viernes, marzo 25, 2011

"Sucker Punch" (2011) - Zack Snyder

critica Sucker Punch 2011 Zack Snyder
Definida por el propio Zack Snyder como “una Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras”, llega por fin a nuestras pantallas uno de los estrenos palomiteros más esperados del año, especialmente para un servidor.

Esta es la primera vez que el director aborda un proyecto que no proviene de ningún cómic (300, Watchmen), novela (Ga’Hoole) o película anterior (Amanecer de los muertos). De hecho, el argumento de “Sucker Punch” nace de la imaginación de Snyder, de modo que éste no ha tenido restricción alguna (más allá de las impuestas por el estudio, y salvando el ya casi obligado PG13, hay que decir que le han dado bastante libertad) para ofrecer al público lo que le ha venido en gana sin tener que rendir cuentas a nadie (cámbiese “nadie” por las legiones de fans de las obras que han servido de base a sus anteriores películas)

Esta libertad es, por otro lado, una prueba de fuego para el cineasta, pues de algún modo nos va a servir a nosotros para saber de qué es capaz como creador, además de como narrador.

Lo visto hasta ahora en trailers y clips prometía, ante todo, un espectáculo visual y pirotécnico sin precedentes, y desde ya, puedo afirmar que eso se ha cumplido sobradamente. Sin embargo, uno de mis mayores también…

La historia se ambienta en los años 50, y nuestra protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una joven de 20 años que es encerrada en contra su voluntad en una institución psiquiátrica.

Una vez allí, el futuro que le espera no es nada alentador, pues en cinco días será lobotomizada.

A partir de ese momento, Baby Doll planeara su fuga del centro ayudada por otras cuatro residentes con las que entablará amistad; cuatro chicas - la decidida Rocket (Jena Malone), la astuta Blondie (Vanessa Hudgens), la implacablemente leal Amber (Jamie Chung) y la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish) - dispuestas a jugarse el todo por el todo con tal de escapar de esa infernal prisión. Cinco jóvenes que unirán sus fuerzas para llevar a cabo el plan que las llevará más allá de las paredes del psiquiátrico. Un plan que no estará exento de obstáculos.

No hay duda que uno de los mayores alicientes de “Sucker Punch” es esa atractiva mezcla de géneros y conceptos de la que hace gala. Y es que una misma película, Snyder ha reunido para nuestro deleite a dragones, samuráis, robots, orcos y hasta nazis zombies. Y a todos ellos los ha enfrentado a un jugoso grupito de mozas de armas tomar; cinco jovencitas con ganas de dar mucha guerra a sus despiadados captores.



Snyder sabe perfectamente lo que quiere ofrecernos, así que no se anda por las ramas, y con un potente prólogo a cámara lenta y a ritmo de un Sweet Dreams (de los Eurythmics) versionado para la ocasión (y cantado por la propia Emily Browning), el director nos relata la triste y desgraciada historia de Baby Doll; el cómo y el por qué acaba en el psiquiátrico “Lennox House”.

El tormento que padece por el terrible accidente que la lleva a ser encerrada en el centro y la desesperación que siente por el desolador destino que le aguarda en él, llevan a Baby Doll a sumergirse en un mundo imaginario producto de su mente, sin limitaciones de tiempo o espacio, y mediante el cual tratará de conseguir la ansiada libertad.

De este modo, la trama transcurrirá a tres niveles distintos. El primero de estos niveles es la realidad, que es lo que veremos al principio y al final de la película. El segundo es la subrealidad, donde el mundo real se transforma en un burdel dirigido por el deleznable celador del psiquiátrico. Y por último, está el tercer nivel, el mundo de los sueños en el que transcurren las impactantes secuencias de acción que están fuera del espacio y del tiempo.

El paso del primer nivel al segundo es un tanto brusco y confuso, pero el espectador no tardará mucho en darse cuenta de lo que ocurre. Y es que esa subrealidad es, de alguna manera, el modo en el que Baby Doll ve su estancia en el centro. En su mente, el celador, que es quién maneja el cotarro y el que abusa de las residentes, pasa a ser Blue Jones, el dueño del prostíbulo; y sus compañeras y futuras -o debería decir, inmediatas- amigas, son las chicas que ofrecen sus servicios a cambio de una vida “cómoda”. Como podréis imaginar, eso le permite al director hacer desfilar a sus actrices ligeritas de ropa y/o con modelitos de lo más sugerentes. Y ahí hay que incluir al mujerón de Carla Gugino.

Este nivel y el tercero son los que ocupan la mayor parte del metraje, pero es evidente que el que encandilará al espectador será el mundo de los sueños, que le sirve a Snyder para desplegar todo su arsenal pirotécnico (y nunca mejor dicho)


El plan trazado por Baby Doll implica hacerse con un total de cinco objetos que les servirán para poder escapar. Estos objetos se encuentran el psiquiátrico/burdel, y la obtención de cada de ellos supone una inmersión en esos sueños oníricos de la protagonista. Ahí es donde las chicas harán frente a todo tipo de enemigos, desde un enorme dragón hasta un infinito ejército de nazis venidos del mismísimo infierno. Ni qué decir que estos momentos son una auténtica orgía de CGI y fuegos artificiales de lo más apabullante. El problema es que la embriagadora espectacularidad no es emocionante. ¿Y por qué? Pues simple y llanamente porque el espectador no se implica nunca en la historia, la cual no es más que un pretexto para desplegar todo ese festín de acción desenfrenada.

Snyder no necesita justificar nada, y eso hace que en pantalla aparezca de todo y porque sí, sin que exista mayor relación que el nimio parentesco con los objetos que necesitan encontrar.

Uno puede quedarse embobado por el apoteósico espectáculo, pero no lo siente, no lo vive, no lo disfruta… porque no hay emoción ni implicación en él. Snyder tiene un dominio extraordinario de la imagen y del movimiento, y las secuencias de acción tienen un poderío visual sin igual (qué bien le hubiera ido a Dragon Ball un tipo como él detrás de la cámara, y que bien la va a venir a la futura Superman), pero es como estar contemplando un videojuego, como si alguien estuviera jugando a uno mientras nosotros miramos. Y eso es debido también a una estructura narrativa a lo “pasar pantallas/fases” en la que te das cuenta que apenas te están contando nada interesante, y que además los personajes te dan exactamente igual; no te importan lo más mínimo, salvo que te hayas encariñado –por su físico, más que nada- con alguna de las mozas.

Explosiones aquí y allá, tiroteos y piruetas imposibles a tutiplén (en ese mundo fantasioso, las chicas son como superheroínas, lo que en mi opinión le resta peligrosidad a todo lo que acontece), enemigos que salen hasta de debajo de las piedras, etc. Todo muy espectacular y muy bonito, pero absolutamente vacío, superficial e intrascendente.

Y es que Sucker Punch arrastra uno de los mayores males del cine palomitero de hoy en día, que es la capacidad de asombrar al espectador con un buen puñado de efectos especiales, pero la incapacidad de hacerlo vibrar con ese espectáculo (lo que conseguían películas como Terminator 2, Jurassic Park, Desafío Total y similares). Un asombroso envoltorio para un dulce que, si bien en este caso no resulta amargo, si deja un sabor agridulce.

Con estética comiquera y con un desarrollo narrativo deudor de un juego de plataformas, Snyder tira también de referencias que van desde lo novelesco (unos orcos que parecen sacados del universo Tolkien) al mismísimo manga (el mecha que conduce Amber) Y la verdad es que dan ganas que cada uno de esos segmentos oníricos tuvieran su propia película. ¿Quién no disfrutaría de un film bélico plagado de nazis zombies? Servidor, el primero.

Cabe decir también que la planificación de muchas secuencias viene muy bien acompañada por una contundente selección musical que convierte muchos de estos momentos en auténticos videoclips (que cada uno juzgue si eso es bueno malo; a mí no me disgustó) El ya comentado prólogo inicial sería un ejemplo de ello, aunque no es el único. Eso sí, ubicándose la historia en los 50 (aunque sólo sea en el primer nivel, y a medias en el segundo), servidor ha echado de menos que la banda sonora no contara con canciones de la época; pero eso ya es una observación muy personal (nostálgico –y rockanrolero- que es uno)


De todas formas, se echa de menos algo más de chicha en el guión, que aunque no lo parezca, en este tipo de producciones también es importante. Quizás menos que en un drama, por decir algo, pero aún así lo suficiente como para que uno no se marche de la sala con sensación de vacío; como si hubiera devorado unas deliciosas gominolas que para nada le han llenado el estómago. Hubiese sido oportuno profundizar un poco más en la psique de Baby Doll y desarrollar mejor o de otro modo su entrada y estancia en el psiquiátrico; ver cómo conoce al resto de las chicas y cómo nacen esos lazos de amistad… Amén de conocer también la historia de cada una de ellas, el por qué han sido enceradas allí, etc. No creo que sea tanto pedir.

Con todo, el reparto cumple con lo exigido. Browning, Abbie Cornish (mi favorita) y Jena Malone destacan por encima de Jamie Chung y Vanessa Hudgens, cuyos personajes (e interpretaciones) quedan en un segundo plano. Aún así, da gusto comprobar que se muestran solventes tanto en las escenas de acción como en las contadas escenas dramáticas (escenas que, precisamente, demuestran que Snyder y su co-guionista hubiesen sido capaces de dar algo más de consistencia a la trama)

Gugino, que repite con el director después de Watchmen, clava a la perfección el acento polaco de su personaje (algo apreciable sólo en la V.O., claro), la estricta pero comprensiva Dr. Gorsky, una mujer que pese a su dura apariencia, comprende mejor que nadie la situación y la amargura por la que están pasando sus pupilas. A fin de cuentas, no deja de ser su cuidadora (aunque le cueste quitarse la venda de los ojos)

Pero el que se lleva la gloria es Oscar Isaac como Blue, el celador/proxeneta. Al actor ya lo habíamos visto en "Robin Hood" encarnar a un ser despreciable, pero aquí el escenario y su personaje le dan un plus.

Jon Hamm y Scott Glenn tienen papeles muy secundarios. El primero es el desencadenante de la trama, el motivo por el cual Baby Doll decidirá fugarse; el segundo es algo así como el guía espiritual de la protagonista.

En resumidas cuentas, “Sucker Punch” es un ampuloso y abrumador espectáculo visual/virtual (y en esplendoroso 2D, oiga) repleto de acción, efectos especiales y mozas de muy buen ver. Y estoy seguro que muchos tendrán más que suficiente con esto. Sin embargo, para mi gusto entretiene pero no llena. Y ese era precisamente mi temor después de ver los avances.

Snyder ha conseguido rodar su película más espectacular, adrenalítica e impactante hasta la fecha, pero también la peor, la más superflua. Un entretenimiento vacuo que satisfará las casi dos horas de entretenimiento que muchas andarán buscando. Y cierto es que no pretende más que eso, pero uno no puede evitar sentir una ligera sensación a decepción, a que esto podría haber sido mejor, más intenso, más glorioso… en definitiva, más gozoso.

P.D.: Quedaros a ver los créditos finales. Valen la pena.



Lo mejor: el apabullante espectáculo visual que ofrece; que sea en 2D.

Lo peor: que no haya un buen guión que sostenga todo ese espectáculo.


Valoración personal: Correcta

sábado, marzo 05, 2011

“Rango” (2011) - Gore Verbinski

critica Rango 2011 Gore Verbinski
Como otros tantos directores de Hollywood, Gore Verbinski pasó del mundillo de los spots publicitarios al del cine de Hollywood de un salto, y tras unos cuantos proyectos de menor calado (una simpática comedia familiar, un estupidez al servicio de la pareja Brad Pitt-Julia Roberts y un correcto remake de una película de terror japonesa), al director le llegó la gloria de forma inesperada con “Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra”, una excelente película de aventuras que fue todo un éxito el año de su estreno (un sleeper en toda regla), y que dio origen a una de las sagas más taquilleras de los últimos años. De hecho, él mismo se hizo cargo de las pertinentes secuelas… a excepción de la inminente cuarta entrega, pues al parecer Verbinski declinó la oferta para tomarse un respiro, alejarse de los piratas caribeños y abordar un proyecto más personal.

Y ese proyecto es ni más ni menos que Rango, una curiosa comedia animada que tiene a un camaleón por protagonista. Su historia comienza así…

Tras sufrir un desafortunado accidente, Rango acaba perdido en el Desierto de Mojave. El camaleón, que hasta entonces había visto el mundo a través del cristal de un terrario, tiene que empezar a buscarse la vida por su cuenta. Guiado por un viajante, Rango llega andando hasta un pueblo perdido llamado Polvo, un lugar tan polvoriento como su nombre indica.

Su llegada despierta la curiosidad de los habitantes, poco acostumbrados a ver forasteros por la zona. Para Rango, la llegada a Polvo supone la oportunidad de empezar una nueva vida, y para ganarse la confianza de la gente, decide construirse una nueva identidad.

Sin embargo, el destino le aguarda más sorpresas, y sin comerlo ni beberlo, Rango acabará convirtiéndose en el sheriff del poblado. Y ese, amigos, será el principio de una leyenda…

La idea de Rango rondaba la cabeza de Verbinski desde hacía tiempo, llegando incluso a escribir un primer borrador del guión. En ese momento, sus compromisos con la saga piratesca le impidieron abordar el proyecto, pero una vez apeado de la franquicia, el director se puso manos a la obra con ello. Y el resultado es esta inusual película de animación.


A grandes rasgos, la historia de este camaleón en plena crisis existencial es la de un personaje desdichado que busca encontrar su lugar en el mundo. El miedo a ser rechazado provoca que Rango se decida a fingir ser quién no es para ganarse el aprecio y el respeto de sus nuevos amigos. Sin embargo, y como dice el dicho, se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo, y tarde o temprano éste deberá afrontar la realidad.

Rango también se convierte inesperadamente en el héroe de Polvo, un pueblo sumido en la desgracia por culpa de la escasez de agua. Así pues, el recién nombrado sheriff desafiará la mala suerte y plantará cara a quién haga falta con tal de devolver el preciado bien a sus habitantes. Es entonces cuando se dará cuenta que convertirse en héroe fue relativamente fácil, y que lo difícil será representar a ese personaje hasta el final de su aventura.

En este viaje plagado de peligros, Rango aprenderá lo importante que es creer en uno mismo, y es que a fin de cuentas, de lo que trata la película es básicamente de eso.

Puede que en ese sentido, lo leído hasta el momento no os parezca excesivamente original, y probablemente no lo sea. Pero el film de Verbinski tiene la gran virtud de contar una historia tópica con gracia y buen gusto.


Uno de los mayores aciertos es el haber aprovechado el desértico escenario de Mojave para ubicar la historia en una especie de salvaje oeste contemporáneo y protagonizado por animales antropomórficos.

“Rango” deviene en un auténtico homenaje al western al transitar por los lugares y situaciones comunes del género. Tenemos a un sheriff honrado (aunque no siempre lo eran), a una granjera en busca de justicia, a pistoleros de gatillo fácil, a un indio rastreador, a bandidos con gusto por el saqueo… Tenemos un saloon en el que se juega a póker, tenemos atracos al banco y asaltos a la diligencia (o algo así), tenemos duelos a revólver... Tenemos prácticamente de todo.

Si cada fotograma de la película desprende aroma a puro western (y muy especialmente, a spaggetti western), la banda sonora no podía ser menos, y ahí está el gran Hans Zimmer demostrando una vez más que sabe adecuarse a lo que la historia le exige, y que aunque muchos lo sigan considerando un compositor repetitivo, él es capaz de seguir sorprendiendo con cada trabajo, como ya hizo con el score de “Sherlock Holmes”. Puede que algún tema nos recuerde a los de aquella (el inicio del Rango Suite, sin ir más lejos), pero las referencias de Zimmer no son otras que los maestros del cine del oeste como Ennio Morricone o Dimitri Tiomkin. Y la banda sonora de Rango nos traslada a aquellos tiempos remotos con cada una de sus notas.

Hay temas de carácter épico para aquellas escenas más trascendentales o simplemente para aquellas en las que la acción se apodera de la pantalla. Otros, en cambio, son mucho más jocosos enfatizando así el tono humorístico que caracteriza a la película. De todos ellos, me quedo con “We Ride, Rally”, tema que se inspira claramente en el clásico country “Ghost Rider in the Sky”. Y a destacar también la canción del propio Rango, que no recae en Zimmer sino en Los Lobos, grupo vinculado estrechamente con el cine desde que colaboraran con la película “La Bamba” (recomendable biopic, por cierto), versionando el famoso tema de Ritchie Valens. Suya también es la canción que suena durante los créditos, y que recuerda sobremanera al popular Misirlou (que al igual que el Ghost Rider in the Sky, ha tenido infinidad de versiones)

Cabe decir que la música tiene un papel importante en la película gracias a los simpáticos narradores de la leyenda de Rango: unos mariachis con mucha pluma (dicho esto en el sentido literal) Un recurso similar al que usaron los Farrelly en “Algo pasa con Mary”.


Música a parte, cabe destacar el variado y variopinto grupo de personajes presenta la película, cada uno representado con el animal más acorde a sus rasgos (al estilo Blacksad); las referencias más o menos sutiles al género (a Leone en particular… y no digo más para no chafaros cierta sorpresa), y sobre todo el sobresaliente trabajo de animación hiperrealista que ha realizado la Industrial Light & Magic. El acabado es de una calidad indiscutible, tanto en personajes (de aspecto caricaturizado) como en escenarios, elementos (agua, fuego), etc.

Es posible que nos cueste un poco entrar en la película (quizás debido a un prólogo un tanto alargado y con ciertos altibajos en el ritmo), pero cuando uno se sumerge de lleno en la historia, lo cierto es que se disfruta y mucho. El humor es a ratos delirante y las secuencias de acción están realmente conseguidas (el momento “valkirias” es apoteósico), cosa de esperar teniendo en cuenta que Verbinski ya había cogido experiencia en el tema gracias precisamente a la saga de Piratas del Caribe.

Sin duda, estamos ante una propuesta inusual dentro del campo de la animación, y bien vale la pena acercase al cine más cercano para disfrutar de las alocadas desventuras de este singular camaleón vestido con camisa hawaiana (un claro guiño a “Medio y ascos en Las vegas” de Johnny Depp, su doblador en la película)

P.D.: Me pregunto si habrán escogido a Timothy Olyphant para prestarle la voz al Espíritu del Oeste después de verlo en la serie “Justified”.



Lo mejor: la animación hiperrealista; el homenaje al western.

Lo peor: que al principio cueste un poco entrar en la historia.


Valoración personal: Buena


martes, marzo 01, 2011

Gala de los Oscars 2011 – El Rey ocupa su trono.

cronica Gala de los Oscars 2011
Como viene siendo tradición desde hace algunos años, servidor no suele perderse la ceremonia de entrega de los Oscars. Se trata de una cita ineludible para los amantes del séptimo arte, aunque ya sepamos que la mayoría de veces estos premios carecen de verdadero valor artístico.

La cuestión es que, al menos a mí, me gusta ver fuera del plató a todos aquellos (directores, guionistas, actores, actrices…) que me hacen disfrutar -o maldecir- el cine que veo a lo largo del año. Lástima que esta vez no pudiera compartir mis sensaciones y opiniones con los compañeros y lectores de TBDC, pues el servidor se vino abajo y nos quedamos sin el ya indispensable chat. Para paliar esa ausencia, la cobertura pudo seguirse vía Facebook y Twitter, y servidor aprovechó éste último para ir comentando la jugada.


La Gala de los Oscars 2011 ha padecido de los mismos males que en anteriores ediciones, es decir, que la ceremonia empezó muy bien, pero a medida que iban transcurriendo los minutos la cosa iba perdiendo gas, haciéndose eterna y finalmente tornándose un tanto aburrida, pese a la expectación por ver los resultados de algunos premios. En esta ocasión, además, habría que añadir que la insipidez y previsibilidad de la misma no ayudaron mucho a hacernos más ameno el paso de las horas (y no fueran pocas, pues como siempre, se alargó más de la cuenta)

La joven pareja protagonista formada por James Franco (nominado por su estupendo trabajo en “127 horas”) y Anne Hatthaway prometía como presentadores, a juzgar por los previos vídeos promocionales del evento. Sin embargo, el guión que tuvieron entre manos no dio para mucho, haciendo gala de un humor bastante blando y falto de chispa, salvo en contadas ocasiones (parece que Charlie Sheen es el objeto de todas las bromas en Hollywood). Hatthaway estuvo muy risueña y dinámica, pero su compañero fue toda una decepción, pues no pareció muy entregado a la causa. Si acaso, el único momento memorable que propiciaron fue aquél en el que ambos aparecieron travestidos; y la verdad, no dejaba de ser un gag un tanto facilón.

A la gala le faltó más espectáculo y más humor, y le sobraron muchas pausas publicitarias, que ralentizaron y mucho el ritmo de la misma.

Lo mejor de toda la ceremonia fue la inesperada e inmensa aparición del gran Kirk Douglas, toda una leyenda viva del cine que demostró gozar de un gran sentido del humor, que es precisamente lo que más echamos en falta el resto de la noche. Sólo el dúo formado por Robert Downey Jr. y Jude Law, que presentaron la categoría de Mejores Efectos Especiales, animó un poco la velada gracias a la química que hay entre ambos (que ya quedó patente en la recomendable “Sherlock Holmes”) y al buen rollito que desprendían. Mención especial también a la estelar pero breve presencia de Billy Crystal, que nos hizo echar de menos los viejos tiempos.

En cuanto a los premiados, lo cierto es que no hubo muchas sorpresas, ni para bien ni para mal. Como ya he comentado antes, todo resultó muy previsible.

Los galardones a actor y actriz principal estaban cantados, y tanto Firth como Portman se llevaron la preciada y merecidísima estatuilla. En la categoría de actor y actriz de reparto, los dos se quedaron para The Fighter, con Bale como vencedor indiscutible y una conmocionada Melissa Leo que durante su agradecimiento soltó un inoportuno taco, propiciando así una de las pocas anécdotas a comentar. Quizás su categoría era la más dudosa, y en caso de no habérselo dado a ella, creo que la segunda digna merecedora era Hailee Steinfeld por su papel en “Valor de ley” (aunque en mi opinión, debió competir en la categoría de protagonista y no de secundaria)


Otro cantado era el de Mejor Película de Animación a “Toy Story 3”, una auténtica delicia que, de ser por mí, se hubiera llevado el de Mejor Película a secas, dejando así la otra categoría “libre” para que la ganaran “Como entrenar a tu Dragón” o “El Ilusionista”, que también son dos buenas películas (aunque no tanto como la maravilla de Pixar)

La deplorable “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton se llevó dos de los tres a los que optaba: Mejor dirección artística y Mejor vestuario. El de Mejores Efectos Visuales se lo arrebató “Origen (Inception), cuya labor es encomiable tanto en el campo del CGI como en el artesanal.

Precisamente, la película de Nolan fue una de las más galardonas, empatando con “El discurso del Rey” en cuatro estatuillas. Eso sí, todas pertenecientes a aspectos técnicos, que de alguna manera pretendían compensar el desprecio que se le hacía en categorías mayores. De hecho, la cinta de Hooper se quedó con el que más merecía, es decir, el de Guión Original. Y el de Mejor Montaje, categoría en la que siquiera se la nominó (todo un sacrilegio), al final fue a parar a “La Red Social”, que también se embolsó el de “Guión Adaptado” (como era de esperar) y el de -para mi injustificable- Mejor Banda Sonora (cualquiera de los nominados le daba sopas con onda al mecánico trabajo de Trent Reznor y Atticus Ross)

Por otro lado, Inception se quedó con la Mejor Fotografía, que bien pudiera haber ido a parar a “Valor de ley”

Decepcionante también el Oscar a Mejor Canción para Randy Newman por su “We Belong Together” de Toy Story 3. A mi gusto, era la más floja de todas las candidatas, y sentí que el premio era más a toda una carrera (se le ha nominado una veintena de veces y sólo lo ha ganado dos, contando éste)

Otro discutible sería el de Mejor Director para Tom Hooper (El discurso del Rey), que aunque hace un buen trabajo, no deja de ser una dirección bastante funcional y muy académica, por así decirlo. Creo que aquí sí se lo podrían haber otorgado a Fincher o a Aronofsky, si bien lamento que esta vez ni se nominara a Danny Boyle por “127 horas” (parece que este año el estilo videclip ya no gustaba)

Y hablando de Aronofsky… si no fuera por Portman, su “Cisne negro” se hubiera ido de vacío, y es que está claro que ha sido una de las grandes perdedoras de la noche junto a “Valor de ley”. En mi opinión, no creo que mereciera mayor reconocimiento (una interesante propuesta, pero ni de lejos la obra maestra que me venden todos), y encuentro justo que el Oscar a Mejor Película se lo llevara “El discurso del Rey”, que me dejó mejor sabor de boca que sus más directas rivales. De todas formas, hay que decir que prácticamente la totalidad de las nominadas estaban bastante infladas (=sobrevaloradas) cara a los premios, aunque en mayor o menor medida todas me gustaron. Quizás el film de Hooper es más del gusto de la academia que otras propuestas, pero no creo que eso sea motivo para restarle méritos como gran triunfador de la ceremonia.


Se puede estar más o menos de acuerdo con los premios otorgados, pero lo cierto es que nadie duda que la gala fue de lo más sosa. Creo que Hatthaway debería repetir en la próxima entrega, pero esta vez junto a Hugh Jackman, que ya demostró sus aptitudes en los Oscars de 2009. Seguro que los dos formarían una buena pareja, y sólo faltaría que lo escrito por los guionistas estuviera a su altura.

Por lo demás, poca cosa a destacar salvo, quizás, el momento musical con la orquestra tocando conocidas bandas sonoras o Gwyneth Paltrow cantando del tema “Coming Home”, nominado a Mejor Canción Original (y mi favorita, por cierto). Creo que la actriz podría darle unas cuantas clases de canto a Scarlett Johansson (y ya que está, también unas cuantas de interpretación)

Saludos ;)

P.D.: ¿Se me pasó a mi u olvidaron mencionar a Jean Simmons en el repaso a los fallecidos?

P.D.: La ausencia de Di Caprio después de su trabajo en Inception y/o Shutter Island es algo que clama el cielo, más cuando ya lo ningunearon de mala manera por “Revolutionary Road”. Y grave también la ausencia del film de Scorsese, que podría haber rascado algo en categorías menores (fotografía, dirección artística…) o incluso en guión adaptado.

domingo, febrero 27, 2011

"The Mechanic" (2011) - Simon West

critica The Mechanic 2011 Simon West Statham
De un tiempo a esta parte, Jason Statham se ha convertido en el héroe de acción número uno de la última hornada de action-men. El honor se lo ha ganado más por la cantidad de sus trabajos en el género que por la calidad de los mismos (la mayoría bastante olvidables y sólo unos pocos buenos o entretenidos) Y es que desde su debut allá por el ‘98 en “Lock & Stock”, el británico ha rodado aproximadamente una docena de películas inscritas, en mayor o medida, en el cine de acción, y que se han estrenado en cines prácticamente a una por año (a veces dos y hasta tres), lo que deja muy por detrás a sus principales “rivales”, Vin Diesel y Dwayne Johnson, que han sido bastante más irregulares.

Y ese estatus lo conoce hasta Stallone, que no dudó ni un momento en incluirlo como compañero en “Los Mercenarios”.

A diferencia de las estrellas de antaño como el propio Sly, Schwarzenegger o Willis, a Statham no le hacen falta grandes presupuesto para lucirse, y su mueve casi siempre por debajo de los 50 millones de presupuesto, lo que facilita que sus películas sean éxitos o que, como mínimo, resulten rentables.

The Mechanic es su última incursión en el cine de “tiros y explosiones”.

Arthur Bishop (Jason Statham) es un frío y metódico asesino profesional con un estricto código y un talento único para eliminar limpiamente a sus víctimas.

Bishop vive y trabaja solo para ahorrarse complicaciones. Sin embargo, después de la trágica muerte de su amigo y mentor Harry (Donald Sutherland), decidirá hacerse cargo del hijo de éste, Steve (Ben Foster), un joven descarriado y con un temperamento difícil de controlar. Bishop instruirá a Steve en el negocio del asesinato por encargo y le enseñará las técnicas y trucos del oficio, pero pronto las mentiras y los engaños convertirán esta alianza en el mayor de sus errores.

La película es un remake del film homónimo que protagonizó Charles Bronson a principios de los setenta y que aquí conocimos bajo el espantoso título de “Fríamente… sin motivos personales”. El responsable de aquella fue Michael Winner, que volvería a dirigir al actor varias veces más, siendo “El justiciero de la ciudad” la más famosa de este tándem (y que supuestamente iba a remakear Stallone allá por el 2008 en plena resurrección post-Rocky Balboa)

A cargo de esta nueva versión tenemos a Simon West, un director que en sus inicios apuntaba maneras, pero que luego fue a menos.

West debutó con la gloriosa “Con Air” (para un servidor, de lo mejorcito del cine de acción de los 90), y a ésta le siguió la muy correcta “La hija del General”. Luego el director cometió el tremendo error de adaptar un videojuego y el resultado fue la bochornosa “Lara Croft: Tomb Raider”. Aunque fue un éxito, al film de la Jolie le llovieron palos por todas lados, y West tardó cinco años en volver a ponerse tras las cámaras; y cuando lo hizo, fue para cascarse uno de los slashers más malos y aburridos que he tenido la mala suerte de contemplar, “Cuando llama un extraño”, que como en esta ocasión, también se trataba de un remake de una película setentera.

Con estos antecedentes, las esperanzas de ver algo potable en "The Mechanic" no eran altas, aunque no se puede obviar que el tráiler resultaba bastante apetitoso.


La historia en sí es de lo más simple, y no deja de ser la típica del asesino a sueldo al que sus jefes quieren darle pasaporte. Si acaso, la particularidad de la cinta reside en que se centra más en la relación mentor-pupilo que se establece entre Bishop y Steve, que en la parte de venganza. Eso deja al supuesto villano de la película en un segundo lugar, de modo que su presencia funciona más como macguffin que no otra cosa, además de servir de excusa para sacarse unas cuantas escenas de acción extra.
La trama escrita por Richard Wenk (16 calles) y Lewis John Carlino (autor de la original) es previsible de cabo a rabo, y aunque intenta darle algo de intriga a la misma, lo cierto es que no es difícil imaginarse cómo acabará todo. Pero la cuestión aquí no es tanto el qué sino el cómo, o dicho de otra forma, que aunque sepamos lo que va a pasar, lo que nos interesa es ver cómo se les va a ingeniar el director para darle suficiente empaque al conjunto y que todo quede resultón. Y en ese sentido cabe decir que West planifica con acierto las escenas de acción, aunque en ocasiones marea demasiado la cámara (un mal que afecta al cine de acción actual).

No se trata de una película sumamente espectacular, pero contiene las suficientes dosis de explosiones y tiroteos como para contentar al aficionado. Tampoco abusa en exceso del CGI, pero lo de añadir la sangre digital es algo que, a mí personalmente, sigue sin convencerme lo más mínimo (y es un molesto recurso que hoy en día se estila con bastante frecuencia)

Pirotecnia y montaje frenético aparte, lo más interesante de la película es el entrenamiento que recibe Steve (contado en modo ultrarrápido) a manos de Bishop; en cómo el muchacho tiene que ir aprendiendo a liquidar a sus objetivos de forma limpia y procurando que parezcan un desafortunado accidente. Lo malo es que Steve es un tipo demasiado bullicioso, y parece que el estilo sutil y trabajado de Bishop no va mucho con él.

Conforme avanzan en las lecciones, las pretensiones instructivas del maestro se van ofuscando al comprobar que las mentiras empiezan a flotar en el aire y que su pupilo resulta un aprendiz un tanto incontrolable y mete patas. Así que lo de enseñarle todo lo que sabe parece no estar siendo tan buena idea como al principio se imaginaba.



Respecto a los actores, decir que Statham hace de Staham. Así, sin más. Su habitual inexpresividad aquí encaja perfectamente con el tipo de personaje que interpreta (serio y de pocas palabras). De hecho, parece salido directamente de la saga Transporter. El Frank Martin de aquella no dista mucho del Arthur Bishop de esta, pero mientras que uno era un poco más amigable y bondadoso, éste en cambio no tiene escrúpulo alguno.

A Ben Foster se le dan bastante bien los personajes desquiciados, así que el tipo lo clava fácilmente. Aún así, le convendría elegir papeles con más enjundia (como en "The Messenger"), porque creo que tiene tablas para ello.

A Donald Sutherland siempre es un placer verle, aunque sea por unos pocos minutos (más o menos los mismos que tendría en "The Italian Job", también con Statham y también un remake)
Y finalmente nos queda Tony Goldwin, que cumple como villano de segunda categoría.

Con todo, “The Mechanic” es un violento y entretenido thriller de acción ideal para devorar palomitas. No se desmarca del producto “serie B” típico de Statham, pero sí es bastante mejor que muchas otras que ha protagonizado el erróneamente llamado sucesor de Bruce Willis (seamos serios, no le llega ni a la suela de los zapatos en carisma)


Lo mejor: la pareja maestro-discípulo formada por Statham y Foster.

Lo peor: la a ratos mareante acción.


Valoración personal: Correcta

sábado, febrero 12, 2011

"Sed de venganza (Faster)" (2010) - George Tillman Jr.

critica Sed de venganza Faster 2010 George Tillman Jr.
Salido directamente de la WWF/E, donde se le conocía con el imponente apodo de “The Rock” (La Roca), Dwayne Johnson se introdujo en el mundillo cinematográfico con un pequeño papel en “El regreso de la momia (The Mummy Returns)”, película con la que su personaje se ganó un spin-off (El rey escorpión) que él mismo protagonizó. En ese momento, presagiamos que el amigo Johnson se convertiría en un prometedor action-man de nueva generación, algo que atestiguaron sus siguientes trabajos como “Tesoro del Amazonas”, en donde el mismísimo Arnold Schwarzenegger -a modo de cameo- le pasaba el testigo de “héroe de acción”; "Pisando fuerte", remake de una desconocida película setentera; y "Doom", adaptación de un videojuego en la cual, inesperadamente, el ex luchador reconvertido en actor se reservaba el papel de villano.

Sin embargo, Johnson parecía negarse al encasillamiento, así que decidió probar suerte con otros géneros. Con el drama deportivo “La vida en juego (Gridiron Gang)” rodó la que probablemente sea su mejor película hasta la fecha, demostrando que podía hacer algo más que repartir mamporros a diestro y siniestro. Y con la comedia, género al que habitualmente recurren los action-men (y si no que se lo digan a Chuache y a Sly), parece desenvolverse muy bien gracias a su carisma (sí, he dicho carisma) Pero de la comedia a secas como “Be Cool” o “Superagente 86”, en las que Johnson actuaba como secundario, éste ha pasado a la comedia infantil bajo el sello Disney, lo que entre otras cosas nos ha hecho ver a un tío de casi dos metros y 120 kilos de puro músculo interpretar al “Hada de los Dientes” (el equivalente yanqui a nuestro Ratoncito Pérez)

Pero un tipo con su presencia no puede despegarse tan fácilmente del cine de acción, y aunque por el camino haya abandonado su apodo de “La Roca” (un acierto, todo sea dicho), Johnson vuelve para dar caña a los maleantes.

Mientras esperamos ese ansiado “cara a cara” contra Vin Diesel en la quinta (¡quinta!) entrega de “A todo gas” (cuyo único aliciente es, precisamente, ese duelo de bestias pardas), tenemos “Faster” para ir abriendo boca.

Tras de 10 años en prisión y puesto recientemente en libertad, el ex presidiario interpretado por Dwayne Johnson tiene un único objetivo en mente: vengar la muerte de su hermano, asesinado en el mismo atraco a un banco que lo condujo a él a la cárcel. Sin embargo, dos hombres se interpondrán en su camino: un veterano policía (Billy Bob Thornton) a punto de jubilarse y un joven asesino a sueldo (Oliver Jackson-Cohen) dispuesto a convertir su trabajo en un reto personal.

“Faster” es, a grosso modo, una “película de venganza” como cualquier otra, lo que significa que nuestro protagonista va dando caza uno por uno a sus objetivos, es decir, a todos los implicados en el asesinato de su hermano.

Los primeros minutos hacen honor al título de la cinta, pues nada más salir de prisión, Johnson va corriendo (literalmente) en busca de su vendetta personal, la cual llevará a cabo en cuestión de días gracias a la información que ha conseguido reunir acerca de sus futuras víctimas. Luego, no obstante, la película empieza a relajarse, y nos damos cuenta que guionista y director no quieren ir tan a lo fácil como podría parecer dado el argumento, sino que prefieren dar algo más de peso y consistencia a la historia. Y eso es bueno y malo al mismo tiempo.

Bueno porque se agradece que quieran darle algo de profundidad y ciertas pinceladas de drama a la trama para evitar que el conjunto sea solamente una ensalada de tiros y hostias; y malo porque las buenas intenciones no acaban de dar sus frutos. El drama distrae más que otra cosa, mientras que las distintas subtramas y personajes no acaban de cohesionar como deberían.


A medida que el protagonista avanza en su misión, se va dando cuenta que detrás de la muerte de su hermano aún quedan cabos sueltos por atar. También descubrirá que la venganza que está llevando a cabo no resulta tan fácil de acometer como él pensaba. Y no porque la policía y un asesino a sueldo le anden pisando los talones, sino porque hacer de verdugo le obliga a deshumanizarse. Ejecutar a los culpables implica una total ausencia de moral de la que él no carece; y con cada muerte, con cada ejecución, un pedazo de su alma también muere. Por más que su legítima venganza pueda ser satisfecha, su consciencia no le permitirá vivir en paz.

Pero el cazador se convierte en presa cuando alguien contrata los servicios de un asesino a sueldo para deshacerse de él.

Este asesino, engreído y con un agudizado afán de autosuperación, andará detrás de él sin sospechar siquiera que esta vez el asunto le va a dar más faena de la habitual.

A estos se les une un agente de ley que no es precisamente el paradigma del buen policía, algo que ya nos queda claro la primera vez que lo vemos en pantalla.

La verdad es que la cacería -a tres bandas- funcionaría mucho mejor si se eliminara a un cazador. Y el prescindible es ni más ni menos que el asesino a sueldo, un (ridículo) personaje metido con calzador que no sólo no aporta prácticamente nada útil a la trama principal (cosa que queda patente en el final), sino que además estorba con su trauma personal y su almibarada historieta de amor con el pibón de turno (SPOILER--- la escenita de la boda es de juzgado de guardia ---FIN SPOILER)

Si obviamos esto, el resto se sostiene bastante bien. El misterio que rodea el asesinato del hermano del protagonista resulta obvio más o menos hacia mitad de película (sino antes), pero está bien llevado. Las dudas morales del protagonista y la ambigüedad del policía que va tras él le dan algo de fondo a la historia, y aunque las escenas de acción no son muy destacables, sí están rodados con oficio y sin muchos artificios. Y es que al fin y al cabo, son los momentos de cierta tensión y suspense los que sobresalen, especialmente cuando el protagonista se enfrenta a sus víctimas (a destacar el momentazo entre Johnson y el impronunciable Adewale Akinnuoye-Agbaje). Es por ello que la película tiende más a ser un thriller con algo de acción y unas gotitas de drama, que no una de acción pura y dura (que es lo que uno esperaría al ver el tráiler y ese cartel tan explícito).



Se acerca sigilosamente a lo que sería un film noir, a la vez que bebe un poco del western; o para ser más exactos, de “El bueno, el feo y el malo” de Sergio Leone, con claras referencias como la sintonía del móvil del asesino (y que si no recuerdo mal, también la usaba Shia LaBeouf en la secuela de Wall Street) y el hecho de que los tres personajes clave nos sean presentados no por sus nombres sino por su profesión (el Conductor, el Asesino y el Policía)

Por lo demás, la dirección de George Tillman Jr. -que desde la estupenda “Hombres de honor”, diez años atrás, no ha dirigido más que el biopic de Notorius B.I.G. y ésta-, es eficiente, y Clint Mantsell pone la música fiel a su habitual estilo. Además, suenan canciones como “Short Change Hero” de The Heavy o “I Wanna Be Your Dog” de Iggy Pop, que le dan un plus añadido (incluso el propio Adewale se atreve a cantar el John The Revelator)

Mención aparte merece esa especie de look retro setentero que le otorga la galería de cochazos clásicos que asoman el morro en la pantalla (un Chevrolet Chevelle SS del 71 y un Pontiac GTO del 67)

Del reparto no hay mucho que decir. Johnson está en “modus terminator” con un personaje parco en palabras, por lo que se limita básicamente a imponer con su físico de armario empotrado y poner cara de “te voy a matar”. Billy Bob Thornton está en su línea y Carla Gugino, que ya coincidió con Johnson en “La montaña embrujada”, vuelve a lucir uniforme, así que olvidaros de ver carnaza, que para eso ya está Maggie Grace (aunque yo me quedo con la Gugino, lleve traje o sotana)

“Faster” es un liviano y entretenido thriller de venganza que cumple con el trámite y poco más. Tampoco vamos a pedirle peras al olmo.


Lo mejor: volver a ver a Johnson repartir estopa.

Lo peor: podría haber sido un regreso mejor y más espectacular.


Valoración personal: Correcta

"Valor de ley" (2010) - Joel & Ethan Coen

critica Valor de ley 2010 Joel & Ethan Coen
En 1969, John Wayne protagonizó “True Grit” (aka Valor de ley), un simpático western dirigido por el casi siempre eficiente Henry Hathaway, con quién el actor ya había trabajo en varias ocasiones (a destacar su colaboración en “Los cuatro hijos de Katie Elder”). La película era una adaptación de la novela homónima de Charles Portis, escrita tan sólo un año antes. Por su interpretación del duro y borrachuzo Rooster Cogburn, Wayne se llevó el primer y único Oscar de su carrera (además de un Globo de Oro), lo que muchos consideraron más como un premio a toda su carrera. Cuando El Duque subió a recoger la estatuilla dorada, afirmó que si lo hubiera sabido, se habría puesto el parche treinta años antes. Y es que a esas alturas, Wayne había rodado ya prácticamente las mejores películas de su carrera (a falta de cerrar la trilogía del oeste de Hawks con “Río Lobo” y protagonizar esa especie de autohomenaje que fue “El último pistolero”, su último film), y poco le quedaba ya para retirarse sin apenas haber recibido mayor reconocimiento a su labor que una anterior nominación por una poco conocida película bélica titulada “Arenas sangrientas”.

El éxito de “Valor de ley” propició una secuela igualmente estimable, “El rifle y la Biblia” (Rooster Cogburn, 1975), en la que esta vez era una madurita Katharine Hepburn la que acompañaba a Wayne, formando así una pareja de lo más entrañable (siendo, además, la única vez que ambos coincidieron en pantalla). Pese a repetir la fórmula de su predecesora, su éxito en taquilla fue más bien moderado, y aunque llegó a planearse una tercera parte, ésta finalmente nunca llegó a rodarse.

Ahora, más de cuatro décadas más tarde, nos llega un remake de aquella primera película a cargo de los hermanos Coen, quiénes llevaban tiempo queriendo rodar un western (lo más cercano que han hecho a “una del oeste” ha sido “No es país para viejos”)

Mattie Ross (Hailee Steinfeld), una chica de 14 años de edad, emprende una búsqueda para vengar la muerte de su padre a manos de un vagabundo llamado Tom Chaney (Josh Brolin). Para ello, contrata al alguacil Reuben J. Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un oficial de policía tuerto, alcohólico y con sobrepeso. No sin ciertas reservas, Cogburn acepta el encargo de atrapar a Chaney en compañía, pese a su negativa, de la joven muchacha. A estos se les une el agente de los Rangers de Texas La Boeuf (Matt Damon), que también anda detrás del fugitivo.

Siendo un apasionado de los westerns, y habiendo visto tantos y tantos a lo largo de los años, quizás se me ocurran unos cuantos que pudieran ser perfectamente objeto de remake. Pero cuando esto le ocurre a aquellos que, en mi opinión, ya están bien tal como están, la primera palabra que me viene a la cabeza es “innecesario”. Sin embargo, con “El tren de las 3:10”, (actualización del homónimo de Delmer Davis), me llevé una grata sorpresa, y teniendo en cuenta que detrás de esta nueva versión de “Valor de ley” estaban los Coen, traer de vuelta a Rooster Cogburn no me pareció tan mala idea.

Los directores se justificaron argumentado que pretendían ser más fieles a la novela, de modo que esta vez el film no fuese un vehículo a mayor gloria de su estrella principal sino que el protagonismo recayese en el personaje de Mattie. Y para conseguir esto, los Coen han introducido una serie cambios, en algunos casos, sustanciales.

Para empezar, el prólogo y el desenlace le pertenecen a Mattie. Con ella se inicia la historia y con ella termina. Y pudiera ser que estas partes fueran claramente las más diferenciadoras respecto a la original, ya que el resto viene a ser, prácticamente, la misma película. Incluso buena parte de los diálogos son similares (o los mismos).



Esto me lleva a pensar que, quizás, la cinta de Hattaway no se distanciaba tanto del libro que adaptaba. O eso, o los Coen toman tantas referencias de la novela como de la película (entre ellas, el parche en el ojo de Rooster, que fue una aportación de ésta última y que aquí reaparece cambiado de lado, eso sí)

Mediante el habitual recurso de la voz en off, Mattie nos cuenta la historia de cómo su padre murió a manos del canalla de Chaney. Así pues, en cuestión de unos pocos minutos se sitúa al espectador en la historia. Este hecho es el que motiva el viaje de Mattie en busca de justicia para su padre.

La muchacha, increíblemente adulta, valiente y decidida para su edad, reclama a la policía que traiga a Chaney ante la ley para que se le juzgue. Sin embargo, éste ya está demasiado lejos del lugar del crimen y nadie parece dispuesto a darle caza, menos aún cuando en su huida se ha unido a una banda de forajidos. Es por ello que Mattie se ve obligada a contratar los servicios de un alguacil. Y no hay nadie mejor en la ciudad que Rooster Cogburn.

Cogburn es uno de los mejores en su trabajo, pero su eficacia a base de tiros es bastante criticada en los tribunales. Y es que nuestro tuerto oficial es de gatillo fácil; de disparar primero y preguntar luego. Aunque son muchos los bandidos que ha llevado ante la justicia, no son pocos tampoco los que han acabado en un ataúd antes de poder ser juzgados.

Y este es el tipo de hombre que busca Mattie. Un agente de la ley duro y sin contemplaciones. El único que sabe que podrá capturar a Chaney, ya sea vivo o muerto.

Pero un tercer e inesperado aliado se une a la caza. Ese es La Boeuf, un engreído y charlatán Ranger de Texas que lleva tiempo detrás de Chaney por el asesinato de un senador texano.
Pese a las continuas desavenencias, los tres unirán fuerzas para que Chaney rinda cuentas ante la ley.



“Valor de ley” es una road movie en la que el espectador contempla el viaje que inician tres personajes a la caza de un despreciable bandido. Tres personas muy distintas entre sí, pero a las que les une su sentido de la justicia. Puede que en la captura de Chaney cada uno tenga sus propios intereses (dinero, venganza o reputación), pero en el fondo, los tres perseguirán un mismo ideal: el de hacer lo que es correcto.

Para Rooster, Mattie y La Boeuf será, además, un viaje de aprendizaje. El primero antepondrá su sentido del deber al dinero; la segunda descubrirá que bajo una desaliñada y dura coraza de alguacil, late el corazón de un gran hombre; y el tercero comprenderá que la arrogancia sólo puede conducirle a una muerte segura.

Sin abandonar las pinceladas de humor que caracterizaban a la original, esta visión de los Coen es algo más cruda. Incluso con un cambio que podría considerarse trivial, como es el pasar de la alegre y viva primavera al frío y lóbrego invierno como estación en la que transcurre toda la acción, se advierte ya el tratamiento que los directores quieren darle a la historia. Y a ello se le una serie de modificaciones, como el distinto devenir de algunos personajes o un cierre mucho más melancólico, que contribuyen a hacer de “Valor de ley” un western más crepuscular y solemne. Un buen ejemplo de cómo, con un remake, se puede honrar a su predecesor y a la fuente madre a la vez, es decir, a la novela.



Los Coen han encontrado una historia a su medida y han construido un film en el que sus intérpretes juegan una gran baza.

La elección de la desconocida Hailee Steinfeld ha sido todo un acierto y un gran descubrimiento dada la naturalidad y convicción con las que la joven actriz lleva adelante su rol.

Estar a la altura de El Duque tampoco era fácil, pero si alguien podía encarnar de nuevo a al viejo e implacable alguacil, ese era Jeff Bridges, cuya previa interpretación en “Corazón rebelde” auguraba ya un genial Rooster Cogburn.

Matt Damon quizás lo ha tenido algo más fácil en el papel que antaño interpretó Glen Campbell, cuya verdadera vocación era la de cantante. Pero sin tener en cuenta eso, podemos decir igualmente que Damon ofrece una interpretación muy correcta y acorde con lo que se le pide, al igual que Josh Brolin y Barry Pepper en un plano más secundario.

Si acaso, el único pero, y perceptible sólo en la V.O.S, es que quizás el habla de Bridges y Brolin se siente algo forzado. Una enfatización demasiado pronunciada, a mi gusto (y que conste que esto es una apreciación muy subjetiva)

“Valor de ley” es otra muestra evidente de que aún se pueden seguir haciendo buenos westerns, aunque en este caso sea una nueva versión de uno ya existente.

Lo que en manos de Hattaway era una historia entrañable y simpaticona (aunque también crepuscular), en manos de los Coen es algo más dura y melancólica. Ni mejor ni peor, diferente.


Lo mejor: que el western siga siendo un género activo y con presencia en los Oscars.

Lo peor: que por ser una western -género tildado de anticuado- mucha gente se la pierda.


Valoración personal: Buena

domingo, febrero 06, 2011

"Primos" (2011) Daniel Sánchez Arévalo

critica Primos 2011 Daniel Sánchez Arévalo
La comedia es, junto al terror, uno de los géneros más prolíficos y más taquilleros de nuestro cine. A la largo de estos años, películas como Días de futbol o Los dos lados de la cama se han ganado el favor del público convirtiéndose en auténticos éxitos de nuestra industria cinematográfica (si es que a esto que tenemos se le puede llamar industria)

Hacer una comedia es fácil. Lo difícil es hacer una buena comedia, y contados ejemplos de esto último encontramos en el cine español, y aún menos en el americano, que cada vez se muestra más agotado y falto de ideas (salvo raras excepciones). Probablemente, y a mi gusto, los franceses y los ingleses sean de los pocos que aún dignifican un poco un género que se encuentra de capa caída y que se ha sometido, en numerosas ocasiones, a la más absoluta e indeseable vulgaridad/zafiedad para hacer reír al respetado.

Confieso que es harto difícil que una película me haga reír, y menos a carcajadas. Veo films que me resultan simpáticos y me sacan sonrisas de vez en cuando, y que incluso me pueden dejar buen sabor de boca al salir de sala. Pero rara vez la cosa va más allá. Por ello, quizás la comedia es el género que menos me atrae o al que destino menos horas cinéfilas. Y ya si hablamos de comedias españolas, he de admitir que aún soy menos receptivo, con temor, quizás, a encontrarme otra chorrada plagada de tacos y desnudos gratuitos, y gags sin la más mínima gracia (algo que también definiría la reciente comedia americana, aunque nuestra herencia setentera –Pajares y cía- ha dejado un legado que nos convierte en verdaderos especialistas del humor casposo)

Pero de vez en cuando un tráiler consigue llamarme la atención. Por los motivos que sean, decido darle una oportunidad. El año pasado me ocurrió con “Pagafantas”, simpática película que me dio menos de lo que esperaba, pero que aún así me hizo pasar un buen rato. Y este 2011 la elegida ha sido “Primos”, de Daniel Sánchez Arévalo. Y os preguntaréis... ¿he vuelto a acertar o me la han colado? La respuesta, después de la sinopsis (la oficial, que me ha gustado).

A Diego (Quim Gutiérrez) le ha dejado su novia cinco días antes de la boda. ¿Qué es lo más maduro y sensato que debe hacer para superarlo? 1.- Presentarse en la iglesia el día de la boda por si se arrepiente. 2.- Emborracharse y despotricar. 3.- Intentar recuperar al amor de su adolescencia. 4.- Todas las arriba mencionadas. Respuesta correcta: 4.

Tras ejercer como guionista televisivo (participó en series como Farmacia de guardia u Hospital Central) y realizar varios cortometrajes, Daniel Sánchez Arévalo debutó en el largometraje con “AzulOscuroCasiNegro”, drama romántico premiado con tres Goyas, entre los cuales figuraba el de mejor dirección novel. Luego rodó un par de cortos más hasta su siguiente película, la comedia “Gordos”. Sólo un año más tarde nos trae su tercer trabajo, “Primos”, con el que reincide en el género de la comedia, y para el que ha contado con tres actores recurrentes de su filmografía: Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y su actor fetiche, Antonio de la Torre (un habitual de sus cortos)

El punto de partida de la historia es, como bien indica la sinopsis, el plantón que sufre Diego en el altar. Es, por así decirlo, el macguffin que desencadena el resto de acontecimientos.


Diego está destrozado, con el corazón roto y la autoestima por los suelos. Su único consuelo es el apoyo incondicional de sus dos primos, Julián (Arévalo) y José Miguel (Adrián Lastra). Gracias a ellos se acuerda de su primer amor de juventud, Martina (Inma Cuesta) En un intento desesperado por borrar a Yolanda (su ex prometida) de su cabeza, decidirá regresar al pueblo para reencontrarse con Martina y volver a conquistarla. Por su puesto, sus dos primos le acompañarán en esta aventura cuyo objetivo es poner de nuevo amor en su vida.

A priori, puede parecer que estamos esencialmente ante una comedia romántica y, en cierto modo, gran parte del peso de la trama se lo lleva el romance a tres bandas entre Diego, Yolanda y Martina. Pero en el fondo, “Primos” trata sobre la amistad y sobre las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. Decisiones que, para bien o para mal, nos marcan el camino a seguir. A veces acertamos con ellas, y el resultado de una buena elección es la satisfacción. Otras veces, sin embargo, metemos la pata y pagamos las consecuencias, aunque más adelante aprendemos de ese error. Y en un tercer caso, simplemente dejamos que otro u otros tomen las decisiones por nosotros. Y eso, queramos o no, difícilmente nos hará felices.

Diego cree que con volver al pueblo y avivar la llama del amor que una vez hubo entre él y Martina se van a solucionar todos sus problemas. Pero no puede estar más equivocado. El peso del abandono y los sentimientos que aún tiene por Yolanda le impiden avanzar. El cacao mental que tiene en la cabeza no va a disiparse en cuestión de horas, por lo que deberá replantearse su situación actual sopesando los pros y los contras, pero sobre todo, haciendo caso de lo que su corazón le pide.

Pero Diego no es el único que tiene heridas que curar y cuentas pendientes que solucionar.

Julián es un poco canalla y un salido. Sin embargo, pese a su chulería y verborrea, se esconde un tipo solitario -y un trozo de pan- en busca también de su alma gemela. Y quizás esté a punto de conocerla…

José Miguel tiene un grave problema de hipocondría y timidez que quizás logre superar gracias a la ayuda de la persona más inesperada.

Martina es una madre soltera que lleva demasiado tiempo sola y que no sólo anhela la compañía de un hombre, sino que también necesita un padre para su hijo.

Y El Bachi, antiguo dueño del videoclub en el que antaño nuestros protagonistas alquilaban las películas, se ha convertido en el borracho del pueblo, y tiene una hija que ni siquiera le dirige la palabra.

Para todos y cada uno de ellos, este reencuentro cambiará el resto de sus días.


Empezando por el monólogo que abre genialmente la película hasta los créditos finales, Sánchez, que se encarga tanto de la dirección como del guión, maneja la historia con una sencillez, naturalidad y frescura envidiables. A diferencia de otras comedias que empiezan con fuerza, Sánchez no baja el listón ni un momento y mantiene el tipo a lo largo de todo el metraje. Como es lógico, algunos momentos resultan más divertidos que otros, pero nunca tienes la sensación de que la trama pega un bajón. No hay puntos muertos, no hay lugar para el aburrimiento.

Además, se combina perfectamente y sin fisuras tanto la vertiente cómica de la historia como la dramática. La mayor parte del tiempo uno permanece con una amplia sonrisa en la cara que sólo se descompone cuando soltamos una ligera carcajada o, en el lado más opuesto, cuando Sánchez deja al descubierto los sentimientos de los protagonistas, sus debilidades, sus deseos… Es en ese momento cuando nos damos cuenta que no estamos ante una simple comedia para pasar el rato sino que tenemos delante una película con fondo.

Tanto la historia central como el resto de subtramas funcionan por igual porque se presta la atención justa a cada una de ellas. Y funcionan también porque los personajes se ganan nuestra simpatía desde el primer momento. Y eso se ha conseguido porque pese a lo arquetípicos que, a grandes rasgos, puedan parecer éstos, también nos resultan cercanos y amigables. Probablemente, quién más quién menos, en algún momento de su vida, haya conocido o topado con un Diego, un Julián o una Martina.

Cabe decir que detrás unos personajes bien escritos y unas historias divertidas y hasta entrañables (la relación que se establece entre José Miguel y el pequeño Dani, por ejemplo), hay también un buen elenco de actores a la altura de las circunstancias.

El “trío calavera” formado por Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Adrián Lastra es lo mejor de la película, como cabría esperar. Los tres congenian a la perfección, y con una vis cómica muy acertada, pues son ellos los que llevan básicamente el peso del humor que aquí se muestra. El bailoteo que se pegan en un momento dado (y que se veía venir a leguas, todo hay que decirlo) no tiene desperdicio, siendo uno de los momentos cumbres del film.

Inma Cuesta es la chica de la película. Una cara bonita (y un señor cuerpazo), sí, pero también una actriz que cumple sobradamente con su rol. Además, algunos agradecerán (servidor incluido) que nos haya obsequiado con un bonito topless (el único desnudo que hay; de lo más inofensivo y visto ya en el tráiler)

A destacar también a Antonio de la Torre y sus tendencias suicidas, y a Clara Lago como una fresca no tan fresca. Y un plus añadido son las diversas referencias cinéfilas (que van desde Coppola hasta Almodóvar pasando por Garry Marshall) que El Bachi acostumbra a citar.

Aquí hasta el niño hace bien su papel. Y la agradable banda sonora de Julio de la Rosa (muy a lo Gomez), es ideal para darle ese tono íntimo y melancólico a la cinta.

“Primos” es una divertida y entretenida comedia con corazón. Gamberra y tierna a partes iguales. Su mayor pecado es que resulte previsible, pero eso se compensa con frescos diálogos y un reparto entregado a la causa. Vale la pena.


Lo mejor: la perfecta combinación de humor y drama; el trío protagonista.


Lo peor: puede resultar previsible en muchos aspectos.



Valoración personal: Buena


jueves, febrero 03, 2011

"127 horas" (2010) – Danny Boyle

critica 127 horas 2010 Danny Boyle
Después de la aclamada y multipremiada “Slumdog Millionaire” (¿Me gustó? Sí, ¿merecía 8 Oscars, 4 Globos de Oro y 7 Premios BAFTA? Rotundamente, no.), Boyle cambia nuevamente de registro para producir, co-escribir y dirigir una historia verídica a la que éste le había echado el ojo años atrás. Esa historia es la de Aron Ralston Lee, un alpinista estadounidense que en 2003 tuvo un trágico accidente mientras hacía senderismo en Blue John Canyon (Utah). SPOILER POR SI ACASO --- Tras el desprendimiento de una roca, Ralston cayó en una grieta, con tan mala fortuna que la dichosa roca que cayó con él quedó trabada aplastando su antebrazo derecho y atrapándolo contra la pared del cañón. Después de cinco días tratando, sin éxito, de liberarse, y ya sin apenas agua que poder echarse a la boca, éste optó por amputarse el antebrazo con tal de poder escapar de aquella prisión. ---FIN SPOILER POR SI ACASO

Ralston logró salvar su vida y, al año siguiente, documentó su historia en la autobiografía Entre la espada y la pared (y nunca mejor dicho…). Este libro es precisamente el que ha servido de base a Boyle y al guionista Simon Beaufoy (que ya colaboraron juntos en Slumdog Millionaire) para llevar a la gran pantalla la hazaña de este joven alpinista.

Aron Ralston (James Franco) se dispone a pasar el fin de semana haciendo senderismo en el cañón conocido como Blue John Canyon (cerca de Moab, Utah) Después de aprovisionarse bien, lleva a cabo el viaje primero en coche, luego en bici y finalmente a pie hasta su destino. Mientras desciende por una grieta, la roca que hay bajo sus pies se desprende y juntos caen al suelo. La mala fortuna provoca que el antebrazo derecho de Ralston quede atrapado entre la roca y la pared del cañón. Pese a sus continuos intentos por levantarla o moverla, la roca no cede y el joven alpinista empieza a desesperarse.

Ralston se encuentra atrapado enun lugar recóndito en medio de la nada, y lo peor de todo es que nadie, ni sus amigos ni su familia, sabe que está allí.

Boyle deja de lado el romanticismo de su anterior trabajo y nos sumerge de lleno en una cruda y verídica historia de supervivencia. Las 127 horas que dan título a la película son el total de horas de sufrimiento que Aron Ralston padeció hasta ser rescatado. 127 horas de desesperación, pasando frío y hambre, gritando pidiendo ayuda y haciendo lo imposible para poder salir de ahí con vida. Las 127 peores horas de su vida.

Pese a lo reducido del escenario, Boyle no pierde su habitual dinamismo a la hora de rodar. De hecho, los malabarismos con la cámara son constantes en el transcurso de la película, sacándose además varios ases de la manga para que el desarrollo de la historia no sea monótono ni se haga pesado sino todo lo contrario, resulte sumamente entretenido y visualmente muy ágil. Lo que en pocas palabras podríamos definir como “estilo videoclipero”, pero que encaja como un guante (aunque puede que a algunos se les atragante).

Uno de los recursos más recurrentes es el de la cámara subjetiva, ubicada a veces en lugares de lo más insólitos. También se cambia constantemente el ángulo de la cámara para poder observar la escena desde diferentes perspectivas, de modo que tengamos una vista más amplia del entorno que rodea a Ralston, de lo reducido e incómodo que es el espacio en el que se encuentra trabado, de lo engorrosos y asfixiantes que resultan los pocos metros de los que dispone para su movilidad.



No son pocos los que han comparado esta cinta con la española “Buried”, de Rodrigo Cortés. Lo cierto es que ambos directores utilizan como mejor pueden los mecanismos de los que disponen, teniendo en cuenta lo limitado del escenario y la soledad del protagonista. Más allá de eso, son dos propuestas muy diferentes en muchos aspectos, aunque tengan algunos puntos en común.

Dicho esto, Boyle tampoco pierde demasiado el tiempo en preámbulos y va bastante directo a la trama en cuestión. No necesita explicarnos demasiados detalles de la vida del personaje principal, ya que le iremos conociendo a medida que transcurran los minutos con los habituales flashbacks. Así pues, no hace falta esperar mucho para ver a Ralston atrapado en la grieta. De ahí en adelante, se nos relatan los cinco días y pico de calvario que pasa el joven alpinista hasta que logra salir de su “prisión”.

En este tiempo somos testigos de los diversos y fallidos intentos para liberar su brazo. Vemos como pasan las horas y se va quedando sin provisiones; cómo sus fuerzas disminuyen y cómo la esperanza de salir de ahí con vida se va convirtiendo más en un sueño que en una posibilidad real.

Boyle logra meternos no sólo en la piel de Ralston sino también en su cabeza. Preso de la desesperación, Ralston va trayendo a su mente recuerdos de su infancia, de su juventud y de días pasados. Piensa en su familia, en sus amigos e incluso en su antigua novia. Pese a la solo y desamparado que se encuentra, esos recuerdos nunca le abandonan. Su gente está ahí, esperando a que vuelva, y eso es lo que hace que luche por su vida. Una maldita e insignificante roca no puede interponerse a todo eso. Una recóndita grieta no puede convertirse en su sepultura.

Además de los recuerdos de Ralston, el director plasma en pantalla también sus pensamientos y sus sensaciones (cuando tiene sed, por ejemplo) En una más que adecuada hora y media nos relata la historia de Ralston haciéndonos partícipes de ella, transmitiéndonos su angustia y su sufrimiento. Y se permite, además, dotar a la trama de algunos momentos de humor -humor negro, se podría decir-, que nos permiten tomar un poco de aire para afrontar la siguiente escena.


Uno de los momentos más duros del film es aquél en el que el protagonista SPOILER--- se amputa el brazo --- FIN SPOILER No estamos ni mucho menos ante una ejemplo de gore atroz y repulsivo al estilo Saw, pero la crudeza y realismo con el que se rueda (sí, hay sangre y se ve "todo" perfectamente), nos impacta e incómoda. De ahí a que uno se desmaye o vomite, como se informó meses atrás que ocurrió en un pase, hay un trecho. Pero ya sabemos que eso no son más que burdas artimañas publicitarias. Puede que no sea recomendable para estómagos sensibles, pero tampoco es para tanto.

Dicho esto, la película viene amenizada con animadas canciones que, en algunos casos, contrastan notoriamente con la dureza de las imágenes. Otras, cerca del final, son algo más acordes a lo que vemos en escena para poder transmitir con mayor intensidad las emociones de aquél instante. En ese sentido, funcionan perfectamente el bien escogido tema de Sigur Rós (claramente identificable para los que ya conocemos a esta banda islandesa) como la certera banda sonora de A.R. Rahman, solemne y estimulante a lo largo de todo metraje.

Recursos narrativos y visuales a parte, no podemos obviar que gran parte del triunfo de esta película se lo debemos al bueno de James Franco.

Aunque fueron otros (Cillian Murphy, Ryan Gosling…) los que postularon o sonaron para el papel principal, finalmente éste fue a parar a Franco, al que hacía tiempo se le debía un rol protagonista con cierta enjundia. Hasta ahora le habíamos visto participar en muchas películas como secundario (a destacar su papel en Mi nombre es Harvey Milk), a veces incluso con pequeños cameos. Sus papeles protagonistas también fueron varios (y algunos de ellos, bastante resultones), pero a excepción de su trabajo en el televisivo biopic de James Dean (que le valió un Globo de Oro), éstos pasaron mayormente desapercibidos. Ya tocaba, pues, que cayera en sus manos un papel tan jugoso como éste y con el que poder demostrar su talento. Y desde luego, lo hace con una creíble e intensa interpretación. Sobro sus hombre recae todo el peso del film, y supera la prueba con nota.

Con todo, Boyle convierte “127 horas” en un relato enérgico y esperanzador sobre la naturaleza humana y sobre la vida. Y es que pese a la terrible situación que vivió Ralston, éste jamás dejó de hacer lo que más le gustaba e incluso volvió al cañón en el que pasó esas desesperadas 127 horas. El destino puso una piedra en su camino y tropezó, pero volvió a levantarse.


Lo mejor: James Franco; el dinamismo y la fuerza visual que imprime Boyle.

Lo peor: que ese estilo videoclipero eche para atrás a algunos espectadores.


Valoración personal: Buena

viernes, enero 21, 2011

"Más allá de la vida" (2010) - Clint Eastwood

ritica Más allá de la vida 2010 Clint Eastwood
Hay un grupo de cineastas cuyas películas suelen ser cita ineludible para todo cinéfilo/a que se precie. Algunos incluso cuentan con el favor del público, lo que ayuda muchas veces a que sus películas, pocas veces de carácter comercial, no pasen desapercibidas por taquilla frente a las grandes superproducciones hollywoodienses. Clint Eastwood es uno de esos directores. Y es, además, uno de mis preferidos.

Son ya cuatro décadas detrás de la cámara, más de treinta películas a sus espaldas y numerosos galardones cosechados (Oscars, Globos de Oro…) los que consolidan a Eastwood como uno de los grandes directores de la historia del cine. Y no lo pensamos sólo los cinéfilos o la prensa especializada, sino también el público en general. Espectadores a los que este rudo pero sensible californiano se ha ido ganando con cada una de sus películas. Unas mejores que otras, como cualquier otro que se dedique a esta profesión, pero manteniendo siempre -o casi siempre- un mínimo de calidad. En lo personal, puedo decir que Eastwood se ha ganado uno de esos privilegios que muy pocos consiguen en mí, y es que me interese ver cualquiera de sus películas sin preocuparme en exceso de qué traten, es decir, que sólo por venir con su firma me interesan, aunque a priori la trama no me seduzca horrores. Y eso es porque sé que, siendo mayor o menor el interés que me sugiera la historia, tras su visionado nunca tengo la sensación de haber perdido el tiempo (y puede que una trama que a priori no me resultara llamativa, acabe fascinándome)

Hasta la fecha, lo peor que he podido decir de una de sus cintas –y a excepción de algún que otro título, he visto prácticamente toda su filmografía-, es que me resultara simplemente entretenida o, en el peor de los casos, floja. De hecho, me resulta improbable que Eastwood pueda hacer una mala película aunque se lo proponga. Obviamente, no es un director infalible (diría que ninguno lo es), y también puede decepcionarnos, más cuando nos malacostumbra a ofrecernos buenas o muy buenas películas con tanta asiduidad. En ocasiones, algunas no alcanzan ese estatus, y a esas las solemos llamar obras menores. Puede que en algunos casos la culpa sea nuestra y de nuestras expectativas, pero otras veces simplemente es una cuestión de saber valorar la calidad de un film con independencia de quién sea su director. Y esto nos puede ocurrir con Eastwood, Scorsese, Allen, Nolan, Fincher o con cualquier otro que se os ocurra.

Hereafter, o como se ha titulado aquí, Más allá de la vida, es la primera película en la que Eastwood se sumerge en el terreno sobrenatural, siempre que no contemos, claro está, la “mística” El jinete pálido. Esto, para un director especializado mayormente en dramas y thrillers a secas, es toda una novedad y algo que ha suscitado bastante expectación y curiosidad. Conviene decir, no obstante, que aquello de ser una especie de “El sexto sentido” es rotundamente falso. Salvando el detalle de tener también aquí a un personaje que se comunica con los muertos, argumentalmente no tienen nada que ver una con la otra.

Aclarado esto, vayamos a la sinopsis.

“Más allá de la vida” narra la historia de tres personajes que han tenido algún tipo de contacto con la muerte: Marie LeLay (Cécile de France), una famosa periodista de la televisión francesa que a punto estuvo de morir ahogada durante el tsunami que asoló el Sudeste asiático en 2004; Marcus (Frankie y George McLaren) un niño británico que pierde a su hermano gemelo en un accidente de tráfico, y George Lonegan (Matt Damon), un hombre con el don de poder hablar con los muertos, algo que lleva tiempo rehusando hacer. Las vidas de estos tres personajes acabarán cruzándose…

Quizás lo más sorprendente, por el tipo de género que toca el film y la clase de director que hay detrás de él, sea la secuencia del tsunami, muy a lo Roland Emmerich (el referente más cercano) y técnicamente muy bien recreada y secuenciada. Pero que nadie se alarme, que cualquier efecto especial que pueda haber aquí está siempre al servicio de la trama.

Lo nuevo de Eastwood sigue las pautas marcadas por toda película de historias cruzadas que se precie; esto es, mostrarnos por separado el devenir de cada uno de los personajes hasta que en el desenlace los caminos de estos se crucen.

Los tres personajes se reparten de forma más o menos equitativa las poco más de dos horas de metraje. Primero, como es lógico, se nos presenta a cada uno de ellos.

A Marie la conocemos en Tailandia durante la fatídica fecha en la que uno de los devastadores e implacables tsunamis de 2004 arrasó la costa del país (y la de todo el sur y sureste de Asia). La catástrofe, que asoló el océano Índico, se cobró miles de víctimas, y por muy poco Marie no fue una de ellas. Sin embargo, se podría decir que durante unos segundos, su alma se alejó del mundo terrenal, y esa experiencia cercana a la muerte ha influido enormemente en su vida e incluso en su trabajo. Algo ha cambiado en ella, y ahora empieza a creer y a plantearse cosas en las que ante sin siquiera había pensado.

En Londres conocemos a los gemelos Marcus y Jason, hijos de una madre soltera y drogadicta que apenas les presta la atención y el cuidado que merecen. Los chicos, sin embargo, se han espabilado y han aprendido a no depender de ella (más bien al contrario), lo que ha fortalecido y mucho su relación fraternal. Desgraciadamente para Marcus, un terrible accidente le arrebata el mayor apoyo que tiene en esta vida, a su hermano. Ahora deberá seguir adelante sin él, algo que no le será nada fácil.

Y finalmente en San Francisco tenemos a George, un conocido clarividente alejado de la parapsicólogía al ser incapaz de lidiar con el impacto emocional y los secretos que le confieren las sesiones con sus pacientes. La constante insistencia de Billy, su hermano, en retomar la profesión, lleva a George a entrar de nuevo en contacto con el mundo de los muertos. Su don puede hacerle ganar mucho dinero, además de permitirle ayudar a los demás. Sin embargo, para él no es más que una maldición que le impide llevar una vida normal. George se siente un bicho raro, pero sobre todo, se siente sólo. Pronto descubrirá que no es así.


El mayor obstáculo al que debe enfrentarse una película de historias cruzadas es el de conseguir que todas ellas nos resulten igual de interesantes y que el motivo o motivos que las unan sean convincentes/coherentes. La mayoría de veces ocurre que unos personajes nos parecen mucho más interesantes que otros; otras veces en cambio, el problema está en lo forzadas que resultan algunas conexiones, especialmente si todas esas historias deben eclosionar al final. Sinceramente, son pocas las películas de este tipo que me convencen o entusiasman. Y "Más allá de la vida" no ha sido la excepción, aunque sus errores no sean precisamente estos.

Las tres historias, tanto la de Marie como la de Marcus o la de George, son buenas y empiezan de forma prometedora. Pero conforme la cosa avanza, uno se va desesperando un poco, pues sabes desde el principio lo que tiene que ocurrir, pero parece que no ocurra nunca, es decir, que Marie y Marcus conozcan a George.

Sabemos que eso no sucederá hasta el final, pero aún así la impaciencia empieza a sobrevolar nuestras cabezas. Por supuesto, hay que desarrollar el conflicto que atañe a cada uno de ellos para conocerlos mejor y ver de qué forma la muerte les afecta. Pero llega un punto en el que el pasar de Marie a Marcus, de Marcus a George, de George otra vez a Marie, y así sucesivamente, se hace algo “eterno”. Parece que la trama no termine de arrancar, y pese a lo interesante de sus historias, estas tampoco logran emocionarnos como deberían. Tanto ir y venir provoca que al final no “conectemos” con ninguno de los tres, e incluso que algunos personajes, que podrían dar más de sí o aportar más a la trama, queden algo descolgados (por ejemplo Melanie, la chica interpretada por una guapísima Bryce Dallas Howard) En resumen, un síntoma claro de que “quién mucho abarca, poco aprieta”.

Eastwood tiene la capacidad de hacernos reír y llorar incluso en la misma película. De lo primero hay unos cuantos ejemplos aquí (las visitas de Marcus a los falsos clarividentes no tienen desperdicio), pero de lo segundo no hay nada de nada. No es que uno le pida a Eastwood que toque la tecla mágica para sacarnos una lagrimita, pero en una película en la que la muerte y la tragedia están tan presentes, sí se echa en falta mayor calado emocional. El guión lucha por alcanzar una profundidad y una emotividad que solamente consigue rozar. Y puedo asegurar que no es culpa de los intérpretes.

Probablemente, en algún momento toque la fibra sensible a aquellos que sabemos lo que es perder a un ser querido, especialmente si eso nos ha ocurrido recientemente, pero la sensación que a uno le queda al terminar es algo fría. Y eso no debería ocurrir.


Eastwood pone todo el oficio del que sabe hacer gala (dirección sobria, pausada y elegante), pero la cinta carece de su genialidad, quizás por culpa de una historia que debió desarrollarse de otro modo (y también de un metraje que debió ser algo más reducido). Y eso que tras el guión tenemos a Peter Morgan, que no es moco de pavo (The Queen, El último rey de Escocia, El desafío - Frost contra Nixon…)

La banda sonora, a cargo del propio Eastwood (tarea que acostumbra a realizar cuando no recurre a su compositor habitual, Lennie Niehaus), es muy sencilla y minimalista. Se trata de una partitura compuesta básicamente por guitarra y piano, y los temas son muy cortos. Combina fácilmente con la serenidad y calma de las imágenes, aunque también se siente poco inspirada (nada que ver con el estupendo trabajo que compuso para su duología bélica, aunque bien es cierto que se trata de géneros muy distintos)

Otros aspectos técnicos a destacar serían la notable fotografía de Tom Stern, que lleva trabajando con Eastwood desde Deuda de sangre (2002); o los efectivos efectos especiales, que destacan sobre todo en la ya comentada secuencia del tsunami (claro que a estas alturas, con tanta destrucción por parte de Emmerich y demás, este tipo de escenas ya no nos impresionan de igual manera)

En resumidas cuentas, puede que estemos ante una de las películas más flojas de Clint Eastwood (tanto de los últimos años como de toda su carrera), aunque para nada es una mala película. La falta de emoción y empatía le pasan factura.

Las críticas por ahora son más bien mixtas y no parece haber ningún consenso. Algunos siguen poniéndola a la altura de sus mejores trabajos, mientras que otros son muchísimo menos entusiastas. Personalmente, no comparto ninguna de las dos posturas - ni tanto ni tan poco-, pero supongo que con el público ocurrirá lo mismo. A Invictus le pasó algo similar, y es que ambas adolecen de un guión que no está a la altura de quién lo dirige.

P.D.: El tema de creer o no en si hay algo más allá de la muerte ya es cosa de cada uno. De todas formas, no creo que eso afecte a la valoración de la película (palabra de agnóstico)



Lo mejor: el comienzo y las interpretaciones.

Lo peor: que sea una historia de vidas cruzadas; la falta de mayor emotividad y profundiad.


Valoración personal: Correcta