domingo, septiembre 25, 2011

“No habrá paz para los malvados” (2011) - Enrique Urbizu

critica No habrá paz para los malvados 2011 Enrique Urbizu
Prácticamente cada año estamos teniendo unas cuantas películas patrias que destacan por encima del resto de producción nacional. Películas arropadas por la crítica que aterrizan en nuestras carteleras con buena publicidad, buenas críticas y, de vez en cuando y si las fechas lo permiten, también con unos cuantos halagos y aplausos recibidos en festivales de cine (lo que siempre ayuda a captar la atención de los medios y a atraer al espectador de a pie a las salas)

Hace un par de años una de esas películas fue “Celda 211” de Daniel Monzón, cinta que luego fue generosamente premiada en los Goya (ocho estatuillas, nada menos, y algunas de ellas –no todas- más que merecidas). Este año la destacada, por unanimidad, está siendo “No habrá paz para los malvados”, dirigida por el bilbaíno Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado en su tercera colaboración juntos tras “La caja 507” y “La vida mancha”.

La historia transcurre en Madrid, en una fecha indeterminada a principios del s.XXI. Borracho y de camino a casa, el inspector de policía Santos Trinidad (José Coronado) decide hacer una parada en un club de alterne para tomarse la última copa. Debido a su embriaguez y a su mal carácter, Santos termina viéndose involucrado en un triple asesinato. Para mayor desgracia, un testigo de lo ocurrido logra escapar con vida del lugar. Temiendo que pueda incriminarlo, el inspector decide emprender una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. A medida que va estrechando el cerco sobre su presa, Santos va descubriendo una trama conspiratoria de mayores magnitudes…

Mientras tanto, la juez Chacón (Helena Miquel), encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino con la ayuda del agente Leiva (Juanjo Artero), viejo conocido de Santos.

Tras ocho años de silencio (si no contamos el episodio para Películas para no dormir), Enrique Urbizu estrena en nuestra cartelera su último trabajo como director y co-guionista, después de recibir una entusiasta acogida en el presente Festival de Cine de San Sebastián, donde compite en Sección Oficial por la Concha de Oro.

Aunque se trate de un tipo de película no muy frecuente en nuestra industria, tampoco nos resulta del todo desconocida. Y es que “No habrá paz para los malvados” es un thriller policiaco que bebe mucho del cine negro en la composición de sus personajes y ambientes, y en la estructura y desarrollo de la trama.

Nuestro principal protagonista es Santos Trinidad, un policía fracasado en lo profesional y en lo personal, entregado a la bebida y de vuelta de todo, que una mala noche (de tantas) comete el error de asesinar a sangre fría a tres personas. El segundo error que comete aquella noche, y que desencadenará los hechos posteriores, es que se le escape con vida un testigo ocular del crimen. En ese preciso instante, cuando toda moralidad y ética posibles ya han sido violadas, a Santos no le queda más remedio que mantenerse al margen de la ley para dar caza a su posible delator. En el transcurso de su particular investigación, se da cuenta que el individuo al que persigue no es un simple delincuente como los tipos a los que dejado tiesos horas antes. Avanzando en sus pesquisas, descubre que hay algo mucho más gordo detrás, y probablemente él sea el único que pueda evitar un mal mayor…


La trama se bifurca, pues, en dos flancos: por un lado, seguimos a Santos en el transcurso de esa investigación, descubriendo así, a medida que ésta progresa, la identidad e intenciones del testigo al que el inspector persigue tan concienzudamente; por otro lado, tenemos a la juez Chacón y a su ayudante yendo tras la pista del responsable de los tres asesinados en el prostíbulo, algo a lo que en un principio parece ser achacable a una ajuste de cuentas entre bandas (dos de las víctimas no es que fueran hermanitas de la caridad, precisamente) Y a medida que estos últimos le van pisando los talones a Santos, éste se va acercando cada vez más a su presa, desvelándose -y desvelándonos- el complot que se tiene entre manos.

De este modo, Urbizu consigue mantener en vilo al espectador por partida doble y durante prácticamente todo el metraje. Y es que estamos ante una de esas cintas en las que se nos exige estar bien atentos a todo lo ocurre en pantalla, sin perder detalle de las pistas que nos van soltando y de los nombres de personajes que se van citando continuamente.

Pese a poseer ritmo un tanto lento (y que no necesariamente debe traducirse como aburrido), el desarrollo de la historia logra mantener el tipo tirando de intriga y de protagonista. Y quizás la dirección peque de falta de intensidad (Urbizu sigue arrastrando esa frialdad que ya le caracterizó en “La caja 507”, y se echa de menos algo más de garra más allá de la presente en las –pocas pero suficientes- escenas de acción), pero queda compensada por una trama muy bien hilvanada y por un personaje, Santo Trinidad (el nombre ya es pegadizo), con muchos más matices de lo aparente.

José Coronado, actor que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción (y que según parece, lleva unos años reinventándose y resurgiendo de sus propias cenizas cuál Ave Fénix), asume el rol del inspector con suma convicción y contención, sin estridencias de ningún tipo ni excesiva chulería, algo que resulta característico en este tipo de personajes y que en este caso podría haber sido contraproducente. Y es que Santos Trinidad no es exactamente un antihéroe, aunque siga un camino cercano al de la redención. No es tampoco una persona agradable, pero eso él ya lo sabe. Es más, Santos es muy consciente del tipo de policía en el que se ha convertido, y de hecho se avergüenza de ello (cierta conversación en un bar nos lo revela), aún sin interés por ponerle remedio. Es de esos tipos que en pantalla nos atraen, aunque en la vida real quizás no quisiéramos tener nada que ver con ellos.


Santos camina entre el bien y el mal, poniendo a prueba sus límites y tanteando constantemente a la suerte, y aún así –o precisamente por ello- empatizamos con él y nos hacemos cargo de su tristeza, de su desgana, de su rabia contenida… De él quisiéramos saber más y pronto, pero Urbizu se resiste a soltarnos datos suficientes si no es a cuentagotas y dejando muchas dudas por medio, quizás para que no empaticemos demasiado pronto…

Ni esta película ni este tipo de personajes abundan en nuestro cine, pero no es menos cierto que todos ellos responden a estereotipos sobradamente conocidos dentro de este y de todos los géneros que abarca Urbizu en “No habrá paz para los malvados” (título, por cierto, sacado de un versículo de la Biblia: No habrá paz, dijo mi Dios, para los malvados). Desde Santos hasta su joven y fiel compañero (ese que siempre te cubre las espaldas hagas lo que hagas) encarnado por el televisivo Rodolfo Sancho, pasando por la implacable juez Chacón (una forzada y muy poco creíble Helena Miquel, una cantante –de agradable voz- que pretende ser actriz) o el conjunto de chusma que se dan cita aquí (proxenetas, traficantes, borrachos, drogadictos, terroristas…), cumplen con unos roles estándar. De ahí que incluso el propio Santos se permita alguna que otra licencia “películera” (el chascarrillo “Rock’n’Roll” sobraba un poco…)

Pero estos estereotipos, convenientemente ubicados dentro de un contexto patrio, es decir, con su pertinente transmutación cañí (por llamarla de alguna forma), son probablemente lo peor que podamos decir de esta película, ya que por lo demás, está muy bien armada; un thriller seco, turbio y, en última instancia, amargo. Quizás demasiado inflado, como ya suele ocurrir en estas ocasiones, por la crítica y la prensa, pero que no por ello deja de ser una propuesta recomendable para ese público ávido por ver buenos thrillers.

Además subyace, bajo ese manto de crimen y miseria urbana, una palpable crítica hacia aspectos socio-políticos que nos tocan de cerca, aunque no estemos hablando de una película marcadamente política (todo lo contrario). Digamos que pone la puntilla en la dejadez o simple ineficacia (amén de la corrupción) de nuestros departamentos de justicia, convirtiendo un hecho real (el 11M) en mera –pero plausible, por razones obvias- ficción. Y eso, seguramente, incomode a más de uno.



Lo mejor: el personaje principal, Santos Trinidad;


Lo peor: algún erorr de casting (Helena Miquel) y un ritmo un tanto lento.



Valoración personal: Correcta-Buena

domingo, septiembre 18, 2011

“Cómo acabar con tu jefe” (2011) - Seth Gordon

critica Cómo acabar con tu jefe 2011 Seth Gordon
Quién más quién menos ha tenido alguna vez (o tiene) un jefe odioso que le ha hecho la vida imposible en el trabajo. Esa clase de jefazo que aprovecha la superioridad de su cargo para hostigar psicológicamente a sus trabajadores. Cuando eso ocurre, al trabajador no le queda otra que pasar por el aro si quiere seguir conservando el empleo, por duras o insoportables que se le hagan las jordanas. De ahí que tampoco sea extraño que éste fantasee, de vez en cuando, con la idea de vengarse cruelmente del causante de sus quebraderos de cabeza. Una forma de hacerlo –algo radical, eso sí- es haciendo desaparecer el problema de raíz y para siempre, es decir, cargarse al jefe, darle matarile, borrarlo de la faz de la Tierra o cómo prefiráis llamarlo. Y eso es, precisamente, lo que planean hacer los protagonistas de esta historia.

Nick, Kurt y Dale son tres amigos asqueados por culpa del agobiante ambiente laboral que sufren en sus respectivos empleos. La única solución para hacer su rutina diaria más tolerable sería hacer desaparecer a sus insufribles jefes. Con la ayuda de unas copas de más y el consejo poco fiable de un ex convicto buscavidas, los tres amigos conciben un enrevesado y presuntamente infalible plan para deshacerse de ellos sin que el peso de la ley caiga sobre sus cabezas. Sólo hay un problema: los mejores planes son ideados por las mejores mentes, y ese no es su caso.

La película empieza con los propios personajes presentándose a sí mismos - voz en off mediante- y desvelándonos las perrerías que tienen que aguantar de sus respectivos jefes.

Nick (Jason Bateman) es candidato a un puesto directivo en su empresa, y por ello trabaja durante 12 horas tragando con todo lo que se le ocurre a su jefe, Harken (Kevin Spacey), pensando que así logrará ser recompensando con el tan deseado ascenso. Pero ahora ya sabe que eso nunca va a ocurrir…

Dale (Charlie Day) es ayudante en una clínica dental, y su problema (aunque a priori no parezca considerarse como tal) es el mantener a raya los incesantes acosos sexuales a los que es sometido por parte de la Dra. Julia Harris (Jennifer Aniston). Dale, que está a punto de casarse con su prometida, ve peligrar su relación si no consigue poner fin a los pervertidos instintos de su jefa.

Kurt (Jason Sudeikis), por su parte, es contable, y al contrario que sus amigos, está encantado con su jefe, Jack Pellit (Donald Sutherland). El problema lo tiene con Bobby Pellit (Colin Farrell), el hijo de éste, un drogadicto y un corrupto que puede arruinar la empresa en cualquier momento si no se le para los pies.

Así pues, tenemos a tres sufridores trabajadores a los que les hace la vida imposible un jefe psicópata, una devorahombres y un tipo sin escrúpulos. ¿Cuál es, entonces, la solución? Huir del problema y dejar el trabajo no es una opción.



Durante una noche de copas, los tres amigos fantasean con la posibilidad de matar a sus jefes… Y a la mañana siguiente, decidirán llevar esa fantasía a cabo gracias a los dudosos consejos de un ex convicto (Jamie Foxx) que se encontraba en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Los tres protagonistas preparan un plan perfecto para librar al resto del mundo de sus respectivos jefes… para siempre. La idea consiste en que SPOILER-- cada uno se encargue de acabar con el jefe del otro, de modo que nada pueda relacionarlos con su muerte --FIN SPOILER, procurando que parezca un accidente.

Por supuesto, y tratándose de unos inexpertos, por brillante que sea el plan éste no saldrá como lo tenían planeado. Cuando se acerque el momento de acabar con la vida de sus jefes, los contratiempos empezarán a sucederse y las cosas se irán complicando cada vez más, llegando hasta el punto de tener a la policía tras su pista.

Las bazas con la que cuenta esta comedia son tres:

La primera es su punto de partida. El hecho de desear cepillarse al canalla de tu jefe es algo con lo que muchos pueden sentirse identificados, y ver cómo otros lo llevan a cabo puede ser una medida terapéutica de matar ese gusanillo. Por tanto, nos metemos en la piel de los personajes fácilmente y terminamos también nosotros odiando a sus respectivos jefes (quizás a Julia/Aniston, un poco menos) y deseando que logren acabar con ellos de la forma más cruel posible.

La segunda baza es que los guionistas desarrollan la trama llevando muchas de las situaciones hasta el extremo y a sus antagonistas al punto de la exageración o la parodia (aunque puede que alguno de ellos, como el sr. Harken, no diste mucho del prototipo real de jefe cabrito), de modo que el humor bordea siempre lo delirante.

Y la tercera y probablemente más poderosa baza es su reparto. Desde los tres principales protagonistas, que las pasan canutas durante toda la película, hasta sus respectivos jefes (Spacey en su línea, pero peor, en el buen sentido de la palabra), pasando por el variopinto elenco de secundarios (mención especial a Jamie Fox), todos están perfectos en su papel. Nadie chirría o flojea, e incluso algunos llegan a sorprendernos gratamente. Ese sería el caso de Jennifer Aniston, a la que habitualmente seguimos viendo (o al menos yo) como la Rachel de “Friends”, y que aquí, sin embargo, asume y borda un papel inusual en su carrera, el de una loca compulsiva del sexo.



No muy lejos queda un Collin Farrell caracterizado para la ocasión (recordando al Tom Cruise de “Tropic Thunder”) como un tipo despreciable adicto a la coca, a las prostitutas y a jorobar al personal. Farrell lo clava.

Jason Reitman es un habitual del género, así que no tiene problemas para defender su rol, y Jason Sudeikis sigue ganándose el que le ofrezcan una comedia para su exclusivo lucimiento (si bien puede que sea de esos que funciona mejor como secundario que como protagonista). Charlie Day, el menos conocido de los tres, cumple también con su cometido, y los tres juntos demuestran que hay más cómicos en la industria hollywoodiense capaces de solventar la papeleta que les han encomendando que los Adam Sandlers, Jack Blacks y Will Ferrels de turno. De hecho, no es necesario ser tan estridente o ir tan pasado de vueltas para hacer o caer en gracia. Por supuesto, también cuenta y mucho el participar en una comedia que logre su propósito, y no hay duda que la gamberra “Cómo acabar con tu jefe” lo logra.

Puede que no sea lo más descacharrante del año, pero entretiene de lo lindo y se ve con una permanente sonrisa en la boca.



Lo mejor: el argumento y el reparto.


Lo peor: algún gag escatológico.



Valoración personal: Correcta

viernes, septiembre 09, 2011

“La deuda” (2001) - John Madden

critica La deuda 2001 John Madden
El mayor hito en la carrera de John Madden, cineasta británico curtido en televisión, se produjo allá por el 1998, año en que su película “Shakespeare in Love (Shakespeare enamorado)” se alzó en la Ceremonia de los Oscar con un total de siete estatuillas doradas de entre las 13 categorías a las que estuvo nominada. La mayoría de esos galardones correspondían a las categorías más importantes, pero de todos ellos, el que supo a gloria fue el de Mejor Película, habida cuenta de que sus rivales eran “Salvar al soldado Ryan”, “La delgada línea roja”, “La vida es bella” y “Elizabeth”.

Dejando de lado lo discutible (y discutido) que fuese dicho galardón, lo cierto es que desde entonces Madden ha tenido sus altibajos. En 2001 intentó repetir la fórmula de su anterior éxito con “La mandolina del Capitán Corelli”, y el resultado fue un fiasco en todos los sentidos. Unos años más tarde dirigió de nuevo a Gwyneth Paltrow en el drama “Proof (La verdad oculta)”, y con ella recuperó parte del buen pulso de antaño. La cinta, sin embargo, pasó más bien desapercibida en taquilla, aunque la actriz recibió una nominación a los Globos de oro y el director la suya en el Festival de Venecia. Ya en 2008, Madden apostó por llevar al cine una novela de Elmore Leonard (escritor adaptado en películas como Un romance muy peligro, Cómo conquistar Hollywood o El tren de las 3.10), y la película resultante, “Killshot”, estuvo cogiendo polvo en un cajón durante dos años hasta que finalmente vio la luz directamente en Dvd.

Ahora parece que el director vuelve con fuerza con “La deuda”, remake de la película israelí “Ha-hov”, y un thriller de espías que ya está cosechando buenas opiniones entre la crítica especializada.

Año 1997. Rachel (Helen Mirren/Jessica Chastain), Stephan (Tom Wilkinso/Marton Csokas) y David (Ciarán Hinds/Sam Worthington) son tres agentes del Mossad ya retirados que se convirtieron en figuras muy respetadas en Israel después de llevar a cabo una importante misión entre 1965 y 1966. Destinados en Berlín Este, su objetivo por aquel entonces consistió en localizar y capturar al criminal de guerra nazi Dieter Vogel (Jesper Christensen), el temible “Cirujano de Birkenau”. Si bien el plan no salió como tenían previsto, de un modo u otro Vogel acabó pagando por sus crímenes.

El equipo formado por los tres agentes arriesgó mucho y pagó un alto precio para cumplir aquella misión, pero ¿de verdad la cumplieron? Ahora que la presentación de un libro conmemora su proeza, el pasado regresará a sus vidas para saldar una deuda pendiente…

A caballo entre el drama y el thriller, Madden nos trae una historia de espías que va un poco más allá de la intríngulis que nos plantea la sinopsis, es decir, más allá del interés por descubrir qué es exactamente lo que ocurrió en aquella misión que implicó a los tres agentes protagonistas. De hecho, podríamos decir que la cinta explora más bien las repercusiones que aquella misión tuvo y tendrá treinta años después de su desenlace.

Para ello, el director va dando saltos en el tiempo, de los 90 a los 60, para contarnos los acontecimientos que tienen lugar en el presente, con una Rachel y unos Stephan y David ya retirados; y los que transcurrieron en el pasado, mostrándonos el proceso de gestación y de ejecución de la misión.


Treinta y un años atrás, Rachel no tenía más que 25 años, y aunque era una agente muy bien entrenada, la captura de Dieter Vogel suponía su primera misión de campo. Para alcanzar su objetivo, debía formar equipo con dos agentes más, David y Stephan, quienes ya habían trabajado juntos en anteriores ocasiones. Dentro del plan elaborado, a ella le tocaba jugar un papel decisivo, a la vez que espinoso.

Rachel va recordando paso a paso aquellos lejanos días y así el espectador es testigo directo de los hechos que tuvieron lugar en el Berlín de mediados de los sesenta.

Los guionistas se han centrado muy especialmente en la psique de los personajes, explorando sobretodo las tensiones (de todo tipo) que se producen entre los agentes y la presión a la que éstos están sometidos cuando tienen en su poder a un maniatado Dieter Vogel, quién no duda en introducirse en la conciencia de sus captores y jugar con sus pensamientos y sentimientos para tratar de encontrar una salida a su encierro.

La historia fluye con solidez gracias tanto al buen hacer de Madden tras la cámara, prescindiendo de efectismos e intercalando con habilidad los continuos flashbacks (destreza en el montaje que ya pudimos apreciar en la antes mencionada “Proof”), y gracias también al trabajo de sus guionistas (entre ellos, el amigo Mathew Vaughn), que construyen un thriller amparado en la psicología (miedos, remordimientos, deseos…) de sus personajes y en las dudas sobre la ética y la moral que plantean sus actos.


Si el nombre que más suena en esta crítica es el de Rachel, es porque la trama gira sobre todo a su alrededor. Y es de agradecer, pues, que todo ese peso recaiga en una excelente intérprete como es Helen Mirren (aunque la Rachel madura aparezca menos en pantalla que su versión joven), y en una más que prometedora actriz en alza, Jessica Chastain. Sus interpretaciones hacen que la parte femenina del reparto sea la más destacable y elogiable, sin por ello menospreciar el trabajo de actores como Jesper Christensen (estupendo en la piel del frío y calculador Cirujano de Birkenau), Marton Csokas o ese gran secundario que es Tom Wilkinson.

Probablemente, los mejores momentos de la película estén protagonizados por Chastain, Christensen y Mirren, con lo cual, habría que destacar las angustiosas horas que transcurren en el piso franco y el tenso tramo final. Y que nadie se deje llevar por la imagen del cartel, porque aquí tiroteos, los justos y necesarios.

El titulo que ostenta (esta vez, bien traducido para su exhibición en España) retrata a la perfección lo que liga a los agentes con lo acontecido en Berlín. Una deuda no sólo personal sino también política que pesa sobre ellos y que se hace más palpable cuando se esclarece el misterio que el argumento nos plantea desde el inicio.

“La deuda” es un thriller reflexivo muy bien construido, de esos que al terminar la proyección te dejan con buen sabor de boca. Merece la pena.


Lo mejor: el guión; Chastian y Mirren.


Lo peor: que Madden haya tardaod tanto en ofrecenros algo de este calibre.



Valoración personal: Buena

domingo, agosto 28, 2011

¡5º Aniversario!



Otras veces he llegado tarde, pero esta vez se trataba de una cifra significativa, así que he procurado ser puntual. Tal 28 de agosto como hoy, de hace cinco años, un servidor se aventuraba torpemente, como todo novato en su primera vez, en esto de la blogosfera. En ese momento ni se me pasó por la cabeza que a esto de escribir en un blog le acabaría dedicando tanto tiempo, esfuerzo e ilusión.

Han pasado cinco años desde el primer post, y aquí sigo. Reconozco que desde hace más de un año, la mayoría de mis esfuerzos se han concentrado en Amazing Movies, y que a éste lo he dejado un poco abandonado. Esto se ha notado sobre todo a la hora de publicar contenidos y, por ende, en la drástica reducción de comentarios en las entradas (la mayoría pertenecientes a críticas compartidas con AM). Ciertamente, esto ha hecho que en alguna ocasión me planteara colgar el cartel de “cerrado” y limitar así mis tareas blogueras. Sin embargo, hay críticas de películas que no tienen cabida en mi otro blog, y por eso creo que debo conservar “Diario de una mente perturbada” para poder darles salida más allá de publicarse en TBDC – Tu Blog De Cine.

Además, voy a intentar darle algo más de vida publicando cosillas que crea puedan ser del interés de todos aquellos lectores que aún seguís pasándoos fielmente por este humilde blog.

Así que espero poder seguir cumpliendo años en vuestra compañía. Muchas gracias a todos por estar/seguir ahí.


Saludos ;)

sábado, agosto 06, 2011

“Capitán América” (2011) - Joe Johnston

critica Capitán América 2011 Joe Johnston
Desde que Marvel Comics empezó a llevar las riendas de sus propias adaptaciones superheroicas, las alegrías para la editorial comiquera se han ido sucediendo una tras otra. En 2008, Iron Man supuso el inicio de una nueva y mejor etapa cinematográfica para los superhéroes de la casa, ofreciendo un entretenimiento (de calidad) que marcaría las pautas a seguir en el resto de adaptaciones y supondría también la primera pieza del entramado universo marvelita que se ha ido engrasando para hacer posible la llegada en cines de “Los Vengadores”, esa (super)película que reunirá a todos los superhéroes (entre otros personajes) que se han ido presentando en solitario y conectando película tras película. Con mayor o menor acierto, hemos visto ya prácticamente a la totalidad del supergrupo, y ya sólo nos quedaba por ver al Capitán América.

1941. En plena Segunda Guerra Mundial, el valiente Steve Rogers (Chris Evans), un joven de apenas 45 kilos de peso, intenta reiteradamente ingresar en las filas del ejército estadounidense para luchar junto a los suyos en la guerra contra las Potencias del Eje. Aunque su frágil y enclenque complexión invita a que rechacen constantemente su solicitud, Steve no se rinde, y por fin su insistencia obtiene recompensa cuando le eligen para ser el primero en formar parte de un programa experimental que lo convertirá en un súper soldado.

Con una mejorada apariencia física y convertido en el Capitán América, Steve unirá fuerzas con su amigo Bucky Barnes (Sebastian Stan) y la agente Peggy Carter (Hayley Atwell), bajo las órdenes del Coronel Chester Phillips (Tommy Lee Jones), para luchar contra la malvada organización HYDRA, la división científica de Adolf Hitler encabezada por el infame Cráneo Rojo (Hugo Weaving).

Como ya he comentado al inicio de la crítica, Marvel ha ido conectando sus personajes para allanar el terreno a Los Vengadores. Primero empezó con unos meros guiños y referencias circunstanciales, para pronto pasar a aumentar la presencia de la división S.H.I.E.L.D. (División Nacional de Intervención, Seguridad y Logística) y cobrar ésta un mayor protagonismo en las tramas. Esto ocurría en Iron Man 2, en la reciente Thor y, por supuesto, también en Capitán América. Sin embargo, el hecho de que la acción transcurra durante la II Guerra Mundial obliga a establecer esos lazos de unión al margen de la trama principal. ¿Y de qué modo se consigue eso? Pues mediante un prólogo y un epilogo que se ubican en la actualidad (amén de algún que otro personaje como Howard Stark –padre de Tony Stark/Iron Man- o el poderoso objeto –un cubo cósmico- que codicia Cráneo Rojo)


Pero el hecho de unificar a todos los personajes en un mismo universo se puede convertir en un arma de doble filo. Y es que eso es bueno y malo según cómo se mire. Bueno porque hace posible la existencia de los Vengadores, una de las traslaciones a la gran pantalla más ansiadas por los fans de los superhéroes y una película que puede convertirse en un gran pelotazo taquillero si se hacen bien las cosas. Malo porque esa dependencia les hace perder, en cierto modo, su individualismo, su propia esencia, su razón de ser por sí solos. Dado que esa dependencia ha ido en aumento, en algunas casos como la secuela de Iron Man ha conseguido hundir la propia película, que con tanto personaje y subtrama de por medio parecía más una precuela de los Vengadores que una secuela del hombre de hierro. No obstante, hay decir que esto no le ocurre de forma tan grave al Capitán América, donde la mayor parte del tiempo asistimos al nacimiento del superhéroe en respuesta a las preguntas básicas habituales (cómo, cuando, dónde y por qué) y a su lucha contra un enemigo único y exclusivo de la trama que aquí nos presentan.

Así pues, tenemos a un joven que de la noche a la mañana, y gracias a un suero especial y al bombardeo de unos “vita-rayos”, pasa a convertirse en un supersoldado dispuesto a luchar por su patria, aunque antes de empezar a partir cráneos nazis tenga que pasar por la humillación de convertirse en un reclamo publicitario (además de un símbolo patriotero) para recaudar fondos para los aliados. Sin embargo, una vez demostrada su valía en el campo de batalla (misión de rescate mediante), veremos al Capitán América en plena acción, con su traje de colores y su indestructible escudo haciendo frente a los esbirros del megalómano Johann Schmidt/Cráneo Rojo.

Los guionistas han sabido moverse dentro de los entandares de Marvel para crear una aventura con sabor a pulp que sabe combinar sabiamente las escenas de transición con las de acción. Además, conectamos inmediatamente con el personaje de Steve Rogers no porque sintamos lástima por él sino por las agallas de las que hace gala pese a su debilucho físico, por su buen corazón y sobre todo por esa estimable integridad y honestidad que le hacen digno de convertirse en el elegido para ser el Capitán América. La presentación del personaje desde que aparece por primera vez en pantalla hasta que se convierte en un soldado hipermusculado está narrada de forma muy amena, sabiendo introducir correctamente al resto de personajes (y son unos cuantos) que conforman la trama, y dándole a cada uno los minutos pertinentes para desarrollar una historia que, aún en su sencillez, se muestra de lo más sólida.



Pese a su irregularidad como cineasta y a la poca confianza que inspiraba en muchos tras el batacazo de “El hombre lobo”, Johnston ha sabido manejar con acierto el encargo que se le ha encomendado, trasladando al personaje de la viñeta a la pantalla sin caer en lo ridículo o en lo ostentoso (patriotismo, el justo y necesario). La película goza de cierto regustillo a aventura añeja gracias no sólo a la época en la que se desarrolla sino también al tradicional y muy comiquero tratamiento de los personajes, a la ejecución clásica y medida de Johnston en las escenas de acción (se nota que es un director de la vieja escuela que no ha sucumbido a las moderneces de hoy día) y al fantástico apartado artístico (caracterizaciones, diseños retro, etc.). Lo dicho, un pulp en toda regla, y con mucha honra.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, comprensibles para el ojo humano. Además, toda esa pirotecnia está bien distribuida a lo largo del metraje y consta de unos efectos especiales más que convincentes. Quizás en alguna ocasión chirríen un poco (algún que otro croma, por ejemplo, o cuando los soldados de HYDRA salen volando por los aires), pero en otras la calidad es prácticamente impecable (el Steve Rogers enclenque, sin ir más lejos)

Las notas de humor no caen en lo chorra o bobalicón como ocurría en el Thor de Kenneth Brangh (director, irónicamente, de mayor prestigio que el aquí presente) sino que son simpáticas e incluso divertidas (a destacar las frases que suelta el -serio pero bonachón-Coronel) y las secuencias más épicas logran ser emocionantes, ayudadas en parte por la adecuada -si bien funcional- partitura de Alan Silvestri, donde destaca un logrado leit-motiv fácilmente reconocible y tarareable que ya identifica al Capitán (vale que Silvestri no es Williams, pero hace bien su trabajo)

Chris Evans cumple sobradamente como héroe (tanto en lo físico como en lo interpretativo), y está muy bien acompañado por un muy correcto elenco de secundarios donde destacan Tommy Lee Jones y Stanley Tucci en el bando de los buenos, y Hugo Weaving (un crack haciendo de villano) en el de los malos.

Así que con “Capitán América” la diversión está garantizada. Un agradable y satisfactorio entretenimiento pulp y la segunda mejor película de superhéroes del año (ya sabéis cuál es la primera)

P.D.: Tras los créditos os espera el avance de “Los Vengadores”. Y sigo creyendo que esa es la manera idónea -utilizando las escenas post-créditos- de conectar todos los personajes para poder disfrutar de forma individual de sus películas. El desenlace de este “Capitán América” es demasiado dependiente de la película que veremos el año que viene. Y eso, desde la perspectiva del no fan o del espectador que va a ver simplemente una película más de aventuras, es un error.


Lo mejor: su espíritu pulp

Lo peor: su vinculación con Los Vengadores.


Valoración personal: Buena

lunes, julio 18, 2011

“Nuestra canción de amor” (2010) - Olivier Dahan

critica Nuestra canción de amor 2010 Olivier Dahan
No es extraño que, con cierta frecuencia, los directores europeos que consiguen destacar en su tierra natal acaben haciendo las Américas para formar parte de la meca de Hollywood. En ocasiones les abalan unas cuantas películas de éxito, pero otras veces con una sola que cause sensación basta. Ese sería el caso del francés Olivier Dahan, cineasta con una filmografía, a priori, bastante discreta a sus espaldas, pero que en 2007 pegó la campanada gracias a “La vida en rosa”, drama biográfico sobre Edith Piaf que le valió a Marion Cotillard el Oscar, el Globo de Oro y el Cesar por su encarnación de la famosa cantante francesa.

Han pasado algunos años desde aquél filme, y lo que ahora nos llega del director es su primera incursión en EE.UU.

Tras el accidente que la dejó paralítica, Jane (Renée Zellweger) no ha vuelto a ser la misma. Abandonó su profesión como cantante y en estos siete años apenas ha hecho nada para rehacer su vida. Permanecería recluida en la soledad de su casa y apartada de la sociedad si no fuera por las visitas de su amigo Joey (Forest Whitaker), a quién conoció en el hospital cuando tuvo el accidente, y cuyo traumático pasado le provoca “delirios” constantes.

Después de que uno de sus últimos ataques de histeria ponga en alerta a las autoridades, Joey toma la decisión de marcharse del pueblo para acudir a la conferencia de un famoso escritor que habla sobre esos ángeles a los que él cree ver y oír, y con los que incluso conversa. Pero no está dispuesto a realizar ese viaje solo, así que tras mucha insistencia, logra convencer a Jane para que le acompañe.

Juntos emprenderán el periplo atravesando Estados Unidos desde Kansas hasta Luisiana. Un viaje por carretera en el que se cruzarán con una serie de personajes que marcarán un antes y un después en sus vidas.

Dahan nos sumerge en el viaje físico y emocional de dos personas, Jane y Joey, que permanecen atoradas en una vida de amargura e insatisfacción. Dos almas perdidas que son más fuertes juntas, y que en este recorrido por carretera por los Estados Unidos encontrarán el verdadero significado de vivir, aún con el gran peso del dolor en sus corazones.

Del trágico pasado de Joey y del por qué de sus insólitas conversaciones con seres celestiales inexistentes nos enteraremos a medida que avance la trama, pero de la tragedia de Jane somos testigos desde el principio de la historia, con una presentación que no podría ser más cruda y real acerca de la desdichada existencia que le profiere el estar atrapada en una silla de ruedas para el resto de sus días.

Pero la minusvalía de Jane es doble; por un lado, está la evidente, la que le impide usar las piernas y la que no tiene solución alguna. Pero por el otro está la minusvalía emocional, esa que la ha hecho encerrarse en sí misma, en su dolor y en su tristeza. Y de ella quiere que se desprenda Joey; y puede que la única manera de conseguirlo sea realizando este viaje.

Por el camino, ambos se toparán con otras personas a quienes la vida tampoco les ha tratado bien. Personas como Billie (Madeline Zima), una joven a la que su reciente marido acaba de abandonar y que acabará acompañándoles en buena parte del trayecto.


En esta especie de excursión a través de los sentimientos que nos propone Dahan, hay lugar tanto para las risas como para las lágrimas, pues el director y guionista no tiene la intención de convertir “Nuestra canción de amor” en un dramón de los de sacar el pañuelo y no soltarlo, sino que mezcla constantemente el drama con la comedia, salpicando el viaje de momentos emotivos y divertidos a partes iguales. Pero tanto en unos como en otros se busca básicamente lo mismo: que el espectador conecte con la historia y con los personajes.
Algunas situaciones cómicas rozan lo esperpéntico (la persecución automovilística) y le otorgan un aire más desenfadado e incluso alocado a una historia que no puede huir de ciertos clichés ni tampoco puede disimular, en ocasiones, su intento de resultar forzosamente emotiva. Y es que a la hora de hacer drama no es difícil saber qué teclas hay que tocar para sensibilizar al espectador y, por supuesto, la gracia está en que uno no vea esa mano invisible que toca esas teclas o, que de alguna manera, la predisposición a dejarse llevar por las emociones no encuentre un obstáculo en las demasiado evidentes intenciones de su responsable. Y a Dahan se le ve el plumero en más de una ocasión, introduciendo una tragedia a ratos excesiva en sus formas, con demasiadas vidas miserables que confluyen en una historia que se siente un tanto abultada de tanto personaje estrafalario y desdichado (por no hablar de lo “casual” que resulta toparse tan a menudo con apasionados de la música que sepan tocar la guitarra)

Las apuestas más oníricas del director ayudan a paliar un poco esa teatralidad dramática, aunque en alguna ocasión la historia tiende a perderse en un surrealismo un tanto aparatoso (el encuentro con el personaje de Nick Nolte descoloca un poco, la verdad) y en unos recursos estéticos que aunque bonitos (las escenas de animación ornitológica) no parecen aportar mucho a la trama más allá del mero impacto visual.

Aún así, el desarrollo de la historia es estimable, y uno termina encariñándose un poco de personajes como Joey, al que encarna un excelente Forest Whitaker (lástima que cuando llegue la época de premios ya nadie se acuerde de su interpretación; mala fecha para estrenar una cinta de estas características)


A lo largo de todo el metraje ansiamos que Jane se reencuentre con ese pasado (en todos sus ámbitos) que ha dejado atrás y que encuentre de nuevo las ganas de vivir, y eso ya es un punto a favor de Dahan. Y aunque Renée Zellweger no sea santa de mi devoción, hay que admitir que cuando no abusa en exceso de sus habituales pucheros y morritos, brinda actuaciones notables como la que nos ocupa. Y aquí, como ya hizo en “Chicago”, también canta, lo cual tiene doble mérito.

A destacar también la presencia de otros actores que aparecen en pantalla como el citado Nolte, Elias Koteas (gran secundario donde los haya) o Madeline Zima, esa niña que hizo sus pinitos en la serie “La nanny” y que ya es toda una mujer, como nos ha demostrado en “Californication”.
Pero una de los alicientes más atractivos del filme es la banda sonora compuesta por el maestro Bob Dylan, con canciones que hablan del amor y de la amistad.

Con todo, “Nuestra canción de amor” deviene en una correcta road-movie con un apreciable mensaje optimista por bandera. Un canto a la vida a ratos emotivo, a ratos simpático.


Lo mejor: Forest Whitaker; la mezcla de comedia y drama.

Lo peor: que los recursos lacrimógenos sean tan evidentes.


Valoración personal: Correcta

martes, julio 05, 2011

“Blackthorn, sin destino” (2011) - Mateo Gil

critica Blackthorn, sin destino (2011 Mateo Gil
En numerosas ocasiones, el cine del oeste se ha nutrido de famosos personajes históricos de la época de los saloons para trasladar sus legendarias hazañas a la gran pantalla. Personajes como Buffallo Bill, Jesse James, Billy El Niño, Wyatt Earp, Gerónimo, Wild Bill Hickok, Calamity Jane o Doc Holliday han tenido su representación en el celuloide, a veces con mayor fortuna, otras con bastante menos, pero de lo que no han estado faltos muchos de ellos es de oportunidades. De Billy El Niño, por ejemplo, habría que contar alrededor de medio centenar de películas, desde los albores del cine mudo hasta la actualidad.

De Butch Cassidy, en cambio, no se cuentan tantos, pero sí uno en particular que se ha convertido en un clásico de la época, “Dos hombres y un destino” (Butch Cassidy and the Sundance Kid). Al frente de la misma, uno de los mejores dúos cinematográficos de la historia, Paul Newman y Robert Redford, que repetirían unos años más tarde, y con el mismo director, en la sobresaliente –e infinitamente superior, en mi opinión- “El golpe” (The Sting).

Desde entonces, nadie ha vuelto a llevar al cine a Butch Cassidy… hasta ahora.

Según la versión oficial, tras haber huido de Estados Unidos, el legendario forajido Butch Cassidy murió en Bolivia en 1908, tiroteado junto a su amigo y compinche Sundance Kid. Sin embargo, la realidad es otra.... Butch logró salir con vida del asedio, y desde entonces ha vivido escondido y alejado del pasado y de sus prácticas delictivas. Pero ya han pasado veinte años desde aquél incidente, y ahora su único deseo es volver a casa.

En el transcurso del viaje, se encontrará con a un joven ingeniero español que acaba de robar la mina en la que trabajaba y que pertenece al empresario más importante de Bolivia...

A priori, puede parecer que nos encontramos ante un caso parecido al de “El buscavidas” y su tardía secuela “El color del dinero”. Pero nada más lejos de la realidad, pues “Blackthorn” (prescindiremos de la postiza coletilla) no es una segunda parte de “Dos hombres y un destino” como tal, sino que el material que ha servido de base para construir la trama de la película es la historia real de Butch Cassidy, o al menos aquella de la que se tiene constancia. Y de su vida, o mejor dicho, de su muerte, existen dos versiones distintas. La que se dejaba entrever en el filme de Newman y Redford (es decir, que moría acribillado por el ejército boliviano) y la que nos cuentan aquí.

Sam Shepard interpreta a un Butch Cassidy retirado de la vida delictiva y que sólo ansía regresar a casa, donde espera pasar el resto de sus días con los pocos ahorros que ha ido acumulando en este tiempo de exilio. Sus planes, sin embargo, se ven truncados cuando topa con Eduardo, un español al que persiguen por robar una importante suma de dinero que ha escondido en un lugar secreto. A Butch, dicho encuentro le hace perder todos sus ahorros, así que decide ayudar al joven a recuperar el dinero que éste ha robado y a deshacerse de sus perseguidores. En ese momento, ambos inician un viaje que les va a costar mucho más que el dinero que llevan en las alforjas.

Mateo Gil dirige con sobriedad y buen manejo del ritmo (nada irregular, aunque quizás a algunos se les haga un poco lento) esta road movie que cuenta con un excelente el guión de Miguel Barros, responsable del documental “Los sin tierra”, y que por primera vez ejerce de guionista en un largometraje.


La historia destaca sobre todo por unos diálogos en los que se sugiere mucho más de lo que se dice en ellos. Y es que “Blackthorn” está dotada de una gran sutileza tanto en su forma escrita como en la visual, confiando en la perspicacia y la capacidad de análisis del espectador para deducir todo aquello que va implícito de forma más o menos evidente en los diálogos y en las imágenes.

Cansados ya de que nos lo den todo mascado, Gil y Barros apuestan por lo sutil, permitiendo que captemos la esencia de los personajes con sus miradas, sus gestos, sus más simples actos o sus aparentemente triviales conversaciones o confesiones.

Butch es un viejo zorro que ha aprendido de la experiencia y de la madurez que le han otorgado el paso del tiempo, pero es inevitable que se vea reflejado en el joven Eduardo, un torpe ladronzuelo que huye de la ley. Sin embargo, existe entre ambos una gran diferencia; una diferencia SPOILER --- de la no se dará cuenta hasta que quizás sea demasiado tarde y la cuál el otro será incapaz de comprender -- FIN SPOILER. Y es que los tiempos han cambiado, y en el transcurso de ese cambio, los ideales y la manera de entender una forma de vida se han marchitado y han dado lugar a otro tipo de forajido.

En la película se habla sobre todo de la comprensión de ese mundo a través de los ojos de Butch, y quizás por ello se recurre con frecuencia -y de forma muy acertada- a unos esclarecedores flashbacks en los que contemplamos sus andanzas junto a su amigo Sundance Kid y la bella Etta Place (una guapísima Dominique McElligott), la mujer por la que ambos sintieron profundos sentimientos.


Pasado y presente se fusionan en una trama en la que el centro neurálgico de la misma es básicamente Butch, al que ponen rostro un veterano de la talla de Sam Shepard y -en sus años de juventud- el danés Nikolaj Coster-Waldau, popular en la actualidad por su encarnación de Jaime Lannister en la recomendable “Juego de Tronos”.

La credibilidad de Noriega, actor al que considero bastante mediocre, funciona a trompicones, y casi me atrevería decir que parece hacerlo mejor cuando habla en inglés que cuando lo hace en español. Y es que aquí, la variedad de lenguas es otro punto a destacar, ya que toda la acción transcurre en Bolivia, cuyo paisaje termina ejerciendo casi como un tercer personaje que se puede volver tan o más peligroso que los propios perseguidores a los que se deben enfrentar nuestros protagonistas.

El cuarto personaje en discordia, y clave en la historia, está reservado a Stephen Rea, cuya presencia tiene un papel relevante especialmente en el tramo final de la cinta.

A todos ellos les espera un destino inesperado y cruel. Cruel no siempre en el sentido más físico de la palabra…

En un desierto cinematográfico (nacional e internacional) en donde escasea la originalidad y también el talento, Mateo Gil nos entrega un estupendo western crepuscular al que no le afecta la escasez de recursos, pues cuenta con una buena historia muy bien llevada por su director y con unos personajes perfectamente escritos por su guionista. Una ocasión muy bien aprovechada para desempolvar un género al que poco a poco se le está brindando una segunda oportunidad en las pantallas y con la que parece gozar de un magnífico estado de salud.


Lo mejor:
el guión.

Lo peor: la escasa repercusión que está teniendo.


Valoración personal: Buena


jueves, junio 23, 2011

"Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!" (2011) - Todd Phillips

critica Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! Todd Phillips
“The Hangover” aka “Resacón en Las Vegas” fue uno de los sleepers más sonados de 2009 y se convirtió en la comedia con clasificación ‘R’ más taquillera de la historia en el mercado doméstico estadounidense. Pero esos no fueron sus únicos logros, ya que también consiguió algo inaudito: que una comedia gamberra y pasada de rosca obtuviera no sólo el beneplácito del público sino también el de la crítica, que la acogió con los brazos abiertos.

Ante tal éxito, era evidente que iba a caer una secuela sí o sí, y que además no se haría esperar. Así pues, dos años después del estreno de la original tenemos aquí su continuación, “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!”

¿Y de qué va esta vez la cosa? Pues va de lo mismo, como no podría ser de otra forma.

Alan (Zach Galifianakas), Stu (Ed Helms) y Phil (Bradley Cooper) vuelven a despertarse en otra habitación de otro hotel sin recordar nada. Esta vez están en Tailandia, adonde han viajado, junto a Doug (Justin Bartha), para asistir a la boda de Stu.

Si en la primera el que se casaba y se perdía era Doug, esta vez los papeles se reparten entre Stu, el futuro marido, y Teddy, su joven cuñado.

Hace tiempo que Stu se separó de Jade (Heather Graham) y conoció a Lauren (Jamie Chung), una encantadora joven coreana con la que ha decidido pasar por la vicaría pese al más que evidente rechazo de su suegro.

Después de lo ocurrido en Las Vegas, Stu tiene claro que no quiere volver a pasar por lo mismo, por lo que decide prescindir de su despedida de soltero. Sin embargo, lo que no puede evitar es el tener que invitar a la boda a Alan, el loco cuñado de Doug y el máximo responsable de la descomunal juerga que él y sus amigos vivieron en “la ciudad del pecado”.

De todas formas, no parece haber peligro, ya que la estancia en Tailandia se presenta de lo más tranquila. Ya la primera noche, el grupo –Stu, Phil, Doug, Alan y Teddy- se reúne en la playa, a la luz de una fogata, para tomarse relajadamente unas inofensivas birras… ¿Sólo unas birras? ¡Para nada!

“Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” empieza de la misma forma que en la primera: con una llamada telefónica hecha por Phil informando del marrón en el que están metidos. Justo después, retrocedemos en el tiempo para conocer los detalles de lo ocurrido y para saber cómo han llegado a esa situación.


Se podría decir que esta segunda entrega ha perdido la frescura de la primera, pero es inevitable que eso ocurra en una secuela, así que sus responsables, de nuevo con Todd Philips en la silla de director, han decidido que la mejor manera de continuar las desventuras de este grupo de amigos es elevando la fórmula al cubo (algo muy propio también de las secuelas), aumentando considerablemente el nivel de peligrosidad de la juerga y, en consecuencia, los daños físicos de los sufridos protagonistas.

Y es que lo ocurrido en Las Vegas parece una fiesta de niños al lado de lo que transcurre en Bangkok, “la ciudad de los ángeles”, pues con seres celestiales no es precisamente con lo que se van a topar Stu y cía, salvo que por ángeles entendamos a un grupo de tailandesas en minifalda y con tacones de aguja bailando bajo unas luces de neón.

Nuevamente, Stu es el que peor parado sale de todo el embrollo, aunque al final siempre consiga sacar algo positivo.

Las situaciones en las que los tres se ven envueltos son tan o más descabelladas y surrealistas que en Las Vegas, y aunque la experiencia es un grado, de poco les servirá haber vivido una resaca como aquella para poder resolver la actual con mayor rapidez (genial el momento en el que suben al tejado)

La comicidad entre el trío protagonista (Helms, Galifianakis y Cooper) sigue siendo lo mejor de la película, así como sus reacciones ante el descubrimiento de las distintas barbaridades que han ido cometiendo en el transcurso de noche (una de ellas en concreto, convertirá a Stu en víctima de constantes burlas)

El humor sigue siendo burdo y en ocasiones bastante más zafio y vulgar que el de la primera entrega, y pese a que servidor no es muy afín a los gags escatológicos y/o sexuales, hay que reconocer que si entras desde un buen principio en la dinámica gamberra que propone la película, es difícil no echarse alguna que otra risa. Quizás ayude el hecho de que los protagonistas no sean un grupito de adolescentes con las hormonas disparadas sino unos treintañeros con pelo en el pecho, entre los cuales se encuentran un buen par de cómicos (Helms y Galifianakis, los auténticos amos de la película)


Es una lástima que no hayamos podido contar con el cameo de Liam Neeson que se presuponía íbamos a tener en esta secuela, pero se compensa (más o menos…) con una aparición estelar que, obviamente, no voy a desvelar. Aunque sí comentaré que el destrozo que comete hacia cierta canción ochentera (muy apropiada para la ocasión, todo sea dicho) no tiene perdón.

En definitiva, que asistimos prácticamente a una repetición calcada del esquema de la primera película (SPOILER -- álbum de fotos en los créditos incluido --FIN SPOILER), sólo que esta vez la ciudad, Bangkok, se torna mucho más sórdida y menos amigable que Las Vegas (y nos cambian al bebé por un mono adicto a la nicotina). Por lo demás, los ingredientes son los mismos pero sin el factor sorpresa.

Mejor o peor (eso ya que cada uno lo juzgue por su cuenta), lo que está claro es “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!” consigue exactamente lo mismo que su predecesora: que salgamos de la sala con unas ganas increíbles de irnos de marcha. Con eso, y unas risas, creo que el objetivo está cumplido. Eso sí, que la fórmula siga funcionando en una hipotética tercera entrega ya lo veo más complicado (aunque no imposible; y si no que se lo digan a McClane, que ha tropezado cuatro veces con la misma piedra y ya anda buscando el quinto tropiezo)

P.D.: La clasificación “R” se la vuelve a ganar con honores.

P.D.2: Lo pensé cuando vi la primera y me reafirmo en esta segunda: Sasha Barrese es una mezcla entre Liv Tyler y Megan Fox.


Lo mejor: el trío protagonista; el mono.

Lo peor: los gags de carácter más escatológico.


Valoración personal: Correcta

jueves, junio 09, 2011

“Hanna” (2011) - Joe Wright

critica Hanna 2011 Joe Wright
Debutó en el largometraje con “Orgullo y prejuicio”, adaptación de la novela de Jane Austin por la cual consiguió un BAFTA a Mejor director y diversas nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro. Tres años más tarde, Joe Wright repetió con su actriz principal, Keira Knightley, para rodar otro drama romántico/épico basado en otra aclamada novela y recibiendo nuevamente el aplauso de la crítica.

Con todo a su favor, en 2009 se lanzaba a filmar un drama basado en hechos reales de esos que tanto gustan a la academia, y con dos buenos actores como Jamie Foxx y Robert Downey Jr. al frente del reparto. El resultado, sin embargo, no podía estar más lejos de las expectativas puestas en ella, y la película convenció a muy pocos (y mira que la historia era un caramelo, pero el sabor que dejaba era bastante agridulce)

Quizás debido a este traspié o quizás porque tenía ganas de cambiar de género, lo último que nos llega del director inglés es este thriller de acción un tanto inusual.

Hanna (Saoirse Ronan) es una chica de 16 años que vive en las salvajes tierras del norte de Finlandia, aislada del mundo civilizado, junto a su padre, Erik (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Erik ha enseñado a Hanna a cazar, le ha entrenado con un duro programa de autodefensa y le ha enseñado a leer y escribir con tan solo una enciclopedia y un libro de cuentos de hadas. Hanna ha vivido una vida muy diferente a la de cualquier otra adolescente; toda su educación y entrenamiento se reduce a un objetivo, convertirla en la perfecta asesina. Pero en el mundo real hay una cuenta pendiente con la familia de Hanna, y Erik se ha dado cuenta de que ya no puede retener más a su hija, y que ya es hora de saldar esa cuenta.

Cuando supimos de ella y vimos el tráiler, nos extrañaba que detrás estuviera un director como Wright. Aún así, con semejante reparto (Ronan, Bana, Cate Blanchett, Tom Holland…), ¿quién podría resistirse?

Como ya se indica en la sinopsis, Hanna ha sido convertida en una dura y letal asesina a manos de su padre, que la ha entrenado y criado olvidando, quizás, lo más importante de todo: que es una niña. Una niña capaz de desnucarte con un par de rápidos movimientos, pero una niña, al fin y al cabo.

Ahora ha llegado un momento crucial que va a cambiar bruscamente la adolescencia de Hanna. Ella y su padre se separaban por primera vez para embarcarse en la misión para la que siempre ha estado destinada. Antes de reencontrarse en Berlín, tal y como habían planeado, Hanna es capturada por la despiadada agente de inteligencia Marissa Wiegler (Cate Blanchett). La joven, sin embargo, no tarda fugarse de sus captores para emprender un largo y duro viaje por Europa, seguida muy de cerca por Marissa y sus secuaces.

Para Hanna, este viaje no será solamente la misión de su vida para la cual ha sido entrenada desde bien pequeña, sino que también supondrá un redescubrimiento del mundo y de su propia adolescencia.


Estamos hablando de una chica de 16 años que se ha criado en el bosque con la única compañía de su padre, quién le ha enseñado todo lo que sabe. Y todo lo que sabe no es suficiente para enfrentarse al mundo real, porque la vida es algo más que datos y definiciones de una enciclopedia o recuerdos de un pasado distante y borroso. La vida son también sentimientos, personas y lugares.

La joven experimentará nuevas sensaciones al tiempo que es perseguida por unos matones sin escrúpulos.

“Hanna” es una de esas películas que te das cuenta que apuntan maneras nada más empezar. De hecho, desde la primera escena hasta que la protagonista logra escapar de las garras de Marissa, podríamos decir que estamos ante uno de las propuestas más interesantes del cine comercial actual. No obstante, justo después de ese tramo, la historia empieza a tomar derroteros un tanto extraños y discutibles, y la película empieza a tambalearse y a dudar de su condición y del público al que va dirigida. Y es que llega un momento en que uno no sabe muy bien si está presenciando un thriller de acción, un drama juvenil o una comedia involuntaria.

Otorgarle profundidad a la trama, darle fondo para que no se convierta en un vacuo y superficial muestrario de pirotecnia, es algo que se siempre se agradece. Sin embargo, debe existir un buen equilibrio entre las partes sin perder de vista el tipo de película que se está haciendo y el género al que ésta pertenece. En este caso, la mezcla resulta un tanto extraña por culpa de las ínfulas de su director y algunos aspectos que chirrían en exceso.

Exceptuando los personajes principales interpretados por Ronan, Bana y Cate Blanchett, el resto no sabemos si tomárnoslos en serio o no.



Empecemos, primero, por los secuaces que utiliza Marissa para atrapar a Hanna. Se trata de tres nazis estereotipados hasta la medula: dos de ellos, cabezas rapadas (o skinheads) con su vestimenta oficial (cazadora Bombers, tejanos ajustados y botas Dr. Martens) que parecen recién salidos de “American History X”; el otro, interpretado por un histriónico Tom Holland, es un nazi homosexual teñido de rubio que se pasa toda la película vestido con un chándal amarillo chillón.
Luego tenemos a la familia con la que topa Hanna al inicio de su viaje y con la que cruzará Europa, que son una atípica familia hippie cuya hija adolescente es pija, boba y sumamente repelente. Ignoro si la idea era ofrecer con fuerte contraste frente a la personalidad más seria y adulta de Hanna, pero lo cierto es tal “extremismo” consigue que su personaje se haga bastante difícil de soportar.

Y por último, y ya hacia el final, el guionista se saca de la manga a otro personaje estrafalario que bien podría haber salido de alguna película de Terry Gilliam.

Todo ellos terminan por descolocarnos y empezamos a dudar de la seriedad de la propuesta, más aún cuando la película tiene ciertos deslices más propios de la comedia que de un thriller de acción serio y contundente (que es lo que uno más o menos presumía encontrarse)

Por tanto, “Hanna” termina convirtiéndose en una confusa película comercial con pretensiones artísticas que mezcla de forma inconsistente momentos de introspección personal con secuencias de acción, las cuales en ocasiones son filmadas por Wright a base de virguerías visuales como si de un videoclip se tratara (la cañera banda sonora a cargo de los Chemical Brothers potencia aún más esa sensación)

Teniendo como protagonista a una niña asesina emulando a Nikita, uno ya da por asumido que la verosimilitud de la cinta puede llegar a ser un tanto precaria, pero en algunos aspectos la credibilidad de la trama llega a rozar lo absurdo, y al final un servidor se marchó de la sala sin tener muy claro si lo que había visto le había gustado o no (y tras dejar madurar mi opinión, casi que me decantaría por el “no”)

Probablemente, con unas ideas menos presuntuosas y un guión más centrado, estaríamos hablando de unos de los thrillers del año. Sin embargo, el resultado no termina de convencer.

P.D.: Saoirse Ronan es una joven y estupenda actriz con un prometedor futuro por delante. Pero eso sí, necesita participar en mejores películas.


Lo mejor:
Saoirse Ronan; la banda sonora de The Chemical Brothers.

Lo peor: lo desconcertantes que resultan algunos personajes; la incapacidad de Wright para hacer cine comercial serio y de calidad sin privarse de una molesta pretenciosidad.


Valoración personal: Regular

miércoles, junio 01, 2011

“X-Men: Primera generación” (2011) - Matthew Vaughn

critica X-Men: Primera generación 2011 Matthew Vaughn
Se podría decir que los X-Men de Bryan Singer fueron los que inauguraron la actual e incesante moda de llevar al cine a los superhéroes de las viñetas. Después del declive de estas adaptaciones por culpa de los abortos perpetrados por Joel Schumacher con la franquicia de Batman, a finales de los 90 llegaría Blade para poner la primera piedra que reconciliaría la industria cinematográfica con el mundo del cómic. Pero este personaje no era estrictamente un superhéroe, por lo que no sería hasta la llegada de la famosa Patrulla X cuando el resto de estudios se animaron a desempolvar sus viejos tebeos y rescatar esa fuente inagotable de historias con las que Hollywood lleva nutriéndose años y años. Además, los avances en tecnología digital abrieron un abanico de posibilidades que permitieron echarle el guante a unos superhéroes que, quizás, años atrás no hubieran podido adaptarse con tanto atino (al menos en lo que respecta al aspecto visual y pirotécnico)

Así pues, los X-Men despejaron el camino para que llegaran Spiderman, Hulk, Los 4 fantásticos, Daredevil, Iron Man e incluso un remozado Batman, entre otros. Pero los primeros tampoco quisieron quedarse atrás, así que hasta el momento, el éxito de Singer ha dado para dos secuelas más, un spin-off y la precuela que ahora nos ocupa.

“X-Men: First Class” nos acerca a la juventud del profesor Xavier (James McAvoy) y Eric Lensherr /Magneto (Michael Fassbender) antes de que estalle su rivalidad, cuando aún eran amigos y estaban descubriendo sus poderes; una época en la que colaboraron juntos, ayudados por otros mutantes para combatir la mayor amenaza que el mundo ha conocido.

Después del fallido intento -artístico, que no económico- de mostrar los orígenes de Lobezno en solitario, y viendo lo bien que le está yendo a Marvel adaptando los personajes de los que aún conserva los derechos, nos temíamos lo peor cuando la Fox anunció que seguiría explotando la franquicia X-Men, esta vez en forma de precuela y con un reparto formado prácticamente por adolescentes.

Sin embargo, tras el fichaje de Matthew Vaughn y, posteriormente, de un buen puñado de intérpretes más que solventes, los temores se fueron disipando. Luego llegaron los tráilers y el recelo mayoritario casi desapareció, aunque la promoción cartelística fuese de juzgado de guardia.

Ahora, con el estreno mundial de la película a la vuelta de la esquina, serán los espectadores quienes por fin podrán juzgar de primera mano si la espera ha valido la pena. Por mi parte, puedo constatar que el estudio ha logrado compensar los errores cometidos en el pasado entregando ahora un entretenimiento superheroico de calidad.

Nada más empezar la película nos damos cuenta que esta vez se han hecho bien los deberes, pues los primeros minutos conectan directamente con aquel primer film de Singer, situándose en plena II Guerra Mundial y mostrándonos a un jovencito Eric Lensherr justo en el momento en que es separado de su familia y hace uso de sus poderes ante la incrédula mirada del ejército nazi. Es más, diría que Vaughn ha rodado la secuencia plano por plano como lo hizo Singer en su momento (pero con otro niño actor haciendo de Erik, claro está)

Este inicio supone el primer apunte en el interés por mantener la continuidad respecto al resto de la saga, algo que con Lobezno no se hizo del todo bien, a mi entender.

Luego ya le toca el turno a unos jóvenes Profesor Xavier y Mística, los principales protagonistas junto a Magneto, de la trama que más tarde se desarrollará.

La historia se sitúa durante los años 60, en el punto álgido de la Guerra Fría, cuando las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética amenazaban a todo el planeta. En este contexto tenemos, por un lado, a Erik en busca de venganza tras las atrocidades sufridas en el pasado, cuando no era más que un niño; por el otro, tenemos a Xavier y su protegida Raven (Mística) uniéndose a la CIA para intervenir en una inminente amenaza que podría desencadenar la III Guerra Mundial.

En este punto es cuando, por primera vez, se dan a conocer los mutantes al resto del mundo. Y esto es precisamente lo que supondrá el principal conflicto entre ellos.

La crisis de los misiles de Cuba de 1962 sirve para introducir al villano de la trama encarnado por Kevin Bacon; un Sebastian Shaw que, sin contar sus poderes sobrehumanos, bien podría haber salido de alguna película de James Bond. Su pérfido plan pone en peligro a toda la humanidad en beneficio de la supervivencia y supremacía de los mutantes.


Erik y Xavier unen sus fuerzas –aunque por distintos intereses- para hacer frente a Shaw, y por ello reclutan a otros mutantes a los que entrenarán para que aprendan a controlar sus poderes.
A partir de ahí, se librará una batalla entre mutantes, con los humanos de por medio y con el peligro de una guerra asomando en el horizonte.

Uno de los grandes logros de “X-Men: Primera generación” es dedicar un especial interés a los debates internos de sus personajes, especialmente de Erik y Xavier.

Ambos son conscientes del peligro que supone para ellos el darse a conocer al resto de la humanidad. Pero mientras que uno, Erik, recela de los humanos, convencido de que cuando sepan de ellos les darán caza; el otro, Xavier, confía en su integridad y espera que éstos les acojan dentro de su sociedad, sobre todo después de prestar su ayuda en el conflicto de los misiles cubanos.

Pero ya se sabe que el hombre teme a lo desconocido, y que ese temor puede llegar a convertirse en odio. Y eso es lo que terminará quebrando la amistad entre Erik y Xavier. Ninguno está dispuesto a dar el brazo a torcer, y pronto los mutantes tendrán que decidir a qué bando desean pertenecer.

En ese sentido, existe otro detalle, el aspecto físico, que causará un dilema personal entre algunos personajes como Raven o Bestia, cuya monstruosa apariencia será todo un hándicap para llegar a aceptar su condición de mutante.

Por tanto, nos encontramos con una película muy interesante y consistente desde el guión, y que no sólo ofrece el espectáculo palomitero que uno espera de una producción de estas características, sino que reflexiona sobre cuestiones que bien podrían extrapolarse al mundo real, procurando dotar de humanidad y profundidad a sus personajes e incidiendo audazmente en sus conflictos internos. Ese es, probablemente, uno de los aspectos más destacables de la –pese a todo, previsible- historia, ya que propicia momentos ciertamente emocionantes gracias al notable grado de implicación que el espectador consigue tener con los protagonistas.

Los guionistas abordan la historia con seriedad y madurez, pero sin olvidar la necesidad –imperante en la saga- de ofrecer unas acertadas pinceladas de humor que, a diferencia de otras producciones similares, no caen en lo ridículo o lo bobalicón. Prueba de ello sería cierto cameo en concreto que muchos seguidores de la serie agradecerán; algunas puyitas o bromas entre los protagonistas o la actitud ligona de un joven Xavier que contrasta un poco con la formalidad con la que siempre le hemos visto en pantalla.

Pero además de los cameos, hay que estar atento también para detectar las referencias o guiños a otros personajes de la saga (SPOILER-- atención al momento en el que Xavier prueba la máquina que le ayuda a encontrar mutantes por todo el mundo; servidor llegó a distinguir a unos jovencísimos Tormenta y Cíclope -- FIN SPOILER)


En cuanto a la fidelidad con los cómics, eso ya es algo que escapa a mi conocimiento y que deberán juzgar los fans, pero imagino que la idea principal era ajustarse a lo ya establecido en las anteriores películas. Y supongo que en ese aspecto siempre habrá un grupo de puristas que se quejen, a veces con razón, a veces por puro placer (que si los trajes no son iguales, que si este actor es demasiado alto… en fin, nimiedades), pero creo que independientemente de eso, el resultado es muy satisfactorio.

La dirección de Vaughn es de lo más competente. Lejos de querer copiar el estilo de Singer, como hizo Brett Rattner, el británico se adapta a la franquicia dejando su impronta personal y demostrando que es un director con criterio y no un vulgar mercenario. Cabe destacar, en ese aspecto, momentos como la transformación de Bestia (vista desde el punto subjetivo del personaje) o cuando el pequeño Erik se encuentra cara a cara con Shaw en su peculiar despacho.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, perceptibles para el ojo humano; los efectos especiales resultan convincentes y el tono solemne y épico de la banda sonora le sienta como un guante.

Pero por encima de todo sobresale el elenco de actores encabezado por dos estupendos intérpretes, James McAvoy y Michael Fassbender. Los dos evitan emular a Patrick Stewart y a Ian McKellen, adueñándose de los personajes de Xavier y Magneto y haciéndolos suyos, pero manteniendo, eso sí, la misma química que sus predecesores.

A Kevin Bacon siempre se le ha dado muy bien hacer de malo, así que es otro gran acierto de casting (hablando alemán y todo), aunque luego Fassbender le robe algo de “protagonismo antagonista”.

Nicholas Hoult y Jennifer Lawrence destacan de entre el correcto reparto juvenil, y el resto de secundarios cumplen con su labor. Y ojo porque hay mucha cara conocida: Rose Byrne, Oliver Platt, Michael Ironside, Jason Flemyng, James Remar, Rade Serbedzija (que siempre hace de ruso), Matt Craven…

También está el español Alex González, pero no creo que nadie vaya a acordarse de su intervención, menos aún cuando lo único que hace en todo la película es agitar los brazos. Y es que, si hay algún defecto que acarrea del resto de entregas, es que los esbirros del villano son casi siempre meros títeres -con poco o nada de diálogo- que obedecen órdenes, sean quiénes sea quienes los encarnen (con Flemyng en el rol de Azazel se podría haber sacado mucho jugo…)

“X-Men: Primera generación” no sólo hará las delicias de los seguidores de la Patrulla X, sino de todos aquellos que busquen buen cine de entretenimiento; aquél que no antepone los efectos especiales y la acción a la historia y los personajes.

Si esto es el inicio de una nueva trilogía, lo cierto es que no podrían haber empezado con mejor pie. Y no estaría de más que Vaughn siguiera a los mandos de las secuelas, aunque también sería una lástima no poder aprovechar el talento de este director en otros géneros (a la vista de lo bien que lo ha hecho con el thriller –Layer Cake- o la fantasía –Stardust-)



Lo mejor: que no antepone la acción y los efectos especiales a la historia y los personajes; James McAvoy y Michael Fassbender.


Lo peor: la poca personalidad de los esbirros de Sebastian Shaw.


Valoración personal: Buena