Singer, como hizo Brett Rattner, el británico se adapta a la franquicia dejando su impronta personal y demostrando que es un director con criterio y no un vulgar mercenario. Cabe destacar, en ese aspecto, momentos como la transformación de Bestia (vista desde el punto subjetivo del personaje) o cuando el pequeño Erik se encuentra cara a cara con Shaw en su peculiar despacho.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, perceptibles para el ojo humano; los efectos especiales resultan convincentes y el tono solemne y épico de la banda sonora le sienta como un guante.

Pero por encima de todo sobresale el elenco de actores encabezado por dos estupendos intérpretes, James McAvoy y Michael Fassbender. Los dos evitan emular a Patrick Stewart y a Ian McKellen, adueñándose de los personajes de Xavier y Magneto y haciéndolos suyos, pero manteniendo, eso sí, la misma química que sus predecesores.

A Kevin Bacon siempre se le ha dado muy bien hacer de malo, así que es otro gran acierto de casting (hablando alemán y todo), aunque luego Fassbender le robe algo de “protagonismo antagonista”.

Nicholas Hoult y Jennifer Lawrence destacan de entre el correcto reparto juvenil, y el resto de secundarios cumplen con su labor. Y ojo porque hay mucha cara conocida: Rose Byrne, Oliver Platt, Michael Ironside, Jason Flemyng, James Remar, Rade Serbedzija (que siempre hace de ruso), Matt Craven…

También está el español Alex González, pero no creo que nadie vaya a acordarse de su intervención, menos aún cuando lo único que hace en todo la película es agitar los brazos. Y es que, si hay algún defecto que acarrea del resto de entregas, es que los esbirros del villano son casi siempre meros títeres -con poco o nada de diálogo- que obedecen órdenes, sean quiénes sea quienes los encarnen (con Flemyng en el rol de Azazel se podría haber sacado mucho jugo…)

“X-Men: Primera generación” no sólo hará las delicias de los seguidores de la Patrulla X, sino de todos aquellos que busquen buen cine de entretenimiento; aquél que no antepone los efectos especiales y la acción a la historia y los personajes.

Si esto es el inicio de una nueva trilogía, lo cierto es que no podrían haber empezado con mejor pie. Y no estaría de más que Vaughn siguiera a los mandos de las secuelas, aunque también sería una lástima no poder aprovechar el talento de este director en otros géneros (a la vista de lo bien que lo ha hecho con el thriller –Layer Cake- o la fantasía –Stardust-)



Lo mejor: que no antepone la acción y los efectos especiales a la historia y los personajes; James McAvoy y Michael Fassbender.


Lo peor: la poca personalidad de los esbirros de Sebastian Shaw.


Valoración personal: Buena

sábado, mayo 14, 2011

“Sin identidad” (2011) – Jaume Collet-Serra

critica Sin identidad 2011 Jaume Collet-Serra
Que un director español lidere la taquilla norteamericana no es algo que se vea todos los días, y menos con una película que ha costado la nimia cantidad de 30 millones de dólares. De hecho, esta es la primera vez que ocurre, y ha sido el catalán -afincado y formado en EE.UU.- Jaume Collet-Serra quién lo ha conseguido con “Sin identidad”, su último trabajo tras la sorprendente y recomendable” “La Huérfana”.

Mientras se encuentra con su mujer (January Jones) de visita en Berlín, el Dr. Martin Harris (Liam Neeson) sufre un accidente que lo deja varios días en coma. Al despertar, descubre que otro hombre (Aidan Quinn) ha adquirido su identidad, y que incluso su propia esposa niega conocerle. Desconcertado y con lagunas en la memoria, Martin empieza a dudar de si realmente es o no quién dice ser. Pero las dudas terminan pronto cuando se da cuenta que alguien le persigue con la intención de liquidarlo.

En un país desconocido y sin nadie a quién acudir, Martin acabará pidiendo ayuda a una reticente desconocida (Diana Kruger), la última persona con la que mantuvo contacto antes del accidente. Juntos tratarán de resolver el misterio…

Basándose en la novela de Didier van Cauwelaert, la película nos plantea la angustiosa situación de un hombre que lucha para recuperar su vida.

El mundo del Dr. Martin Harris se desmorona cuando, tras sufrir un aparatoso accidente de tráfico, se da cuenta que su identidad ha sido usurpada por un impostor. Todos sus intentos por demostrar que él es el verdadero Martin Harris resultan inútiles, así que cada vez está más desesperado. ¿Quiénes andan detrás de todo este montaje? ¿Por qué lo han elegido a él?, ¿Está su mujer en el ajo o la están coaccionando?

Son muchas las preguntas que nuestro protagonista se hace, y las respuestas no parecen fáciles de encontrar. Sus recuerdos son confusos y los recursos con los que cuenta escasos.
A medida que vaya investigando, surgirán aún más dudas y preguntas, hasta que poco a poco todas las piezas empiecen a encajar…

“Sin identidad” es uno de esos thrillers que engancha desde el primer momento. En pocos minutos se nos plantea un misterio a resolver que nos deja tan desconcertados como el propio protagonista de esta historia.



Nosotros, como espectadores, observamos los dos frentes, es decir, seguimos a Harris mientras éste trata de averiguar que es lo que está ocurriendo, y observamos también a los conspiradores en su afán de llevar a cabo un plan que desconocemos prácticamente la mayor parte del tiempo. Y eso último es, precisamente, uno de los mayores aciertos del guionista: logra mantenerte intrigado de principio a fin.
Lo frecuente es que resolvamos el entuerto antes de tiempo, sobre todo si ya nos hemos empapado una considerable cantidad de thrillers hollywodienses. Aquí, sin embargo, debo admitir que no fui capaz de descifrar todas las claves (sí cuál era el plan, pero no lo otro…), y que no fue hasta el tramo final donde todo queda perfectamente aclarado.

El guión no es redondo, y si uno se le da muchas vueltas a según qué elementos, es posible que perciba algún agujero que otro, o que ciertas cosas resultan un tanto cogidas con pinzas. Sin embargo, no hay trampas ofensivas ni un afán por embaucar al espectador con giros absurdos ni triquiñuelas por el estilo, sino que sigue una estructura a la que se mantiene fiel en todo momento (creérsela más o menos ya dependerá de la indulgencia del espectador)

Director y guionista manejan muy bien el suspense y adornan la trama con algunas secuencias de acción ciertamente rutinarias aunque bien ejecutadas por parte de Collet-Serra, y que elevan la sensación de constante peligro que acecha al protagonista.


Contamos además con Liam Neeson, actor todoterreno al que últimamente se le ve muy a gusto en este tipo de papeles, y que logra transmitirnos convincentemente esa angustia e impotencia que siente su personaje. Hacia el final, Martin Harris se acerca más a lo que el actor hizo en “Taken/Venganza”, pero que nadie se lleve a engaños, que por muy armado que vaya en el póster, aquí la acción es secundaria (es más, juraría –si mi memoria no me falla- que no empuña un arma en toda la película)

El británico está muy bien acompañado por Diane Krueger y Bruno Ganz (el mejor Hitler de la historia del cine), que son quiénes le ayudarán a desenmascarar al impostor interpretado por Aidan Quinn.

January Jones, muy de moda últimamente por su trabajo en la serie “Mad Men” y por su inclusión en la inminente “X-Men: Primera generación”, no pasa de ser un maniquí en movimiento.

“Sin identidad” es un solvente y entretenido thriller de intriga que logra mantener la incertidumbre hasta el final.


Lo mejor:
que te mantiene intrigado hasta el final.

Lo peor: ciertos elementos del guión algo forzados.


Valoración personal: Correcta

domingo, mayo 08, 2011

“Agua para elefantes” (2011) - Francis Lawrence

critica Agua para elefantes 2011 Francis Lawrence
Señoras y señores, damas y caballeros ¡Bienvenidos al circo!

Sí amigos, el circo ha vuelto a la ciudad. Así lo atestiguan películas como “El circo de los extraños”, “El imaginario del Doctor Parnassus” o la más reciente “Balada triste de trompeta”. Claro que antes que éstos, otros ya nos mostraron cómo es el mundo circense por dentro, como Cecil B. DeMille en “El mayor espectáculo del mundo” (mi favorita), Henry Hathaway en “El fabuloso mundo del circo” o Charles Chaplin en “El Circo”, por citar sólo algunos de los films más conocidos de entre los muchos (La parada de los monstruos, El callejón de las almas perdidas, Trapecio, Bronco Billy, Dumbo…) que hay.

Ahora es Francis Lawrence el último que su sube al trapecio con “Agua para elefantes”, película basada en la aclamada (best-seller, faltaría más) novela homónina de Sara Gruen. Para su primera inmersión en el género melodramático (recordemos que es el director de los blockbusters Constantine y Soy leyenda), Lawrence se ha rodeado de un reparto compuesto por el roba corazones Robert Pattinson, el recientemente redescubierto Christoph Waltz (gracias, Tarantino) y la siempre risueña Reese Witherspoon (una rubia muy legal, o eso dicen)

Y la historia es la siguiente: Un estudiante de veterinaria sin recursos económicos, Jacob (Pattinson), se aventura en un circo ambulante para trabajar cuidando de sus animales. Son tiempos difíciles, de mucha penuria, y Jacob lo ha perdido todo en esta vida menos la esperanza de seguir adelante. En el mundo del espectáculo circense de los hermanos Benzini el joven hará nuevos amigos y conocerá al amor de su vida, Marlena (Whiterspoon), la estrella del circo y esposa August (Waltz), el carismático pero peligroso dueño del mismo.

Habida cuenta de esta sinopsis, es más que evidente que lo que tenemos entre manos es un triángulo amoroso con todas las de la ley. Y ese es, precisamente, el tema central de la película.

El circo no es más que el entorno de la historia, aunque ésta, obviamente, se beneficia enormemente de todos esos elementos circenses que enriquecen la trama amorosa y que le otorgan un toque especial y distintivo a la película. Hay que olvidarse, eso sí, de “la magia del circo” que hemos visto en otras películas, pues aquí no se trata de ofrecer un gran espectáculo lleno de acrobacias, trucos de magia y payasadas, sino de mostrar la crudeza de unos años difíciles, los de la Gran Depresión. Y el circo de los hermanos Benzini es uno de tantos circos en vías de extinción y necesitado urgentemente de algún gran show que logre atraer al público en masa y lo rescate de una más que presumible quiebra.

A este circo llega por casualidad nuestro protagonista, Jacob Jankowski, quien, tras una tragedia personal, vaga sin rumbo hasta que, de forma impulsiva, se sube como polizón al tren que alberga al Benzini Bros. Circus. Abatido emocional y económicamente, Jacob busca aquí una nueva oportunidad para encauzar su vida.

Tras la aprobación de August, el férreo jefe de pista y propietario del circo, el joven se unirá a la troupe haciéndose cargo primero de las tareas más desagradables, para luego pasar a encargarse del cuidado de los animales.

Esta tarea le brinda la posibilidad de estar más cerca de Marlena, la estrella del espectáculo, y de la que se siente atraído inmediatamente



Pese a la cautela de Marlena, ésta no tarda en darse cuenta que ambos comparten un fuerte vínculo con los animales, y eso es lo que terminará acercándolos, pese a la insalvable barrera que supone su matrimonio con August.

Los sentimientos del uno hacia al otro irán en aumento, y cuanto mayor sea esa atracción, mayor será también el peligro a ser descubiertos.

“Agua para elefantes” es un drama romántico al más puro estilo clásico, y del que cabría destacar su cuidada ambientación (fiel retrato de la década de los 30) y su delicada y harmoniosa banda sonora a cargo James Newton Howard (mención especial a los temas más jazzísticos). En cuanto a la historia, puede que se sienta un tanto encorsetada y, en cierto modo, prefabricada. Se echa de menos algo más de garra y valentía en una trama que parece seguir el “manual del buen drama romántico”, empezando por un prólogo (típico a más no poder; y me consta que también está en la novela) narrado en la actualidad por un Jacob ya mayor y que nos introduce en la historia rememorando sus años mozos. Curiosamente, son estas escenas, que abren y cierran la película y que corren a cargo del veterano Hal Holbrook, las que resultan ser las más emotivas y entrañables de toda la cinta. No es que el resto carezca de sentimientos o ternura (las escenas con Rosie son de lo mejorcito), pero las sensaciones que transmite sí son mucho menos intensas.

De todos modos, estamos ante un drama bien llevado y que no aburre en ningún momento. Su historia, por conocida y previsible que resulte, no deja de ser menos interesante, y además nos permite disfrutar nuevamente de un magnífico Christoph Waltz. El austríaco nos muestra a la perfección a las dos caras de August, el amo y señor del circo, respetado y temido a la vez por sus empleados. Waltz transmite simpatía cuando éste muestra su cara más amable, pero acongoja cuando saca a relucir su lado más oscuro.


Ligada a él en matrimonio está Marlena, una mujer que le debe todo lo que es y lo que tiene a su marido. Whiterpoon logra transmitir el encanto y candidez de Marlena sin convertirla en un personaje vulnerable, pero sí mostrando que está atrapada en una relación en la que el amor ha sido sustituido por la gratitud y la dependencia (más que por el miedo)

Pattinson resulta convincente a ratos. En ocasiones, está más que correcto; mientras que en otras tantas le falta algo más de expresividad y capacidad para sugerir. Al joven actor aún le faltan tablas para desenvolverse con soltura en personajes de mayor enjundia, especialmente en un Jacob que debe transmitir más con la mirada o un gesto que mediante palabras.

“Agua para elefantes” tiene todos los ingredientes para ser un drama memorable, pero no lo es. Aún así, no se siente tan pretencioso como otros (ejem, Australia) y seguramente convencerá a los amantes de este tipo de historias.


Lo mejor: la ambientación

Lo peor: todo se siente demasiado artificial y típico.


Valoración personal: Correcta

martes, mayo 03, 2011

"Thor" (2011) - Kenneth Branagh

critica Thor 2011 Kenneth Branagh
Thor, creado por Jack Kirby y Stan Lee, es uno de los personajes más populares de Marvel, y uno de los pocos –de entre los más conocidos- que faltaba por llevar a la gran pantalla.

Su adaptación cinematográfica no ha sido una elección hecha al azar o considerando su popularidad, sino que forma parte del plan orquestado por Marvel para llevar a cabo su ambicioso proyecto de Los Vengadores (The Avengers), el cual supone la reunión de algunos de sus superhéroes más icónicos. Thor es, por tanto, una pieza más del rompecabezas que forman Iron Man, Hulk y el inminente Capitán América. Claro que, por separado, cada superhéroe puede tener también su correspondiente saga si la primera entrega funciona como es debido, cosa que ha ocurrido con el hombre de hierro, pero no con el gigante verde.

Thor, príncipe y heredero al trono de Asgard, desata con la osadía e imprudencia de sus actos una antigua guerra contra los Gigantes de Hielo. En consecuencia, es castigado por el Rey Odín, su padre, a ser enviado a la Tierra, donde se ve obligado a vivir entre humanos. Mientras Thor permanece desterrado, el más peligroso de sus enemigos tratará de conquistar su querido reino aprovechando la ayuda de un traidor de palacio.

Para todos aquellos ajenos a las viñetas originales, los guionistas se han encargado de ponernos en situación y explicarnos un poco de qué va esto de tener a un Dios nórdico en modo superhéroe para que luego no nos resulte demasiado chocante todo lo que veremos a continuación. Así pues, al inicio ya se nos explica quienes son todos estos dioses de brillantes y coloridas armaduras, cuál es su función en el universo, dónde se encuentra su reino, y porque unos grandullones con muy malas pulgas llamados los Gigantes de Hielo son sus enemigos (y también los nuestros)

Hechas las presentaciones, pasamos ya a la trama en sí y se nos muestra el reino de Asgard en la actualidad.

Lo que aún no la hayan visto se estarán preguntando sí la acción se desarrolla básicamente en la Tierra (conocida como Midgard para estos dioses) o vemos a Asgard en más de una ocasión. Y la respuesta es que los acontecimientos transcurren tanto en un mundo como en el otro (aunque del palacio de Odín apenas salimos)

Principalmente, seguimos a nuestro protagonista, así que contemplamos el destierro de Thor en la Tierra y cómo éste intenta adaptarse a un lugar y a unas costumbres que le son extrañas. Nadie aquí sabe de la existencia de otros mundos, y mucho menos que él es el príncipe de uno de ellos. Además, ha sido despojado de todas las cualidades y pertenencias que le hacen ser quien es, así que ya nada le diferencia del resto de los humanos.

Thor debe soportar la carga de haberse convertido en un paria, en un príncipe desterrado de su hogar justo cuando éste más le necesita.

Su suerte mejora cuando conoce a Jane Foster, una investigadora que está efectuando un trabajo de campo sobre unos inexplicables fenómenos en el cielo nocturno, y con la que el dios tropieza por accidente (y nunca mejor dicho) a su llegada a la Tierra. Ella y su equipo intentarán echarle una mano, sobre todo cuando una misteriosa agencia conocida como Shield se empiece a interesar por el recién llegado.

Mientras esto sucede en la Tierra, en Asgard existe la amenaza de la guerra contra los Gigantes de Hielo. Por otro lado, empiezan a desencadenarse ciertos conflictos en la familia real que ponen en peligro el trono, más ahora que su legítimo sucesor está ausente, y que su codicioso hermano ansía arrebatarle el puesto.


A grandes rasgos, la historia de la película recuerda un poco a la de las grandes tragedias griegas. Quizás por ello la elección de Kenneth Branagh como director, con su larga y fructífera trayectoría adaptando a Shakespeare, resultara más que adecuada. De todas formas, hay que decir que muy poco de aquél Branagh se intuye aquí.

“Thor” sigue a pies juntillas los patrones marcados por sus predecesores y, por tanto, no va más allá de ofrecer un lujoso y digitalizado espectáculo palomitero con el que satisfacer a todos los públicos y especialmente al fandom. Branagh ejerce su labor como si de cualquier otro “mercenario” contratado para tales menesteres se tratara, si bien su experiencia y valía como cineasta quizás haya evitado que la historia sucumba a un abuso de pirotecnia, como ha ocurrido muchas otras veces. De ahí que en ese sentido podamos decir que existe un buen equilibrio en trama y acción, entre diálogos y efectos.

Precisamente en términos de acción quizás observemos menos pericia –o más inexperiencia- por parte del británico, ya que las escenas de acción, aunque vistosas (CGI mediante), no son especialmente llamativas o lo espectaculares que uno desearía. No más de lo habitual, que digamos, o al menos no lo suficiente como para que las acojamos con ferviente entusiasmo y a la salida del cine nuestro cerebro las haya retenido en su memoria. Hay que indicar también que estos momentos alcanzan su cénit al principio y al final de la película, mientras que en el transcurso de la misma hay un cierto relax destinado sobre todo a desarrollar los conflictos -personales y familiares- de sus protagonistas (un punto a su favor, dicho sea de paso, aunque la evolución de Thor resulte, cuanto menos, forzada) y también en centrarse en los superficiales y poco convincentes escarceos amorosos de Thor y Jane (un punto en contra)

El relato se vuelve más contundente y, en cierto modo, épico, cuando más y mejor se desarrolla la historia entre Thor, su hermano Loki y su padre. En cambio, se resiente cuando se centra en la vida de Thor en la Tierra. Y esto ocurre debido en parte a la presencia de la corporación SHIELD, la cual se siente más útil como antesala a lo que veremos en Los Vengadores que como elemento fundamental de la historia que se maneja en la película.

Que Marvel esté unificando todos sus personajes es un acierto que puede también convertirse en un lastre, como bien ocurrió con Iron Man 2", donde el exceso de personajes y subtramas provocaba, entre otras cosas, que la película pareciera más una precuela de la futura Los Vengadores que una verdadera continuación de su predecesora. Thor consigue no sucumbir ante ello, pero esas ligaduras le pasan cierta factura.

De lo que podemos estar satisfechos es del reparto, ya que Chris Hemsworth se erige como una más que satisfactorio dios del trueno. El actor se sometió a un duro entrenamiento para dar físicamente la talla, pero además cumple también con lo que se le pide al héroe de toda aventura, y es que tenga el suficiente carisma como para que se gane nuestra simpatía incluso cuando se nos presenta como un arrogante principito. Hemsworth no es sólo una cara bonita, y eso se agradece.

Su némesis, Loki, es un villano del que se intuye un enorme potencial, pero que aquí no se ha podido explotar debidamente.


Todo lo que a Tom Hiddleston le falta de presencia (no es un actor que, en apariencia, intimide demasiado o se sienta verdaderamente peligroso o amenazador en la piel de Loki), lo compensa con sus dotes interpretativas, conformando un personaje ambiguo que en manos de otro bien pudiera haber caído en el histrionismo (a los convincentes momentos dramáticos me remito)

Portman tan competente y maja como siempre para un papel un tanto anodino y carente de interés.

En cuanto al resto de secundarios, la mayoría quedan en un segundo plano. Y eso incluye al propio Odín (un Anthony Hopkins poco aprovechado) como a los compañeros de batalla de Thor (una especie de risueños mosqueteros), que podrían haber dado más de sí y se quedan en nada. Rene Russo como Frigga, la esposa de Odín, o Kat Dennings como la amiga friki de Jane/Portman, están ahí más que nada para hacer bulto. Idris Elba mola como Heimdall, pero tampoco hace gran cosa más que sujetar una gran espada. Y el bueno de Stellan Skarsgard parece que ganará protagonismo en un futuro.

La acertada banda sonora de Patrick Doyle va acorde con la temática (el leitmotiv es bastante bueno) y los efectos especiales están conseguidos la mayor parte del tiempo (los Gigantes de Hielo cantan demasiado, pero la oscuridad imperante en sus secuencias ya se encarga de disimularlo) La estética kitsch y colorista de los dioses de Asgard -con sus armaduras de PVC- gustará más a unos que a otros. En mi opinión, es un tanto hortera, pero uno termina acostumbrándose, y en lo que a escenarios se refiere, gana enteros gracias a su majestuosidad.

Branagh consigue, con este trabajo de encargo, rodar con solvencia una película que no se desvía de los parámetros establecidos en este tipo de producciones. De hecho, personalizarla o llevarla demasiado a su terreno (como hizo Ang Lee con Hulk) podría haber roto esa homogeneidad que Marvel tan laboriosamente está tejiendo. Pero también se percibe muy poco riesgo; una clara tendencia a ofrecer un producto de fácil y rápida digestión.

Así pues, funciona como mero entretenimiento aunque no levante pasiones, y también como carta de presentación de Thor y su universo para la futura Los Vengadores. No hay nada realmente malo o negativo en ella, pero tampoco nada remarcable. Posee ese -quizás excesivo- humor tontorrón deudor de "Iron Man", pero no es mejor que aquella (sí que su secuela). Es más, puestos a comparar, se ve superada con creces tanto por el film de Favreau como por el de Leterrier (a gusto de un servidor, claro)

En temas de fidelidad ya no puedo opinar, pues jamás he tenido el gusto de leer un cómic del personaje, pero me consta (por opiniones ajenas) que este tema ha sido bien llevado y que los fans disfrutarán de los diversos guiños (y cameos) referentes al mundillo marvelita.

P.D.: Fans del 3D, no malgastéis vuestro dinero. El efecto estereoscópico es prácticamente imperceptible.

P.D.2: Si tenéis opción, elegid la V.O.S. El doblaje de Thor, Sif y Hogun es denunciable. Y no tiene perdón que en un pase de prensa nos la “metieran doblada”.


Lo mejor: lo que acontece en Asgard.

Lo peor: lo que acontece en la Tierra.


Valoración personal: Correcta