sábado, marzo 21, 2009

Cine de Acción, Lo Mejor de los 90, Parte II



Ha tardado un poco en llegar, pero aquí os traigo la segunda entrega de este repaso especial al mejor de cine de acción de los 90, a gusto de un servidor. Como siempre, estaré encantado de conocer vuestras opiniones acerca de las susodichas, tanto si coincidimos como si discrepamos en algún/os título/s.

Si en la primera entrega empezamos desde inicios de los 90 hasta mediados, en este segundo listado los títulos datarán de mediados de la década hasta finales. Y si en aquella, las estrellas que copaban las carteleras eran Schwarzenegger, Stallone o Willis, ésta bien podría denominarse “La era Cage”, puesto que varios de los títulos que aquí figuran están protagonizados por Nicolas Cage, actor hoy en día muy odiado por el colectivo cinéfilo (tanto bodrio y peluquín le han pasado factura), pero que hace unos años su presencia era casi sinónimo de buen entretenimiento.


Mentiras arriesgadas (1994)

Antes de la aclamada –y ñoña- “Titanic”, James Cameron llevó a cabo este delirante y sumamente divertido/entretenido vehículo de acción para el forzudo austríaco. Schwarzenegger realiza uno de sus mejores trabajos como héroe de acción, en esta especie de parodia de los films de James Bond (que fue un remake de la francesa “Dos espías en mi cama”) Le acompañaron en esta aventura una muy sexy Jamie Lee Curtis (¡cómo olvidar ese striptease!) y un simpático Tom Arnold. Destacar también al siempre genial Bill Paxton en un pequeño papel y a una jovencísima Eliza Dushku que ya apuntaba buen físico.

*Esta es del 94, pero la incluyo aquí al no haberlo hecho en el anterior listado.


Muerte súbita (1995)

Si en “Alerta Máxima” era Seagal quién emulaba al John McClane/Bruce Willis de “Jungla de Cirstal”, aquí es Jean-Claude Van Damme quién hará frente a un grupo de terroristas en un estadio de hockey infestado de bombas. Similar esquema que las anteriormente mencionadas para, digamos, la última cinta de acción decente del belga. Después de ésta, su carrera fue cayendo en picado, acumulando títulos reguleros (Al límite del riesgo, En el ojo del huracán) con verdaderos despropósitos (Soldado universal: El retorno, Sin Control)




Dos Policías Rebeldes (1995)

Simpática y entretenida buddy movie que supuso la carta de presentación del amado/odiado Michael Bay en el cine de entretenimiento. Martin Lawrence y Will Smith forman una muy bien compenetrada pareja de policías, explotando su viz cómica con divertidos diálogos, al tiempo que pegan tiros a diestro y siniestro. Casi diez años más tarde llegaría su excesiva -por duración y artificios- secuela.






La Jungla de cristal III: la venganza (1995)

Tercera y cojonuda entrega de la saga protagonizada por el genial detective John McClane. John McTiernan volvió a la silla de director para entregarnos una cinta de acción de primer nivel, igual o incluso superior al film original. Impagable la pareja formada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson haciendo frente a un villano de excepción, un astuto Jeremy Irons (“Simon dice…” xD)






La Roca (1996)

La buena racha de Nicolas Cage dentro del cine de entretenimiento empezó con, a mi gusto, la mejor película de Mchael Bay. Soberbio espectáculo para una de las cintas más trepidantes de los 90 (y de la historia), con un Cage acompañado del siempre eficiente Sean Connery, con dos villanos -no tan villanos- de aúpa, Ed Harris y David Morse, y con un escenario inmejorable, la vieja prisión de Alcatraz (de la que una vez consiguió fugarse Clint Eastwood xD)





Eraser (1996)

Repudiada incluso por algunos fans de Schwarzenegger, para mí es su última cinta de acción digna de mención. Demasiado pasada de rosca en alguna secuencia (la del paracaídas, por ejemplo), pero aún así sumamente entretenida y con buenos momentos de humor propiciados por el personaje de Robert Pastorelli. Supuso el fin de “La era Chuache”, ya que después de ésta no consiguió atraer al público en mansa de la misma forma que lo hizo antaño. A destacar la presencia de James Caan como el malo de turno y a la atractiva Vanessa L. Williams como la testigo a proteger.




Cara a Cara (1997)

Un descabellado argumento dio pie al mejor título de John Woo en suelo americano. Unos geniales John Travolta y Nicolas Cage intercambiando varias veces sus roles, en una producción típica de Woo, con sus espectaculares tiroteos, su cámara lenta y sus imprescindibles palomas blancas. A destacar la escena final en la iglesia, claro autohomenaje a su excelente film hongkonés “The Killer”.






Con Air (1997)

Otra inverosímil pero altamente trepidante cinta de acción para lucimiento de un melenudo Cage, al que se sumó un reparto repleto de grandes villanos como John Malkovich (Cyrus el Virus), Ving Rhames (Perro Diamante), Danny Trejo (Johnny 23) o Steve Buscemi (Garland Greene, el mutilador de Ohio). Con ella debutó Simon West, muy al estilo videoclipero de Bay. Sim embargo, después de ésta y la notable “La hija del general”, su carrera se fue al garete tras el pestiño de Lara Croft: Tomb Raider y el horroroso remake de Cuando llama un extraño.




Tras este ligero repaso, queda claro que ya no se hacen cintas de acción como las de antes. Mucho efecto digital y mucha cámara espasmódica es lo que hoy predomina, y aunque de vez en cuando alguna película destaque por una inusitada eficiencia, son más bien pocas las ocasiones en las que podemos disfrutar de este malogrado y siempre infravalorado género cinematográfico.
Action-men de la talla de Arnold Schwarzenegger (el mejor de todos, sin duda alguna), Sylvester Stallone, Bruce Willis, Mel Gibson, Kurt Russell o Jean- Claude Van Damme (además de los esporádicos tipo Keanu Reeves o Patrick Swayze, por ejemplo), son los que nos han dado grandes momentos frente a la gran pantalla. Altas dosis de entretenimiento de la mano de especialistas en el género como John McTiernan o Richard Donner, entre otros tantos artesanos.

Ni los 90, que hemos ido repasando con estos artículos, ni los 80 (que ya les tocará su momento en el blog) volverán a repetirse. Los sustitutos de este tipo de producciones son, actualmente, los superhéroes, que sin importar demasiado quién se ponga delante de la cámara, son los que arrasan en taquilla y ofrecen al público las dosis necesarias de espectáculo para pasar un buen rato frente a la gran pantalla.

Tampoco las supuestas nuevas estrellas del cine de acción parecen estar a la altura de las circunstancias, o por lo menos, sus películas no lo demuestran. Quizás el mejor parado sea Jason Statham, que encadena una tras otra con el beneplácito del público, mientras que Vin Diesel no da pie con bola y Dwayne “The Rock” Johnson (el que tiene mejores aptitudes y carisma) tantea demasiados géneros –y en ninguno desentona- como para poder ponerle la etiqueta definitiva de “action-man”.


Dicho esto, aquí os dejo otro breve listado extra (un bonus) de otras cintas de acción “a secas” (sin ci-fi ni otros géneros de por medio) con las que, a un nivel inferior a las ya citadas, también he pasado gratos momentos. Por supuesto, no nos movemos de los 90, por lo que muy probablemente sigáis echando de menos algunos títulos que ya comentaremos en futuros repasos. Cualquier otra aportación por vuestra parte, será bienvenida (y discutida, xD)

- El Principiante (1990) - Colegas a la Fuerza (1991)- Pasajero 57 (1992) - Persecución Mortal (1993) - Volar por los Aires (1994) - Caza Legal (1995) - Hora Punta (1998) - El Profesional (León) (1994) – Desperado (1995) – Dos pájaros a tiro (1990) – Fugitivos encadenados (1996) – Blanco Humano (1993) - Broken Arrow (1996) - Velocidad Terminal (1994) - El gran halcón (1991)

viernes, marzo 13, 2009

"A ciegas (Blindness)", ciegos de moral


Tras la magnífica “Ciudad de Dios”, basada en una novela de Paulo Lins, y “El jardinero fiel”, basada en otra de John Le Carré, queda demostrado que el punto fuerte de Fernando Meirelles son las adaptaciones novelísticas. Después de estos dos notables trabajos, ahora le ha tocado el turno a "Ensayo sobre la ceguera", una novela del escritor portugués José Saramago. Y como no podía ser de otra forma, la película nos llega a nosotros con unos “pocos” meses de retraso (unos seis, aprox.) gracias a nuestros “amigos” de las distribuidoras.

La historia de A ciegas (Blindness) nos habla de una misteriosa epidemia que está dejando ciegos a los habitantes de un país (no se dice cuál, porque visto lo visto, podría ser cualquiera). Se desconocen las causas de tan extraño fenómeno, pero está claro que se propaga con rapidez, causando la ceguera en cuestión de horas. A tal efecto, el gobierno decide proclamar un estado de cuarentena, recluyendo a los afectados en un hospital y dejándolos casi a su suerte, sin atención médica y con cada vez más reducidas raciones de comida.

Entre los afectados se encuentra una mujer que conserva su vista en secreto para poder cuidar de su marido ciego. Ella será la verdadera testigo ocular del caos y el terror que acontece dentro del recinto cuando un grupo decide, por la fuerza, tomar el control del lugar.


La última película de Meirelles parece tener dividida a la crítica -entre excelente y fallida, sin término medio-, si bien el público, en general, ha salido satisfecho pese a las siempre inevitables comparaciones con el material original.

Ante todo, es importante, cara al espectador, advertir sobre el tipo de película que tenemos delante. No se trata de una cinta que apueste por una visión global de la epidemia, sino todo lo contrario. Se centra exclusivamente en el grupo de recluidos en el hospital, y a través de ellos, realiza un duro y perturbador análisis sobre la conducta humana en situaciones de alto riesgo. Aquí el terror no es tanto la epidemia en sí sino la reacción de aquellos que la padecen.
Por tanto, estamos ante un thriller que se decanta especialmente por su vertiente dramática y crítica, aparcando un poco el suspense y el elemento más fantástico de la trama, como es la propia ceguera en sí misma, que aparece SPOILER--- y desaparece ---FIN SPOILER de repente y sin explicación científica alguna. Y ojo a esto último, pues esa falta de explicaciones lógicas es lo que puede molestar a aquellos espectadores ansiosos de encontrar aquí una respuesta coherente a tan extraño argumento.


Si lo enfocamos desde otro punto de vista, la explicación del fenómeno no es tan necesaria como pueda parecer, pues no es más que una mera excusa (el macguffin de turno) para desarrollar ese citado estudio de la conducta humana. Dicho de otra manera, poco importa el por qué, sino el qué. Qué más da qué causa la ceguera, si lo que realmente pretende mostrarnos Saramago -y Meirelles con su adaptación- es el comportamiento de las personas ante una situación que les sobrepasa.

Así es como el espectador es testigo, al igual que el personaje de Julianne Moore, de la despreocupación y/o inutilidad de los políticos ante tal suceso , que se limitan a dictar el estado de emergencia y a perder el tiempo debatiendo sobre cómo afrontar la situación –siempre desde el interés político y económico-, en vez de afrontarla y punto.
También observamos como en un mundo de ciegos, el tuerto es el rey, aunque en este caso, el poder recae en un hombre armado que somete al resto a su conveniencia (el abuso de poder en estado puro) Y como al final unos pocos, los cuerdos, tienen que hacer frente a aquellos que se pasan la moral por el forro, no sin antes ellos haber pasado por el aro y haber sufrir las consecuencias de una injusta opresión. Y es que no todos los afectados están dispuestos a racionar la comida, a ayudar al prójimo o simplemente a comportarse como los seres civilizados que debieran ser (aquí se hace patente la certeza de aquella frase que dice “cuánto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”)

La dirección de Meirelles es sobria y sólida de principio a fin, con un ritmo pausado pero firme en todo momento, sin altibajos de ningún tipo. El brasileño afronta las situaciones más duras y extremas con mucha profesionalidad. En dónde otros hubieran optado por lo explícito y el morbo, Meirelles apuesta por una sutileza aún más efectiva si cabe, dejando entrever que lo que no se ve es más poderoso que lo que sí se ve (el poder de la sugestión, señores). La violencia se trata de forma contundente pero también contenida, recayendo muchas veces en los gestos y expresiones de sus protagonistas, y muy en especial, en la angustiosa mirada de una Julianne Moore en uno de sus mejores trabajos de su carrera (aún cuando la inacción de su personaje te saca de quicio). Aunque tampoco es de desmerecer la labor de sus compañeros de reparto, como Mark Ruffalo, Danny Glover, o un desalmado Gael García Bernal, protagonista a su vez de uno de los mejores momentos de humor negro de la película (pista: Steve Wonder)


El uso de la banda sonora es casi minimalista, siendo el mayor apoyo con el que cuenta Meirelles, el trabajo de fotografía César Charlone, que evoca muchas veces a la propia ceguera de los personajes en un juego de fundidos blancos y negros muy adecuado.

La crítica hacia el sistema político es menor, en comparación, con la crítica hacia la naturaleza humana. Una crítica que tampoco es demasiado extremista, ya que en todo momento hay una puerta abierta a la esperanza, al amor, al compañerismo, a la humanidad… Una historia que invita a reflexionar y que pone los pelos de punta sólo de pensar que algún día pudiese ocurrir de verdad. Una película que pone de manifiesto como todo lo que, como sociedad, hemos construido, se puede ir al garete por un mal que nos afecte a todos por igual, un mal que no entienda de raza, sexo, edad o jerarquía social. Un mal que saque lo peor y lo mejor que llevamos dentro.


Así que ya sea por las neutras expectativas que acudí a su visionado o por el desconcierto de no saber con qué me iba encontrar tras semejante sinopsis (me sonaba mucho a “El día de los trífidos”), la verdad es que “A ciegas (Blindness)” me ha supuesto una gran y grata sorpresa. Desde la espléndida “El experimento”, que una película no me causaba tal impresión.

No por ello está exenta de ciertos errores. Por ejemplo, hay secuencias que se antojan demasiado cómicas sin pretenderlo, el grado de implicación con los personajes es menor del esperado y el final no da tregua al espectador, o gusta o no gusta. En lo personal SPOILER ---los happy end me convencen más bien poco, y menos en este caso, en el que no existe explicación alguna que lo justifique FIN SPOILER

De todas formas, recomiendo su visionado tanto si se ha leído la novela como si no, aunque no estoy seguro de que pueda gustar a todo el mundo (tómese esto como advertencia para los indecisos). Lo es que esperen algo más fantástico, se pueden llevar un chasco, porque tiende más al razonamiento filosófico que a otra cosa. Y es bien sabido que el ritmo pausado no es apto para todos los paladares.


Lo mejor: Julianne Moore.

Lo peor: el final.


Valoración personal: Buena

jueves, marzo 12, 2009

"Underworld: La rebelión de los licántropos", vampiros Vs. licántropos


Allá por el 2003, llegó a nuestras pantallas “Underworld”, una película dirigida e ideada por el debutante Len Wiseman. Al frente de la cinta teníamos a todo un bellezón, Kate Beckinsale, compartiendo pantalla, entre otros, con su pareja de aquél momento, Michael Sheen (dato amarillista: más tarde rompieron y la actriz se casó con el propio Wiseman)
La película narraba la eterna lucha entre dos monstruosas razas, los vampiros y los licántropos. Con una estética deudora de Matrix y Blade, e influenciada –según tengo entendido- por un popular juego de rol, la película de Wiseman pegó fuerte en las carteleras, ganando tanto admiradores como detractores.

Su éxito propició la realización de una secuela titulada “Underworld: Evolution”, con mismos protagonistas y mismo director, aunque esta vez los resultados en cuanto a calidad se refiere, fueron tremendamente inferiores.

Desde un buen principio, Wiseman planteó Underworld como una trilogía, y teniendo en cuenta su aceptación entre un sector del público, no es de extrañar que su propósito se haya visto cumplido. Así es como ahora, seis años más tarde, y de la mano del encargado de los fx de las dos anteriores, Patrick Tatopoulos, nos llega la tercera entrega. Y lo hace a modo de precuela, para relatarnos los hechos que transcurren antes de sus predecesoras, y así contarnos de forma extensa el por qué de esa rivalidad entre las dos razas.

Underworld: Rise of the Lycans
se sitúa varios siglos atrás en el tiempo, en una época en la que los aristocráticos vampiros tienen a los hombres lobo esclavizados a su antojo. Para los primeros, los licántropos no son más que animales, una raza inferior que no merece tener derechos, y que debe obedecer los designios de una raza más inteligente y poderosa, la suya.

Viktor (Bill Nighy), mandamás del clan vampírico, tiene bajo su protección a Lucian (Michael Sheen), el primero de una raza de licántropos que pueden vivir como humanos y transformarse en bestia cuando lo deseen. Lucian siempre ha seguido las órdenes de Viktor sin poner objeciones, pero a esa vida de resignada esclavitud le quedan pocos días. Su amor por Sonja (Rhona Mitra) la hija de Viktor, será el desencadenante de una guerra entre ambas razas que se extenderá a lo largo de los siglos, y que aún a día de hoy perdura.

Como no podía ser de otra forma, en esta tercera entrega repiten varios de los protagonistas de las otras dos películas, si bien es inevitable que otros, por el tipo de historia que se relata, no tengan cabida en ella. Entre los que sí están, destacaríamos básicamente a Bill Nighy, interpretando de nuevo a Viktor, a Steven Mackintosh como Tannis, su mano derecha; y a Michael Sheen como Lucian, el rebelde licántropo. Beckinsale no repite su papel de Selene, puesto que su personaje aún no existe en esta historia, así que el papel femenino esta vez recae en Rhona Mitra, que interpreta Sonja , hija de Viktor y amante de Lucian.


Lo que se nos relata en esta precuela es el inicio de la rivalidad entre las dos razas, algo que ya pudimos ver y conocer, a modo de flashbacks, en la primera Underworld. Por tanto, esto no es más que una versión extendida de aquello, haciendo hincapié en la imposible relación amorosa entre un licántropo, Lucian, y una vampiresa, Sonja, muy al estilo del Romeo y Julieta de Shakespeare.

Si bien la primera intención de Lucian es huir de sus captores, la muerte de su amada en manos de su propio padre, será lo que le obligue a liderar a su raza en una lucha contra los vampiros, buscando así la venganza y la libertad que le corresponde.

Uno de los mayores alicientes de esta nueva entrega es su enclave geográfico y la época en la que se desarrolla la historia. Fortalezas medievales y densos y oscuros bosques son los testigos de la primera batalla entre vampiros y hombres-lobo. Atrás quedaron las pistolitas y el cuero negro; ahora lo que se lleva son brillantes armaduras y afiladas espadas. Esto permite ofrecer unas peleas cuerpo a cuerpo mucho más violentas y sangrientas, si bien tampoco es que el director se luzca demasiado en ese campo. Los enfrentamientos son correctitos pero no muy destacables, con su poco de cámara lenta, sus saltos kilométricos y sus efectos especiales de bajo presupuesto, disimulados muy acertadamente por una oscuridad permanente a lo largo de casi toda la película. Difícilmente termines el visionado y alguna secuencia de acción de las aquí vistas se te quede marcada en la retina.

El diseño de las citadas armaduras, de las salas de la fortaleza o de objetos varios como espadas y demás, está muy conseguido, y en general otorgan a la película un aire tenebroso y místico realmente efectivo. Por tanto, en cuanto a ambientación se refiere, nada que objetar. Eso sí, el aspecto y caracterización de los hombres-lobo sigue sin convencerme desde la primera entrega.

Tatopoulos y su equipo han procurado darle al film un toque romántico/dramático que pueda acompañar a la acción sin que ésta se eche en falta. Lamentablemente y pese a la encomiable labor de Sheen, que resuelve con oficio su papel, la historia entre Lucian y Sonja no entusiasma ni emociona demasiado, quizás porque observamos esa relación cuando ya está en las últimas, restando así cualquier tipo implicación por parte del espectador (además de mostrar más sexo que amor)
De todas formas, no es una carencia que moleste demasiado para los que sólo busquen pasar el rato, ya que no deja de ser el macguffin que desencadena el tan deseado combate entre las dos mortíferas razas. Pero es evidente que esa falta de emoción es la que deja al film en un entretenimiento liviano y poco más.

Por tanto, Underworld: La rebelión de los licántropos gustará seguramente a los fans acérrimos de la saga, pues sigue teniendo los mismos alicientes que sus predecesoras: vampiros enfrentándose a feroces hombres-lobo, mucha acción y mucho miembro cercenado. A los que no les gustó ninguna de las anteriores, esta tercera mejor que se la ahorren. A título personal, considero que es mucho mejor que la roñosa segunda parte, aunque no está a la altura de la primera. Una cinta entretenida que incluso se hace corta, pero a la que la falta garra para ser lo épica que debió haber sido.


Lo mejor: la ambientación; Michael Sheen.

Lo peor: no tiene garra ni emoción.


Valoración personal: Correcta

viernes, marzo 06, 2009

"Gran Torino", Gran Eastwood


Aunque parecía que después de la excepcional “Million Dollar Baby” no volveríamos a ver al gran Clint Eastwood delante de la cámara, ahora nos llega -no sin retraso- su última y esperada película, en la cual el actor/director se pone a ambos lados de la cámara para contarnos una sencilla y modesta historia que, de seguro, cautivará a los fans del autor (servidor incluido)

Esta es una de esas cintas del maestro cuyo destino no es otro que ser considerada una “obra menor” dentro de su filmografía. Puede que así sea, si la comparamos con sus grandes obras maestras, pero tildarla con tal calificativo no debería, bajo ningún concepto, usarse como algo peyorativo, y es que cualquier “obra menor” de este buen señor se come con patatas a cualquier otra que le acompañe en cartelera (en calidad, no en taquilla, claro). Aunque en mi modesta opinión, de “menor “no tiene nada.

Gran Torino se centra en Walt Kowalski (Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea y trabajador jubilado del sector del automóvil, cuya máxima pasión, tras la muerte de su querida esposa, es cuidar de su otro preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972 que él mismo ayudó a sacar de la cadena de montaje.

Walt vive solitario -a excepción de su perrita Daisy- en un barrio atestado de vecinos inmigrantes a los que ni conoce ni quiere conocer. Inmigrantes hmong (del sudeste asiático), latinos y afroamericanos pueblan las calles de un lugar que el viejo americano ya no reconoce, con pandilleros que se creen los amos del barrio y vecinos de extrañas costumbres a los que desprecia sólo por su procedencia.

Una noche, su joven vecino Thao, sometido a una prueba de su primo pandillero, intenta robarle el Gran Torino, pero éste se lo impide aún sin reconocer quién le está intentando robar. Unos días más tarde, el propio Thao es acosado de nuevo por su primo y el resto de sus amigos, hasta que aparece Walt a apaciguar la trifulca con su cara de mala leche y su impecable rifle M-1. A partir de este suceso, entre Walt y Thao (y también su familia) se crea un vínculo especial. El viejo veterano tratará de hacer del muchacho un hombre hecho y derecho, a la vez que va conociendo poco a poco a sus vecinos inmigrantes, dejando de lado sus prejuicios y abriendo su mente y su corazón a un grupo de personas que le muestran más aprecio y gratitud de la que su propia familia es capaz.


Después de la aclamada “El intercambio”, Eastwood rebaja sus ambiciones y aborda una película mucho más discreta, cuya fuerza reside en su portentosa interpretación, sus buenas intenciones y su permanente discurso antirracista.

Pese a la tópica historia del mentor y el aprendiz y a algunos elementos trillados en toda película que trata el tema del racismo, Eastwood consigue elaborar una historia potente y profunda que queda grabada a fuego en nuestra memoria cinéfila. Y es que muchas veces, la sencillez es la mayor virtud de un film.

La relación cuasi fraternal que se establece entre Walt y Thao es el motor que mueve Gran Torino, y mediante la cual el director desarrolla su crítico discurso de un modo mesurado pero igualmente certero. También es de agradecer que en ningún momento pretenda ofrecernos uno de esos dramones de cuidado que quieren concienciarnos de base de incesantes lagrimones. Todo lo contrario, pues Eastwood nos ofrece una simpática y a ratos tierna historia de un hombre triste y solitario que encuentra en sus, hasta el momentos, desconocidos vecinos un modo para resarcirse de sus pecados y un motivo para abandonar su soledad y vivir los días que le quedan con una sonrisa en la boca.


De ser un viejo gruñón, Walt pasa a convertirse en el inesperado héroe del barrio, haciendo frente a todo pandillero que se cruce en su camino o que moleste a sus nuevos amigos. Este veterano de la guerra de Corea no teme a nadie ni a nada, ni tan siquiera a la propia muerte.

Eastwood, algo cascadillo pero sin perder ni un ápice de fuerza en su penetrante mirada, vuelve a la interpretación con un papel hecho a su medida. Y es que ha sido como reencontrarse con un viejo conocido, el sargento Tom Highway (El sargento de hierro), en pleno retiro. Con muchas menos palabras y muchos menos tacos, y pese al desprecio que gasta para con sus vecinos, Walt Kowalski se gana nuestra simpatía desde un principio. Su mala leche nos pone los machos por corbata pero sus toques de humor (y aquí hay unos cuantos) nos sacan una irreprimible sonrisa.

El actor transmite con su mirada más que 10 hojas de guión llenas de diálogos. Y si esta es –esperemos que no- su despedida del mundo de la interpretación, desde luego no ha escogido mejor papel para hacerlo.

El resto del reparto cumple con su cometido, si bien cabría destacar a Ahney Her, quién interpreta a la hermana de Thao (un no tan convincente Bee Vang), y que se desenvuelve con mucha soltura ante la cámara, siendo la única capaz de darle la contra a la perfección al personaje de Walt.

Por lo demás, “Gran Torino” es una pequeña gran obra de uno de los mejores directores de nuestros tiempos. Una historia sencilla y emotiva que mata los prejuicios no a balazos, como en las guerras, sino a base entendimiento y benevolencia. Una historia divertida casi en todo momento, y emotiva sobre todo en su tramo final, SPOILER -- que tiene uno de los desenlaces más intensos y tristes de toda su filmografía.-- FIN SPOILER

Recomendada a los fans de Eastwood, a los amantes del buen cine (que vendría a ser lo mismo) y muy especialmente a aquellos que, como un servidor, consideren la infravalorada “Un mundo perfecto”, uno de sus mejores trabajos.


Lo mejor: Clint Eastwood y Ahney Her; su sencillez y sus toques humor.

Lo peor: que hayan tardado tanto en estrenarla.


Valoración personal: Buena

viernes, febrero 27, 2009

"Ghost Town", en compañía de fantasmas


En nuestro país, seguramente sean muy pocos los que conozcan al cómico Ricky Gervais, pero en el Reino Unido es toda una celebridad gracias a dos exitosas series de televisión: The Office, que tiene su propia versión americana con Steve Carrell a la cabeza, y Extras, que versa sobre un aspirante actor que intenta, sin mucha suerte, convertirse en uno de los grandes de la interpretación.

Habiendo ganado dos Premios Emmy, tres Globos de oro y tres Premios BAFTA, no es de extrañar que Hollywood haya querido tener un cómico de calidad entre sus filas, y después de pequeños papeles en películas como “Noche en el museo” o la magnífica “Stardust”, por fin le ha llegado a Gervais su primer papel protagonista en esta comedia romántica/fantástica del guionista –y a veces director- David Koepp.

"Ghost Town, bautizada aquí con el espantoso título de “¡Me ha caído el muerto!”, trata sobre un dentista antipático y amargado, Bertram Pincus (Ricky Gervais), que tras morir durante unos breves minutos en una rutinaria intervención médica, adquiere la habilidad de ver a los muertos; los cuáles, ante tal milagro, no dudarán lo más mínimo en pedirle ayuda.
Si ya de por sí Pincus es antisocial con los vivos, qué decir de su trato con los muertos… Pues tratará de ignorarlos por completo pese a la insistencia de los mismos a que les ayude a resolver sus cuentas pendientes para poder así encontrar la luz. El más insistente y listo de todos ellos será el arrogante Frank Herlihy (Greg Kinnear), quién a base de chantaje conseguirá que el dentista le preste su ayuda. La misión: evitar que su viuda esposa (Tea Leoni) acabe casándose con un tipo que no le conviene.

A regañadientes, Pincus tratará de romper esa relación, pero por el camino ocurrirán cosas inesperadas que cambiarán su estilo de vida (por si ver a los muertos no fuera ya suficiente cambio)"


Tras casi dos décadas enteras dedicado a los thrillers, al terror y a la ciencia-ficción, Koepp vuelve a la comedia escribiendo y dirigiendo esta particular cinta que mezcla varios géneros sin que estos chirríen o se estorben unos a otros, lo cual ya es todo un logro.

Aunque el componente fantástico –poder ver a los muertos- no sea muy original, el planteamiento en el que se usa por lo menos si resulta atrayente a la par que convincente. Y es que la gran virtud de la cinta radica en construir una comedia romántica con pinceladas de drama pasando por lugares comunes del género y aún así, resultando ser agradable de principio a fin, divertida en ocasiones y emocionalmente intensa en momentos muy puntuales.

Quizás el referente más cercano al film sea la serie “Entre fantasmas”, pero si le quitamos la insoportable ñoñería y la prominente delantera de Jennifer Love Hewitt (eso es lo único que echaremos de menos), y luego la añadimos un poco de humor y una pizca de sentimentalismo, tenemos como resultado Ghost Town. Si además el reparto goza de buena salud interpretativa, la fórmula difícilmente falle, siempre y cuando uno sepa perdonarle esa escasa originalidad y sus inevitables topicazos.

Gervais tiene la oportunidad de demostrar sus aptitudes en un papel hecho a medida, y lo hace sin histrionismos, componiendo un personaje solitario, aburrido de la vida y de la gente, que verá como su rutina diaria da un vuelco de 180º tras cruzar brevemente el umbral que separa el mundo de los vivos del de los muertos. Un tipo afligido que deberá prestar ayuda a un fantasma que le hará la vida imposible si no le echa una mano con su terrenal cuenta pendiente.



Ese fantasma tocapelotas no es otro que el siempre eficiente Greg Kinnear, que vuelve a su habitual papel de arrogante caradura que tan bien suele encarnar. En cierto modo, su personaje es algo así como la mala conciencia de Pincus, y el que sin pretenderlo, le hará empezar a preocuparse por los demás y no sólo por él mismo. De este modo, SPOILER -- ese don de ver a los muertos, que en un principio supone una maldición para el solitario dentista, finalmente se convertirá en ese pequeño empujoncito que nuestro protagonista necesitaba para abandonar su triste y aislada existencia --FIN SPOILER.

Por su parte, Tea Leoni es la mujer a conquistar, papel que cumple con suma corrección y del que poco hay que decir más allá de reflejar a un personaje femenino autosuficiente, con las ideas claras y apasionado por su trabajo.

Jugando con el elemento fantástico, Koepp ofrece situaciones que en otras películas resultarían melodramáticas y que aquí se convierten mayormente en cómicas, apoyándose sobre todo en el buen hacer de la pareja formada por Gervais y Kinnear, y arropándolos con un variopinto grupo de “secundarios fantasmales” que aportan su granito de arena a la simpática trama.

Es de agradecer que la parte romántica, aunque tópica, no resulte empalagosa, y que los pocos momentos dramáticos, aunque bastante ligeros, sean enternecedores (especialmente si el espectador se ha involucrado en la historia)

Sin ser ninguna genialidad, “Ghost Town” consigue dejar un buen sabor de boca. No se llevará Oscars ni Globos de Oro, ni tampoco arrasará en taquilla (seguramente haga lo contrario, pasar inadvertida), pero es perfecta para pasar la tarde en compañía de una amable historia salpicada de humor, buenos sentimientos y un ajustado toque dramático que aparece sólo cuando toca.

Recomendada para los que no soportan las comedias románticas de Matthew McConaughey ni las payasadas de Rob Schneider, Will Ferrell y compañía.


Lo mejor: el planteamiento de la historia; los golpes de humor; el reparto en general.

Lo peor: cae en los habituales tópicos de las comedias románticas.



Valoración personal: Buena

jueves, febrero 19, 2009

"The Wrestler (El luchador)", oda a un perdedor


Después de la denostada “La fuente de la vida”, su anterior trabajo (con tal disparidad de opiniones, yo aún no me he atrevido a verla), Aronosfky aparca su megalomanía y nos trae un trabajo mucho más sincero y menos pretencioso. Este cambio de intenciones se ha visto recompensado con un buen puñado de halagos, tres importantes galardones (dos Globo de Oro al Mejor actor de drama (Mickey Rourke) y mejor canción; y un León de Oro a la Mejor película) y un par de nominaciones al Oscar. La casi unanimidad por parte de público y crítica con su nueva película no tiene nada que ver con su “fuente”, y es que con este tipo de directores apenas existe el término medio: o lo ponen a caer de un burro o le lamen las posaderas hasta desgastárselas.

En The Wrestler nos cuenta la historia de Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke), un luchador profesional de wrestling venido a menos.
Randy fue, durante los 80, una gran estrella del cuadrilátero, pero su éxito ya es cosa del pasado y ahora malvive en baratos espectáculos de tercera categoría, con un cuerpo hastiado por los golpes y un corazón roto por la falta de orgullo y de cariño (que poético me ha quedado eso). Ante tal panorama y viendo que pese al aprecio de sus fans y compañeros, su carrera está acabada, Randy decide poner un poco en orden su vida personal.

Lo primero que hará será acercarse de nuevo a la hija -Evan Rachel Wood-de la que años atrás se desentendió, y lo segundo, abandonar su soledad amorosa conquistando a Stephanie (Marisa Tomei), una stripear que le hace tilín. Del éxito o el fracaso de estos dos objetivos depende el resto de su vida.

Rodada con un estilo casi documental, algo que sin duda le otorga un mayor realismo (aunque no necesariamente la hace mejor película), Aronofsky nos introduce en la vida de Randy, un luchador profesional que atraviesa uno de los peores momentos de su vida. Su carrera ha quedado reducida a peleas teatrales de tercera categoría y a vivir de la fama de antaño, algo que si bien no le satisface del todo, es lo poco o lo único que le queda. Pero tras abandonar los cuadriláteros, su lucha se convierte en otra. Ahora le toca hacer frente a un rival mucho más duro: el destino. Un destino que viene marcado por los errores y las malas decisiones tomadas en el pasado, y que ahora Randy intentará remendar.

Randy buscará la redención, el perdón de una hija y el amor de una mujer, pero nada de todo esto será fácil de conseguir, y el camino hacia el éxito será mucho más severo y amargo que el que una vez recorrió de ring en ring.

La primera parte de la película nos muestra la decadencia del personaje, su constante sufrimiento por una insatisfactoria carrera profesional y por una vida triste y solitaria. Nos enseña lo sencillo que es conseguir la gloria y lo complicado que es mantenerse en ella.

Las encarnizadas peleas en el cuadrilátero le ponen a uno la carne de gallina. Un acercamiento realista y sin contemplaciones a este tipo de entretenimiento, pasando por lo bueno, la camadería entre los luchadores, y lo malo, la severidad de los combates y sus posteriores consecuencias a nivel físico y psíquico. Y nuestro Randy se encuentra en el punto más agotador y autodestructivo de su trabajo, consumiendo todo tipo de fármacos para mantenerse en pie, bebiendo alcohol para olvidar las penas y suspirando por una vida que no alcanza ni a golpes.


Por tanto, lo que tenemos delante es la historia de un perdedor que busca la salvación, y Aranofsky, junto a Rourke, lo hacen de una forma lo suficientemente intimista y comedida como para conmovernos sin necesidad de recurrir a la lágrima fácil ni a adornados diálogos. Pero no todo aquí son virtudes y hay que resaltar también sus desaciertos, que los tiene.

Para empezar, la “no-relación” con su hija no está ni bien explicada ni bien desarrollada. Si Randy apenas conoce a su hija, el espectador aún sabe menos de ella. Ni el por qué concreto del abandono (algunos dirán que no importa y que se puede deducir, pero para mí sí es importante para entender la situación), ni dónde está su madre (muerta, seguramente) ni como es esa hija, cuyos únicos detalles personales que conocemos es que estudia y vive en una casa con otra chica (SPOILER --¿motivo suficiente para sospechar de su lesbianismo? --FIN SPOILER). La relación entre padre e hija se toca de forma muy superficial, como mero añadido para mostrarnos a un Randy aún más dolido en base a esa falta de correspondencia parental. Tampoco el proceder de esta hija resulta demasiado creíble, pasando del “te ignoro” al “te quiero”, y finalmente al “te odio” con una facilidad pasmosa (consejo para los malos padres: si abandonaste a tu hija hace años, regálale un bonito abrigo y vendrá a ti de nuevo)

Tampoco el personaje de Stephanie, la streaper interpretada por una muy competente Marisa Tomei, tiene el peso que merece en la trama. Su personaje deambula con convicción por la pantalla pero causando un vago interés, debido a que Aronosfky parece más preocupado en mostrarnos su desnudo cuerpo (¡y qué cuerpo, señores!) antes que sus sentimientos, de ahí que al final esa relación amorosa no sea tan significativa como sus autores pretenden hacernos creer. Y aunque siempre es de agradecer disfrutar de las gracias de una madurita belleza como la de la señorita Tomei, considero que es una actriz que vale para mucho más que para lucir palmito, y de ahí que su Stephanie debiera tener una relevancia en la historia mucho más sólida que la que aquí se nos muestra. A mi juicio pues, buena interpretación pero flojo personaje.

Mucho mejor tratado está Randy, afligido y desgarrador cuasi en todo momento, pero entrañable y jovial cuando toca. Un Randy apoyado sobre todo en el buen hacer de Mickey Rourke, cuyo papel le viene como anillo al dedo. Y es que los paralelismos entre Randy "The Ram" Robinson, el luchador, y Mickey “cara de plastilina” Rourke, el actor, no son fruto de la coincidencia. El descenso a los infiernos es de sobras conocido por el actor, así que su personaje apenas entraña dificultades para él. No por ello vamos a restarle méritos, y mucho menos demostrando una enorme capacidad de transmitir emociones pese a lo demacrado que está su rostro.

Este trabajo al servicio de Aronosfky ha sido todo un regalo divino y Rourke ha sabido aprovecharlo para salir de esa pozo sin fondo en el que se encontraba desde hace años, y aunque recientes papeles en otras películas ya auguraban un renacer del actor, no ha sido hasta la llegada de “El luchador” cuando realmente se confirma el buen estado de forma que presenta. Y no es que haya sido siempre un crack de la interpretación (afirmar eso ahora sería un acto de hipocresía), pero no es menos cierto que ha sabido defenderse ante la cámara en más de una y dos ocasiones, y ”Manhattan Sur” o “El corazón del ángel” son buena muestra de ello.

A título personal, lo peor del visionado de “The Wrestler” podría ser esa sensación constante de “deja vu”; de esto ya me lo han contado otras veces. Sin ir más lejos, ahí tenemos a "Rocky Balboa", aunque aquella era un canto a la esperanza y ésta es todo lo contrario (y tener Sly delante y detrás de la cámara invitaba injustamente al menosprecio por parte de un sector de la crítica)
Eso convierte su visionado en tópico (papá se perdió los cumpleaños de su querida hijita… y si hubiera sido hijo seguramente se hubiera perdido todos los partidos de béisbol, por decir algo) y bastante predecible, claro que a día de hoy eso mismo podría decirse de otras tantas películas (la originalidad en el Hollywood de hoy día brilla por su ausencia). Aronofsky intenta solventar ese defecto con un final más o menos abierto en el que deja el desenlace en manos de la imaginación del espectador, y digo más o menos porque en general todos vemos en él la misma conclusión.

Por tanto, “The Wrestler”, sin contarnos nada nuevo, ofrece una correctísima película que tiene su alma sobre todo en su actor principal y en su modo casi documental de relatarnos la historia, es decir, que lo poco novedoso que nos cuenta por lo menos lo sabe contar bien. Muchos verán en ella una gran película, y libres son de hacerlo, pero yo me quedo con el potro italiano (no se llevó tantas alabanzas y mucho menos premios, pero considero que no dista mucho de la sencillez y honestidad de la que aquí hace gala Aronosfky y su luchador)


Lo mejor: Mickey Rourke

Lo peor: los personajes -que no sus actrices- secundarios; demasiados tópicos.


Valoración personal: Correcta

jueves, febrero 12, 2009

"Slumdog Millionaire", una historia de amor y supervivencia


De nuevo, tenemos aquí a otra de esas candidatas a arrasar en la edición de los Oscars de este año. Ganadora de 7 premios BAFTA, 4 Globos de Oro entre los que se incluyen el de mejor película, director y guión, y 10 nominaciones a los citados Oscars, convierten a “Slumdog Millionaire” en la directa competidora de “El curioso caso de Benjamin Button” y la única con serias posibilidades de arrebatarle la estatuilla en las categorías reinas.

Hacía mucho tiempo que Danny Boyle, su director, no conseguía el clamor popular de crítica y público. Más o menos desde la genial “Trainspotting, y de eso hace ya más de 10 años, que no es poco. De hecho, podría decirse que este es su mejor trabajo desde aquella, algo que se agradece después de tanto producto decepcionante (con lo buena que estaba siendo “Sunshine” y se la cargó con un tramo final a lo cutre-slasher)


La historia que aquí se nos presenta, más o menos la conocéis todos. Jamal Malik (Dev Patel), es un adolescente de clase baja de Bombay que un día se presenta a la versión hindú del concurso "¿Quieres ser millonario?". Este acontecimiento cambiará por completo su vida y nos permitirá a nosotros, los espectadores, conocer más de su pasado y de cómo llegó hasta allí.


Esta escueta sinopsis es más que suficiente para tomar la decisión de ver o no ver esta película. Contar más de su trama sería adentrarse en el peligroso terreno del spoiler, así que todo aquello que comente acerca de la misma, lo haré con la debida señalización (siempre que lo considere oportuno). Y es que cuanto menos sepáis, más os sorprenderá esta película.

Para empezar, la premisa argumental de la cinta es toda una rareza, y puede que sea el motivo por el que algunos, atacados por la curiosidad, decidan echarle un vistazo. A la vez, también puede ser el motivo por el cual suscite un vago interés entre otros espectadores, aunque tanto premio y tanto elogio, seguro que convencerán a más un escéptico.

Para despejar dudas, toda la parte del concurso es más bien una ingeniosa fórmula que sirve al director para contarnos la dura vida de Jamal y los suyos (familia, amigos…). Un recurso narrativo que paso a paso nos adentra en el pasado del muchacho, conociendo poco a poco sus penurias y esa dificultad de crecer en un lugar atroz para la población más pobre del país. Todas experiencias que sufre y también disfruta Jamal son la base que conforma la trama y lo que, imagino, ha cautivado a la crítica.


Pero “Slumdog Millonaire” no es un duro drama al estilo “Ciudad de Dios (peliculón donde los haya y a mi gusto, mucho mejor que ésta), sino una película mucho más contemplativa en cuanto a géneros. Hay en ella un poco de comedia, de suspense, de romance y finalmente, de drama, siendo esto último lo más arrebatador de todo. Pero lejos de mostrar la pobreza y la crueldad de la vida en su forma más desgarradora, lo que Boyle y su guionista han pretendido, además de mostrar una viva realidad que muchos occidentales desconocemos, es dejar un pequeño lugar para la esperanza. Y eso es lo que al fin y al cabo termina dejándonos un buen sabor de boca.

SPOILER-- Jamal y su hermano se quedan huérfanos desde bien pequeños. Tras la muerte de su madre, deben sobrevivir en un lugar hostil que no siente compasión por los más desfavorecidos. Los dos hermanos subsisten como pueden, ingeniándoselas para conseguir dinero y comida. A veces es robando sin contemplaciones, otras es tomando el pelo a los turistas, y otras tantas es trabajando en un McDonald’s por un mísero sueldo. Pero pese a vivir lo mismo, la personalidad de ambos muchachos condiciona su destino, y mientras que uno, Jamal, intenta ir por el buen camino, el otro, Samil, cae en la codicia a cualquier precio y el puro egoísmo. A ninguno de los dos se les puede recriminar su forma de vivir, pero sí algunas decisiones que puedan cambiar no sólo su futuro sino el de quienes les rodean -- FIN SPOILER


La película goza de un buen desarrollo a modo de flashbacks que cada vez nos adentra más en la historia, y que a medida que pasan los minutos nos hace sentir una mayor empatía por el personaje, sobre todo en aquellos sucesos que poco a poco van complicando el tema amoroso de Jamal con el personaje de Latika (interpretada por Freida Pinto, todo un bellezón)

Para que quede más claro, cada pregunta que el presentador del show televisivo lanza a al joven, recibe una respuesta a modo de flashback que nos descubre el por qué Jamal es capaz de conocer esa respuesta, y a su vez, es la forma con la que su vida, su pasado, se van colando en la película. Y como ya he comentado antes, este es el recurso que mejor sabe utilizar Boyle para desarrollar toda la trama. Los recursos menos favorecedores son algunos efectismos visuales que le dan un aire más comercial a la propuesta, llegando por momentos a antojársenos incluso demasiado videocliperos. Eso sin contar el bienintencionado pero un tanto edulcorado “happy end”, que le resta algunos puntos al resultado final SPOILER-- que Jamal consiga a su chica es de recibo, pero que gane el concurso es demasiado complaciente con el espectador. Debería haber perdido el dinero –nunca supo la respuesta- y haber ganado lo que su corazón siempre ha deseado: a Latika, el amor de su vida. Pero claro, eso ya es una opinión muy personal-- FIN SPOILER


Otro punto en contra es su verosimilitud para con el concurso, que de vez en cuando se cae por su propio peso. El modo en el que Jamal conoce alguna de las respuestas del concurso es un tanto forzada (SPOILER --la de los objetos que sostiene el Dios Rama, por ejemplo -- FIN SPOILER) e incluso el nivel de dificultad de las preguntas se podría considerar de tipo medio y no alto. Esto último podría justificarse del siguiente modo: teniendo en cuenta que las últimas preguntas responden más a la cultura popular americana y europea que a la india, un hindú no tendría porque saberlas, y ahí radicaría esa mayor dificultad en responderlas correctamente. Peeero… SPOILER-- que la pregunta que le va a hacer ganar 20 millones de rupias sea sobre los mosqueteros, famoso libro donde los haya -aquí y en Lima- y que encima él lo estudió en la escuela, sea la pregunta final… resulta poco creíble, aunque era obvia su utilización dada la importancia que tiene ese concepto al principio de la película. Vamos, que por muy bonito y sorprendente que quede, no deja de estar metido con calzador para conseguir ese desenlace tan adecuado --FIN SPOILER

En contraposición a esto, tenemos un rodaje ubicado en chabolas de verdad, un acercamiento a la india pobre muy realista (o así lo parece), unas interpretaciones de todo el reparto muy convincentes (desde los chavales más pequeñajos hasta los adolescentes), una música autóctona acorde con lo que se nos muestra, y una bonita historia de amor y de supervivencia con la que es difícil no sentir algún tipo de empatía. Todo ello hace que la película se vea con agrado y sin aburrir ningún momento.

Slumdog Millionaire no está exenta de fallos y de algún que otro efectismo bien disimulado, pero es su sencillez lo que la hace brillar. No hay grandes alardes de ningún tipo en ningún aspecto, pero precisamente convence por su moderación. No se vislumbra en ella un afán de conseguir premios a toca teja, como sí lo parece con otras propuestas más presuntuosas y oscarizables. Y es por ello que Boyle y todo su equipo están recibiendo tanto reconocimiento.

No es una gran película –no para mí- pero sí es digna de ver y recomendar.


P.D.: El homenaje al cine made in Bollywood de los créditos finales no viene muy a cuento e incluso yo diría que sobra, pero tiene la suficiente gracia para que no moleste.


Lo mejor: su sencillez; el modo de relatar la historia.

Lo peor: algún recurso efectista y forzado para terminar de redondear la historia.


Valoración personal: Correcta.

domingo, febrero 01, 2009

“El curioso caso de Benjamin Button”, viviendo hacia atrás


Lo último del siempre interesante David Fincher, es una de las cintas más esperadas del 2009 y una de las firmes candidatas a llevarse alguna que otra estatuilla en los Oscars. A mi modo de ver, esto es, en parte, una especie de compensación por ningunear su anterior obra, la notable “Zodiac”, en los Oscars del pasado año.

Las expectativas con su nuevo trabajo están bastante altas, tanto por su inusual historia (un hombre que nace viejo y rejuvenece a medida que se hace adulto) como por su reparto, que vuelve a unir a Brad Pitt y Cate Blanchett tras la aclamada “Babel”.

Estas expectativas pueden verse cumplidas, como en el caso de muchos espectadores que ya han podido disfrutar de ella, o verse transformadas en una ligera decepción, como ha sido mi caso. Pero vayamos por partes.

La historia se basa en una relato corto de F. Scott Fitzgerald y trata sobre un hombre, Benjamin Button (Pitt), que nace con el envejecido aspecto de un señor de 80 años (aquejado de las mismas dolencias que se puedan tener a esa edad como ceguera y/o sordera, artrosis, etc.) y que va rejuveneciendo a medida que pasan los años.

Abandonado por su padre nada más nacer, Button es criado en un asilo de ancianos, haciendo amistad con los residentes e intentando tener una vida lo más normal posible, dentro de las circunstancias. Y es que salvo la particularidad de su extraña enfermedad, su vida será como la de cualquier otro hombre de la época, conociendo a distintas personas a lo largo de los años, entablando inolvidables amistades, viviendo amores y desamores, y participando de un modo u otro en la II Guerra Mundial.

Daisy (Blanchett), su primer amor des de bien pequeño, será el eje sobre el cuál gire su vida y la que en parte, marque su destino y su forma de vivir.


Basándose en un relato corto, quizás algunos se pregunten si realmente la historia da para las casi tres horas que dura la película. Pues la respuesta es sí, ya que contar los 80 años de vida de un hombre es algo que difícilmente se pueda hacer en mucho menos tiempo. Por suerte para los menos pacientes, la narración que imprime Fincher es bastante ágil, de modo que esas dos horas y cuarenta y cinco minutos no nos parecen tanto. Aunque eso no evita que haya ciertos altibajos, especialmente pasada la primera hora.

La particular enfermedad de Benjamin Button es sin duda uno de los mayores atractivos de la cinta, aunque llega un momento en que ese aspecto distintivo no es más que una característica añadida –y el gran hándicap- al verdadero centro de la trama: la imposible historia de amor entre su personaje y el de Daisy. Y es que a parte de ese elemento fantástico, lo que tenemos delante es un drama romántico en toda regla.


Mucho se ha hablado de las similitudes que guarda “The Curious Case of Benjamin Button" con “Forrest Gump, y no es para menos, teniendo en cuenta que el responsable del libreto es Eric Roth, guionista de la magnífica cinta de Zemeckis. De todas formas, esos parecidos son puntuales, quizás debido a una pequeña falta de imaginación del autor, a un autoplagio inconsciente o quién sabe, puede que a un ligero homenaje con serias intenciones de conseguir el mismo éxito cara a la taquilla y a la crítica. Pero lo que sí es cierto, es que esas similitudes son tan triviales que poco importan, puesto que el film de Fincher tiene su propia complejidad y su propia esencia, incomparables a ninguna otra cinta que un servidor haya visto. También bebe un poco de Big Fish de Burton, por lo menos en lo que se refiere al modo de contar la historia (a través de un familiar moribundo, voz en off e intercalando pasado y presente a base de flashbacks)

Considero que la historia, en todos sus aspectos, es francamente buena, desde el elemento puramente fantástico hasta la relación amorosa de los protagonistas.
Ponerse en la piel de Button es algo difícil, pues ver como las personas que comparten tu vida envejecen y mueren mientras tu les dices adiós haciendo exactamente lo contrario, tiene que ser algo muy duro. Y las complicaciones que contrae a la hora de mantener una relación de pareja estable, ya debe ser el colmo. Y es ahí, en parte, dónde residen tanto virtudes como defectos.

Por un lado, hay un interés máximo en ver cómo va rejuveneciendo Button, cómo se adapta a esos cambios y de qué manera estos afectan a su vida diaria, y sobre todo, a su relación con Daisy. Lo malo, y eso es algo muy subjetivo que seguramente otros no compartan, es que le falta cierta emotividad (que no sentimentalismo lacrimógeno, no confundamos) para que esa historia nos llegue al alma. Aún después de su visionado, sigo sin saber qué es exactamente lo que le falta a la película de Fincher, pero pese a gustarme lo que he visto, apenas me ha emocionado/conmovido como sí lo han hechos otras películas mucho más sencillas que ésta. Conmigo, ese ha sido su mayor problema y el motivo por el que me cuesta mucho tildarla de “obra maestra” -palabras mayores que concedo a muy pocas películas-, como muchos otros sí han hecho (cuestión de gustos, supongo)

En el apartado técnico, una merecedora ovación a Digital Domain, los responsables de los efectos especiales, y por tanto, de hacer creíble un joven Benjamin Button con aspecto de 80, y a la inversa. Después de su imperceptible e increíble trabajo en “Zodiac” (aunque no lo creáis, hay escenas casi completamente digitales, y lo mejor es que no nos damos ni cuenta), vuelven a repetir con Fincher para digitalizar por completo el rostro de Brad Pitt y trasladarlo al menudito cuerpo de otro actor que representa a Button.
El resultado es impecable, tanto que más bien parece maquillaje + trucaje infográfico. Por tanto, el viejo Benjamin Button del principio y el joven del final son, de cuello para arriba, digitales. Así que además del trabajo de captura de movimiento, la interpretación de Pitt queda reducida a toda la fase intermedia, dónde sí aparece convenientemente maquillado como un hombre ya mayor, y sin maquillaje, cuando aparece tal cual es en realidad (un atractivo y bien conservado hombre de más de 40 años)


La ambientación está también muy conseguida, desde lo que acontece en Nueva Orleans hasta lo relacionado con la parte más bélica y aventurera de la trama. La banda sonora es agradable, aunque no muy destacable, pues tampoco se usa para dar mayor énfasis a las imágenes sino simplemente para acompañarlas.

Respecto a las interpretaciones, Brad Pitt está simplemente correcto, pero lejos de sus mejores registros (su nominación al Oscar me parece exagerada, pudiendo estar en su lugar Di Caprio por “Revolutionary Road”). De hecho, en algunos momentos se me antoja demasiado frío e incluso insensible. Todo lo contrario a Cate Blanchett, que está de sobresaliente de principio a fin. Ambos se ven acompañados por un solvente reparto de secundarios: Jason Fleminng, Julia Ormond, Taraji P. Henson o incluso Elias Koteas en un papel menor.

En resumen, “El curioso caso de Benjamin Button” es una interesante y meritoria película que tiene todo de su parte (buen director, buen reparto e inmejorable historia) para encandilar a muchos espectadores, aunque de seguro aburrirá a otros tantos. A un tercer grupo, del que inevitablemente formo parte, les gustará pero no les maravillará (¿ausencia de empatía con los personajes?, ¿expectativas traicioneras?... a saber)


Olvidad las críticas más y menos entusiastas. Vedla y juzgad por vosotros mismos.


Lo mejor: que pese a su duración, no aburra; los efectos especiales; Cate Blanchett

Lo peor: no haber conectado con los personajes.


Valoración personal: Correcta

sábado, enero 24, 2009

“Valkiria”, si hay posibilidad de que algo salga mal, saldrá mal (Ley de Murphy)


Con más de un mes de retraso, por fin el 30 de Enero se estrena en nuestros cines “Valkiria”, una película que no ha ganado para disgustos a lo largo de su gestación. Extras heridos durante el rodaje (que luego reclamaron una abultada indemnización), un sabotaje que destruyó los negativos de algunas escenas rodadas y el veto del gobierno alemán hacia Cruise por considerar que el actor estadounidense podría aprovechar el rodaje de la película para hacer apología de la cienciología, son algunos de los obstáculos con los que se ha encontrado Bryan Singer a la hora de llevar a cabo este ambicioso proyecto.

Problemas a parte, la cinta partía con serias posibilidades de convertirse en una de las candidatas a optar por una estatuilla en los Oscars de este año (ya se sabe que el “basado en hechos reales” tira mucho a los académicos), pero el parecer la cosa no ha cuajado del todo bien entre la crítica. Así que una vez más, Tom Cruise ve como se le escapa una nominación a dichos premios, si bien hay que decir que esta vez ni su actuación ni la película en si misma merecen tal consideración. Y ahora veremos, a mi juicio, el por qué.


La historia que nos relata “Valkiria” trata sobre el complot del 20 de julio de 1944 llevado a cabo por varios oficiales de las fuerzas armadas alemanas, con el fin de asesinar al dictador Adolf Hitler y terminar de una vez por todas con el régimen nazi que muchos compatriotas no compartían y/o detestaban. El coronel Claus von Stauffenberg (Tom Cruise) fue uno de sus principales artífices, pero desgraciadamente su meticuloso plan resultó fallido (eso ya lo sabréis), y las consecuencias para todos los responsables de la operación no fue otra que el fusilamiento por traición (práctica “muy de moda” en aquellos tiempos de dictadura)

El título hace referencia a la llamada Operación Valquiria, un plan orquestado por el gobierno nazi para contrarrestar cualquier posible sublevación civil que perjudicara al régimen, y que Stauffenberg pretendía (re)utilizar en su propio beneficio para restablecer el orden en el país tras el asesinato del Führer.


Dentro del cine bélico, la Segunda Guerra Mundial es uno de los temas más sobados que existen, más cuando se centra exclusivamente en el nazismo y/o el holocausto. Sin embargo, siempre hay “nuevas” historias que contar y por ello, a un servidor, dicha temática le fascina.
Con el complot del 20 de Julio contra Hitler, Singer y Christopher McQuarrie (el mismo dueto que nos encandiló con “Sospechosos habituales”) tenían un material entre manos con el suficiente potencial para hacer un buen peliculón, o en todo caso, una buena película. Por desgracia y pese a tener un guión bien milimetrado y, según tengo entendido, fiel a la realidad, la película se queda a medio gas, ofreciendo al espectador una trama interesante y bien narrada, pero falta de emoción e intensidad, dos factores que elevarían su calidad por encima de la media.

La trama se desarrolla con rapidez, en el sentido de que pronto sabemos quiénes serán todos los oficiales y demás implicados en el complot, cómo se irán conociendo y de qué manera irán urdiendo el meticuloso plan contra el Führer. Una vez conocidos estos implicados, el resto de la película va sobre ruedas, centrándose directamente en la preparación del plan: cómo acabarán con la vida del dictador y qué papel jugará cada uno de ellos. En ese aspecto, la dirección de Singer es sobria y eficaz, con un ritmo pausado pero no pesado (aunque no dudo que algunos espectadores se puedan aburrir) y reflejando con detalle las funciones burocráticas y militares del Estado Alemán, recordando en cierta manera a “La solución final/ Conspiracy”, un notable telefilm sobre el Holocausto (en el que curiosamente también participaba Kenneth Branagh)


Así pues, en dónde falla Singer es en el suspense. Cuando el film empieza a coger fuerza, es decir, cuando el complot empieza a llevarse a cabo, la tensión debería ser máxima. Una tensión de la de morderse las uñas sin parar (aunque ya sepamos como acabará). Pero parece que a Singer le cuesta despegarse de la sobriedad de la primera hora, y no consigue ofrecer la intensidad suficiente para que esos momentos se nos hagan verdaderamente angustiosos (o por lo menos conmigo no lo consiguió). La inusitada inexpresividad de Tom Cruise en estos momentos tampoco ayuda demasiado a implicarnos en la acción.

Por el contrario y en su beneficio, la escenificación del complot es realista, sin efectismos baratos y dando mucha más importancia al acto en sí mismo que a los personajes. Pero como ya digo, esa solvencia se ve lastrada por una notable carencia de emoción en todo lo que acontece. Se percibe cierta frialdad a la hora de narrar los hechos, y en parte, el comentado distanciamiento para con los personajes desemboca en una menor implicación emocional del espectador, que observa con atención pero sin entusiasmo el desarrollo de los acontecimientos (si en el momento de las ejecuciones, nuestra sensibilidad no está a flor de piel, es que algo falla)

En el apartado técnico, nada que objetar. Una buena fotografía, una notable ambientación y unos resolutivos efectos especiales tanto para recrear las escenas de guerra (que son pocas) como para dar credibilidad al mutilado Stauffenberg/Cruise.


El reparto es, en líneas generales, solvente. Y aunque de buenas a primeras, una de las grandes bazas de la cinta era su repartazo, hay que decir que muchos de esos nombres que lo conforman tiene una presencia en pantalla más bien escasa, como es el caso de un discreto Kenneth Branagh o una desaprovechadísima Carice van Houten, la cual eso sí, con pocos minutos logra transmitirnos toda su tristeza.

Las interpretaciones más destacables son las de Bill Nighy, Tom Wilkinson y el alemán Christian Berkel; por encima de un Tom Cruise más contenido de lo habitual, algo que quizás aquí juega más en su contra que a su favor. Y que conste que considero a Cruise un buen actor -aunque a veces opte por el histrionismo- bastante menospreciado por sus lamentables “espectáculos” en la vida pública. Pero francamente, aquí peca en exceso de hierático e imperturbable.

Por tanto, “Valkiria” es una película demasiado correcta, en el sentido que no hay nada que la haga especial o destacable, más allá de la atractiva -y amarga- historia que nos relata. Teniendo en cuenta que cuando Singer se aleja de los superhéroes nos regala verdaderas joyitas como la ya citada “Sospechosos habituales” o la menos conocida “Verano de corrupción”, era de esperar que su último trabajo estuviera a un mejor nivel del mostrado. No es una mala película, ni mucho menos (realista, concisa y bien ambientada), pero sí bastante decepcionante para los que somos más exigentes (falta de emoción e intensidad), con una historia, el complot del 20 de Julio, que podía haber dado mucho más de sí.


Lo mejor: el realismo con el que se tratan los acontecimientos; los secundarios.

Lo peor: la falta de intensidad en el suspense y la carencia de emoción.


Valoración personal: Correcta