lunes, julio 06, 2009

“La última casa a la izquierda”, la casa equivocada, la venganza merecida


Para bien o para mal, Wes Craven se ha convertido, con el paso del tiempo, en un director de renombre dentro del género de terror. Probablemente ese estatus se deba más a su amplia dedicación a este tipo de cine que a la calidad de sus películas; y es que repasando su trayectoria desde principios de los setenta hasta ahora, un servidor tan sólo podría salvar –bajo su criterio personal, claro- unos pocos títulos dentro de una filmografía plagada de films mediocres o directamente infumables. Considero que tiene buenas ideas, (Freddy Krueger es un gran pscyho-killer) pero casi nunca sabe plasmarlas en pantalla.

Con casi una veintena de títulos de terror a sus espaldas y teniendo en cuenta la enfermiza sucesión de remakes que perpetra Hollywood día sí y día también, no es de extrañar que poco a poco vayan haciéndose actualizaciones de algunos de sus films más emblemáticos (y con su beneplácito, por supuesto). Sin ir más lejos, Alexandre Aja nos trajo en el 2006 una nueva versión de “Las colinas tienen ojos”, segunda película de Craven y que el francés convirtió en uno de los mejores títulos de terror de esta última década, superando con creces el film original (esto último, no muy difícil de conseguir). Actualmente se está preparando una nueva versión de “Pesadilla en Elm Street”, la película que mayor fama ha dado a Craven, y no hace mucho se anunció la posibilidad de hacer lo mismo con “Shocker: 100.000 voltios de terror” y “El sótano del miedo”.

Mientras esperamos a que lleguen estas revisiones, de momento tenemos en nuestras carteleras a “La última casa a la izquierda”, remake de su opera prima de 1972 a cargo de Dennis Iliadis, director griego que debutó tras la cámara con un drama criminal titulado “Hardcore”.

Salvo algunos detalles, la historia viene a ser la misma que en la cinta de Craven.

El matrimonio Collingwood (Tony Goldwyn y Monica Potter) y su hija adolescente Mari (Sara Paxton) deciden pasar unas tranquilas vacaciones en su casa del lago. A su llegada, la joven muchacha pide prestado el coche de sus padres para ir al pueblo a ver a su amiga Paige.

Pasando juntas la tarde, las dos chicas conocen a Justin, un joven que está de paso en el pueblo y que les invita a ir a su motel. Todo parece ir la mar de bien hasta que llega el resto de su pandilla, formada por Krug (Garret Dillahunt), padre del muchacho y psicópata buscado por la policía, su perturbada novia Sadie (Riki Lindhome) y su sádico hermano Francis (Aaron Paul). La presencia de Mari y Paige no es muy bien recibida por Krug, quién decide deshacerse de ellas para evitar que les delaten.

Después de abandonar los cuerpos moribundos de las chicas, el grupo de secuestradores decide, ante la inminente tormenta, buscar refugio en la casa más cercana. Para su desgracia, la amable pareja que les dará alojo son John y Emma, los padres de Mari, así que cuando éstos descubran que sus invitados son los responsables de tan brutal crimen, no dudarán en tomarse la justicia por su mano.


Probablemente la primera película de Wes Craven como director tendría un notable impacto en la sociedad de los 70, bien por la siempre polémica justificación de la venganza, bien por su alto contenido violento y sádico. Sin embargo, hoy día no deja de parecerme una película deficiente en todos los aspectos y muy especialmente en las labores de dirección y de interpretación. De ahí que en este caso, la idea del remake no me produjera demasiado rechazo. Al fin y al cabo, la posibilidad de mejorarla era mucho más factible que en otros casos, aunque eso no siempre asegura una mejor película.

Por lo pronto, la premisa argumental es bastante prometedora, aunque ya se sabe que este tipo de películas suelen tildarlas de fascistas o de hacer apología de la venganza y la violencia, como ya ocurre con los justicieros al margen de la ley tipo Harry Callahan o Paul Kersey (las de Charles Bronson), además de las recientes “Sentencia de muerte” –adaptación moderna de la de Bronson, precisamente- o “La extraña que hay en ti”. Son películas en las que se trata de justificar los actos de aquellos que buscan venganza a toda costa. Pero el conocido ojo por ojo nunca está exento de polémica y el debate moral siempre está presente.

La intención aquí no es abrir dicho debate (allá cada uno con su postura al respecto), aunque si me encontrará en la misma situación que los Collingwood, ignoro lo que sería capaz de hacer.

El odio y la impotencia se apoderan de nuestra pareja protagonista, que apenas duda luego en tomarse la justicia por su cuenta y darle su merecido al grupo de delincuentes y psicópatas que han maltratado y abusado de su hija. Una reacción nada disparatada si tenemos en cuenta los hechos. De todas formas, la entereza, ferocidad y maña con la que actúan los padres de Mari resulta a veces poco creíble, resultando éstos mejores asesinos que los verdaderos criminales.
Podríamos decir que la película se divide en dos actos. El primero atañe al secuestro de las dos chicas y a los abusos que sufren durante el mismo. Una vez se da por terminado el crimen y los secuestradores se refugian en la casa de los padres de su víctima, empieza el segundo acto, donde la violencia alcanza un mayor grado.

En líneas generales, la dirección de Iliadis es bastante correcta. No muy resultona, pero si resolutiva. La filmación de las escenas más violentas y depravadas no alcanza la cota de sadismo y repugnancia del film original, ya que aquí todo queda algo más suavizado y menos explícito. Pero aún así, el tramo final es bastante agresivo, actuando los verdugos de forma implacable y dejando regueros de sangre por todas partes. Así que de gore no falta, aunque sea poquito y ligero (dicho esto sin acritud alguna)

Las interpretaciones quizás sean el punto álgido de este remake, sobretodo en lo que respecta a los vengativos padres de Mari, interpretados por Tony Goldwyn, al que siempre recordaremos por su papel en Ghost, y Monica Potter, a la que descubrí en Con Air y que se ha dejado ver en películas tan dispares como Patch Adams, La hora de la araña o Saw. Ambos resultan creíbles en sus respectivos papeles, algo crucial para que el espectador sienta empatía y se ponga de su parte. Quizás el problema es que el guión no perfila demasiado bien los personajes ni profundiza en las relaciones familiares ni de unos ni de otros, quedándose todos en meros estereotipos (madre sobreprotectora, padre indulgente, criminales sádicos y salidos, etc.)

También el tramo final es el más previsible, pero eso ya resulta inevitable en la inmensa mayoría de películas, sean de terror o no.

El punto más negativo, en mi opinión, responde a lo gratuito de la última de las ejecuciones SPOILER -- Más que nada en la forma de cometer el asesinato, ya que el guionista deja al padre de Mari al mismo nivel de crueldad de sus víctimas. Acabar con Krug de esa forma tan original queda muy burro… fuera de lugar. Hubiese sido mejor dar por muerto al criminal cuando éste forcejea con sus atacantes -- FIN SPOILER

“La última casa a la izquierda” resulta ser un thriller de terror moderadamente violento y con un, en ocasiones, logrado suspense. Entretiene y es fácilmente digerible, aunque quizás los fans de la cinta original echen de menos el ambiente malsano y perturbador que imprimió Craven allá por el 72. Aquí todo es algo más convencional y, por qué no decirlo, más comercial.

Teniendo en cuenta el bajo nivel de muchos de los remakes de terror que están inundando nuestras carteleras, éste no está del todo mal siempre y cuando la original no te parezca gran cosa. Hay oficio delante y detrás de la cámara, pero el guión rinde menos de lo que la historia en sí podría ofrecer. No en vano, el comportamiento humano y sus límites/reacciones ante una situación extrema siempre pueden dar mucho más de sí. Véase sino Perros de Paja de Peckinpah o Defensa de Boorman. Claro que desde la óptica del horror y no del drama, poco más se puede ofrecer al espectador.


Lo mejor: las interpretaciones de los Collingwood al completo.


Lo peor: la gratuita ejecución de uno de los villanos.


Valoració personal: Correcta

miércoles, julio 01, 2009

"Ice Age 3: El origen de los dinosaurios" la saga sigue en forma


En el 2002, Blue Sky Studios entró con fuerza en el mercado de la animación CGI gracias a “Ice Age”, una divertida y agradable historia protagonizada por un grupo de animales prehistóricos, en plena edad de hielo, como su título bien indicaba. La cinta hizo una buena taquilla, entrando directamente a competir con las compañías que hasta el momento se repartían el pastel, es decir, Pixar y Dreamworks.

Con el éxito llegó la inevitable secuela, que costó un poco más pero que recaudó el doble que su antecesora. Así que con tan buenos números, sería de extrañar que la saga no continuase. Por este motivo, tres años después de Ice Age 2: El deshielo (para mí, algo inferior a la primera) nos llega una nueva entrega de las aventuras de Manny y compañía. Esta vez, el variopinto grupo tendrá que hacer frente ni más ni menos que a los dinosaurios.

El éxito de la franquicia es indiscutible, aunque no guste a todos por igual. Ahora bien, la inmensa mayoría, tanto aduladores como detractores, coincide en que la ardilla Scrat es lo mejor. Muchos ya piden un spin-off del animalito para su lucimiento en solitario, pero no sé yo si sus quebraderos de cabeza con las bellotas darían para una película (sería cuestión de probarlo)

Confieso tener cierta debilidad por estas películas. Lejos quedan de las maravillas que nos ofrece año tras año Pixar, pero las prefiero a muchas de Dreamworks. Por ello tenía interés en comprobar si esta secuela mantendría el nivel o, si por el contrario y como suele suceder en las terceras entregas (salvo raras excepciones), se empezaría a notar el desgaste de la saga. Pues bien, la respuesta no se ha hecho esperar.


En esta nueva aventura, Sid, Manny, Ellie, Diego y el resto de la dispar “familia” descubrirán un fascinante mundo bajo sus pies. Bajo capas y capas de hielo, se esconde una tierra dominada por dinosaurios, unas gigantes criaturas que se consideraban ya extinguidas. Como viene siendo habitual, la inconsciencia de Sid pondrá a nuestros amigos en serios apuros. Éstos deberán sortear todo tipo de obstáculos para tratar de rescatar a su amigo de las garras de una furiosa T-Rex. Por suerte, esta vez contarán con la ayuda de un nuevo y astuto aliado que los guiará por ese subterráneo lugar lleno de peligros desconocidos.


Bajo mi punto de vista, Ice Age 3: El origen de los dinosaurios no sólo mantiene el nivel de sus predecesoras, sino que lo supera moderadamente. Y eso es de elogiar teniendo en cuenta que estamos hablando de una tercera entrega.

No es que se hayan reinventado, pero sí han sabido sacar buen provecho del nuevo escenario y de las nuevas incorporaciones. Y es que los dinosaurios dan mucho juego en esta película, y Buck, la comadreja tuerta, es un personaje con cierto carisma.


Nuestros protagonistas son los de siempre. Sid sigue siendo un metepatas, Manny es tan sensato y calzonazos como la primera vez que conoció a la picarona Ellie, Crash y Eddie están como un cencerro y no hay remedio, y Diego no resiste a hacerse el tipo duro aunque todos sepan lo bonachón que es. Y por supuesto, Scrat sigue persiguiendo con locura desmedida a sus adoradas bellotas, a la vez que estrecha lazos de amor y odio con una hermosa y cruel hembra de su especie (Scrattie)

De nuevo, la unidad de esta extraña familia se pone a prueba. Nuevos conflictos, responsabilidades y ambiciones ponen en jaque al grupo. Por si esto no fuera suficiente, la aparición de un gigante dinosaurio y el posterior secuestro de Sid, provoca que Manny y el resto de animales se embarquen en otra emocionante aventura.

Como ya insinúo en anteriores párrafos, uno de los mayores alicientes de esta entrega son los dinosaurios y el mundo subterráneo en el que viven. Cambiar el escenario le sienta bastante bien a la saga, ya que le permite mostrar otra fauna y otra flora, además de poder introducir un nuevo personaje sin que la importancia del resto se resienta en demasía.

El peligro al que se enfrentan aumenta proporcionalmente al tamaño de sus rivales, y por ello la acción alcanza una magnitud mayor.

Pero por muchas novedades que se aporten, la película debe hacerse valer también por su historia y sus personajes. Eso lo han tenido muy en cuenta sus creadores y por eso han seguido cuidando el guión.

Como en las anteriores películas, el sentimiento de amistad incondicional sigue presente en la historia, y vuelve a ser el motor que la hace avanzar.

Los momentos más divertidos los vuelve a protagonizar Scrat. Sus secuencias, aunque ya nos resulten más previsibles, siguen siendo geniales, y Scrattie aporta su seductor y traicionero granito de arena. La ardilla, no obstante, no es la única que puede lucirse, y si bien los gags se reparten de forma un tanto desigual entre los personajes (demasiados para equilibrar la balanza), Sid vuelve a protagonizar secuencias bastante simpáticas (SPOILER -- la persecución colina abajo de los huevos; cuando cabrea al bisonte o cuando debe alimentar a las crías de dinosaurio FIN SPOILER)


Quizás el ritmo se resienta un poco al inicio, pero una vez entran en el mundo subterráneo, la aventura llena la pantalla y el film se hace realmente entretenido.

“Ice Age 3” llega, además, con la posibilidad de ser disfrutada en 3D, técnica visual muy de moda en los últimos años. Para mí, no deja de ser una pijada, sin más. Con esta película he podido comprobar su aportación al cine, y aunque tiene su gracia y puede hacer el visionado más atractivo, no deja de ser un ornamento estético que en ningún momento condiciona o influye en la calidad de la película. Si ésta es mala, el 3D no la hará mejor; a lo sumo, algo más digerible.

Para nuestra fortuna, aquí el 3D no es ni el fundamento ni el reclamo principal del producto (como sí ocurre en otras propuestas tipo “Viaje al centro de la Tierra”), y por tanto, la cinta funcionaría de igual forma con o sin él. Así que quién quiera pagar algo más por verla con las gafas de turno, es libre de hacerlo. Tampoco es que tenga unas secuencias suficientemente espectaculares como para que dicha técnica sea convenientemente provechosa.

Por lo demás, “Ice Age 3: El origen de los dinosaurios” es una divertida y muy entretenida cinta de animación para toda la familia, al igual que sus predecesoras. Cargada de buenos sentimientos (el valor de la amistad, el amor, la solidaridad, la paternidad/maternidad…) y un humor apto para todos los públicos (algunas bromas, como la del bisonte o la de los gases tóxicos, quizás sólo las entenderán los mayores). La historia es tan simple como efectiva, y los personajes siguen siendo entrañables, así que si eres fan de las dos anteriores, ésta debería gustarte.


P.D.: Esta vez, el pase de prensa fue en versión doblada al español. En ese sentido, puedo asegurar que no hay que lamentar la intromisión de ningún “famosete destroza películas”. El doblaje recae en profesionales del medio.



Lo mejor: los momentos de Scrat y Sid.

Lo peor: algún que otro chiste escatológico.


Valoración personal: Buena

martes, junio 23, 2009

"Corazón de tinta (Inkheart)", el poder de la palabra


Desde el abrumador éxito de “El señor de los anillos” (Oscars incluidos), son varios los estudios que han apostado por las producciones fantásticas de corte juvenil y/o infantil (aunque la obra de Tolkien quizás fuese más adulta de lo que aparenta), en un intento de repetir el logro –cinematográfico y taquillero- alcanzado por Peter Jackson. Desgraciadamente, ese potencial filón que los avispados productores encontraron se ha saldado con una abultada cantidad de películas mayormente decepciones y que en ningún caso han conseguido superar, igualar o tan siquiera acercarse al nivel de su mayor exponente en ésta década. Tan sólo el joven mago de J.K. Rowlin ha reventado las taquillas de medio mundo, y su alargada sombra parece perseguir y aplastar al resto de sus competidores.

Pero no siempre un decepcionante resultado económico se debe a la baja calidad de la cinta en cuestión. Sin ir más lejos, el excelente trabajo realizado en “Stardust” no se vio recompensado con una buena taquilla, sino más bien todo lo contrario. Otras, en cambio, fueron dignas merecedoras de ser un fracaso, como la mediocre Los Seis Signos de la Luz, que se saldó con terribles críticas (no era para menos), o la fallida La Brújula Dorada, que aunque quizás no fuera tan horrible como algunos la pintaron, fue uno de los fracasos más sonados del 2007, “provocando” que la New Line Cinema se fuera a pique. Algo similar al descalabro económico que supuso “La isla de las cabezas cortadas” para Carolco Pictures.

Las Crónicas de Narnia: El León, la Bruja y el Armario llenó las arcas de la Walt Disney, pero sus críticas fueron tan dispares que el público ya no picó con la secuela. Eso sí, gracias –es un decir- a otro estudio, la Fox, la saga no se quedará descolgada como le ha pasado a sus semejantes, y seguramente tendrá tercera entrega para regocijo de sus fans.

Otras producciones, más pequeñas y modestas en recursos e intenciones, han pasado más bien desapercibidas entre el público. Es el caso de Un Puente hacia Terabithia o Las Crónicas de Spiderwick, pequeñas películas algo más estimables (dentro de lo gastado que está el género) pero que no han tenido mucha repercusión.

Corazón de tinta (Inkheart) no tiene unas grandes pretensiones, pero ha costado 60 millones de dólares y de momento el público no parece lo suficientemente entusiasmado con el resultado, como para que la inversión resulte rentable.

La película está dirigida por Iain Softley (La llave del mal, K-Pax), y adapta la novela de mismo título escrita por Cornelia Funke, que fue un éxito inmediato cuando se publicó en 2003. Esta es la primera de una trilogía compuesta por un segundo libro titulado Sangre de tinta y un tercero, Muerte de Tinta. Desgraciadamente, si la carrera comercial de esta primera adaptación no mejora, me da a mí que las otras dos se quedarán sin su versión en pantalla.

La cinta nos cuenta la historia de Mortimer "Mo" Folchart (Brendan Fraser) y su hija de 12 años Meggie (Eliza Hope Bennett). Ambos comparten una gran pasión por la literatura, pero lo que la niña desconoce es que su padre tiene el don de hacer que los personajes de los libros cobren vida con sólo leer en voz alta. Pero no todo es tan bonito como suena, y por cada personaje de un libro que se trae a la vida, una persona real debe ocupar su lugar.

Tiempo atrás y sin conocer aún que poseía ese don, Mo trajo a nuestro mundo a unos malvados seres de fantasía, y su llegada significó la desaparición de su amada esposa.

Tras años de insatisfactoria búsqueda, por fin Mo ha logrado encontrar “Corazón de tinta“, el libro que leyó nueve años atrás y con el que podrá recuperar a la madre de Meggie. Desgraciadamente, Capricornio (Andy Serkis), el malvado villano que surgió de ese cuento, anda detrás de sus pasos y con unos intereses más perversos para con el libro. Mo, Meggie y un variopinto grupo de aliados, tanto reales como imaginarios, harán frente a Capricornio y a sus secuaces en una lucha repleta de seres mágicos.


Si películas como “Ed Wood” o “Cinema Paradiso” son cine dentro de cine, la novela “Corazón de tinta” es literatura dentro de literatura. A los personajes de la historia les gusta la lectura, por lo que la cantidad de referencias a otras novelas y cuentos es abultada. De hecho, podríamos considerar la obra de Cornelia Funke un cariñoso homenaje a la literatura fantástica. Y todo mediante el don de Mo, el personaje que aquí interpreta Brendan Fraser.
Desgraciadamente, pienso que a ese don se le podía haber sacado mucho más partido. Las posibilidades que ofrece el hecho de que los personajes u objetos de los cuentos puedan cobrar vida en el mundo real, es algo que da mucho juego, pero la película -y supongo que si es fiel, también la novela- no lo explota debidamente.

Algunas referencias son meramente anecdóticas o intrascendentes, mientras que gran parte de la atención se la lleva un único libro, El Maravilloso Mago de Oz, de L. Frank Baum (cuya adaptación musical, la de Victor Fleming, me encanta, dicho sea de paso). Es el libro al que más partido se le saca, pero quizás resulta demasiado reiterativo incidir siempre en sus páginas. Eso sí, el motivo de que sea este libro y no otro u otros, tiene por lo menos su justificación (SPOILER era el preferido de la madre de Meggie FIN SPOILER)

Otro problema es que los personajes no tengan una mayor consistencia o no estén lo aprovechados que debiera. Uno de los imaginarios, Farid, proviene de Las Mil y una Noches, pero su participación en la trama es tan trivial, que resulta de lo más prescindible. El personaje de la tía Elinor, interpretado Helen Mirren, tiene sus momentos, pero tampoco da mucho de sí. Y la madre de Meggie queda relegada al mero macguffin. Ella es el motivo que impulsa a los personajes a la acción, pero no es partícipe de ella. Es la mujer en apuros, y no hace nada más.

Por tanto, el foco de atención lo centran Mo, Maggie y Dustfinger (Paul Bettany), siendo el más interesante este el último por su ambigüedad, en el sentido de que pertenece a un bando o a otro según convenga. Esa dualidad lo convierte en el personaje más destacado e imprevisible, dentro de lo previsible que resulta todo. Es un tipo atormentado por la desgracia que le supone vivir alejado de su hogar; es un cobarde y un egoísta, que sólo piensa en sí mismo. Dustfinger además, se beneficia de la más que correcta interpretación de Bettany, que destaca un poco por encima del resto del reparto.


Brandan Fraser ya se está acostumbrando a este tipo de producciones infantiles y fantásticas, así que no le cuesta nada desenvolverse en el rol de padre aventurero. Gracias a Dios, esta vez se ahorra las payasadas a las que a veces recurre, y compone un personaje un poco más mesurado.

Quien pierde un poco el norte es Andy Serkis. Completamente histriónico y paródico en su actuación. Quizás es lo que pedía un villano de cuento y el actor lo haga aposta, pero su personaje está tan infantilizado, que en ningún momento supone un enemigo realmente amenazador. Juega con la ventaja del rehén, pero es más un malhechor de tres al cuarto.

El resto del reparto cumple correctamente con su labor. Eliza Bennett (Meggie) no resulta repelente ni odiosa, como ocurre a veces con los jóvenes protagonistas de este tipo de cintas. Y he llegado a la conclusión personal (muy personal), que son las niñas las que mejor componen este tipo de personajes. Me lo demostraron Abigail Breslin en “La isla de Nim”, AnnaSophia Robb en “Un puente hacia Terabithia” y Saoirse Ronan en “City of Ember”, por ejemplo. En cambio, sus homónimos masculinos me suelen sacar de quicio. Pero ya digo, que esto es una cuestión muy subjetiva.

La película podría haber sido mucho más imaginativa y desprender más magia de la que hace gala. Se hace entretenida, aunque empieza de forma un tanto apresurada, pierde un poco de fuelle hacia la mitad y recupera el ritmo en su tramo final. Precisamente, sus últimos 15-20 min. son los mejores y más intensos. No sólo porque haya un mayor y más espectacular despliegue de efectos especiales, sino porque también son los más emocionantes. Y emoción es precisamente de lo que carece el resto.

Corazón de tinta (Inkheart) es un correcto y blando entretenimiento familiar que probablemente entusiasme más a los peques que a los mayores. Y es que nada me quita esa sensación de que podía haber dado mucho más de sí; que el argumento ofrecía mayores posibilidades y caminos que explorar (quizás eso ocurra en las secuelas novelísticas).

Pedirle poco y/o llevarse a los críos, es la mejor manera de disfrutarla. Hace que añores tiempos mejores para la fantasía, pero agradeces que su resultado vaya acorde con sus pretensiones (ni muy arriba ni muy debajo de la media)

P.D.: Mención final al cuasi insignificante cameo de Jennifer Connelly, que hace de esposa de Dustfinger/Paul Bettany, su marido en la vida real.


Lo mejor: El personaje de Paul Bettany; el tramo final.

Lo peor: da mucho menos de lo que podía ofrecer; el villano.


Valoración personal: Correcta

miércoles, junio 10, 2009

Sin Título


En los últimos días he estado un poco alejado de la blogosfera. Habréis podido comprobar que no he respondido a los comentarios vertidos en mi última crítica y que tampoco he visitado los blogs de algunos de mis fieles lectores. El motivo es muy personal, y aunque no suelo airear mis asuntos privados en el blog, me he decidido a dar explicaciones para así dejaros más tranquilos (y por qué no, también para desahogarme un poco)

La semana pasada falleció mi padre y no tuve ni ánimos ni fuerzas para continuar con mis quehaceres diarios. He necesitado unos días de asimilación y de desconexión total de todo lo que me rodea. Pero ha llegado un punto en que debía tomar una decisión: o continuar encerrado en este mal trago o sobreponerme y seguir adelante. La segunda opción es la más difícil pero también la más realista.

La pasión por el cine me viene de mi padre, y por eso he decidido seguir con esta tarea que tantas satisfacciones me ofrece. Además, creo que me vendrá bien tener la mente ocupada.
Dicho esto, supongo que en breve me pondré manos a la obra con las actualizaciones. Tenía pendiente de colgar mi crítica de “Punisher: War Zone” (escrita desde hace semanas) y me hubiese gustado ver “Los mundos de Coraline” para daros mi opinión al respecto. Obviamente, todo esto se retasará un poco, pero intentaré, en la medida de lo posible, ponerme al día.

Gracias a todos por seguir ahí.


Saludos

martes, junio 02, 2009

"Terminator: Salvation" podría haber sido peor


Cuando nos enteramos de que la maquinaria de Hollywood planeaba una nueva franquicia de Terminator, la inmensa mayoría nos echamos a temblar (motivos no nos faltaban). Para muchos de nosotros, el nombre de ese letal cyborg seguía –y aún sigue- ligado exclusivamente a James Cameron; y sin él, sin su creador, las esperanzas de ver algo de calidad se reducen notablemente. Prueba de ello es la amada y odiada -más lo segundo que lo primero- tercera entrega de la saga o la prescindible serie de tv que recientemente ha sido cancelada.

Cuando supimos que el director elegido para tales menesteres iba a ser McG, responsable de esas dos infectas aberraciones de proporciones mastodónticas que fueron Los Ángeles de Charlie y su secuela, nuestros peores temores parecían hacerse realidad. Luego vino el fichaje de Christian Bale, imagino que para contrarrestar el pesimismo que el citado director causaba, y las aguas se calmaron un poco, aunque la sombra de la duda seguía inamovible sobre nuestras cabezas.

Entonces llegó un teaser tráiler que causó buena impresión a muchos de esos desconfiados (mientras otros permanecían/mos indiferentes), y a medida que se iba soltando más y más material, las impresiones hacia lo que McG nos estaba preparando, empezaron a tomar otro rumbo bien distinto. La esperanza se abrió paso entre la desconfianza, y la posibilidad de resucitar por el buen camino una franquicia que jamás debió ir más allá de dos películas, empezaba a resultar factible para algunos (para otros, la pirotecnia mostrada no era más que un cebo de dudosa fiabilidad)

Pues bien, la hora de la verdad ha llegado. Terminator: Salvation ha aterrizado en las pantallas estadounidenses y pronto la hará en las españolas. Por el momento, su acogida ha sido un tanto fría y decepcionante por tratarse de quién se trata, pero la última palabra la tienen los millones de espectadores que aún quedan por verla, pues si la saga continua, no hay duda que será gracias a la taquilla internacional (como muchos otros productos comerciales, para qué negarlo)


La historia del film transcurre en un post-apocalíptico 2018, en el que John Connor (Christian Bale), es el líder decisivo –y uno de los más apreciados- de la resistencia. Tras los acontecimientos de “El día del juicio final”, los humanos intentan sobrevivir como humanamente pueden (valga la redundancia), luchando encarnizadamente contra el temible ejército de Skynet, o bien escondiéndose de él. Pero el futuro que le espera a esos supervivientes no es nada alentador. Las máquinas cada vez dominan más terreno y los intentos de acabar con ellas se ven continuamente frustrados.

Una brecha de esperanza a la par que incertidumbre se abre con la llegada de un tal Marcus Wright (Sam Worthington), un extraño cuyo último recuerdo forma parte de un pasado casi olvidado. Connor deberá decidir si Marcus ha sido enviado para acabar con él o bien si es el aliado que necesitaban para poder derrotar, de una vez por todas, a Skynet.


Esta cuarta entrega de la saga es, en cuanto a su contexto se refiere, lo que debió haber sido la tercera. Mientras que aquella se limitó a repetir el esquema argumental de sus predecesoras pero, a gusto de un servidor, con muchísimo menos talento y peores resultados (y aún menos, imaginación), ésta se centra directamente en la guerra entre humanos y máquinas, situando la historia en ese futuro que ya se avecinaba en las anteriores entregas. Digamos que esa es su mayor baza, ya que da un paso al frente y desarrolla -o lo intenta- aquello que muchos deseaban ver y que Cameron nos mostró a modo de flashbacks en sus dos peliculones.

No obstante, este futuro post-apocalíptico ya no nos sorprende demasiado, ya que otras películas nos lo han mostrado con anterioridad, ya sea de una forma o de otra. Aún así, esa ambientación tan deudora de Mad Max, resulta convincente (no se esperaba menos de una superproducción), aunque no es tan opresiva como Cameron la imaginó (quizás también porque se sitúa un tiempo antes de la creación de los implacables T-800).

Este futuro es sucio y caótico, y el enemigo domina todos los terrenos posibles. Por tierra, mar y aire, Skynet reparte su ejército de máquinas, que va desde los arcaicos T-600 hasta gigantescos robots, pasando por motos o “gusanos” acuáticos, además de las ya conocidas patrullas aéreas (¿por cierto, donde han ido para los “tanques” y los lásers?) Tanto engendro mecánico no es más que un intento facilón de darle una mayor espectacularidad a una saga que se ha caracterizado sobre todo por la innovación técnica y por el fantástico diseño de sus robots. Obviamente, a día de hoy, poco hay que nos sorprenda, así que han optado por ofrecer al espectador mayor diversidad de máquinas con las que batirse en duelo. A fin de cuentas, el “Universo Terminator” puede ser, en ese aspecto, lo infinito que se quiera, aunque pienso que el robot gigante estaba de más (que sí, que está chulo, pero se me antoja demasiado avanzado respecto a sus compañeros T-600)

Con ese desolador escenario y con tanta máquina de por medio, la cinta parece que promete, pero hay ciertos lastres que le impiden ir un poco más allá del simple producto de acción que es.

Por un lado, tenemos una historia con unas ligeras pretensiones épicas y profundas que nunca se llegan a cumplir, básicamente porque sus personajes son planos o están desaprovechados, y la acción es tan continua que apenas nos da tiempo a sentir algún tipo de apego por alguno de ellos. No ayuda tampoco el hecho de que John Connor esté algo desdibujado y que haya cedido parcialmente su protagonismo al recién llegado Marcus Wright (Sam Worthington). Aquí Connor no sólo no es líder legítimo de la resistencia (recibe órdenes de unos superiores, aunque luego se las pasa por el forro, que para algo es quién es), sino que además la historia parece centrarse más en la figura de Marcus, algo que termina siendo un obstáculo para apreciar a ese Connor maduro y salvador de la raza humana que tanto ansiábamos ver personificado en la gran pantalla.

Esto es algo muy subjetivo, pero considero que Connor debió ser el centro de atención de la trama y el motor que la hiciese avanzar. El personaje de Marcus es interesante y en cierto modo se puede considerar como la única novedad provechosa que se han sacado de la manga los guionistas (la diversa parafernalia robótica es atractiva, pero nada meritoria a nivel argumental), pero su presencia eclipsa a uno de los personajes que más identifica esta saga.

Esa sensación a “secundario de lujo” se acentúa especialmente con el personaje interpretado por Bryce Dallas Howard, que de haberlo eliminado del guión, éste apenas se hubiera echado de menos. La intervención de la actriz y por ende, su personaje, quedan totalmente desaprovechados. Es de suponer que ésta cobrará mayor relevancia en las secuelas venideras, pero no es excusa para no haberle dado un papel más amplio, sobre todo teniendo en cuenta el rol que desempeña.

Sorpresón al encontrarme al viejo Michael Ironside, puesto que no sabía de su participación en el film, aunque lamentablemente, es otro de los desaprovechados del guión.

El más destacable del reparto quizás sea Anton Yelchi, ya que Bale no deja de estar meramente correcto (tampoco puede hacer mucho con lo que le han escrito, por lo que Edward Furlong sigue siendo el mejor John Connor de la saga, y por méritos propios y ajenos) y el tan cacareado Worthington está algo sosete. Ignoro que habrá visto Cameron en él, pero siendo ésta su carta de presentación al público (luego lo veremos en “Avatar” y en el remake de “Clash of the Titans”), deja bastante que desear.

Moon Bloodgood no es la chica de la peli, porque no la hay, aunque su personaje es al que le han sacado más partido. Eso sí SPOILER la relación con Marcus resulta forzada y metida con calzador FIN SPOILER

Lo de Helena Bonham Carter casi podría considerarse un mero cameo.

Por tanto, queda claro que desarrollar los personajes no es el fuerte de McG, y por ello el director pone toda la carne en el asador cuando se trata de rodar las secuencias de acción; bastante espectaculares y trepidantes en su mayoría, aunque alguna que otra, excesivamente mareante. Los efectos especiales son solventes y ayudan a darle credibilidad al asunto, si bien son pocas las escenas que quedarán para el recuerdo.

La nostalgia es un factor clave que han tenido muy en cuenta los guionistas, así que al ya conocido cameo digital de Schwarzenegger se le une un repertorio de frases ya conocidas que han sido pronunciadas a lo largo de la saga por sus protagonistas, y que aquí se reparten Bale (Connor), Worthington (Marcus) y Yelchi (el joven Kyle Reese; Michael Biehn en la original) para sacarle una sonrisa al espectador más cómplice.


La banda sonora de Danny Elfman es bastante adecuada, con sonidos estruendosos, contundentes y metálicos. Realmente enérgica (más de la que lo son las imágenes), pero que recicla un poco de la partitura de Brad Fiedel (compositor de las de Cameron, para el que no lo sepa o no recuerde). Así es como parte de la theme clásica de Terminator se deja entrever al final de los créditos iniciales (para eso, o la incluyes entera o no la incluyes) y también cuando aparece por primera vez el T-800, que probablemente sea el momento cumbre de la película, por no decir el único realmente emocionante (por la nostalgia más que por otra cosa). Claro que no deja de ser un rostro digitalizado del verdadero Chuache, así que aunque parece que se lo han currado, no deja de resultarnos demasiado artificial (un animatrónic quizás hubiera quedado un poco más creíble)

Por tanto, esa falta de intensidad, de emoción y de calado en los personajes, se intenta amortiguar o directamente suplir con un no parar de explosiones y persecuciones. Acción por un tubo y millones de dólares invertidos para darle empaque de blockbuster veraniego. En ese sentido, los más conformistas o menos exigentes, se darán por satisfechos. Como película de acción y entretenimiento cumple de forma aceptable aunque no muy entusiasta (nada nuevo bajo el sol). Como película de Terminator no avanza mucho en la trama (nos quedamos tal cuál estábamos), y más bien parece un acelerado aperitivo de lo que puede ser el resto de la franquicia. Se asientan las bases de esta presumida nueva trilogía, así que lo mejor es ir con las expectativas bajas para no llevarse ningún chasco. En mi caso, no las tenía todas conmigo y después de su mejorable taquilla y las terribles críticas, esperaba encontrarme algo muchísimo peor de lo que finalmente he presenciado. Aún así, considero que el único que puede sacarle verdadero jugo a Terminator y regalarnos un buen peliculón es James Cameron, pero al menos McG y su equipo no se han suicidado en el intento (aunque habrá opiniones de todo tipo)

Mejor que “Terminator 3: La rebelión de las máquinas” (de calle), aunque sigue quedando lejos de lo ofrecido en las dos primeras. Dicho esto, si sois de los que disfrutaron con la tercera, ésta cuarta no debería ser menos.


Lo mejor: funciona como entretenimiento post-apocalíptico.

Lo peor: personajes planos, poco desarrollados o incluso desaprovechados; el protagonismo de Marcus en detrimento de John Connor.


Valoración personal: Correcta

martes, mayo 19, 2009

“12 Rounds” with a Vengeance. Cena emula a Willis.


Parece que los responsables de la WWE han encontrado un buen filón en esto de producir películas para el lucimiento de sus fornidos luchadores. Empezaron con una de terror, See No Evil (Los Ojos del mal) para Kane, y luego le siguieron dos de acción: The Marine (Persecución Extrema), con la que debutó John Cena, y The Condemned (La isla de los condenados) protagonizada por Stone Cold/Steve Austin (al que veremos en The Expendables del tito Sly). Y parece que podría estarse preparando otra para Triple H, quién ya tuvo un breve papel en Blade Trinity (además de diversas apariciones en series de tv)

Aunque intenten hacer de ellos las nuevas estrellas del cine de acción, aún les falta mucho rodaje para alcanzar a viejas glorias como Swarzenegger o Stallone. Es cierto que están empezando y sus carencias interpretativas saltan a la vista, pero uno más o menos puede intuir de lo que estos tipos son capaces, y la mayoría de ellos están incluso muy lejos de tener la gracia de un Dwayne “The Rock” Johnson (otro salido de la lucha libre)

“12 Rounds” es la segunda cinta que protagoniza John Cena, y esta vez han decidido contar con un viejo conocedor del género, Renny Harlin, para que dirija todo el cotarro. Harlin lleva décadas sin levantar cabeza, y lo mejor de su filmografía siguen siendo “La Jungla 2: Alerta Roja”, “Máximo Riesgo” y “Las Aventuras de Ford Farlaine” (y en mi opinión, la infravalorada “La isla de las cabezas cortadas”). Después de éstas, ha ido cascándose un truño tras otro, aunque quizás “Cazadores de mentes” sea, siendo generosos, lo más potable que ha hecho en los últimos años.

Con esta especie de plagio descarado de “Die Hard with a Veangeance” (aka Jungla de Cristal: La venganza), Cena intenta emular al Bruce Willis de aquella metiéndose en la piel de Danny Fisher, un detective que se las verá crudas intentando rescatar a su novia, víctima ésta de un secuestro perpetrado por Miles Jackson, un astuto criminal en busca de venganza. Al igual que en los campeonatos de boxeo, Danny tendrá que aguantar doce asaltos que Miles ha maquinado en forma de pruebas de alto riesgo en las que el detective se jugará el cuello. Superar un asalto le llevará al siguiente, y así sucesivamente. Si los supera todos, tendrá la oportunidad de salvar a su chica, pero si falla, ambos morirán.

No tengo reparos en admitir que “The Marine” fue un placer culpable. Una cinta de acción tan casposa como entretenida, con cierto regustillo ochentero y que no se tomaba muy en serio a sí misma (me recordó a “Commando” de Chuache). Pero “12 Rounds” es todo lo contrario. Tiene un estilo visual muy actual y extremadamente videoclipero, algo más bien impropio de Harlin (y más cercano a un Tony Scott), quien parece además haberse sumado a la moda de la cámara en mano. En ese sentido, recuerda mucho –salvando las distancias- a las películas de Bourne dirigidas Paul Greengrass, en donde la cámara no para quieta ni para las conversaciones estáticas. Este recurso se utiliza para acrecentar el frenetismo de la acción, pero a mí por momentos me resulta exasperante y muy cargante (Dios bendiga el trípode y los raíles). Por lo menos, las escenas de acción propiamente dichas ya son más parecidas a la vieja escuela, y ahí Harlin no marea tanto la cámara.


La trama, como ya he insinuado anteriormente, es casi un calco a lo ya visto en la tercera entrega de La Jungla, sólo que esta vez añadiendo el componente del secuestro y, claro está, cambiando un poco las situaciones que tiene que afrontar el protagonista. Pero las pautas que se siguen son las mismas: el prota recorre la ciudad de un lado a otro, con un tiempo límite determinado, con bombas de por medio, descifrando algún que otro acertijo y recibiendo instrucciones del malo maloso vía teléfono. Y no sólo el villano comparte las mismas motivaciones que tenía Jeremy Irons en aquella SPOILER -- todo el jueguecito orquestado en post de una venganza, no es más que una medida de distracción para hacerse con un montón de dinero --FIN SPOILER sino que además SPOILER-- mueren de la misma forma: dentro de un helicóptero que vuela en pedazos --FIN SPOILER

Pero John Cena no es Bruce Willis, y su nula capacidad actoral le pasa factura en más de una ocasión (en los momentos dramáticos, especialmente). Además está falto del sensacional carisma que derrochaba Willis, y su personaje, el detective Fisher, no está tan bien construido como el genial McClane. Y es que resulta un héroe más bien insípido y poco amenazador, siendo el villano el que tiene la sartén por el mango en todo momento (y eso que no tiene a un séquito de mercenarios a su disposición)

De todas formas, los minutos iniciales son bastante interesantes y prometedores, y aunque luego vaya por la vía fácil y plagiadora, no se puede negar que es una cinta de acción bastante entretenida y que apenas da respiro al espectador. No tiene una espectacularidad demasiado llamativa pero las secuencias más trepidantes están bien resueltas. Los personajes secundarios aportan su granito de arena a la trama y eso ayuda a darle un empaque mayor a una historia que sustenta casi con pinzas.


El inverosímil final estropea un poco el conjunto SPOILER -- lanzarse al vacío desde un helicóptero en marcha, a una altura considerable y cayendo en una piscina sin sufrir rasguño alguno, no se lo creen ni ellos. Sus huesos, como mínimo, deberían haber dado con el fondo de la piscina. Además no tiene mucho sentido que el villano active una bomba que le vaya a matar también a él -- FIN SPOILER

Si mezclamos en una coctelera un poco de Jungla de Cirstal: La Venganza y Speed (la chica de la película con explosivos atados a su cuerpo o la trampa en la que cae el compañero del prota, parecen sacados del film de Jan De Bont) y lo agitamos bien, tenemos como resultado “12 Rounds”, un pasable entretenimiento de un director en horas bajas, para exclusivo lucimiento de un luchador de la WWE dispuesto a dar mamporros también en el cine.
No encostrareis aquí grandes diálogos, ni personajes/actores carismáticos, pero si a esta copia barata de Die Hard no le exigís demasiado, puede no ser una mala opción para pasar la tarde y desconectar el cerebro durante algo más de hora y media. Un servidor la prefiere a cosas como Wanted o Transporters 3, aunque intuyo que en España irá directa al videoclub -en USA se estrenó en marzo con una recaudación paupérrima- como ya lo hizo The Marine.

Por cierto, a ver si para la próxima a John Cena no le secuestran la novia… xD


Lo mejor: entretiene

Lo peor: copia lo mejor de otras películas pero con resultados menos satisfactorios.



Valoración personal: Correcta

martes, mayo 12, 2009

“My Bloody Valentine 3-D”, lo que bien empieza… ¿bien acaba?


Parece que las carreras cinematográficas de los dos hermanos Winchester -Dean/Jason Eckles y Sam/Jared Padalecki- están siguiendo senderos similares. Mientras saborean el éxito televisivo con la estupenda y absolutamente recomendable “Supernatural”, entre temporada y temporada se dejan caer en alguna cinta de terror juvenil que eleve un poco más su caché (o lo hunda, según se mire). Para más inri, en sendos casos, se ha tratado de un remake de un slasher ochentero (aunque “Sam” le lleva un remake de ventaja a “Dean”, ya que en el 2005 participó en -la nada desdeñable- “La casa de cera”)

Así, a principios de año, nos llegaba el “nuevo” Viernes 13 con Padalecki a la cabeza, mientras que ahora es Eckles quien se pone delante de la cámara para My Bloody Valentine 3D, remake del film homónimo –pero sin el 3D- de 1981.

La ventaja con la que me enfrento a este enésimo remake, es que esta vez no he visto la cinta original, por lo que no puedo decir si esta versión actualizada es mejor o peor, o si tiene o carece de sus mismos defectos y virtudes. Tampoco conozco la historia e ignoro si hay cambios en ella, por lo que la previsibilidad se basa únicamente en el conocimiento de los cánones ya establecidos en el género slasher. Vamos, que un servidor sabe lo que va ocurrir simplemente porque ha visto decenas de películas iguales, y no porque ya conozca la trama de antemano (aunque aquí creo que las sinopsis de una y de otra tienen un punto de partida distinto, y por tanto, el móvil del asesino también cambia)

Lo que parecía un terrible accidente en una mina, resultó ser una masacre. El único superviviente de ella, el minero Harry Warden, resultó ser el asesino que acabó con la vida de sus compañeros. Cuando Warden despertó del coma profundo en el que le dejó la explosión en la mina (con la que pretendía oculta su crimen), regresó a ella y empezó a matar a todos los jóvenes que allí se encontraban celebrando el día de San Valentín. La llegada de la policía logró evitar más muertes y a Warden se le dio por muerto.

Ahora, 10 años más tarde, los supervivientes de aquél terrible día comprobarán con sus propios ojos que el minero asesino ha vuelto de su tumba y que no descansará hasta matarlos a todos. Pero… ¿es realmente Harry Warden el asesino? ¿Ha vuelto de la muerte en busca de venganza o jamás murió?, ¿Acaso es un imitador?


Dentro del cine de terror, el subgénero slasher es, tras el paso de los años, uno de los más desgastados. Pautas sencillas repetidas una y otra vez hasta la saciedad han dejado la originalidad y el factor sorpresa bajo mínimos, por lo que uno termina exigiéndole poco a este tipo de productos, siempre y cuando estos no aburran, las muertes tengan su atractivo, los protagonistas no sean demasiado paletos (los adolescentes con el cerebro en encefalograma plano y las hormonas disparadas ya cansan) y la trama tenga un mínimo de interés.

En base a esas mínimas exigencias, podríamos decir que este “My Bloody Valentine 3-D” cuenta con un par de puntos a su favor. Por un lado, están las muertes, salvajes y más o menos creativas; y por el otro, está el suspense, que se basa en averiguar quién es realmente el asesino (aunque esto luego se vuelve en su contra, y más adelante explicaré por qué)

Sobre lo primero, decir que nuestro “querido” psychokiller se las ingenia todas para matar a sus víctimas de una forma original usando sólo el pico (y en algún momento, hasta la pala)

Cráneos agujereados, desgarrones por aquí y por allá… pero sobre todo, mucha hemoglobina para estucar el escenario del crimen. Todo un artista del pico, sí señor. Es en estas escenas –entre otras- donde particularmente se ha empleado el uso del 3D, para así enfatizar los asesinatos y darle una mayor espectacularidad. Y es fácil distinguirlas aún sin verlas en una sala 3D.


Soy de los que opinan que el “invento” del 3D en algunas secuencias es una pijada del copón. Podrá tener su gracia, no lo niego, pero no es más que un efectismo más (y probablemente, del todo innecesario). Aunque no me opongo a ello siempre y cuando no se convierta en el único valor y reclamo de la película.

En cuanto al suspense, este podría recordar al de cintas tipo Scream, en el que tanto el espectador como los protagonistas intentan adivinar quién es el asesino enmascarado. Sospechas de uno, luego de otro… y así hasta que llega el final y descubres si tus deducciones eran acertadas o no. Ese es el sustento de la trama, y uno de sus puntos fuertes…. hasta que llega la absurda, tramposa e insultante resolución final.

Todo lo que estaba haciendo de My Bloody Valentine 3-D un slasher medianamente entretenido y eficaz en sus pretensiones (ya sabéis… mucha sangre, muchos cadáveres y algún que otros desnudo totalmente gratuito), se va al garete por uno de esos giros finales en los que te das cuenta que, minutos antes, el director ya te estaba tomando el pelo a base de bien (SPOILER-- la escena de la mina con Eckles encerrado es un engañabobos y no tiene justificación alguna; ni las alucinaciones de su personaje cuelan como excusa, por mucho que así lo pretendan – FIN SPOILER)

No me importa que despisten mi atención, que me hagan dudar o que incluso me embauquen, pero que eso último lo hagan sin trampas, sin tomarme el pelo. La última vez que esto se lo perdoné a alguien fue a Alexandre Aja y su “Alta tensión”, pero ya empieza a cansar que tomen al espectador por idiota, así que al Sr. Lussier no se lo perdono. Y para colmo y rayando lo absurdo SPOILER—el asesino sobrevive a una explosión de gas que ocurre a un palmo de su cara, para encima luego no mostrar más que unos arañazos y apenas quemaduras; dejando así la puerta abierta a una secuela… faltaría más –FIN SPOILER.

La unión de Patrick Lussier, director de la infame “Drácula 2000”, y Todd Farmer, guionista de “Jason X” (sin comentarios), no podía augurar nada bueno. Pero si obviamos ese final y alguna que otra incoherencia (SPOILER—esa oportuna aparición del viejo exsherrif, que no sabemos de dónde sale ni cómo sabe que el asesino está en la casa FIN SPOILER), podríamos darle un aprobado raspado, dado que a fin de cuentas, durante la mayor parte de su metraje, cumple como slasher. Tampoco se le podía pedir más y al menos no llega a extremos tan nefastos como con el remake de “Una noche para morir” (mala con avaricia) Pero entonces llega el desenlace y se descubre la estafa respecto al “misterioso” asesino.


Tampoco las interpretaciones son muy remarcables, incluso me duele admitirlo, pero Eckles es el peor de todos, estando Jaime King y Kerr Smith dentro de lo más aceptable (además de los veteranos)

Por tanto, salvando su a ratos asfixiante y malsana atmósfera, y sus gratificantes muertes (de lo mejorcito visto en un slasher reciente), My Bloody Valentine 3-D deviene en otro slasher del montón. Otro remake más a la pila de los “remakes de clásicos del terror de los 70-80” (y preparaos para cuando lleguen los de los 90).

Si perdonáis todo su tramo final (yo no puedo), su falta de credibilidad y previsibilidad, seguramente os entretenga lo suficiente como para no terminar maldiciendo los antepasados de sus responsables. De lo contrario, la sensación de timo y decepción planeará sobre vuestras cabezas.


Lo mejor: los asesinatos.


Lo peor: el tramposo final y otras incoherencias argumentales.



Valoración personal: Regular


P.D.: El Día de San Valentín, 14 de Febrero, es mi aniversario. Manda narices que escojan esta fecha para hacer películas de terror tan mediocres (no nos olvidemos de la nefasta “Un San Valentín de muerte”)

martes, mayo 05, 2009

"Star Trek", renovarse o morir


Quién me iba a decir a mí, años atrás, que me encontraría en una sala de cine –pase de prensa mediante- viendo una película de Star Trek. Y es que por mucho que adore la ciencia-ficción, la franquicia trekkie siempre se me ha resistido, tanto en su vertiente televisiva como cinematográfica. Pero después de llevar varios años condenada al ostracismo, siendo adorada casi exclusivamente por sus fans y teniendo un escaso éxito en taquilla, la saga resucita de sus cenizas tras una decena de películas, y lo hace de la mano de J.J. Abrams, creador de series tan populares como Alias o Perdidos (esta última, su mayor éxito en televisión).

Después de estrenarse como director con la tercera –y pese a sus carencias, entretenida- entrega de Misión: Imposible, y ser uno de los artífices de una de las campañas virales más sorprendentes de los últimos años para “Cloverfield” (aka Monstruoso….), película que produjo pero dirigió su amigo Matt Reeves, Abrams se ha puesto tras los mandos de una saga que, pese a sus altibajos, siempre ha tenido a un séquito de fans a su alrededor que la apoyaban con devoción. Por ello intuyo que esos fans recibieron la noticia con entusiasmo, si bien para el resto de mortales, su nuevo proyecto nos causaba algo de indiferencia.

Después de una larga espera, llegó un teaser tráiler que dejó boquiabiertos a propios y a extraños. El joven, actualizado y espectacular look que parecía lucir la nueva película no sólo hizo palpitar los corazones de los trekkies, sino que además captó la atención de aquel grupo de indiferentes -servidor incluido- que no tenían interés alguno por una enésima película de Star Trek. Por tanto, el mérito del Sr. Abrams es por partida doble: por un lado, ha conseguido reiniciar una franquicia que parecía destinada al olvido; y por el otro, la ha hecho atractiva y asequible a todo tipo de público, y no sólo al fan. Y por ese último motivo estoy yo aquí, para daros la humilde opinión de un espectador ajeno a la trekkiemanía.

La undécima entrega de la franquicia pretende ser el punto de partida desde el cual empezó todo. Tenemos ante nosotros a un joven James T. Kirk (Chris Pine), un chico cuya rebeldía le ocasiona más de un problema. Esa actitud de “estar de vuelta de todo” parece alejarle del prometedor futuro que le aguardaría si supiera aprovechar todo su potencial para fines más loables. Luego tenemos al inteligente Spock (Zachary Quinto), un tipo sereno y responsable que debe soportar el menosprecio de los de su propia raza por ser fruto de un Vulcano y una humana. Además, esa característica le hace susceptible a la inestabilidad emocional, siendo más impulsivo que el resto de los vulcanianos.

Estos dos jóvenes, aparentemente tan distintos entre sí, deberán hacer un frente común para detener al malvado Nero (Eric Bana), un Romulano que, movido por la sed de venganza, pretenderá exterminar no sólo a la tripulación del Enterprise sino a todos los planetas que conformen la Federación. Ahora el destino de la galaxia y de millones de personas están en sus manos. La nueva tripulación del Enterprise, liderada el Capitán Christopher Pike (Bruce Greenwood), está lista para emprender esta arriesgada misión.


En los últimos tiempos, la mejor manera de reiniciar una franquicia es tirando del formato precuela. Así se ha hecho con superhéroes, con icónicos psichokillers setenteros y ochenteros, y hasta con los jedis de Star Wars. Obviamente, los resultados no siempre son los esperados, pero sin duda es la mejor forma para atraer tanto al público nostálgico como a las nuevas generaciones.

Con Star Trek se ha optado por la misma fórmula, pero con ciertas variaciones/aportaciones que la alejan de ser una precuela al uso. Hay un elemento crucial, y que prefiero no relevar para mantener intacta la sorpresa, que la distancia de ser un “origins” típico y tópico.

Es cierto que tenemos delante a los jóvenes que se convertirán en la tripulación del Enterprise que todo fan conoce. Se nos cuenta quiénes son y cómo van a parar al equipo de reclutas que podrían formar dicha tripulación. Es una presentación de las relaciones iniciales que hay entre todos los personajes y el cómo llegan a los puestos que ocuparán en un futuro. Pero además de eso, se introducen nuevos elementos que le dan a la saga una nueva dimensión. Por ese motivo, lo que tenemos delante es, ante todo, una reinvención en toda regla que pondrá patas arriba la historia de Star Trek. Y ahí es donde los fans deberán ser más permisivos…

Creo que Abrams ha intentado ser respetuoso con el material con el que ha contado, pero eso no le ha privado de introducir cambios que darán otro rumbo a la franquicia. Esos cambios tiene una justificación lógica –que puede gustar o no- en ese spoiler que os quiero ahorrar. Una vez aceptadas las nuevas condiciones, no hay más que dejarse llevar por el vibrante espectáculo y disfrutar de espléndidas batalles estelares y del agradecido humor con el que el director ha impregnado esta trepidante aventura espacial.

La cinta empieza con buen pie. Los primeros minutos son una delicia tanto por su espectacularidad como por su carga dramática. El villano de la película es el primero en hacer acto de presencia, y a partir de ese punto, se desencadenará el resto de la trama. Una trama que siendo la mar de sencilla –que no simplona-, resulta realmente efectiva.

Que el joven Kirk llegue a ser capitán del Enterpise es todo un proceso que se irá viendo a lo largo de la película. El primer obstáculo será él mismo; deberá cambiar de actitud y demostrar a todos que bajo esa fanfarronería se esconde un líder nato. El segundo obstáculo será Spock, el “orejas puntiagudas” con el que Kirk tendrá más de un enfrentamiento; ambos deberán limar sus diferencias por el bien común. Y el tercer obstáculo, y el más difícil de superar, es Nero, un furioso y vengativo Romulano que no conoce el perdón ni la compasión; está claro que si no aplaca sus planes, se puede ir despidiendo no sólo de capitanear la Enterprise, sino de la vida y del mundo que lo ha visto nacer y crecer.


Esta Star Trek es una apasionante aventura espacial como hacía tiempo que no se veía en la gran pantalla. Abrams ha sabido combinar a la perfección las escenas de acción con las de transición. No hay lugar para el aburrimiento, eso os lo aseguro. Desde el momento en que los personajes ponen un pie en la Enterprise, la película coge un ritmo trepidante que ya no suelta hasta el final.

Los efectos especiales y la ambientación son impecables. El pulcro diseño de escenarios y caracterizaciones del bando de los buenos, contrasta de forma conveniente con la decadencia y ferocidad del bando enemigo. La sofisticada tecnología de la Enterprise debe hacer frente a una fuerza mayor y hasta ahora desconocida. Estos Romulanos cuentan con mejor armamento, y sólo la audacia de Kirk y compañía podrá detenerlos. Así es como se dan lugar tanto batalles nave contra nave como duros enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Como ya he comentado antes, el humor es otra de las claves fundamentales de esta nueva entrega. La socarronería de Kirk y sus debates verbales contra Spock son algunos de sus mayores alicientes, aunque el resto de personajes también tienen su momento estelar. Diálogos ingeniosos (los fallidos intentos de ligoteo de Kirk con Uhura, por ejemplo) y simpáticas escenas, algunos de ellas rozando la hilaridad (de nuevo Kirk y sus “manazas”, el entrañable personaje de Scotty interpretado por Simon Pegg, o los problemas con el inglés del “benjamín” de la nave) son insertados con acierto en el momento justo, provocando la inevitable sonrisa – o incluso carcajada-en el espectador.

La dirección de Abrams es intachable. En ningún momento le tiembla el pulso, y maneja la narración con ritmo y energía. No se anda por las ramas ni se pierde en innecesarias subtramas. Pone las piezas en disposición y centra toda su atención en sus principales protagonistas, es decir, en Kirk, Spock y Nero. Es posible que se eche de menos un poco más de presencia de algunos secundarios, o incluso del propio villano, que se luce menos de lo esperado, pero cada tripulante - Uhura, Bones, Sulu, Chekov o Scotty- tiene su pequeño momento de gloria. Y en ese sentido, el reparto cumple con creces su labor.


Chris Pine, un guaperas al que no teníamos muy visto que digamos, se desenvuelve estupendamente en el rol del osado y chulesco Kirk. Para contrarrestar tanta arrogancia y evitar que el personaje nos caiga mal, éste también cuenta con sus debilidades. SPOILERS -- No es invencible, y más de uno del propinará una buena paliza; además la chica a la que desea la dará calabazas y, por si eso fuera poco, un enorme bicharraco le perseguirá para llenarse el estómago. --FIN SPOILERS

Spock/ Zachary Quinto es sobrio cuando toca, y feroz cuando le tocan la fibra sensible que ha heredado de su parte genética humana. Ni que decir que el personaje le viene que ni pintado.

Eric Bana realiza un convincente trabajo como el villano de turno. La caracterización y la mala leche que gasta, le convierten en un temible adversario.

El resto del reparto, desde la bellísima Zoe Saldana hasta el divertido Simon Pegg, pasando por los siempre solventes Karl Urban y Bruce Greenwood, cumple de sobras con su cometido.

Sorprende la presencia de un viejo conocido, Ben Cross, y el breve papel de una casi irreconocible Wynona Ryder. Además, y para deleite de los más trekkies, aparece Leonard Nimoy en su eterno y legendario papel de Spock. Y su presencia tiene una notoria relevancia en la trama, por lo que no se queda en un mero cameo de esos de “visto y no visto”.

Mención especial merece la portentosa banda sonora de Michael Giacchino, habitual colaborador de Abrams y que ya nos dejó esa magnífica –y única- pieza musical que sonaba durante los créditos finales de Cloverfield. Giacchino compone aquí una partitura plagada de rotunda y enérgica percusión, amenizada con sonidos más suaves y sosegados. Un acompañamiento ideal para gozar en un mayor grado de la acción y de los momentos más trágicos.

“Star Trek” de J.J. Abrams es un film disfrutable de principio a fin. Ignoro cómo se tomarán las novedades los más puristas, pero bajo mi punto de vista, se ha conseguido un entretenimiento de primera línea (y que ya quisieran las anteriores entregas). Si la saga sigue por esta nueva y fresca senda, que cuenten conmigo.

Una película totalmente recomendable tanto para los trekkies como para los que no lo son.


Lo mejor: el lavado de cara en general; el ritmo trepidante; las acertadas dosis de humor

Lo peor: el desconocimiento, el rechazo o incluso los prejuicios hacia Star Trek, puede hacer que muchos se pierdan uno de los blockbusters más recomendables del año.



Valoración personal: Buena

domingo, mayo 03, 2009

"X-Men Orígenes: Lobezno" ni tan buena ni tan mala


Tras filtrarse en la red un workprint de la película (una copia de trabajo sin pulir), los directivos de la Fox se pusieron las manos a la cabeza temiendo por el efecto negativo que eso podría ocasionar en la futurible taquilla de uno de sus blockbusters más esperados. La verdad es que pasados unos pocos días de su estreno, no se puede decir que dicha copia haya mermado en exceso la recaudación esperada, si bien tampoco estamos hablando del éxito rotundo que la Fox preveía. ¿Pero tiene el workprint toda la culpa, o se trata más bien de la desconfianza que ya de por sí provoca el estudio? Y es que en los últimos tiempos, la Fox se ha caracterizado más bien por llevar a la gran pantalla verdaderos despropósitos y, obviamente, a estrellarse con ellos en la taquilla.

Reconozco que nunca las he tenido todas con esta película, y por mucha espectacularidad que ofreciera el tráiler, había algo que me olía mal (llámalo intuición, llámalo sexto sentido o simplemente experiencia). Hasta ahora, la disparidad de opiniones acerca de su calidad no ha hecho más que confirmar mis dudas. Mientras unos la tachan de bodrio absoluto, otros lo hacen de peliculón; aunque luego hay unos terceros que se decantan por el término medio, dejándola como una película entretenida pero que podía haber sido mucho mejor. Para disipar dudas y saber a qué grupo pertenecía un servidor, no me ha quedado otra que comprobarlo por mí mismo y juzgar (es lo mejor que uno puede hacer cuando no se fía ni de los entusiastas ni de los catastrofistas)

X-Men Orígenes: Lobezno es un spin-off –de los varios previstos- de la saga cinematográfica X-Men, iniciada allá por el 2000 por Bryan Singer y finalizada, con una tercera entrega tan amada como odiada, por Brett Ratner en el 2006. Teniendo en cuenta que ya en estas tres cintas, el personaje de Lobezno (Hugh Jackman) contaba con gran parte del protagonismo, no era de extrañar que éste fuera explotado en una continuación para su exclusivo lucimiento y, ya de paso, para contarnos sus orígenes, como bien nos indica el título del film que nos ocupa.


Como precuela que es, ésta nos situa 17 años antes de los hechos acontecidos en sus predecesoras, narrándonos los inicios del proyecto Arma X y la forma en la que Lobezno convirtió sus huesudas garras en poderosas armas de matar recubiertas de adamantium (un material indestructible).
Engañado y traicionado, Logan (Jackman) se convierte en el conejito de indias del Coronel Stryker (Danny Huston) en sus experimentos con los mutantes. Jurando hacerle pagar sus fechorías y vengar la muerte de su novia en manos de Victor Creed (Liev Schreiber), Logan se “transforma” en Lobezno, un hombre lleno de rabia y dolor, reconvertido en un animal y movido únicamente por la sed de venganza. Ahora Stryker sufrirá la ira del monstruo que él mismo ha creado y Creed deberá asumir las consecuencias de su traición.


La Fox ha intentado por todos los medios amortiguar el efecto del workprint, y por ello se han esforzado en remarcar que la versión definitiva y la copia de trabajo ofrecen muchas diferencias. La verdad es que cualquiera lo diría, no ya porque muchos afirmen que son la misma película con algunos minutos y escenas de diferencia, sino porque sus efectos especiales, en algunas ocasiones, resultan tan bochornosos que parece que sigamos asistiendo a la copia inacabada y no a la definitiva. Un blockbuster de elevado presupuesto no debería presentar efectos especiales de saldo, ya que si hay un mínimo que se les pide a este tipo de productos, es que el dinero invertido sirva, por lo menos, para mostrar fx de calidad, algo que aquí ocurre de forma salteada. Y es que escenas perfectamente pulidas hacen compañía a otras que causan vergüenza ajena, algo bastante incomprensible para el estudio que produjo la trilogía original. O bien el presupuesto se les quedó corto o bien las prisas les hicieron hacer una chapuza (la escena de Lobezno frente al espejo es inadmisible en una producción millonaria de estas características)

Si gran parte del sustento de las películas de superhéroes son sus efectos especiales, está claro que la Fox ha cometido un error garrafal al exhibir un producto bastante desigual en ese aspecto. Sin embargo, eso motivo quizás sea insuficiente para despotricar de X-Men Orígenes: Lobezno. Miremos pues, más allá de sus efectos…

Hay un aparente esfuerzo por darle a la cinta no sólo espectacularidad, que la tiene pese a esos eventuales defectos especiales, sino también cierto empaque en el guión. La historia es atractiva de por sí, especialmente para los fans de la patrulla X y del personaje en cuestión. Vaya por delante que un servidor nunca ha leído los cómics en los que supuestamente se basa o inspiran dichos orígenes, así que no puedo juzgar la fidelidad con la que los guionistas han tratado la historia de Lobezno. Pero sí puedo juzgar lo que tengo ante mis ojos, y en ese sentido, me da la sensación que las lagunas argumentales son varias. No tengo claro si la idea era contar esos orígenes de forma apresurada o es que en la sala de montaje han hecho un verdadero estropicio a base de recortes y más recortes.


Para empezar, el reclutamiento de Logan y Victor Creed se me antoja excesivamente apresurado, así como su incorporación al resto del equipo que conforma Stryker. De golpe y porrazo, aparecen todos los personajes en pantalla, para durar apenas unos minutos (dedicados a la exhibición de sus superpoderes). Si bien lo más sangrante es que, bien avanzado el metraje, observamos que Logan tiene cierta amistad con alguno del grupo, como con John Wright, mientras que con otros, La Mole y el Agente Zero, no parece haber tan buen rollito. Pues en el caso de La Mole y de Wright, esas relaciones no quedan bien expuestas al inicio del film (lo contrario a Zero, que se nota que se caen mal nada más conocerse), y por ello desconciertan y parecen metidas con calzador, como si algo se nos escapara o no nos lo hubieran contado.

Pero lo peor es el uso irregular que se les da a todos esos personajes, algo que ya ocurría en sus predecesoras (especialmente en la tercera entrega). La presencia de algunos queda reducida casi a la nada, y se desaprovecha tanto al personaje como al actor que lo interpreta. En el caso de Gambito, aún podemos dar gracias que no queda relegado a un simple cameo y que su participación en la trama tenga relevancia para el devenir de la misma. Pero a Wade Wilson –entre otros- se le echan en falta más minutos, no ya porque su verborrea pueda dar más juego a la película, sino porque la idea de la Fox era hacer de este film una presentación trampolín para su propio spin-off, y el resultado deja mucho que desear (de pasarse los orígenes de Deadlpool/Masacre por el forro para convertirlo en un supermutante indestructible, prefiero no comentar nada, ya que tampoco soy un erudito en el tema)

También parece apresurado todo el proceso en el que las garras de hueso de lobezno pasan a ser de adamantium, además de infringir la coherencia que les une a la primera película de Singer sobre los X-Men (incluso en los breves flashbacks de aquella, había más carga dramática ¡y sangre! que en la que aquí se nos muestra). Por tanto, la unidad entre las distintas películas que conforman la trilogía queda algo descolgada, y eso debió tenerse en cuenta y corregirse nada más concebir el proyecto.

Más allá de eso, de lo que sí puede presumir la película es de tener a Hugh Jackman, que por sí solo llena la pantalla. El actor ha hecho suyo al personaje; se nota que se siente cómodo con él (me río yo de los puristas que lo tachaban de ser demasiado alto –argumento pueril donde los haya- para ser un buen Lobezno) y que se ha entregado a fondo para interpretarlo con dignidad. También Liev Schreiber como Victor Credd y Danny Huston como Stryker realizan un trabajo más que correcto, siendo estos los que más minutos comparten en pantalla con Jackman. Del resto no se puede decir nada malo, ya que son un visto y no visto, aunque me quedo con la simpática pareja de abueletes que ayudan a Logan en un momento de la película (y por supuesto, con la dulce belleza de Lynn Collins/Silverfox)

En cuanto a la dirección, Gavin Hood se ha prestado a lo que el guión le ofrece. Buenas secuencias de acción con otras excesivamente inverosímiles incluso para unos mutantes (la del helicóptero, por ejemplo). Una carga dramática ligera pero bien llevada, dados los antecedentes del director (ésta es su primera cinta de acción), unas dosis de humor bien administradas, buenas tomas aéreas… pero la narrativa es deficiente, dado el apresurado transcurrir de los acontecimientos. Eso y unas peleas en las que se nota demasiado el uso de los cables, le quita toda emoción al espectáculo.

Con sus más y sus menos, X-Men Orígenes: Lobezno consigue entretener al espectador. Pero se trata de un entretenimiento agridulce. Por una parte, podemos dar gracias a que no estamos ante un calamitoso despropósito, teniendo en cuenta que está producida por el estudio responsable de las recientes de Dragonball Evolution o Street Fighter. Pero la otra cara de la moneda es esa sensación de que un gran personaje como Lobezno, merecía una gran película, o por lo menos, a la altura de las de Singer (que tampoco es que me parezcan la hostia en vinagre, dicho sea de paso)

Unos efectos más pulidos, menos aglutinamiento de personajes y un poco más de metraje para desarrollar en condiciones tanto la historia como las características de cada personaje, hubieran dado como resultado una película mucho más disfrutable.

La película de Gavin Hood probablemente divierta a los devoradores de palomitas, ya que al fin y al cabo esa es su misión, pero no estaba de más pedirle un poco de consistencia al asunto. Para mí no es más que un liviano entretenimiento.


Lo mejor: Hugh Jackman.

Lo peor: algunos FX; la apresurada narración y los vacío argumentales; la sensación que de podía haber sido mucho mejor.


Valoración personal: Correcta