jueves, abril 28, 2011

"The Fast & Furious 5 (A todo gas 5)" (2011) - Justin Lin

critica The Fast & Furious 5 A todo gas 5
Quién iba a decir que lo que empezó siendo una especie de versión bastarda y más macarra de “Point Break” (aka Le llaman Bodhi) se iba a convertir una de las sagas de acción más longevas y taquilleras de los últimos tiempos. Y es que “A todo gas” ha llegado ya a la quinta entrega, cosa poco habitual para un género que vive sus horas más bajas (sobre todo cuando no hay superpoderes de por medio)

Por el camino, la franquicia ha ido perdiendo y ganando protagonistas. De vehículo para lucimiento de un emergente actionman como Vin Diesel, que rehusó -al igual que con Triple X-repetir en la primera secuela, ha pasado a ser la gallina de los huevos de oro (o una de ellas) de la Universal y también del rubiales de Paul Walker, que a excepción de la tercera (la peor y la menos rentable), ha aparecido en todas, identificándose ya como el actor fetiche (aunque no el preferido) de la misma (y tampoco es que fuera de ella haya hecho gran cosa, salvando la estimable “La prueba del crimen”)

Si para remontar la saga con una cuarta volvieron a traer de vuelta a todos los protagonistas de la película original (Walker, Diesel y las dos chicas, Michelle Rodriguez y Jordana Brewster), para esta ocasión vuelven éstos y todos los que han podido reunir de sus predecesoras. Además, esta vez no se han andando con chiquitas y han fichado a un rival a la altura de Toretto; a otro saco de músculos que pueda batirse en duelo, de igual a igual, con Diesel. Y el elegido no es otro que Dwayne Johnson, otro héroe de acción de nueva hornada, y que necesita urgentemente un buen taquillazo (esperemos que ésta se lo dé)

Desde que Brian (Paul Walker) y Mia (Jordana Brewster) consiguieron sacar a Dom (Vin Diesel) de la cárcel, han tenido que cruzar muchas fronteras para eludir a la policía. Ahora, sin embargo, se encuentran atrapados en Río y no les queda otra opción que dar un último golpe si quieren recuperar la libertad. ¿De qué se trata? Pues de reunir a un equipo de élite formado por viejos amigos para orquestar un robo imposible por valor de cien millones de dólares. ¿Y quién es la víctima? Un corrupto y poderoso empresario (Joaquim De Almeida) que quiere verlos muertos.

Si ya el robo es, de por sí, bastante complicado, hay que añadirle también el problema de que anda tras ellos Luke Hobbs (Dwayne Johnson), un frío y duro agente a quién le encargan la misión de capturar a Dom y a Brian.

Difícilmente alguien acuda a la quinta parte de una saga sin, como mínimo, conocer las anteriores entregas. Asumiendo esto, uno sabe perfectamente lo que se va encontrar en “A todo gas 5” y qué es lo que puede esperar de ella. Aquí no hay trampa ni cartón, y si alguien tienes dudas, el tráiler lo deja bien clarito: película palomitera con muchos tiros y explosiones, mucho machote y mucho coche a toda pastilla.

Cabe decir, no obstante, que con su predecesora hubo, en mi opinión, un ligero salto cualitativo que elevó un poquito el nivel respecto a las anteriores (cosa, por otra parte, nada difícil). Y se puede decir que esta vez lo han vuelto a conseguir (¿será porque Diesel está ejerciendo de productor?)

Eso sí, aquellos que se engancharon a la serie por las luces de neón, las llantas mastodónticas y los guardabarros imposibles, puede que queden decepcionados, porque aquí cada vez hay menos tunning. En cambio, a los que sólo busquen un par de horas de diversión en las que devorar un buen bol de palomitas, debo decirles que están de enhorabuena, porque “A todo gas 5” cumple con su propósito, ni más ni menos. Y voy más lejos aún si afirmo que es, con diferencia, la mejor de la saga.

La dirección recae nuevamente en Justin Lin, que cogió los mandos de la franquicia en la tercera y desde entonces no ha vuelto a soltarlos. Y debo resaltar que si bien no empezó con muy bien pie, la cosa ha ido mejorando sustancialmente, e incluso Lin ha ido madurando y depurando su forma de dirigir.

La cinta empieza allí donde acaba la anterior, es decir, con Brian y Mia yendo al rescate de Dom e interfiriendo el furgón policial que lo lleva a prisión. Así pues, repetimos la jugada de aquella abriendo ya con una secuencia de acción automovilística, aunque muchísimo más breve que la de su predecesora, pues no es más que un modo de conectar ambas películas, y un pequeño anticipo de lo que va a venir luego.


El grupito vuelve a reencontrase, y dado que andan algo escasos de pasta, deciden volver a las andadas y aceptar un nuevo encargo. El trabajo, sin embargo, no sale como era de esperar, y eso les pondrá en el punto de mira del mafioso Reyes (De Almeida) y del agente Hobbs (Johnson). Y ninguno cesará en su empeño de darles caza.

Encontrándose en semejante encrucijada, la única forma de librarse de ambos es dando el golpe de sus vidas. Y para ello hay que reunir a un equipo de lujo.

La película sigue haciendo honor a su título (rápido y furioso), y es que cuando los protagonistas se suben al volante de algún bólido se convierten en auténticas fieras sobre ruedas y son capaces de sembrar el caos allí por donde circulan. Prueba de ello es la espectacular y destructiva persecución final por las calles de la ciudad. Todo lo que se encuentra a su alrededor (coches, árboles, farolas, transeúntes…) corre el peligro de acabar hecho trizas (una enorme y resistente caja fuerte tiene la culpa)

En ese aspecto, es importante resaltar que la dirección Lin es mucho más pulida, por lo que podemos hablar de secuencias de acción no solamente trepidantes sino también excelentemente orquestadas y ejecutadas (sin mareos excesivos). Es de agradecer también que el uso del retoque digital en ellas sea el justo y necesario. Sabemos que no son los propios actores los que se juegan el pellejo (o no todo el tiempo), pero sí que hay unos tipos de carne y hueso (los especialistas) que asumen el riesgo de dichas escenas, y eso le da un plus de credibilidad -e implicación por parte del espectador- que no suele conseguir un monigote digital, por bien hecho que esté. Amén de que los coches, las explosiones y gran parte del destrozo son reales, y por tanto la pirotecnia se siente más viva que nunca.

A la exultante adrenalina de estas secuencias (mención especial al currado asalto al tren cual banda de forajidos del salvaje oeste) hay que sumar la testosterona que desprende por los cuatro costados. Buena parte de la misma proporcionada por esas dos bestias pardas que son Vin Diesel y Dwayne Johnson.


Uno de los alicientes de la cinta era el cara a cara entre estos dos, y vale decir que éste cumple con las expectativas. Primero nos van poniendo la miel en los labios con el jueguecito del gato (poli) que quiere atrapar al ratón (ladrón), para luego darnos lo que estábamos esperando: una pelea a mamporrazo limpio. Puede que no sea “la gran pelea”, pero las fuerzas están igualadas y las hostias que se dan no son pocas. Lo que ocurre luego (SPOILER--- la forzosa alianza para acabar con el malo de la función --- FIN SPOILER) ya se veía a venir desde una hora lejos (incluso desde que se conoció la sinopsis) De hecho, la trama, además de simple (tampoco necesita mucho más), es también previsible. Y los golpes de efecto o sorpresas no lo son tanto, más cuando uno ya se conoce el género como la palma de su mano.

Lo que en la cuarta iba más encaminado hacia la vertiente del thriller policial, aquí se trata simplemente de la típica historia de robo imposible a lo Italian Job (por poner un ejemplo con coches de por medio). Así que los pasos son siempre los mismos: 1. Reclutar al equipo; 2. Estudiar el terreno y desarrollar el plan; y 3. Ejecutar dicho plan según lo convenido (cosa que nunca ocurre, claro)

Además de generosas y espectaculares dosis de acción (persecución a pie por las favelas de Río, incluida), también tenemos un poco de humor, que siempre viene bien dejar algo de margen para soltar alguna broma, algún chascarrillo o la vacilada de turno. Quizás lo malo es que esa cuota de humor está algo recargada. Con Tyrese Gibson y Ludacris por ahí sueltos, tenemos más que suficiente, así que el “duo sacapuntas” formado por los reggetoneros Tego Calderón y Don Omar está de más (aparte de que hacen poca gracia, a veces ni se entiende lo que hablan)

Las mozas siguen teniendo un papel secundario frente al reparto masculino, aunque Brewster gana algo de protagonismo respecto a la cuarta. La que está ahí para lucir palmito es -la escuálida -Gal Gadot, mientras que nuestra Elsa Pataky (la más buenorra de todas, y no lo digo porque sea española) se pasa la mayor parte del tiempo en uniforme y con cara de circunstancia (se nota que la chica se esfuerza incluso para un papel menor como éste, pero de donde no hay, no se puede sacar).

Otras “bellezas” que se dejan ver en pantalla son un Chevrolet Corvette y un Ford Galaxie del 63, y un Ford GT 40. Una gozada para los amantes de los clásicos.

En definitiva… disfrutable cinta de acción al más puro estilo de los 90. Frenética, cañera y condenadamente entretenida. Recomendada tanto si eres fan de la saga como si no lo eres.

P.D.: No os marchéis de la sala nada más aparecer los créditos finales porque hay escena de regalo que ya nos dice por dónde van a ir los tiros en la sexta entrega. Sí, habrá sexta (siempre y cuando la taquilla responda bien)


Lo mejor: las escenas de acción; el duelo Diesel vs Johnson.

Lo peor: la rebuscada escena de los créditos finales; las canciones "chumba-chumba" de siempre.


Valoración final: Correcta-Buena

viernes, abril 22, 2011

"Scream 4" (2011) - Wes Craven

critica Scream 4 2011 Wes Craven
Tras años y años contemplando la decadencia de los psychokillers más famosos del cine (Vorhees, Myers, Krueger, Leatherface…) por culpa de sus infaustas –e interminables- secuelas, y temiendo que el conjunto de subproductos que inundaban el mercado terminaran de hundir por completo el subgénero slasher, llegó por fin, a mediados de los 90, una película que revitalizaría el terror adolescente.

De la mano del –generosamente llamado- maestro del horror Wes Craven y del guionista Kevin Williamson (a posteriori, creador de la popular serie “Dawson's Creek”), nació Scream(aquí en España con la coletilla “Vigila quién llama”), una película que supuso un soplo de aire fresco gracias a su tono desenfadado y su perversa originalidad. Perversa porque el film de Craven supo aprovechar los clichés más trillados del género para burlarse de ellos, al mismo tiempo que los reutilizaba a su favor. Sin caer en la comedia absurda, logró un sofisticado equilibrio entre el más sentido homenaje y la más gamberra parodia, siendo consciente de lo que era en sí mismo y de a quién se dirigía, y buscando constantemente la complicidad del espectador a base de guiños y referencias cinéfilas.

Pero Scream tuvo otro poderoso aliado a su favor: jugó sabiamente con la identidad del asesino. La particularidad de este nuevo psichokiller, a quién pronto reconoceríamos bajo el nombre de Ghostface, residía en su misteriosa identidad, completamente ignorada no sólo por sus futuras víctimas sino también por el espectador, obligando a éste último a buscar sospechosos entre sus protagonistas, tratando de averiguar quién se escondía bajo esa fantasmagórica máscara. Así se generaron notables dosis de suspense que el buen aficionado supo agradecer (más cuando el desenlace lograba ser sorpresivo sin caer en la trampa barata o en giro rebuscado)

El éxito de la película fue rotundo, y las secuelas, así como sus imitadoras (Se lo que hicisteis el último verano –escrita por el propio Williamson-, Leyenda Urbana, etc.) no tardaron en llegar. Al año siguiente se estrenó Scream 2, que aún siendo inferior a su predecesora, conservaba muchas de sus virtudes y sorprendía con su marcado tono autoreferencial, algo que dos años más tarde seguiría explotándose en la –más bien mediocre- Scream 3 (porque no hay dos sin tres), la entrega que supuestamente cerraba la trilogía y ponía punto y final a los asesinatos de Ghostface en sus distintas encarnaciones.

Pero pese a jurar y perjurar que no habrían más secuelas, y que Neve Campbell no volvería jamás a encarnar a Sidney Prescott, aquí estamos de nuevo con una cuarta entrega que pretende ser el inicio de una nueva trilogía (ahí es nada)

Han pasado 10 años, y Sidney ha logrado superar los asesinatos del pasado convirtiéndose en una escritora de éxito. Ahora, con la presentación de su nuevo libro, Sidney regresa a Woodsboro, donde se reencuentra con sus viejos amigos: Dewey, que ahora ejerce de Sheriff, y Gale, que ha dejado su carrera periodística para centrase en ser una buen esposa.

Para desgracia de todos, y coincidiendo con el aniversario de los primeros asesinatos, parece que otro imitador ha decidido continuar con el legado de Ghostface.


Volver a ver una película de Scream no sería lo mismo sin Sidney Prescott y el resto de supervivientes de la saga, Dewey y Gale. Y aunque la primera siempre fue la más reticente a volver, era presumible que tarde o temprano todos firmarían para regresar a la gran pantalla con la saga que los hizo famosos, más cuando sus carreras en el cine han sido de lo más discretas (Cox tiene excusa porque se centró en televisión, pero los otros dos, aunque lo intentaron, no volvieron a saborear las mieles del éxito)

Y qué ofrece esta nueva Scream? Pues más de lo mismo, para qué engañarnos. Pero eso es precisamente lo uno anda buscando. La cuestión es si a estas alturas aún es capaz de sorprender y/o de seguir siendo disfrutable. Y debo decir que sí, y no.


El comienzo es simplemente genial. De hecho, es lo mejor de película. Y prefiero no decir más para no chafároslo. Pero una cosa es segura: Williamson no ha perdido la capacidad de sorprender. El problema es que esta le dure tan poco…

A los viejos conocidos se une un nuevo grupito de jóvenes rostros (ellas, todas muy guapas, y ellos… bueno, de todo un poco), y de ahí es de donde supuestamente va a salir nuestro o nuestros asesinos. Así que de nuevo, volveremos a desconfiar de uno u otro hasta que llegue el desenlace y nos aclare las sospechas.

En ese sentido, el factor “descubre al asesino” sigue funcionando, y pese a estar hablando ya de una cuarta entrega y conocer sobradamente los truquillos de Williamson para jugar al despiste con nosotros, lo cierto es que aún es bien capaz de sembrarnos la duda en más de ocasión. Lo que ya no es tan factible es el cada vez más rebuscado móvil del asesino de turno.

Con la primera secuela (Scream 2), el tema de la venganza brindaba una excelente oportunidad/excusa para traer de vuelta a Ghostface. En la tercera entrega, en cambio, ya tuvieron que sacarse de la manga a un pariente para poder continuar con la saga. Ahora, el quién y el por qué están aún más cogidos con pinzas, como era de esperar, así que no queda otra que aceptarlo a regañadientes. En cierto modo, lo que antes suponía una virtud frente a otros slashers, cuyo asesino era siempre el mismo (y que “resucitaba” una y otra vez), ahora es casi un lastre. Y digo casi porque intentar averiguar la identidad del nuevo Ghostface es prácticamente el único motivo para seguir viendo esta cuarta parte hasta el final…

Scream 4 promete, sobre todo gracias a un inicio rompedor (y guasón), y a una primera hora (o tres cuartos) con gancho. A uno incluso se le pasa por la cabeza pensar que probablemente estemos ante la segunda mejor secuela de la franquicia. Sin embargo, llega un punto (a mitad de película, más o menos) en que todo esto se va al garete.

Todas las entregas han tenido siempre un tono cómico muy característico, como ya comentaba al inicio de la crítica. Un humor que procuraba no caer en la parodia absurda (pese a lo exagerado que pudiese resultar en ocasiones, especialmente en la tercera entrega), y que conseguía sacarnos una complaciente sonrisa. Aquí, sin embargo, Williamson cruza y sobrepasa la fina línea que separa lo divertido de lo simplemente ridículo. Hay escenas/secuencias que son de juzgado de guardia. Algunos de los asesinatos resultan tan sumamente patéticos y bochornosos, que más que una secuela deScream, parece que estemos asistiendo a una de Scary Movie (SPOILER--- el asesinato del orondo madero y el del friki borracho, o las hilarantes autolesiones de la fría asesina, son la prueba palpable del patetismo en el que termina cayendo la película --- FIN SPOILER)

A esto hay que añadir que la tensión brilla por su ausencia y que se desaprovechan escenarios que podrían haber dado mucho juego (la fiesta en el granero o el parking, por ejemplo)


Los nuevos personajes no ayudan tampoco a ofrecer algo de interés a la trama, amén de que su reparto, y salvo excepciones, deja bastante que desear.

Dejando de lado que el nuevo séquito de adolescentes parezcan mucho más críos de lo que lo eran en su momento los protagonistas de sus predecesoras (SPOILER POR SI ACASO--- y que en estatura, ninguno resulte verosímil como un hipotético Ghosface --- FIN SPOILER POR SI ACASO), ni ellos ni sus personajes terminan de cuajar del todo.

Marley Shelton como la ayudante del sheriff, Shenae Grimes como la agente de Sidney o Hayden Panettiere como una de las amigas de su prima, son las pocas incorporaciones que se salvan. Emma Roberts como la susodicha –y sosa- prima, su insulso exnoviete o el par de cinéfilos interpretados por Erik Knudsen y Rory Culkin (de la estirpe de los Culkin, pero sin las aptitudes de sus otros hermanos), que ni siendo dos le hacen sombra Randy/Jamie Kennedy, junto al resto de secundarios, rivalizan con Scream 3 a ser los peores de la tetralogía.

Los veteranos, por suerte, no fallan, y todos regresan a sus personajes con el mismo ímpetu de siempre, aunque es de lamentar que Courtney Cox se haya dejado parte de su expresividad en la última visita que le hizo a su cirujano plástico; por lo demás, ni el matrimonio ni la edad han apaciguado a la fiera reportera que lleva dentro.

Los guiños cinéfilos y la autoreferencia siguen siendo lo mejor, y se aprovecha esta cuarta entrega para mofarse un poco de la enfermiza plaga de remakes y reboots que pueblan un Hollywood cada vez más escaso de ideas (incluyéndose –consciente o inconscientemente- Scream 4 en el saco) Un sano y divertido ejercicio de metacine que ha funcionado a lo largo de todas las entregas, y que aquí sólo se ve estropeado cuando Craven y Williamson sucumben patéticamente en su propia autoparodia.

Ahora bien, los aficionados a la hemoglobina están de enhorabuena, porque si de algo puede presumir Scream 4, es de ser la más sangrienta de las cuatro películas. Aunque donde las otras se quedaban cortas, quizás ésta se pase un poco.

Con todo, es muy probable (por no decir casi seguro) que los fans muy fans vean con buenos ojos este regreso y queden satisfechos con lo que Craven y Williamson han parido. Servidor, sin embargo, piensa que la segunda mitad de la película es tan lamentable (desenlace incluido), que estropea la apreciable primera parte, lo que en conjunto la situaría, a juicio personal, como la peor de la franquicia. Reírse con Scream está bien, troncharse no lo está tanto, y sentir vergüenza ajena es un grave error.

Nueva década. Nuevas Reglas. Peores resultados.

P.D.1: Parece que Dewey se ha curado milagrosamente de su parálisis y cojera. Hubiera estado bien que nos dijeran cómo.

P.D.2: Aunque también vuelve Marco Beltrami para la banda sonora, he echado de menos escuchar el “Red Righ Hand” de Nick Cave, tema icónico de la saga.


Lo mejor: el comienzo; los guiños y referencias cinéfilas.

Lo peor: el humor absurdo y ridículo.


Valoración personal: Regular


sábado, abril 09, 2011

"Río" (2011) - Carlos Saldanha

critica Río 2011 Carlos Saldanha
Blue Sky Studios es uno de los estudios que mejor ha sabido abrirse paso en el cada vez más competitivo campo de la animación por ordenador. Con Pixar y Disney (juntos o por separado) a la cabeza, y Dreamworks pisándole los talones como máximo rival, la animación digital ha abierto un nuevo filón al que poco a poco otros estudios han querido sumarse. Lo que antes, con la animación tradicional en 2D, estaba reservado a unos pocos (al menos en Hollywood), ahora parece haberse extendido de forma considerable, con lo que cada año tenemos más propuestas animadas en cartelera. Y eso supone, además de mayor competencia, también un beneficio para el espectador, que tiene más dónde escoger y/o más con lo que disfrutar.

Blue Sky -en colaboración con Twentieth Century Fox Animation- acertó de lleno debutando con el largometraje ‘Ice Age: la edad de hielo’, una simpática película que ha terminado convirtiéndose en una exitosa saga que ya va camino de ser una tetralogía (el estreno de la cuarta entrega se prevé para el año próximo). Pero entre secuela y secuela de los animales prehistóricos, también han tenido tiempo para crear mundos robóticos con ‘Robots’ y para adaptar el cuento infantil ‘Horton Hears a Who!’ (aka ‘Horton’ a secas) del escritor apodado Dr. Seuss. De hecho, y a excepción de ésta última, todas estas películas han estado dirigidas o co-dirigidas por su co-fundador, Carlos Saldanha, que de nuevo repite en solitario con ‘Río’.

La historia gira en torno a Blu, un guacamayo domesticado que jamás aprendió a volar y que disfruta de una cómoda -y casi humana- vida al lado de su propietaria y amiga, Linda, en la pequeña ciudad de Moose Lake (Minnesota).

Un buen día, reciben la inesperada visita de Tulio, un científico experto en aves que les comunica que Blu es la única esperanza para evitar que su especie se extinga. Tulio pide a Linda que viajen hasta Río de Janeiro para que el azulado pájaro ’se junte’ con Perla, la última hembra que queda de su especie. Pese a las reticencias iniciales, Linda y Blu deciden hacer el viaje.

Una vez en Brasil, sin embargo, Blu y Perla son secuestrados por un grupo de torpes contrabandistas de animales. Con un poco de ingenio, ambos logran escapar de sus secuestradores, pero su aventura por las calles de Río de Janeiro no ha hecho más que empezar…

Con esta colorida propuesta (porque si de algo puede presumir ‘Río’ es de una rica gama de colores) Saldanha parece haber querido rendir un pequeño homenaje a su ciudad natal, Río de Janeiro. Y es que prácticamente toda la historia transcurre en la capital, ejerciendo ésta casi como un personaje más de la trama. Son fácilmente reconocibles algunos de los lugares o monumentos más famosos de la ciudad (el Cristo Redentor, una de las siete maravillas del mundo) e incluso su tradicional y mundialmente famoso Carnaval, el cual llega a tener un destacado protagonismo en la película.

En Brasil empieza y acaba la historia de Blu, un guacamayo que, siendo un polluelo, es arrancado de su hogar y dejado, por accidente, en medio de un nevado pueblo de Minnesota. Allí lo encuentra Linda, una amable librera que lo adopta y lo cuida casi como a un hijo. Con los años, el vínculo de amistad entre Blu y Linda crece y se hace más y más fuerte, y con ello, también el acomodamiento del azulado pájaro a una vida hogareña, lejos de los peligros (y la libertad) de la salvaje selva brasileña.



Es por eso que su llegada a Río supone para Blu todo un acontecimiento. Y una vez que se ve en vuelto en la trama de los traficantes de animales, su estancia allí se convierte en una verdadera odisea emocional y física. Junto a los nuevos amigos que hará por el camino, Blu emprenderá una aventura en busca de sus raíces, del valor para aprender a volar y, por supuesto, del amor.

Y es que en este tipo de historias no faltan ni los amigos del prota (entre ellos siempre está el secundario gracioso), el amor por el que éste suspirará (aunque al principio no congenien en absoluto), y el malo maloso de turno y sus secuaces (que si pueden ser torpes y cazurros, mejor que mejor). En este caso, además, habría que añadir a una vil y resentida cacatúa australiana llamada Nigel, que ejerce de sicario del jefe de los contrabandistas y que supone la mayor amenaza de Blu y cía (amén de ser uno de los personajes más destacables de la cinta); o a los monos carteristas, que más que monos parecen gremlins.

Aunque parezcan demasiados, todos estos personajes -más los que he preferido omitir- funcionan cada uno como parte de un todo, y si bien quizás no llegan a tener el carisma de, por ejemplo, los protagonistas de Ice Age, el espectador sí logra simpatizar con ellos (más con los animales que con los humanos, eso sí).


En algunos aspectos, la trama podría recordarnos a la -para mi, mediocre- saga Madagascar de Dreamworks, por aquello de tener por protagonista a un animal salvaje domesticado. Luego el resumen del paso de los años juntos de Linda y Blu a base de fotos se asemejaría al de ‘Up’ (sólo que sin el intenso puntito dramático que tan bien sabe encasquetarnos el estudio del flexo); y en cuanto al mensaje ecológico, digamos que Río quedaría más emparentada con la española ‘El lince perdido’. De todos modos, el film de Saldanha se siente diferente y es visualmente muy atractivo.

Eso sí, hay que decir que el efecto estereoscópico es bastante intrascendente y, por tanto, no creo que en este caso en particular añada un plus a su visionado (no como en ‘Gru, mi villano favorito’, que al menos le sacaba algo de provecho a este ‘ingenioso -y poco novedoso- sacacuartos’). Así que verla en 2D es tan buena opción como en 3D, aunque también es cierto que son este tipo de películas, las animadas, las que permiten sacarle más y mejor partido a esta moda.

Efectismos a parte, la historia tiene un destacable componente musical que captura a la perfección la esencia y los ritmos de Brasil.

Los momentos musicales, con sus alegres canciones (aunque yo soy más de mambo que de samba, todo sea dicho) y sus bailes amenizan la trama sin resultar un estorbo ni hacerse pesados por alargarse en exceso, cosa que no ocurre. Y en un momento u otro, casi todos los personajes se contagian del compás brasileiro y demuestran su talento por el baile e incluso el canto. Claro que detrás de esos animales pixelados hay todo un elenco de estrellas musicales tales como will.i.am (de Black Eyed Peas), Jamie Foxx (que, para el que no lo sepa, también es cantante), Bebel Gilberto, Taio Cruz, Ester Dean, Siedah Garrett, Jemaine Clement y el más conocido para todos nosotros, Carlinhos Brown.

Así que con todo, y pese a sus más que evidentes clichés, ‘Río’ resulta ser una amena, vistosa y animada (valga la redundancia) propuesta de animación. Más entretenida que divertida, pero igualmente recomendada para toda la familia (especialmente para los más pequeños).


Lo mejor: su colorido aspecto visua ly su musicalidad.

Lo peor: algunos gags de carácter infantil.


Valoración personal: Correcta

viernes, marzo 25, 2011

"Sucker Punch" (2011) - Zack Snyder

critica Sucker Punch 2011 Zack Snyder
Definida por el propio Zack Snyder como “una Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras”, llega por fin a nuestras pantallas uno de los estrenos palomiteros más esperados del año, especialmente para un servidor.

Esta es la primera vez que el director aborda un proyecto que no proviene de ningún cómic (300, Watchmen), novela (Ga’Hoole) o película anterior (Amanecer de los muertos). De hecho, el argumento de “Sucker Punch” nace de la imaginación de Snyder, de modo que éste no ha tenido restricción alguna (más allá de las impuestas por el estudio, y salvando el ya casi obligado PG13, hay que decir que le han dado bastante libertad) para ofrecer al público lo que le ha venido en gana sin tener que rendir cuentas a nadie (cámbiese “nadie” por las legiones de fans de las obras que han servido de base a sus anteriores películas)

Esta libertad es, por otro lado, una prueba de fuego para el cineasta, pues de algún modo nos va a servir a nosotros para saber de qué es capaz como creador, además de como narrador.

Lo visto hasta ahora en trailers y clips prometía, ante todo, un espectáculo visual y pirotécnico sin precedentes, y desde ya, puedo afirmar que eso se ha cumplido sobradamente. Sin embargo, uno de mis mayores también…

La historia se ambienta en los años 50, y nuestra protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una joven de 20 años que es encerrada en contra su voluntad en una institución psiquiátrica.

Una vez allí, el futuro que le espera no es nada alentador, pues en cinco días será lobotomizada.

A partir de ese momento, Baby Doll planeara su fuga del centro ayudada por otras cuatro residentes con las que entablará amistad; cuatro chicas - la decidida Rocket (Jena Malone), la astuta Blondie (Vanessa Hudgens), la implacablemente leal Amber (Jamie Chung) y la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish) - dispuestas a jugarse el todo por el todo con tal de escapar de esa infernal prisión. Cinco jóvenes que unirán sus fuerzas para llevar a cabo el plan que las llevará más allá de las paredes del psiquiátrico. Un plan que no estará exento de obstáculos.

No hay duda que uno de los mayores alicientes de “Sucker Punch” es esa atractiva mezcla de géneros y conceptos de la que hace gala. Y es que una misma película, Snyder ha reunido para nuestro deleite a dragones, samuráis, robots, orcos y hasta nazis zombies. Y a todos ellos los ha enfrentado a un jugoso grupito de mozas de armas tomar; cinco jovencitas con ganas de dar mucha guerra a sus despiadados captores.



Snyder sabe perfectamente lo que quiere ofrecernos, así que no se anda por las ramas, y con un potente prólogo a cámara lenta y a ritmo de un Sweet Dreams (de los Eurythmics) versionado para la ocasión (y cantado por la propia Emily Browning), el director nos relata la triste y desgraciada historia de Baby Doll; el cómo y el por qué acaba en el psiquiátrico “Lennox House”.

El tormento que padece por el terrible accidente que la lleva a ser encerrada en el centro y la desesperación que siente por el desolador destino que le aguarda en él, llevan a Baby Doll a sumergirse en un mundo imaginario producto de su mente, sin limitaciones de tiempo o espacio, y mediante el cual tratará de conseguir la ansiada libertad.

De este modo, la trama transcurrirá a tres niveles distintos. El primero de estos niveles es la realidad, que es lo que veremos al principio y al final de la película. El segundo es la subrealidad, donde el mundo real se transforma en un burdel dirigido por el deleznable celador del psiquiátrico. Y por último, está el tercer nivel, el mundo de los sueños en el que transcurren las impactantes secuencias de acción que están fuera del espacio y del tiempo.

El paso del primer nivel al segundo es un tanto brusco y confuso, pero el espectador no tardará mucho en darse cuenta de lo que ocurre. Y es que esa subrealidad es, de alguna manera, el modo en el que Baby Doll ve su estancia en el centro. En su mente, el celador, que es quién maneja el cotarro y el que abusa de las residentes, pasa a ser Blue Jones, el dueño del prostíbulo; y sus compañeras y futuras -o debería decir, inmediatas- amigas, son las chicas que ofrecen sus servicios a cambio de una vida “cómoda”. Como podréis imaginar, eso le permite al director hacer desfilar a sus actrices ligeritas de ropa y/o con modelitos de lo más sugerentes. Y ahí hay que incluir al mujerón de Carla Gugino.

Este nivel y el tercero son los que ocupan la mayor parte del metraje, pero es evidente que el que encandilará al espectador será el mundo de los sueños, que le sirve a Snyder para desplegar todo su arsenal pirotécnico (y nunca mejor dicho)


El plan trazado por Baby Doll implica hacerse con un total de cinco objetos que les servirán para poder escapar. Estos objetos se encuentran el psiquiátrico/burdel, y la obtención de cada de ellos supone una inmersión en esos sueños oníricos de la protagonista. Ahí es donde las chicas harán frente a todo tipo de enemigos, desde un enorme dragón hasta un infinito ejército de nazis venidos del mismísimo infierno. Ni qué decir que estos momentos son una auténtica orgía de CGI y fuegos artificiales de lo más apabullante. El problema es que la embriagadora espectacularidad no es emocionante. ¿Y por qué? Pues simple y llanamente porque el espectador no se implica nunca en la historia, la cual no es más que un pretexto para desplegar todo ese festín de acción desenfrenada.

Snyder no necesita justificar nada, y eso hace que en pantalla aparezca de todo y porque sí, sin que exista mayor relación que el nimio parentesco con los objetos que necesitan encontrar.

Uno puede quedarse embobado por el apoteósico espectáculo, pero no lo siente, no lo vive, no lo disfruta… porque no hay emoción ni implicación en él. Snyder tiene un dominio extraordinario de la imagen y del movimiento, y las secuencias de acción tienen un poderío visual sin igual (qué bien le hubiera ido a Dragon Ball un tipo como él detrás de la cámara, y que bien la va a venir a la futura Superman), pero es como estar contemplando un videojuego, como si alguien estuviera jugando a uno mientras nosotros miramos. Y eso es debido también a una estructura narrativa a lo “pasar pantallas/fases” en la que te das cuenta que apenas te están contando nada interesante, y que además los personajes te dan exactamente igual; no te importan lo más mínimo, salvo que te hayas encariñado –por su físico, más que nada- con alguna de las mozas.

Explosiones aquí y allá, tiroteos y piruetas imposibles a tutiplén (en ese mundo fantasioso, las chicas son como superheroínas, lo que en mi opinión le resta peligrosidad a todo lo que acontece), enemigos que salen hasta de debajo de las piedras, etc. Todo muy espectacular y muy bonito, pero absolutamente vacío, superficial e intrascendente.

Y es que Sucker Punch arrastra uno de los mayores males del cine palomitero de hoy en día, que es la capacidad de asombrar al espectador con un buen puñado de efectos especiales, pero la incapacidad de hacerlo vibrar con ese espectáculo (lo que conseguían películas como Terminator 2, Jurassic Park, Desafío Total y similares). Un asombroso envoltorio para un dulce que, si bien en este caso no resulta amargo, si deja un sabor agridulce.

Con estética comiquera y con un desarrollo narrativo deudor de un juego de plataformas, Snyder tira también de referencias que van desde lo novelesco (unos orcos que parecen sacados del universo Tolkien) al mismísimo manga (el mecha que conduce Amber) Y la verdad es que dan ganas que cada uno de esos segmentos oníricos tuvieran su propia película. ¿Quién no disfrutaría de un film bélico plagado de nazis zombies? Servidor, el primero.

Cabe decir también que la planificación de muchas secuencias viene muy bien acompañada por una contundente selección musical que convierte muchos de estos momentos en auténticos videoclips (que cada uno juzgue si eso es bueno malo; a mí no me disgustó) El ya comentado prólogo inicial sería un ejemplo de ello, aunque no es el único. Eso sí, ubicándose la historia en los 50 (aunque sólo sea en el primer nivel, y a medias en el segundo), servidor ha echado de menos que la banda sonora no contara con canciones de la época; pero eso ya es una observación muy personal (nostálgico –y rockanrolero- que es uno)


De todas formas, se echa de menos algo más de chicha en el guión, que aunque no lo parezca, en este tipo de producciones también es importante. Quizás menos que en un drama, por decir algo, pero aún así lo suficiente como para que uno no se marche de la sala con sensación de vacío; como si hubiera devorado unas deliciosas gominolas que para nada le han llenado el estómago. Hubiese sido oportuno profundizar un poco más en la psique de Baby Doll y desarrollar mejor o de otro modo su entrada y estancia en el psiquiátrico; ver cómo conoce al resto de las chicas y cómo nacen esos lazos de amistad… Amén de conocer también la historia de cada una de ellas, el por qué han sido enceradas allí, etc. No creo que sea tanto pedir.

Con todo, el reparto cumple con lo exigido. Browning, Abbie Cornish (mi favorita) y Jena Malone destacan por encima de Jamie Chung y Vanessa Hudgens, cuyos personajes (e interpretaciones) quedan en un segundo plano. Aún así, da gusto comprobar que se muestran solventes tanto en las escenas de acción como en las contadas escenas dramáticas (escenas que, precisamente, demuestran que Snyder y su co-guionista hubiesen sido capaces de dar algo más de consistencia a la trama)

Gugino, que repite con el director después de Watchmen, clava a la perfección el acento polaco de su personaje (algo apreciable sólo en la V.O., claro), la estricta pero comprensiva Dr. Gorsky, una mujer que pese a su dura apariencia, comprende mejor que nadie la situación y la amargura por la que están pasando sus pupilas. A fin de cuentas, no deja de ser su cuidadora (aunque le cueste quitarse la venda de los ojos)

Pero el que se lleva la gloria es Oscar Isaac como Blue, el celador/proxeneta. Al actor ya lo habíamos visto en "Robin Hood" encarnar a un ser despreciable, pero aquí el escenario y su personaje le dan un plus.

Jon Hamm y Scott Glenn tienen papeles muy secundarios. El primero es el desencadenante de la trama, el motivo por el cual Baby Doll decidirá fugarse; el segundo es algo así como el guía espiritual de la protagonista.

En resumidas cuentas, “Sucker Punch” es un ampuloso y abrumador espectáculo visual/virtual (y en esplendoroso 2D, oiga) repleto de acción, efectos especiales y mozas de muy buen ver. Y estoy seguro que muchos tendrán más que suficiente con esto. Sin embargo, para mi gusto entretiene pero no llena. Y ese era precisamente mi temor después de ver los avances.

Snyder ha conseguido rodar su película más espectacular, adrenalítica e impactante hasta la fecha, pero también la peor, la más superflua. Un entretenimiento vacuo que satisfará las casi dos horas de entretenimiento que muchas andarán buscando. Y cierto es que no pretende más que eso, pero uno no puede evitar sentir una ligera sensación a decepción, a que esto podría haber sido mejor, más intenso, más glorioso… en definitiva, más gozoso.

P.D.: Quedaros a ver los créditos finales. Valen la pena.



Lo mejor: el apabullante espectáculo visual que ofrece; que sea en 2D.

Lo peor: que no haya un buen guión que sostenga todo ese espectáculo.


Valoración personal: Correcta

sábado, marzo 05, 2011

“Rango” (2011) - Gore Verbinski

critica Rango 2011 Gore Verbinski
Como otros tantos directores de Hollywood, Gore Verbinski pasó del mundillo de los spots publicitarios al del cine de Hollywood de un salto, y tras unos cuantos proyectos de menor calado (una simpática comedia familiar, un estupidez al servicio de la pareja Brad Pitt-Julia Roberts y un correcto remake de una película de terror japonesa), al director le llegó la gloria de forma inesperada con “Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra”, una excelente película de aventuras que fue todo un éxito el año de su estreno (un sleeper en toda regla), y que dio origen a una de las sagas más taquilleras de los últimos años. De hecho, él mismo se hizo cargo de las pertinentes secuelas… a excepción de la inminente cuarta entrega, pues al parecer Verbinski declinó la oferta para tomarse un respiro, alejarse de los piratas caribeños y abordar un proyecto más personal.

Y ese proyecto es ni más ni menos que Rango, una curiosa comedia animada que tiene a un camaleón por protagonista. Su historia comienza así…

Tras sufrir un desafortunado accidente, Rango acaba perdido en el Desierto de Mojave. El camaleón, que hasta entonces había visto el mundo a través del cristal de un terrario, tiene que empezar a buscarse la vida por su cuenta. Guiado por un viajante, Rango llega andando hasta un pueblo perdido llamado Polvo, un lugar tan polvoriento como su nombre indica.

Su llegada despierta la curiosidad de los habitantes, poco acostumbrados a ver forasteros por la zona. Para Rango, la llegada a Polvo supone la oportunidad de empezar una nueva vida, y para ganarse la confianza de la gente, decide construirse una nueva identidad.

Sin embargo, el destino le aguarda más sorpresas, y sin comerlo ni beberlo, Rango acabará convirtiéndose en el sheriff del poblado. Y ese, amigos, será el principio de una leyenda…

La idea de Rango rondaba la cabeza de Verbinski desde hacía tiempo, llegando incluso a escribir un primer borrador del guión. En ese momento, sus compromisos con la saga piratesca le impidieron abordar el proyecto, pero una vez apeado de la franquicia, el director se puso manos a la obra con ello. Y el resultado es esta inusual película de animación.


A grandes rasgos, la historia de este camaleón en plena crisis existencial es la de un personaje desdichado que busca encontrar su lugar en el mundo. El miedo a ser rechazado provoca que Rango se decida a fingir ser quién no es para ganarse el aprecio y el respeto de sus nuevos amigos. Sin embargo, y como dice el dicho, se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo, y tarde o temprano éste deberá afrontar la realidad.

Rango también se convierte inesperadamente en el héroe de Polvo, un pueblo sumido en la desgracia por culpa de la escasez de agua. Así pues, el recién nombrado sheriff desafiará la mala suerte y plantará cara a quién haga falta con tal de devolver el preciado bien a sus habitantes. Es entonces cuando se dará cuenta que convertirse en héroe fue relativamente fácil, y que lo difícil será representar a ese personaje hasta el final de su aventura.

En este viaje plagado de peligros, Rango aprenderá lo importante que es creer en uno mismo, y es que a fin de cuentas, de lo que trata la película es básicamente de eso.

Puede que en ese sentido, lo leído hasta el momento no os parezca excesivamente original, y probablemente no lo sea. Pero el film de Verbinski tiene la gran virtud de contar una historia tópica con gracia y buen gusto.


Uno de los mayores aciertos es el haber aprovechado el desértico escenario de Mojave para ubicar la historia en una especie de salvaje oeste contemporáneo y protagonizado por animales antropomórficos.

“Rango” deviene en un auténtico homenaje al western al transitar por los lugares y situaciones comunes del género. Tenemos a un sheriff honrado (aunque no siempre lo eran), a una granjera en busca de justicia, a pistoleros de gatillo fácil, a un indio rastreador, a bandidos con gusto por el saqueo… Tenemos un saloon en el que se juega a póker, tenemos atracos al banco y asaltos a la diligencia (o algo así), tenemos duelos a revólver... Tenemos prácticamente de todo.

Si cada fotograma de la película desprende aroma a puro western (y muy especialmente, a spaggetti western), la banda sonora no podía ser menos, y ahí está el gran Hans Zimmer demostrando una vez más que sabe adecuarse a lo que la historia le exige, y que aunque muchos lo sigan considerando un compositor repetitivo, él es capaz de seguir sorprendiendo con cada trabajo, como ya hizo con el score de “Sherlock Holmes”. Puede que algún tema nos recuerde a los de aquella (el inicio del Rango Suite, sin ir más lejos), pero las referencias de Zimmer no son otras que los maestros del cine del oeste como Ennio Morricone o Dimitri Tiomkin. Y la banda sonora de Rango nos traslada a aquellos tiempos remotos con cada una de sus notas.

Hay temas de carácter épico para aquellas escenas más trascendentales o simplemente para aquellas en las que la acción se apodera de la pantalla. Otros, en cambio, son mucho más jocosos enfatizando así el tono humorístico que caracteriza a la película. De todos ellos, me quedo con “We Ride, Rally”, tema que se inspira claramente en el clásico country “Ghost Rider in the Sky”. Y a destacar también la canción del propio Rango, que no recae en Zimmer sino en Los Lobos, grupo vinculado estrechamente con el cine desde que colaboraran con la película “La Bamba” (recomendable biopic, por cierto), versionando el famoso tema de Ritchie Valens. Suya también es la canción que suena durante los créditos, y que recuerda sobremanera al popular Misirlou (que al igual que el Ghost Rider in the Sky, ha tenido infinidad de versiones)

Cabe decir que la música tiene un papel importante en la película gracias a los simpáticos narradores de la leyenda de Rango: unos mariachis con mucha pluma (dicho esto en el sentido literal) Un recurso similar al que usaron los Farrelly en “Algo pasa con Mary”.


Música a parte, cabe destacar el variado y variopinto grupo de personajes presenta la película, cada uno representado con el animal más acorde a sus rasgos (al estilo Blacksad); las referencias más o menos sutiles al género (a Leone en particular… y no digo más para no chafaros cierta sorpresa), y sobre todo el sobresaliente trabajo de animación hiperrealista que ha realizado la Industrial Light & Magic. El acabado es de una calidad indiscutible, tanto en personajes (de aspecto caricaturizado) como en escenarios, elementos (agua, fuego), etc.

Es posible que nos cueste un poco entrar en la película (quizás debido a un prólogo un tanto alargado y con ciertos altibajos en el ritmo), pero cuando uno se sumerge de lleno en la historia, lo cierto es que se disfruta y mucho. El humor es a ratos delirante y las secuencias de acción están realmente conseguidas (el momento “valkirias” es apoteósico), cosa de esperar teniendo en cuenta que Verbinski ya había cogido experiencia en el tema gracias precisamente a la saga de Piratas del Caribe.

Sin duda, estamos ante una propuesta inusual dentro del campo de la animación, y bien vale la pena acercase al cine más cercano para disfrutar de las alocadas desventuras de este singular camaleón vestido con camisa hawaiana (un claro guiño a “Medio y ascos en Las vegas” de Johnny Depp, su doblador en la película)

P.D.: Me pregunto si habrán escogido a Timothy Olyphant para prestarle la voz al Espíritu del Oeste después de verlo en la serie “Justified”.



Lo mejor: la animación hiperrealista; el homenaje al western.

Lo peor: que al principio cueste un poco entrar en la historia.


Valoración personal: Buena


martes, marzo 01, 2011

Gala de los Oscars 2011 – El Rey ocupa su trono.

cronica Gala de los Oscars 2011
Como viene siendo tradición desde hace algunos años, servidor no suele perderse la ceremonia de entrega de los Oscars. Se trata de una cita ineludible para los amantes del séptimo arte, aunque ya sepamos que la mayoría de veces estos premios carecen de verdadero valor artístico.

La cuestión es que, al menos a mí, me gusta ver fuera del plató a todos aquellos (directores, guionistas, actores, actrices…) que me hacen disfrutar -o maldecir- el cine que veo a lo largo del año. Lástima que esta vez no pudiera compartir mis sensaciones y opiniones con los compañeros y lectores de TBDC, pues el servidor se vino abajo y nos quedamos sin el ya indispensable chat. Para paliar esa ausencia, la cobertura pudo seguirse vía Facebook y Twitter, y servidor aprovechó éste último para ir comentando la jugada.


La Gala de los Oscars 2011 ha padecido de los mismos males que en anteriores ediciones, es decir, que la ceremonia empezó muy bien, pero a medida que iban transcurriendo los minutos la cosa iba perdiendo gas, haciéndose eterna y finalmente tornándose un tanto aburrida, pese a la expectación por ver los resultados de algunos premios. En esta ocasión, además, habría que añadir que la insipidez y previsibilidad de la misma no ayudaron mucho a hacernos más ameno el paso de las horas (y no fueran pocas, pues como siempre, se alargó más de la cuenta)

La joven pareja protagonista formada por James Franco (nominado por su estupendo trabajo en “127 horas”) y Anne Hatthaway prometía como presentadores, a juzgar por los previos vídeos promocionales del evento. Sin embargo, el guión que tuvieron entre manos no dio para mucho, haciendo gala de un humor bastante blando y falto de chispa, salvo en contadas ocasiones (parece que Charlie Sheen es el objeto de todas las bromas en Hollywood). Hatthaway estuvo muy risueña y dinámica, pero su compañero fue toda una decepción, pues no pareció muy entregado a la causa. Si acaso, el único momento memorable que propiciaron fue aquél en el que ambos aparecieron travestidos; y la verdad, no dejaba de ser un gag un tanto facilón.

A la gala le faltó más espectáculo y más humor, y le sobraron muchas pausas publicitarias, que ralentizaron y mucho el ritmo de la misma.

Lo mejor de toda la ceremonia fue la inesperada e inmensa aparición del gran Kirk Douglas, toda una leyenda viva del cine que demostró gozar de un gran sentido del humor, que es precisamente lo que más echamos en falta el resto de la noche. Sólo el dúo formado por Robert Downey Jr. y Jude Law, que presentaron la categoría de Mejores Efectos Especiales, animó un poco la velada gracias a la química que hay entre ambos (que ya quedó patente en la recomendable “Sherlock Holmes”) y al buen rollito que desprendían. Mención especial también a la estelar pero breve presencia de Billy Crystal, que nos hizo echar de menos los viejos tiempos.

En cuanto a los premiados, lo cierto es que no hubo muchas sorpresas, ni para bien ni para mal. Como ya he comentado antes, todo resultó muy previsible.

Los galardones a actor y actriz principal estaban cantados, y tanto Firth como Portman se llevaron la preciada y merecidísima estatuilla. En la categoría de actor y actriz de reparto, los dos se quedaron para The Fighter, con Bale como vencedor indiscutible y una conmocionada Melissa Leo que durante su agradecimiento soltó un inoportuno taco, propiciando así una de las pocas anécdotas a comentar. Quizás su categoría era la más dudosa, y en caso de no habérselo dado a ella, creo que la segunda digna merecedora era Hailee Steinfeld por su papel en “Valor de ley” (aunque en mi opinión, debió competir en la categoría de protagonista y no de secundaria)


Otro cantado era el de Mejor Película de Animación a “Toy Story 3”, una auténtica delicia que, de ser por mí, se hubiera llevado el de Mejor Película a secas, dejando así la otra categoría “libre” para que la ganaran “Como entrenar a tu Dragón” o “El Ilusionista”, que también son dos buenas películas (aunque no tanto como la maravilla de Pixar)

La deplorable “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton se llevó dos de los tres a los que optaba: Mejor dirección artística y Mejor vestuario. El de Mejores Efectos Visuales se lo arrebató “Origen (Inception), cuya labor es encomiable tanto en el campo del CGI como en el artesanal.

Precisamente, la película de Nolan fue una de las más galardonas, empatando con “El discurso del Rey” en cuatro estatuillas. Eso sí, todas pertenecientes a aspectos técnicos, que de alguna manera pretendían compensar el desprecio que se le hacía en categorías mayores. De hecho, la cinta de Hooper se quedó con el que más merecía, es decir, el de Guión Original. Y el de Mejor Montaje, categoría en la que siquiera se la nominó (todo un sacrilegio), al final fue a parar a “La Red Social”, que también se embolsó el de “Guión Adaptado” (como era de esperar) y el de -para mi injustificable- Mejor Banda Sonora (cualquiera de los nominados le daba sopas con onda al mecánico trabajo de Trent Reznor y Atticus Ross)

Por otro lado, Inception se quedó con la Mejor Fotografía, que bien pudiera haber ido a parar a “Valor de ley”

Decepcionante también el Oscar a Mejor Canción para Randy Newman por su “We Belong Together” de Toy Story 3. A mi gusto, era la más floja de todas las candidatas, y sentí que el premio era más a toda una carrera (se le ha nominado una veintena de veces y sólo lo ha ganado dos, contando éste)

Otro discutible sería el de Mejor Director para Tom Hooper (El discurso del Rey), que aunque hace un buen trabajo, no deja de ser una dirección bastante funcional y muy académica, por así decirlo. Creo que aquí sí se lo podrían haber otorgado a Fincher o a Aronofsky, si bien lamento que esta vez ni se nominara a Danny Boyle por “127 horas” (parece que este año el estilo videclip ya no gustaba)

Y hablando de Aronofsky… si no fuera por Portman, su “Cisne negro” se hubiera ido de vacío, y es que está claro que ha sido una de las grandes perdedoras de la noche junto a “Valor de ley”. En mi opinión, no creo que mereciera mayor reconocimiento (una interesante propuesta, pero ni de lejos la obra maestra que me venden todos), y encuentro justo que el Oscar a Mejor Película se lo llevara “El discurso del Rey”, que me dejó mejor sabor de boca que sus más directas rivales. De todas formas, hay que decir que prácticamente la totalidad de las nominadas estaban bastante infladas (=sobrevaloradas) cara a los premios, aunque en mayor o menor medida todas me gustaron. Quizás el film de Hooper es más del gusto de la academia que otras propuestas, pero no creo que eso sea motivo para restarle méritos como gran triunfador de la ceremonia.


Se puede estar más o menos de acuerdo con los premios otorgados, pero lo cierto es que nadie duda que la gala fue de lo más sosa. Creo que Hatthaway debería repetir en la próxima entrega, pero esta vez junto a Hugh Jackman, que ya demostró sus aptitudes en los Oscars de 2009. Seguro que los dos formarían una buena pareja, y sólo faltaría que lo escrito por los guionistas estuviera a su altura.

Por lo demás, poca cosa a destacar salvo, quizás, el momento musical con la orquestra tocando conocidas bandas sonoras o Gwyneth Paltrow cantando del tema “Coming Home”, nominado a Mejor Canción Original (y mi favorita, por cierto). Creo que la actriz podría darle unas cuantas clases de canto a Scarlett Johansson (y ya que está, también unas cuantas de interpretación)

Saludos ;)

P.D.: ¿Se me pasó a mi u olvidaron mencionar a Jean Simmons en el repaso a los fallecidos?

P.D.: La ausencia de Di Caprio después de su trabajo en Inception y/o Shutter Island es algo que clama el cielo, más cuando ya lo ningunearon de mala manera por “Revolutionary Road”. Y grave también la ausencia del film de Scorsese, que podría haber rascado algo en categorías menores (fotografía, dirección artística…) o incluso en guión adaptado.

domingo, febrero 27, 2011

"The Mechanic" (2011) - Simon West

critica The Mechanic 2011 Simon West Statham
De un tiempo a esta parte, Jason Statham se ha convertido en el héroe de acción número uno de la última hornada de action-men. El honor se lo ha ganado más por la cantidad de sus trabajos en el género que por la calidad de los mismos (la mayoría bastante olvidables y sólo unos pocos buenos o entretenidos) Y es que desde su debut allá por el ‘98 en “Lock & Stock”, el británico ha rodado aproximadamente una docena de películas inscritas, en mayor o medida, en el cine de acción, y que se han estrenado en cines prácticamente a una por año (a veces dos y hasta tres), lo que deja muy por detrás a sus principales “rivales”, Vin Diesel y Dwayne Johnson, que han sido bastante más irregulares.

Y ese estatus lo conoce hasta Stallone, que no dudó ni un momento en incluirlo como compañero en “Los Mercenarios”.

A diferencia de las estrellas de antaño como el propio Sly, Schwarzenegger o Willis, a Statham no le hacen falta grandes presupuesto para lucirse, y su mueve casi siempre por debajo de los 50 millones de presupuesto, lo que facilita que sus películas sean éxitos o que, como mínimo, resulten rentables.

The Mechanic es su última incursión en el cine de “tiros y explosiones”.

Arthur Bishop (Jason Statham) es un frío y metódico asesino profesional con un estricto código y un talento único para eliminar limpiamente a sus víctimas.

Bishop vive y trabaja solo para ahorrarse complicaciones. Sin embargo, después de la trágica muerte de su amigo y mentor Harry (Donald Sutherland), decidirá hacerse cargo del hijo de éste, Steve (Ben Foster), un joven descarriado y con un temperamento difícil de controlar. Bishop instruirá a Steve en el negocio del asesinato por encargo y le enseñará las técnicas y trucos del oficio, pero pronto las mentiras y los engaños convertirán esta alianza en el mayor de sus errores.

La película es un remake del film homónimo que protagonizó Charles Bronson a principios de los setenta y que aquí conocimos bajo el espantoso título de “Fríamente… sin motivos personales”. El responsable de aquella fue Michael Winner, que volvería a dirigir al actor varias veces más, siendo “El justiciero de la ciudad” la más famosa de este tándem (y que supuestamente iba a remakear Stallone allá por el 2008 en plena resurrección post-Rocky Balboa)

A cargo de esta nueva versión tenemos a Simon West, un director que en sus inicios apuntaba maneras, pero que luego fue a menos.

West debutó con la gloriosa “Con Air” (para un servidor, de lo mejorcito del cine de acción de los 90), y a ésta le siguió la muy correcta “La hija del General”. Luego el director cometió el tremendo error de adaptar un videojuego y el resultado fue la bochornosa “Lara Croft: Tomb Raider”. Aunque fue un éxito, al film de la Jolie le llovieron palos por todas lados, y West tardó cinco años en volver a ponerse tras las cámaras; y cuando lo hizo, fue para cascarse uno de los slashers más malos y aburridos que he tenido la mala suerte de contemplar, “Cuando llama un extraño”, que como en esta ocasión, también se trataba de un remake de una película setentera.

Con estos antecedentes, las esperanzas de ver algo potable en "The Mechanic" no eran altas, aunque no se puede obviar que el tráiler resultaba bastante apetitoso.


La historia en sí es de lo más simple, y no deja de ser la típica del asesino a sueldo al que sus jefes quieren darle pasaporte. Si acaso, la particularidad de la cinta reside en que se centra más en la relación mentor-pupilo que se establece entre Bishop y Steve, que en la parte de venganza. Eso deja al supuesto villano de la película en un segundo lugar, de modo que su presencia funciona más como macguffin que no otra cosa, además de servir de excusa para sacarse unas cuantas escenas de acción extra.
La trama escrita por Richard Wenk (16 calles) y Lewis John Carlino (autor de la original) es previsible de cabo a rabo, y aunque intenta darle algo de intriga a la misma, lo cierto es que no es difícil imaginarse cómo acabará todo. Pero la cuestión aquí no es tanto el qué sino el cómo, o dicho de otra forma, que aunque sepamos lo que va a pasar, lo que nos interesa es ver cómo se les va a ingeniar el director para darle suficiente empaque al conjunto y que todo quede resultón. Y en ese sentido cabe decir que West planifica con acierto las escenas de acción, aunque en ocasiones marea demasiado la cámara (un mal que afecta al cine de acción actual).

No se trata de una película sumamente espectacular, pero contiene las suficientes dosis de explosiones y tiroteos como para contentar al aficionado. Tampoco abusa en exceso del CGI, pero lo de añadir la sangre digital es algo que, a mí personalmente, sigue sin convencerme lo más mínimo (y es un molesto recurso que hoy en día se estila con bastante frecuencia)

Pirotecnia y montaje frenético aparte, lo más interesante de la película es el entrenamiento que recibe Steve (contado en modo ultrarrápido) a manos de Bishop; en cómo el muchacho tiene que ir aprendiendo a liquidar a sus objetivos de forma limpia y procurando que parezcan un desafortunado accidente. Lo malo es que Steve es un tipo demasiado bullicioso, y parece que el estilo sutil y trabajado de Bishop no va mucho con él.

Conforme avanzan en las lecciones, las pretensiones instructivas del maestro se van ofuscando al comprobar que las mentiras empiezan a flotar en el aire y que su pupilo resulta un aprendiz un tanto incontrolable y mete patas. Así que lo de enseñarle todo lo que sabe parece no estar siendo tan buena idea como al principio se imaginaba.



Respecto a los actores, decir que Statham hace de Staham. Así, sin más. Su habitual inexpresividad aquí encaja perfectamente con el tipo de personaje que interpreta (serio y de pocas palabras). De hecho, parece salido directamente de la saga Transporter. El Frank Martin de aquella no dista mucho del Arthur Bishop de esta, pero mientras que uno era un poco más amigable y bondadoso, éste en cambio no tiene escrúpulo alguno.

A Ben Foster se le dan bastante bien los personajes desquiciados, así que el tipo lo clava fácilmente. Aún así, le convendría elegir papeles con más enjundia (como en "The Messenger"), porque creo que tiene tablas para ello.

A Donald Sutherland siempre es un placer verle, aunque sea por unos pocos minutos (más o menos los mismos que tendría en "The Italian Job", también con Statham y también un remake)
Y finalmente nos queda Tony Goldwin, que cumple como villano de segunda categoría.

Con todo, “The Mechanic” es un violento y entretenido thriller de acción ideal para devorar palomitas. No se desmarca del producto “serie B” típico de Statham, pero sí es bastante mejor que muchas otras que ha protagonizado el erróneamente llamado sucesor de Bruce Willis (seamos serios, no le llega ni a la suela de los zapatos en carisma)


Lo mejor: la pareja maestro-discípulo formada por Statham y Foster.

Lo peor: la a ratos mareante acción.


Valoración personal: Correcta